Capítulo 22
Cuando los cruceros de batalla del General Duke se internaron en el combate espacial de la órbita, la maniobra le recordó una experta apertura de una partida de billar.
Las naves protoss y las criaturas zerg se esparcieron en todas direcciones, bamboleándose ante el repentino ataque de las inesperadas fuerzas terráqueas. El General Duke no emitió advertencia alguna ni demanda de rendición, sólo ordenó a sus marines infligir todo el daño posible a los alienígenas.
Soltó un estrepitoso grito de alegría al tiempo que los primeros disparos se efectuaban.
Los cañones Yamato estallaron con rapidez, alcanzando a los superamos zerg y a uno de los dañados transporte protoss. Antes de que las poderosas armas de energía se recargaran, el General Duke lanzó toda su flota de maniobrables cazas Espectro.
Se paseó por el puente de la nave insignia, manteniendo un ojo sobre las pantallas tácticas, obteniendo actualizaciones del Teniente Scott y observando ocasionalmente la batalla a través del ventanal.
—¿Ha visto alguna vez en su vida tantas explosiones, Teniente? ¿Ha presenciado tanta carnicería? —En realidad, Duke sabía que Scott y el resto del Escuadrón Alfa habían visto el lado oscuro y malicioso de la guerra durante sus batallas contra los zerg en la defensa de Mar Sara. Pero eso no disminuía en lo mínimo su exaltación.
Se giró hacia el oficial de comunicaciones.
—Contacte con los colonos. Necesitamos una actualización táctica de la superficie. No puedo ni imaginar lo mal que estarán las cosas en la colonia tal y como están aquí, pero necesito establecer mis prioridades militares.
—Sí, General. —El oficial de comunicaciones se flexionó sobre su estación e intentó abrir un canal con los colonos de Bhekar Ro.
Los Espectros que se lanzaron desde la flota terráquea se camuflaron de inmediato antes de que se ocuparan de un molesto grupo de exploradores protoss visibles. Las naves alienígenas poseían una mayor potencia de fuego aire-aire, como el Escuadrón Alfa sabía de enfrentamientos previos en la recién terminada guerra, pero los exploradores obviamente se encontraban en desventaja contra un adversario que no podían ver.
Los Espectros les atacaron, dañando sus escudos y cascos, y acabando con un puñado de las naves con sus misiles Gemini. Tras ser fuertemente apaleados por las armas terráqueas, los exploradores protoss se retiraron, pasando inadvertidamente cerca de una masa de mutaliscos con aspecto de dragones que completaron la masacre con un movimiento de ataque que en las sesiones informativas previas de Duke había denominado un «gusano asesino»: oleadas de simbiontes que masticaban y troceaban cualquier casco que tocaran a su paso. Los exploradores protoss estaban condenados.
Con su trabajo acabado, los Espectros se desplazaron como un rayo para encargarse de más objetivos alienígenas.
Desde el puente del Norad III, el General Duke levantó su puño con un grito, celebrando la victoria. Los oficiales del puente aplaudieron.
—Nuestro cañón Yamato está recargado, y preparado para disparar, señor —anunció el Teniente Scott. Se llevó la mano hacia un receptor de voz en su oreja, acusó el recibo, y a continuación se giró para mirar al general—. El Crucero de Batalla Napoleón anuncia que su Yamato también está listo para disparar.
—Bien. Fijemos el objetivo en el mismo transporte protoss —ordenó el general. Clavó los ojos en la amplia selección de objetivos de la pantalla táctica. Danzando sus dedos a través del aire, murmuró:
—Pito, pito, gorgorito —y extendió sus dedo índice—. «Ese».
—Fijando objetivo, señor —anunció el Teniente Scott. Abrió un canal con el Napoleón. A su señal, ambas naves de guerra terráqueas dispararon sus poderosos cañones, intensos campos magnéticos que concentraban una pequeña explosión nuclear en un haz de energía cohesiva. El ataque concentrado atravesó los escudos protoss. En cuestión de segundos, el casco del transporte se colapsó y la gigantesca nave alienígena estalló.
El General Duke soltó otro grito victorioso.
—¡Quién se habría imaginado que esas cosas pudieran romperse en pedacitos tan diferentes! —Observó a los Espectros encargarse de otros cuatro exploradores protoss. Se frotó sus rechonchas manos y contempló a la tripulación de puente—. Creo que podemos estar seguros de nuestra victoria aquí.
El Teniente Scott frunció el entrecejo.
—Quizá eso fuera un poco prematuro, General.
Dos Arbitros protoss se desplazaron hacia los quince cruceros de batalla agrupados del General Duke. Los contempló con aire de desdén.
—¿Qué creen que están haciendo? Haga avanzar la flota. Que el Napoleón y el Bismarck se acerquen con un escuadrón de ocho Espectros para acabar con esa escoria.
Pero mientras los dos cruceros de batalla se separaban del resto del Escuadrón Alfa, la oscuridad del espacio fluctuó de improviso. Un Arbitro disparó un campo de suspensión, un manto de energía que capturó ambos cruceros de batalla junto con tres de los Espectros. Aunque el Napoleón y el Bismarck no podían ser atacados mientras estuviesen aprisionados en el campo de suspensión, ninguno podría realizar movimientos propios.
Con el campo de suspensión en su lugar, cinco transporte protoss y ocho exploradores, que habían permanecido camuflados por el Arbitro, avanzaron para atacar los desprotegidos Espectros como avispas saliendo a chorros de un panal que un niño hubiese golpeado con un palo.
Los pilotos de los Espectros intentaron camuflarse, pero permanecieron vulnerables cuando un Observador protoss los descubrió de nuevo, despojándolos de su invisibilidad. Los pilotos humanos no tuvieron otra elección que disparar todos sus misiles Gemini en un último intento de expulsar a los atacantes alienígenas, pero los veloces interceptores protoss defendieron sus naves. Sin piedad, la flota alienígena destruyó los cinco Espectros y se situó en posición, preparada para disparar de nuevo tan pronto el campo de suspensión se desvaneciera…
Los comandantes del Napoleón y del Bismarck aullaron ante tal alevosía y descargaron sus armas. Una vez que el campo de suspensión se hubo esfumado, más de cuarenta interceptores robóticos surgieron de los descamuflados transportes y martillearon como perdigones de escopeta a los dos cruceros de batalla. Los interceptores normalmente habrían sido poco más que una molestia, pero en tal concentración se las arreglaron para infligir un daño considerable.
Antes de que el General Duke pudiera establecer la defensa de sus naves, los zerg atacaron al flanco del Escuadrón Alfa sin descuidar su ofensiva contra los protoss. Volando a través del espacio, las abominables criaturas vivientes golpearon las naves terráqueas.
Escuadrones adicionales de Espectros se reconcentraron en torno a las naves del General Duke, tratando de cambiar sus tácticas para encargarse de la nueva amenaza, pero los mutaliscos zerg lanzaron reiterativos e insidiosos ataques de gusano asesino. Uno de ellos golpeó a un Espectro y desguazó sus sistemas, para luego rebotar hacia otro caza, causando tanto daños graves como colaterales.
El comandante del escuadrón de los Espectros respondió de inmediato camuflándose. Después de que las naves se desvanecieran, fueron capaces de cambiar los papeles del ataque y devolverle el fuego a los mutaliscos. Una reina zerg y enjambres de pequeños Atormentadores autodestructivos se desprendieron de la batalla principal contra los protoss y se expandieron por el espacio, buscando el resto del escuadrón de Espectros camuflados.
Duke se sentía orgulloso de ver a sus propios cazas continuar barriendo a la escoria zerg del espacio, infligiendo un daño terrible. El oscuro vacío estaba repleto de caparazones resquebrajados y de limo alienígena recién congelado.
—Señor, los superamos zerg nos están alcanzando —informó el Teniente Scott—. Sabemos que pueden traspasar nuestros campos de camuflaje. Dejarán al descubierto a todos nuestros Espectros. ¿Los retiramos?
El General Duke frunció el ceño.
—No en esta vida, Teniente. Sólo admire el daño que infligen al enemigo.
Entretanto, la andanada de interceptores protoss se las había ingeniado para inhabilitar al Bismarck, y el crucero de batalla Napoleón no podía encontrar la suficiente potencia para retirarse a salvo. Cuando los superamos se acercaron al escuadrón de Espectros invisibles, dejaron al descubierto los veloces cazas terráqueos de forma que una Reina zerg pudo aproximarse y elegir su objetivo. Agitándose en su posición, lanzó una extensa y amplia telaraña de sustancia verdosa. La espesa resina salpicó la toma de iones de los cazas, disminuyendo dramáticamente los controles de los Espectros, sobrecargando sus detectores y obstruyendo sus armas. Los mutaliscos en forma de dragón atacaron con más fiereza que antes.
Las hordas de pequeños pero suicidas Atormentadores se descargaron sobre ellos. Las diminutas bestias zerg fueron como bolas de cañón vivientes, bombas pensantes que eligieron sus objetivos y se estrellaron contra sus cascos, explotando y aniquilando a un Espectro tras otro.
—¡General! —aulló el Teniente Scott, y Duke no pudo negar por más tiempo que necesitaba reconsiderar la situación.
—¡Haga retroceder la flota! —dijo—. Necesitamos reagruparnos.
Anticipándose a la orden, o quizá suplicando por ella, el Teniente Scott envió la orden antes de que el general terminara de hablar. Ningún miembro de la tripulación a bordo se atrevería a realizar comentarios sobre el exceso de confianza del General, aunque todos debieron haber estado pensando en lo mismo.
Con el Bismarck muerto en el espacio y el Napoleón intentando retroceder bajo un continuo ataque, el General Duke reagrupó lo que quedaba del Escuadrón Alfa.
—Envíe naves científicas para rastrear el cúmulo principal de naves protoss. Quiero saber cuántas están ocultas como arañas en una pila de leña.
Dos naves científicas emplearon su onda de impacto mientras se deslizaban al frente, un pulso electromagnético que ondeó a través del espacio e inundó el campo de batalla como una ola. El PEM eliminó los escudos de plasma de todas las naves protoss, dejándolas vulnerables, si no para las armas del Escuadrón Alfa, sí al menos para los zerg.
El General Duke tragó saliva con esfuerzo y se concentró en cubrirse el trasero, ya que su nave insignia estaba recibiendo su propia andanada.
—Quiero que otra nave científica despliegue una matriz defensiva sobre el Norad III. ¡Que nos mantenga a salvo! —Se percató con rapidez de su disparate verbal—. Ah, y que la matriz cubra a cualquier otro crucero de batalla dentro del alcance, por supuesto. Necesitamos proteger a nuestros hombres. A todos ellos. Permaneceremos con vida incluso si eso significa retirarse —manifestó, aunque las palabras se atragantaron en su garganta como un trozo de pútrido limón.
Se enfureció al tiempo que contemplaba la pantalla táctica, percatándose de que sus fuerzas podían estar involucradas en una lucha más dura de lo que había previsto.