EXPOSICIÓN DEL DOCTOR ALBERTO J. GANDULFO

—Diga, Profesor, diga —lo incitó Quique—. Nous sommes tout oreilles.

S. se retiró al otro extremo de la sala, malhumorado.

—En una época remotísima la humanidad vivía en la esfera celestial. Constituía una inmensa familia que rodeaba al Divino Padre. No tenían cuerpo, era una comunidad de ángeles. Estos ángeles estaban dirigidos por una jerarquía espiritual denominada Satanás, una jerarquía de gran poder. Como puede tenerlo un general en tiempo de guerra. La ambición del poder, sin embargo, es lo que pierde a los seres, de cualquier naturaleza que sean. Y no por ser espiritual se carece de ambición. Así que la ambición comenzó a perturbar la conciencia de Satanás, que llegó a considerarse omnipotente como el Divino Padre, cuando en realidad carecía de la facultad creadora. Y comenzó a trabajar astutamente para rebelar la organización a su cargo, prometiendo jerarquías y poder.

—Como un militar ambicioso de cualquier paisucho, no, Profesor?

—Ni más ni menos. Debo decir que no todos los ángeles dependían de Satanás.

Pero los que dependían de él eran los más ambiciosos, o sea espiritualmente los menos puros.

—Pero, perdóneme, Profesor. Supongo que el Divino Padre no podía ignorar el complot. Digo, por su omnisciencia.

—Claro que no. Lo conocía, lo seguía. Y lejos de impedirlo, dejaba que esa idea arraigara y fermentara. La libertad de pensar y de obrar, instituida por el Divino Padre, es tan sagrada como el propio Creador. Dios no ha querido encadenar nuestra mente y nuestra voluntad de poder, porque habría sido privarnos de libertad parar el desarrollo de la conciencia, que es lo que nos hace progresar en el orden espiritual. Conocía, pues, el plan de los revoltosos, pero se adelantó a los acontecimientos provocando la división del infinito en cielo y tierra.

—Tiens! Con qué objeto, mi estimado Profesor?

—Ya verán. Los cielos fueron divididos en regiones para colocar las diferentes familias anímicas, según su calidad espiritual. La tierra era destinada a los seres egoístas. En la realización de esta idea, el Creador utilizaba a sus jerarquías. Entre ellos al propio Satanás o Jehová.

—Jehová!

—Sí. Es el nombre con el que después se hizo famoso por las Escrituras. Estas jerarquías eran verdaderos dioses. Elohim, en hebreo, que en castellano se ha traducido equivocadamente por Dios, en singular.

—Una aclaración, Profesor —dijo Beba.

—Cómo no.

—Usted ha dicho que Satanás y Jehová son el mismo ser.

—Sin duda. Debo decirles que es necesario develar un secreto fundamental. El Antiguo Testamento no es la palabra divina, como sostienen casi todas las doctrinas religiosas, incluso la católica. Hay tan sólo una parte de verdad, que se refiere a las etapas de la Creación. El resto es obra de Satanás, que la impuso a los patriarcas semitas bajo su dominio, y que hacían de portavoces de sus pensamientos y de sus actos bajo la apariencia de Supremo Creador.

—Un déguisé! Diabólico. Flagelante.

—Usted lo ha dicho. Una audacia que singulariza a esa entidad poderosa e invisible.

La de fingirse el Dios Verdadero y hacer que éste aparezca en su lugar, como entidad satánica.

Su voz era un poco chillona y didáctica: maestro de escuela que en lugar de explicar el mecanismo de la división está explicando una aterradora confabulación.

Su tono era imparcial y tranquilo. No parecía estar demostrando que el Demonio gobierna el mundo sino el teorema de pitágoras en un aula asoleada y limpia, mientras se espera el timbre del recreo.

—Este juego le ha sido posible a Satanás a partir del instante en que fue arrojado de la región celestial para convertirse en Dios de la Tierra. Tierra que viene gobernando por medio de nuestras pasiones, de nuestro egoísmo y de nuestra ignorancia. Ahora verán lo que sucedió con la ganadería.

—Con qué, doctor? —preguntó Beba.

—Con la ganadería. Abel representaba el ángel custodio de la ganadería, así como Caín lo era de la agricultura. Jehová, es decir Satanás, inspiró a Caín el asesinato de su hermano. Con qué objeto, se preguntarán ustedes.

—Efectivamente, Profesor.

—Muy sencillo. Eliminada la custodia del ganado, éste sería fácil víctima de la matanza para consumo del hombre. Con ese acto se anulaba la alimentación vegetal, instituida por el Divino Padre, sustituyéndola por los productos de la matanza.

—Notable. De modo que Caín viene a ser el protocarnicero. Sin él no existiría el negocio de las carnicerías —acotó Quique.

—Claro que no. El cambio tenía por objeto neutralizar el Plan Divino, porque la alimentación vegetariana es conservadora de la salud y además favorece la espiritualización de la humanidad. La alimentación animal o cadavérica acarrea enfermedades, acorta la vida, embrutece la conciencia, embota los sentidos, fomenta las pasiones, acrecienta el egoísmo. Además de constituir un producto inmoral, ya que todo lo que atenta contra la vida de un ser es una inmoralidad, un crimen. A esta situación se llega con el régimen cárneo, y es lo que mantiene a la humanidad en el más completo oscurantismo, impidiendo que pueda vislumbrar la verdad y elevarse espiritualmente.

—Interesante teoría, Profesor.

—No es una teoría, es un hecho demostrado. Otra cosa: Noé y el Diluvio. Miren cómo todo confirma lo anterior. Como Satanás era incapaz de crear seres humanos o animales, apartó a Noé, sus descendientes y sus respectivas proles de todas las especies un cierto número para la reproducción. Cuánta ingenuidad hay en los hombres cuando atribuyen una obra tan monstruosa, criminal y grosera al Divino Padre! Claro, Satanás no tenía el más mínimo interés en salvar las especies vegetales. Pero la Tierra, que estaba saturada de simientes desde la Creación, hizo que el reino vegetal reapareciese en virtud de su esencia espiritual.

—Buen chasco para Satanás.

—Por supuesto. Lo que demuestra, de paso, qué propenso es a cometer errores.

Pero, volviendo a lo que les estaba diciendo, tanto el hundimiento de la Atlántida como la destrucción de Sodoma y Gomorra, como el asesinato de Abel, como los males que desde entonces se desparramaron por la faz de la Tierra, son obra de Satanás. El Padre Celestial, que es la esencia de la bondad, no fue nunca ni puede ser un ente sanguinario y cruel, que pueda destruir con tanta ferocidad lo que creó con tanto amor. Doctos e ignaros, que atribuyen a Dios estos hechos horrendos viven engañados por Satanás.

Tenía algo de grotesca marioneta, daba la sensación de ser el muñeco que alguien maneja desde más arriba (pero quién y desde dónde?). O como el muñeco de un ventrílocuo que parece decir lo que Otro está hablando con inmóvil e impávido rostro. Había en él algo de artificioso o irreal. Y sin embargo se sentía que su mensaje era real, aunque ambiguo; temible, aunque divertido.

—Muy interesante, Profesor. Pero, cómo sabemos que efectivamente es Satanás y no el Divino Padre el autor de estas fechorías? No podría explicarse todo este desbarajuste, también, con un Padre sanguinario? —preguntó Beba.

—No, porque el Divino Padre es perfecto, y la perfección supone el bien. Pero hay otra prueba impresionante. El relato asirio del Diluvio. Coincide punto por punto con el relato judío, pero muestra que es el espíritu de mal el que gobierna la Tierra.

—De modo que los judíos ya empezaron a mentir desde el Diluvio. Ya empezaron con el periodismo malintencionado. Flagelante! —comentó Quique.

—Sin duda, señor. Después del Diluvio, Noé y los suyos sirvieron para la multiplicación de la especie. La consanguinidad fue inevitable y ya pueden ustedes imaginar si esas subrazas podrían ser comparables a aquellos admirables atlantes.

De una de estas subrazas, Satanás separó a una y le exacerbó sus pasiones y su egoísmo para manejarla a su antojo.

—Los judíos.

—Eso es. Y eligió a uno de los representantes de esa raza como portavoz terrenal.

Jehová le dice a Abraham: haré de tu nación una nación grande, deslumbrándolo de ese modo y ganándose su voluntad.

—No lo tome a mal, Profesor, pero desearía saber si usted es antisemita.

—Nada de eso, señor. Digamos en honor de esa raza que fue engañada por el demonio y que ese engaño sirvió para establecer el vínculo entre Israel y Satanás, vínculo que se ha conservado a través de los siglos por medio del pacto de la circuncisión, de la liturgia y de otros mandatos luciferinos, como la pascua por los sucesos de Egipto.

—Los sucesos de Egipto, Profesor?

—Por supuesto, sucesos evidentemente satánicos. Ya antes vimos cómo el Demonio cometió monstruosidades como el Diluvio, el hundimiento de los atlantes, la destrucción de ciudades enteras por el fuego. Para no hablar de los incestos y de los repugnantes crímenes de los sodomitas. Pero todo eso es nada al lado de las plagas que mandó sobre Egipto: ranas y piojos, granizo y langosta, moscas y pestes en el ganado. Qué les parece? Ahora fíjense lo que pasa con Cristo. Cristo era una de las jerarquías espirituales que asistían al Divino Padre. Los medios de que se valió Satanás para convertir al pueblo hebreo en su esclavo (a cambio de riqueza y protección) determinó al Padre Celestial a enviar a Cristo a la Tierra, corporizado en Jesús (de ahí el nombre de Jesús-Cristo) para emancipar a aquel pueblo de ese terrible tutelaje, si bien los beneficios de la misión se extenderían al resto de la humanidad. Para despertar la conciencia por obra del Mesías. De no ser así habríamos permanecido en la más completa ignorancia e ignorado el dominio satánico, confundiéndolo con el de la Divinidad. Advirtiendo la maniobra, Satanás trató en primer término de sobornar al Hijo de Dios, ofreciéndole los reinos del mundo y su gloria, tal como ya había sobornado con engaños al pueblo judío. Pero como Cristo rechazara el ofrecimiento con repugnancia, Satanás se propuso desbaratar la misión por los medios más inicuos. La prédica de Cristo abrió profundos surcos en el pueblo hebreo, y esa saludable reacción constituyó el más grave peligro para el dominio de Satanás. Fue entonces cuando el Dios de la Tierra dividió la opinión de los hombres e hizo que se acusara a Cristo de hereje, eligiendo a Judas para que lo entregase. El vil metal fue el medio de que se valió para corromper la conciencia de este discípulo, tal como el vil metal ha sido el corruptor de todos los tiempos y tal como la propia Iglesia ha desvirtuado su propia misión al supeditar al dinero los oficios religiosos. Pero vuelvo a la misión de Cristo. En realidad esa misión estaba dirigida especialmente a despertar al pueblo judío, pues era el que estaba más esclavizado a la influencia satánica, aunque fuera sin saberlo. Tal como todavía lo sigue estando. Por eso Cristo encarnó en el cuerpo de un judío, para influir como Espíritu de la Raza y provocar la reacción que tan ardientemente deseaba de ese pueblo contra el engaño.

—Pero, permítame. Profesor. Cómo el Padre Celestial no pudo prever que esa misión iba a fracasar? No sabía acaso que el pueblo judío iba a persistir en su error?

—Sí, claro que sí. Pero fue un fracaso parcial, porque la Verdad prendió en buena parte del pueblo elegido, y en la humanidad entera. En cuanto al resto, el pueblo hebreo que sigue creyendo en Jehová, sigue la misma trayectoria hasta hoy, bajo la sugerencia satánica.

No gritaba, pero S. no acertaba a comprender por qué le parecía que chillaba. Más bien era una voz penetrante: como uno de esos taladros que usan los ladrones nocturnos de cajas fuertes.

—No le parece, Profesor, que para ser una raza elegida y protegida por el Dios de la Tierra le ha ido bastante mal? Campos de concentración, etc.

—Ahí está: es precisamente porque ese pueblo no ha cumplido fielmente con su religión, es decir con los pactos, que Satanás decidió castigarlos con inquisiciones, degüellos, campos de concentración. Más de una vez ustedes habrán oído decir que Hitler fue un enviado de Satán, un Anticristo. Cuánta verdad inconciente hay en esas afirmaciones!

—Nos ha convencido, Profesor. Qué otras pruebas hay de la esclavitud judía a Satanás? —preguntó Beba.

—Muchas, muchas. Recuerden aquel pasaje en que Saulo reproduce las palabras de Cristo, convertido desde entonces en el Apóstol Pablo, para que predicase el evangelio entre judíos y gentiles: «Para que abras sus ojos, para que conviertas de las tinieblas a la luz, de la potestad de Satán a la de Dios». Y también aquellas palabras del Cristo en el Evangelio de San Juan, cuando les dice a los judíos: «De vuestro padre el Diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir». Más claro, imposible. Y ya lo dijo Satanás a Cristo: «Todo esto te daré si postrado me adorares». Que es lo que sin saberlo hacen los judíos. Adorar a Satanás, pues toda su liturgia está destinada a pedir riquezas materiales y la remisión de sus pecados cotidianos. El Divino Padre no es otorgador de bienes materiales. Y esto es lo que deberían tener presente los creyentes de cualquier religión, incluso los católicos: cuando pedimos riquezas o maldades es Satanás quien recibe nuestras peticiones, y es él quien las otorga a los que tienen afinidad con el mal, y así actúan como instrumentos de sus perversos designios. Los principales instrumentos de que se vale Satanás para ejercer su potestad son: primero, la ciencia médica…

—La ciencia médica?

—Sí, la ciencia médica. Segundo, el clero. Tercero el catolicismo. Cuarto, el judaísmo.

—Nos explica, Profesor, eso de la ciencia médica?

—Con todo gusto. El daño que ha hecho Satanás por medio de los médicos es tal vez el más grande de todos. Ni las guerras, ni las pestes, ni los crímenes ni los terremotos mandados por Jehová superan al monstruoso exterminio llevado a cabo por la medicina mediante el consumo de carne. Con esto ha embrutecido la conciencia individual y ha multiplicado las enfermedades.

—Pero, perdone Profesor, por qué Satanás quiere mantenernos enfermos, si somos sus aliados? No seríamos más útiles como sanos? Un ejército de raquíticos o rengos no es el mejor ejército del mundo.

—Verá, señor. De ningún modo conviene a Satanás que estemos sanos, porque la salud física es también salud espiritual. Y porque únicamente si somos sanos estamos en condiciones de vislumbrar la verdad. Al comer los cadáveres de nuestros hermanos inferiores no sólo cometemos una especie de antropofagia, puesto que son nuestros hermanos, sino que nos embrutecemos y nos volvemos más propensos al pecado, como se comprueba con la corrupción sexual, que es infinitamente mayor entre los consumidores de carne. Pero volviendo al crimen que cometemos con los animales, tengo experiencias muy interesantes. Los animales son como los niños, aprenden por medio del lenguaje humano y de la disciplina educativa. Las pruebas experimentales que he venido realizando me han dado espléndidos resultados y he podido comprobar que todos los animales sin excepción se elevan y se identifican con el hombre tan pronto como son sometidos a esa disciplina. Y para esa educación no debe emplearse más que el lenguaje humano, al cual responden de una manera que no puede calificarse sino de admirable. Canes, pájaros, gatos, palomas, gallinas se identifican con el que los educa.

—Algún idioma en especial, Profesor? —preguntó Quique.

—No, cualquiera. Cualquier idioma. Con tal que se les hable con precisión y paciencia.

—Digo, porque el alemán o el ruso deben de resultar más difíciles que el castellano.

Sobre todo para una gallina, disons.

—Nada de eso, señor. Es admirable, le digo que es admirable cómo es capaz de responder un can o una gallina.

—Entonces no se presentan problemas con las declinaciones del alemán o del ruso?

Le insisto, Profesor, no porque ponga en duda sus notables investigaciones sino porque yo mismo, cuando mi madre me obligaba a aprender el alemán, tenía muchos problemas con el acusativo o el dativo. Y del ruso, por lo que me han dicho, n’en parlons pas.

—Ninguna clase de problemas, señor. Es cuestión de paciencia, de aplicarse con cariño y tenacidad. Los que utilizan silbidos, interjecciones y sonidos guturales porque creen que los animales no les entenderían un lenguaje correcto cometen un grave error. Aparte de que tenemos el deber de elevar a nuestros hermanos inferiores mediante nuestro más elevado instrumento, que es el lenguaje. Usted educaría a sus niños con interjecciones y silbidos?

—No.

—Ya ve. Lo mismo con los hermanos inferiores. El reino animal constituye un arcano profundo velado por el Divino Creador. Y nosotros presentimos que este reino es tan sagrado que inmolar a los seres que lo componen es un crimen, una inmoralidad, un monstruoso acto, un atentado contra la ley natural de la convivencia terrestre y su finalidad evolutiva. Qué pensaríamos de un monstruo que se comiese a los niños que no pueden todavía hablar? Agregaré que mientras la carne embota la conciencia, como ya les expliqué, los vegetales la sensibilizan.

—Alguna verdura en especial, Profesor? Le digo porque yo soy muy afecto a la lechuga.

—A la lechuga? Excelente, señor. Pero no hay excepciones, cualquier clase de vegetales: lechugas, claro está, pero también espinacas, rabanitos, zanahorias.

Todo es bueno para sensibilizar nuestras conciencias. Observe a los animales herbívoros, como el caballo o la vaca: son mansos por naturaleza.

—Los toros también, Profesor? Digo, por eso de las corridas.

—Por supuesto, también los toros. Sólo por esa clase de salvajismo un animal noble y pacífico puede ser llevado a esas atrocidades. Deberíamos avergonzarnos de que la raza humana pueda llegar a esos extremos de crueldad y de salvajismo.

No son los toros los malos, créame, sino los españoles que asisten y fomentan esos crímenes. Le repito, todos los animales herbívoros son pacíficos. Compare un caballo con un tigre o con un buitre. La carne pervierte los sentidos y hace agresivos a los seres que la consumen.

—De modo que las guerras y los asesinatos son consecuencia del consumo de carne.

—No le quepa la menor duda, señora. Y no sólo nos hace insensibles al sufrimiento ajeno sino que nos encadena aún más al mundo físico. Y éste es el objetivo del plan satánico: impedirnos que conozcamos la Verdad, evitar así nuestra emancipación.

—De modo que la ciencia médica, Profesor…

—Podría hablarles durante días enteros de los horrendos crímenes cometidos por esa pretendida ciencia médica basada en el consumo de carne, en la idea de los microbios y los sueros. En uno de los pasajes del Antiguo Testamento se nos refiere que Jehová, es decir Satanás, creó las plagas de piojos, moscas y langostas para castigar al Egipto. Jesucristo, el Maestro de los Maestros, curaba las enfermedades expulsando del cuerpo del enfermo el espíritu inmundo, es decir los demonios, que son los verdaderos responsables de las enfermedades. Todas esas monstruosidades que los médicos llaman bacterias no son otra cosa que creaciones, que manifestaciones de Satanás. Y sólo son atacados por los microbios aquellos que viven al margen de la Ley Divina. De modo que la ciencia médica no cura y sólo se presta al juego satánico, creando y fomentando enfermedades.

—Así que si alguien es mordido por un perro rabioso no debe correr al Instituto Pasteur sino que debe buscarse a uno que le expulse los demonios?

—Exactamente.

—Y si no encuentra a uno que pueda hacerlo? O si no hay tiempo?

—Será una desgracia, pero es lo único que puede hacerse. Pasemos ahora al segundo instrumento a que me referí: el clero. Es el puntal más fuerte en que descansa el poderío de Satanás, a causa de la influencia que mantiene sobre una parte de la humanidad.

—Claro, como quien confía en la policía y luego resulta que está de acuerdo con los ladrones. Chesterton. Drôle de police!

—Ni más ni menos, señor. Basta una sola prueba: todo lo hacen por dinero. Desde un bautismo hasta una extremaunción. Y el dinero es el instrumento típico del demonio. Caramba, las ocho y media! Abreviaré. Los católicos. La conducta de la mayoría de los católicos demuestra la negación absoluta de su doctrina. Curas y católicos desvirtúan la religión por medio de sus pasiones y de su egoísmo. Unos y otros están ávidos de riqueza material y no retroceden ante ningún medio para obtenerla. En cuanto a los judíos, ya dije lo fundamental. Los semitas están unidos a Satanás, que ellos llaman Jehová, mediante el pacto de la circuncisión. Como en todo pacto diabólico no podía faltar la sangre. Pero debo abreviar, lamentablemente, ya que podría decir aún cosas de suma importancia. La lucha actual es una lucha satánica contra la Divinidad, una lucha cruel y despiadada tendiente a satanizar el mundo. Y la tierra se convertiría así en un trampolín para la disputa del poder universal. El ateísmo es el primer paso para la satanización del mundo. Por desgracia, el triunfo del satanismo equivaldría a nuestra eterna perdición, condenados entonces a subsistir en este infierno por medio de reencarnaciones.

—Que Dieu nous préserve!

—Adiós, señora. Adiós, señor. En otra ocasión más propicia seguiremos hablando de este tema que debería preocuparnos a todos.

Con pasitos saltarines, el doctor Gandulfo salió del departamento.

—Reencarnaciones! —exclamó Quique, elevando los brazos al cielo—. Lindo porvenir. Tal como nos comportamos, imaginate, un escalafón al revés de los militares: empezás como mariscal y en una de esas trabajás de perro de una coronela. Y con la burocracia que debe de haber. Un tipo muere, le parece oír que pasa a la categoría de berberisco, se pone en la cola, espera dos o tres siglos, cuando llega al mostrador consultan los libros, revuelven todo. Total, que el sujeto se equivocó, oyó mal, tenía que haber ido a la cola de los berberechos. Bueno, Bebuchka, yo también me voy. Este profesor me ha llenado de preocupaciones. Por de pronto voy a comer mi porción diaria de lechuga. Es sagrada, no la dejaría por nada del mundo. Y vos dejá de una vez ese whiskacho o vas a descender a la categoría de berberecho.

Inclinándose en la dirección de Sabato dijo «Maestro» y se fue.

—Payaso!

—Es un buenísimo tipo, un amigo de Mabel.

—No me refiero a ese pobre hombre.

Se levantó, miró distraídamente algunos libros en la biblioteca.

—Pobre infeliz. Como si el autor de EL MATRIMONIO PERFECTO tratara de explicar a las amas de casa con frigidez los inventos sexuales de Sade. Y ustedes pasándose de vivos. Riéndose. El diablo puede quedarse tranquilo. Juega con la verdad. Hace reír con pobres diablos como éste.

—Me vas a decir que el Dr. Gandulfo está anunciando una verdad teológica.

—Por supuesto, estúpida! Ustedes se ríen de las lechuguitas, pero en lo esencial está en lo cierto. Recordás lo que decía Fernando?

—Fernando Cánepa?

Sabato la miró con severidad.

—Te hablo de Fernando Vidal Olmos.

Beba levantó los brazos y dirigió sus ojitos al cielo, con divertido asombro.

—Lo único que faltaba. Que cites a tus propios personajes!

—No veo por qué no. Dios fue derrotado antes del comienzo de los tiempos por el Príncipe de las Tinieblas, es decir, por lo que luego sería el Príncipe de las Tinieblas.

Te estoy hablando con mayúscula, te lo advierto.

—No hay necesidad, te conozco. Pero no es exactamente lo que estaba predicando el profesor Gandulfo.

—Dejame ahora tranquilo con ese infeliz. Hay varias posibilidades, comprenderás.

Una vez derrotado Dios, Satanás hace circular la versión de que el derrotado es el Diablo. Y así termina de desprestigiarlo, como responsable de este mundo espantoso. Las teodiceas que luego inventan esos teólogos desesperados son acrobacias para demostrar lo imposible: que un Dios bueno pueda permitir que haya campos de concentración donde muera gente como Edith Stein, niños mutilados en Vietnam, inocentes convertidos en monstruos por la bomba de Hiroshima. Todo eso es un siniestro macaneo. Lo cierto, lo indudable, es que el Mal domina la tierra. Claro, no todo el mundo puede ser engañado, siempre hay hombres que sospechan. Y así, durante dos mil años han enfrentado la tortura y la muerte por atreverse a decir la verdad. Fueron dispersados, aniquilados y atormentados y quemados por la Inquisición. Ya que el Demonio no se va andar con chicas. Y bastaría la existencia de esa Inquisición para probar quién gobierna el mundo. Pueblos enteros fueron aniquilados o dispersados. Recordá los albigenses.

Desde la China hasta España, las religiones de estado (otras organizaciones del demonio) limpiaron el planeta de cualquier intento de revelación. Y puede decirse que casi lograron su objetivo.

—Por supuesto, casi. La excepción del profesor Alberto J. Gandulfo, por ejemplo.

—Seguí riéndote. Son pequeñas diabluras de Satanás. Hacer que un personaje ridículo exponga la verdad es una forma de condenar esa verdad al ridículo y por lo tanto a la inoperancia. A hombres como Gandulfo no sólo se les permite vivir: se los inspira para que hablen. Pero te sigo diciendo. Hay todavía otras fuentes de confusión aún más diabólicas. Algunas sectas que no pudieron ser aniquiladas, o que tal vez Satanás no las aniquiló ex profeso, se convirtieron a su vez en una nueva fuente de mentira. Pensá en los mahometanos. Según los gnósticos, el mundo sensible fue creado por un demonio llamado Jehová. Por largo tiempo, Dios deja que ese demonio obre libremente, pero al fin envía al Hijo para que temporariamente habite en el cuerpo de un judío. De ese modo se propone liberar al mundo de las falaces enseñanzas de Moisés, ese profeta de Jehová, es decir del demonio. De paso, recordá lo que Papini dice del Moisés de Miguel Ángel. Estaría Miguel Ángel en el secreto? Pero sigo el asunto: si se acepta que Jehová es el demonio, pero que con la llegada de Cristo ese demonio ha sido derrotado, enterrado en los infiernos (como piensan los mahometanos y otros gnósticos) lo único que se logra es fortificar la mistificación. Ahora, una doble mistificación.

Seguimos teniendo un mundo espantoso, Hiroshima y los campos de concentración se han producido después de la venida de Cristo, comprendés? En otras palabras: cada vez que se debilita la mentira, esta clase de infelices la consolidan y el Demonio reina tranquilo por algún milenio más, mientras el verdadero Dios está en los infiernos. Por eso permitió Satanás que los mahometanos se desarrollaran y levantaran semejante imperio. Hay que estar loco para suponer que basta con un fanático a caballo para dominar el mundo occidental durante varios siglos.

—Entonces?

La mirada de Beba era irónica.

—La conclusión de Fernando es inevitable. Sigue gobernando el Príncipe de las Tinieblas. Y ese gobierno se hace mediante la Secta de los Ciegos.

La conclusión le pareció tan clara que se habría echado a reír si no lo hubiese poseído el pavor.

—Y a vos?

Sabato la miró en silencio. Cuando llegó a su casa encontró la

Abbadón el exterminador
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