SOBRE POBRES Y CIRCOS

Sombríamente recostado en su cama Nacho observa las jirafas que apacible y libremente pastan en las praderas de Kenya. No quiere seguir pensando en aquello.

No quiere tener diecisiete años. Tiene siete y mira el cielo de Parque Patricios.

—Mirá, Carlucho —dice—, esa nube es un camello.

Sin dejar de sorber el mate, Carlucho levanta la vista y asiente con un gruñido.

Es la tardecita, hay una gran paz en el parque. A Nacho le encanta esa hora al lado de su amigo: se pueden hacer tantas conversaciones importantes. Después de un largo rato en silencio, pregunta:

—Carlucho, quiero que me digas la verdad. Creés en los Reyes Magos?

—En lo Reye Mago?

No le gusta que le hagan esa pregunta y como siempre que se pone preocupado comienza a arreglar los chocolatines y caramelos.

—Vamos, Carlucho, decime.

—En lo Reye Mago, dijiste?

—Sí, decime.

Sin mirarlo, murmura:

—Y qué sé yo, Nacho. Yo soy un bruto, un inorante, no hice ni el primé grado. Yo nunca serví más que pa lo trabajo pesado. Pión de patio, estibador, la junta el mai, esa cosa.

—Decime, Carlucho.

Medio se enfureció.

—Qué bicho te picó! Qué tengo yo que sabé esa cosa!

De reojo, vio que el chico bajaba la cabeza y quedaba dolorido.

—Mirá, Nacho, disculpame, yo soy tu amigo, pero sabé que tengo un carate de mil diablo.

Acomodó la fila de los chocolatines de nuevo y finalmente dijo:

—Mirá, Nacho. Ya tené siete año cumplido y hay que decirte de una buena ve la verdá. No hay Reye Mago. Todo cuento, todo engaño. La vida é muy triste, pa qué no vamo a engañá. Te lo dice Carlo Américo Salerno.

—Y los juguetes, entonces?

La voz de Nacho era desesperada.

—Lo juguete?

—Sí, Carlucho. Los juguetes.

—Todo cuento, ya te dije. No viste que sólo aparecen en lo botine é lo rico? Cuando yo era un purrete de este tamaño nunca vinieron lo Reye donde estábamo nosotro.

Iban sólo a la casa é lo ricachone. Te da cuenta, ahora? E claro como lagua: lo Reye Mago son lo padre.

Nacho bajó la cabeza y empezó a hacer dibujos con un dedo en la parte de la vereda sin baldosas. Después agarró una piedrita y la arrojó contra un árbol, como distraído. Carlucho, mientras se ceba otro mate, lo observa con cuidado.

—Bueno, vaya a sabé cómo son la cosa —agregó al fin—. E un parecé. El finado Zaneta, que en pá descanse, decía que el mundo é un misterio. Y capá que tenía razón.

Vino un cliente y compró cigarrillos. Al cabo de un largo tiempo, Carlucho comentó sibilinamente:

—La gran puta! Si habría lanarquismo…

Nacho lo consideró con extrañeza.

—Lanarquismo?

—Sí, Nacho. Lanarquismo.

—Y qué es eso?

Carlucho se sentó en su sillita enana y sonrió con ojos meditativos y nostálgicos.

Era evidente que pensaba en algo muy lejano pero lindo.

—Aquí tendría destar Luvi —dijo.

—Luvi?

—Sí, Luvi.

—Y quién es Luvi?

En los grandes momentos, cuando Carlucho se disponía a iniciar alguna de aquellas ideas que sentía profundamente, cambiaba la yerba del matecito, se tomaba su tiempo y preparaba lo que iba a decir con largos silencios, así como las estatuas se colocan en las placas, rodeadas de espacios que las destaquen en toda su belleza.

—Quién era Luvi —comentó con los ojos siempre nostálgicos.

Después de sentarse de nuevo en la sillita enana, la misma que había pertenecido a su padre, explicó:

—Ya te dije que al año 18, justo cuando terminó la guerra, yo pionaba a la estancia DON JACINTO, la estancia de doña María Unzué Dalviar. Junto con Custodio Medina pionaba. Entonces llegó Luvi. Sentiste hablá de lo linyera, vo?

—Linyera?

—Sabían vení de muy lejo, con latadido a la espalda. Caminando por la vía el ferrocarril, y despué por lo camino. Venían a la estancia y siempre había comida y un catre pa lo linyera, esa é la verdá.

—Pero entonces eran piones, como vos o Medina?

Carlucho hizo un gesto negativo con el dedo.

—No señó, no eran pione. Lo linyera eran linyera, no pione. Lo pione éramo conchabado pa trabajá.

—Conchabado?

—Pero sí, sonso. Trabajábamo pa ganá dinero, comprendé.

—Y los linyeras no trabajaban?

—Sí que trabajaban, pero no pa ganá dinero. Nadie lo obligaba.

Nacho no entendía. Carlucho lo miró, frunció la frente en un gran esfuerzo y trató de ser más claro.

—Lo linyera eran libre como lo pájaro, entendé? Venían a la estancia, hacían alguno trabajito si querían y despué se iban como habían venido. Lo estoy viendo como hoy, cuando Luvi había guardado toda su cosita y había hecho latado pa irse. Don Busto, el mayordomo, le dijo si se quiere quedá aquí, amigo Luvi, tiene trabajo si quiere. Pero Luvi dijo no don Busto, se lo agradezco pero tengo que seguí viaje.

—Tenía que seguir viaje? Adónde?

—Cómo, adónde? No te acabo de decí que lo linyera eran como lo pájaro? Adónde van lo pájaro? Lo sabé vo?

—No.

—Aí tené lo que te digo, sonso.

Se quedó pensativo, añorando.

—Me parece que lostoy viendo —dijo—. Alto y flaco, con su barba casi colorada y lojo azule clarito. Con latado al hombro. No quedamo todo viendo cómo siba entre la casuarina, y despué al camino. Quién sabe adónde.

Carlucho miraba hacia el parque, como si lo estuviera viendo alejarse entre los árboles, hacia el infinito.

—Y no lo viste nunca más?

—Nunca má. Vaya a sabe si ha muerto.

—Qué nombre raro, Luvi, no?

—Sí, nombre destranjero. Era alemán o italiano, pero no sé, porque no era italiano como mi padre. Decía que era de una parte rara, que ahora no sé. Luvi. Eso é.

Vino, hizo alguno trabajito de mecánico, arregló uno motore, algo en una trilladora.

Sabía de todo. Y de noche, al galpón de lo pione esplicaba lanarquismo.

—Lanarquismo?

—Sí, leía un librito que tenía y esplicaba.

—Y qué es lanarquismo, Carlucho?

—Yo soy un bruto, ya te dije. Qué queré? Que tesplique como Luvi?

—Bueno, pero decime algo. Era un cuento como ese que me contaste de Carlomano.

—Pero no, sonso. Otra cosa.

Se cebó un mate y se concentró profundamente.

—Te voy a hace una pregunta, Nacho. Atendé bien.

—Sí.

—Quién hizo la tierra, lo árbole, lo río, la nube, el sol?

—Dios.

—Bueno, está bien. Entonce son pa todo, todo tienen derecho a tené lo árbole y a tomá el sol. Decime, lo pájaro tiene que pedile permiso a alguien pa volá?

—No.

—Puede andá y vení en el aire, y hacé el nido y tené la cría, no é así?

—Claro.

—Y cuando tiene hambre o tiene que alimentá lo pichone va y busca alguna cosita, alguna semilla y se lo lleva. No é así?

—Claro.

—Y bueno, el hombre, esplicaba Luvi, é como el pájaro. Libre de í y vení. Y si tiene gana de volá, vuela. Y si quiere hacé un nido, lo hace. Porque la semillita y la paja pa hacé el nido, y el agua pa bañarse o pa tomá son de Dio y Dio la hizo pa todo el mundo. Entendé todo esto? Porque si no entendé no podemo seguí adelante.

—Sí, lo entendí.

—Muy bien. Entonce, por qué uno poco tienen que apoderarse de la tierra y lotro tenemo que trabajá de pione? De dónde sacaron eso campo? Lo fabricaron ello?

Después de pensarlo un poco, Nacho dijo que no.

—Muy bien, Nacho. Quiere decí entonce que lo robaron.

Nacho se sorprendió muchísimo. Cómo, los ladrones no iban a la cárcel? Carlucho sonrió con amargura.

—Esperá, sonso, esperá —comentó—. Testoy diciendo que esa tierra la robaron.

—Pero a quién la robaron, Carlucho?

—Y qué sé yo. A lo indio, a la gente antigua. No sé. Ya te dije que soy un bruto, pero Luvi sabía todo eso. Ademá, pensá un momentito. Suponé (é un suponé) que mañana desaparecería todo lo pione de campo. Me queré decí vo qué pasaría?

—Y, no habría gente para trabajar el campo.

—Esato. Y si nadie trabajaría el campo no habería trigo y sin trigo no habería pan y sin pan todo el mundo no podería comé. Ni lo patrone. De dónde iban a sacá el pan, si me podé decí? Ahora atendé bien porque vamo a dar otro paso. Suponete también que desaparecería lo zapatero. Qué pasaría?

—No habría más zapatos.

—Esato. Y ahora suponete que desaparecería lo albañile.

—No habría más casas.

—Muy bien, Nacho. Ahora yo te pregunto qué pasaría si mañana desaparecería lo patrone. Lo patrone no siembran el mai ni el trigo, ni hacen lo zapato ni la casa, ni levantan la cosecha. Me podé decí un poco qué é lo que pasaría, si se puede sabé?

Nacho lo miró con asombro. Carlucho lo consideraba con una sonrisa de triunfo.

—Andá, decime lo que pasaría si mañana desaparecería lo patrone?

—Nada —respondió sorprendido Nacho de la enormidad—. No pasaría nada.

—Ni má ni meno. Ahora fijate a una cosa que esplicaba Luvi: lo zapatero pa hacé lo zapato necesitan el cuero, lo albañile necesitan lo ladrillo, lo pione necesitan la tierra y la semilla y lo arao. Cierto?

—Sí.

—Pero quién tiene lo cuero, lo ladrillo, la tierra, lo arao?

—Los patrones.

—Esato. Todo está a mano de la patronal. Por eso lo pobre estamo esclavizao.

Porque ello tienen todo y nosotro no tenemo nada, má que lo brazo pa trabajá.

Ahora vamo a da otro paso, así que atendeme bien.

—Sí, Carlucho.

—Si nosotro lo pobre no apoderamo de la tierra y de la máquina y del cuero y de lorno de ladrillo, podemo fabricá zapato y levantá construcione, y sembrá y cosechá, porque pa eso tenemo lo brazo. Y no habería pobreza ni esclavitú. Ni enfermedá. Y todo podríamos ir a lescuela.

Nacho lo miraba con asombro.

Carlucho arregló las revistas y los cigarrillos, pero su mente estaba vuelta a su interior. Hacía un gran esfuerzo mental, pero su voz estaba desprovista de rencor: era serena y cariñosa.

—Mirá, Nacho —prosiguió—. Todo é muy simple. Luvi lo esplicaba todo con el librito y poniendo cosita en el suelo. Así y así: que esta piedrita é la fábrica, que este mate é la máquina, que esto porotito somo lo pione. Y te digo que esplicaba cómo no habería má enfermedá, ni tísico, ni miseria, ni esplotación. Todo el mundo tendría de trabajá. Y el que no trabaja no tiene derecho a viví. Bah, testoy hablando de lombre y mujere sano. No te hablo de lo nene ni de lonfermo, ni de lo viejo. Al contrario, decía Luvi, todo lo que trabajan tienen el debé de mantené a linválido, a lo niño y lo viejo. Así que uno hace zapato, el otro hace larina, el otro te hace el pan, el otro va a la cosecha. Y todo lo que hacen se guarda en un galpón.

En ese galpón hay de todo: que comida, que ropa, que libro escolare. Todo lo que te podé imaginá. Hasta juguete y golosina pa lo nene, queso é tan necesario como pa nosotro un caballo o un sombrero. Al frente el galpón hay otro que trabaja deso, de cuidadó del galpón. Y entonce yo voy y le digo me da un par de zapato número tal o cual, y el otro pide un kilo e carne y el otro una onza e chocolate, y el otro un saco porque se le rompieron lo codo. A cada uno lo que precisa. Pero nada má que lo que precisa.

—Y si un rico quiere más cosas y las compra?

Carlucho lo miró con severa sorpresa.

—Un rico, dijiste?

—Sí.

—Ma de qué rico mestá hablando, pavote? No tespliqué que no hay má rico?

—Pero por qué, Carlucho?

—Porque no hay má dinero.

—Pero si lo tenía de antes?

Carlucho se sonrió y le hizo un gesto negativo.

—Si lo tenía se embromó, porque ahora no sirve má. Pa qué queré el dinero, si todo lo que necesitá lo sacá del galpón. El dinero é un pedazo e papel. Y sucio, lleno de microbio. Sabé lo que son lo microbio?

Nacho asintió.

—Y bueno. Sacabó el dinero. Que el que sea sonso, lo guarde, si quiere. Nadie se lo va prohibí. Total, no le servirá pa maldita la cosa.

—Y el que quiere sacar del galpón más zapatos?

—Cómo, má zapato? No tentiendo. Si necesito un pa de zapato voy al galpón y listo.

—No, te digo si uno quiere tres o cuatro pares.

Carlucho dejó de sorber el mate, admirado.

—Tre o cuatro pare, decí?

—Sí, tres o cuatro pares de zapatos.

Carlucho se echó a reír con ganas.

—Pero pa qué necesitá tre o cuatro pare si no tenemo má que do pie?

Es cierto, a Nacho no se le había ocurrido.

—Y si alguien va al galpón y roba?

—Roba? Y pa qué? Si necesita algo se lo pide y se lo van a dá. Está loco?

—Entonces no habrá más policía.

Gravemente, Carlucho hizo un gesto negativo con la cabeza.

—No habrá más policía. La policía é lo pior de todo. Te lo digo por esperiencia.

—Por experiencia? Qué experiencia?

Carlucho se replegó sobre sí mismo y repitió en voz baja, como si no quisiese referirse a eso, como si lo de antes se le hubiera escapado.

—Esperiencia y yastá —comentó ambiguamente.

—Y si alguno no quiere trabajar?

—Que no trabaje si no quiere. Ya veremo cuando tiene hambre.

—Y si el gobierno no quiere?

—Gobierno? Pa qué necesitamo gobierno? Cuando yo era chico y quedamo en la calle, muerto de hambre, mi viejo salió adelante porque don Pancho Sierra le puso una carnicería. Cuando me fui a pionar, tampoco necesitábamo el gobierno. Cuando me fui al circo, tampoco. Y cuando entré al frigorífico de Berisso, pa lúnico que sirvió el gobierno fue pa mandarno la policía en la huelga y torturarno.

—Torturarlos? Y qué es eso, Carlucho?

Carlucho se quedó mirándolo con tristeza.

—Nada, pibe. Te dije eso sin queré. No son cosa e niño. Y ademá yo soy lo que se llama un inorante.

Carlucho se calló y Nacho se dio cuenta de que ya no hablaría más de lanarquismo.

Luego vino un cliente, compró cigarrillos y fósforos. Carlucho luego se sentó en la sillita y tomó mate en silencio. Nacho miraba las nubes y pensaba. Al cabo de un tiempo dijo:

—Viste, Carlucho? Hay un circo en el baldío de Chiclana.

—Chiclana?

—Sí, hoy repartían volantes. Vamos a ir?

—No sé, Nacho. Pa serte sincero, esto circo de ahora no valen un pito. El tiempo de lo grande circo ya pasó…

Con el mate en la mano, se quedó pensativo, soñador y nostálgico.

—Mucho año…

Luego, volviendo a la realidad, agregó:

—Debe sé un cirquito de mala muerte.

—Pero cuando vos eras chico también había circos chiquitos. No me contaste de aquel circo?

Sonrió bondadosamente:

—Bueno, claro… el circo e Fernande… Pero aquello circo grande de mi tiempo, de eso no hay má. Se terminaron… Lo mató el biógrafo.

—El biógrafo? Qué es el biógrafo?

—El cine le dicen ahora. Eso lo mató.

—Pero por qué, Carlucho?

—É un asunto complicado pa un niño. Pero te doy mi palabra: vino el biógrafo y buena noche.

Se ceba un mate y vuelve a sus pensamientos. En su cara se dibuja una leve sonrisa, pero una sonrisa empapada de tristeza.

—En el 18 vino el Toni Lobandi… Ocupaba toda la plaza España…

—Pero contame del cirquito de Fernández.

Chupó profundamente el mate, como si en lugar de chuparlo lo pensara.

—Desde la langosta… Y bueno… Mi padre le trabajaba un campito a don Pancho Sierra, entre Cano y Basualdo. Un hombre muy bueno. No sólo curaba, también daba remedio al pobrerío. Tenía una barba larga y blanca, hasta aquí. Medio mago era. Cuando nacían lo chico mi madre se lo llevaba ante e cristianarlo, y él le decía éste le va a viví éste no le va a viví. Fuimo trece hermano, ya te conté. Y bueno, don Pancho le anunció que tré no le iban a viví: ni la Norma, ni la Juana, ni la Fortunata.

—Y se murieron? —preguntó Nacho, maravillado.

—Y claro —respondió Carlucho con sencillez—. No te digo quera medio mago? Así que mama se resinaba de antemano, porque don Pancho le decía vea doña Feliciana no llore y resínese, que así lo quiere Dio. Pero lo mismo mama lloraba y la cuidaba, pero lo mismo se moría. Así é la vida, Nacho.

—Ahora contame por qué se fueron del campito.

—Mi viejo era italiano. Allá por el año 16 perdió hasta lúltimo centavo. Pa serte franco no hay espectáculo má imponente que la grande manga de langosta. Se oscurece todo el cielo y lo chico salíamo a golpeá tacho e kerosén. Pero qué. A la langosta no la vence nadie. Como decía la vieja, hay que resá pa que pasen de largo y eso é todo. Si bajan, buena noche… Me recuerdo como en un sueño, yo tendría sei año, golpeando lo tacho a todo lo que dábamo. Pa nosotro lo pibe era una fiesta, pero mama lloraba cuando vio que empezaban a bajá la primera langosta. Y a la final, tacho o no tacho, ya no hubo nada que hacé. Entonce el viejo gritó basta carajo basta y ordenó a Panchito y a Nicolá que seguían corriendo de un lao alotro que se sosegaran, que se quedaran quieto… El viejo estaba como ido, y a nosotro no daba mucho miedo, porque se había sentao como un mudo en esta sillita enana que reservaba pa tomá mate. Bajo el alero estaba y miraba como un tullido cómo la langosta se comía todo. No se le movía ni un pelo y durante vario día no dijo esta boca é mía. Y despué, de golpe, dijo vieja no vamo al pueblo, esto se terminó, carguen todo en la chata dijo, y todo corríamo a hacé lo que el viejo ordenaba sin chista porque estaba como loco, aunque no levantaba la vo. Y cuando hubimo cargao todo y estábamo todo listo, la vieja no quería salí del rancho y entonces el viejo fue y le dijo con calma salga vieja, salga de una ve, esto se terminó, qué le vamo a hacé, somo pobre, no tenemo suerte y vamo a probá suerte al pueblo. Pero la vieja que no se quería mové del lao el fogón, siempre llorando, y por fin el viejo lagarró diun brazo y larrastró al sulky. Y cuando salimo y cerramo la tranquera el viejo se quedó mirando el rancho un rato largo sin decí una palabra, pero creo questaba como queriendo llorá, hasta que se dio vuelta y dijo vamo, y así no fuimo pal pueblo con la perrada atrá. Te prometo que no quedaron ni lo piojo.

Durante un tiempo Carlucho permaneció en silencio, tomando su mate, mirando el suelo. Luego prosiguió.

—Bueno, como tiba diciendo, el viejo puso un puestito e carne con lanimale que le fiaba don Pancho y vivíamo en el rancho que había en el corralón, que también era de don Pancho.

—Entonces fue cuando vino el cirquito.

—Esato. Entonce el tata lalquiló el corralón por 50 nacionale.

—Cincuenta nacionale?

—Bah, cincuenta peso. Pero testoy hablando de 50 peso diaquel tiempo, peso fuerte. Entonce pusieron el cirquito. Tenía un picadero de 10 vara y había función lo jueve, lo sábado y lo domingo. Lo sábado y lo domingo matiné, vermú y noche.

Claro, cuando había público. A vece no había má que cinco o dié persona y entonce don Fernande apagaba lo farole e carburo, se ponía mal, tomaba caña y le pegaba a doña Esperanza, quera su mujé y equilibrista, y a Marialú quera lija y era lecuyere. También había un toni, quera lermano e doña Esperanza, pero no se metía cuando don Fernande le pegaba. Don Fernande hacía un número peligroso, tirando cuchillo.

—Y vos trabajabas también?

—Cuando no veía mi viejo. Prendía lo farole, llevaba ensere, cosita, bah. Ya me gustaba el circo y me quería í.

—Y te fuiste con don Fernández?

—No, cómo miba a í si apena tenía 13 años, si soy e la clase el 3… Y ademá al pobre don Jesú le fue tan mal que no sacó ni pa lo gasto. Mi viejo le pasaba un poco e carne y ello compraban galleta y así tiraron uno cuanto día, pero no había nada quehacé, vinieron con mala pata. Así que cuando levantaron la carpa no tenían lo 50 nacionale del alquilé y entonces don Fernande le quiso dejá al viejo el rifle que tenía pal número de puntería, pero el tata le dijo no don Fernande usté se lleva el rifle, cómo lo voy acetá si é pa un número. Así que se fueron y nunca má lo vimo. Una ve, cuando yo trabajaba al circo e lo hermano Rivero, en el Pergamino, supe que al fin se fundieron, vendieron la lona, el fusil y la chata, doña Esperanza se había muerto e una pulmonía doble, Marialú y el tío habían conseguido conchabo al circo Fassio, que andaba pol lao e Chacabuco y don Fernande estaba entregao a la bebida, y por eso no podía hacé ni el número el cuchillo ni el número e la puntería.

Carlucho se quedó pensativo. Luego Nacho le dijo que ahora le contara cuándo se fue con el circo. Una tímida y soñadora sonrisa apareció en la cara de Carlucho y contó:

—Qué tiempo, Nachito, qué tiempo… Pa serte sincero, é lépoca que má recuerdo, lépoca má linda e mi vida. Fue pal 22, yo estaba pionando a la estancia María Unzué Dalviar, pero cuando supe que había llegao el circo del Toni Lobandi bajé pal pueblo. Nelia Nelki aparecía vestida de hombre a un caballo blanco que arrastraba una cola larga que llegaba hastal suelo. Y despué aparecía el Toni Lobandi, que nunca hubo otro como él, se trepaba al caballo por la cola y mientra el caballo daba vuelta al compá de la música se iba sacando 25 chaleco e colore. Y Scarpini, el famoso claun argentino… Y despué había un número bárbaro en una jaula que abarcaba todo el picadero con un lión africano en libertá, el domador y un caballo negro como el carbón… Y despué venía la famosa Pirámide Humana de lo hermano Lopresti… Así que yo dije me voy con el circo y que sea lo que Dio quiera.

—Y te pusieron en la Pirámide Humana?

—Ma no, Nacho. Cómo miban a meté a la Pirámide si yo no sabía hacé nada? Qué te cré vo que son lo circo? Un circo é una cosa muy seria. Así que me conchabaron de pión. Limpiaba la bosta e lo caballo, barría la carpa, un poco e todo, te podé imaginá. Un pión de patio, bah. Pero cuando había función y me ponían el uniforme con alamare dorado y el kepi, no colocaban en do fila a lo costado, como un corredor, y por el corredor venía lo atleta, lo caballo, lo perro amaestrado, lo toni.

Despué, como vieron que yo aprendía rápido y tenía cuerpo entré a formá parte de la Pirámide. Pero despué de tré año, cuando murió uno de lo hermano Lopresti.

Estábamo al Pergamino, me recuerdo como si fuera hoy cuando Lobandi me dijo Carlucho éste é tu oportunidá y yo casi me muero. Tuve quir a un rincón oscuro pa que nadie me viera llorá. La gran ilusión de mi vida. Así empezó lépoca má importante de mi vida.

Carlucho se ha puesto de pie y empieza a iluminarse en el crepúsculo, mientras un mágico resplandor se desprende de su malla blanca como la nieve. Ahí están los cinco hermanos Lopresti, poderosos y radiantes bajo los focos de color. Ya se trepan con gracia y poderío sobre los hombros de hierro de Juan Lopresti. Y mientras se va construyendo la Pirámide Humana sobre sus hombros hercúleos, el redoble del tambor va haciéndose dramáticamente tenso hasta llegar a la cúspide.

Luego, uno después de otro, van saltando los hombres que la formaban, mientras el redoble del tambor se atenúa hasta desaparecer. Ahí están ahora todos alineados y saludan con gracia al público que los aplaude y luego la luz empieza a apagarse y el circo vuelve a ser el quiosco de diarios y cigarrillos y Carlucho vuelve a ser el hombre vencido por los años y las tristezas, como si un formidable resorte se hubiese aflojado en su interior.

—E, sí, Nachito… Aquello fueron tiempo maravilloso… Y aquello grande circo se fueron pa no volvé nunca má…

Nacho lo miró largamente y el silencio se hizo cada vez más hondo. Luego, aunque lo sabía, una vez más pregunta por qué dejó el circo.

—Estábamo a Córdoba cuando me lesioné lespinaso.

Su voz se quebró y durante un rato sorbió el mate.

—Lobandi me dijo vo Carlucho aquí siempre tendrá trabajo, pero yo le dije gracia don Lobandi pero prefiero irme. Porque yo trabajo de pión, como de lástima, no iba a hacé. Así que me vine pero tampoco quería que me vieran al pueblo y entonce Custodio Medina me dijo venite conmigo al frigorífico…

Acomodó algunos periódicos, emparejó la fila de los chocolatines y trató de que Nacho no le viera la cara. Ambos quedaron silenciosos, cada uno vuelto hacia su propio interior. La oscuridad ahora era casi total: la noche había bajado en puntas de pie.

Abbadón el exterminador
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
Section0116.xhtml
Section0117.xhtml
Section0118.xhtml
Section0119.xhtml
Section0120.xhtml
Section0121.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml