Capítulo 10

Sobre el cielo gris de Bhekar Ro, las delgadas nubes se arremolinaban y ondeaban como una mancha impura sobre agua estancada. El páramo estaba tranquilo… demasiado tranquilo.

Con el sonido de un estruendo cortando la desértica atmósfera, se abrió una grieta de subtorsión en el tejido del espacio. Un halcón se tambaleó, interrumpido en su interminable búsqueda de comida.

Mientras los ecos del estampido se propagaban por el valle, sobresaltando a los pequeños roedores que sobrellevaban su existencia entre la achaparrada maleza, un Observador protoss del Qel'Ha apareció y revoloteó por el cielo. Los Observadores eran naves de reconocimiento que se enviaban para recabar información, pero no para participar en combates existentes.

Siguiendo su programación automáticamente, el Observador conmutó el campo de micro-camuflaje y se desvaneció de la vista. El vehículo descendió, activando su complejo paquete de sensores que agotaban la mayoría de su energía operacional, no dejando nada para los sistemas de defensa.

Tres alas plegadas se entreabrieron, guiadas por un solo ojo ciclópeo.

Y entonces comenzó a buscar.

El Observador procedió a recorrer las áreas deshabitadas de Bhekar Ro, pasando inadvertido. Mientras recorría las vastas distancias del espacio, no había sido capaz de determinar sus coordenadas con precisión. Pero ahora, al tiempo que se dirigía hacia la localización de la señal transmitida por el artefacto, depositó balizas de navegación de modo que el Qel'Ha y el resto de la fuerza expedicionaria protoss pudiera llegar hasta el objetivo con total exactitud.

El Observador pasó horas dando vueltas por los alrededores, aproximándose hacia la resquebrajada ladera de la montaña donde la pieza orgánica semienterrada yacía expuesta a la luz de la mañana. Enviando informes regulares en tiempo real de vuelta al Ejecutor Koronis, el vehículo de reconocimiento analizó el artefacto que se proyectaba desde la montaña. Tras su transmisión inicial, el objeto permanecía en calma. Esperando.

Una vez que el pequeño Observador había inspeccionado todos los ángulos y se había aproximado lo más cerca que su programación le permitía sin riesgo a perturbar el artefacto que había enviado la señal, procedió a realizar un reconocimiento más amplio. Tras compilar el reconocimiento táctico, el artilugio adquirió las imágenes de la cadena montañosa y detectó, sin indicios de sorpresa en su robótica mente, campos cultivados y asentamientos periféricos de construcción prefabricada.

Evaluando la situación, el Observador se acercó, aún camuflado, hasta sobrevolar la colonia central de Bhekar Ro. Comenzó a acumular datos sobre los colonos humanos, la población residente, y sus defensas…

* * *

Era una mañana como cualquier otra mañana, pero Octavia Bren debía enfrentarse al día de hoy sin su hermano Lars.

Los otros colonos sentían su soledad, incluso el Alcalde Nikolai, que era mejor conocido por hablar que por pasar a la acción. Se sentó en la plaza octogonal de la ciudad recordando a Lars y a su tiempo juntos, cómo habían discutido a menudo por no haberse casado, cómo habían trabajado, lo que habían esperado lograr, cómo se habían gastado bromas uno al otro…

Había pasado bastante tiempo ahora que las cicatrices de la muerte de sus padres habían sanado. Los otros colonos estaban tan familiarizados con la inesperada tragedia que simpatizaban con Octavia, pero no se sentían paralizados por la aflicción. Refugio Libre había sufrido mucho en el pasado, y continuaría soportando el dolor. Era su destino en la vida. Pero los abuelos de Octavia estuvieron convencidos de que ésa era una existencia mejor que la vivida bajo la Confederación Terráquea. Aquí eran libres… aunque hasta el momento Octavia no podía estar completamente segura de que prefiriera la constante incertidumbre y brevedad de la vida en Bhekar Ro.

Octavia deseó que su hermano y ella nunca hubiesen salido para inspeccionar los sismógrafos y estaciones automatizadas de extracción minera, pero Lars se había sentido entusiasmado por el descubrimiento. Deseaba que hubiese sido como el resto de los colonos, nunca curioso, nunca esforzándose por más, sólo continuando con su vida mientras pudiese.

Pero entonces no habría sido Lars.

Mientras el amanecer refulgía aún más, Octavia permaneció cerca de la ornamental torreta de misiles, construida allí sobre un abandonado bunker por los primeros colonos. Eso significaba que era una estación centinela, una defensa automatizada que vigilaría los cielos y protegería Bhekar Ro… aunque de qué, no lo sabía. La torreta de misiles había permanecido allí en silencio durante más de cuarenta años. Nadie creía que aún funcionase.

Ahora, en vez de ser vista como una defensa, la torre servía como un recordatorio y un monumento a lo que habían dejado atrás en la Confederación. En ocasiones, algunos colonos se propusieron desmantelarla por sus células de energía y materiales, pero el alcalde nunca había conseguido la suficiente ambición para reunir una cuadrilla.

Ahora, mientras Octavia se encontraba allí sola, pensando en su hermano y clavando los ojos en el desapacible y poco interesante cielo, la torreta de misiles chasqueó de improviso, zumbando, y moviéndose. Las luces del sistema parpadearon, crepitaron y emitieron una resplandeciente irradiación.

Se incorporó con presteza y soltó un grito. Algunos colonos se asomaron por las ventanas para mirarla, y entonces vieron las luces de activación en la estructura de metal y presenciaron el movimiento de la torre.

Su hidráulica zumbó al tiempo que los componentes se abrían, rechinaban, y se situaban en su lugar. Una luz brillante refulgió desde la parte superior mientras el escáner de rastreo de la torre giraba. Los sensores automáticos se centraron y apuntaron a algo invisible en el cielo. Las torretas de misiles estaban diseñadas para apuntar automáticamente y disparar ante la llegada de una nave enemiga, pero también servían como estaciones centinela; sus poderosos sensores podían detectar incluso naves camufladas.

Esta torre no se había movido durante décadas, pero ahora se acoplaba, seleccionaba un misil, y lo cargaba en la percha de lanzamiento, con sus mecanismos traqueteando y gimiendo. Sus sistemas de detección fluctuaron y echaron chispas, no pareciendo funcionar apropiadamente. Pero había detectado algo.

Con un pulso de energía, la torre disparó su misil al cielo. El humo fluyó desde una escotilla de acceso de la torreta al tiempo que sus sistemas largo tiempo latentes comenzaban a fallar.

Otros colonos, acudiendo en respuesta al extraño ruido, se mostraban atónitos al contemplar que el equipo militar aún funcionaba.

—Será un fallo del sistema —especuló el alcalde—. Debimos haberla desactivado hace tiempo.

El proyectil ascendió como una jabalina explosiva, trazando un arco perfecto hasta golpear algo parecido a una aureola en el cielo.

Pero Octavia señaló hacia arriba con su dedo índice.

—¡No, mirad! Ha golpeado algo.

Con un parpadeo vacilante, el campo de camuflaje del Observador se desajustó, y el aparato dañado fluctuó a través del cielo, con su casco resquebrajado y una de sus tres alas hecha pedazos. Perdiendo altitud, el dispositivo giró y crepitó hasta colisionar como un proyectil en uno de los campos apenas arado a las afueras de la ciudad.

Sin volverse para mirar si los otros colonos la seguían, Octavia corrió hasta el lugar del siniestro, donde encontró un cráter en forma de cuenco bosquejado en el barro. Los retorcidos y ennegrecidos escombros se habían esparcido por el terreno. Quedaba muy poco del Observador para examinar.

Estudiando lo que había quedado del objeto mientras los colonos se apresuraban para unirse a ella, Octavia advirtió las extrañas marcas alienígenas sobre la cubierta exterior del aparato, los angulosos paneles rotos sobre el sistema de sensores, y el gran ojo central.

—O bien la Confederación ha cambiado bastante sus diseños, o esto no ha sido construido por un terráqueo —anunció el Alcalde Nik, afirmando en voz alta lo que todos ya habían descubierto.

Octavia sintió una punzada helada en su interior. Primero la tormenta y el terremoto habían expuesto el enorme artefacto enterrado. Ahora, desde el cielo, un dispositivo alienígena invisible había sido derribado… aunque sólo se podía especular sobre su propósito.

Los colonos comenzaron a murmurar con ansiedad, contemplando el objeto estrellado. Octavia se alejó de los escombros alienígenas y se mordió el labio inferior, preguntándose qué podría ocurrir ahora.