Capítulo 42

Siguiendo la brillante trayectoria señalada sobre la superficie del artefacto por el láser especial del Fantasma, las cabezas nucleares tácticas descendieron a través del tormentoso cielo de Bhekar Ro. Eran como relámpagos arrojados desde los cielos por un dios enfadado.

El Fantasma, McGregor Golding, ponía pies en polvorosa desde la gigantesca estructura alienígena. Desactivó su escudo de camuflaje y se expuso mientras los alienígenas se volvían, algunos advirtiéndole, otros divisando las vetas de fuego que se aproximaban desde las distantes naves en órbita, y unos pocos percibiendo la horrible condenación que se les avecinaba.

Sólo eran cabezas tácticas. El radio de las IPPG (inhabilitación permanente del personal garantizada) no era demasiado grande. Un Fantasma cargado de estímulos, alejándose lo más posible, podía conseguir llegar al otro lado de la cordillera, zambullirse entre algunas gruesas rocas, y esperar a que la falda de la montaña le proporcionara cobertura suficiente.

Antes de saltar entre los cantos rodados, Golding levantó las manos como si indicara a las temibles armas que se acercasen. Oyó un siseante retumbo a través del aire y el aullido de su paso; las cabezas nucleares descendieron como almádenas sobre la cúspide del refulgente artefacto.

Encontró una grieta en el enorme talud rocoso y se escurrió en su interior, donde las sombras parecían oscuras y frías. Pero incluso allí mantuvo los ojos cerrados, y a través de sus párpados el mundo se volvió tan brillante como el día…

* * *

En un brillante estallido de luz, las tres cabezas tácticas borraron la parte frontal de la montaña que circundaba al artefacto. Un destello de extensa desintegración que ondeó hacia el exterior.

Pero más rápido aún, el despertado y hambriento artefacto bebió a pleno pulmón de la energía, absorbiéndola toda. En un sólo momento, demasiado corto para cualquier reloj, la extensa aniquilación atómica se detuvo, para a continuación ser succionada al interior, atraída a las profundidades de la creación xel'naga como un torbellino de poder…

Tambaleándose por la detonación acústica, sin saber lo que había ocurrido, el Ejecutor Koronis permaneció junto a sus tropas protoss, incapaz de creer que aún seguía vivo. No podía entender cómo el artefacto había respondido al ataque nuclear, pero ahora todas sus circunvoluciones biopolímeras despertaban en un estallido de radiación.

La ladera de la montaña había desaparecido, como cadenas destrabadas que se hubiesen desplomado. Recargado y completamente despierto, el artefacto viviente se agrietó y cuarteó, dejando su sustancia de asemejarse a algún tipo de armadura. Ahora todo en él estaba cargado con pulsante fuego eléctrico, una fuerza viva.

Viva, y buscando.

Los superamos zerg, aturdidos por la inesperada explosión atómica, se bambolearon, perdiendo el control de sus feroces criaturas. Encrespados y monstruosos perroliscos, basados en el código genético de Viejo Azul, brincaron, desgarrando a sus compañeros zerglinos. Los mutaliscos en forma de dragón volaron en círculos, fuera de control y escupiendo una lluvia de gusanos asesinos sobre todos los frenéticos luchadores.

Los supervivientes Judicadores y Fanáticos protoss permanecieron sobrecogidos, levantando la vista hacia el incandescente y bullicioso objeto sepultado por sus antiguos progenitores, como si un estruendoso destino estuviese a punto de caer sobre ellos.

Y entonces el resplandeciente caparazón se resquebrajó con crujientes relámpagos mientras la envoltura se abría como la cáscara de un huevo…

O una «crisálida».

Mientras Koronis clavaba los ojos asombrado, sintió los pensamientos de todos los protoss a su alrededor embargarse por el terror y la anticipación, con su propio cerebro alcanzando una sobrecarga. Pensó en lo beneficioso que habría sido tomar su desgastado fragmento de cristal Khaydarin para enfocar sus pensamiento, para calmarse y meditar. Pero esto era demasiado para su cerebro, incluso en el flujo del Khala.

La Templaria Oscura Xerana les había advertido. Había tratado de explicar que ese objeto no era sencillamente un artefacto, sino la semilla de una criatura viva, otra raza prototipo desarrollada a través de las maquinaciones genéticas de los xel'naga. Sus ejércitos, junto con las criaturas zerg y los militares terráqueos, no habían tenido éxito en conquistarlo… sino en «revivirlo».

Con una figura de incandescente energía en forma de calamar apenas contenida en una luminosa piel orgánica, la verdadera criatura, un ser glorioso, emergió de los resquebrajados fragmentos de su capullo. Se alzó como un fénix hecho de gigantescas alas plumosas, enmarañados tentáculos y llameantes soles por ojos.

Koronis se quedó observando a la sorprendente bestia. No se parecía a nada que hubiese visto en su vida, y sin embargo no había nada «erróneo» en él. La criatura combinaba elementos de mariposa, medusa y anémona terráquea. Este ser poseía una pureza de propósito que parecía alcanzar un pináculo superior al de los protoss o zerg, las otras creaciones primarias de los xel'naga.

La entidad despertada se desplazó con rapidez, alzándose de la destrozada crisálida y sobrevolando el campo de batalla. Koronis la sintió como parte de él. La criatura entonaba una melodía telepática, una canción escrita por los ya desaparecidos xel'naga, imbuida con una palpitante resonancia que se armonizaba con cada hebra de su ADN.

Pero Koronis percibió que él y sus protoss no sólo estaban aquí como observadores. Este monstruoso fénix les necesitaba y necesitaba a los zerg. Eran recursos para completar su gran metamorfosis. El capullo sepultado había sido depositado aquí hacía eones, creciendo, incubándose, esperando… hasta ahora.

Un tifón de viento y de relámpagos cuidadosamente apuntados voló en torno a la emergente criatura como una furia, y se batió en un calidoscopio de color por todo el campo de batalla. Los protoss y los zerg permanecieron indefensos mientras el ser criado por los xel'naga los relampagueaba a todos con sus haces de exploración de alta potencia, desintegrando y absorbiéndolos, recabando sus genes, todos los pensamientos e ideas de estos otros hijos de los xel'naga. El área en kilómetros a la redonda resplandeció, no con radiación nuclear, sino con una hirviente estela de fuerza vital.

Ahora más que la suma de sus partes, la magnífica criatura fénix se elevó por el cielo, desgarrando las nubes a su paso y volviéndolas cálidas y anaranjadas. La forma adulta ascendió en el espacio, dejando atrás la destrucción y el caparazón de su crisálida en la marchitada ladera de la montaña.

En su camino encontró a los pocos cruceros supervivientes del Escuadrón Alfa en órbita.

Ya sin nada que perder, sabiendo que las fuerzas de tierra habían sido aniquiladas en una titánica batalla a tres bandas en torno al artefacto, el capitán del dañado crucero de batalla Napoleón abrió fuego con un destello de su cañón Yamato. Viendo a la deslumbrante criatura lanzarse hacia él como un huracán, no tuvo tiempo, o ganas, de esperar órdenes del General Duke en su centro de mando de Refugio Libre.

Los capitanes de los otros cruceros llegaron a la misma conclusión. Los cañones Yamato abrieron fuego hacia la cercana cosa fénix, incrementando involuntariamente las reservas de poder biológico de la criatura. Resplandeció con mayor brillantez, mayor calor…

Y al tiempo que pasaba de largo, la recién nacida entidad vaporizó, absorbió y digirió a los cruceros de batalla terráqueos, bebiendo de su poder, dejando sólo trozos chispeantes de escombros derretidos, que se congelaron al instante ante la fría inmensidad del espacio.

Luego engulló y absorbió a las fuerzas secundarias zerg y protoss que habían permanecido en reserva sobre el planeta.

Saciada finalmente y ansiosa por comenzar su nueva vida, la extraña criatura refulgente partió de su hogar de Bhekar Ro y planeó a través del vasto e inexplorado abismo entre las estrellas.