Capítulo 25
La batalla por Refugio Libre continuaba sin ningún indicio de esperanza para los combativos colonos.
Octavia no tenía tiempo para planear algo o preocuparse por el futuro… sólo para sobrevivir por el momento, y matar a tantos zerg como le fuera posible.
Pero los voraces invasores alienígenas no necesitaban descansar.
Algunos de los colonos lucharon cuerpo a cuerpo, usando utensilios agrícolas en un desesperado intento por detener la marea de criaturas monstruosas. A Octavia no le quedaban más misiles que disparar y no tenía ningún arma de mano. Corrió hacia la robo-cosechadora más cercana, un vehículo pesado que el Alcalde Nikolai mantenía para uso personal. Sabía que el hombre no lo cuidaba tan bien como lo habían hecho Lars y ella con el suyo, que ahora yacía despedazado cerca del lugar del artefacto alienígena. Pero la robo-cosechadora aún podría causar mucho daño.
Trepó por las cadenas, se arrojó al interior del enorme vehículo, y encendió los motores. Un bufido del tubo de escape de vespeno tosió de la parte superior como humo de las fosas nasales de un dragón.
A través de la plaza de la ciudad, que ahora se había convertido en un terreno de caza para los zerglinos que habían atravesado las primeras defensas de los colonos, observó al cantero Kiernan Warner y a su esposa Kirsten saltar a una de las voluminosas y lentas máquinas de prospección minera. Se encerraron dentro del acorazado vehículo y avanzaron.
Octavia encontró los controles de la cosechadora, apartó a un lado algo de basura y chucherías que el alcalde había dejado en el asiento del conductor y aceleró, con las cadenas traqueteando a través de las calles. Apretando los dientes con fuerza, se preparó para encontrarse con la primera oleada de zerg. Tras los pequeños atacantes en desbandada contempló monstruos más grandes, incluyendo nueve de las criaturas serpentinas que le habían disparado púas mientras huía en el pequeño oruga de la casa de Rastin. Hidraliscos.
Las fauces repletas de colmillos de los monstruos se abrieron del todo hasta sus atrofiadas orejas, y unos negros ojos sin alma la miraron a medida que las criaturas surgían en desafío a este enemigo mecánico.
Antes de que se acercara demasiado para disparar el barrenero para cantos rodados, el primer hidralisco se flexionó y lanzó una descarga de proyectiles-aguja. Los oyó rebotar contra la gruesa chapa de la robo-cosechadora. Octavia se sobresaltó ante el rebote contra el parabrisas, que dejó un rastro de cristal resquebrajado. Llevó los motores hasta el límite y arremetió contra el primer monstruo zerg mientras se preparaba para disparar de nuevo.
La criatura era poderosa y estaba armada con más proyectiles-aguja, pero no podía igualar la masa y el movimiento de la gigantesca máquina segadora. La azotó con sus garras, tratando de asirse a la robo-cosechadora para volcarla, pero el vehículo la apisonó con sus pesadas cadenas, convirtiéndola en un charco de exoesqueleto triturado y sustancia viscosa.
Cerca, dos de los restantes hidraliscos convergieron sobre ella desde lados opuestos, cada uno amartillando el vehículo con otra andanada de púas. Oyó el estruendo metálico mientras los proyectiles arremetían desde el exterior, arañando y abollando la chapa. Algunas se abrieron paso, dejando pequeños agujeros brillantes, si bien Octavia no se acobardó.
En vez de ello, activó el poderoso brazo adjunto, una enorme cesta rodante con hojas afiladas que podían segar campos de trigo-tritical. Hizo descender el brazo adjunto como un enturbiado matamoscas sobre uno de los hidraliscos. El monstruo flageló y golpeó con dureza al tiempo que era cortado en un millar de trozos. Limo y sangre salpicaron el limpiaparabrisas de la maquina.
Embriagada por su éxito, Octavia osciló el brazo adjunto a la izquierda y lo dirigió hacia el tercer hidralisco, que trastabilló hacia atrás como si percibiera de repente el peligro. Lo descuartizó también a él, y luego lo llevó de nuevo al frente al tiempo que tres monstruos más se agrupaban en un convenido esfuerzo por detenerla.
Cerró los ojos con fuerza y siguió adelante. No sabía si las runruneantes hojas de la cosechadora o las aplastantes cadenas destruirían la nueva hornada de hidraliscos… pero cuando la robo-cosechadora rebotó desbocada, vio que los había dejado a todos muertos, sus pocas extremidades intactas y partes corporales aún crispadas sobre el comprimido terreno.
Kiernan Warner había llevado su máquina de extracción minera lo bastante cerca para excavar sobre el suelo rocoso en el límite del maltratado perímetro. La catapulta de peñascos se apoderó de varias piedras y comenzó a lanzarlas como bolas de cañón sobre las fuerzas zerg.
Docenas de frenéticos zerglinos fueron pulverizados en una rociada sangrienta. El lanzador de rocas golpeó a dos hidraliscos más, atravesando sus gruesos caparazones. En su angustia, una de las feroces criaturas roció una nube de agujas envenenadas en todas direcciones. Algunas se batieron sobre la incómoda máquina de extracción minera, otras volaron como flechas salvajes en el cielo, mientras que las restantes masacraron a otros alienígenas enemigos que surgieron de la abertura.
Aturdidas por el repentino cambio de acontecimientos y la vehemencia de las defensas coloniales, las fuerzas atacantes titubearon. Octavia vio a las criaturas retroceder, su número disminuyendo progresivamente.
Pero pronto los zerg rodearon el perímetro octagonal de Refugio Libre y se aproximaron al noreste, donde se reagrupaban, listos para una completa invasión de la ciudad.
—¡Están intentando abrirse paso por el depósito de combustible! —murmuró para sí misma, mirando hacia el área industrial donde los colonos almacenaban sus tanques de gas vespeno refinado.
Refugio Libre siempre había mantenido un depósito de combustible «para emergencias», decía el Alcalde Nikolai, aunque Octavia estaba medio convencida de que los colonos habían mantenido tal reserva del volátil vespeno para no tener que volver a tratar con el viejo recluso Rastin.
Sintió una punzada de tristeza, sabiendo que el prospector había sido una de las primeras bajas del enjambre zerg. Bueno, ahora quizá su cuidadosamente recolectado vespeno pudiera ayudar en la defensa de Bhekar Ro.
Octavia usó el lanzallamas frontal de la robo-cosechadora para descargar una columna de fuego que marchitó a los zerglinos cercanos. El lanzallamas incorporado había sido originalmente diseñado para limpiar bosques espesos y crear un camino para nuevas tierras de cultivo. Ahora lo usaba para incinerar un campo de enemigos.
Uno de los hidraliscos se volvió desafiante para enfrentarse a ella, alzándose y siseando, pero lo incineró con una bola de fuego dirigida a su horrible rostro.
Las cadenas de la robo-cosechadora traquetearon sobre el accidentado terreno mientras se abría camino hacia el depósito de combustible. Quizá el ejército alienígena percibiera que era un punto débil en las defensas de la ciudad, o quizá sólo querían el vespeno. Los monstruos se agruparon cerca del depósito y avanzaron juntos. Atravesaron las debilitadas alambradas de la ciudad como si no fuesen más que delgados cordeles, y se amontonaron en la zona de almacenaje de los tanques de vespeno.
Octavia sabía que sólo tendría unos segundos, y debía actuar ahora o su plan estaría condenado. Frenó las cadenas de la robo-cosechadora y dejó suelto el chorro de largo alcance de su lanzallamas, intentando cubrir el depósito de combustible. Docenas de zerglinos se marchitaron y encresparon. Dos hidraliscos se desplazaron a través de las diluidas llamas, chamuscando su lustrosa piel, aunque las criaturas no parecieron advertir ningún dolor.
El objetivo de Octavia, sin embargo, no eran las abominables monstruosidades.
Tras unos agonizantes segundos durante los que dudó que el calor fuese suficiente, el primero de los tanques almacenados alcanzó su temperatura crítica. El combustible de vespeno brotó en una bola de fuego que reventó el tanque más próximo, lo que a su vez hizo detonar el tercero, como un juego de dominó incandescente.
La enorme explosión ondeó hacia el exterior, encrespando a todas las fuerzas zerg dentro del depósito de combustible, y lanzando al suelo a los que se encontraban en la periferia. La explosión continuó propagándose, y Octavia se aferró a su asiento mientras la robo-cosechadora se encabritaba y temblaba.
Cuando el humo y las llamas se despejaron, vio para su sorpresa que el grueso del enjambre atacante había sido aniquilado por medio de las feroces explosiones, así como también por los continuos esfuerzos de los otros colonos. Las restantes tropas zerg en los márgenes retrocedieron, o bien de terror o porque intuían la derrota.
Aturdida, Octavia salió de la robo-cosechadora. Los colonos supervivientes emergieron de sus escondites, algunos demacrados por la conmoción, otros empapados de sangre… tanto roja como verdosa.
Kiernan y Kirsten salieron a trompicones de su máquina de extracción minera, con la boca abierta, y mirando sorprendidos. Nadie parecía creer que hubiesen ganado la escaramuza, que hubiesen expulsado a los implacables invasores alienígenas.
El Alcalde Nikolai emergió de su escondite en la torre de comunicaciones, sonriendo tan triunfantemente como un héroe conquistador.
—¡Lo he conseguido! Buenas noticias. He contactado con las fuerzas terráqueas. Los militares vendrán pronto.
Algunos de los colonos gimieron, otros aplaudieron. Octavia se sentía demasiado entumecida para expresar su inconformidad sobre las acciones del alcalde. Se bajó de las sucias cadenas de la robo-cosechadora, exhaló varios suspiros de fatiga y entonces levantó la vista sobrecogida al tiempo que oía un nuevo sonido retumbante, mucho más estrepitoso que el que habían oído al amanecer.
La tercera y más grande oleada de zerg marchaba a través de las llanuras; esta vez no sólo pequeñas criaturas de exploración y algunos hidraliscos, sino también monstruos gigantescos, como versiones de pesadilla de mamuts prehistóricos con enormes colmillos como guadañas que parecían ser capaces de cortar edificios por la mitad.
En los cielos, un cúmulo de retorcidas criaturas como dragones sobrevolaba en dirección al asentamiento. Decenas y decenas de hidraliscos se arrastraban en la línea frontal. Y estaban al llegar. Además, divisó a muchas otras criaturas, retorcidos engendros, horribles mutaciones, todas parecían mortíferas, todas con la intención de aniquilar a los colonos terráqueos.
Octavia sólo podía observar abatida. Esta oleada sería imparable.