10
-Eres un poli de la vieja escuela, brutal e indomable. Improvisas demasiado, poniendo en peligro la investigación y a terceras personas con tal de dejarte llevar por tus corazonadas.
-¿No quedamos en que soy intuitivo y valiente?
-Cuando te da la gana.
-¿Qué tal si me cuentas vuestras hipótesis de trabajo para matar el tiempo? Sabes más que yo de los tejemanejes de Bonnín. Tal vez vayan por ahí los tiros.
-Te has tomado en serio la confesión de Castro. Yo no le descarto como sospechoso.
-¿Qué es eso?
-Mis chuletas del caso Bonnín.
-Estupendo, celebremos una improvisada reunión de trabajo. Dispara la primera hipótesis.
-Pensamos que le podían haber asesinado para que no hablase sobre operaciones de lavado de dinero. En mil novecientos noventa y seis, al ser investigado por la justicia, involucró al banco Meridiano donde trabajaba en manejos de dinero sucio. La causa se abrió cuando el juez allanó una empresa importadora donde confiscaron un ordenador que contenía archivos con operaciones trianguladas por medio del banco Meridiano vía Lisboa y de allí a Suiza. Esas triangulaciones se originaban en la cuenta del financiero, director por aquel entonces del banco. Dos meses después de su detención, Bonnín se dio cuenta de que su abogado defendía a la entidad y no a él y solicitó una ampliación de su declaración, asegurando que él no era el único responsable de las operaciones que se hacían a través de su cuenta.
-¿Los propietarios del banco estaban al corriente de todos los movimientos?
-En el guardarropa había una pared con espejos que ocultaba un armario donde se guardaba un registro de las operaciones realizadas.
-¿El juez allanó el banco?
-Claro, y se incautaron numerosas carpetas con operaciones en negro y nombres de altos funcionarios y empresarios que habían participado en ellas.
-¿Cómo terminó la causa?
-Con el sobreseimiento definitivo de Bonnín, que finiquitó su relación con el banco Meridiano.
-¿Qué hacían en ese banco?
-Manejaban decenas de millones de dólares en inversiones en negro de sus clientes.
-¿Qué bancos hacían la contabilidad de esas cuentas?
-El Intercontinental Bank of Uruguay (IBU) y el American Bank&Trust (IBT), con sede en Montevideo.
-¡Jodidos bancos! Son los tentáculos de Luciferius Mastermoney.
-¿Y ése quién es?
-El magno ganso que se saca de la chistera toda la pasta gansa habida y por haber desde que el invento del vil metal echó a rodar.
-Bonnín reunió doce millones de dólares en un fondo común de inversiones de Bahamas, a nombre de la firma Capital Investment Fund. El banco también justificaba pérdidas o ganancias ficticias de empresas para evadir impuestos o dibujar balances. Se hacía con transferencias de títulos públicos a sociedades ficticias de Uruguay. Por esa gestión cobraba el diez por ciento sobre el monto justificado por año. Los operadores tenían línea abierta por fibra óptica para entrar a los ordenadores de IBU y ABT en Uruguay.
-¿La compraventa de acciones y bonos quedaba registrada en Madrid?
-No. Sólo los directivos del banco tenían los códigos de acceso a la red y la conexión podía interrumpirse apretando una tecla. Así eludían las inspecciones y los allanamientos.
-Parece de James Bond. ¿Cuál era el cometido de Bonnín?
-Supervisó y dirigió las operaciones de las principales sucursales, ejerciendo un control total. Posicionó a la entidad entre los mastodontes de las finanzas hasta hacerla alcanzar un rendimiento anual de veinticinco mil millones de dólares en el primer ejercicio, ciento sesenta mil en el segundo y más de trescientos mil en el tercero. Además se encargaba de la planificación estratégica y directiva para la reestructuración de las operaciones bancarias y de los afiliados en México, Argentina y Bahamas. Fredy, me estás echando el humo de tu apestoso cigarrillo a la cara. ¿Cómo está Gabi?
-Ahí anda con su curso de inglés por correspondencia, repitiendo las frases robotizadas de los CDs.
-¿Ya no va a casa de Herminia?
-Creo que sigue yendo, para evitar que su covacha infecte el rellano de la escalera. Esa anciana emana un pútrido hedor que te hace contener la respiración cada vez que pasas ante la puerta de su casa. ¡Es una guarra!
-Cálmate y deambula un poco por tu limbo de ensueño mientras pongo en orden mis chuletas.
-Lo único que me serena es entregarme a la sensualidad retrospectiva que me inspira la albanesa.
-Adelante, no te cortes.
-Bien, me imaginaré su culo prodigioso tensando la tela del salto de cama que se pone para recibirme al final de la jornada.
-¿Un picardías?
-Los tiene de todos los colores y con las transparencias más variadas.
-¡Pervertido fetichista!
-¡Ella lo potencia! Ahora la veo tendida en el sofá como la maja de Velázquez, con los muslos al aire y la falda retrepada hasta la entrepierna, mostrando un magnífico fragmento de sus braguitas.
-¿No usa mini-tanga?
-A veces.
-Aunque te resistas a reconocerlo, la tienes enchironada en tu Guantánamo de la buhardilla. Eres un moro. Temes que cualquier seductor de medio pelo de los que pululan por el casco antiguo a la caza de ligues te robe a tu princesa. O lo que es peor, que un mafiosete magnate le brinde las comodidades que cualquier otra en su lugar, con menos escrúpulos, habría conseguido hace mucho tiempo sin apenas mover un dedo. ¡Gabriela, si lo quisiese, podría emparejarse con el soltero más codiciado de Madrid! ¿Tengo razón o no?
-La verdad es que cada vez que la albanesa coge el petate y se va al gimnasio me da un vuelco el corazón. Podría raptarla un machaca de músculos apabullantes de los que corta el aliento a las adolescentes. Pero gracias a los hados ella siempre regresa al hogar tras darse uno de sus tutes formidables que le dejan el cuerpo cubierto con una resbaladiza película de sudor.
-¿No se ducha en el gimnasio?
-No, gracias a Dios prefiere hacerlo en nuestro modesto baño de la buhardilla. Le dan escrúpulos los baños públicos. Es un poco aprensiva mi Gabi. Primera hipótesis: liquidaron a Bonnín para que no pusiera de vuelta y media a los lavadores de dinero, es decir, a medio mundo. ¿Alguna otra?
-Dime una cosa. Ese monumento de mujer tendrá unos ocho años menos que tú, ¿verdad?
-Doce…
-¿Te has liado a una chavala de veinticinco años?
-No me lo pongas más difícil, porfa.
-De acuerdo. Veamos, Bonnín triangulaba dinero de políticos y empresarios a paraísos fiscales e invertía en compraventa de armas, narcotráfico, trata de blancas o prostitución de menores.
-Eso me recuerda el disco de Scorpions.
-Tienes perversas asociaciones de ideas.
-¿Prostitución de menores?
-Creó una red de pedófilos a los que ponía en contacto con empresarios de todos los rincones del mundo que comerciaban con menores. No se privaba de ningún negocio lucrativo. Conclusión de la hipótesis: algún pez gordo decidió eliminarle por temor a ser delatado o porque el financiero le chantajeaba amenazándole con divulgar la información.
-Si se tira de la manta saldrían candidatos a porrillo. ¿Por qué no lo habéis hecho?
-¿En qué mundo crees que vives?
-Vale. ¿Más hipótesis?
-Pensamos en un ramillete de posibilidades menores, por ejemplo que su muerte estuviese relacionada con la venta de equipos de inteligencia, o que el financiero pagó a un killer para que sus hijos cobrasen el seguro. Estaba lleno de deudas y su vida conyugal era un fracaso. Álex averiguó que debía más de diez millones de euros. En Factoryonline, su último empleo, no estaba a gusto, sus compañeros le notaban deprimido. Además su mujer estaba enferma…Puedes borrar esa sonrisa ladina. Leo en tus pupilas las nalgas de la albanesa y su pose velazqueña en el sofá. Fredy, hazte un favor a ti mismo y ve a encontrarte con tu musa, date uno de tus atracones de Eros. Eso es lo que te vuelve inmortal e invulnerable, como Edward.
-¿Te refieres a un rey de Inglaterra?
-No, al vampiro de Crepúsculo del que se enamora Bella.
***
-Encontré a Valeria sentada en el descansillo del tercer piso y nos quedamos mirándonos sin saber qué decir. Enseguida percibí su perfume dulzón. Lo olfateé en el aire, arrugando la nariz en un gesto canino.
-¿Qué perfume usa?
-Chanel nº 5.
-Supongo que se lo has preguntado, porque tú no tienes ni idea de eso.
-A ver. Es mi preferido, me encanta todo lo que creó esa mujer, me dijo.
-Su perfume es el mejor. Incluso el frasco, cuadrangular, sólido, sencillo, es una garantía de pervivencia. Todo lo que ingenió Coco Chanel está llamado a perdurar, por encima de las modas.
-Si tú lo dices. Me chocaba ver sus manos delicadas apoyadas en la grosera barra del pasamanos.
-¿Cómo iba vestida?
-Lucía un vestido que se abotona desde el escote hasta abajo, que no mostraba nada pero lo insinuaba todo.
-Monísimo, seguro.
-Me recordó el refranillo de mujer nietzscheano que dice: ¿A quién debo mi dicha? ¡A Dios!… y a mi modista. Luego su sonrisa me cosquilleó en el espinazo. Quería verte, soltó, cautivadora. Entonces el matrimonio de ancianos del cuarto apareció por las escaleras, obligándonos a apartarnos.
-La escalera de tu casa es peor que el Metro en hora punta.
-Mientras el lento convoy pasaba de largo, me quité el aparatoso vendaje que tapaba la hostia de Castro, en el que ella no había reparado debido a la penumbra, y me rasqué la nuca para reabrir la herida. Ahora necesitaba el concurso de la luz para acentuar el efecto dramático, pero la bombilla estaba rota, así que me encendí un cigarrillo y mantuve la llama del mechero, agachándome, para ofrecerle una cómoda perspectiva de mi lastimada coronilla. Valeria enarcó las cejas al caer en la trampa. ¡Estás herido!, exclamó. ¡Bingo! Yo, por si acaso, puse cara de cordero degollado, con el humeante cigarrillo prendido en los labios. ¿Qué habría dicho en mi situación Pepe Carvallo?
-¿El detective de Manuel Vázquez Montalbán? Habría dicho: No es nada, muñeca.
-Pues eso mismo dije yo. La actuación resultó chapó. Unos instantes después me vi en su pisazo de la plaza de Oriente.
-No te creo. ¿Cómo es?
-Tiene columnas de ónice, suelos de mármol de Carrara, tapices poblados de opulentas féminas a lo Rubens, figuras de Lladró, barcos entrampados en botellas de cristal, biombos chinos, una Venus de marfil de tamaño natural, un inquietante equino de ébano, óleos de jóvenes valores, alfombras persas, muebles rococó, art decó, o lo que fuesen y antiguallas de toda índole.
-¡Qué suntuoso!
-Es un hogar-museo. Y luce como una patena. Todo esto lo compró mamá mientras tuvo voluntad para hacerlo, me explicó Valeria, a modo de disculpa, y añadió: Se empeñó en que viviese aquí cuando ella no estuviera. Le pregunté cómo se podía sentir a gusto allí, aunque luego me reproché mi franqueza. ¡Qué horror de vivienda! ¿Qué paz puede encontrarse en medio de ese espeluznante enjambre de objetos, bajo una pátina de orden y limpieza absolutamente maniáticos, que exigen una dedicación exagerada?
-Tendrá criada.
-¡A mí que me dejen mi frugal buhardilla, mi desorden sin caos y mi comodidad sin abandono, donde me muevo como pez en el agua, secundado por la bendita Gabi, que por fortuna no padece el obsesivo aire de trascendencia de las amas de casa! ¡Malditos trastos decorativos! No me siento, sencillamente, eso fue lo que dijo. No me extraña, repliqué, involuntariamente, y ella soltó una carcajada que marcó en su cuello de cisne la nuez de Adán.
-¡Tienes debilidad por los frutos secos!
-Pero el baño te gustará, añadió, con una coquetería que me erizó los vellos, y entramos en una pieza que ocupa más espacio que mi humilde choza de la buhardilla. El baño. Las paredes, el suelo y el techo están alicatados con minúsculos azulejos celestes donde retozan simpáticos cachorros de delfín y asoman por todas partes decenas de surtidores de forma piscícola. Uno puede danzar por allí mientras es acribillado a discreción por los chorros de agua, que se regulan, según me explicó ella, didáctica, muy en su papel de cicerone. Me imaginé en cueros, observado por los cachorros de delfín, recibiendo el fusilamiento acuático de las bocas piscícolas. Valeria abrió un rectángulo de pared y se materializó un vergel de jabones, perlas de baño, esencias marinas, algas, esponjas, geles. Un surtido de delicatessen para baño que maravillaría a la mismísima Cleopatra. Ahí acabó el tour. Fantástico, acerté a ponderar, y Valeria dibujó en su rostro de sirena una sonrisa de complicidad. Sabía que te gustaría, dijo. Luego me derrumbé en el diván que ella me ofreció. Que se metamorfosee en discípula de Freud y me psicoanalice, pensé, cerrando los ojos, y tomé conciencia del agotamiento psíquico que arrastraba. Mal asunto haber accedido a esa irresistible horizontalidad. Me quedé frito. En mi limbo onírico advertí que ella me curaba la herida de la nuca.
-¡La tienes en el bote, Fredy!
-Reconozco que era delicioso sentirla tan cerca, aspirar aquel perfume penetrante y dulzón creado por Chanel y adivinar el tacto suave de sus manos revoloteando sobre mi cabeza.
-Eres un corruptor de doncellas.
-A la vera de esa vestal bañada en Chanel nº 5 y revestida de comodidades y billetes calentitos de quinientos euros la vida resulta infinitamente más grata y llevadera a las personas como yo, que tenemos un criterio fatigado de la existencia.
-Y andáis con una mano por delante y otra por detrás…
-Entonces evoqué dos versos de la lírica roca de Röcken, que sirvieron de antesala a mi sueño: El demacrado contra el sol rezonga. De los árboles aprecia… su sombra.
-Muy a propósito.
-Me desperté dos horas después, desorientado. ¿Cómo había podido quedarme dormido en el estrafalario hogar-museo?
-¿Dónde estaba Valeria?
-Había hecho mutis. En el reposabrazos del diván encontré una nota escrita con su elegante caligrafía. La nevera está llena de cosas ricas y nutritivas, ideales para alimentar a un detective hambriento, rezaba.
-Lo que digo. ¡Eres un conquistador!
-Desvalijar su nevera era lo último que podía ocurrírseme, a pesar del voraz apetito que rugía en mi estómago, así que abandoné la indescriptible vivienda, en la que al parecer había sesteado a pierna suelta, y anduve por un Madrid ensimismado tras el sopor diurno. Cuando entré en la buhardilla, me sobresalté al encontrar a Gabriela aovillada en el sillón orejero de la salita, abrazándose las piernas, con la mejilla reclinada en las rodillas y los muslos apretados contra la tela de unos vaqueros que había recortado por encima de los gemelos. Tenía los ojos llorosos y el cabello desordenado. En la mesa había un lienzo que acababa de estrenar, un vaso de agua tintada, pinceles y el viejo zapatero de madera lleno de óleos de todos los colores.
-Ella creaba mientras tú la engañabas con el pensamiento.
-Sobre el lienzo se esbozaban los trazos iniciales de un paisaje, algo tétrico y fantasmal, con figuras apenas perfiladas de seres aberrantes, mitad humanos mitad cualquier cosa.
***
-Has estado pintando... ¿Qué te pasa? Pareces a punto de explotar. Me dan miedo tus arrebatos de ira. ¿O estás en la fase depresiva?
-¡Vete a la mierda, Fredy! Hueles a perfume de mujer.
-Lo reconozco. El Chanel nº 5 es demoledor. Supongo que huele a tres leguas de distancia. Un día me matarás, lo sé. Es el peaje que debo pagar por tu frustración.
-Os oí hablar en la escalera. Y vi por la ventana cómo os subíais a ese coche suyo que parece un tanque. ¿Por qué juegas conmigo?