6

 

 

 

 

-Los Bonnín no supieron qué bungalow ocuparían hasta su llegada al complejo. La clave está en las últimas llamadas. El hecho de que el teléfono fijo no funcionase facilita las cosas.

-¿Tienes la sábana de llamadas entrantes y salientes de su móvil?

-No. Información reservada.

-Aquí se menciona la entrante de Berger y la saliente de Valeria, pero imagino que hubo más.

-En realidad en este informe no figura ninguna. Fueron eliminadas en las pericias preliminares, no me preguntes por qué.

-Cada vez entiendo menos el embrollo que os traéis en comisaría.

-Antes de venir me crucé con Álex. Le dije que había decidido apoyarte a tumba abierta, y él, que es un cráneo y lo recuerda casi todo, me comentó que en el informe de las últimas horas del matrimonio se habían omitido las llamadas porque cuando andaba metido en el programa Excalibur recibió la orden de interrumpir el proceso. Pero ya había detectado una entrante y otra saliente. Las de Berger y Valeria. Me detalló la hora y el contenido aproximado de las conversaciones para que agregara los datos al informe.

-El violinista está pasando la gorra.

-Yo no veo a ningún violinista.

-El perrito de lanas brinca en el regazo de su ama, la pasmosa versión de Agatha Christie.

-Aburres, Fredy.

-Está bien. ¿Por qué pones esa cara de aborto de rana?

-Es mi cara de malestar, por si aún no te has dado cuenta. Me siento entre la espada y la pared. No soy como Álex, que le trae al fresco que le despidan.

-Entonces trataremos de evitar que te pongas en peligro.

 

***

 

-Odio el verano, Emma.

-¡Pues vente a vivir conmigo a Mallorca!

-No puedo. Allí siempre es verano. O por lo menos lo parece.

-¿Y qué tiene de malo el verano?

-¡Todo! El sol, las voces y las risas de los bañistas, el olor a cloro, las playas con sus escaparates de mujeres deseables, el ocio consumista, las asfixiantes noches que no me dejan conciliar el sueño, obligándome a vagar de una habitación a otra, insomne, rabioso…

-Tu problema es que eres un hombre depresivo.

-Por eso el caso Bonnín se me ha atragantado.

-¡Pero se supone que ahora, en invierno, estás en tu salsa!

-La estación fría no me resulta menos ominosa.

-¿Ominosa? ¿Por qué eres tan pedante?

-No me siento a gusto en ninguna época del año, Emma. Hace demasiado tiempo que vivo fuera de mí mismo.

-Eso es evidente. Tómate un café para despejarte.

-He bebido café hasta que el recipiente de la cafetera, con capacidad para ocho tazas, se ha quedado vacío.

-¡Qué animal eres! Lo haces todo a lo bestia.

-Lo sé, es una pésima manera de convocar el sueño. En el fondo deseo perpetuar este interregno de pugna con los fantasmas. Perdona, Emma. Ya no sé lo que me digo.

-¿Dónde estás?

-Desplomado en el sofá situado en la zona de corriente que se establece entre la ventana del dormitorio y el balcón. A ver si así pillo una letal pulmonía.

-Ten cuidado con lo que deseas.

-Al alba quizá haya terminado todo. En mi interior no cesa de cobrar entidad esa resolución…

-¿Y ahora qué haces?

-Cargo la cazoleta de la pipa con un puñado de tabaco Apolo. Me ha venido a la mente una evocación. Es mi fantasía más recurrente. Me veo asomándose a la ventana con el arma reglamentaria y unos cuantos cargadores a los pies. Poseído por una furia descontrolada, disparo a discreción, matando a los transeúntes que caminan por la Gran Vía y a los ocupantes de los edificios colindantes que se me ponen a tiro. Tranquila, no es más que una sugestión.

-¿Por qué jadeas?

-Estoy deambulando por la casa. Me siento prisionero en estas estancias desoladas donde sólo se respira pasado y frustración. Hay ropa amontonada por todas partes. Soy un pájaro, una alondra, una golondrina. Por eso tengo mis nidos, en los que inverno sintiendo un oscuro deleite. Hay más acumulaciones, de alimentos, cubiertos, vajilla sucia y cachivaches recogidos de la basura. Con frecuencia salgo a pasear en mitad de la noche. Me hipnotiza el taconeo de mis zapatos de suela dura en las calles de un Madrid dormido. Luego regreso con algún objeto, cualquier cosa. Lo importante es verse de vuelta a casa molido por la caminata, con la mente en blanco, llevando conmigo un recuerdo, unas veces pequeño y otras, voluminoso, según el significado que pretenda conferir a ese paseo nocturno…

-¿Y ahora qué haces?

-Me estoy mirando en el espejo de mano. Ahí está mi imagen. No he cambiado, a pesar de la edad. Tengo rasgos femeninos.

-Eso es lo que me gusta de ti. La sonrisa, la suavidad de líneas de la cara.

-Ha empezado otra vez, Emma. Me estoy palpando las piernas. Repaso con voluptuosidad sus contornos. ¿Son piernas de mujer o de hombre afeminado? La forma es torneada, poco varonil. Me estoy tocando los prominentes pectorales, las caderas demasiado anchas…

-¿Por qué no te pones con tus esculturas?

-Me da pereza tomar la gubia y un taco de madera.

-¡Siempre tan desganado!

-¿Sabes? Me hubiera gustado dedicarme a la escultura. Antes tallaba figuras de mujer que acumulaba en el cuarto trastero. Era tan perfeccionista que no cesaba de menguar el tamaño de mis creaciones, para limar los fallos, hasta dejarlas reducidas a miniaturas. A lo largo de los años he reunido centenares de ellas.

-Podrías traértelas a Mallorca.

-¡Mallorca, Mallorca! ¡Estoy harto, Emma! ¡Deja de mencionar ese lugar!

-¿Por qué suspiras?

-La libido ha despertado de su letargo. He venido al dormitorio. Estoy delante del espejo de cuerpo entero. Me veo transfigurado. Ahora tengo que ajustarme a la imagen del espejo. Me proporcionará el desahogo que ansío.

-No te entiendo.

-¡Diablos, me entiendes perfectamente, Emma! ¿Por qué te burlas de mí? Estoy desplegando los diferentes pasos del consabido ritual. Olores, tactos, reminiscencias. Hoy es un día propicio. Mi frustración sexual resulta lo bastante intolerable para que se produzca la explosión liberadora.

-Sigue, cuéntamelo todo.

-Me he quitado la ropa. Tengo que escoger las prendas con esmero. Pruebo su tacto, las huelo, examino los diseños, los colores, la calidad de las telas. La ropa íntima es esencial. Lencería fina, provocativa. Braguitas, sujetador con relleno, liguero, medias de seda. Y minifalda. Ésta está bien.

-¿Cómo es?

-La más escandalosa. Y ahora un top. Éste me gusta.

-Descríbelo.

-Escotado, en uve, con las mangas muy cortas, de lycra brillante, para reafirmar el busto. Ya me he vestido.

-¿Te gusta disfrazarte de mujer delante del espejo?

-¡Me fascina! Me proporciona sensaciones inexplicables, que me hacen sentirme bien, en paz conmigo mismo.

-Bravo, cariño. Y ahora la ceremonia del maquillaje.

-¡Ah, sí! Aromas, colores, tarros desenroscándose, laca extendiéndose por las uñas, lápiz labial impregnando de carmín y sensualidad la boca, de pronto carnosa, deseable. La crema, la base para el cutis, los polvos, el colorete. Sonrío, demorándome ante el espejo. ¡La transfiguración, Emma! He soltado el liguero.

-¡No dejes de mirar el espejo! Ahora quítate las medias y vuelta a empezar.

-¡Oh, mi amor, verme repitiendo estos movimientos me hace estremecerme de deseo!

-Lo sé.

-Ya he exprimido al máximo la imagen.

-Entonces pasemos al contacto.

-¡Sí, Emma, es el momento de la fisicidad! Estoy muy excitado.

-¡Tócate mientras te miras en el espejo!

-Me vuelve loco confrontar la visión directa de mi cuerpo con la imagen del espejo. La temperatura ha alcanzado el nivel adecuado, Emma.

-¿Crees que no oigo tus jadeos?

-Estoy enardecido por la fiebre que me va poseyendo.

-¡Vuelve a quitarte las medias y acaríciate las piernas!

-Sí, ama.

-¿Soy tu ama?

-¡Sí!

-¡Júralo!

-¡Lo juro! ¡Eres mi ama, Emma!

-Menos mal que no necesitas depilarte las piernas.

-Mis bonitas piernas desprovistas de vello.

-Una peculiaridad tuya más.

-¡Las siento tan suaves! Me estoy palpando la entrepierna con movimientos rítmicos, presionando apenas el miembro. Ya no puedo seguir conteniéndome. La boca de la imagen besa la del cuerpo.

-¿Qué ha pasado?

-Cuando el miembro rozó levemente la superficie del cristal, se produjo la liberación.

-¿Te has corrido?

-Claro.

-¿Cómo te sientes?

-Ha sido tan frustrante como siempre.

-¿Por qué eres tan pesimista?

-Bueno, sí, no deja de significar un desahogo. Una fuga por la puerta de atrás.

-¿En qué piensas ahora?

-En ti. La fascinación por ti de pronto se materializa en mi pensamiento. Tú eres mi ideal.

-Descríbeme.

-Eres una mujer altiva, fría como un océano congelado. La evocación sensual se mezcla con tu rostro severo, de líneas duras. Me desprecias, ¿no es verdad, Emma?

 

***

 

-Puedo anticipar tu siguiente pregunta.

-Me derrito cuando me dedicas ese mohín irónico y juguetón. Hoy estás irresistible, Bea. ¿Todos los policías piensan de la misma forma?

-La mecánica es diferente, pero en cualquier investigación hay una rutina de prioridades.

-¿Otro papel? ¡Por Júpiter, te veo muy puesta en tu representación de hada madrina! La requisa en la escena del crimen…

 

***

 

En la escena se requisan:

21 tarjetas de crédito doradas.

Una botella de vino que se manda a analizar, para, según la cantidad de alcohol que se detecte en la sangre, determinar si sólo ellos ingirieron el vino.

Cuatro mil euros en metálico.

Un ticket de compra con tarjeta de crédito de Mariano Bonnín en un centro comercial.

Un mensaje escrito en el portátil Sony Vaio del financiero, siete días antes, a las 17:08, e impreso en la firma Factoryonline, en la que éste trabajaba, a las 17:45, en una Lexmark C 710, cuyo archivo fue grabado con el nombre "postmortem.doc". Quien con niños se acuesta, mojado se levanta.

Un libro con una esvástica. Mein Kampf, de Hitler.

El arma, hallada cerca del plexo del financiero, como si alguien la hubiera dejado caer desde el hombro de la víctima. La posición del arma y la postura del brazo, laxo a un costado del cuerpo, no coinciden con las de un suicida, que suele empuñar el arma después de la muerte.

 

***

 

-¿Este informe también ha sido manipulado?

-Creo que no. Álex me lo habría dicho.

-Un tipo del perfil de Bonnín suele llevar encima algún objeto de valor, y su mujer seguro que tenía joyas.

-Álex pensó lo mismo, pero sus hijos no nos lo confirmaron. De todas formas la ausencia de esos objetos no implica que el móvil fuera el robo. Un ladrón no pierde el tiempo dejando notas y menos preparándolas.

-Me da en la nariz que el asesino, por los motivos que fueran, se llevó algo de la escena, como recuerdo, una especie de fetiche.

-Habrá que tenerlo en cuenta. Quizá esos objetos, si existen, andan por ahí y pueden convertirse en una prueba de cargo. ¿Qué más, súper detective?

-Que escribiese el mensaje en el portátil de Bonnín y lo imprimiera en su oficina es una provocación deliberadamente audaz.

-Sabía lo que hacía. Cuando Álex dio con ese detalle pensamos que el resto sería coser y cantar, pero en las oficinas de Factoryonline no había nadie cuando el archivo fue guardado en el portátil e impreso en la Lexmark.

-¿Horario de verano?

-No, empezaba el primero de julio. Dieron la tarde libre al personal porque jugaba la selección española de fútbol. Eran unos forofos y decidieron ir a un bar para gritar y comer pipas.

-¿Bonnín también?

-Llegó poco antes de las cinco. Hasta entonces estuvo en su despacho. Seguramente pensó que no era conveniente llevarse el portátil y guardarlo en el maletero del coche le parecería arriesgado.

-¿Hasta qué hora estuvo en el bar?

-Los testigos dicen que sólo vio el primer tiempo. Salió de allí a eso de las seis menos cuarto. Y fue directamente a su despacho. El mensaje se imprimió a las seis menos cuarto. Es probable que se cruzase con su asesino...

-Suele haber tiempo añadido. Pongamos que fueran dos minutos. Y tenía que ir a su despacho.

-No vio todo el primer tiempo. Según su secretaria se marchó en el minuto cuarenta, porque España estaba haciendo un papel bochornoso, y del bar al despacho se tardan -a un paso normal, que no era el caso, porque él tenía prisa hasta para andar- cinco minutos y medio, contando que el ascensor en el momento de llamarlo se encontrase en la última planta. Lo calculó Moncada. Bonnín pudo llegar a las cinco cuarenta y cinco minutos y treinta segundos, como muy tarde, si el ascensor estaba en la última planta, y el mensaje se imprimió a las cinco y cuarenta y cinco minutos. A la fuerza se vieron, Fredy.

-Los partidos de fútbol empiezan con retraso.

-Esa posibilidad la descartó Álex. El silbato del árbitro sonó a las cinco y ocho segundos.

-Entonces tenemos que se encontraron. A los pocos días Bonnín se fue de vacaciones a Alfaz del Pi y no dio muestras de temer que pudieran atentar contra su vida, por lo menos en aquel momento. De modo que el asesino y la víctima se conocían, en términos más o menos cordiales.

-Eres un Holmes.

-Lo que me rechina es su osadía. ¿Por qué utilizar el ordenador y la impresora de Bonnín?

-Según Álex, para desafiarnos. Por su perfil psicológico nos enfrentamos a un individuo joven, con un marcado complejo de superioridad, que no teme a nada, ni siquiera a la muerte.

-¿Dedujo todo eso Álex?

-Ya le conoces, con una caja de cerillas te monta una catedral.

-No sé a quién pretendía desafiar, si parece tener aliados en la comisaría.

-Quizá a nosotros, o al destino.

-No te pongas filosófica. A mí esto me huele a conjura.

-¿Como La conjura de los necios, de John Kennedy Toole?

-¡Vaya, si la subinspectora Hernando todavía lee novelas!

 

***

 

-Me llamo Jonathan, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?

-¡Estás rojo de rabia, Jony! Pareces a punto de saltar sobre mí para golpearme.

-¡Vete a la mierda, Jorge! ¿O prefieres que te llame Dieter, como ese imbécil de Castro que te da por culo?

-Se te ha vuelto a ir la mano, ¿eh?

-¡Déjame en paz!

-¿Cuántas rayas de coca te has metido esta vez?

-¡Las que me da la gana!

-No te preocupes. Sabes que no me dejo impresionar fácilmente. Sé cómo controlar esto.

-¡No me abraces!

-He adoptando la actitud sumisa que tanto te gusta, Jony. Así, eso está mejor, déjate hacer, cariño. Relájate. ¡Dios, estás rígido! Respira. Más profundo. Todo se arreglará, ya lo verás, te lo prometo. ¿Ves? Tu cuerpo ya se está aflojando. No llores, mi niño. ¡Las malditas convulsiones! ¡Otro ataque ahora no, Jony! ¡Estás jugando con tu vida al tomar esa basura que te impide medicarte! Ya está, cariño.

-¿Qué ha pasado?

-Un ataque. He tomado medidas... No es la primera vez que lo hago.

-Lo sé. ¿Cómo ha sido?

-Violento, pero breve.

-¡Puta epilepsia!

-¿Cuándo empezó?

-Hace dos años. Nadie lo sabe.

-¿Valeria tampoco?

-¡Mi hermanita ha vivido siempre en la inopia!

-¡Tienes la casa hecha una mierda!

-La limpiaré un día de éstos.

-Y tú estás hecho unos zorros, Jony.

-¿Cómo adivinaste que iba a darme un ataque?

-Con darme una vuelta por tu casa y bajar al sótano me hago una idea de cómo está el patio. Nunca dejas de sorprenderme, Jony. Pasas del infierno al paraíso a renglón seguido. Eres único, amorcito, te lo juro. Yo cuidaré de ti. ¡Me necesitas! ¿Me quieres? ¡Has sonreído! ¡Lo he visto, Jony, no lo niegues! ¿De dónde ha salido este rastro de sangre?

-Se me fue la mano.

-Esta vez has ido demasiado lejos, Jony.

-Estoy perdiendo los papeles.

-¿Cuál ha sido el detonante?

-¡Mierda, hablas como un puto artificiero!

-Algo debió de sacarte de quicio, ¿no?

-Vete a la porra, Jorge Dieter.

-El rastro atraviesa el salón. ¡Baja por las escaleras del sótano!

-Sigue, no te cortes.

-¿Puedo abrir la puerta?

-Claro, el sótano es tu casa.

-¿Tu santuario? ¡Venga, no me hagas reír! ¡Dios, qué peste! ¿Qué hacen todas esas jaulas volcadas por el suelo?

-Echa un vistazo a las paredes.

-¡Te has pasado!

-Artístico, ¿no? Me corrí tres veces mientras ponía esas huellas rojas de manos.

-¡El suelo está sembrado de pájaros decapitados! ¡Debiste de sentirte fatal para verte obligado a hacer todo esto!

-Qué va, me lo pasé pipa. Disfruté como un enano, te lo juro. No te imaginas el placer que siento al arrancarles la cabeza a esos inocentes pajaritos. ¡Suena un chasquido que me pone!

-Y luego rebañaste la sangre para marcar las paredes. ¿Cuántos pájaros tenías?

-Más de cien, de diferentes especies.

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