Capítulo 12

La sala de juntas de Refugio Libre albergaba de nuevo a los confusos y contrariados colonos. Esta vez, sin embargo, no necesitaban que alguien les contara las cosas que estaban ocurriendo en Bhekar Ro. Cosas que podrían afectar a sus vidas. Cosas sobre las que no tenían control.

Y esta vez, con la excepción de unos pocos niños demasiado jóvenes para entender lo que estaba aconteciendo, todos los colonos se encontraban allí, incluso las familias de las granjas periféricas.

Octavia se sentó en la fila delantera, cerca del estrado. Muchos de los colonos más jóvenes habían elegido sentarse cerca de ella para apoyarla, incluyendo Jon, Gregor, Wes, y Kiernan y Kirsten Warner. A su derecha se sentaba Cyn McCarthy. El pelo cobrizo de la joven colgaba flácido en torno a su sombrío rostro como si no se hubiese aseado durante varios días. Y el optimismo habitual se había desvanecido de sus oscuros ojos azules; eso fue lo que más atemorizó a Octavia.

Octavia podía percibir que lo peor de esta crisis estaba aún por llegar. Los colonos de Bhekar Ro necesitarían cada gramo de obstinación y determinación que pudieran reunir para superar esto. Cuando el Alcalde Nikolai saltó hasta el estrado principal, Octavia estaba sorprendida de lo rápido que se había silenciado la sala.

—Hasta ahora, hemos sido un pueblo tenaz y hemos pasado por mucho —comenzó—. Y durante mucho tiempo nos hemos enorgullecido de ser inquebrantables. Hemos tratado con desastres climáticos, perturbaciones tectónicas, plagas, y muertes inesperadas, y a pesar de todo esto hemos seguido adelante. Pero en los últimos días hemos visto cosas que se escapan completamente a nuestro entendimiento. En todos nuestros años en Bhekar Ro, nunca habíamos tenido la necesidad de tratar con alienígenas hostiles. En otras palabras, tenemos que prepararnos para lo inesperado.

Rastin el prospector se puso en pie.

—¿Qué clase de disparates dices, Alcalde Nik? ¿Cómo nos vamos a preparar si no sabemos para lo que nos tenemos que preparar?

Shayna Bradshaw interrumpió.

—Si insinúas que debemos defendernos, no disponemos de ningún arma decente. Somos colonos; tenemos utensilios de arado y armas de proyectil para utilizar en la caza. —Mostró una enfática sacudida de su cabeza—. ¡Ni siquiera este planeta tiene una caza que sea digna de ser disparada!

La irá estalló en Octavia.

—Primero un enorme artefacto desintegra a mi hermano y envía un rayo hacia el espacio. Luego nuestra torreta de misiles vuelve a la vida y dispara a un objeto alienígena en el cielo. Podía ser un mensaje, un arma, o un espía. Tenemos que prepararnos para una emergencia. Esa extraña transmisión ha atraído alguna atención sobre nosotros, y no sabemos lo que se está aproximando al planeta. Así que sugiero que comencemos a pensar lo que podemos hacer y dejemos de lamentarnos sobre lo que no sabemos o no tenemos.

Mientras Octavia se apaciguaba y volvía a su asiento, se sorprendió al ver a Cyn incorporándose.

—¿Y qué hay de esos terráqueos con los que contactaste, Nik? ¿Podemos esperar alguna ayuda? ¿Vendrán pronto?

Un ceño de perplejidad arrugó la frente del Alcalde Nikolai.

—El Dominio Terráqueo, ah, sí. Su emperador dijo que enviaría a alguien de inmediato. —Reflexionó por un momento y luego añadió—. Por supuesto, eso fue hace días. Y aunque estuviesen en camino, no sabemos si llegarán antes de que el próximo objeto alienígena aparezca sobre nuestras cabezas.

Cyn se enderezó, y Octavia distinguió una mirada de feroz determinación centelleando en sus ojos.

—En ese caso, debemos prepararnos para defendemos por nuestra cuenta.

Kiernan Warner se levantó en ese momento.

—¿Qué hay de los explosivos que usamos para nivelar los campos y para la extracción minera? ¿No podríamos usarlos como algún tipo de arma?

Un murmullo de aprobación y esperanza ondeó por toda la sala. Wes también se puso en pie.

—Ey, y la mayoría de nosotros tenemos pistolas de impulso que empleamos para cazar lagartijas.

Su primo Jon fue el siguiente en incorporarse.

—Soy muy mañoso con las máquinas. Tal vez Octavia y yo podamos hacer algo para arreglar la torreta de misiles de la plaza principal.

Octavia le dirigió una aprobadora sonrisa. Las cosas mejoraban por momentos.

—Mi robo-cosechadora tiene un barrenero para cantos rodados, y muchas de las otras poseen lanzallamas. Podrían causar un daño significativo.

El viejo Rastin interrumpió el flujo de sugerencias positivas.

—Sois todos un puñado de derrochadores de vespeno sin cerebro. Artefactos semienterrados, naves alienígenas… ¿estáis realmente convencidos de que vamos a ser invadidos? ¿Y en todo caso quiénes creéis que son estos alienígenas? De hecho, ni siquiera sabemos si van a venir, y hasta que lo sepamos, no pienso permanecer aquí ni un minuto más sólo para parlotear sobre ellos. —Apartó a varias personas de su camino y se dirigió a la salida—. Y no esperéis que os proporcione todo el gas vespeno que queráis sólo porque creéis que el cielo se va a desplomar sobre vosotros. —Soltó un gruñido de disgusto, y se marchó.

El Alcalde Nikolai permaneció por un momento con la boca abierta ante la audacia del anciano.

—Bueno, está claro que no debería cundir el pánico. El señor Rastin tiene razón. Después de todo, el Emperador Mengsk del Dominio Terráqueo está enterado de la situación, y la ayuda está en camino… probablemente. —Su voz sonó apagada.

Reacia a contemplar cómo los colonos se apartaban de su complacencia, Octavia subió hasta el estrado tras el alcalde.

—De acuerdo Nik. No es momento para el pánico. Es hora de hacer algo constructivo. —Sonrió mientras Cyn y sus otros amigos se unían a ella en el estrado para mostrar su apoyo—. Ya hemos oído algunas cosas que podemos hacer antes de que vengan.

La multitud retumbó su aprobación y se dispersaron para dirigirse a sus hogares y granjas.