La «acción social»: el tipo ideal de la sociología
A casi diez años de la primera elaboración metodológica y en constante debate con las posturas teóricas de su amigo Georg Simmel[31] en 1913 Weber ayuda a la sociología a dar el paso más grande que jamás antes había dado en el extenso ámbito de la realidad objeto de la investigación histórico-social.
Tras probarla ya en parte en el análisis del comportamiento económico de las sociedades capitalistas de orientación religiosa protestante —como bien se verá en las próximas páginas—, Weber propone la autonomía disciplinaria de la sociología y, en consecuencia, la posibilidad de erigir un edificio teórico y metodológico dedicado a ella que no esté inmediatamente conectado con el de la historiografía y las demás disciplinas sociales. Abandonar la casa-madre metodológica, renovada en sus piedras angulares por el mismo Weber hasta 1903, significa para la sociología guardar todo lo descartado e intentar procurarse otros medios de sustento científico frente a la realidad: un hatillo cargado de objetos, herramientas, métodos y objetivos «viables» para su nueva condición epistemológica. Entre otros, los conceptos «típico-ideales» sufren los efectos más significativos en el plano de la redefinición teórico-metodológica en este proceso de traslado al edificio autónomo de la sociología. Aquí se les pide que actúen en un campo de investigación distinto del de la indagación original; el nuevo campo se presenta con características completamente diferentes del anterior, por lo que el empleo de los «tipos ideales» para la sociología exige la creación de líneas de investigación más específicas. Después de haber separado la dirección histórica de la sociológica —a la vez que se establece la hipótesis de que en el caso concreto se puedan realizar formas de relación entre los dos esquemas de funcionamiento—, para Weber es esencial, pues, en primer lugar redefinir el ámbito de investigación de la sociología «comprensiva», o de una disciplina capaz de ofrecer un punto de vista analítico de la actividad humana no ya construido en su proceso histórico, sino en su posición social actual. De ahí que la premisa weberiana de que la «acción humana» en lo social sea el verdadero centro de la sociología «comprensiva» y de ahí que su cometido inminente, respetando esta definición, sea el de construir «tipos ideales» específicos referentes a las expresiones del comportamiento humano, basándose en las mismas características de homogeneidad, repetición y persistencia —o no— entre el modelo y el fenómeno que se habían establecido para el método originario de las ciencias histórico-sociales. ¿De cuántas actitudes está formada la realidad social en la que vivimos? ¿Cuántos propósitos dan sentido al comportamiento de un individuo? ¿Y qué medios está dispuesto u obligado a utilizar para alcanzar ese objetivo dicho individuo?
Todas las posibles combinaciones entre causas, fines, propósitos y medios de acción le sirven a Weber para construir «ideal-típicamente» la uniformidad de la acción social, que consiste en el hecho de que esta última está «intencionadamente» referida a la acción de los demás; también el hecho de que siempre se pueda referir a ella la define, es decir, la hace posible; y por último, que esta tiene sentido únicamente sobre la base de la referencia específica a la conducta ajena. A este primer nivel de acción interindividual se añade, en el análisis general de la acción social —es decir, dirigido a los demás—, un grado más de definición que tiene en cuenta la «acción en comunidad» y la «acción asociativa» (o «acción en sociedad»), que son niveles de comportamiento social en referencia a las «intenciones», a las «expectativas» y a las «oportunidades» que una persona tiene para poder contar con las consecuencias de esa acción.
Con «acción en comunidad», Weber se refiere a una acción social basada en las «intenciones» de quien actúa con respecto a un sistema de relaciones humanas intrínsecas e integradas, «dotadas de sentido» en la comunidad o grupo contingente de referencia. Con «acción en sociedad», se refiere al «tipo ideal» de la acción en comunidad que además:
- esté dotada de sentido en relación a unas expectativas que se mantengan sobre la base de ordenamientos;
- la «apreciación» de estas tenga lugar de manera meramente «racional respecto al objetivo», respecto a la acción de los individuos asociados que se prevé como consecuencia;
- su orientación dotada de sentido se efectúe de manera subjetivamente «racional respecto a su objetivo»[32].
Por ejemplo, se puede aprehender la «posibilidad objetiva» de la conducta de un ladrón o de un estafador —escribe más adelante Weber— solo fijándonos en su expectativa con respecto al comportamiento de otros, que actúa de conformidad con las leyes y reglas del juego, mientras el ladrón orientado al objetivo del robo y el estafador orientado al objetivo de la estafa las infringen de forma racional. Pero ¿en qué sentido un comportamiento se define «racional respecto a su objetivo»? ¿Y existen, en consecuencia, actitudes irracionales o racionales respecto a alguna otra cosa?
En las siguientes formulaciones de la metodología sociológica y de sus categorías empíricas, Weber considera y examina estructuras y procesos colectivos e individuales que siempre hacen más o menos posibles las acciones sociales, además de las consecuencias previsibles de estas, atribuyendo las distintas abstracciones a cuatro tipos ideales básicos de acción social[33]. En una escala decreciente respecto al nivel de inteligibilidad y de racionalidad de la acción o de la inacción social del individuo, encontramos:
- la «acción social racional respecto a su objetivo», por la cual el hombre-agente social identifica (subjetivamente) los fines y utiliza los medios (subjetivamente) eficaces para alcanzar dichos fines. Este primer nivel destaca especialmente porque es una acción integral y se basa en el requisito de medios —todos los necesarios— con vistas al objetivo. Según Weber, este tipo de acción caracteriza al mundo moderno, que a través de cualquier medio intenta obtener el máximo nivel de organización técnico-científica (acción racional respecto a su objetivo);
- la acción «racional respecto a su valor» que, por el contrario, se basa en la incondicional creencia en el valor de un comportamiento respecto a ciertos fines indiscutiblemente válidos. En este caso, el agente acepta de forma racional los riesgos (ventajas y desventajas) de la acción por la «fe» que deposita en la «relación de valores» en la que tal acción está inspirada.
A continuación, se encuentran en la misma escala dos tipos ideales de acción «no racionales»:
- la acción «afectiva» de un agente impulsado por circunstancias emocionales, estados de ánimo y de humor contingentes;
- la acción «tradicional» motivada por la costumbre, que responde a un uso establecido por la práctica en el tiempo, o a las costumbres de un determinado contexto y, por tanto, obedece a un dictado radicado en la tradición y en la memoria, aunque no necesariamente «correcto».
Los dos primeros tipos de acción social son los atribuibles a la «asociación», los otros a la «comunidad»: la segunda se sustenta sobre la común pertenencia afectiva o tradicional, subjetivamente sentida por todos los miembros; la otra se define por la disposición de los participantes a la acción en función de intereses o vínculos de interés motivados racionalmente con vistas a cierto objetivo o sistema de valores.
Como se deduce de la descripción de cada uno de los niveles básicos de comprensión analítica de la acción social, para Weber el sociólogo debe ser capaz de «comprender» ese comportamiento social concreto poniéndose del lado del sujeto agente y no desde el punto de vista del observador externo. Por este motivo, el carácter de subjetividad relativo al nivel de racionalidad e irracionalidad de la acción o de la inacción es el elemento central del estudio sociológico weberiano. El método aquí descrito se construye, como ya hemos visto, sobre la tipificación ideal como forma abstracta de teorización general cuyos objetivos de estudio, sin embargo, son exclusivamente perceptibles en las manifestaciones específicas y únicas observables de la realidad. «Comprender», tanto para la sociología como para todas las ciencias histórico-sociales, prevé un procedimiento mediado por la observación de fenómenos particulares y singulares —«lo que es»— sin conceder espacio epistemológico a la supuesta capacidad «psicológica» del observador científico para dar explicaciones generales y universales —«lo que debe ser»— sin mediación empírica, y por la única e intrínseca afinidad con los caracteres esenciales del fenómeno humano observado. Y sobre la misma base metodológica, la fase «comprensiva» de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1906) coincide con la aparición de la necesidad de una investigación sociológica del tipo ideal de la acción racional respecto al objetivo —es decir, la acción económica— concerniente al capitalismo moderno en sus fases de desarrollo, pero sobre todo en las condiciones culturales que han influido en sus dinámicas desde el principio. De esta forma, el espectro de los comportamientos analizados y teorizados por Weber no solo se «multiplica» en el ámbito de las modulaciones posibles entre las distintas imputaciones causales, sino que además se «especializa» en referencia a la realidad política con la definición de los tipos ideales de poden
Teniendo ya claro el esquema metodológico weberiano, basado en la construcción del tipo ideal, se hace necesario examinar el más famoso y ambicioso ensayo del método, que se da en el ámbito de la investigación socioeconómica en torno a uno de los temas más discutidos de la contemporaneidad: las bases del capitalismo occidental moderno.