Capítulo 29

Bien lejos del campo de batalla de Bhekar Ro, Sarah Kerrigan observaba los progresos de la Progenie Kukulkan en las profundidades de los muros orgánicos de su siempre creciente colmena en Char.

Durante las batallas, sintió la pérdida de cada una de sus criaturas, primero mientras los patéticos colonos se defendían, luego mientras el Norad III y el odiado General Edmund Duke descendía con su Escuadrón Alfa para devastar sus fuerzas de avance. Y luego cuando las tropas terrestres protoss luchaban con los zerg por la posesión del artefacto xel'naga.

No obstante, no experimentó ni dolor ni amargura por la pérdida de aquellas criaturas. Existían para ser sacrificadas. Los zerg eran diseñados para ser prescindibles. Eso no la preocupaba.

Sin embargo, en su progreso por suplantar a la Supermente, la Reina de Espadas mantenía un cómputo de sus recursos existentes, contando cada muerte como un número, una estadística.

Con una punzada de furia, Kerrigan envió instrucciones a la Progenie Kukulkan, a los superamos y a los criaderos, ordenando la producción de más larvas, más criaturas. Y más. Más pronto o más tarde, en sus planes para la completa conquista del sector galáctico, los necesitaría de cualquier modo.

Y necesitaría el artefacto xel'naga.

La enojó que las naves protoss hubiesen llegado y establecido primero una base junto al artefacto. Mientras su ira fluía a su alrededor, varios guardianes sisearon y comenzaron a desplazarse por los túneles, reflejando su agitación. Antes de que pudieran dañar la colmena, que a la larga se habría curado por sí misma, Sarah Kerrigan calmó sus pensamientos y se concentró en su plan, desarrollando un esquema general de traiciones y conquistas que se convertiría en una guerra total… el siguiente paso en su proyecto para la dominación y la venganza.

Viendo al Escuadrón Alfa, Kerrigan rememoró de nuevo a Jim Raynor, un hombre al que podría haber amado. Raynor había sido un terráqueo especial, deseoso de perdonar incluso el tormento de su vida pasada como una Fantasma telepática a la que habían lavado el cerebro. Jim Raynor, sin embargo, era parte de su pasado humano… antes de que hubiese caído víctima de la traición de Arcturus Mengsk, antes de que se uniera a los zerg.

No se sentía resentida con Mengsk por llevarla junto a los zerg… aunque destriparía personalmente y desgarraría miembro a miembro al autoproclamado emperador tan pronto como lo capturara. Por el simple placer de hacerlo.

Sólo era cuestión de tiempo.

Kerrigan recordó su encuentro anterior con el demasiado confiado y rimbombante General Duke, durante su operación de rescate en el Norad II.

No lamentaba esa parte de su vida. Más bien, rememoraba cada detalle y consideraba cómo poder usarlo para tomar ventaja… ventaja para los zerg.

Mientras la guerra en Bhekar Ro continuaba, la Reina de Espadas enfocó una pequeña parte de su ampliada mente en la lucha, mientras dedicaba la mayor parte de su atención a asuntos más importantes.