Capítulo 44
La aniquilación de la Progenie Kukulkan fue como una herida abierta en el costado de Sarah Kerrigan. Las enfermizas luces pulsante en las paredes vivientes de la colmena que la rodeaba le parecieron opresivas.
No era ira por una humillante derrota o tristeza por la muerte de tantas de sus criaturas. Lo que sentía era la pérdida de un ambicioso sueño, una pérdida de recursos.
«Sólo un contratiempo…»
Hasta ahora, había trabajado sin descanso para convertir a los zerg en una feroz fuerza que estuviese destinada a conquistar la galaxia. La misión de confiscar el artefacto xel'naga había sido una prueba para ella. Había querido demostrarse que sus zerg eran invencibles, que la destrucción de la Supermente había sido un mero evento fortuito. La Reina de Espadas era más fuerte, más valiente, y más ambiciosa.
Ahora, sin embargo, tendría que reconsiderar su planes, redefinir sus objetivos de forma que el planeta muerto de Char germinase en una oscura flor.
Las florecientes colmenas generarían hordas de larvas, todas las cuales serían mutadas en configuraciones cuidadosamente elegidas, criaturas que encajarían en su estrategia militar.
Incluso sin la Progenie Kukulkan, Sarah Kerrigan aún disponía de otras poderosas Progenies; Tiamat, Fenris, Baelrog, Surtur, Jormungand. Cada una era liderada por un Cerebrado diferente. Cada una tenía una función general en la estructura social de los zerg: dominar, cazar, aterrorizar y atacar. Cada una estaba compuesta de miles, a veces millones, de leales criaturas zerg.
Algunas habían sido diezmadas en la reciente guerra que había empujado a los terráqueos, a los protoss y a los zerg al borde del olvido. Pero la Reina de Espadas las había reunido de nuevo.
Decidió que no se preocuparía por el contratiempo de Bhekar Ro. No le importaba. La desesperación era una condición humana, y Sarah Kerrigan ya no se consideraba humana.
Esto sólo era el comienzo.
Pronto desencadenaría su Guerra de Progenies.