La «neutralidad valorativa» de las inagotables «ciencias de la realidad»
La ciencia social a que queremos dedicarnos es una ciencia de la realidad. Pretendemos comprender en su peculiaridad la realidad vital que nos rodea y en la cual estamos inmersos: por un lado, la conexión y la significación cultural de sus fenómenos singulares en su contextura actual, y por otro, los motivos de su modo histórico de ser así y no de otra manera[18].
Abordar, cada vez en mayor medida, nuevos problemas desde nuevos puntos de vista en el plano científico nos muestra la realidad en sus conexiones y proporciona instrumentos y materiales útiles para su resolución. Las ciencias histórico-sociales son para Weber, a diferencia de lo que afirman sus colegas «de cátedra», disciplinas hasta cierto punto objetivas, pero en sus resultados del todo «libres de valor», por tanto no necesaria ni universalmente válidas según un «juicio de valor» ideológico e inmutable. Esto les permite tanto a los objetos como a los investigadores ser elegidos y elegir a través de un método analítico fundado y lógico en el plano de la construcción conceptual, pero siempre relativo, es decir, disponible a partir de la que Rickert define como «relación de valores».
¿De qué se trata?
La «relación de valores» rickertiana reelaborada por Weber —esto es, privada del carácter absoluto y trascendente con el que Rickert cubría los valores a priori admitidos en el análisis— es el acto con el que el investigador, basándose en determinados puntos de vista e intereses, selecciona el material empírico estableciendo el ámbito de su investigación. El «juicio de valor», en cambio, es lo que Weber define como la toma de posición valorativa o prescriptiva, por ejemplo, de la escuela histórica o del materialismo, que en lugar de dirigir la investigación hacia el objeto de su interés, dirige el juicio hacia la aprobación o la reserva respecto al objeto mismo de estudio. Partiendo de esta base, además, en oposición al materialismo histórico que implica la univocidad del fenómeno económico a partir de un «juicio de valor» y con la doctrina de la escuela histórica que restringe el campo de investigación histórica a un sistema de valores objetivos, universales y necesarios —a saber, que el estudio histórico es una investigación con un «número cerrado» de candidatos juzgados en razón del valor—, la teoría weberiana propone una hipótesis amplia y en consonancia con las reflexiones contemporáneas de la filosofía fenomenológica.
Al ser las ciencias histórico-sociales «ciencias de la realidad», y al estar la realidad formada por una infinidad inagotable de fenómenos, los cuales a su vez pueden ser observados por una variedad igualmente ilimitable de puntos de vista, se deduce que cada punto de vista desde donde se la observe y cada objeto histórico que caiga bajo la atenta mirada del investigador pueden constituir legítimamente un nuevo ámbito de la investigación histórico-social donde se hace necesario un método analítico concreto y objetivo, si bien válido de forma unilateral. Así pues, ¿incluso para las ciencias histórico-sociales, según Weber, existe una cuestión de «validez»?
Si las ciencias weberianas están llamadas a «describir» y no a juzgar los fenómenos de la realidad por cómo son en relación a los valores, el principio de validez que el investigador tiene derecho a utilizar es el que se aplica no al fenómeno en sí, sino a los valores como medios empleados en su «realización», la cual se contempla así desde el punto de vista de la obtención del objetivo y no de la aprobación o la censura de este. El juicio científico, así, afecta solamente a la «técnica de los medios» y no a la validez de los objetivos, en ello consiste la «neutralidad valorativa» en las ciencias sociológicas y económicas que:
se refiere al aspecto «técnico», lo que quiere decir —como ya se ha mencionado— al «medio» necesario para un fin dado unívocamente. Nunca se eleva a la esfera de las valoraciones «últimas»[19].
Frente a la inagotable plenitud del mundo, de los fenómenos, de los objetos, de las relaciones que en ellos se manifiestan, la elección del investigador, a pesar de estar orientada de forma individual por un orden específico de valores, debe en primer lugar construir un sistema empírico que lo haga capaz de realizar un análisis «técnico» de los valores «en relación al objetivo». Así es como, teniendo que establecer los criterios de validez en la relación entre medios y objetivos de realización de los fenómenos analizados, la disciplina histórico-social se legitima a sí misma como saber nomológico —es decir, como código de construcciones empíricas, racionales o lógicas— y los resultados de la indagación como formas de conocimiento útiles para la orientación de la acción en la realidad social, económica y cultural circundante.
«Imputación» y «causación» son los términos clave de este momento de la doctrina de la ciencia de Weber. Describen —en la medida en que lo delimitan, tanto literal como metafóricamente— el proceso metodológico que conduce a la validación de la investigación histórico-social en sentido lógico-experimental. Para poder confirmarse de manera legítima como «ciencia de la realidad» pero rechazando, para hacerlo, la adopción nomológica de las ciencias positivas naturales o la rigidez economicista de la escuela histórica, la teoría metodológica weberiana subraya la importancia de los instrumentos lógicos y la peculiaridad de las estrategias empíricas que el científico histórico-social debe saber aplicar correctamente a los objetos de estudio. Esto es, para garantizar la objetividad de dichas investigaciones, el científico ya no puede adoptar el supuesto causa-efecto propio del esquema interpretativo clásico: existen causas necesarias a las que siguen determinados efectos. Debe acogerse, aplicando los instrumentos lógicos específicos del sistema de valores relativo al objeto de análisis, a un grupo localizado de condicionamientos que no siempre se dan a priori y de modo definitivo, sino que, más bien, son «condicionados», es decir, relativos a los componentes causales del transcurso específico del fenómeno estudiado. La «imputación» de un conjunto de causas a las que atribuir determinadas consecuencias de un fenómeno individual es un camino metodológico que presupone en el observador una gran capacidad analítica de las contingencias condicionales en las cuales se observa el fenómeno y, al mismo tiempo, un conocimiento general de las causas y de los fenómenos por medio de construcciones lógico-racionales. Solo suponiendo que ningún conocimiento jamás podrá serlo de forma exhaustiva es como el estudioso puede «escoger» antes y analizar después el campo específico de su investigación revisando los factores que lo determinan y siendo capaz de establecer un «esquema de relaciones» útil para valorar la posibilidad objetiva en base al grado de «causación» de cada uno. Weber asocia la importancia particular de estos instrumentos de indagación al ámbito específico y las exigencias científicas propias de la investigación histórica, por el hecho de que el historiador debe poder aislar y elegir un acontecimiento histórico en el que centrarse y valorarlo basándose en los componentes causales que lo han hecho posible en ese contexto y a los que se les puede «imputar» un grado decisivo de «causación» que habría cambiado su curso para siempre.
Según el nivel de «explicación causal» que cada uno de los compuestos considerados aporta a la construcción empírica del científico, estos se colocan en la escala nivelada de «causación» creada conceptualmente por Weber como medio de valoración objetiva de los fenómenos, en especial de los fenómenos históricos, valoración que se produce «no mediante la simple observación del proceso» —explica Weber—, «sino en forma de proceso conceptual […] que realizamos pensando en uno o varios de los componentes causales objetivos del proceso transformados en una dirección determinada, y preguntándonos si, en las condiciones así transformadas del acontecimiento, se debería “haber esperado” la misma consecuencia […] o cualquier otra»[20].
Cuando la exclusión hipotética de algunos componentes causales lleva —durante la elaboración empírica del estudioso— a consecuencias radicalmente diferentes de las del proceso real, la hipótesis de su importancia fijada como premisa por el estudioso queda comprobada en gran medida, y el factor queda a un nivel de «causación adecuada». Por el contrario, cuando, en el análisis hipotético del comportamiento de un fenómeno en la realidad, la exclusión de un factor no produce ningún resultado relevante, entonces el estudioso puede considerarlo a un nivel de «causación accidental» y, por consiguiente, excluirlo de la conexión de factores útil tanto para la comprensión objetiva de ese fenómeno como para la construcción racional pertinente. La escala de valoración weberiana avanza, así —según un espectro extremadamente vasto y diferenciado, correspondiente a las manifestaciones ilimitadas de los casos empíricos—, desde el nivel máximo de «causación adecuada» al nivel mínimo de «causación accidental», marcados por el condicionamiento imprevisible de los márgenes de «error de pensamiento» o «error de cálculo», como a menudo ocurre al comprobarse el historial de las batallas, en las cuales se puede prever la existencia en ambos frentes de la lucha de planos racionales de conducción de la guerra, a pesar de que además exista siempre la determinación de un resultado a favor de uno sobre el otro.
La determinación del significado cultural de un fenómeno dado de la realidad sobre la base del nivel de causación de los factores que lo hacen objetivamente posible constituye la teorización que hace Weber de las ciencias histórico-sociales como ciencias «comprensivas» de la realidad. En el umbral entre indagación empírica y construcción de un conocimiento histórico-social amplio, a su manera nomológica y por tanto objetivamente válida para la comprensión tanto de la historia antigua como del presente, está la construcción de la unidad metodológica de base: el «tipo ideal».