46

 

 

 

 

-Hola, Váleri.

-Hola, Bea.

-¿Puedo?

-Claro.

-¿Qué haces aquí, sentada en un banco de la plaza de Oriente?

-Pensar…

-¿En qué?

-En todo un poco. ¿Tienes un cigarrillo?

-No fumo, ya lo sabes. ¿A qué viene ese desencanto? ¿Intentas averiguarlo?

-Supongo. Tengo claras pocas cosas, la verdad. Me gusta observar a la gente. Hace un día espléndido. Las voces de los niños no me rechinan como otras veces. Y los ladridos de los perros son agradables… Hoy hasta los vagabundos resultan románticos, salidos de una novela del siglo diecinueve. Acabo de verles pasar. Iban cogidos de la mano. Tan unidos. Hacen buena pareja...

-Desde luego. Tal para cual. Fredy es una causa perdida… Hace años yo pasé por lo mismo. Me enamoré de él.

-¿En serio?

-En la Academia, cuando estudiábamos para policía. Yo estaba prometida con el inspector Moncada. Teníamos una relación normal, razonable. Pero llegó él y estropeó el pastel. Fue como un huracán. Es de esas personas que arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Enseguida comprendí que él era diferente a los demás hombres. Tiene una fuerza extraña. Como un animal bestial. Que da miedo. Y también fascina. Yo era demasiado inexperta… Una mujer experimentada se da cuenta enseguida que con esa clase de hombres no se puede construir ningún futuro. Fredy está dominado por ese fuego. Su mirada dulce y soñadora no puede engañarte.

-¿Qué fuego?

-Es una especie de locura que traspasa la realidad, sin detenerse en ella. Por eso le obsesionan las novelas. Las cosas normales y corrientes que para la gente común son tan importantes a él no le interesan. Incluso las rechaza, las considera un lastre que le impide levantar el vuelo.

-¿Estuvisteis juntos?

-Durante casi un año.

-¿Cómo fue?

-Fantástico, mientras duró. En esos meses volé a su lado. Sentí el vértigo de la libertad. Es extraño vivir despegado de todo. Pocos valen para hacerlo, supongo. La mayoría nos volveríamos locos, porque necesitamos puntos de referencia. Hay que tener espíritu depredador, de águila. La libertad del pensamiento es peligrosa…

-Por eso necesitamos vivir en sociedad, ¿no?

-Claro. Seguir unas normas, mantener una rutina laboral, de ocio y de afecto con la familia y los amigos. Aborregarnos, como diría él. Los lobos esteparios como Fredy son raros. Me sorprende que esa albanesa esté con él. Se resiste a reconocer su error.

-El amor es ciego.

-Fredy no puede hacerla feliz. No sirve para amar, vivir en pareja, formar un hogar, tener hijos. En ese sentido es un cero a la izquierda.

-¿Qué sentiste a su lado?

-Me enseñó a volar. Antes de conocerle no sabía lo que significa concebir verdaderos sueños.

-¿Te refieres a las cosas que pensamos sobre nuestras aspiraciones?

-Bueno, él lo llamaría percibir dimensiones de la vida que nos trascienden. Por ejemplo bucear en el pasado y anticiparse en el tiempo, sufrir y ser feliz a través de otras identidades, trascender.

-¿Algo parecido a lo que hacen los místicos?

-Podría decirse.

-¿Os dabais la mano y os poníais a imaginar cosas?

-No. Las alas de Fredy son los libros. Le sirven para despegar del suelo y hacer sus viajes astrales. Leíamos juntos, en voz alta. Sobre todo a Dante, aunque el libro que más nos unió fue Los miserables de Víctor Hugo.

-¿Ese mamotreto?

-Tardamos bastante en leerlo, pero se nos pasaba el tiempo volando. No olvidaré las peripecias de Jean Valjean y de ese hombre terrible que le persigue a lo largo de la novela para hacerle desgraciado. Nunca se da por vencido. Javert. ¡Es tan odioso! Luego vimos el musical, en la última fila del teatro, con la espalda contra la pared, porque no teníamos dinero para más. Con Fredy descubrí lo que significa vivir lo que estás leyendo. Antes los libros me gustaban o no, pero no me apasionaban, no me quitaban el sueño. A él le transportan. Es algo así como tener muchas vidas. Supongo que a los actores les pasa algo parecido cuando interpretan un papel. Lo peligroso viene después, cuando te acostumbras a vivir en mundos soñados y tu vida te parece una mierda.

-Claro, puede ser una droga.

-Por eso él tiene ese aire de estar ido. ¡De zombi! Aunque esté contigo siempre hay una parte importante de él que se queda al margen, que no se moja.

-Qué tipo.

-Su corazón no está aquí desde hace mucho tiempo. Los tíos como Fredy necesitan una masa de arcilla para moldearla a su gusto. Te vas a reír pero todo empezó cuando tenía nueve años, igual que le pasó a Dante con su Beatrice. Hubo un libro que le hizo perder la cabeza. Una guía turística.

-¿En serio? ¿Una guía turística le enseñó a hacer viajes astrales?

-Se enamoró de la chica que aparecía en la portada.

-¡Qué rayada! Es lo más absurdo que he oído.

-Fredy dice que según Ortega y Gasset las personas demostramos nuestra verdadera personalidad en la elección de la pareja. Así que imagínate qué personalidad tiene él, habiendo elegido a la chica de la portada de una guía de viajes…

-¿Sigue enamorado de ella?

-¡Ése no se apea del burro! Y eso que esa mujer tendrá hoy unos cincuenta y cinco, porque la guía se publicó en 1975.

-¡Si vive!

-Eso a él le trae al fresco. Lo importante es la imagen. Su ideal.

 

***

 

-¡Jesús, por Dios! ¿Se puede saber qué haces con la calefacción al máximo, tumbado delante de la tele, en bermudas, comiendo pipas y bebiendo cerveza?

-Estoy viendo un partido de fútbol.

-Quién te ha visto y quién te ve. No te hagas el idiota.

-Ni que hubiese cometido un pecado capital.

-¡Quita de aquí tus malditas pantuflas!

-¿Quieres tomar algo?

-Voy a la cocina a por una lata de Coca-cola.

-Tráeme otra birra, porfa.

-¡No pongas la lata en el suelo, te lo he dicho mil veces!

-Vale, querida. Sí que estás de morros hoy. Ven, anda, túmbate, que te voy a quitar los zapatos.

-¡No me toques!

-¿Sólo un besito?

-¡Déjame en paz!

-¿Se puede saber qué te ha dado hoy?

-¿A mí? ¡Quita esas cosas del sofá! Esto parece una leonera.

-Te recuerdo que estoy en mi casa.

-Lo sé, no hace falta que me lo recuerdes.

-La cuestión es que también tú deberías sentirte en tu casa, Bea.

-Ése es el problema. ¿Cómo voy a sentirme en mi casa si sigues viviendo como un solterón desordenado?

-Bueno, por algo te he entregado una copia de las llaves…

-¡Oh, qué gran gesto de altruismo! ¿Tengo que ponerme de rodillas para darte las gracias? ¿Dedicarme a ser tu sirvienta?

-Quiero que estés aquí a tus anchas. ¿Por qué no te instalas definitivamente? Sería lo correcto, digo yo.

-¡Eres increíble! Los cuatro polvos que hemos echado te hacen creerte con ciertos derechos, ¿no? ¡Pues ha llegado el momento de que yo reclame los míos!

-Vale. Hagamos las paces, Bea.

-¿Te has mirado al espejo?

-No empieces, por favor.

-Lo digo en serio. ¡No eres tú! ¿Qué te pasa?

-Soy el inspector Moncada, que yo recuerde.

-¿Ya estás borracho? Vuelve a sentarte, anda, que estás más guapo.

-Quiero terminarme la cerveza. Dame la lata, Bea.

-¿Desde cuándo te dedicas a ver la televisión a las ocho de la tarde, cuando hay una investigación en curso? Si un caso te interesa no sales de comisaría antes de las diez.

-Me duele la cabeza.

-Venga, Jesús, dime qué te pasa.

-No me siento con ánimos, eso es todo.

-El tiburón de Telemadrid no para de echarte el aliento al cogote, los polis de Barcelona te hacen desplantes cada dos por tres, tienes a la Delegada del Gobierno y al Director General llamándote a todas horas, hay un asesino suelto pensando en cargarse a otra persona y tú, el máximo responsable de la investigación, te dedicas a mirar las musarañas.

-Cuando te pones así me recuerdas a Mary Poppins.

-En el fondo eres un niño engreído y estúpido. Por eso votas al PP.

-No me pinches. Estoy harto de discutir contigo de política.

-Discutir sería interesante. Tú lo que haces es repetir las consignas bobaliconas de tu partido. Defiendes al PP con el mismo fanatismo descerebrado de los hinchas de fútbol. ¡Te partes el pecho por el Real Madrid y el Partido Popular!

-Soy un tipo fiel a mis principios.

-Si Ronaldo y Rajoy se estuviesen ahogando, ¿a quién salvarías?

-A los dos. Uno en cada mano, je, je. ¿Qué quieres que haga?

-¡Reaccionar!

-¿Pero no habíamos quedado en que soy un puto reaccionario?

-¿Vas a decirme qué hay entre esa mujer y tú? No me mires así. Sabes a quién me refiero.

-No tienes derecho, Bea.

-Desde luego que sí, como subinspectora y miembro del equipo de investigación.

-¿Te debo una explicación?

-Ni más ni menos. Sé que quedas con ella. Os he visto, Jesús. ¡Estás saliendo con una sospechosa de asesinato!

-No lo es.

-¿De inducción al asesinato, tal vez?

-Eso es lo que dice tu amigo Fredy.

-No, Jesús. Hay suficientes indicios. ¿Qué tienes con esa mujer?

-No lo sé, Bea. Algo muy raro.

 

***

 

-¿Moncada y tú volvéis a estar juntos?

-Más o menos.

-¿Por eso tienes esa cara de matada?

-Podría decirse.

-¿Algo no va bien?

-No va bien el caso ni lo nuestro.

-A lo mejor están relacionadas las dos cosas.

-Lo sé, es todo una rayada mental de Jesús.

-¿Qué tipo de rayada?

-Sabes que perdió a su padre, ¿no?

-Claro, en un accidente de tráfico.

-Jesús tenía seis años. Por eso siempre ha estado muy unido a su madre…

-¿Más de la cuenta?

-Me temo que sí.

-¿Complejo de Edipo?

-Tal vez. El caso es que es vulnerable a una presencia maternal, protectora. Sobre todo si está acompañada de sensualidad… Quizá es justo eso lo que Emma le da…

 

***

 

-Vengo a hablar contigo, Jesusito.

-Comisionado por Bea.

-Se puede decir.

-Entonces ya te puedes largar por donde has venido.

-Pensé que habíamos enterrado el hacha de guerra. En serio, aprovechemos la intimidad de tu despacho para echarnos unas confesiones.

-¡Que corra el aire, Fredy!

-¿No percibes la seguridad que transmiten estas cuatro paredes?

-¿Has venido en plan samaritano?

-Emma…

-¿Qué pasa con ella?

-¿Se te ha clavado en la mollera?

-Claro, como un pin del Real Madrid.

-La relación que os une…

-Cuidado con lo que dices.

-¿Qué hay entre vosotros?

-Digamos que es una relación indefinible.

-Buena definición. ¿Te la estás tirando?

-¡No me jodas, Fredy!

-Tiene un buen polvo.

-¡Venga ya!

-Bea dice que has quedado con ella.

-Hemos charlado un poco.

-¿Eso es todo?

-Digamos que es de ese tipo de personas con las que puedes hablar de todo…

-Ya, supongo que con Bea no puedes tratar ciertos temas.

-A eso me refiero. Te juro que esa mujer parece conocerme mejor que mi vieja. Emma intuye lo que necesito en cada momento. Y encuentra las palabras adecuadas para que me sienta a gusto con ella.

-¡Pero si acabas de conocerla!

-Por eso alucino en colores.

-¿Olvidas que es una pieza clave en el caso Bonnín?

-Eso está por probar.

-Mierda, no me puedo creer que esté hablando con un inspector de homicidios. Venga, Jesús, no te andes con medias tintas.

-Necesita que oculte la nota.

-¿Qué nota?

-Por lo menos hasta que sea de alguna utilidad a la investigación.

-Me he perdido.

-Los argumentos de Emma son razonables.

-¿Qué nota, por Dios?

-La encontré entre las ropas de Barroso.

-¡Lo que faltaba! ¿Una nota escrita por él?

-No parece que tuviera intención de dejar un testimonio inculpatorio o algo por el estilo.

-¡Debiste agregarla al expediente del caso!

-Más bien sugiere un apunte escrito al hilo de sus pensamientos.

-¿Y eso qué más da?

-No afirma nada, Fredy. Se trata sólo de una pregunta, como si él mismo, acosado por las dudas, se la estuviese formulando.

-¿Cómo has podido cometer esa negligencia? Precisamente tú, que eres el colmo de la seriedad, se supone... Te tenía por un poli cabal.

-No es ilegal.

-Es una metedura de pata del copón. Ahora sí que se te puede caer el pelo. ¡Esa mujer te ha comido el coco! ¿No te das cuenta?

-Me sentía abrumado por la muerte del comisario. Me pilló con la guardia baja. Olvidé agregar la nota al expediente. Fue un simple descuido. Y la rápida intervención de Emma me hizo restarle importancia.

-Cuando ella fue a verte le mencionaste la nota, supongo.

-Me sonsacó la información con una habilidad alucinante.

-Es una bruja, te lo advertí.

-Me veía diciéndoselo todo sin darme cuenta, como si me hubiese hipnotizado.

-Es su especialidad.

-Ella misma me hizo quitarle importancia. A fin de cuentas la nota no puede ser tomada como una prueba de cargo, a menos que esté respaldada por otros indicios criminales.

-Emma previó que Barroso dejase alguna clase de testimonio, está más claro que el agua bendita de la pila bautismal. Es increíble que un tipo como tú haya cedido a su seducción.

-Todos tenemos un talón de Aquiles.

-Por lo menos sabes algo de mitología. Bea está que se sube por las paredes. Pero yo te comprendo, Jesusito. Esa damisela es una vampiresa de la peor calaña. A mi Gabi también le lavó la sesera. ¡Engatusa hasta a las serpientes!

-Yo ni siquiera sabía si ella, en el caso de que Dieter sea el asesino, está al corriente de los hechos…

-Me he vuelto a perder.

-No es improbable que Barroso se los hubiese ocultado. Reconozco que me engatusó un poco. Pensé que podría mantener la cabeza fría para manejar la situación y sonsacarle con mano izquierda los datos que necesitase. Por eso tomé la medida cautelar de vigilar a Dieter.

-¿A quién se lo encargaste?

-Al viejo Amos Sanders.

-¿A ese carcamal?

-Pensé que no levantaría sospechas. Dieter es experto en seguridad. Reconocería a un agente normal.

-La verdad es que Amos, con su aspecto venerable, no parece un poli.

-Es astuto y tiene experiencia para vigilarle sin hacerse notar.

-Amos Sanders es el poli más veterano de la ciudad. ¿Cómo es que sigue en activo?

-Por propia voluntad.

-Es un sabueso con más cicatrices y tablas que el personal de cualquier comisaría. ¿A qué se dedica ahora?

-A prestar apoyo de campo cuando alguna investigación requiere refuerzos. Su vida es la calle. Siempre se ha resistido, incluso haciendo uso de su violencia legendaria, a ser relegado a un puesto de oficina. Ningún otro policía, ni siquiera los cargos directivos, dispone de la nómina de contactos de Sanders. Allá adonde va hace amigos, por su carácter magnífico. Derrocha energía y favores. Hay mucha gente que se siente en deuda con él. Cuando le comenté el altercado con el cámara al viejo Sanders le bastó una llamada para enterrar el asunto. Las influencias del decano de la policía pasan por encima del mismísimo Yago Beltrán y su cohorte de aduladores. Dieter debería sentirse honrado por tenerle pisándole los talones.

-Desde luego. ¿Quién, que no le conozca, se imagina la identidad de ese sexagenario con aspecto de Mesías? Alto, corpulento, con esa cabeza como esculpida en piedra, la barba entrecana hasta el pecho y la melena sobre unos hombros de nadador.

-Si Dieter es el asesino que andamos buscando y comete un desliz, nadie más indicado que él para pillarle en renuncio.

-Venga, Jesusito, no te hagas de rogar y enséñame la nota.

-La tengo aquí.

-Ya lo suponía. Bonita billetera.

-Me la trajeron los reyes magos.

-Será que a veces eres buen chico.

-Mira. La tortuosa caligrafía del comisario… Me he repetido esa pregunta mil veces.

-No está mal. Parece que Barroso pudo ver la luz al final del túnel. ¿Por qué mató también a Raquel, si sólo quería vengarse de su padre?

Made in Spain
titlepage.xhtml
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_000.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_001.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_002.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_003.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_004.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_005.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_006.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_007.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_008.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_009.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_010.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_011.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_012.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_013.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_014.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_015.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_016.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_017.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_018.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_019.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_020.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_021.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_022.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_023.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_024.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_025.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_026.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_027.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_028.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_029.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_030.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_031.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_032.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_033.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_034.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_035.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_036.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_037.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_038.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_039.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_040.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_041.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_042.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_043.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_044.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_045.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_046.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_047.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_048.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_049.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_050.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_051.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_052.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_053.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_054.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_055.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_056.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_057.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_058.html
CR!KYKH2BR3KN74S13FTPSKC0QAZK5Y_split_059.html