La batalla metodológica de Maratón

No hace mucho, un historiador italiano definió la historia como un «campo de batalla»[21], superponiendo en su reflexión los acontecimientos violentos y militares que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX a la representación metafórica de las posturas interpretativas que se enfrentan en la disciplina historiográfica. La historia como ciencia es un terreno en el que colisionan distintas escuelas de pensamiento con el fin común de estudiar los hechos que, al estallar, convierten la historia en una evolución de valores y objetivos que chocan unos contra otros.

Cien años antes de esta definición, sucedió algo parecido en la discusión metodológica entre Weber, en plena teoría sobre el método de las ciencias histórico-sociales, y su ilustre colega e historiador alemán de la antigüedad Eduard Meyer (1855-1930): ámbito de confrontación, la batalla de Maratón (490 a. C.) entre griegos y persas[22]. ¿Por qué razón? Weber es quien quiere batir a su rival en un campo que le es tan familiar al segundo, especialmente partiendo del supuesto de que «nadie ha ilustrado como él [Meyer] plástica y claramente el “alcance” histórico-universal de las guerras persas para el desarrollo cultural occidental»[23].

Entonces, ¿dónde representa la batalla de Maratón un terreno de enfrentamiento científico entre los dos si estos están aparentemente de acuerdo en su significado histórico? El problema para Weber es el proceso —o mejor dicho, el no proceso— lógico con el que Meyer llega a su conclusión, la cual, a su vez, debería poder explicar también de manera racional por qué al historiador y, por tanto, al mundo deberían parecerles interesantes los acontecimientos de aquella batalla Meyer sostiene, y Weber no lo niega, que en el campo de Maratón, persas y griegos no solo desplegaron dos ejércitos armados, sino también dos posibilidades de desarrollo: por un lado, la primacía de una cultura religioso-teocrática y, por otro, el espíritu helénico libre. Meyer defiende asimismo, en sus estudios sobre la Antigüedad, que el resultado de la batalla tuvo que ver principalmente con una «decisión» entre estas dos posibilidades: la victoria de los griegos en Maratón decidió en favor del mundo espiritual heleno, el cual pudo prosperar calando en la cultura occidental durante los siglos que siguieron. Con la derrota, los persas vieron quebrada para siempre la realización de su posibilidad de desarrollo. Pero —se pregunta en este momento Weber— «¿cómo ocurrió esto, considerado de manera lógica?»[24]. Si explicamos esta pregunta en términos más weberianos sería: ¿cómo puede Meyer afirmar empíricamente que un acontecimiento histórico individual —como la batalla de Maratón—, escogido entre otros miles que han quedado fuera del conocimiento histórico universal, sea, además de un objeto de interés para el historiador, también un fenómeno con un significado histórico objetivo? Eduard Meyer, contrarío a la «sobrevaloración» de los estudios metodológicos en favor de la «praxis de la historia», es defensor de una suerte de mezcla teórica entre el historicismo místico que funda el saber histórico sobre la experiencia práctica del estudioso, y la intuición espiritual, ese tipo de psicologismo del conocimiento que se basa en el carácter «ontológico» de la situación histórica de una determinada época. Ningún método ni significado objetivo basado en un procedimiento lógico-empírico, según Weber, justifica la conclusión también válida de Meyer. Sin embargo, es necesario un procedimiento que escoja, entre la serie «infinita» de los factores que han determinado ese acontecimiento, una serie «finita» de factores «causalmente relevantes» y aclare, más tarde, el alcance causal de dichos factores. Esto se consigue construyendo un cuadro «ideal» basado en la exclusión hipotética de algunos componentes causales reales y la valoración —el «juicio de posibilidad objetiva»— de las consecuencias, más o menos diferentes de las reales, que así se determinan. «Sin la valoración de dichas “posibilidades” —alega Weber— y de los insustituibles valores culturales que están “vinculados […] a esa decisión, sería imposible determinar el ‘significado’; y además sea virtualmente imposible comprender por qué nosotros no la consideramos equivalente a una escaramuza entre dos tribus de kafires o de indios, y no debemos tomarnos en serio los estúpidos ‘principios directivos’ de la Historia universal […]”»[25].

La «comprensión» de ese significado —el desarrollo de la cultura occidental de huella helénica— tiene lugar gracias a la construcción de un recorrido metodológico que toma de las fuentes materiales y del vasto conocimiento histórico sobre dicho acontecimiento los parámetros para la valoración hipotética de los componentes causales de los que «esperarse» la «posibilidad objetiva» de que un hecho suceda según las mismas normas.

El de Weber es, por tanto, un modelo explicativo que no tiende a la constitución de la historia como saber nomológico determinista, hecho de leyes universales y necesarias del devenir, que juzga los acontecimientos basándose en su adecuación a «principios directivos» predeterminados de la historia, la posición de Meyer y de los modernos historiadores.

El saber histórico-nomológico de Weber es un saber «condicional», basado en la explicación causal de las condiciones que hacen posibles los acontecimientos en un determinado y único ámbito del futuro.

Cien años después de la polémica con Meyer, en el campo de batalla de la historia como disciplina en la actualidad, Weber encontraría tal vez otros contendientes mejor armados de teorías y elaboraciones conceptuales para la comparación «causal» de los fenómenos en el devenir de la historia Estos estudiosos aún más «modernos» podrían, de hecho, criticar a Weber por la sentencia ética que precisamente él, teórico de la ciencia «libre de valor», en la disputa con Meyer, remite a la «escaramuza» entre kafires o indios. El giro poscolonial de la historiografía reciente se propone, simplificando, contrastar la marca eurocéntrica dominante del saber histórico que —fundado científicamente— hasta tiempos muy recientes, ha ignorado el punto de vista y las condiciones de posibilidad, es decir, el significado histórico de todo el sistema-mundo extraeuropeo, sin olvidar el peso que tuvo sobre esto el fenómeno de la colonización europea Estos nuevos estudiosos, quizá, durante el proceso de comprensión de la historia reciente en estos territorios según el método de la construcción de modelos conceptuales ideales, podrían plantearle la pregunta resentida que él le hacía a Meyer sobre Maratón: «¿No podría haber ocurrido de una manera diferente?».