47
-Sentado frente a mi impenitente desayuno, compuesto por café solo y tres churros, me entregué a la actividad de repasar la prensa. Al rato aparté, hastiado, los diferentes diarios gratuitos que había cosechado por el camino. Hoy no hay noticias que reflejen la poesía de lo cotidiano. Ni siquiera puedo ingresar en mi Olimpo particular la del joven atropellado el día de su decimonoveno cumpleaños. La fatalidad gratuita, por tremenda que sea, no me conmueve. A mí me gustan historias como la del inmigrante dominicano de Getafe que ofrece su cadáver a la exposición Érase una vez… el cuerpo humano para poder pagar la hipoteca y recibe un no por respuesta porque los cadáveres chinos son más baratos. O la del niño de ocho años que se queda encerrado en una caja fuerte abandonada en las calles de Estambul. O la de la señora que mete en la lavadora una bata en cuyo bolsillo viaja un décimo de la lotería de Navidad premiado con El Gordo. O la del hombre salido de una novela decimonónica que acampa durante dos semanas en la T-4 del aeropuerto para encontrar a Trus porque ha cifrado su felicidad en el amor de un chihuahua. Suena el móvil. Moncada. A ver si ha superado el complejo de Edipo…
***
-Acabamos de incautarnos de algo que podría constituir una prueba de cargo.
-Sorpréndeme.
-El reloj del financiero y las joyas de su mujer con los que fueron vistos en el complejo Puerto Príncipe, según declararon el gerente y una camarera.
-¿A qué me suena eso? Eché en falta precisamente esos objetos en la escena del crimen al comienzo de la investigación.
-Estaban en casa de Jonathan.
-¿Cómo los habéis encontrado?
-Nos llamaron al oír gritos en el chalet del hijo de Bonnín. Nadie abría, así que Bea propuso que echáramos un vistazo.
-Es más lanzada que tú de lejos.
-Una de las ventanas del salón estaba abierta.
-¿Sin una orden?
-Tenemos todas las órdenes del mundo desde que el GRICO ha metido baza.
-El podenco juez Estrada ha dejado de ser un problema.
-Jonathan estaba fuera de combate.
-¿Drogado?
-Hasta las cejas.
-¿Coca?
-Cómo lo sabes. Pedimos asistencia médica. Y en el registro de rutina dimos con el reloj y las joyas. Estaban en un cajón de la mesilla de noche.
-¿Encontrasteis algo más?
-Un dossier completo del caso, con recortes de los artículos que han aparecido en la prensa ahora que Yago Beltrán contamina a la opinión pública. Los párrafos que hacen referencia a Jonathan están subrayados, y a esa fotografía suya que publicó El Mundo le ha puesto un marco de plata. También hay una recopilación de las noticias que se publicaron cuando sus padres fueron asesinados en Alfaz del Pi.
-Le sacaron en una foto, supongo.
-En tres. Solo, con su hermana y la típica foto de familia. Ha recortado las compartidas y se ha enmarcado en un tríptico de madera con motivos orientales, como los iconos rusos. Ese chaval es un narcisista.
-¿Por qué no encontrasteis todo eso antes?
-En el registro anterior tal vez sacó el dossier de su casa. Imagino que ha bajado la guardia.
-Un asesino nunca baja la guardia, a menos que se sepa perdido. ¿Dónde estaba?
-Entre las carpetas de su estudio.
-Hay gato encerrado. ¿Habéis comprobado la llamada?
-La recepcionista dice que era un hombre, bastante nervioso. Colgó antes de identificarse.
-Esa cría es un lastre.
-Begoña aún está de baja por maternidad.
-¡Que envíen a otra sustituta!
-Si pido que la trasladen pondría un borrón en su historial recién estrenado.
-El problema es que las personas como ella nunca terminan de arrancar.
-Démosle tiempo.
-¿Te ha dicho qué clase de hombre podía ser?
-No le pareció joven. Hemos preguntado por ahí. Ninguno de los vecinos se encuentra disponible.
-¿Están de vacaciones?
-Lo estamos comprobando. Es lo más probable. Sólo hay tres chalets desde los que pueden oírse los supuestos gritos.
-A menos que se produjeran en el jardín.
-Esa posibilidad la descartó el comunicante al asegurar que sonaban dentro de la casa.
-¿Alguien que pasaba por la calle?
-Eso nos obliga a ampliar el radio de acción. Hay seis agentes llamando puerta a puerta. Quizá no sea un residente de la zona.
-Te digo que esto huele a chamusquina. Han hecho un montaje, ¿no lo ves?
-Soy un policía, Fredy, no un mentalista. Yo me atengo a los hechos hasta que otras evidencias los contradigan.
-Dudo que Jonathan ponga ese dossier a la vista y que exhiba el reloj y las joyas de sus padres que fueron retirados de la escena del crimen. Tampoco me cuadra que se atiborre de coca. Es consumidor habitual. Sabe qué dosis tolera.
-Pudo írsele la mano.
-O le animó a esnifar coca adulterada un conocido al que abre las puertas de su casa y le acepta unas rayas. Para dar la impresión de que se le fue la mano. ¿Le habéis hecho un análisis de sangre?
-Se ha negado. Sostiene que tomó la cocaína por propia voluntad. ¿No crees que al autor de ese supuesto montaje le habría resultado más fácil colocar el reloj y las joyas cuando Jonathan estuviese fuera de casa?
-Quizá no podía esperar a que saliera. ¿Sigue en comisaría?
-Hasta que comparezca su abogado. El reloj y las joyas son una prueba de cargo en toda regla. Para concederle la libertad vigilada Estrada le impondrá una fianza importante.
-¿Qué pasa con Dieter?
-Sanders no le ha perdido de vista.
-Tengo otra llamada. Bea. Creo que sigue bebiendo los vientos por mí.
***
-¿Te ha llamado Moncada?
-Acabamos de hablar.
-¿Te ha comentado lo de la nota? Se le caería la cara de vergüenza, imagino. Aunque no quiera reconocerlo, la nota que encontró entre las ropas de Barroso en cierto modo acusa a Dieter…
-¿Y?
-La nota ha desaparecido. Supongo que Moncada te ha contado que Emma estuvo en comisaría.
-Me dijo que estuvo varias veces, en su despacho.
-¿Y que tuvo la gentileza de dejarla sola para que revisase a sus anchas los expedientes?
-Eso no lo mencionó, el muy perro.
-Seguramente a Emma no le costó encontrar el del caso Bonnín. Y la nota estaría bien visible.
-¡Pero si Moncada la llevaba en la billetera!
-Se le ocurrió ponerla en el expediente antes de que ella fuese a visitarle por última vez.
-¡Genial! Me congratula saber que no soy el único chapucero en el gremio…
***
-Para calmar la ansiedad que me corría por el estómago como una culebra, me eché a la carretera y serpenteé entre el tráfico tan rápido como pude. En la M-30 puse el coche a ciento cuarenta. Lo cual equivale a multa segura, pues desde que han instalado radares si pasas de cien no hay quien te libre de la preceptiva sanción. Tomé la A-6. La carretera de la Coruña es buena para desconectar. Al llegar al desvío de El Escorial decidí parar. Había algo más importante que devorar kilómetros. Necesitaba imperiosamente hacer una llamada.
***
-¿Bea? Soy Valeria.
-Hola, encanto. ¿Dónde estás?
-A miles de kilómetros de distancia.
-¡Dichosa tú! ¿En Roma?
-No, al final me he venido a Praga.
-Cómo viven algunas.
-Me acaba de llamar Fredy. Yo estaba con el checo…
-¿Qué checo?
-Un tipo que me he ligado.
-Qué cabrona.
-Me llevaba a la ópera en su deportivo rojo.
-¿La ópera?
-Vamos a ver La flauta mágica de Mozart.
-Yo hace un siglo que no tengo actividades culturales.
-Mientras hablaba con Fredy el checo me miraba receloso por el rabillo del ojo. Es mazo celoso.
-¿Qué te dijo Fredy?
-Va y me suelta: ¿Valeria? Soy Fredy. ¿Va todo bien?
-¿Y tú qué le contestaste?
-Le digo: Estoy en Praga. He venido a relajarme un poco.
-¡Qué bien se te da ponerle los dientes largos al vecindario! Espero que no le contases nuestra pequeña escapadita.
-Qué va. Por cierto, nos lo pasamos muy bien.
-¡Nos lo pasamos pipa!
-Me emborraché un poco.
-Los chicos del Boys se merecían un brindis.
-No sabía que eres tan divertida, Bea.
-Ni yo.
-Estuve soñando toda la noche con ese sitio.
-Es lo mejor, un local lleno de mujeres histéricas intentando agarrar a maromos súper musculosos y cantidad de guapos que bailan en taparrabos…
-¡Qué pedazo de machacas! ¡Estaban como un tren!
-¡Para comérselos! Me priva el Boys.
-Se me quedó grabado lo que me dijiste cuando nos despedimos: Márchate. A un destino que te pirre conocer.
-¡Te lo tomaste al pie de la letra!
-Al día siguiente metí lo imprescindible en una maleta, me fui al aeropuerto y compré un billete para el primer vuelo a Praga. Es una ciudad que deseaba visitar desde hacía años. Enseguida ligué con Borj, Bronj o como se llame. Es un bombón. Es pianista.
-Ah, entonces sabrá manejar bien las manos…
-Da unos conciertos que quitan el sentido.
-¿Le conociste en un concierto? Y te moló tanto que luego le pediste un autógrafo.
-Fui a su camerino sin pensármelo dos veces. Borj o Bronj me sedujo desde la primera mirada. En seguida me invitó a comer. Luego paseamos, bailamos, charlamos…
-En inglés, supongo.
-Claro, cansa mogollón hablar todo el rato en inglés.
-Y al final al hotel…
-Me pareció perfecto que quisiera meterse en la cama conmigo. El pianista no tiene un pelo de tonto, ¿sabes? Hicimos el amor a lo suave.
-Me hago una idea. Con la misma languidez que Borj o Bronj acaricia las teclas del piano.
-Por ese estilo. Luego dormí a pierna suelta. Y al día siguiente vuelta a empezar. Lo mismo: comida en restaurante de película, paseo, baile, conversación en un inglés que cada vez me cansa menos, concierto muy aplaudido de Borj o Bronj…
-Y epílogo de lánguido acto sexual que te hace sentirte un piano de cola. ¡Ésas son las aventuras que me chiflan, Váleri!
***
-¿Cómo va la investigación?
-¿Te dije que me parecía probable que sustrajeran algunos objetos de tus padres en la escena del crimen?
-Recuerdo que lo comenté cuando me leyeron el listado de objetos que habían encontrado en el bungalow. Mariano no iba a ninguna parte sin el Rolex, era su talismán, y lo de mamá con sus joyas ni te cuento. Hasta se bañaba con ellas.
-Moncada me ha confirmado que el gerente y una camarera del complejo Puerto Príncipe vieron a tus padres con el reloj y las joyas. ¿A qué policía se lo dijiste?
-Al comisario Barroso. Fue la primera persona que nos interrogó a Jonathan y a mí.
-¿Y qué te dijo él?
-Me dio a entender que no se lo mencionase a nadie. Por vuestra seguridad, dijo. ¿No consta en el expediente?
-Debió de incluirse hace poco, de lo contrario la policía no habría dado tanta importancia al hallazgo de las joyas y el reloj.
-¿Dónde los habéis encontrado?
-En casa de tu hermano.
-¿En serio? A veces me he preguntado si tuvo tiempo de ir a Benidorm y regresar a París.
-Tu hermano no mató a tus padres.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
-No lo estoy. Es sólo una corazonada. Creo que este asunto del reloj y las joyas es un montaje.
-¿Lo habéis comprobado?
-Aún no. Por el momento debo conformarme con la intuición.
-¿Qué vas a hacer?
-Interrogar a Emma. Me acompañará la subinspectora Hernando. Emma nos ha citado en la cafetería del hotel Colón, donde se hospeda.
***
-Emma…
-Dime, hijo.
-Me gusta ver cómo deslizas los dedos por el teclado, con la cabeza erguida y los ojos entornados.
-Me fascina interpretar el primer movimiento del Claro de luna. El piano me transmite fuerza. O se la transmito yo al piano. Jorge, no me gusta que estés tumbado en la alfombra.
-Me estoy abrazando las pantorrillas.
-Ya lo veo. ¡Estás tan ridículo! Pareces un niño tonto.
-¿Qué será de mí, madre?
-No te va a pasar nada malo, ya lo verás. Escucha cómo desgrano con tempo lento esta composición. Es vibrante y melancólica.
-Sólo me gusta la música clásica cuando la tocas tú.
-Esta composición da vida a la faceta más sentimental de Beethoven.
-Voy a explotar, madre.
-No dramatices, por favor.
-Estoy mal, de veras.
-Te equivocas. Estás perfectamente
-He llegado al límite.
-Estás capacitado para soportarlo. Lo que pasa es que en presencia de tu madre adoptas el rol de hijo desvalido. Siempre ha sido así.
-Y a ti te va el jueguecito.
-Tú déjalo de mi cuenta. Yo me encargo de lavar los trapos sucios.
-Como has hecho siempre…
-Me abismo en las notas del adagio sostenuto. Si lo interpreta un espíritu impaciente la historia cambia. La mayoría de los concertistas son nerviosos. Cuando lo interpretan otros no pasa de siete minutos y cuarenta y dos segundos. Yo nunca bajo de ocho minutos. Porque al tocarlo siento estallar en mi interior un torrente de reminiscencias.
-Tú eres de otro planeta, madre. Por eso te necesito tanto.
-¿Qué te preocupa?
-Jonathan. Es inmaduro.
-Eso te lo vengo diciendo yo desde hace tiempo.
-Sólo puede apoyarse en mí.
-Igual que te pasa a ti conmigo.
-Soy su guardián. Su ángel protector. He de ser fuerte. ¡Tú me has hecho fuerte, madre! Estás tan bella con tu vaporosa túnica blanca. Me siento tan a gusto a tu lado. Tu compañía me serena. Incluso en los momentos de mayor angustia con sólo pensar en ti me calmo.
-Nuestros destinos han cambiado. Debes reconocerlo.
-¿Para qué has venido, madre?
-Ya te lo he dicho.
-Quiero la verdad. No entiendo tu empeño en remover todo eso…
-Ha terminado el adagio.
-¿Ya no tocas más?
-No me interesan los siguientes movimientos de la sonata, ni el allegretto ni el presto agitato.
-Me gustan tus manos. Qué pelo tan bonito tienes, madre. No he conocido a otra mujer con esa melena rubia tan impresionante. ¡Si te tapa el pecho! Pareces una sirena encantada. Algo ha cambiado en ti... Se nota a la legua, madre. Mírate, estás encorvada y tienes esa cara de contrariedad que no augura nada bueno.
-Se ha posado un pájaro negro sobre nosotros. He venido a quitárnoslo de encima…