Capítulo 20
Mordisqueándose unas uñas imaginarias de acero, aunque probablemente no las habría advertido si las hubiese tenido entre sus molares, el General Edmund Duke se sentó erguido en la incómoda silla de mando del crucero de batalla Norad III. Estaba preparado para la acción, y así lo estaban sus hombres. Les había ordenado que lo estuviesen.
Tenían un artefacto alienígena que investigar y unos colonos indefensos que rescatar. Si eran afortunados, la misión podría acabar siendo algo más que todo eso.
Sabía mejor que nadie congregar a sus marines apelando a bruscos y patrióticos discursos en un confuso intento para inflamarlos y convencerlos de que pusieran sus vidas al servicio de Arcturus Mengsk. El propio general no se sentía completamente cómodo con la política de la situación, pero intentó no pensar mucho en ello. Conocía la zanahoria apropiada para colgar cuando quería inspirar a sus tropas a que dieran todo de sí.
—Mundo colonia de Bhekar Ro en pantalla, General —anunció el Teniente Scott desde la estación táctica—. Aproximándonos a órbita de inserción.
El General Duke Asintió.
—Estoy extendiendo nuestra red de sensores, General —dijo el Teniente Scott—. Rastreando posiciones defensivas.
Duke le dirigió al joven oficial una mirada presumida, enarcando ambas cejas.
—Me figuro que nuestros quince cruceros de batalla podrán ocuparse de cualquier pequeño problema de los granjeros, Teniente.
—¡Señor! ¡Naves enemigas! —gritó el Teniente, comprobando sus lecturas tácticas mientras la flota de cruceros de batalla se dirigía a Bhekar Ro.
Sobre la pantalla mostró un completo análisis de lo que acechaba en la órbita del mundo colonia. Los soldados a bordo del Norad III vieron la pantalla y murmuraron de sorpresa.
Duke apretó la mandíbula con fuerza y se inclinó hacia delante.
—Creo que esas pequeñas bolas de limo podrían estar preparándonos una emboscada. —Reconoció las suaves y descascaradas formas elipsoidales de los transportes protoss. El general nunca había sido capaz de determinar si el moteado descolorido era intencionado o sólo rastros de iones de generaciones de servicio en el rigor del espacio.
—Activen los cañones Yamato de la flota —ordenó—. Llamaremos a sus timbres antes de que sepan que estamos aquí.
El General Duke sonrió y enlazó las manos como si el delgado cuello de un enemigo estuviese entre ellas.
—De acuerdo, caballeros —emitió a través de los largos corredores del crucero de batalla—. ¡Pateemos algunos traseros alienígenas!
Los hombres vitorearon tan escandalosamente que el casco de metal vibró con su entusiasmo. El Escuadrón Alfa había sido creado para luchar, y el Emperador Mengsk había desperdiciado su potencial en ocupaciones sin sentido durante demasiado tiempo. Los marines se encontraban tan aburridos como lo estaba el General.
—Señor, es improbable que la flota protoss sólo estuviese esperando al Escuadrón Alfa —puntualizó el Teniente Scott—. Parecen enzarzados con otro oponente.
Mientras observaban, los transportes protoss lanzaron oleadas de interceptores robóticos hacia un abominable enjambre de alienígenas insectoides, criaturas monstruosas que sobrevivían en el vacío del espacio.
El General Duke había visto antes esas horribles cosas.
—¡Los zerg y los protoss! ¡Por todos los diablos, han forjado una alianza!
En ese momento los interceptores protoss hicieron pedazos a las criaturas zerg. En segundos, el campo de batalla alienígena se convirtió en un caos de descargas armamentísticas y cascos estallando.
—No creo que se hayan aliado, señor —observó el Teniente Scott.
—No me importa si se destruyen entre ellos —refunfuñó el general—. Los odio a los dos.
Los transportes protoss lanzaron más oleadas de interceptores que atacaron a todas las criaturas zerg a su alcance. Al principio los interceptores robóticos fueron como un enjambre de insectos, concentrándose sobre los inmensos superamos zerg. También efectuaron un rápido trabajo con los guardianes en forma de cangrejos, cuya habilidad para lanzar ácido corrosivo habría sido devastadora contra objetivos terrestres pero que estaban indefensos en el espacio. Los interceptores se desplazaron con rapidez, atacando, destruyendo, y luego buscando nuevos objetivos.
Presenciando la carnicería, la pérdida de numerosos superamos y guardianes, un grupo de criaturas zerg voladoras conocidas como Atormentadores se abrió paso y atacó al propio transporte. Imprudentes pero determinados, el grupo de Atormentadores se lanzó sobre la nave protoss y explotó al impacto, sacrificándose para llevarse consigo una nave alienígena enemiga.
Aplaudiendo en silencio la pérdida de cada nave protoss, el General Duke dijo:
—Tengo una cuenta pendiente con esos bastardos alienígenas desde lo de Chau Sara. —En su primer contacto con la raza humana, los protoss habían acudido en sus gigantescas naves y sin advertencia habían aniquilado a todo bicho viviente del planeta colonia terráqueo, exterminando a millones de humanos. El propio General Duke había escapado por los pelos de su infestado planeta hermano de Mar Sara, el primer lugar en donde había visto a los abominables zerg.
Duke tampoco sentía simpatía por los zerg. De hecho, odiaba a todos los alienígenas por el mismo motivo general. Y ahora los zerg y los protoss estaban despedazándose delante de sus narices. No podía imaginar una visión más entretenida.
Mientras el fuego cruzado alienígena continuaba en órbita, el General Duke estrechó sus ojos. Esperó un momento, observando la destrucción, y a continuación una sonrisa cruzó su rostro.
—¡Atención, Escuadrón Alfa! —Su retumbante voz resonó a través de los quince cruceros de batalla—. ¡Zafarrancho de combate! Atacaremos con todo nuestro armamento y les daremos su merecido a esos bastardos alienígenas.
El Teniente Scott contempló el frenesí en su pantalla táctica.
—Señor, ¿no deberíamos esperar, y enviar una nave de reconocimiento para recabar datos tácticos antes de efectuar nuestro movimiento?
El General señaló la pantalla.
—Puede verlo con sus propios ojos, Teniente… y yo nunca me he sentado sobre mis posaderas reuniendo información de trasfondo cuando es momento de la acción.
Se levantó de su rígida silla de mando, sabiendo que el estar de pie le proporcionaría una presencia de liderazgo más poderosa.
—El Emperador Arcturus Mengsk ha declarado Bhekar Ro como punto de interés vital terráqueo. —Se esforzó por mantener un rostro serio, a sabiendas de que ninguno de los marines habría oído hablar de ese lugar antes—. Por tanto, es nuestro deber proteger la colonia y todos sus recursos de cualquier poder enemigo. ¡La presencia de esta escoria alienígena sólo puede interpretarse como una amenaza al Dominio Terráqueo, y no les permitiremos que pongan en peligro ni una mísera mota de polvo de esta colonia!
El General Duke ordenó a todas sus naves que avanzaran. Con el Norad III en vanguardia, el Escuadrón Alfa se zambulló en la refriega.