Sociología, historia, economía. Las ciencias «comprensivas» de la realidad

El regreso de sus viajes por Suiza e Italia y la vuelta también a la enseñanza e investigación coinciden con el cambio de siglo y con el inicio de una nueva experiencia editorial colectiva, la que Weber emprende con sus amigos Edgar Jaffé y Werner Sombart en la revista Archivo para ciencias sociales y política social, fundada en 1903. Por el nombre y la naturaleza de las contribuciones de Weber, la revista muestra una tendencia más explícita con la interacción entre los términos del estudio histórico-social y las consiguientes aplicaciones de sus resultados a la realidad política.

Como se ha dicho antes, el perfil de estudioso interdisciplinario de Weber no permite hacer un análisis exclusivamente cronológico de las fases de investigación y producción científica —en cierta manera, un «período histórico» al que sucede un «período económico» y luego un «período sociológico», como las etapas «azul» o «rosa» de Picasso—. Sin embargo, es cierto que entre la vuelta a la actividad y la publicación de la célebre La ética protestante y espíritu del capitalismo (1904-1905), se concentra con mayor ahínco en la teorización sistemática de la «doctrina de la ciencia» y en su aplicación «objetiva» como disciplina «que comprende» los sistemas culturales y sociales activos en la realidad (La «objetividad» del conocimiento en la ciencia social y en la política social, 1904). La «doctrina de la ciencia», por tanto, se va sistematizando en Weber con la relación particular entre factores culturales específicamente religiosos y económicos y su trato «causal» con los procesos históricos y las dinámicas sociales constitutivas de la realidad del mundo moderno, en especial el occidental.

El primer ámbito de interés es, naturalmente, la sociedad alemana, de mayoría burguesa y capitalista, a la que, como ya hemos visto, pertenece nuestro autor; también la conoce a fondo mejor que cualquier otra, pero, por otra parte, aunque vive en su seno con plena convicción, sigue observando de manera crítica sus procesos de transformación. Remontándose histórica y culturalmente a los factores religiosos, es decir, éticos, económicos y culturales sobre los que se fundamenta la sociedad capitalista alemana de su tiempo, Weber llega a comprender sociológicamente qué proceso condujo a la hegemonía dominante del trabajo industrial, a la posterior optimización de la productividad y a la radicalización del fenómeno de burocratización de la sociedad y de la política. El trabajo, dominado por la empresa y la industria, parece haberse convertido en la versión inherente, terrenal, mundana, secularizada al máximo nivel, de la vocación ascética trascendente propia de la primera formación social de carácter económico de la historia moderna de Alemania: la que nace con la Reforma protestante.

En esta fase en que se debaten las diferentes teorías económicas, sociológicas e históricas presentes en la discusión sobre las revistas científicas, Weber procede a la teorización sistemática del «condicionamiento recíproco» entre acontecimientos económicos y extraeconómicos, en especial entre los primeros y las creencias religiosas. En 1904, un viaje a Estados Unidos con Ernst Troeltsch, con motivo del Congreso de las Artes y las Ciencias de Saint Louis al que lo invita el filósofo Hugo Münstenberger, le ayuda a concebir la definición más conseguida de su teoría. Weber presenta un informe con el revelado título de Problemas agrarios alemanes en el pasado y el presente: una suerte de reflexión esquemática de los primeros estudios preparatorios sobre la historia agraria alemana y las reflexiones sociológicas más maduras sobre la situación socioeconómica en la Alemania actual. En el congreso, Weber tiene también la posibilidad de profundizar en sus estudios sobre ética protestante y sobre las interconexiones con la mentalidad económica occidental moderna. Para las investigaciones realizadas hasta entonces sirven de gran apoyo empírico la experiencia y el estudio de las comunidades anabaptistas y puritanas estadounidenses. En estas, las diversas creencias religiosas parecen guiar la ética económica local hacia formas específicas de capitalismo industrial (Las sectas protestantes y el espíritu del capitalismo, 1906). Los contextos históricos más extremos parecerían, de hecho, los terrenos de experimentación teórica más productivos y convincentes, ya que son capaces de mostrar las caracterizaciones actuales de los modelos teóricos de referencia, es decir, los que Weber denomina «tipos ideales». Entre estos contextos extremos, la situación de Rusia en 1905, devastada por la revolución popular contra las políticas del régimen zarista, representa el campo de estudio apropiado para señalar algunos «equívocos» teóricos que Weber le atribuye a la teoría económica de su «rival» Karl Marx. Weber, que ya sabe manejarse en las fuentes rusas, aplica el nuevo enfoque analítico también al imperio zarista, reino extenso con un poder absoluto, políticamente anacrónico por sus dimensiones y por sus condiciones socioeconómicas, es decir, en el extremo opuesto del «tipo» de capitalismo industrial moderno empíricamente construido en La ética protestante. Basándose en esta «tipificación» teórica, Weber se opone a las posturas económicas de Marx y del materialismo que subordinan los fenómenos sociales a la univocidad determinante del factor económico y que, además, parecen ignorar el papel estructural de la industria. Defensor de la especificidad necesaria de una economía industrial para el desarrollo de una sociedad capitalista que cumpla con el modelo teórico, Weber comprueba en La situación de la democracia burguesa en Rusia y la transición de Rusia a un constitucionalismo aparente la interdependencia entre las condiciones económicas específicas y de los fenómenos culturales y religiosos de esa sociedad, y el inmovilismo de las instituciones políticas zaristas. Por el efecto de la incoherencia culpable entre las formas del poder constituido y la realidad material contingente es por lo que las condiciones económicas y los sucesos trágicos en la sociedad rusa resultan estar aún más «causalmente» relacionados: unos como aseveraciones derivadas de las otras (Estudios críticos sobre la lógica de las ciencias de la cultura, 1906).

El esfuerzo continuo e incansable por cumplir con unos objetivos de investigación cada vez más amplios y exigentes —«Quiero ver cuánto puedo aguantar» parece que le respondió a quien le preguntaba adonde quería llegar con sus investigaciones[10]— es cada vez más constringente y produce una magnífica cosecha de escritos entre 1907 y el estallido de la primera guerra mundial. La persistencia de los trastornos psicopatológicos y una sensación de intolerancia hacia las formalidades y la rutina académica, asimismo, encuentran una afortunada resolución al recibir Weber una cuantiosa herencia que le permite retirarse parcialmente de la enseñanza para dedicarse al estudio y la investigación. La actividad científica, unida a la afluencia cotidiana de estudiosos y jóvenes universitarios —entre los ya citados, están también Georg Simmel, Gyórgy Lukács y Ernst Bloch— durante estos años de gran agitación teórica en las diferentes y opuestas escuelas del pensamiento sociológico alemán, hacen que el período comprendido entre 1907 y 1914 sea el de máxima producción para Weber Además, por medio de los círculos intelectuales, las revistas y las actividades de los congresos de la Sociedad Alemana de Sociología (1908), halla espacio para exponer en público su postura respecto a los fenómenos de su época como erudito y, a la vez, como crítico capaz de «comprender» el mundo moderno en sus caracteres constitutivos y en sus transformaciones (Sobre algunas categorías de la sociología comprensiva, 1913).