TERCERA COMUNICACIÓN DE JORGE LEDESMA
Déme un plazo, no olvide que no sé bien el oficio, me desenvuelvo en un medio extraño y en completa soledad. Tengo poco tiempo para escribir, pero pienso mucho. Ahora vendo chorizos para el frigorífico TRES CRUCES. Pienso en Gogol, en curda, sentado en alguna mesa con las piernas colgando, diciendo qué triste es Rusia, mientras llora de risa con Puchkin, y después llora en serio. La Argentina, en cambio, es incomparable. En los momentos en que me dejan libre los chorizos, corro y anoto.
Al asunto. Me salió un animal grande y desconocido. Tendré que acortarle un poco el pescuezo y hacerlo menos increíble. Las patas son pesadas como las del Leviatán de Hobbes, y sin consuelo, como la obra de Schopenhauer.
Le explico el libro: 1° Pondré en claro que Dios no puede existir. Si existe, eso ya no es cosa nuestra.
2° Qué hacemos en la Tierra.
3° La razón metalúrgica y estratégica de la muerte. La razón religiosa no sólo ató al caballo detrás del carro sino que puso al hombre en lugar del caballo. Ahora sólo falta que el caballo se suba al carro. Hay que impedirlo enérgicamente.
4°, 5° y 6° Los porqués. Por qué somos líquidos. Por qué hay dos sexos. Por qué lo único que nos pertenece es lo que ya no tenemos: el pasado. Explicaré la angustia, el disconformismo, esta maldita insuficiencia. Schopenhauer lo vio a los 30 años.
Bárbaro. Intelecto versus voluntad. Esta es la gran lucha del hombre, el avión desprendiéndose del portaviones, el hombre en busca del ser. Dejará el tendal de locos, pulverizará la moral, romperá todo. El conocimiento de la Verdad es el acontecimiento de este siglo, no los viajes a la Luna, como piensan los giles. No sé por qué fui uno de los señalados. Podría haber sido un vago, meterle al escabio, escribir novelas de amor, tal vez ganar fama y guita. Sin embargo, voy a cantar.
Desde chico me destaqué en el armado de rompecabezas. Inclinaciones para el trabajo no tuve muchas. Pero cada vez que había que armar algo, desentrañar un lío, ahí estaba el infrascripto.
La Verdad ya estaba en el mundo, servidita pero desunida. Cada filósofo dijo una porción. Había que armarla, no agregar conocimientos. Por eso fracasaron los sabios actuales: cuanto más sabio, más oscuro y más mezcla ve. Yo tuve la desgraciada suerte de armar la Verdad porque no sé casi nada de nada. Y como no tengo profesores a quienes dejar mal, soy un completo irresponsable.