El «espíritu del capitalismo»: las bases ético-religiosas de la racionalidad occidental

Por tanto, en una historia universal de la cultura, y desde el punto de vista puramente económico, el problema central no es, en definitiva, el del desarrollo de la actividad capitalista (solo cambiante en la forma), desde el tipo de capitalista aventurero y comercial, del capitalismo que especula con la guerra, la política y la administración, a las formas actuales de economía capitalista; sino más bien el del origen del capitalismo industrial burgués con su organización racional del trabajo libre[35].

Se encuentra en esta declaración de intenciones, en las primeras páginas de la obra que lo hizo más famoso y discutido durante el siglo XX, La ética protestante, el «problema central» de donde parte el estudio de Weber sobre los procesos históricos, económicos, sociales y culturales que le dieron forma al Occidente europeo y norteamericano de la primera modernidad.

Con este ensayo de 1905, escribe su mujer Marianne, «la estrella de Weber vuelve a brillar una vez más después de que, a causa de la grave crisis nerviosa, el estudioso se viera obligado a renunciar de forma dramática al ejercicio de sus energías vitales»[36]. De hecho, en los resultados de la investigación sobre la «génesis» económica del mundo moderno[37] es donde Weber, en cierto sentido, aborda directa y científicamente los síntomas de ese «malestar en la cultura» que percibió a partir de sus propios equilibrios psicofísicos ya a finales del siglo XIX con respecto a la radicalización de ciertos fenómenos propios del proceso de modernización de su tiempo. De hecho, dado que el origen y la naturaleza del capitalismo es un problema que las ciencias histórico-sociales y económicas tratan inmediatamente después de su acaecimiento, a caballo entre los siglos XIXXX, Weber se propone aplicar en el ámbito del capitalismo moderno occidental la metodología teorizada anteriormente. Esta operación le permite responder a las teorías coetáneas —además de la marxista, cabe destacar las posiciones de sus colegas Sombart y Brentano, con quienes dialoga durante todo el ensayo—, extendiendo la mirada sociológica «económicamente orientada» al resto del mundo no europeo y al mismo tiempo reflexionar sobre las dinámicas que desde la ética religiosa pasan por la conducta económica y se estructuran en las formas de gobierno de la administración pública. El capitalismo moderno supone, de hecho, para Weber la manifestación específicamente económica de ese fenómeno de racionalización más general que afecta a Occidente desde la esfera científica a la artística, desde el ámbito del derecho al de la música, incluso en el gusto y en la proyección arquitectónica.