13
Durante la semana siguiente, Lilian se ocupó con Lorena de buscar y organizar proyectos para las exposiciones.
Aunque el trato de Lorena era cordial, intuía que no era del agrado de su compañera.
No tardó en discernir que a la chica le gustaba Andrés. Y no se sorprendió cuando esta, en un amago de sinceridad, le confesó que había tenido lo que definió como «un rollo» con él.
—Nada serio —dijo—. A él no le gustan los compromisos. Pero de vez en cuando nos hacemos compañía mutuamente… —sonrió—, bueno, tú ya me entiendes.
A Lilian le dio la impresión de que decía con cierto tonillo jocoso. Se limitó a sonreír sin decir nada al respecto. Tampoco entendía que la joven quisiera convertirla en su confidente. Suponía que a Andrés no le pasaría desapercibida. Era bastante mona, tenía unos grandes ojos azules y un pelo castaño oscuro, le había calculado unos veinticinco años, pero esa mañana vestida de modo tan informal, hubiera podido pasar por más joven.
Sabía que no debería sentir nada pero lo cierto es que un flash de celos la atravesó de arriba a abajo al escuchar las palabras de Lorena. Incluso cometió la torpeza de bajar la mirada y al segundo, desviarla como no queriendo prestar mucha atención, señal inequívoca de que no le gustaba lo que estaba escuchando, algo que no pasó inadvertido a la muchacha que la miraba con atención no perdiendo detalle de su reacción.
—Y, tú ¿cuándo tiempo llevas casada? —le preguntó con curiosidad.
—Casi seis años.
—¿Tuviste muchos novios antes de conocer a tu marido? —inquirió.
—Alguno que otro… —respondió.
Lilian sabía que le hablaría de Andrés, casi podía escuchar la pregunta sin que llegara ni a mencionarla siquiera. Cuando al día siguiente Lorena acometió otra vez el tema, Lilian aclaró que habían sido muy amigos y se tenían mucho cariño. La chica no indagó más, viendo que su compañera se sentía incómoda ante su interrogatorio.
Durante aquellas primeras semanas apenas pudo hablar con Andrés, ni siquiera verlo. Él tuvo que salir de viaje y el poco tiempo que estuvo en su despacho no coincidió con ella.
En casa las cosas no iban muy bien. El ambiente era tenso. Alfonso se limitaba a hacer la vida de siempre. Parecía que se obstinaba a no querer entenderla, pero no ya no se lo tomaba de manera tan radical como al principio.
Trabajaba hasta tarde y después de cenar se encerraba en su estudio. No mostró ningún interés en lo que Lilian hacía o dejaba de hacer. No le preguntó sobre los proyectos de las exposiciones ni nada que tuviera que ver con el hotel. Cuando ella trataba de sacar conversación, él desviaba el tema dejándole claro que no le importaba nada.
—El próximo sábado tenemos que ir a la cena benéfica de todos los años —dijo Alfonso en el desayuno del domingo.
—Sí —respondió con desgana—. Lo sé.
—Y lo que más me molesta que esta vez hayan elegido el hotel de tu «amiguito». Así que deduzco que él también asistirá. Haré lo posible para que no tengamos que compartir la misma mesa —añadió mirándola con suspicacia—. Es lo único que me faltaba.
—Me parece perfecto —respondió sin inmutarse—. Y deja de referirte a él como mi «amiguito»—añadió—. Ya sé que será en su hotel. Está anunciado por todos los sitios o ¿no lo has visto hasta ahora? En la invitación también venía escrito.
Él no contestó. En realidad, ni la miró.
♡
Llevaba un vestido negro que la favorecía. Se dio los últimos retoques ante el espejo del baño, se pintó los labios y se contempló durante unos segundos.
Iba a acompañar a su marido a una cena donde se encontraría con el hombre que alteraba cada uno de sus sentidos solo con que la mirara.
Tranquila, se dijo a sí misma. Todo va a ir bien.
Alfonso la esperaba en el salón. Vestido impecable como siempre y con el pelo peinado hacia atrás estaba muy elegante.
—Estás muy guapo —dijo ella en un gesto de amabilidad al tiempo que sonreía.
Si esperaba que él dijera lo mismo, fue en vano. Alfonso se limitó a mirarla de arriba abajo para luego afirmar que llegarían tarde.
Minutos después estaba sentada en el asiento del Chrysler de color gris del que su marido se sentía muy orgulloso, mientras que a ella le había resultado un gasto excesivo e innecesario. No le agradaban demasiado los coches, pero su Mini le gustaba mucho, sobre todo porque nunca tenía problema de aparcamiento. En cambio, a Alfonso, le apasionaba su nueva adquisición. Tener un automóvil tan caro era un signo de poder, de lujo, algo esencial para medir su importancia social, por eso no había escatimado nada a la hora de elegirlo.
Se mantuvieron en silencio hasta llegar a su destino, solo les acompañaba la música de jazz del CD que él había puesto. Si alguien hubiera podido observarlos, diría que no parecían muy alegres. Los dos estaban serios y ensimismados en sus pensamientos. Lilian preguntándose si podría disimular su atracción hacia Andrés ante su marido, y este preocupado por lo que Andrés pudiera comentar de su común estancia en Londres ante su esposa.
En hotel fueron recibidos con un cóctel de bienvenida. Numerosos empresarios, banqueros, altos ejecutivos, representantes de la clase política ciudadana y todo aquel que estuviera dispuesto a dejarse doscientos euros en el cubierto. Lo recaudado iría destinado para una fundación infantil.
Vieron caras conocidas, sobre todo Alfonso. Lilian también se fijó en Lorena que estaba acompañada de unos jóvenes y otras personas con los que había tratado en las últimas semanas.
Poco después apareció Andrés, pero no iba solo. Otro hombre lo acompañaba. Alguien a quien Lilian no conocía pero que, aunque lo ignoraba, su marido sí.
Alfonso palideció cuando Andrés se lo presentó a Lilian.
—Es John. Un amigo de Londres, aunque en realidad se llama Juan.
Él le tendió la mano.
—Encantado, Lilian. Andrés me ha hablado mucho de ti.
Ella sonrió y John se giró hacia a Alfonso.
—Volvemos a encontrarnos… —dijo con media sonrisa.
—¿Perdón? —preguntó con todo el cinismo del mundo —¿Nos conocemos?
La expresión de John cambió. Pero Andrés no estaba por la labor de que hubiera ninguna clase de problemas esa noche y menos en el acto benéfico que se celebraba en su hotel.
—John, creo que te equivocas…
Su amigo dudó por un instante pero cambiando el tono y la expresión de su rostro prosiguió:
—Sí, creo que Andrés tiene razón. Lo he confundido con otro.
—Disculpe, pero no creo conocerle. Lo recordaría, sin duda. Gozo de muy buena memoria, se lo aseguro.
—Sí, está claro que me he equivocado —aclaró mirándolo de arriba abajo—¿Sabe? Aquel tipo era un auténtico hijo de puta…, es evidente que no es usted —añadió mordaz.
Miró a Lilian y sonrió.
—Disculpe, señora.
Alfonso estaba lívido. Y Lilian perpleja, porque un sexto sentido le hizo creer que el amigo de Andrés no mentía.
—Está disculpado. Y ahora si no les importa —respondió apartándolo—, nos están esperando.
Se volvió hacia Lilian.
—Vamos, cariño.
—¿Lo conoces? —preguntó.
—Por supuesto que no. Ese loco me ha confundido con algún otro.
—Lilian —dijo una voz.
Carolina se acercaba a ella sonriente.
—Creo que estamos en la misma mesa —dijo la mujer.
—Ah… eso es estupendo… —respondió ella fingiendo entusiasmo.
—Hace tiempo que no nos vemos. ¿Cómo va todo? ¡Cuéntame!
Se distribuyeron en la mesa según el nombre de las etiquetas. Lilian los conocía a todos, pero una silla estaba vacía.
—¿Quién falta? —preguntó Carolina con curiosidad.
—Eva Soriano —contestó Alfonso sonriendo—, es prima segunda de mi esposa.
Lilian lo miró incrédula.
—¿Es que también va a venir a la cena? —preguntó.
—Creo que sí, cariño. ¿Te sirvo un poco de vino? —inquirió desviando la conversación—. ¿Prefieres blanco o tinto?
—Ninguno. Prefiero agua —respondió molesta.
♡
En cuanto desaparecieron de su vista, Andrés se encaró con su amigo reprochándole su comportamiento.
—¿Estás loco? ¿Qué pretendes? —dijo tirando de él, alejándose de los que los rodeaban.
—¿Qué pretendo? No puedo soportarlo, Andrés. Que esté aquí tan tranquilo, pavoneándose de sus logros, de su honradez y honestidad. ¿Es que no te importó lo que hizo?
—Claro que sí. Lo sabes muy bien. Pero… es Lilian, lo hago por ella. Estoy seguro de que ignora todo lo que sucedió en Londres. Y es curioso, ¿sabes? Está loca por tener un hijo...
—¿Y es feliz con un hombre como él?
Andrés se encogió de hombros.
—No lo sé. Sea como sea, yo no estoy dispuesto a destruir su felicidad.
John se quedó callado y los observó desde lejos.
—Es una mujer muy atractiva, amigo. Y con mucho estilo…
—Sí, lo es —respondió mirándola.
—Todavía estás a tiempo. Intenta enamorarla. Sería una estupenda venganza para ese cabrón.
Andrés sonrió.
—Ya te he dicho que no voy a destruir su felicidad, John. Por mucho que odie a ese tío, Lilian está primero. No pienso utilizarla. Es mi amiga. Lo que nunca me hubiera imaginado es que fuera su mujer.
—No deja de mirarte, Andrés. Desde que se ha sentado no para de observarnos.
Andrés se giró y cruzaron sus miradas. Se sonrieron por un instante y luego ella volvió su rostro para el lado contrario.
—Piénsalo, Andrés —dijo John—. No te costaría nada seducirla.
—No, he dicho que no. Con Lilian, jamás…
Andrés se quedó mirándola sin que ella lo percibiera. Esa noche en particular estaba preciosa y muy elegante con aquel vestido. Pensar que Alfonso Torres podía besarla, tocarla, hacerle el amor, le desesperaba. Pero, ¿qué habría visto ella en un hombre como él? La conocía, estaba seguro de conocerla lo suficiente para creer que no podía ser feliz con semejante marido. Puede que fuera físicamente atractivo, aunque él no podía opinar en eso, pero no era buena persona. En Londres lo había demostrado con creces. O tenía dos personalidades, y ella desconocía la peor parte, o no entraba en su cabeza que se hubiera enamorado de él. Se quedó sumido en esos pensamientos hasta la llegada de sus hermanos que le acompañarían en la mesa principal.
♡
Lilian no salía de su asombro. No solo le daba vueltas a lo sucedido con el amigo de Andrés, también le mortificaba ver a Eva compartiendo la misma mesa, frente a ella.
El año anterior recordaba que no había tenido ningún interés en acudir al acto cuando se lo había propuesto, y ahora en cambio… Allí estaba, intentando hacerse la interesante queriendo acaparar la atención del género masculino, incluido Alfonso.
Por un momento lo pensó. Los dos tenían un lío: su marido y su prima estaban teniendo una aventura a sus espaldas. Eran demasiadas coincidencias. ¡Cómo había sido tan ingenua! La estaba engañando con su prima y eso le dolía más de lo que podía imaginar.
Los observó indignada, primero a él, luego a ella…
—¿Qué te pasa? —preguntó Alfonso de pronto—. No tienes muy buena cara. ¿Te encuentras mal?
—Estoy perfectamente. Si me disculpáis, voy al baño.
Eva la siguió con la mirada hasta que desapareció. Luego fijó sus ojos en Alfonso que la observaba sonriendo.
Cuando regresó a la mesa, Lilian buscó con la mirada a Andrés. Estaba sentado en una mesa principal. Lo observó con atención siguiendo cada uno de sus gestos al hablar y sonreír. Habían pasado diez años, pero eso lo hacía más adorable. Hubiera dado cualquier cosa por estar sentada a su lado.
—Estás muy callada, Lilian —escuchó decir una hora después a su prima— ¿Estás bien?
—Yo muy bien ¿y, tú?
Eva afirmó estar encantada con el acto, la cena, el ambiente.
—La verdad es que no pensaba venir, pero tu marido me convenció —añadió sonriendo—. Después de todo es un acto benéfico…
—Oh, claro —respondió Lilian sarcástica—. Tú siempre has sido una persona muy solidaria. Te encanta ayudar a las demás.
La expresión risueña de su prima se endureció, mientras todas las miradas de la mesa cayeron sobre ella. Alfonso decidió aliviar la tensión proponiendo un brindis con el cava que acababan de serviles.
Todos brindaban cuando comenzó la rifa que repartió diversos regalos donados por las empresas locales.
Lilian estuvo más preocupada en buscar a Andrés con la mirada que en otra cosa el resto de la noche. Cuando lo vio charlando con Lorena con una copa en la mano, se sintió mal. La joven charlaba y sonreía. No quería observarlos pero no podía evitarlo, sus ojos se iban tras ellos, más que nada tras él…
Si Andrés no se volvía hacia ella y la miraba, se moriría. Así de simple, pensó. Se moriría…