Capítulo 43

Octavia jadeó, con sus piernas tiritando, mientras forzaba a su cuerpo a mantenerse en movimiento. La Templaria Oscura Xerana había insistido en que resistiera ese desesperado paso a toda costa. Habían escalado la ladera juntas, sin temer más por ninguna infestación zerg, ya que todos los alienígenas habían acudido juntos a la zona del valle.

Percibiendo un peligro inminente justo al tiempo que bordeaban la cúspide de la cordillera, la Templaria Oscura empujó a Octavia con toda la fuerza de sus largos brazos, hasta tirarla al suelo. Xerana se agazapó bajo un afloramiento rocoso mientras un resplandor de fuego amarillento iluminaba el cielo y se desvanecía… demasiado rápido.

«Tus marines han lanzado sus bombas —explicó—. Pero el resultado no será el que esperaba tu comandante».

Cuando la luz y el fuego comenzaron a disiparse, Xerana se puso en pie con Octavia detrás de ella, y observó desde la distancia cómo la enorme crisálida sepultada se resquebrajaba del todo y la criatura fénix emergía de su interior, se elevaba, y minutos después barría el distante campo de batalla, absorbiéndolo todo. Octavia esperaba que estuvieran lo bastante lejos de los otros combatientes.

«Bienvenida al universo», dijo Xerana hacia la emergente criatura, su voz mental teñida de pavor.

La mente de Octavia percibió un glorioso sentimiento de libertad y culminación. Ahora entendía la presencia que la había estado llamado largo tiempo, y aunque odiaba lo que esa cosa alienígena le había hecho a su hermano Lars, no podía resistir el impulso de una completa admiración. Nunca había visto antes algo tan hermoso o tan puro. Sus ojos le dolieron por el resplandor en demasía mientras la recién nacida bestia luminosa llenaba el valle con su incandescencia y se elevaba ansiosamente hasta desvanecerse en el cielo.

«Vamos —dijo Xerana. Hay más aquí que necesitamos ver».

Descendieron por la encrespada y escabrosa ladera. El valle del campo de batalla continuaba latiendo y resplandeciendo. Una extraña niebla pulsante reptaba sobre el terreno, como un nebuloso residuo de fuerza vital rezumando entre las piedras y el lodo, una bruma hecha de polvo de diamantes. La corona de cristales Khaydarin que había rodeado el artefacto enterrado yacía ahora pulverizada y desparramada como una miríada de granos de arena… o de semillas.

Alcanzaron el suelo del valle y avanzaron juntas. Hacía sólo unos minutos Octavia se había sentido exhausta, pero ahora se encontraba recargada, más relajada y vigorizada de lo que había estado en años. No le importaba que la Templaria Oscura caminara a grandes zancadas. Octavia brincaba a su lado, prácticamente corriendo. Distinguió las cicatrices de la batalla, los retorcidos escombros de las maquinas destruidas, pero no los cadáveres… ni siquiera los charcos de sangre.

Xerana, que debió haber captado sus pensamientos, respondió:

«El recién nacido xel'naga ha tomado todas las vidas que podía alcanzar, y con la energía del ataque nuclear de tus militares, ha acumulado más fuerza vital de la que podía contener. Ha usado esa energía para combinar todos los genes de los zerg y protoss, y así completar su maduración. Y entonces, en su viaje al exterior, el recién nacido ha vertido algo de su bioenergía, dejándola aquí».

Octavia se mordió el labio inferior. Mientras miraba a su alrededor y veía tantas cosas maravillosas, su ira volvió a su lugar.

—¿Entonces por qué tomó a Lars? ¿Qué posible uso podría dar esa criatura al ADN humano?

Xerana pareció entristecerse.

«Tu hermano fue un error. El recién nacido no podía usar la energía de tu terráqueo. Seguía dormido y era joven. No entendió lo que estaba haciendo».

Así que… Lars había muerto porque simplemente había estado en el lugar equivocado.

No consolada por ello, Octavia se internó más en el valle, advirtiendo un pequeño cambio que se volvía más pronunciado por minutos. La tierra parecía bullir, y contempló diminutos zarcillos de hierba brotar en todas direcciones. Crecían con tal rapidez que de hecho podía ver a las plantas moverse, disgregarse del terreno como si desearan devolver una exuberancia de vida al cicatrizado Bhekar Ro. Se arrodilló y arrancó una flor, que brotó en su mano hasta convertirse en una brillante muestra carmesí de tres pétalos puntiagudos.

«Es la vida», explicó simplemente Xerana. Octavia podía sentirlo en sus ojos, en su piel, en su mente.

La poderosa bruma resplandeciente comenzó a disiparse, atenuándose para revelar un cielo azul despejado que parecía alcanzar a todas las estrellas. En ese momento, en la distancia, Octavia divisó varias figuras, personas aturdidas y confusas en mitad de la floreciente campiña.

Eran humanos.

Se acercó, indecisa al principio, temerosa ante la expectación. Muchos de ellos vestían los uniformes de los marines terráqueos, pero uno iba ataviado con la ropa de los colonos, un mono de trabajo… justo como el que había vestido su hermano. Respiró con calma, incapaz de creer lo que veían sus ojos. Parpadeó.

Xerana explicó:

«Para la transformación final, el embrión necesitaba los genes de los otros hijos de los xel'naga como un combustible biológico. Ya que los terráqueos no eran necesarios, la criatura debió haberles rechazado de la matriz de ADN».

—¡Lars! —gritó Octavia, echando a correr sin aliento. Soltó una carcajada. Su hermano resucitado permanecía en mitad de un campo de flores que cruzaba el herboso valle como una muestra de fuegos artificiales de colores. Se giró para mirarla, y su rostro se iluminó. Se arrojó a los brazos de su hermano. Al principio la observó confundido, pero luego la abrazó con fuerza.

—Esto sí que es interesante —dijo en tono de estupefacción.

—¡No puedo creer que hayas vuelto! —exclamó. Octavia le tomó por los hombros, sólo para mirarle a los ojos. Sintió que las piernas se le debilitaban. Después de todo por lo que había pasado, esto parecía lo más inverosímil.

—Nunca pensé que me alegraría tanto de volver a este lugar —bromeó Lars. Octavia le abrazó de nuevo.

La Templaria Oscura permaneció sola y a un lado. No había nada más para ella aquí. Había venido para ver y para aprender. Su advertencia no había sido escuchada, y se había visto incapaz de salvar a sus hermanos protoss, pero quizá eso fuera lo mejor. La recién despertada criatura fénix también era parte del misterio xel'naga, y Xerana se sentía contenta de haber presenciado su nacimiento.

Sin una palabra de despedida, la Templaria Oscura se envolvió de nuevo en las sombras, fuera de la vista de los demás, y regresó a su propia nave.

Quizá pudiera seguir a la criatura recién nacida, o buscar otros embriones durmientes que hubiesen sido escondidos por los xel'naga. Tenía muchas preguntas por responder y mucho que hacer… y todo el Vacío en el que buscar.