La ética económica de la religión. El «punto de vista» de la sociología weberiana
En 1905, Max Weber publica en el Archivo para ciencias sociales y política social un ensayo titulado La ética protestante y el espíritu del capitalismo, donde expone los resultados del primer experimento práctico del estudio sociológico basado en la «doctrina de la ciencia».
Si quisiéramos traducir el ensayo al vocabulario metodológico weberiano establecido en la primera parte de este libro, se podría resumir la obra de la siguiente manera: siendo el capitalismo una construcción conceptual «ideal-típica» —como el Estado, la Iglesia o el feudalismo—, la investigación prospectiva de sus manifestaciones en la realidad histórica, orientada según puntos de vista subjetivos libremente elegidos por el investigador, lleva a la descripción de las condiciones particulares de su realización en el contexto europeo occidental burgués. Para la manifestación especial del capitalismo occidental, de hecho, más allá de los aspectos puramente económicos en juego, Weber es consciente de la necesidad de tener en cuenta también los que en su diccionario de método se podrían definir como «económicamente relevantes»: las ideas de conducta práctico-racional en su conexión con los valores propuestos por las creencias mágico-religiosas. El capitalismo occidental europeo, tema seleccionado subjetivamente por Weber como primer campo práctico del método, le sugiere al investigador que lo investigue más detenidamente que valorando tan solo las premisas económicas del progreso técnico e industrial en el contexto político de principios del siglo XIX. Por lo demás, mediante la «insuficiencia» de los factores económicos, entre otras cosas, «ideológicamente» considerados como definitivos, se establece la distancia científica entre él y Marx, a pesar de que ambos tengan en común el enfoque heurístico de la economía. Según Weber, la importancia de los factores extraeconómicos se analiza también a través de la relación de causación «inversa» que los conecta con los factores económicos. De ahí la elección de observar el fenómeno desde el «punto de vista» de los condicionamientos que la fe protestante ejerce sobre la conducta práctica de los individuos y sobre la especial «ética» económica resultante.
El análisis histórico de este particular «tipo» de capitalismo, nacido y desarrollado en el corazón de Europa junto a la Reforma protestante en su versión ascética y calvinista, es, por estas y otras razones que se analizarán en su debido momento, una investigación prospectiva en tanto que está orientada según el punto de vista unívoco de la relación causal entre religión y economía en la sociedad burguesa occidental, tal y como se ha expresado en el transcurso de la historia moderna. Este primer experimento, que más tarde Weber respalda con una teorización más desarrollada sobre la sociología de la religión en su contribución experimental al ámbito de las religiones universales, abre la investigación económica y política desde donde había partido con sus primeros pasos en el Archivo, junto a sus amigos Jaffé y Sombart, hasta un conocimiento más profundo del fenómeno económico. El comportamiento económico, la «acción social racionalmente orientada», puede hallar, en las premisas conceptuales ideal-típicas weberianas, explicaciones causales en factores no «económicamente puros» que residen en el espacio múltiple y complejo de la subjetividad humana, el de la concepción religiosa y/o moral de la existencia. En este sentido, experimenta y teoriza la inversión de las lógicas de la escuela histórica y las del materialismo marxista, para las que la única dirección de causalidad entre factores agentes en el campo histórico-social es la que va de las causas económicas a los efectos culturales, de la estructura a la superestructura.
Esta reflexión sobre los orígenes del capitalismo le permite a Weber abordar, en el ámbito de su sociología de la religión, la cuestión fundamental de la especificidad occidental respecto a las demás grandes civilizaciones. Según el pensador alemán, la particularidad histórica y cultural de Occidente residiría en la manera en que este ha teorizado y promovido de forma sistemática la adopción de una acción, individual y colectiva, de tipo racional. Esta forma mentis es la que le ha permitido a Occidente imponer su superioridad sobre otras culturas, a menudo instándolas u obligándolas a una transformación de sus estructuras tradicionales por medio de la adopción de modos «occidentales» de gestión de la existencia individual y social.
De ahí la critica que se hace, en las fases más recientes de la recepción del pensamiento del estudioso alemán, a la supuesta superioridad moral de algunas «razas» sobre otras, y que se dejaría ver en aquellos casos en que Weber describe el proceso de adopción «universal» del modelo de capitalismo europeo. Estas críticas indican más bien la imposición que los regímenes coloniales llevaron a cabo en los territorios no europeos de los sistemas económicos de origen, impidiendo la autodeterminación de los pueblos autóctonos. Sin embargo, no se trata, sostiene desde el principio Weber, de una supuesta «superioridad moral» occidental, sino más bien de una mayor eficacia práctica de ese sistema que lo benefició en términos de difusión, si bien las formas del capitalismo de fuera de Europa no han resultado ser en modo alguno su reflejo exacto. Mediante la aplicación en esos determinados contextos de su método histórico-social, y gracias al amplio conocimiento de la historia y de la cultura de esos países a través de la literatura secundaria, Weber identifica la causa de este distinto «destino de la razón», principalmente en la falta del mismo condicionamiento ético-económico por parte de creencias religiosas por muchos aspectos distintas a las del protestantismo secularizado occidental. Del conjunto de las consideraciones sobre la sociología de las religiones, Weber genera, entre otras cosas, sus reflexiones en el ámbito de la ciencia política y, más concretamente, de las instituciones estatales definidas y determinantes de los contextos particulares del desarrollo capitalista y económico. Ahora es el momento de entrar en la validez de estos ensayos y de los resultados teóricos obtenidos por la investigación en el ámbito económico-social de la Alemania y la Europa contemporáneas y por el estudio sistemático de la historia de los últimos siglos de desarrollo de la civilización occidental, cuyas particularidades, como las define Weber, le permitieron difundirse y ser adoptada «universalmente».