[1751] Las sycæ, o higueras, formaban la decimotercera región, que fue embellecida por Justiniano. Desde entonces lleva los nombres de Pera y Galata. El origen etimológico del primero de ellos es obvio, pero el del segundo es desconocido. Véanse Du Cange, Constantinopol., l. I, c. 22, y Gyllius, De Byzant., l. IV, c. 10. <<

[1752] Lo que equivale a ciento once estadios, que pueden traducirse en millas griegas modernas (cada una equivale a siete estadios), o a seiscientas sesenta —a veces sólo seiscientas— toesas francesas. Véase D’Anville, Mesures Itinéraires, p. 53. <<

[1753] Una vez asentada la extensión de Babilonia y Tebas por los antiguos textos que las describen, ya reducidas las exageraciones y rectificadas las medidas, hallamos que estas célebres ciudades ocupaban la amplia, aunque no increíble, circunferencia de unas treinta [48,28 km] o treinta y cinco millas [56,32 km]. Compárese las Mém. de l’Acad. des Inscriptions (t. XXVIII, p. 235) de D’Anville con su Description de l’Egypte (pp. 201-202). <<

[1754] Si dividiéramos a Constantinopla y a París en cuadros iguales de cincuenta toesas francesas [97,3 m], la primera contendría ochocientas cincuenta y la última, mil ciento sesenta de estas divisiones. <<

[1755] La suma de sesenta mil libras de oro es tomada de [Pseudo] Codino, Antiquitates Constantinopolitanæ, p. 11 [p. 23, ed. Bonn]; pero este dudoso autor probablemente no estaba acostumbrado a calcular, a no ser que haya extraído el dato de fuentes seguras. <<

[1756] En cuanto a las selvas del Mar Negro, consúltese a Tournefort, carta XVI. Por las canteras de mármol de Proconeso, véase Estrabón, l. XIII, p. 588. Estas canteras habían proporcionado materiales para los hermosos edificios de Cízico. <<

[1757] Véase el Código Teodosiano, l. XIII, tít. IV, leg. 1. Esta ley está fechada en el año 334 y se dirigía al prefecto de Italia, cuya jurisdicción se extendía sobre África. El comentario de Godofredo merece consultarse. <<

[1758] «Constantinopolis dedicatur pœne omnium urbium nuditate» (san Jerónimo, Chron., p. 181). Véase Codino, pp. 8-9 [p. 16 y ss., ed. Bonn]. El autor de las Antiquitat. Const. (l. III; apud Banduri, Imperium Orientale, t. I, p. 41) enumera a Roma, Sicilia, Antioquía, Atenas y una larga lista de otras ciudades. Puede suponerse que de las provincias de Grecia y Asia Menor han recogido el más rico botín. <<

[1759] Hist. Compend., p. 369 [t. I, p. 648, ed. Bonn]. Cedreno describe la estatua o, más bien, el busto de Homero con gusto esmerado, lo cual indica que copió el estilo de una época más afortunada. <<

[1760] Zósimo, l. II [c. 30], p. 106. Chron. Pasch., p. 248. Du Cange, Constantinopol., l. I, c. 24. Incluso, el último de estos escritores parece confundir el Foro de Constantino con el de Augusto o patio del palacio. No estoy seguro de haber distinguido bien lo que corresponde a uno o a otro. <<

[1761] La descripción más tolerable de esta columna es la de Pocock (Description of the East, t. II, parte II, p. 131); pero aun en muchos puntos titubea y no es bastante clara. <<

[1762] Du Cange, Constantinopol., l. I, c. 24, p. 76, y sus notas ad [Ana Comnena,] Alexias, p. 382. La estatua de Constantino o Apolo fue derribada en el reinado de Alejo Comneno. <<

[1763] Tournefort (carta XII) es quien lo mide en cuatrocientos pasos. Si cuenta pasos geométricos de cinco pies cada uno, tenía trescientas toesas [583,8 m] de largo, cuarenta más que el gran circo de Roma. Véase D’Anville, Mesures Itinéraires, p. 73. <<

[1764] Los guardianes de las sagradas reliquias se alegrarían de poder presentar pruebas tan evidentes como las que se pueden alegar en esta ocasión. Véanse Banduri, ad Antiquitat. Const., p. 668, y Gyllius, De Byzant., l. II, c. 13. I) Con Herodoto y Pausanias puede probarse la original consagración del trípode y el pilar en el templo de Delfos. II) El pagano Zósimo concuerda con tres escritores eclesiásticos —Eusebio, Sócrates y Sozomen— en que los sagrados ornatos del templo de Delfos fueron trasladados a Constantinopla por orden de Constantino; entre ellos se menciona particularmente el pilar serpentino del Hipódromo. III) Todos los viajeros europeos que han visitado Constantinopla, desde Buondelmonte hasta Pocock, lo describen en el mismo sitio y de modo similar; las diferencias se deben al maltrato que el objeto recibió por parte de los turcos: Mahomet II rompió la mandíbula inferior de una de las serpientes de un hachazo. Thevenot, l. I, c. 17. <<

[1765] Los griegos adoptaron el nombre latino cochlea, lo que sucede con frecuencia en la historia bizantina. Du Cange, Constantinopol., l. II, c. 1, p. 104. <<

[1766] Los puntos topográficos que indican la ubicación del palacio son tres: I) la escalera que comunicaba con el Hipódromo o Atmeidan; II) un pequeño puerto artificial en la Propóntide, desde donde unas gradas de mármol conducían a los jardines del palacio; III) el Augusteum, un espacioso patio, del cual una parte era ocupada por la fachada del palacio y la otra, por la iglesia de Santa Sofía. <<

[1767] Zeuxipo era uno de los sobrenombres de Júpiter. Los baños formaban parte de la antigua Bizancio. Du Cange no ha tropezado con la dificultad de designar su verdadera ubicación. La historia los coloca cerca de la iglesia Santa Sofía y el palacio, pero el plano original, inserto en Banduri, los sitúa al otro lado de la ciudad, cerca del puerto. En cuanto a sus bellezas, véanse Chron. Pasch., p. 285, y Gyllius, De Byzant., l. II, c. 7. Cristodoro (véase Antiquitat. Const., l. VII) compuso inscripciones en verso para cada estatua. Era un poeta tebano, tanto por su ingenio como por su nacimiento: «Bœotum in crasso jurares aere natum». <<

[1768] Véase Notitia. Roma contaba sólo con mil setecientas ochenta casas grandes o domus; pero esta voz debía tener una significación más elevada. No se menciona en Constantinopla ninguna ínsula. La antigua capital se componía de cuatrocientas veinticuatro calles; la moderna, de trescientas veintidós. <<

[1769] Luitprando, Legatio ad Imp. Nicephorum, p. 153. Los griegos modernos han desfigurado completamente las antigüedades de Constantinopla. Los yerros de los escritores turcos y árabes son perdonables; pero es extraño que los griegos, que poseían auténticas fuentes en su propio idioma, prefiriesen la ficción a la verdad y se apartasen de la verdadera historia. En una sola página de Codino podemos encontrar doce equivocaciones imperdonables: la reconciliación de Severo con Níger, el casamiento de sus hijos, el sitio de Bizancio por los macedonios, la invasión de los galos, que requirió la presencia de Severo en Roma, los sesenta años que trascurrieron desde su muerte hasta la fundación de Constantinopla, etcétera. <<

[1770] Montesquieu, Grandeur et Décadence des Romains, c. 17. <<

[1771] Temistio, Orat. III, p. 48, ed. Hardouin. Sozomen, l. II, c. 3. Zósimo, l. II, p. 107. Excerpta Vales., p. 715. Si pudiésemos dar crédito a Codino (p. 10) [p. 20 y ss., ed. Bonn], Constantino mandó construir casas para los senadores siguiendo los planos de los palacios romanos, y los honró con el placer de una grata sorpresa; sin embargo, en toda esta historia abundan ficciones e inverosimilitudes. <<

[1772] La ley con la que el joven Teodosio, en el año 438, abolió esta dependencia puede hallarse entre las novellæ de este emperador al final del Código Teodosiano, t. VI, nov. 12. Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, p. 371) evidentemente ha confundido la naturaleza de estos estados. Esta condición se aceptaba como una gracia en la donación de un patrimonio imperial; si se hubiera impuesto sobre una propiedad particular, sería considerada como una carga. <<

[1773] Los fragmentos de Zósimo, Eunapio, Sozomen y Agatias que se refieren al aumento de los edificios y los habitantes de Constantinopla están corroborados por Gyllius (De Byzant., l. I, c. 3). Sidonio Apolinar (en Panegyr. Anthem. 56, p. 279, ed. Sirmond) describe las moles arrojadas al mar, que estaban formadas por la famosa piedra puzolana, que se endurece con el agua. <<

[1774] Sozomen, l. II, c. 3. Filostorgio, l. II, c. 9. [Pseudo] Codino, Antiquitat. Const., p. 8 [p. 16, ed. Bonn]. Según Sócrates (l. II, c. 13), la ración diaria de la ciudad consistía en ocho miríadas de σίτου, que podemos traducir, con Valesio, por modios de grano o considerar que hace referencia a la cantidad de panes. <<

[1775] Véanse el Código Teodosiano, l. XIII y XIV, y el Codex Justin., ed. XII, t. II, p. 648, ed. Ginebra. Véase la elegante queja de Roma en el poema de Claudiano, De Bello Gildonico, V. 46-64.

Cum subiit par Roma mihi, divisaque sumsit

Æquales Aurora togas; Ægyptia rura

In partem cessere novam. <<

[1776] El Código Justiniano menciona las regiones de Constantinopla y la Notitia del joven Teodosio las designa particularmente; pero, como las cuatro últimas no están dentro de las murallas de Constantino, cabe dudar de que esta división de la ciudad sea la que realizó el fundador. <<

[1777] «Senatum constituit secundi ordinis; Claros vocavit» (Excerpta Vales., p. 715). Los senadores de la antigua Roma tenían el título de clarissimi. Véase una curiosa nota de Valesio ad Amiano Marcelino XXII, 9. Según la carta XI de Juliano, parece que el cargo de senador era considerado más como una carga que como un honor; pero el abate de la Bléterie (Vie de Jovien, t. II, p. 371) ha probado que esta carta no se refería a Constantinopla. ¿No podemos leer, en vez del célebre nombre de Bισανθήνοις, el desconocido, pero más probable, de Bιζαντίοις? Bisanto o Redestos, hoy día Rodosto [actual Tekirdağ], pequeña ciudad marítima de Tracia. Véanse Esteban de Bizancio, De Urbibus, p. 225 [ed. Lugd. Bat. 1694], y Celario, Geographia Ant., t. I, p. 849. <<

[1778] Codex Theodos., l. XIV, 13. El comentario de Godofredo (t. V, p. 220) es extenso, pero dudoso; verdaderamente no es fácil asegurar en qué consistía el jus italicum luego de que la libertad de la ciudad fue comunicada a todo el Imperio. <<

[1779] Juliano (Orat. I, p. 8) celebra a Constantinopla como superior a todas las demás ciudades, tanto como era inferior a Roma. Su erudito comentador (Spanheim, pp. 75-76) justifica este lenguaje con varias comparaciones y hechos contemporáneos. Zósimo, así como Sócrates y Sozomen, floreció luego de que el Imperio se dividiera entre los dos hijos de Teodosio, que establecieron una perfecta igualdad entre la antigua capital y la moderna. <<

[1780] [Pseudo] Codino (Antiquitat. Const., p. 8 [p. 17, ed. Bonn]) afirma que la fundación de Constantinopla se realizó el 26 de septiembre del año del mundo 5837 (año 329) y que la ciudad fue dedicada el 11 de mayo de 5838 (año 330). Además, conecta estas fechas con varios momentos característicos, que se contradicen entre sí. La autoridad de Codino es de poco peso, y el término de un año parece insuficiente. Para Juliano (Orat. I, p. 8), el plazo fue de diez años. Spanheim, que deslinda la verdad (pp. 69-75) con ayuda de dos pasajes —el de Temistio (Orat. IV, p. 58) y el de Filostorgio (l. II, c. 9)—, establece un período que va desde el año 324 hasta el 334. Los críticos modernos no están de acuerdo sobre este punto de la cronología; sus diferentes opiniones se hallan esmeradamente descritas en Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, pp. 619-625. <<

[1781] Temistio, Orat. III, p. 47. Zósimo, l. II, p. 108. El mismo Constantino en una de sus leyes (Codex Theodos., l. XV, tít. I [¿leg. 23?]) da a conocer su impaciencia. <<

[1782] Cedreno y Zonaras, fieles a la superstición que prevalecía en su época, nos aseguran que Constantinopla estaba consagrada a la Virgen Madre de Dios. <<

[1783] El relato más exacto de esta extraordinaria ceremonia se encuentra en la Crónica Alejandrina, p. 285. Tillemont y los demás amigos de Constantino se han ofendido con el aire de paganismo, que no cuadra a un príncipe cristiano; tenían derecho a dudar de ello, pero no a omitirlo. <<

[1784] Sozomen, l. II, c. 2. Du Cange, Constantinopol., l. I, c. 6. «Velut ipsius Romæ filiam» es la expresión de san Agustín, De Civ. Dei, l. V, c. 25. <<

[1785] Eutropio, l. X, c. 8. Juliano, Orat. I, p. 8. Du Cange, Constantinopol., l. I, c. 5. El nombre de Constantinopla está estampado en las medallas de Constantino. <<

[1786] El sagaz Fontenelle (Dialogues des Morts XII) aparenta burlarse de la vanidad de la ambición humana, y parece triunfar con el desacierto de Constantino, cuyo nombre inmortal se ha perdido por la común denominación de Estambul, corrupción turca de ἐις τἡνπόλιν. Con todo, el verdadero nombre se conserva aún: I) por las naciones de Europa; II) por los griegos modernos; III) por los árabes, cuyos escritos son muy vagos sobre la vasta extensión de sus conquistas en Asia y África (véase D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, p. 275); IV) por los turcos más instruidos; V) por el mismo emperador en sus decretos. Cantemir, History of the Othoman Empire, p. 51. <<

[1787] El Código Teodosiano fue promulgado en el año 438. Véase Godofredo, Prolegomena ad Cod. Theodos., c. I, p. 185. <<

[1788] En su comentario, Pancirolo le asigna a la Notitia la misma fecha que al Código Teodosiano; pero sus pruebas o, más bien, conjeturas son muy débiles. Me inclino a ubicar a esta útil obra entre la división total del Imperio (año 395) y la victoriosa invasión de Galia por los bárbaros (año 407). Véase [Buat,] Hist. ancienne des Peuples de l’Europe, t. VII, p. 40. <<

[1789] «Scilicet externæ superbiæ sueto, non inerat notitia nostri [quizá nostræ]; apud quos vis Imperii valet, inania transmittuntur» (Tácito, Annal. XV, 31). La variación del estilo de libertad y sencillez al de formalidad y esclavitud está bien descrita en las cartas de Cicerón, Plinio y Símaco. <<

[1790] El emperador Graciano, después de confirmar una ley de precedencia publicada por Valentiniano, el padre de su divinidad, continuó así: «Siquis igitur indebitum sibi locum usurpaverit, nulla se ignoratione defendat; sitque plane sacrilegii reus, qui divina præcepta neglexerit» (Codex Theodos., l. VI, tít. V, leg. 2). <<

[1791] Consúltese la Notitia Dignitatum al final del Código Teodosiano, t. VI, p. 316. <<

[1792] Pancirolo, ad Notitiam utriusque Imperii, p. 39. Pero su relato es oscuro y no distingue adecuadamente los emblemas pintados de los rótulos de oficios. <<

[1793] En las Pandectas que pueden llegar a referirse a los reinados de los Antoninos, clarissimus era el título que se solía dar a los senadores. <<

[1794] Pancirolo, pp. 12-17. No he hecho mención de los dos tratamientos inferiores, perfectissimus y egregius, que se daban a muchas personas que no habían ascendido a la dignidad senatorial. <<

[1795] Codex Theodos., l. VI, tít. VI. Las reglas de precedencia han sido fijadas con minuciosa escrupulosidad por los emperadores, e ilustradas con idéntica prolijidad por su erudito intérprete. <<

[1796] Codex Theodos., l. VI, tít. XXII. <<

[1797] Ausonio (en Gratiarum Actio) se refiere sin ahínco a este indigno asunto, mientras que Mamertino (Panegyr. Vet. XI [X], 16, 19) lo hace con mayor libertad e ingenio. <<

[1798] «Cum de Consulibus in annum creandis, solus mecum voluntarem […] te Consulem et designavi, et declaravi, et priorem nuncupavi» son algunas de las expresiones que el emperador Graciano dirigió a su preceptor, el poeta Ausonio. <<

[1799]

Immanesque… dentes

Qui secti ferro in tabulas auroque micantes,

Inscripti rutilum cælato Consule nomen

Per proceres et vulgus eant.

(Claudiano, De Consulatu Stilichonis III, 346.)

Montfaucon ha representado algunas de estas tablas o dípticos; véase el suplemento de L’Antiquité expliquée, t. III, p. 220. <<

[1800]

Consule lætatur post plurima secula viso

Pallanteus apex: agnoscunt rostra curules

Auditas quondam proavis: desuetaque cingit

Regius auratis fora fascibus Ulpia lictor.

(Claudiano, In VI Consulatu Honorii 643.)

Desde el reinado de Caro hasta el sexto consulado de Honorio, hubo un intervalo de ciento veinte años durante el cual los emperadores estuvieron siempre ausentes de Roma el primer día del año. Véase la cronología de Tillemont, t. III, IV y V. <<

[1801] Véase Claudiano, In Cons. Probini et Olybrii 178, etc., y In IV Cons. Honorii 585, etc.; aunque en el último no es fácil distinguir las insignias de emperador de las de cónsul. Ausonio recibió de la liberalidad de Graciano una vestis palmata, un traje de Estado, en el que estaba bordada la imagen de Constantino. <<

[1802]

Cernis et armorum proceres legumque potentes

Patricios sumunt habitus; et more Gabino

Discolor incedit legio, positisque parumper

Bellorum signis, sequitur vexilla Quirini?

Lictori cedunt aquilæ, ridetque togatus

Miles, et in mediis effulget curia castris?

(Claudiano, In IV Cons. Honorii 5.)

Strictasque procul radiare secures.

In Cons. Prob. et Olybr., 231.) <<

[1803] Véase Valesio, ad Amiano Marcelino, l. XXII, c. 7. <<

[1804]

Auspice mox lætum sonuit clamore tribunal

Te fastos ineunte quater; solemnia ludit

Omina Libertas: deductum Vindice morem

Lex servat, famulusque jugo laxatus herili

Ducitur, et grato remeat securior ictu.

(Claudiano, In IV Cons. Honorii 611.) <<

[1805] «Celebrant quidem solemnes istos dies omnes ubique urbes quæ sub legibus agunt; et Roma de more, et Constantinopolis de imitatione, et Antiochia pro luxu, et discincta Carthago, et domus fluminis Alexandria, sed Treviri Principis beneficio» (Ausonio, Gratiarum Actio [p. 715, ed. Amsterdam 1671]). <<

[1806] Claudiano (In Cons. Mallii Theodori 279-331) describe, de modo sagaz y lleno de imaginación, los diversos espectáculos del circo, el teatro y el anfiteatro exhibidos al público por el nuevo cónsul. Ya estaban prohibidos los sanguinarios combates de gladiadores. <<

[1807] Procopio, Hist. Arcana, c. 26. <<

[1808] «In Consulatu honos sine labore suscipitur» (Mamertino, Panegyr. Vet. XI [X]). Esta idea exagerada del consulado es tomada de un discurso (Orat. III, p. 107) pronunciado por Juliano en la servil corte de Constancio. Véase abate de la Bléterie (Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXIV, p. 289), quien se complace en seguir los vestigios de la antigua constitución, los que suele encontrar en su acalorada imaginación. <<

[1809] Los casamientos entre patricios y plebeyos estaban prohibidos por las Leyes de las XII tablas; y los hechos atestiguan que la costumbre se mantuvo más allá de la ley. Véase, en Livio (IV, 1-6), el orgullo de familia provocado por el cónsul y los derechos del género humano protegidos por el tribuno Canuleyo. <<

[1810] Véase la vívida descripción de Salustio, en De Bello Jugurth., sobre el orgullo de los nobles e, incluso, del virtuoso Metelo, que no podía tolerar la idea de que el honor del Consulado recayese en el desconocido mérito de su teniente Mario (c. 64). Doscientos años antes, la familia de Metelo formaba parte de los plebeyos de Roma, y por la etimología de su nombre, Cæcilius, hay fundamento para creer que estos altaneros nobles provenían de un vivandero. <<

[1811] En el año 800 de Roma, quedaban pocas familias patricias, no sólo de las antiguas sino también de las creadas por César y Augusto (Tácito, Annal. XI, 25). La de Escaro (una rama del patricio Emilio) quedó en un estado tan degradado que su padre, que ejercía el comercio del carbón, sólo pudo legarle diez esclavos y unos escasos treinta mil reales (Valerio Máximo, l. IV, c. 4, n. 11. Aurelio Víctor, sobre Escaro [Anónimo, De Viris Illustribus, c. 72]). La familia se salvó del olvido gracias al mérito del hijo. <<

[1812] Tácito, Annal. XI, 25. Dion Casio, l. III [c. 42] p. 693. Las virtudes de Agrícola, que fue nombrado patricio por el emperador Vespasiano, honraron a aquella antigua clase; sin embargo, sus antecesores sólo tenían derecho a la nobleza ecuestre. <<

[1813] Si efectivamente Vespasiano hubiese nombrado de una vez mil familias patricias —como Casaubon cree entrever en las afirmaciones de Aurelio Víctor (ad Suetonio, Cœsar, c. 42; además véanse Hist. August., p. 203 [Trebelio Polión, Claud., c. 3], y Casaubon, «Comment.», p. 220)—, esta decadencia no se hubiera producido. Un número tan extravagante es incluso excesivo para todo el orden senatorial, a no ser que incluyamos todos los caballeros romanos distinguidos con el uso de la laticlavia. <<

[1814] Zósimo, l. II [c. 40], p. 118; y Godofredo, ad Codex Theodos., l. VI, tít. VI. <<

[1815] Zósimo, l. II, pp. 109-110. Si no poseyéramos el satisfactorio relato de la división del poder y las provincias de los prefectos pretorios, habríamos titubeado reiteradamente entre los copiosos apuntes del código y la minuciosidad de la Notitia. <<

[1816] Véase una ley del mismo Constantino. «A præfectis autem prætorio provocare, non sinimus» (Codex Justin., l. VII, tít. LXII, leg. 19). Carisio, escribano contemporáneo de Constantino (Heinecio, Hist. Juris Romani, p. 349), que considera esta ley como un principio fundamental de la jurisprudencia, compara a los prefectos pretorios con los maestres de caballería de los antiguos dictadores. Pandect., l. I, tít. XI. <<

[1817] En la exhausta situación del Imperio, Justiniano instituyó un prefecto pretorio para África y le concedió un honorario de cien libras de oro. Codex Justin., l. I, tít. XXVII, leg. I. <<

[1818] Respecto de ésta y otras dignidades del Imperio, basta referirse a los amplios comentarios de Pancirolo y Godofredo, quienes esmeradamente han recogido y ordenado todos los materiales auténticos e históricos. Howell (Hist. of the World, t. II, pp. 24-77) se ha basado en estos autores para compendiar el estado del Imperio Romano. <<

[1819] Tácito, Annal. VI, 11. Eusebio, Chron., p. 135. Dion Casio, en el discurso de Mecenas (l. LVII [c. 21], p. 675), describe las prerrogativas del prefecto de la ciudad según estaban establecidas en su época. <<

[1820] La notoriedad de Mesala ha sido inferior a su mérito. En su juventud, Cicerón le recomendó su amistad a Bruto. Mesala siguió el estandarte de la República hasta que fue derribado en los campos de Filipo; luego, aceptó y mereció la gracia del más moderado de los conquistadores, y mantuvo constantemente su libertad y dignidad en la corte de Augusto. La conquista de Aquitania justificó su triunfo. Como orador, le disputaba el galardón de la elocuencia al mismo Cicerón. Mesala cultivó las musas y era el protector de todo hombre de talento. En las noches mantenía conversaciones filosóficas con Horacio; se sentaba a la mesa entre Delia y Tibulo, y en sus horas libres se entretenía estimulando el talento poético del joven Ovidio. <<

[1821] «Incivilem esse potestatem contestans», dice el traductor de Eusebio. Tácito expresa la misma idea con diferentes palabras: «Quasi nescius exercendi». <<

[1822] Véase Lipsio, Excursus D. ad Tácito, Annal.. I. <<

[1823] Heinecio, Element. Juris Civilis secund. ordinem Pandect., t. I, p. 70. Véase también Spanheim, De Usu Numismat., t. II, dissert. X, p. 119. En el año 450, Marciano promulgó una ley que establecía que anualmente tres ciudadanos, con su propio consentimiento, debían ser nombrados pretores de Constantinopla por elección del Senado. Codex Justin., l. I, tít. XXXIX, leg. 2. <<

[1824] «Quidquid igitur intra urbem admittitur, ad P. U. videtur pertinere; sed et siquid intra centessimum milliarum» (Ulpiano, en Pandect., l. I, tít. XIII, n. 1). Este autor enumera las obligaciones del prefecto, quien ha de preceder y mandar en toda ciudad a los magistrados «sine injuria ac detrimento honoris alieni» (Codex Justin., l. I, tít. XXXIX, leg. 3). <<

[1825] Además de nuestros usuales guías, podemos notar que Félix Cantelorius ha escrito un tratado específico, De Præfecto Urbis, y que muchos curiosos apuntes sobre la administración de Roma y Constantinopla se hallan en el libro XIV del Código Teodosiano. <<

[1826] Eunapio afirma que el procónsul de Asia era independiente respecto del prefecto; pero esto debe entenderse con alguna restricción: seguramente renunció a la jurisdicción de viceprefecto. Pancirolo, p. 161. <<

[1827] El procónsul de África tenía cuatrocientos apparitores. Todos recibían elevados salarios que provenían o del tesoro o de la provincia. Véanse Pancirolo, p. 26, y Codex Justin., l. XII, tít. LVI y LVII. <<

[1828] También residía en Italia el vicario de Roma. Se ha disputado acaloradamente si su jurisdicción se extendía a cien millas [160,93 km] de la ciudad o si se reducía a las diez provincias del sur de Italia. <<

[1829] La tabla tomada de Marquardt (Becker, Handbuch der Römischen Alterthümer, t. III, parte I, p. 240) muestra la división del Imperio bajo estos cuatro perfectos pretorios. <<

[1830] Entre las obras del célebre Ulpiano, había una en diez tomos que se refería a las obligaciones del procónsul, que son similares, en los puntos principales, a las del gobernador provincial. <<

[1831] Los presidentes o consulares sólo podían imponer dos onzas; el viceprefecto, tres; los procónsules, el conde de Oriente y el prefecto de Egipto, seis. Véase Heinecio, Jur. Civ., t. I, p. 75. Pandect., l. XLVIII, tít. XIX, n. 8. Codex Justin., l. I, tít. LIV, leg. 4 y 6. <<

[1832] «Ut nulli patriæ suæ administratio sine speciali principis permissu permittatur» (Codex Justin., l. I, tít. XLI). Esta ley fue decretada por el emperador Marco tras la rebelión de Casio (Dion Casio, l. LXXI [C. 31, p. 1195]). En China se observa la misma disposición, con igual exactitud e idénticos resultados. <<

[1833] Pandect., l. XXIII, tít. II, n. 38, 57 y 63. <<

[1834] «In jure continetur, ne quis in administratione constitutus aliquid compararet» (Codex Theodos., l. VIII, tít. XV, leg. 1). Desde Constantino hasta Justino, esta máxima de la ley común fue revalidada por varios decretos (véase lo restante del título). De esta prohibición, que se extendía a los más ínfimos oficiales del gobernador, sólo se exceptuaban ropas y provisiones. Después de cinco años, las compras podían recobrarse; tras lo cual, con un informe, volvían a entrar en el tesoro. <<

[1835] «Cessent rapaces jam nunc officialium manus; cessent, inquam; nam si moniti non cessaverint, gladiis præcidentur», etc. (Codex Theodos., l. I, tít. VII, leg. 1). Zeno decretó que, luego de la entrega del poder, todo gobernador debía permanecer en la provincia durante cincuenta días para responder a las posibles acusaciones. Codex Justin., l. II, tít. XLIX, leg. 1. <<

[1836] «Sumina igitur ope, et alacri studio has leges nostras accipite; et vosmetipsos sic eruditos ostendite, ut spes vos pulcherrima foveat; toto legitimo opere perfecto, posse etiam nostram rempublicam in partibus ejus vobis credendis gubernari» (Justiniano, Institutiones Proœm.). <<

[1837] La magnífica escuela de Berito, que conservó en el Oriente el idioma latín y la jurisprudencia romana, subsistió, según los cálculos, desde el siglo III hasta mediados del VI. Heinecio, Hist. Jur. Rom., pp. 341-356. <<

[1838] Así como en un período anterior he delineado la promoción civil y militar de Pértinax, lo haré aquí de los honores civiles de Malio Teodoro. I) Cuando pleiteaba como abogado en la corte del prefecto pretorio, se destacó por su elocuencia. II) Gobernó una de las provincias de África, como presidente o consular, y por su buena administración logró la distinción de una estatua de bronce. III) Fue elegido vicario o viceprefecto de Macedonia. IV) Fue cuestor. V) Fue designado conde de las liberalidades sagradas. VI) Aún siendo joven, fue prefecto pretorio de las Galias. VII) En el año 397, luego de un retiro de muchos años, quizá por algún sinsabor, en el que Malio —confundido por algunos críticos con el poeta Manilio (véase Fabricio, Bibliotheca Latina, ed. Ernest., t. I, c. 18, p. 501)— se dedicó al estudio de la filosofía griega, fue nombrado prefecto pretorio de Italia. VIII) Cuando aún estaba desempeñando este importante cargo, fue nombrado, en el año 399, cónsul de Occidente; y su nombre, a causa de la infamia de su colega, el eunuco Eutropio, frecuentemente se encuentra solo en los Fastos. IX) En el año 408, Malio fue designado por segunda vez como prefecto pretorio de Italia. Incluso en el panegírico venal de Claudiano, se menciona el mérito de Malio Teodoro, quien, por una extraña casualidad, fue el amigo íntimo de Símaco y san Agustín. Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. V, pp. 1110-1114. <<

[1839] Mamertino, en Panegyr. Vet. XI [X], 20. Asterio, apud Focio, p. 1500. <<

[1840] El curioso pasaje de Amiano (l. XXX, c. 4), en el que pinta las costumbres de los abogados contemporáneos, está compuesto por una extraña mixtura de buen juicio, falsa retórica y sátira extravagante. Godofredo (Prolegomena, c. I, p. 185) apoya al autor con idénticas quejas y hechos auténticos. En el siglo IV con los libros de leyes podían cargarse muchos camellos. Eunapio, Vita Ædesii, p. 72. <<

[1841] Véase un digno ejemplo en Agricola, particularmente c. 20 y 21. El teniente de Britania tenía los mismos poderes que Cicerón, procónsul de Cilicia, había desempeñado en nombre del pueblo y del Senado. <<

[1842] El abate Dubos, que ha examinado con esmero (véase Hist. de la Monarchie Françoise, t. 1, pp. 41-100, ed. 1742) las instituciones de Augusto y Constantino, observa que, si Otón hubiese sido ejecutado el día anterior al estallido de su conspiración, la historia lo hubiera representado tan inocente como Córbulo. <<

[1843] Zósimo, l. II [c. 33], p. 110. Antes de terminar el reinado de Constancio, los magistri militum ya habían alcanzado a ser cuatro. Véase Valesio, ad Amiano, l. XVI, c. 7. <<

[1844] Aunque con frecuencia en la historia y en los códigos se mencionan los condes y duques militares, para un conocimiento exacto de su número y sus puestos debemos recurrir a la Notitia. Respecto de la institución, el grado y los privilegios, etc., de los condes en general, véase el Código Teodosiano, l. VI, tít. XII-XX, con el comentario de Godofredo. <<

[1845] Zósimo, l. II, p. 111. La diferencia entre las dos clases de tropas romanas no está bien deslindada por los historiadores, las leyes y la Notitia. No obstante, consúltese el paratitlón o extracto que Godofredo ha extraído del libro VII, De Re Militari, del Código Teodosiano, l. VII, tít. I, leg. 18; l. VIII, tít. I, leg. 10. <<

[1846] «Ferox erat in suos miles et rapax, ignavus vero in hostes et fractus» (Amiano, l. XXII, c. 4). El autor observa que apreciaban las mullidas camas y casas de mármol; y que sus copas eran más pesadas que sus espadas. <<

[1847] Codex Theodos., l. VII, tít. I, leg. 1; tít. XII, leg. 1. Véase Howell, Hist. of the World, t. II, p. 19. Este erudito historiador, que no ha sido suficientemente conocido, trata de justificar el carácter y la administración de Constantino. <<

[1848] Amiano, l. XIX, c. 2. El autor observa (c. 5) que los esfuerzos desesperados de las dos legiones galas eran tan eficaces como una pequeña cantidad de agua arrojada en un gran incendio. <<

[1849] Pancirolo, ad Notitiam, p. 96. Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXV, p. 491. <<

[1850] «Romana acies unius prope formæ erat et hominum et armorum genere. —Regia acies varia magis multis gentibus dissimilitudine armorum auxiliorumque erat» (Tito Livio XXXVII, 39-40). Aun antes de este acontecimiento, Flaminio había comparado el ejército de Antíoco con una cena en la que la carne de un vil animal se adereza por medio del fuego. Véase la vida de Flaminio [Flamininus] en Plutarco. <<

[1851] Agatias, l. V, p. 157, ed. Louvre [c. 13, p. 305, ed. Bonn]. <<

[1852] Valentiniano (Código Teodosiano, l. VII, tít. XIII, leg. 3) fija el estándar en cinco pies y siete pulgadas, como cinco pies y cuatro y media pulgadas inglesas (1,63 m). Anteriormente era de cinco pies y diez pulgadas (1,75 m) y, en los cuerpos más selectos, de seis pies romanos (1,80 m). «Sed tunc erat amplior multitudo, et plures militiam sequebantur armatam» (Vegecio, De Re Militari, l. I, c. 5). <<

[1853] Véanse los dos títulos, De Veteranis y De Filiis Veteranorum [tít. XX y XXII], en el libro VII del Código Teodosiano. Este servicio se exigía entre los dieciséis y los veinticinco años de edad. Si los hijos de los veteranos se presentaban con un caballo, tenían derecho a servir en la caballería; si lo hacían con dos, obtenían considerables privilegios. <<

[1854] Codex Theodos., l. VII, tít. XIII, leg. 7. Según el historiador Sócrates (véase Godofredo ad loc.), el mismo emperador Valente a veces llegaba a exigir ochenta piezas de oro por un recluta. En la siguiente ley apenas se expresa que los esclavos no serían admitidos «inter optimas lectissimorum militum turmas». <<

[1855] Si un caballero romano mutilaba a sus dos hijos, él mismo y sus propiedades eran vendidos en subasta pública por orden de Augusto (Suetonio, August, c. 27). La moderación de este sagaz usurpador prueba que este ejemplo de severidad estaba apoyado por la opinión pública. Amiano realiza una distinción entre los afeminados italianos y los endurecidos galos (l. XV, c. 12). Pero sólo luego de quince años, en una ley dirigida al prefecto de Galia, Valentiniano decreta que estos cobardes desertores sean quemados vivos (Código Teodosiano, l. VII, tít. XIII, leg. 5). Tan alto era su número en Iliria que la provincia llegó a quejarse de la escasez de reclutas (Codex Theodos., l. VII, tít. XIII, leg. 10). <<

[1856] Estos jóvenes eran llamados murci. En Plauto y Festo se halla murcidus, término que hace referencia a un holgazán o cobarde que, según Arnobio y san Agustín, estaba bajo la protección inmediata de la diosa Murcia. De este ejemplo particular de cobardía, los escritores de la latinidad media usan murcare como sinónimo de mutilare. Véase Lindenbrogio y Valesio, ad Amiano Marcelino, l. XV, c. 12. <<

[1857] «Malarichus adhibitis Francis quorum ea tempestate in palatio multitudo florebat, erectius jam loquebatur tumultuabaturque» (Amiano, l. XV, c. 5). <<

[1858] «Barbaros omnium primus, ad usque fasces auxerat et trabeas consulares» (Amiano, l. XX, c. 10). Eusebio (De Vita Constant., l. IV, c. 71) y Aurelio Víctor parecen confirmar la verdad de esta aserción; sin embrago, en los treinta y dos fastos consulares del reinado de Constantino, no he podido encontrar un solo nombre bárbaro. Debo deducir, entonces, que la liberalidad del príncipe se redujo al traje más que al destino en el consulado. <<

[1859] Codex Theodos., l. VI, tít. 8. <<

[1860] Por una singular metáfora, tomada del carácter militar de los primeros emperadores, el mayordomo de su casa solía ser llamado «conde de campaña» (comes castrensis). Casiodoro estaba convencido de que su fama y la del Imperio dependían de la opinión que los embajadores extranjeros podían formarse de la abundancia y magnificencia de la mesa real (Variæ, l. VI, ep. 9). <<

[1861] Guterio (De Officiis Domus Augustæ, l. II, c. 20, l. III) explica minuciosamente las funciones del maestre de oficios y las características de sus oficinas subordinadas o scrinia. Pero, apoyándose en una autoridad muy dudosa, intenta deducir del tiempo de los Antoninos o, incluso, del de Nerón el origen de un magistrado que, en realidad, sólo puede hallarse a partir del reinado de Constantino. <<

[1862] Tácito (Annal. XI, 22) asegura que los primeros cuestores fueron elegidos por el pueblo setenta y cuatro años antes de la fundación de la república, pero es sabido que mucho antes de aquel período habían sido designados anualmente por los cónsules e, incluso, por los reyes. Este pasaje poco claro de la antigüedad es impugnado por otros escritores. <<

[1863] Tácito (Annal. XI, 22) considera que el número mayor de cuestores fue veinte; Dion (l. XLIII [C. 47], p. 374) insinúa que, si el dictador César creó de una vez cuarenta cargos, sólo fue por corresponder a una gran deuda de gratitud. Con todo, este aumento de cuestores que él estableció se mantuvo en los reinados siguientes. <<

[1864] Suetonio, August., c. 65, y Torrent, ad loc. Dion Casio, p. 755. <<

[1865] La juventud e inexperiencia de los cuestores, que comenzaban a desempeñar tan importantes funciones a los veinticinco años (Lipsio, Excursus D. ad Tácito, Annal. III), obligaron a Augusto a quitarles el manejo del tesoro; y aunque ellos fueron repuestos por Claudio, parece que Nerón los suprimió definitivamente (Tácito, Annal. XIII, 29. Suetonio, August., c. 36, Claud., c. 24. Dion, p. 696 [l. LIII, c. 2], 961 [l LX, c 24], y ss. Plinio el Joven, Ep. X, 20, et alibi.). En las provincias de la división imperial, el cargo de los cuestores fue fácilmente suplido por el de los procuratores (Dion Casio, p. 707 [l. LIII, c. 15]; Tácito, Agricola, c. 15); o, como se los llamó después, rationales (Hist. August., p. 130 [Lampridio, Alex. Sever., c. 45-46]). Pero en las provincias del Senado, aún hasta el reinado de Marco Antonino había un gran número de cuestores (véanse Gruter, Inscript.; Plinio el Joven, Ep. y un hecho decisivo de la Historia August., p. 64 [Esparciano, Sever., c. 2]). En Ulpiano (Pandect., l. I, tít. 13) se puede ver que, bajo el reinado de la casa de Severo se abolió la administración provincial de los cuestores, y en las turbulencias siguientes sus elecciones anuales o trienales ya no debieron realizarse. <<

[1866] «Cum patris nomine et epistolas ipse dictaret, et edicta conscriberet, orationesque in senatu recitaret, etiam quæstoris vice» (Suetonio, Tit., c. 6). Esta tarea debió adquirir una nueva dignidad, que generalmente desempeñaba el presunto heredero del Imperio. Véase Dodwell, Prælection. Cambden. X, XI, pp. 362-394. <<

[1867]

Terris edicta daturus,

Supplicibus responsa. Oracula regis

Eloquio crevere tuo; nec dignius unquam

Majestas meminit sese Romana locutam.

(Claudiano, In Cons. Mall., 33.)

Véanse también Símaco (Ep. I, 17) y Casiodoro (Variæ., VI, 5). <<

[1868] Codex Theodos., l. VI, tít. 30. Codex Justin., l. XII, tít. 24. <<

[1869] En las jurisdicciones de los dos condes del tesoro, la parte occidental de la Notitia está muy defectuosa. Es de notar que en Londres teníamos un arca del tesoro y un gineceo o factoría en Winchester. Sin embargo, no se consideraba que Britania fuese merecedora ni de una casa de moneda ni de un arsenal. Galia, en cambio, poseía tres establecimientos de moneda, aunque ningún arsenal. <<

[1870] Codex Theodos., l. VI, tít. XXX, leg. 2, y Godofredo, ad loc. <<

[1871] Estrabón, l. XII. p. 809 [p. 535, ed. Casaubon]. El otro templo de Comana, en el Ponto, era una colonia del de Capadocia (l. XII, p. 833 [p. 557, ed. Casaubon]). El presidente Des Brosses (véase su edición de Salustio, t. II, p. 21) supone que la deidad adorada en ambos templos era Beltis, la Venus del Oriente, la diosa de la generación, un ser contrapuesto a la diosa de la guerra. <<

[1872] Codex Theodos., l. X, tít. VI (De Grege Dominico). Godofredo compiló todos los apuntes posibles sobre la antigüedad de los caballos capadocios. Una de las razas más puras, la palmacia, provenía del embargo a un rebelde, cuyas tierras estaban a dieciséis millas [25,79 km] de Tiana, cerca del camino real entre Constantinopla y Antioquía. <<

[1873] Justiniano (Novellæ XXX) sujetó la provincia del conde de Capadocia a la autoridad inmediata del eunuco favorito, quien presidía la recámara sagrada. <<

[1874] Codex Theodos., l. VI, tít. XXX, leg. 4, y ss. <<

[1875] Pancirolo, pp. 102, 136. El aspecto de estos militares está descrito en el poema latino de Coripo, In Laudem Justini, l. III, 157-179, pp. 419-420 del apéndice de la Hist. Byzantin. Rom., 1777. <<

[1876] Amiano Marcelino, que sirvió tantos años, sólo obtuvo el grado de protector. Los diez primeros de estos distinguidos soldados eran clarissimi. <<

[1877] Jenofonte, Cyropædia, l. VIII [c. 2, par. 10-11]. Brisson, De Regno Persico, l. I, núm. 190, p. 264. Los emperadores adoptaron con placer esta metáfora persa. <<

[1878] En cuanto a los agentes in Rebus, véase Amiano, l. XV, c. 3; l. XVI, c. 5; l. XXII, c. 7, con las curiosas anotaciones de Valesio. Codex Theodos., l. VI, tít. XXVII, XXVIII y XXIX. Entre los fragmentos recopilados en el comentario de Godofredo, el más notable es uno de Libanio en su discurso sobre la muerte de Juliano. <<

[1879] Las Pandectas (l. XLVIII, tít. XVIII) contienen las opiniones de los jurisconsultos más célebres sobre el tormento. Éste era reservado sólo para los esclavos; y hasta el mismo Ulpiano confiesa: «Res est fragilis, et periculosa, et quæ veritatem fallat» [23]. <<

[1880] En la conspiración de Pisón contra Nerón, sólo a Epicaris (libertina mulier) se le aplicó el tormento; los demás fueron intacti tormentis. Citar un ejemplo más débil sería superfluo y el hallar otro más fuerte, difícil. Tácito, Annal., XV, 57. <<

[1881] «Dicendum… de institutis Atheniensium, Rhodiorum, doctissimorum hominum, apud quos etiam (id quod acerbissimum est) liberi, civesque torquentur» (Cicerón, Partitiones Oratoriæ, c. 34). Por la prueba de Filotas podemos conocer la práctica de los macedonios (Diodoro de Sicilia, l. XVII [c. 80], p. 604. Quinto Curcio, l. VI, c. 11). <<

[1882] Heinecio (Jur. Civ., parte VII, p. 81) ha reunido estas exenciones bajo un solo golpe de vista. <<

[1883] Esta definición del sabio Ulpiano (Pandect., l. XLVIII, tít. IV) parece haber sido adaptada a la corte de Caracalla más que a la de Alejandro Severo. Véanse Código Teodosiano y Código Justiniano, ad leg. Juliam majestatis. <<

[1884] Arcadio Carisio es el primer abogado citado en las Pandectas que justificó la práctica universal del tormento en todos los casos de traición; pero esta máxima tiránica, que admite Amiano (l. XIX, c. 12) con un terror respetuoso, fue rectificada por varias leyes de los sucesores de Constantino. Véase Código Teodosiano, l. IX, tít. XXXV. «In majestatis crimine omnibus æqua est conditio» [leg. 1]. <<

[1885] Montesquieu, L’Esprit des Loix, l. XII. c. 3. <<

[1886] Hume (Essays, t. I, p. 389) ha palpado esta importante verdad con alguna perplejidad. <<

[1887] El ciclo de indicciones, que se remonta al reinado de Constancio o quizás al de su padre, se utiliza aún hoy en la corte papal; pero razonablemente el comienzo del año se ha fijado en el primero de enero. Véanse L’art de vérifier les dates, p. XI y Dictionnaire Raisonné de la Diplomatique, t. II, p. 25; dos esmerados tratados producidos por los benedictinos. <<

[1888] Los veintiocho primeros títulos del libro XI del Código Teodosiano contienen las detalladas regulaciones sobre el importante asunto de los tributos; pero suponen una inteligencia más despejada y unos principios más fundamentales que los que ahora podríamos tener. <<

[1889] El título concerniente a los decuriones (l. XII, tít. I) es el más extenso de todo el Código Teodosiano, pues contiene ciento noventa y dos leyes diferentes para confirmar los deberes y privilegios de aquella útil clase de ciudadanos. <<

[1890] «Habemus enim et hominum numerum qui delati sunt, et agrorum modum» (Eumenio, en Panegyr. Vet. VIII [VII]). Véase Codex Theodos., l. XIII, tít. X, XI, con el comentario de Godofredo. <<

[1891] «Siquis sacrilega vitem falce succiderit; aut feracium ramorum fœtus hebetaverit, quo declinet fidem Censuum, et mentiatur callide paupertatis ingenium, mox detectus capitale subibit exitium, et bona ejus in Fisci jura migrabunt» (Codex Theodos., l. XIII, tít. XI, leg. 1). Aunque esta ley fue redactada intencionalmente de modo oscuro, es lo bastante clara como para probar la minuciosidad de la información y la desproporción de la pena. <<

[1892] El asombro de Plinio hubiese dejado de existir. «Equidem miror P. R. victis gentibus [in tributo] semper argentum imperitasse, non aurum» (Nat. Hist., XXXIII, 15). <<

[1893] Se tomaron algunas precauciones (véase Codex Theodos., l. XI, tít. II, y Codex Justin., l. X, tít. XXVII, ley. 1, 2 y 3) para impedir que los magistrados abusasen de su autoridad tanto en la exacción como en el suministro de granos; pero sólo quienes hayan tenido bastante instrucción como para leer los discursos de Cicerón contra Verres (III, De Frumento) pueden, quizás, enterarse de los variados medios de opresión respecto del peso, precio, calidad y trasporte. La avaricia de un indocto gobernador ocasiona la ignorancia del precepto o precedente. <<

[1894] Codex Theodos., l. XI, tít. XXVIII, leg. 2, publicada el 24 de marzo de 395 por el emperador Honorio, dos meses después de la muerte de su padre Teodosio. Él habla de quinientas veintiocho mil cuarenta y dos yugadas romanas. Cada yugada equivalía a veintiocho mil ochocientos pies romanos cuadrados [2517 m]. <<

[1895] Godofredo arguye (Codex Theodos., t. VI, p. 116) con energía y sensatez sobre la capitación; pero mientras explica el caput como la tasa de la propiedad, excluye absolutamente la idea de una cotización personal. <<

[1896] «Quid profuerit (Julianus) anhelantibus extrema penuria Gallis, hinc maxime claret, quod primitus partes eas ingresus, pro capitibus singulis tributi nomine vicenos quinos aureos reperit flagitari; discedens vero septenos tantum, numera universa complentes» (Amiano, l. XVI, c. 5). <<

[1897] En el cálculo de cualquier suma de dinero, durante el reinado de Constantino y sus sucesores, basta con referirnos al excelente discurso de Greaves sobre el denario para probar los siguientes puntos: I) la antigua y moderna libra romana contenía cinco mil doscientos cincuenta y seis granos, es decir que era un doceavo más ligera que la libra inglesa, que se compone de cinco mil setecientos sesenta granos; II) la libra de oro, que había sido dividida en cuarenta y ocho aurei, se acuñó entonces en sesenta y dos pequeñas monedas del mismo nombre; III) cinco de estos aurei eran la moneda de curso legal para una libra de plata; por consiguiente, la libra de oro se cambiaba por catorce libras y ocho onzas de plata, según el peso romano (trece libras, peso inglés); IV) la libra de plata inglesa está acuñada en sesenta y dos chelines. Según estos datos, podemos computar la libra de oro romana, para calcular grandes sumas, en cuarenta libras esterlinas; y fijar la moneda aureus en algo más de once chelines. <<

[1898]

Geryones nos esse puta, monstrumque tributum,

Hic capita ut vivam, tu mihi tolle tria.

(Sidonio Apolinar, Carm. XIII [V, 19]).

Por la reputación del padre Sirmond, esperaba mayor satisfacción de la que he tenido al leer su nota sobre este notable pasaje (p. 144). Las palabras «suo vel suorum nomine» revelan la perplejidad del comentador. <<

[1899] Esta aserción, por exagerada que parezca, está fundada en los registros originales de nacimientos, defunciones y casamientos, mandados a hacer por el gobierno y ahora depositados en el Contrôle Général en París. Durante cinco años (desde 1770 hasta 1774, inclusive), el cómputo anual de los nacimientos en todo el reino es de cuatrocientos setenta y nueve mil seiscientos cuarenta y nueve niños y cuatrocientas cuarenta y nueve mil doscientas sesenta y nueve niñas, con un total de novecientos veintiocho mil novecientos dieciocho infantes. La provincia francesa de Hainault cuenta nueve mil novecientos seis nacimientos; y por un censo poblacional reciente, repetido anualmente desde 1773 a 1776, sabemos que, según los cálculos, Hainault contiene doscientos cincuenta y siete mil noventa y siete habitantes. Según las reglas de la analogía, podemos inferir que la proporción común de los nacimientos anuales respecto de la población es de uno a veintiséis, y que el reino de Francia contiene veinticuatro millones ciento cincuenta y un mil ochocientas sesenta y ocho personas de ambos sexos y de todas edades. Si nos atenemos a la moderada proporción de uno a veinticinco, la población ascenderá a veintitrés millones doscientas veintidós mil novecientas cincuenta. En vista de las activas pesquisas del gobierno francés (que deberíamos imitar), esperamos tener aún más seguridad sobre este importante asunto. <<

[1900] Codex Theodos., l. V, tít. IX, X, XI. Codex Justin., l. XI, tít. LXIII. «Coloni appellantur qui conditionem debent genitali solo; propter agriculturam sub dominio possessorum» (san Agustín, De Civ. Dei, l. X, c. 1). <<

[1901] La antigua jurisdicción de Autun (Augustodunum) en Borgoña, la capital de los eduos, comprendía el territorio adyacente de Nevers (Noviodunum). Véase D’Anville, Notice de l’Ancienne Gaule, p. 491. Ahora, la diócesis de Autun está compuesta por ciento diez parroquias y la de Nevers, por ciento sesenta. Los registros de nacimientos, confeccionados durante once años en cuatrocientas setenta y seis parroquias de la provincia de Borgoña y multiplicados por la moderada proporción de veinticinco (véase Messance, Recherches sur la Population, p. 142), nos autorizan para fijar el cálculo en seiscientas cincuenta y seis personas por parroquia, lo que, multiplicado por las setecientas setenta parroquias de la diócesis de Nevers y Autun, da como resultado quinientas cinco mil ciento veinte personas en toda la extensión del territorio que antes había estado en poder de los eduos. <<

[1902] Podemos añadir trescientos un mil setecientos cincuenta habitantes de las diócesis de Châlons (Cabillonum) y Maçon (Matisco), pues una contenía doscientas parroquias y la otra, doscientas sesenta. Esta adición de territorio puede probarse por medio de fundadas razones: I) Châlons y Maçon indudablemente estaban incluidas en la jurisdicción de los eduos (véase D’Anville, Notice, pp. 187 y 443); II) en la Notitia de Galia están mencionadas, no como civitates, sino como castra; III) parecen no haber sido residencia episcopal antes del siglo V y VI. Con todo, hay un pasaje de Eumenio (Panegyr. Vet. VIII, 7) que nos impide extender el territorio de los eduos a lo largo de las hermosas riberas del navegable Saona durante el reinado de Constantino. <<

[1903] Eumenio, en Panegyr. Vet VIII [VII], II. <<

[1904] El abate Dubos, Hist. de la Monarchie Françoise, t. I, p. 121. <<

[1905] Véase Codex Theodos., l. XIII, tít. I y IV. <<

[1906] Zósimo, l. II [c. 38], p. 115. Parece haber tanta prevención en los ataques de Zósimo como en la estudiada defensa de la memoria de Constantino por el suspicaz Dr. Howell (Hist. of the World, t. II, p. 20). <<

[1907] Codex Theodos., l. XI, tít. VII, leg. 3. <<

[1908] Véase Lipsio, De Magnitudine Romana, l. II, c. 9. La España Tarraconense agasajó al emperador Claudio con una corona de oro de setecientas libras de peso, y Galia, con otra de novecientas. He seguido la enmienda de Lipsio. <<

[1909] Codex Theodos., l. XII, tít. XIII. Los senadores parecían estar exentos del aurum coronarium; pero los auri oblatio, que se exigía de ellos, eran precisamente de la misma clase. <<

[1910] En el juicioso consejo a su hijo (Claudiano, In IV Cons. Honorii, 214, etc.), el gran Teodosio distingue el cargo de un príncipe romano del de un monarca parto. Para el primero se necesitaba virtud, para el otro bastaba el nacimiento. <<

[1911] «On ne se trompera point sur Constantin en croyant tout le mal qu’en dit Eusebe, et tout le bien qu’en dit Zosime». Fleury, Hist. Ecclés., t. III, p. 233. Verdaderamente, Eusebio y Zósimo son los dos extremos de la invectiva y la adulación. Aquellos escritores que han moderado, por su carácter o situación, la influencia de su celo religioso, expresan los matices intermedios. <<

[1912] La descripción de las virtudes de Constantino está sacada en su mayor parte de Eutropio y Víctor el Menor, dos verdaderos paganos que escribieron después de la extinción de su familia. Incluso Zósimo y el emperador Juliano reconocen su valor personal y logros militares. <<

[1913] Véase Eutropio X, 6 [4]. «In primo Imperii tempore optimis principibus, ultimo mediis comparandus.» La antigua versión griega de Peanio (ed. Havercamp, p. 697) me hace sospechar que Eutropio escribió originalmente «vix mediis»; y que el ofensivo monosílabo fue omitido por la deliberada inadvertencia de los copistas. Aurelio Víctor manifiesta la opinión general con un proverbio vulgar y por cierto oscuro: «Trachala decem annis præstantissimus; duodecim sequentibus latro; decem novissimis pupillus ob immodicas profusiones». <<

[1914] Juliano, Orat. I, p. 8, en un discurso adulador pronunciado delante del hijo de Constantino; y Cœsar., p. 335. Zósimo [l. II, c. 38], pp. 114-115. Los edificios del Estado en Constantinopla pueden citarse como una prueba eterna e irrecusable de la profusión de su fundador. <<

[1915] El imparcial Amiano merece toda nuestra confianza. «Proximorum fauces aperuit primus omnium Constantinus»; l. 16, c. 8. El mismo Eusebio confiesa el abuso (De Vita Constant., l. IV, c. 29 y 54); y algunas leyes imperiales apuntan débilmente el remedio. <<

[1916] Juliano, en Cœsares, trata de ridiculizar a su tío. Aunque sospechoso, su testimonio está confirmado por el instruido Spanheim, apoyándose en la autoridad de algunas medallas (véase «Comment.», pp. 156, 299, 397 y 459). Eusebio (Orat., c. 5) alega que Constantino se acicalaba para el público, y no para sí mismo. Si esto se admitiera, el presumido nunca necesitaría excusas. <<

[1917] Zósimo [l. II, c. 20] y Zonaras concuerdan en representar a Minervina como la concubina de Constantino; pero Du Cange salva su carácter con galantería reproduciendo un pasaje decisivo de uno de los panegíricos: «Ab ipso fine pueritiæ te matrimonii legibus dedisti». <<

[1918] Du Cange (Familiæ Byzantinæ, p. 44) le da, siguiendo a Zonaras, el nombre de Constantino, cosa poco probable, pues ya lo llevaba su hermano mayor. La Crónica Alejandrina menciona el de Hanibaliano, que confirma Tillemont (Hist. des Empéreurs, t. IV, p. 527). <<

[1919] San Jerónimo, Chron. La pobreza de Lactancio puede achacarse al imponderable desinterés del filósofo o a la vergonzosa insensibilidad de su amo. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. VI, parte I, p. 345. Dupin, Bibliothèque Ecclés. tomo I, p. 205. Lardner, Credibility of the Gospel Hist., parte II, t. VII, p. 66. <<

[1920] Eusebio, Hist. Eccl. I, 10, c. 9. Eutropio (X, 4) lo denomina «egregium virum»; y Juliano (Orat. I) alude claramente a las hazañas de Crispo en la guerra civil. Véase Spanheim, «Comment.» p. 92. <<

[1921] Compárese Idacio y la Crónica Alejandrina con Amiano (l. XIV, c. 5). Los dos cronologistas parecen haber fijado con más exactitud el año en que Constantino fue nombrado César; pero el historiador que vivía en su corte no debía ignorar el día del aniversario. En cuanto al nombramiento del nuevo César para las provincias de la Galia, véase Juliano, Orat. I, p. 12; Gofredo, Chronol. Legum, p. 26; y Blondel, De la Primauté de l’Église, p. 1183. <<

[1922] Codex Theodos., l. IX, tít. IV [tít. I, leg. 4]. Gofredo sospechó los secretos motivos de esta ley. Comment., t. III, p. 9. <<

[1923] Du Cange, Fam. Byzant. p. 28. Tillemont, t. IV, p. 610. <<

[1924] Su nombre era Porfirio Optacio. La fecha de su panegírico, escrito, al gusto de la época, en despreciables acrósticos, está fijada por Escalígero, Thesaurus Temporum, p. 250; Tillemont, t. IV, p. 607; y Fabricio, Bibliotheca Latina, l. IV, c. 1. <<

[1925] Zósimo, l. II [c. 29], p. 103. Gofredo, Chronol. Legum, p. 28. <<

[1926] λκρίτως, sin juicio, es la enérgica, pero probablemente justa expresión de Suidas. Aurelio Víctor, que escribió en el reinado siguiente, habla con mucha cautela. «Natu grandior incertum qua causa patris judicio occidisset» [De Cœsar. c. 41]. Si consultamos a los siguientes escritores: Eutropio, Víctor el Menor, Orosio, san Jerónimo, Zósimo, Filostorgio y Gregorio de Tours, sus conocimientos parecen aumentar gradualmente a medida que disminuyen sus medios de información, circunstancia muy frecuente en la disquisición histórica. <<

[1927] Amiano (l. XIV, c. 11) usa generalmente la expresión peremptum. Codino (p. 34) [p. 63, ed. Bonn] decapita al joven príncipe; pero Sidonio Apolinar (Ep. V, 8), quizá por antítesis con el baño caliente de Fausta, elige administrarle un trago de frío veneno. <<

[1928] «Sorosis filium, commodæ indolis juvenem.» Eutropio X, 6 [4]. ¿No me es lícito conjeturar que Crispo estaba casado con Helena, hija del emperador Licinio, y que, al feliz alumbramiento de la princesa en el año de 322, Constantino concedió un perdón general? Véase Du Cange, Fam. Byzant. p. 47, y la ley (l. IX, tít. XXXVII) en el Código Teodosiano, que tanto ha dado que hacer a los intérpretes. Gofredo, t. III, p. 267. <<

[1929] Véase la Vida de Constantino, particularmente [Euseb.] l. II, c. 19-20. Doscientos cincuenta años después, Evagrio (l. III, c. 41) deduce del silencio de Eusebio un argumento vano contra la realidad del hecho. <<

[1930] Voltaire, Histoire de Pierre le Grand, parte II, c. 10. <<

[1931] Para probar que la estatua había sido erigida por Constantino y luego ocultada por la mala fe de los arrianos, Codino (p. 34 [p. 63, ed. Bonn]) crea muy fácilmente dos testimonios, Hipólito y el joven Herodoto, a cuyas historias imaginarias apela con una confianza imperturbable. <<

[1932] Zósimo (l. II [c. 29], p. 103) puede considerarse como nuestra guía. La ingenuidad de los modernos, agregada a algunos apuntes de los antiguos, ha ilustrado y mejorado su oscura e imperfecta narración. <<

[1933] Filostorgio, l. II, c. 4. Zósimo (l. II, p. 104 [c. 29] y 116 [c. 39]) le imputa a Constantino la muerte de dos mujeres: la inocente Fausta y una adúltera, que era la madre de sus tres sucesores. Según san Jerónimo, trascurrieron tres o cuatro años entre la muerte de Crispo y la de Fausta. Aurelio Víctor guarda sobre este punto prudente silencio. <<

[1934] Si Fausta fue ejecutada, es razonable creer que el lugar del hecho fueron los aposentos privados de palacio. El orador Crisóstomo satisface su imaginación cuando expone a la emperatriz desnuda en una montaña desierta para que sea devorada por las bestias salvajes. <<

[1935] Juliano, Orat. I [p. 9]. Parece considerarla madre de Crispo. Podía tener este título por adopción. Al menos, no era considerada como su enemiga mortal. Juliano compara la suerte de Fausta con la de Parísatis, la reina persa. Un romano se hubiera acordado naturalmente de la segunda Agripina:

Et moi, qui sur le trône ai suivi mes ancêtres:

Moi, fille, femme, sœur, et mère de vos maîtres. <<

[1936] Monod. in Constantin. Jun., c. 4, ad calcem Eutropio, ed. Havercamp. El orador la llama la más divina y piadosa de las reinas. <<

[1937] «Interfecit numerosos amicos.» Eutropio X, 6 [4]. <<

[1938] Saturni aurea sæcula quis requirat?

Sunt hæc gemmea, sed Neroniana.

Sidonio Apolinar V, 8.

Es algo extraño que estas satíricas líneas se atribuyeran, no a un oscuro libelista o a un patriota ofendido, sino a Ablavio, primer ministro y privado del emperador. Ahora podemos notar que las imprecaciones del pueblo romano eran dictadas por la humanidad tanto como por la superstición. Zósimo, l. II [c. 30], p. 105. <<

[1939] Eusebio, Orat. in Constant., c. 3. Estas fechas son suficientemente correctas como para justificar al orador. <<

[1940] Zósimo, l. II [c. 39], p. 117. En tiempo de los predecesores de Constantino, Nobilissimus era un nombre vago, más que un título legal y determinado. <<

[1941] «Adstruunt nummi veteres ac singulares.» Spanheim, De Usu Numismat., dissert. XII, t. II, p. 357. Amiano habla acerca de este rey romano (l. XIV, c. 1, y Valesio, ad loc.). El Fragmento Valesiano lo denomina rey de los reyes; y la Crónica Alejandrina (p. 286 [p. 228, ed. Ven.; t. I, p. 532, ed. Bonn]), empleando la voz Pῆγα, le da el peso de una prueba latina. <<

[1942] Juliano (Orat. I, p. 11; Orat. II, p. 53) celebra su destreza en los ejercicios militares, y Amiano (l. XXI, c. 16) la consiente. <<

[1943] Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 51. Juliano, Orat. I, pp. 11-16, con el elaborado comentario de Spanheim. Libanio, Orat. III, p. 109 [ed. París, 1627]. Constantino estudiaba con loable ahínco; pero su imaginación poco despejada le impidió triunfar en el arte de la poesía e incluso en el de la retórica. <<

[1944] Eusebio (l. IV, c. 51-52), con intención de ensalzar la autoridad y gloria de Constantino, afirma que dividió el Imperio Romano, como un ciudadano podía hacerlo con su patrimonio. En Eutropio, los dos Víctores y el Fragmento Valesiano, puede verse la distribución de las provincias. <<

[1945] Calocero, el desconocido líder de esta rebelión, o más bien tumulto, fue aprehendido y quemado vivo en la plaza del mercado de Tarso, gracias al cuidado de Dalmacio. Véase Aurelio Víctor, la Crónica de san Jerónimo, y las tradiciones dudosas de Teófanes y Cedreno. <<

[1946] Celario recopiló las opiniones de los antiguos sobre la Sarmacia europea y asiática; y D’Anville las aplicó a la geografía moderna con la habilidad y esmero que siempre distinguió a este excelente escritor. <<

[1947] Amiano, l. XVII, c. 12. Los caballos sármatas eran castrados para precaver los maliciosos accidentes que podían suceder por la ruidosa e ingobernable pasión de los machos. <<

[1948] Pausanias, l. I [c. 21, 5], p. 50, ed. Kuhn. El viajero investigador examinó cuidadosamente una coraza sármata que se conservaba en Atenas, en el templo de Esculapio. <<

[1949]

«Aspicis et mitti sub adunco toxica ferro,

Et telum causas mortis habere duas.»

Ovidio, Ep. ex Ponto, l. IV, ep. 7, v. 11.

Véase en Recherches sur les Américains, t. II, pp. 236-271, una disertación muy curiosa sobre los dardos envenenados. Comúnmente este veneno se extraía de las plantas; pero el que empleaban los escitas, al parecer, era extraído de las víboras y mezclado con sangre humana. El uso de las armas envenenadas, que se había extendido por ambos mundos, nunca preservó a una tribu salvaje de las armas de un enemigo disciplinado. <<

[1950] Los nueve libros de epístolas poéticas que compuso Ovidio durante los siete primeros años de su triste destierro, además del mérito de su elegancia, poseen doble valor. Retratan el entendimiento humano bajo circunstancias muy singulares y contienen varias observaciones curiosas que ningún romano, excepto Ovidio, hubiera tenido ocasión de hacer. Todo lo que tienda a ilustrar la historia de los bárbaros ha sido compilado por el esmerado conde Buat. Hist. ancienne des Peuples de l’Europe, t. IV, c. XVI, pp. 286-317. <<

[1951] Cuando Plinio publicó su Historia natural, en el año 79, los sármatas jaziges habitaban las márgenes del Patiso o Tebisco. Véase l. IV, c. 25. En tiempo de Estrabón y Ovidio, sesenta o setenta años antes, parecen haber habitado más allá de los getas, a lo largo de la costa del Euxino. <<

[1952] «Principes Sarmatarum Jazygum penes quos civitatis regimen (…) plebem quoque et vim equitum, qua sola valent, offerebant.» Tácito, Hist. III, 5. Esta oferta se hizo durante la guerra civil entre Vitelio y Vespasiano. <<

[1953] Esta hipótesis de un rey vándalo gobernando a súbditos sármatas concilia precisamente al godo Jornandes con los historiadores griegos y latinos de Constantino. Hay que remarcar que Isidoro, que vivió en España bajo el dominio de los godos, cita como enemigos suyos, no a los vándalos, sino a los sármatas. Véase su Crónica en Grocio [Hist. Gotthorum], p. 709. <<

[1954] Quizá necesite de indulgencia por haber usado, sin escrúpulo, de la autoridad de Constantino Porfirogénito en todo lo concerniente a las guerras y negociaciones de los quersonitas. Me consta que fue un griego del siglo X y que sus apuntes históricos son confusos y fabulosos. Pero en esta ocasión, su narración es, en su mayor parte, consistente y probable; y no se hace difícil concebir que un emperador pudiese tener acceso a algunos archivos secretos que no hubiesen llegado a conocimiento de los historiadores más minuciosos. En cuanto a la situación e historia del Quersoneso, véase Peyssonel, Des peuples barbares qui ont habité les bords du Danube, c. XVI, pp. 84-90. <<

[1955] Las guerras godas y sármatas están referidas de un modo tan interrumpido e imperfecto, que me he visto obligado a comparar los siguientes escritores, que se corrigen e ilustran unos a otros. Los que se tomen este trabajo tendrán derecho a criticar mi narración. Amiano, l. XVII, c. 12; Excerpta Vales., p. 715; Eutropio X, 7 [4]; Sexto Rufo, De Provinciis c. 26; Juliano, Orat. I, p. 9, y Spanheim, «Comment.» p. 94; san Jerónimo, Chron.; Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 6; Sócrates, l. I, c. 18; Sozomen, l. I, c. 8; Zósimo, l. II [c. 21], p. 108; Jornandes, De Reb. Geticis, c. 22; Isidoro, Chron., p. 709, apud Grocio, Hist. Gotthorum; Constantino Porfirogénito, De Administrando Imperio, c. 53, p. 208, ed. Meursio [p. 144 y ss., ed. París; t. III, p. 244 y ss., ed. Bonn]. <<

[1956] Eusebio (De Vita Constant., l. IV, c. 50) remarca tres circunstancias relativas a los indios: 1) vinieron de las orillas del océano occidental, descripción que podía aplicarse a la costa de China o Coromandel; 2) presentaban vistosos juegos y animales desconocidos; 3) afirmaban que sus reyes habían erigido estatuas para representar la suprema majestad de Constantino. <<

[1957] «Funus relatum in urbem sui nominis, quod sane P. R. ægerrime tulit.» Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 41]. Constantino mandó preparar para sí un magnífico sepulcro en la iglesia de los Santos Apóstoles. Eusebio, l. 4, c. 60. En el libro cuarto de la Vida de Constantino, compuesta por Eusebio, se halla la mejor y quizá la única narración de su enfermedad, muerte y funerales. <<

[1958] Eusebio (l. IV, c. 68) termina su narración con esta franca declaración de las tropas, y evita todas las odiosas circunstancias de la siguiente masacre. <<

[1959] Eutropio (X, 9 [5]) retrata el carácter de Dalmacio de manera ventajosa, aunque concisamente: «Dalmatius Cœsar prosperrima indole, neque patruo absimilis, haud multo post oppressus est factione militari». Como san Jerónimo y la Crónica Alejandrina mencionan el tercer año del César, que no empezó hasta el 18 o 24 de septiembre de 337, es seguro que estas facciones militares continuaron más de cuatro meses. <<

[1960] He referido esta anécdota singular, apoyado en la autoridad de Filostorgio, l. II, c. 16. Pero si Constancio y sus adherentes usaron semejante pretexto, lo arrojaron con desprecio tan pronto como sirvió a su propósito inmediato. Atanasio (t. I, p. 856) menciona el juramento que exigió Constancio para la seguridad de sus parientes. <<

[1961] «Conjuga sobrinarum diu ignorata, tempore addito percrebuisse.» Tácito, Annal. XII, 6, y Lipsio, ad loc. La revocación de esta antigua ley y la práctica de quinientos años fueron insuficientes para erradicar el prejuicio de los romanos, que aún consideraban el casamiento de los primos hermanos como una especie de incesto imperfecto (san Agustín, De Civ. Dei XV, 16); y Juliano, cuya imaginación estaba llena de superstición y resentimiento, estigmatiza estas alianzas antinaturales entre sus primos con el oprobioso epíteto de γαμῶν τε οὐ γαμῶν (Orat. VII, p. 228). Desde entonces, en la jurisprudencia se ha confirmado esta prohibición, sin que haya sido posible introducirla ni en la ley común ni en la civil de Europa. Véase, en cuanto a estos casamientos, Taylor, Civil Law, p. 331; Brouwer, De Jure Connubiorum, l. II, c. 12; Hericourt, Des Loix Ecclésiastiques, parte III, c. 5; Fleury, Institutions du Droit Canonique, t. I, p. 331, París 1767; y Fra Paolo, Ist. del Concilio Tridentino, l. VIII. <<

[1962] Juliano (Orat. ad S. P. Q. Atheniensem, p. 270) carga a su primo Constancio con toda la culpa de esta masacre, de la que él mismo se libró con trabajo. Atanasio, quien, por motivos de muy diversa naturaleza, no era menos enemigo de Constancio, confirma esta aserción (t. I, p. 856). Zósimo [II, 40] ratifica esta misma acusación. Pero los tres abreviadores, Eutropio y los Víctores, usan unas expresiones muy terminantes: «sinente potius quam jubente», «incertum quo suasore», «vi militum». <<

[1963] Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 69. Zósimo, l. II [c. 39], p. 117. Idacio, Chron. Véanse dos notas de Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, pp. 1086-1091. La Crónica Alejandrina es la única que menciona el reinado del hermano mayor en Constantinopla. <<

[1964] Agatias, que vivió en el siglo sexto, es el autor de esta historia (l. IV, p. 135, ed. Louvre [c. 25, p. 262, ed. Bonn]). Sacó esta información de algunos pasajes de las Crónicas Persas, traducidas por el intérprete Sergio durante su embajada en aquella corte. Schickard (Tarikh, p. 116) y D’Herbelot (Bibliothèque Orientale, p. 763) también mencionan la coronación de la madre de Sapor. <<

[1965] D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, p. 764. <<

[1966] Sexto Rufo (c. 26), quien en esta ocasión es muy pobre autoridad, afirma que los persas solicitaban en vano la paz, y que Constantino se preparaba para marchar contra ellos: con todo, la superioridad del testimonio de Eusebio nos obliga a admitir los preliminares, si no la ratificación, del tratado. Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 420. <<

[1967] Juliano, Orat. I, p. 20. <<

[1968] Juliano, Orat. I, pp. 20-21. Moisés de Korén, l. II, c. 89; l. III, c. 1-9, pp. 226-240. La conformidad entre los apuntes vagos de un orador contemporáneo y la narración detallada de un historiador nacional ilustra al primero y robustece al segundo. Puede también observarse, en favor de Moisés, que el nombre de Antíoco se fundó algunos años antes en un empleo civil de clase inferior. Véase Gofredo, ad Codex Theod., t. VI, p. 350. <<

[1969] Amiano (XIV, 4) da una viva descripción de la vida vagabunda y predadora de los sarracenos, que se extendían desde los confines de Asiria hasta las cataratas del Nilo. En las aventuras de Malco, que san Jerónimo ha narrado de una manera tan entretenida, se ve que el camino real entre Berea y Edesa estaba infestado de estos salteadores. Véase san Jerónimo, t. I, p. 256. <<

[1970] Tomaremos de Eutropio la idea general de la guerra (X, 10 [6]): «A Persis enim multa et gravia perpessus, sæpe captis oppidis, obsessis urbibus, cæsis exercitibus, nullumque ei contra Saporem prosperum prœlium fuit, nisi quod apud Singaram», etc. Confirman esta relación los apuntes de Amiano, Rufo y san Jerónimo. Los dos primeros discursos de Juliano y el tercero de Libanio presentan una pintura más halagüeña; pero la retractación de ambos oradores tras la muerte de Constancio, mientras que nos aclara la verdad, degrada su carácter y el del emperador. El comentario de Spanheim sobre el primer discurso de Juliano es profusamente erudito. Véanse también las juiciosas observaciones de Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 656. <<

[1971] «Acerrima nocturna concertatione pugnatum est, nostrorum copiis ingenti strage confossis.» Amiano XVIII, 5. Véanse también Eutropio X, 10 [6], y Sexto Rufo, c. 27. <<

[1972] Libanio, Orat. III, p. 133, con Juliano, Orat. I, p. 24, y el comentario de Spanheim, p. 179. <<

[1973] Véase Juliano, Orat. I, p. 27; Orat. II, p. 62 y ss., con el comentario de Spanheim (pp. 188-202), que aclara estas circunstancias y fija la época de las tres batallas de Nisibis. También examinó sus fechas Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, pp. 668, 671 y 674). Añaden también algo Zósimo, l. III [c. 8], p. 151, y la Crónica Alejandrina, p. 290. <<

[1974] Salustio, Fragmento LXXXIV, ed. Brosses, y Plutarco, Lucull. [t. III, p. 184]. Nisibis está reducida ahora a ciento cincuenta casas; las tierras pantanosas producen arroz, y los fértiles campos, hasta Mosul y el Tigris, están cubiertos de ruinas de ciudades y aldeas. Véase Niebuhr, Voyages, t. II, pp. 300-309. <<

[1975] Los milagros que Teodoreto (l. II, c. 30) atribuye a san Jaime, obispo de Edesa, fueron hechos, al menos, por una buena causa, la defensa de su país. Se presentó en las murallas bajo la forma del emperador romano, y envió una nube de mosquitos que acometieron las trompas de los elefantes y desconcertaron la hueste del nuevo Senequerib. <<

[1976] Juliano, Orat. I, p. 27. Aunque Niebuhr (t. II, p. 307) habla del Migdonio, sobre el cual vio un puente de doce arcos, como muy caudaloso, es difícil, sin embargo, entender esta comparación entre un riachuelo y un río poderoso. Hay muchas circunstancias oscuras y casi ininteligibles en la descripción de estas maravillosas obras. <<

[1977] Agradecemos a Zonaras (t. II, l. XIII [c. 7], p. 11 [15]) esta invasión de los masagetas, que es perfectamente acorde a la serie general de acontecimientos que conocíamos a medias por la interrumpida historia de Amiano. <<

[1978] Las causas y sucesos de esta guerra civil están narrados con mucha vacilación y contradicción. He seguido únicamente a Zonaras y a Víctor el Menor. La oración fúnebre (ad calcem Eutropio, ed. Havercamp), pronunciada a la muerte de Constantino, hubiera podido sernos muy útil; pero la prudencia y el mal gusto obligaron al orador a envolverse en una vaga declamación. <<

[1979] «Quarum (gentium) obsides pretio quæsitos pueros venustiores, quod cultius habuerat, libidine hujusmodi arsisse pro certo habetur» [De Cœsar., c. 41]. Si el depravado gusto de Constante no hubiera sido público, Aurelio Víctor, que tenía un empleo considerable en el reinado de su hermano, no lo hubiera afirmado en términos tan positivos. <<

[1980] Juliano, Orat. I y II. Zósimo, l. II [c. 42], p. 134. Víctor, Epitome [c. 41]. Hay fundados motivos para creer que Magnencio nació en una de las colonias bárbaras que Constantino Cloro estableció en la Galia (véase su Historia, t. I, p. 327). Su comportamiento nos recuerda al patriota conde de Leicester, el célebre Simon de Montfort, que pudo persuadir al buen pueblo inglés de que él, francés de nacimiento, había empuñado las armas con intención de librarlos de validos extranjeros. <<

[1981] Esta antigua ciudad floreció una vez bajo el nombre de Ilíberis (Pomponio Mela II, 5). La prodigalidad de Constantino le dio nuevo esplendor y el nombre de su madre. Helena (aún se llama Elna) fue por largo tiempo la residencia de un obispo, que luego se trasladó a Perpiñán, capital del moderno Rosellón. Véanse D’Anville, Notice de l’Ancienne Gaule, p. 380; Longuerue, Description de la France, p. 223; y la Marca Hispanica, l. 1, c. 2. <<

[1982] Zósimo, l. II [c. 42], pp. 119 y 120. Zonaras, t. II, l. XIII [c. 6], p. 13, y los abreviadores. <<

[1983] Eutropio (X, 10 [c. 6]) describe a Vetranio con más temple, y probablemente con más verdad, que ninguno de los Víctores. Vetranio nació de padres desconocidos en las partes más salvajes de la Mesia, y su educación fue tan descuidada que aprendió el alfabeto después de su encumbramiento. <<

[1984] Juliano, en su primer discurso [p. 30 y ss.], describe la conducta dudosa y fluctuante de Vetranio, que Spanheim manifiesta claramente, a la vez que discute la situación y comportamiento de Constantina. <<

[1985] Véase Pedro el Patricio en Excerpta Legat., p. 28 [ed. París.; c. 14, p. 130, ed. Bonn]. <<

[1986] Zonaras, t. II, l. XIII [c. 7], p. 15. La posición de Sárdica, cerca de la ciudad moderna de Sofía, parece más propia para esta entrevista que la de Naiso o Sirmio, donde la colocan san Jerónimo, Sócrates y Sozomen. <<

[1987] Véanse los dos discursos primeros de Juliano, particularmente p. 31; y Zósimo, l. II [c. 44], p. 122. La narración clara del historiador sirve para ilustrar la prolija pero vaga descripción del orador. <<

[1988] Víctor el Menor designa este retiro con la enfática denominación de voluptarium otium [Epitome, c. 41.]. Sócrates (l. II, c. 28) confirma la correspondencia con el emperador, lo que probaría que Vetranio era verdaderamente prope ad stultitiam simplicissimus. <<

[1989] «Eum Constantius (…) fecundiæ vi dejectum Imperio in privatum otium removit. Quæ gloria post natum Imperium soli processit eloquio clementiaque», etc. Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 42]. Juliano y Temistio (Orat. III y IV) realzan esta victoria con los colores artificiales y llamativos de su retórica. <<

[1990] Busbequio (p. 112) atravesó la baja Hungría y Esclavonia cuando, por las recíprocas hostilidades de turcos y cristianos, se hallaban casi reducidas a un desierto. Con todo, menciona con admiración la desmesurada fertilidad del terreno; y observa que la altura de la hierba era suficiente para ocultar un carro cargado. Véase Travels, de Browne, en la colección de Harris, t. II, p. 762 y ss. <<

[1991] Zósimo nos da una larga relación de la guerra y las negociaciones (l. II [c. 45-54], pp. 123-130). Pero, como no se muestra como soldado ni como político, su narración debe pesarse con mucha atención y cuidado. <<

[1992] Este célebre puente, que está flanqueado de torres y sustentado por grandes pilastras de madera, fue construido, en el año 1566, por el sultán Solimán, para facilitar la marcha de su ejército hacia Hungría. Véanse Browne, Travels; y Busching, System of Geography, t. II, p. 90. <<

[1993] Esta posición y las evoluciones subsiguientes están clara aunque concisamente descritas por Juliano, Orat. I, p. 36. <<

[1994] Sulpicio Severo, l. II, p. 405 [ed. Lugd. Bat. 1647]. El emperador pasó el día orando con Valente, obispo arriano de Mursa, que se había ganado su confianza anunciándole el éxito de la batalla. Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, p. 1110) remarca muy apropiadamente el silencio de Juliano con respecto al valor personal de Constancio en la batalla de Mursa. A veces, el silencio de la adulación es igual a la más positiva y auténtica evidencia. <<

[1995] Juliano, Orat. I, pp. 36-37; y Orat. II, pp. 59-60. Zonaras, t. II, l. XLIII [c. 8], p. 17. Zósimo, l. II [c. 49-52], pp. 130-133. Este último celebra la destreza de un arquero llamado Menelao, que disparaba tres arcos a un tiempo; ventaja que, de acuerdo con su recelo hacia los asuntos militares, contribuyó materialmente a la victoria de Constancio. <<

[1996] Según Zonaras, Constancio perdió treinta mil hombres de ochenta mil que tenía, y Magnencio veinticuatro mil, de los treinta y seis mil que componían su ejército. Los demás puntos de esta relación parecen probables y auténticos; pero el número del ejército del tirano debe estar equivocado por el autor o por los copistas. Magnencio había reunido a todas las fuerzas de Occidente, romanos y bárbaros, en un cuerpo formidable que no puede computarse en menos de cien mil hombres. Juliano, Orat. I, pp. 34-35. <<

[1997] «Ingentes R. I. vires ea dimicatione consumptæ sunt, ad quælibet bella externa idoneæ quæ multum triumphorum possent securitatisque conferre.» Eutropio, X, 13 [6]. Víctor el Menor se expresa del mismo modo. <<

[1998] En esta ocasión debemos preferir el testimonio nada sospechoso de Zósimo y Zonaras a las aduladoras afirmaciones de Juliano. Víctor el Menor describe el carácter de Magnencio con extraña ligereza: «Sermonis acer, animi turmidi, et immodice timidus; artifex tamen ad occultandam audaciæ specie formidenem» [Epitome, c. 43]. ¿Su conducta en la batalla de Mursa fue probablemente más natural o más artificiosa? Me inclinaría por lo último. <<

[1999] Juliano, Orat. I, pp. 38-39. En este sitio, así como también en Orat. II, p. 97, insinúa que el Senado, el pueblo y los soldados de Italia estaban de parte del emperador. <<

[2000] Aurelio Víctor describe de un modo patético la miserable condición de Roma: «Cujus stolidum ingenium adeo P. R. patribusque exitio fuit, uti passim domus, fora, viæ, templaque, cruore, cadaveribusque opplerentur bustorum modo» [De Cœsar. c. 42]. Atanasio (t. I, p. 677) deplora la suerte de varias ilustres víctimas, y Juliano (Orat. II, p. 58) maldice la crueldad de Marcelino, el implacable enemigo de la casa de Constantino. <<

[2001] Zósimo, l. II [c. 53], p. 133; [Pseudo Aurelio] Víctor, Epitome [c. 42]. Los panegiristas de Constancio, con su candor acostumbrado, se olvidaron de mencionar esta derrota accidental. <<

[2002] Zonaras, t. II, l. XIII [c. 8], p. 17. Juliano, en varios puntos de las dos oraciones, habla de la clemencia de Constancio hacia los rebeldes. <<

[2003] Zósimo, l. II [c. 53], p. 133; Juliano, Orat. I, p. 40; Orat. II, p. 74. <<

[2004] Amiano XV, 6. Zósimo, l. II [c. 53], p. 133. Juliano (Orat. I, p. 40), que se enfurece contra los efectos crueles de la desesperación del tirano, menciona (Orat. I, p. 34) los opresivos decretos que fueron dictados por sus necesidades o su avaricia. Sus súbditos fueron obligados a comprar patrimonio real, un tipo de propiedad incierto y peligroso, pues en caso de revolución podía imputárseles como usurpación. <<

[2005] Las medallas de Magnencio celebran las victorias de los dos Augustos y del César. El César era otro hermano llamado Desiderio. Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 757. <<

[2006] Juliano, Orat. I, p. 40; Orat. II, p. 74, con Spanheim, p. 263. Sus comentarios ilustran las transacciones de esta guerra civil. Mons Seleuci era un pequeño lugar en los Alpes Cotianos, a pocas millas de Vapincum o Gap, ciudad episcopal del Delfinado. Véase D’Anville, Notice de l’Ancienne Gaule, p. 464; y Longuerue, Description de la France, p. 327. <<

[2007] Zósimo, l. II [c. 53], p. 134. Libanio, Orat. X, pp. 268-269. El último acusa muy vehementemente a Constancio por esta cruel y ambiciosa política. <<

[2008] Juliano, Orat. I, p. 40. Zósimo, l. II [c. 53], p. 134. Sócrates, l. II, c. 32. Sozomen, l. IV, c. 7. Víctor el Menor describe su muerte con horribles circunstancias: «Transfosso latere, ut erat vasti corporis, vulnere naribusque et ore cruorem effundens, exspiravit» [Epitome, c. 42]. Si podemos dar crédito a Zonaras, el tirano, antes de morir, tuvo la satisfacción de asesinar por su propia mano a su madre y a su hermano Desiderio. <<

[2009] Juliano (Orat. II, pp. 58-59) no sabe determinar si se aplicó a sí mismo el castigo de sus crímenes, si se ahogó en el Drava o si los demonios vengadores lo arrebataron del campo de batalla para conducirlo al lugar de su destino a sufrir eternos tormentos. <<

[2010] Amiano XIV, 5; XXI, 16. <<

[2011] Amiano (l. XIV, c. 6) le imputa a la cruel Semíramis el haber puesto en práctica la castración; se supone que reinó unos mil novecientos años antes de Cristo. Tanto en Asia como en Egipto, el uso de los eunucos es muy antiguo. Los menciona una ley de Moisés, Deut. XXIII, 1. Véase Goquet, Origines des Loix, parte I, l. I, c. 3. <<

[2012] Eunuchum dixti velle te;

Quia solæ utuntur his reginæ.

(Terencio, Eunuch, act. I, escena 2.)

Esta comedia está traducida de Menandro, y el original debió aparecer poco después de las conquistas orientales de Alejandro. <<

[2013] Miles… spadonibus

Servire rugosis potest.

(Horacio, Carm. V, 9 [Epod. IX, 13], y Dacier ad loc.)

Con la palabra spado, los romanos expresan su aborrecimiento por esta clase mutilada. La denominación griega de eunucos, que prevaleció insensiblemente, tenía un sonido más suave y un sentido más ambiguo. <<

[2014] No tenemos más que nombrar a Posides, liberto y eunuco de Claudio, en cuyo favor el emperador prostituyó algunos de los galardones más honrosos concedidos únicamente al valor militar. Véase Suetonio, Claud., c. 28. Posides empleó la mayor parte de sus riquezas en edificios.

«Ut spado vincebat Capitolia nostra Posides» (Juvenal., Sat. XIV [91]). <<

[2015] «Castrari mares vetuit.» Suetonio, Domitian., c. 7. Véase Dion Casio, l. LXVII [c. 2], p. 1107; l. LXVIII [c. 2], p. 1119. <<

[2016] En la Historia Augusta, p. 137, hay un pasaje, en el que Lampridio, a la vez que elogia a Alejandro Severo y a Constantino porque refrenaron la tiranía de los eunucos, deplora los males que ocasionaron en otros reinados. «Huc accedit quod eunuchos nec in consiliis nec in ministeriis habuit; qui soli principes perdunt, dum eos more gentium aut regum Persarum volunt vivere; qui a populo etiam amicissimum semovent; qui internuntii sunt, aliud quam respondetur [sæpe], referentes; claudentes principem suum, et agentes ante omnia ne quid sciat» [Lampridio, Alex. Sever., c. 66]. <<

[2017] Jenofonte (Cyropæd., l. VIII, p. 540 [560]) manifiesta las razones que tuvo Ciro para confiar la guardia de su persona a los eunucos. Había observado que la castración en los animales calmaba su intratable fiereza, pero que no disminuía su ánimo; y supuso que aquellos que se hallaban separados del resto del género humano debían mostrarse más adictos a su benefactor. Pero una larga experiencia ha demostrado lo contrario. Existen casos en que los eunucos se han distinguido por su fidelidad, valor y habilidades; pero si examinamos la historia general de Persia, India y China, hallaremos que el poder de los eunucos acarreó siempre la decadencia y ruina de las dinastías. <<

[2018] Véase Amiano Marcelino, l. XXI, c. 16; l. XXII, c. 4. Todo el contenido de esta historia imparcial justifica las invectivas de Mamertino, de Libanio y del mismo Juliano, quienes infamaron los vicios de la corte de Constancio. <<

[2019] Aurelio Víctor censura la negligencia de su soberano en la elección de los gobernadores de las provincias y los generales de su ejército, terminando su historia con una atrevida observación: que bajo un gobierno débil es más peligroso atacar a los ministros que al mismo monarca. «Uti verum absolvam brevi, ut Imperatore ipso clarius ita apparitorum plerisque magis atrox nihil» [De Cœsar., c. 42]. <<

[2020] «Apud quem (si vere dici debeat) multum Constantius potuit» (Amiano, l. XVIII, c. 4). <<

[2021] Gregorio Nacianceno (Orat., III, p. 90) reconviene al apóstata por su ingratitud con Marcos, obispo de Aretusa, que contribuyó a salvarle la vida, y sabemos, aunque por una autoridad menos respetable (Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 916), que Juliano se ocultó en el santuario de una iglesia. <<

[2022] El relato más exacto de la educación y las peripecias de Juliano se halla en la carta o manifiesto que él mismo dirigió al Senado y Pueblo de Atenas. Libanio (Orat. Parentalis in Imp. Julian.), por parte de los paganos, y Sócrates (l. III, c. 1), por la de los cristianos, han conservado varias circunstancias interesantes. <<

[2023] En cuanto a la promoción de Galo, véase a Idacio, Zósimo y los dos Víctor. Según Filostorgio (l. IV, c. 1), Teófilo, obispo arriano, lo presenció, pues sirvió de garantía de este tratado solemne. Mantuvo su dignidad con firmeza; pero Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, p. 1120) juzga imposible que un hereje sea capaz de tanta virtud. <<

[2024] Al principio, se le permitió a Juliano continuar sus estudios en Constantinopla; pero pronto su reputación excitó los celos de Constancio, y aconsejaron al joven príncipe que se retirase a Bitinia o Jonia. <<

[2025] Véase Juliano, Orat. ad S. P. Q. Athen., p. 271. Jerónimo, Chron. Aurelio Víctor. Eutropio X, 14 [7]. Copiaré las palabras de Eutropio, que escribió su compendio quince años después de la muerte de Galo, cuando ya no había motivo para adularlo ni tacharlo: «Multis incivilibus gestis Gallus Cœsar […] vir natura ferox et ad tyrannidem pronior, si suo juro imperare licuisset». <<

[2026] «Megæra quædam mortalis, inflammatrix sævientes assidua, humani cruoris avida», etc. Amiano Marcelino, l. XIV, c. 1. La sinceridad de Amiano no le hubiera permitido disfrazar los hechos, pero su afición a los realces ambiciosos lo hacía caer frecuentemente en una vehemencia de expresión nada natural. <<

[2027] Llamábase Clemacio de Alejandría, y su único crimen era haberse negado a satisfacer los deseos amorosos de su suegra, quien, resentida, solicitó su muerte. Amiano, l. XIV, c. 1. <<

[2028] Véase en Amiano (l. XIV, c. 1, 7) el extenso relato de las crueldades de Galo. Su hermano Juliano (p. 272) habla de una conspiración tramada contra él, y Zósimo (l. II, p. 135) nombra las personas comprometidas: un ministro de elevado rango y dos agentes desconocidos que pretendían enriquecerse. <<

[2029] Zonaras, l. XIII, t. II [c. 8], pp. 17-18. Gran número de legionarios se dejaron seducir por los asesinos, cuyas siniestras intenciones fueron descubiertas por la anciana en cuya choza habitaban. <<

[2030] En el texto actual de Amiano [XIV, 7], leemos «Asper, quidem, sed ad lenitatem propensior», lo que forma un sentido muy contradictorio. Valesio, con la ayuda de un antiguo manuscrito, rectificó la primera corrupción, que aclara enteramente con la sustitución de la palabra vafer. Si cambiamos lenitatem por levitatem, la alteración de una sola letra hace el pasaje claro y consistente. <<

[2031] En vez de tener que recoger apuntes imperfectos de varios autores, entramos de lleno en la historia de Amiano, y sólo necesitamos referirnos a los capítulos 7 y 9 del libro XIV. Con todo, no debemos despreciar a Filostorgio (l. III, c. 28), aunque sea parcial de Galo. <<

[2032] Se había adelantado a su marido, pero murió de una fiebre en el camino, en un pueblecito de Bitinia, llamado Cœnum Gallicanum. <<

[2033] Las legiones tebanas, acuarteladas entonces en Adrianópolis, enviaron una diputación a Galo, ofreciéndole sus servicios (Amiano, l. XIV, c. 11). La Notitia (s. 6, 20, 38. ed. Labb.) menciona tres legiones diferentes que se denominaban tebanas. El celo de Voltaire para destruir la despreciable aunque celebrada leyenda lo hizo aventurarse en un terreno resbaladizo, negando la existencia de las legiones tebanas en el ejército romano. Véase Œuvres de Voltaire, t. XV, p. 414, edición en cuarto. <<

[2034] Véase la narración completa de la muerte de Galo en Amiano, l. XIV, c. 11. Juliano se queja de que su hermano haya sido ejecutado sin pruebas; trata de justificar, o al menos de excusar, la cruel venganza que había impuesto a sus enemigos; pero al fin parece confesar que merecía ser despojado de la púrpura. <<

[2035] Filostorgio, l. IV, c. 1. Zonaras, l. XIII, t. II [c. 9], p. 19. El primero era parcial de un monarca arriano, y el último trascribía sin gusto ni criterio todo lo que hallaba en escritos antiguos. <<

[2036] Véase Amiano Marcelino, l. XV, c. 1, 3, 8. El mismo Juliano, en su carta a los atenienses, retrata vivamente su peligro y sentimientos. Con todo, manifiesta una tendencia a exagerar sus padecimientos, insinuando, aunque en términos ambiguos, que duraron un año, período que no puede reconciliarse con la verdad de la cronología. <<

[2037] A partir de los crímenes y desgracias de la familia de Constantino, Juliano escribió una fábula alegórica, que está felizmente concebida y redactada con gusto. Termina la séptima oratio, de donde ha sido separada y traducida por el abate de la Bléterie, Vie de Jovien, t. II, pp. 385-408. <<

[2038] Era natural de Tesalónica, en Macedonia, de una familia noble, e hija y hermana de cónsules. Su casamiento con el emperador puede fecharse en 352. En una época tan dividida, todos los historiadores le prodigan alabanzas. Véanse los testimonios recopilados por Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, pp. 750-754. <<

[2039] Libanio y Gregorio Nacianceno utilizaron toda su elocuencia para presentar a Juliano como el primer héroe o el peor tirano. Gregorio había sido su condiscípulo en Atenas y los síntomas que describe tan trágicamente, de la futura perversidad del apóstata, se reducen a algunas imperfecciones corporales y particularidades en su forma de hablar y en sus costumbres. Sostiene que entonces previó y anunció las calamidades de la Iglesia y del Estado (Gregorio Nacianceno, Orat. IV, pp. 121-122). <<

[2040] «Succumbere tot necessitatibus tamque crebris unum se, quod nunquam fecerat, aperte demonstrans» (Amiano, l. XV, c. 8). Luego expresa, con sus propias palabras, las lisonjeras manifestaciones de los cortesanos. <<

[2041] «Tantum a temperatis moribus Juliani differens fratris quantum inter Vespasiani filios fuit, Domitianum et Titum» (Amiano, l. XIV, c. 11). Las circunstancias y la educación de ambos hermanos fueron tan idénticas, que proporcionan el ejemplo de la innata diferencia de caracteres. <<

[2042] Amiano, l. XV, c. 8. Zósimo, l. III [c. 2], pp. 137-138. <<

[2043] Juliano, Orat. ad S. P. Q. Athen., pp. 275-276. Libanio, Orat. X, p. 268. No cedió Juliano hasta que los dioses manifestaron su voluntad por medio de augurios y repetidas visiones. Entonces su piedad le impidió resistir por más tiempo. <<

[2044] El mismo Juliano (p. 274) refiere con gracia las circunstancias de su metamorfosis, sus miradas fijas en el suelo y su perplejidad al verse trasportado de repente a un mundo nuevo, en que todo le parecía raro y hostil. <<

[2045] Véase Amiano Marcelino, l. XV, c. 8. Zósimo, l. III [c. 2], p. 139. Aurelio Víctor. Víctor el menor, Epitome [c. 42]. Eutropio X, 14 [7]. <<

[2046] «Militares omnes horrendo fragore scuta genibus illidentes; quod est prosperitatis indicium plenum; nam contra cum hastis clypei feriuntur, iræ documentum est et doloris […]». Amiano añade con discernimiento: «Eumque ut potiori reverentia servaretur, nec supra modum laudabant nec infra quam decebat» [XV, 8]. <<

[2047] ’Eλλαβε πορύύρεος θάνατος, καὶ μοῖρακραταιή. La palabra púrpura, que Homero usa en sentido vago y como propio para la muerte, la aplicó Juliano para expresar, muy adecuadamente, la naturaleza y el objeto de sus propias concepciones. <<

[2048] Manifiesta del modo más patético (p. 277) su nueva y desgraciada situación. Su mesa era tan abundante y espléndida, que el joven filósofo la desechó con desdén. «Quum legeret libellum assidue, quem Constantius ut privignum ad studia mittens manu sua conscripserat, prælicenter disponens quid in convivio Cœsaris impendi deberet, Phasianum, et vulvam et sumen exigi vetuit et inferri» (Amiano Marcelino, l. XVI, c. 5). <<

[2049] Si recordamos que Constantino, el padre de Helena, murió dieciocho años antes a muy avanzada edad, es probable que la hija, aunque virgen, no pudiera ser muy joven al contraer matrimonio. Poco tiempo después dio a luz un hijo, que murió inmediatamente, «quod obstetrix corrupta mercede, mox natum præsecto plusquam convenerat umbilico necavit». Acompañó al emperador y a la emperatriz en su viaje a Roma, y la última, «quæsitum venenum bibere per fraudem illexit, ut quotiescumque concepisset, immaturum abjiceret partum» (Amiano, l. XVI, c. 10). A nuestros médicos les toca el determinar si existe semejante veneno. Por mi parte, creo que la malignidad pública imputó a Eusebia como crimen los efectos de un accidente natural. <<

[2050] Amiano (XV, 5) se hallaba bien informado de la conducta y suerte de Silvano. Él fue uno de los que acompañaron a Ursicino en su arriesgada empresa. <<

[2051] La visita de Constancio a Roma se halla relatada en Amiano, l. XVI, c. 10. Sólo tenemos que añadir que Temistio fue nombrado diputado por Constantinopla y para esta ceremonia compuso su cuarta oratio. <<

[2052] Hormisdas, príncipe fugitivo de Persia, hizo notar al emperador que si hacía tal caballo, debía pensar en arreglarle un establo apropiado (el Foro de Trajano). Se cita otro dicho de Hormisdas: «Que una sola cosa le había desagradado, y era el ver que la gente moría en Roma lo mismo que en cualquiera otra parte». Si leemos el texto de Amiano (displicuisse en vez de placuisse) puede considerarse como una reprobación de la vanidad romana. El sentido contrario sería el de un misántropo. <<

[2053] Cuando Germánico visitó los antiguos monumentos de Tebas, el sacerdote más anciano le explicó el significado de estos jeroglíficos. Tácito, Annal. II, 60. Parece probable que antes de la útil invención del alfabeto, estos signos naturales o arbitrarios fueran los caracteres usuales de la nación egipcia. Véase Warburton, The Divine legation of Moses, t. III, pp. 69-243. <<

[2054] Véase Plinio, Nat. Hist., l. XXXVI, c. 14, 15. <<

[2055] Amiano Marcelino, l. XVII, c. 4, nos da una interpretación griega de estos jeroglíficos; su comentador Lindenbrogio añade una inscripción latina, que, en veinte versos del tiempo de Constancio, contiene una breve reseña del obelisco. <<

[2056] Véase Donato, Roma Vetus ac Recens, l. III, c. 14; l. IV, c. 12, y la erudita aunque confusa disertación de Bargeo sobre los obeliscos, incluida en el libro IV de Grevio, Thesaurus Antiquitatum Romanarum, pp. 1897-1936. Esta disertación está dedicada al papa Sixto V, que erigió el obelisco de Constancio en la plaza delante de la iglesia patriarcal de San Juan de Letrán. <<

[2057] Los sucesos de esta guerra sármata y cuada se hallan en Amiano XVI, 10; XVII, 12-13; XIX, 11. <<

[2058] «Genti Sarmatarum magno decori confidens apud eos regem dedit» (Aurelio Víctor, De Cœsar., c. 42). En un discurso pomposo pronunciado por el mismo Constancio, se explaya sobre sus hechos con mucha vanagloria y alguna verdad. <<

[2059] Amiano XVI, 9. <<

[2060] Amiano (XVII, 5) copia la carta arrogante. Temistio (Orat. IV, p. 57, ed. Petavio) da noticia de la cubierta de seda. Idacio y Zonaras mencionan el viaje del embajador; y Pedro el Patricio (en Excerpta Legat., p. 28 [ed. París; c. 15, p. 131, ed. Bonn]) nos informa de su comportamiento conciliador. <<

[2061] Amiano XVII, 5, y Valesio, ad loc. El sofista o filósofo (en aquel tiempo estas palabras eran casi sinónimas) era Eustaquio el Capadocio, discípulo de Jámblico, y amigo de san Basilio. Eunapio (Vita Ædesii, pp. 44-47) atribuye jocosamente a este embajador filósofo la gloria de embelesar al rey bárbaro con su persuasiva elocuencia. Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, pp. 828, 1132. <<

[2062] Amiano XVIII, 5,-6 y 8. La respetuosa conducta de Antonino con el general romano lo coloca en una situación muy interesante; y el mismo Amiano habla del traidor con compasión y cariño. <<

[2063] Esta circunstancia, según la cuenta Amiano, prueba la veracidad de Heródoto (l. I, c. 133) y la permanencia de las costumbres persas. Los persas han sido siempre intemperantes, y los vinos de Shiraz han triunfado sobre la ley de Mahoma. Brisson, De Regno Persico, l. II, pp. 462-472. Chardin, Voyage, t. III, p. 90. <<

[2064] Amiano XVIII, 6-8 y 10. <<

[2065] En cuanto a la descripción de Amida, véase D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, p. 108; Cherefeddin Alí, Histoire de Timur Bec, l. III, c. 41; Ahmed Arabsíades, t. I, p. 331, c. 43; Tavernier, Voyages, t. I, p. 301. Otter, Voyages, t. II, p. 273; Niebuhr, Voyages, t. II, pp. 324-328. El último de estos viajeros, un instruido danés, dibujó un plano de Amida, muy útil para las operaciones del sitio. <<

[2066] Diarbekir, designada por los turcos en sus escritos públicos como Amid o Kara Amid, contiene dieciséis mil casas, y es la residencia de un bajá de tres colas. El adjetivo de Kara deriva de la piedra negra con que está construido el antiguo muro de Amida. <<

[2067] Amiano (XIX, 1-9) describe minuciosamente el sitio de Amida, en cuya defensa tomó parte, escapando con dificultad cuando los persas la tomaron por asalto. <<

[2068] De estas cuatro naciones, los albaneses son bastante conocidos para requerir una descripción. Los segestanos [Sacastè, Saint Martin] ocupaban un país llano y vasto que aún conserva su nombre, al sur de Khorasán y al oeste del Indostán (Véase Geographia Nubiensis, p. 133; D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, p. 797). A pesar de la celebrada victoria de Bahram (p. 294), cuarenta años después se presentan los segestanos como nación independiente y aliada de Persia. Ignoramos la situación de los Vertæ y de los Chionites, pero creo acertado ubicarlos (al menos los últimos) en los confines de la India y Escitia. Véase Amiano XVI, 9. <<

[2069] Amiano marca la cronología de este año con tres hechos, que no están muy acordes entre sí o con la historia. 1) El grano ya estaba maduro cuando Sapor invadió la Mesopotamia, «Cum jam stipula flavente turgerent»; circunstancia, que, en la latitud de Alepo, nos refiere naturalmente a los meses de abril o mayo. Véase Harmer, Observations on Scripture, t. I, p. 41. Shaw, Travels, p. 335, ed. en cuarto. 2) El avance de Sapor fue detenido por la crecida del Éufrates, que generalmente acontece en julio y agosto. Plinio el Viejo, Nat. Hist., v. 21. Viaggi di Pietro della Valle, t. I, p. 696. 3) Cuando Sapor tomó Amida, tras un sitio de setenta y tres días, el otoño estaba muy adelantado: «Autumno præcipiti hædorumque improbo sidere exorto». Para conciliar estas aparentes contradicciones, hay que conceder algún retraso en el rey persa, descuido en el historiador y desconcierto en las estaciones. <<

[2070] La relación de estos sitios se halla en Amiano XX, 6-7. <<

[2071] Sobre la identidad de Virtha y Tecrit, véase a D’Anville, Géographie Ancienne, t. II, p. 201. Sobre el sitio del castillo por Timur Bec o Tamerlán, consúltese a Cherefeddin, l. III, c. 33. El biógrafo persa exagera la dificultad y el mérito de esta victoria, que libró a las caravanas de Bagdad de una formidable pandilla de ladrones. <<

[2072] Amiano (XVIII, 5-6; XIX, 3; XX, 2) representa la desgracia y mérito de Ursicino con la lealtad y el aprecio de un soldado para con su general. Puede tachárselo de alguna parcialidad, aunque el relato es probable. <<

[2073] Amiano XX, 11. «Omisso vano incepto, hiematurus Antiochiæ redit in Syriam ærumnosam, perpessus et ulcerum sed et atrocia, diuque deflenda.» De este modo restableció Jaime Gronovio un pasaje oscuro; y es del parecer que esta sola corrección merecía que el autor hiciese nueva edición, cuyo sentido es apenas comprensible. Esperaba alguna aclaración de los trabajos recientes del erudito Ernesto. (Lipsiæ, 1773.) <<

[2074] Los estragos de los germanos y la penuria de Galia fueron recopilados por el mismo Juliano. Orat. ad S. P. Q. Athen., p. 277, Amiano, XV, 11 [8?]; Libanio, Orat. X, Zósimo, l. III [c. 3], p. 140; Sozomen, l. III, c. 1 [Mamertino, Gratiarum Actio, c. IV]. <<

[2075] Amiano (XVI, 8). Parece que este nombre se deriva de los Toxandri de Plinio, como sucede a menudo en las historias de la Edad Media. Toxandria era un país cubierto de bosques y pantanos, que se extendía desde las cercanías de Tongres hasta las confluencias del Vahal y del Rin. Véase Valesio, Notitia Galliarum, p. 558. <<

[2076] La paradoja de P. Daniel, en que dice que los francos nunca estuvieron asentados en las orillas del Rin antes del tiempo de Clodoveo, la refuta Biet con erudición, probando hasta la evidencia su ininterrumpida posesión de Toxandria ciento treinta años antes del ascenso de Clodoveo. La disertación de Biet fue premiada por la Academia de Soissons, en 1736, y preferida al discurso de su célebre competidor, el abate Le Bœuf, un anticuario cuyo nombre graciosamente da a conocer su erudición. <<

[2077] La vida privada de Juliano en Galia y la severa disciplina que adoptó son retratadas vivamente por Amiano (XVI, 5), quien es propenso a ensalzar, y el mismo Juliano, que aparenta ridiculizar una conducta (Misopogon, p. 340) que, en un príncipe de la familia de Constantino, podía excitar la extrañeza del género humano. <<

[2078] «Aderat Latine quoque disserendi sufficiens sermo» (Amiano XVI, 5). Educado en las escuelas de Grecia, Juliano miró siempre el idioma de los romanos como un dialecto extranjero y popular de que podía echar mano en caso necesario. <<

[2079] Ignoramos el paradero de este excelente ministro, a quien Juliano después nombró prefecto de Galia. El celoso emperador volvió a llamar a Salustio a su lado; y aun podemos leer un discurso sentimental, aunque pedante (pp. 240-252), en el que Juliano deplora la pérdida de tan apreciable amigo, y a quien se confiesa deudor de su reputación. Véase abate de la Bléterie, Vie de Jovien, Préface, p. 20. <<

[2080] Amiano (XVI, 2-3) parece mucho más satisfecho del éxito de su primera campaña que el mismo Juliano, quien confiesa francamente que nada hizo de provecho y que huyó ante el enemigo. <<

[2081] Amiano XVI, 7. Libanio describe más ventajosamente el talento militar de Marcelo, Orat. X, p. 272. Y Juliano insinúa que no se lo hubiera llamado tan fácilmente, a no ser que hubiese dado a la corte otros motivos de queja, p. 278. <<

[2082] «Severus, non discors, non arrogans, sed longa militiæ frugalitate compertus; et cum recta præeuntem secuturus, ut ductorem morigerus miles.» Amiano XVI, 11. Zósimo, l. III [c. 2], p. 140. <<

[2083] En cuanto a la cooperación y abandono entre Juliano y Barbatio, véase Amiano (XVI, 11), y Libanio, Orat. X, p. 273. <<

[2084] Amiano (XVI, 12), con su inflamada elocuencia, describe la figura y el carácter de Chnodomarius: «Audax et fidens ingenti robore lacertorum, ubi ardor proelii sperabatur immanis, equo spumante sublimior, erectus in jaculum formidandæ vastitatis, armorumque nitore conspicuus: antea strenuus et miles, et utilis præter cæteros ductor […] Decentium Cœsarem superavit æquo Marte congressus». <<

[2085] Juliano, tras la batalla, trató de restablecer la antigua disciplina, exponiendo al escarnio del campamento a los fugitivos en traje femenino. En la campaña siguiente estas tropas recobraron completamente su honor. Zósimo, l. III [c. 3], p. 142. <<

[2086] Juliano mismo (Orat. ad S. P. Q. Athen., p. 279) describe la batalla de Estrasburgo con la modestia propia del verdadero mérito: ἐμαχεσάμην οὐκ ἀκλεῶς,ἴσως καὶ εἰς ὑμᾶς ἀφίκετο ἡ τοιαύτη μάχη. Zósimo la compara con la victoria alcanzada por Alejandro sobre Darío; no obstante, no podemos descubrir ninguno de aquellos arranques de genio militar en que el éxito de un solo día basta para fijar la atención de las naciones. <<

[2087] Amiano XVI, 12. Libanio añade dos mil al número de muertos (Orat. X, p. 274). Pero estas pequeñas diferencias desaparecen ante los sesenta mil bárbaros que sacrifica Zósimo a la gloria de su héroe (l. III [c. 3], p. 141). Podríamos atribuir este número disparatado al descuido de los copistas, si este historiador crédulo o parcial no hubiese aumentado el ejército de treinta y cinco mil alamanes a innumerable multitud de bárbaros: πλῆθος ἄπειρον βαρβάρων. No es culpa nuestra si este descubrimiento nos inspira desconfianza en ocasiones similares. <<

[2088] Amiano XVI, 12. Libanio, Orat. X, p. 276. <<

[2089] Libanio (Orat. III, p. 137) retrata vivamente las costumbres de los francos. <<

[2090] Amiano XVII, 2. Libanio, Orat. X, p. 278. Equivocando el orador griego un pasaje de Juliano, dice que los francos eran mil hombres; y, como su imaginación estaba siempre preocupada con la guerra del Peloponeso, los compara con los lacedemonios que fueron sitiados y hechos prisioneros en la isla de Esfacteria. <<

[2091] Juliano, Orat. ad S. P. Q. Athen., p. 280. Libanio, Orat. X, p. 278. Según la expresión de Libanio, el emperador δῶρα ὠνόμαζε, que el abate de la Bléterie entiende (Vie de Julien, p. 118) como una franca confesión y Valesio (ad Amiano XVII, 2), como un medio de evadir la verdad. Dom Bouquet (Historiens de France, t. 1, p. 733), sustituyendo otra palabra ἐνόμισε, quiere salvar el tropiezo variando enteramente el sentido de este pasaje. <<

[2092] Amiano XVII, 8; Zósimo, l. III [c. 4], pp. 146-150 (su narración queda oscurecida por una mezcla fabulosa); Juliano, Orat. ad S. P. Q. Athen., p. 280. Su expresión: ὑπεδεξάμην μὲν μοῖραν τοῦ Σαλίων ἔθνους, Xαμάβονς δὲ έξήλασα. Este tratamiento diferente confirma la opinión de que les fue permitido a los salios francos conservar los establecimientos en Toxandria. <<

[2093] Zósimo compendió esta interesante historia, que Eunapio refiere (en Excerpta Legationum, pp. 15-17 [ed. París; p. 11 y ss., ed. Ven.; c. I, p. 41 y ss., ed. Bonn]) con todas las amplificaciones de la retórica griega; pero el silencio de Libanio, de Amiano y del mismo Juliano hace sospechoso este relato. <<

[2094] Libanio, el amigo de Juliano, insinúa claramente (Orat. IV, p. 178) que su héroe compuso la historia de sus campañas galas. Pero Zósimo (l. III [c. 2], p. 140) ha basado su historia únicamente en las orationes (λόγοι) y cartas de Juliano. El discurso dirigido a los atenienses contiene una esmerada descripción de la guerra contra los germanos. <<

[2095] Véase Amiano XVII, l, 10; XVIII, 2; Zósimo, l. III, p. 144; Juliano, Orat. ad S. P. Q. Athen., p. 280. <<

[2096] Amiano, XVIII, 2. Libanio, Orat. X, pp. 279-280. Cuatro de estos siete puntos son hoy día de alguna consideración: Bingen, Andernach, Bonn y Nuyss. Los otros tres, Tricesimæ, Quadriburgium y Castra Herculis o Heraclea, ya no existen; pero hay fundados motivos para creer que en el lugar de Quadriburgium construyeron los holandeses el fuerte de Schenk, nombre que ofende a la delicadeza de Boileau. Véase D’Anville, Notice de l’Ancienne Gaule, p. 183; Boileau, Épitre IV, y las notas. <<

[2097] Podemos dar crédito a la exacta relación de Juliano sobre esta transacción, Orat. ad S. P. Q. Athen., p. 279 y ss. Zósimo (l. III [c. 5], p. 145) añade doscientos buques. Si computamos los seiscientos buques de grano que cita Juliano con capacidad para setenta toneladas cada uno, podían exportar ciento veinte mil cuartos [1 524 072 toneladas] (véase Arbuthnot, Weights and Measures, p. 237), y debe estar muy adelantada la agricultura de un país que soporte tan importante exportación. <<

[2098] Las tropas se amotinaron poco antes del segundo paso del Rin. Amiano XVII, 9. <<

[2099] Amiano XVI, 5; XVIII, 1. Mamertino en Panegyr. Vet. XI, 4. <<

[2100] Amiano XVII, 3. Juliano, Ep. XV, ed. Spanheim. Semejante conducta justifica los encomios de Mamertino: «Ita illi anni spatia divisa sunt, ut aut Barbaros domitet, aut civibus jura restituat; perpetuum professus, aut contra hostem, aut contra vitia, certamen». <<

[2101] Libanio, Orat. Parentalis in Imp. Julian., c. 38, en Fabricio, Bibliotheca Græca, t. VII, pp. 263-264. <<

[2102] Véase Juliano, Misopogon, pp. 340-341. El estado primitivo de París está descrito por Enrique Valesio (ad Amiano XX, 4), su hermano Adriano Valesio, o de Valois, y D’Anville (en sus respectivas obras sobre la antigua Galia), el abate de Longuerue (Description de la France, t. I, pp. 12-13, y Bonamy (en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XV, pp. 656-691). <<

[2103] Tὴν Φίλην Λευκετίαν. Juliano, Misopogon, p. 340. Leucetia, o Lutecia, era el antiguo nombre de la ciudad, que, según la costumbre del siglo IV, tomaba la denominación territorial de Parisii. <<

[2104] Juliano, Misopogon, pp. 359-360. <<

[2105] La fecha de las Divinœ Institutiones de Lactancio ha sido cuidadosamente discutida; se han suscitado dificultades y se han propuesto soluciones; y se ha supuesto la existencia de dos ediciones originales: la primera, publicada durante la persecución de Diocleciano; la segunda, bajo la de Licinio. Véanse Dufresnoy, «Præfat.», p. V; Tillemont, Mém. Ecclés., t. VI, pp. 465-470; Lardner, Credibility of the Gospel Hist., parte II, t. VII, pp. 78-86. Por mi parte, estoy casi convencido de que Lactancio dedicó sus Divinœ Institutiones al soberano de Galia en tiempos en que Galerio, Maximino e, incluso, Licinio persiguieron a los cristianos, es decir, entre los años 306 y 311. <<

[2106] Lactancio, Divinœ Institut. I, 1; VII, 26. El primero y más importante de estos pasajes no existe en veintiocho manuscritos, pero se halla en diecinueve. Si examinamos y comparamos con atención el valor de estos manuscritos, uno que tiene novecientos años de antigüedad —que se encuentra en la biblioteca real de Francia— contiene el pasaje; pero se omite en el correcto manuscrito de Bolonia, que Bernard de Montfaucon atribuye al siglo VI o al VII (Diarium Italicum, p. 409). El gusto de la mayoría de los editores (excepto Iseo, véase Lactancio, ed. Dufresnoy, t. I, p. 596) ha reconocido la pureza del estilo de Lactancio. <<

[2107] Eusebio, De Vita Constant., l. I, c. 27-32. <<

[2108] Zósimo, l. II [c. 29], p. 104. <<

[2109] Este rito siempre se practicó en la conversión de un catecúmeno (véanse Bingham, Christian Antiquities, l. X, c. I, p. 419, y Chardon, Hist. des Sacremens, t. 1, p. 62), y Constantino lo recibió por primera vez (Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 61) inmediatamente antes de su bautismo y muerte. De la conexión de estos dos hechos, Valesio (ad loc. Eusebio) ha llegado a una conclusión que es admitida a regañadientes por Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, p. 628) y rechazada con débiles argumentos por Mosheim (p. 968). <<

[2110] Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 61-63. La leyenda del bautismo de Constantino en Roma trece años antes de su muerte fue apropiadamente inventada en el siglo VIII a causa de su donación. Tal ha sido el progreso gradual de la inteligencia, que una historia que el cardenal Baronio (Annal. Eccl., A. D. 324, núm. 43-49) declaró imposible de defender ahora es sostenida débilmente, incluso en el ámbito del Vaticano. Véase Antiquitates Christianæ, t. II, p. 232, obra publicada en Roma con seis aprobaciones, en el año 1751, por el padre Mamachi, un sabio dominico. <<

[2111] El cuestor o secretario que compuso la ley del Código Teodosiano le hace decir a su monarca, con indiferencia, «hominibus supra dictæ religionis» (l. XVI, tít. II, leg. 1). Al ministro de asuntos eclesiásticos se le permitió un estilo más devoto y respetuoso: «τῆς ἐνθέσμου καὶ ἁγιωτάτῆς καθολικῆς θρησκείας» («el legal, santísimo y católico culto»). Véase Eusebio, Hist. Eccl., l. X, c. 6. <<

[2112] Codex Theodos., l. II, tít. VIII, leg. 1. Codex Justin., l. III, tít. XII, leg. 3. Constantino llama al día del Señor dies solis, nombre que no podía ofender los oídos de sus súbditos paganos. <<

[2113] Codex Theodos., l. XVI, tít. X, leg. 1. Godofredo (t. VI, p. 257), en carácter de comentador, procura disculpar a Constantino; pero el celoso Baronio (Annal. Eccl., A. D. 321, n.º 18) censura su profana conducta con verdad y aspereza. <<

[2114] Teodoreto (l. I, c. 18) parece insinuar que Helena dio a su hijo una educación cristiana; pero la superior autoridad de Eusebio (De Vita Constant., l. III, c. 47) nos asegura que ella debía a Constantino su conocimiento del cristianismo. <<

[2115] Véanse las medallas de Constantino en Ducange y Banduri. Como las ciudades que habían conservado el privilegio de acuñar moneda eran pocas, casi todas las medallas de aquel tiempo salieron de la ceca imperial. <<

[2116] El panegírico de Eumenio (VII [VI], en Panegyr. Vet.), pronunciado pocos meses antes de la guerra de Italia, menciona, con evidencia innegable, la superstición pagana de Constantino y su particular veneración a Apolo o al Sol; Juliano (Orat. VII, p. 228, ἀπολείπων σέ) hace alusión a ello. Véase Spanheim, Les Césars de Julien, «Comment.», p. 317. <<

[2117] Constantino, Orat. ad Cœtum Sanctorum, c. 25. Sin embargo, fácilmente se podría demostrar que el traductor griego ha perfeccionado el sentido del original latino: el anciano emperador pudo haber recordado la persecución de Diocleciano con más horror que el que efectivamente había sentido en los días de su juventud y paganismo. <<

[2118] Véanse Eusebio, Hist. Eccl., l. VIII, 13; l. IX, 9, y De Vita Constant., l. I, c. 16-17; Lactancio, Divinœ Institut. I, 1; Cecilio, De Mort. Persecut., c. 25. <<

[2119] Cecilio (De Mort. Persecut., c. 48) ha seguido el original latino y Eusebio (Hist. Eccl., l. X, c. 5) ha dado una traducción griega de este edicto perdurable, que hace referencia a algún reglamento provisional. <<

[2120] Un panegírico de Constantino, pronunciado siete u ocho meses después del Edicto de Milán (véanse Godofredo, Chronol. Legum, p. 7, y Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 246), usa la siguiente y reparable expresión: «Summe rerum sator, cujus tot nomina sunt, quot linguas gentium esse voluisti, quem enim te ipse dici velis scire non possumus» (Panegyr. Vet., IX [VIII], 26). Al explicar el avance de Constantino en la fe, Mosheim (p. 971 y ss.) se muestra ingenioso, sutil y prolijo. <<

[2121] Véase la elegante descripción de Lactancio (Divinœ Institut. V, 8), quien es mucho más terminante y perspicaz de lo que corresponde a un discreto profeta. <<

[2122] El sistema político de los cristianos se halla explicado por Grocio, De Jure Belli et Pacis, l. I, c. 3, 4. Grocio era un republicano exiliado, pero la benignidad de su carácter le permitió respaldar a las autoridades establecidas. <<

[2123] Tertuliano, Apologet., c. 32 y 34-36. «Tamen nunquam Albiniani, nec Nigriani vel Cassiani inveniri potuerunt Christiani» (Ad Scapulam, c. 2). Si esta aserción es indudable, los cristianos de aquella época estaban excluidos de todo empleo civil y militar que los obligase a tomar una parte activa en el servicio de sus respectivos gobernadores. Véase Moyle, Works, t. II, p. 349. <<

[2124] Véanse al artificioso Bossuet, Hist. des Variations des Églises Protestantes, t. III, pp. 210-258, y al malicioso Bayle, t. II, p. 620. Menciono a Bayle porque sin dudas fue el autor de los Avis aux Réfugiés (consúltese el Dictionnaire Critique de Chauffepié, t. I, parte II, p. 145). <<

[2125] Buchanan es el primero o, al menos, el más elogiado de los reformistas que han justificado la teoría de la resistencia. Véase su diálogo De Jure Regni apud Scotos, t. II, pp. 28 y 30, edición en folio Ruddiman. <<

[2126] Lactancio, Divinœ Institut., I 1. Eusebio, en su Historia, en su Vida de Constantino y en su Oratio, refiere repetidas veces el derecho divino de Constantino al Imperio. <<

[2127] El conocimiento imperfecto que tenemos de la persecución de Licinio lo deducimos de Eusebio (Hist. Eccl., l. X, c. 8; De Vita Constant., l. I, c. 49-56; l. II, c. 1, 2). Aurelio Víctor menciona su crueldad en términos generales. <<

[2128] Eusebio, De Vita Constant., l. II, c. 24-42, 48-60. <<

[2129] A comienzos del último siglo, los papistas de Inglaterra sólo conformaban una trigésima parte de su población; los protestantes de Francia, una decimoquinta; y el espíritu y el poder de ambos fueron objeto de recelos y zozobras constantes. Véanse los relatos que Bentivoglio —que entonces era nuncio en Bruselas y, después, cardenal— transmitió a la corte de Roma (Relazione, t. II, pp. 211-241). Bentivoglio era curioso, bien informado, pero un tanto parcial. <<

[2130] La indiferencia de los germanos se presenta, casi de igual modo, en la historia de la conversión de cada una de sus tribus. Las legiones de Constantino fueron alistadas con germanos (Zósimo, l. II [c. 15], p. 86); incluso la corte de su padre se llenó de cristianos. Véase el libro I de la Vida de Constantino compuesta por Eusebio. <<

[2131] «De his qui arma projiciunt in pace, placuit eos abstinere a communione» (Concilio de Arles, canon III). Los mejores críticos usan estas palabras para referirse a la paz de la Iglesia. <<

[2132] Eusebio considera la segunda guerra civil contra Licinio como una cruzada religiosa. Obedeciendo a la invitación del tirano, algunos oficiales cristianos volvieron a ocupar sus zonas o, en otras palabras, retomaron el servicio militar. Esta conducta fue luego censurada por el canon XII del Concilio de Nicea, si puede admitirse esta particular aplicación en vez del sentido vago y general de los intérpretes griegos Balsamon, Zonaras y Alejo Aristeno. Véase Beveridge, Pandect. Eccl. Græc., t. I, p. 72; t. II, p. 78; anotación. <<

[2133] «Nomen ipsum crucis absit non modo a corpore civium Romanorum, sed etiam a cogitatione, oculis, auribus» (Cicerón, Pro Rabirio, c. 5). Los escritores cristianos san Justino mártir, Minucio Félix, Tertuliano, san Jerónimo y Máximo de Turín han investigado, con igual éxito, la figura de la cruz o su semejanza en casi todos los objetos de la naturaleza y del arte: en la intersección del meridiano y el Ecuador, en las facciones humanas, en un ave volando, un hombre nadando, un árbol, un bauprés, un arado, un estandarte, etcétera. Véase Lipsio, De Cruce, l. I, c. 9. <<

[2134] Véase Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 41], que considera esta ley como ejemplo de la piedad de Constantino. Un edicto tan honorífico hacia el cristianismo merece un lugar en el Código Teodosiano, en vez de una mención indirecta, como parece resultar de la comparación de los títulos XV y XVIII del libro IX. <<

[2135] Eusebio, De Vita Constant., l. I, c. 40. Esta estatua —por lo menos, la cruz e inscripción— puede atribuirse con mayor certeza a la segunda o tercera visita de Constantino a Roma. Inmediatamente después de la derrota de Majencio, los ánimos del Senado y del pueblo apenas estaban preparados para este monumento público. <<

[2136]

Agnoscas, regina, libens mea signa necesse est;

In quibus effigies crucis aut gemmata refulget

Aut longis solido ex auro prœfertur in hastis.

Hoc signo invictus, transmissis Alpibus ultor

Servitium solvit miserabile Constantinus

………………………………………………………

Christus purpureum gemmanti textus in auro

Signabat Labarum, clipeorum insignia Christus

Scripserat; ardebat summis crux addita cristis.

(Prudencio, Contra Orationem Symmachi, l. I, 464, 486.) <<

[2137] La derivación y el significado de la palabra labarum o laborum —usada por Gregorio Nacianceno, Ambrosio, Prudencio, etc.— actualmente se ignoran, a pesar de las investigaciones etimológicas sobre esta voz en las lenguas latina, griega, española, celta, teutónica, ilírica, armenia, etc. Véanse Du Cange, Glossarium ad Scriptores mediæ et infimæ Latinitatis, sobre la voz labarum, y los Comentarios de Godofredo al Código Teodosiano, t. II, p. 143. <<

[2138] Eusebio, De Vita Constant., l. I, c. 30, 31. Baronio (Annal. Eccl., A. D. 312, n.° 26) ha descrito una representación del lábaro. <<

[2139] «Transversa X litera, summo, capite circumflexo, Christum in scutis notat» (Cecilio [véase nota 40], De Mort. Persecut., c. 44). Cuper (ad De Mort. Persecut., en su edición de Lactancio, t. II, p. 500) y Baronio (A. D. 312, núm. 25) han grabado varios pictogramas —de los que damos las dos muestras siguientes—: _3.jpg, copiados de antiguos monumentos y que se usaron muchísimo en el mundo cristiano. <<

[2140] Eusebio, De Vita Constant., l. II, c. 7-9. Este autor parece indicar en su narración que el lábaro fue introducido antes de la expedición italiana, aunque no fue expuesto a la cabeza de un ejército hasta que Constantino, luego de diez años, se declaró enemigo de Licinio y libertador de la Iglesia. <<

[2141] Véanse Codex Theodos., l. VI, tít. XXV; Sozomen, l. I, c. 2 [c. 4]; Teófanes, Chronographia, p. 11. Teófanes vivió a fines del siglo VIII, casi quinientos años después de Constantino. Los modernos griegos no solían desplegar en el campo el estandarte del Imperio y del cristianismo y, aunque contaban con la esperanza supersticiosa de su defensa, la promesa de la victoria podría haber parecido una ficción demasiado atrevida. <<

[2142] El abate du Voisin (p. 103 y ss.) menciona varias de estas medallas y hace referencia a una particular disertación sobre este tema de un jesuita, el Padre de Grainville. <<

[2143] Tertuliano, De Corona, c. 3. Atanasio, t. I, p. 101 [p. 89, ed. Benedict. 1698; De Incarnatione Verbi Dei, c. 48]. El docto jesuita Petavio (Dogmata Theolog., l. XV, c. 9-10) ha reunido muchos pasajes similares sobre las virtudes de la cruz, que, en el último siglo, constituyeron un gran obstáculo para los protestantes. <<

[2144] Cecilio, De Mort. Persecut., c. 44. Es cierto que esta declamación histórica fue compuesta y publicada mientras que Licinio, soberano de Oriente, aún conservaba la amistad de Constantino y de los cristianos. Todo lector de buen gusto percibirá que el estilo es muy diferente e inferior al de Lactancio; éste es ciertamente el juicio de Le Clerc (Bibliothèque Ancienne et Moderne, t. III, p. 438) y de Lardner (Credibility of the Gospel Hist., parte II, vol. VII, p. 94). Tres argumentos, referidos al título del libro y a la autoría de Donato o Cecilio, fueron producidos por los defensores de Lactancio (véase Lestocq, t. II, pp. 46-60). Estas pruebas individualmente son débiles y defectuosas, pero en conjunto adquieren gran peso. He vacilado mucho, pero seguiré dócilmente el manuscrito de Colbert considerando como autor —sea quien fuere— a Cecilio. <<

[2145] Cecilio, De Mort. Persecut., c. 46. Parece que alguna razón hay en la observación de Voltaire (Œuvres, t. XIV, p. 307), que atribuye el éxito de Constantino a la superior notoriedad de su lábaro sobre el ángel de Licinio. No obstante, este ángel es favorablemente admitido por Pagi, Tillemont, Fleury, etc., quienes se complacen en aumentar su provisión de milagros. <<

[2146] Además de estos conocidos ejemplos, Tolio (prefacio a la traducción de Longino por Boileau) ha descubierto una visión de Antígono, quien aseguró a sus tropas que había visto un pentágono (símbolo de la seguridad) con estas palabras: «Por esto vencerás». Sin embargo, inexcusablemente, Tolio ha omitido el origen de su fuente, y su estilo, tanto literario como moral, no está libre de reproches (véase Chauffepié, Dictionnaire Critique, t. IV, p. 460). Sin insistir sobre el silencio de Diodoro, Plutarco, Justino, etc., puede observarse que Polieno, en un capítulo aparte (l. IV, c. 6), ha reunido diecinueve estratagemas militares de Antígono e ignora esta singular visión. <<

[2147] «Instinctu Divinitatis, mentis magnitudine.» La inscripción sobre el arco triunfal de Constantino, que ha sido copiada por Baronio, Gruter, etc., puede aún ser leída por el viajero curioso. <<

[2148] «Habes profecto aliquid cum illa mente Divina secretum; quæ delegata nostra Diis Minoribus cura uni se tibi dignatur ostendere» (Panegyr. Vet. IX [VIII], 2). <<

[2149] Freret (Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. IV, pp. 411-437) explica muchos de los prodigios de la Antigüedad a partir de causas físicas; y Fabricio, engañado por ambos bandos, procura en vano introducir la cruz celestial de Constantino entre los halos solares (Bibliotheca Græca, t. VI, pp. 8-29). <<

[2150] Nazario, inter Panegyr. Vet. X [IX], 14-15. No es necesario nombrar a los modernos, cuyo voraz apetito ha tragado hasta el cebo pagano de Nazario. <<

[2151] Las apariciones de Castor y Pólux, particularmente para anunciar la victoria de Macedonia, se hallan atestiguadas por historiadores y monumentos públicos. Véanse Cicerón, De Natura Deorum II, 2; III, 5-6; Floro II, 12; Valerio Máximo, l. I, c. 8, n.° 1. Sin embargo, el más reciente de estos milagros se halla omitido e indirectamente negado por Livio (XLV, 1). <<

[2152] Eusebio, [De Vita Constant. ], l. I, c. 28-30. Los que abogan por el milagro, aunque no estén absolutamente convencidos, sienten en extremo el silencio del mismo Eusebio en su Historia eclesiástica. <<

[2153] La narración de Constantino parece indicar que vio la cruz en el cielo antes de atravesar los Alpes contra Majencio. La escena se ha fijado, por efecto de una vanidad provinciana, en Tréveris, Besanzón, etc. Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 573. <<

[2154] El piadoso Tillemont (Mém. Ecclés., t. VII, p. 1317) rechaza con un suspiro el útil testimonio de Artemio, veterano y mártir, quien corrobora como testigo ocular la visión de Constantino. <<

[2155] Gelasio de Cízico, en Acta Concil. Nicen., l. I, c. 4. <<

[2156] Los que abogan por la visión no pueden dar cuenta de un solo testimonio de los Padres de los siglos IV y V, que en sus voluminosos escritos celebran repetidamente el triunfo de la Iglesia y de Constantino. Como a estos hombres venerables no les disgustaba un milagro, es posible sospechar —y la sospecha es confirmada por la ignorancia de Jerónimo— que ellos desconocían la Vida de Constantino compuesta por Eusebio. Este tratado fue recobrado por la diligencia de aquellos que tradujeron o continuaron su Historia eclesiástica y que han representado de varios modos la visión de la cruz. <<

[2157] Godofredo fue el primero que, en el año 1643 (Not. ad Philostorgium, l. I, c. 6, p. 16), expresó ciertas dudas sobre un milagro que había sido defendido con igual celo por el cardenal Baronio y los centuriones de Magdeburgo. Desde aquel año, muchos de los críticos protestantes se han inclinado hacia la duda y el escepticismo. Chauffepié presenta estas objeciones con gran fuerza (Dictionnaire Critique, t. IV, pp. 6-11); y en el año 1774 un doctor de la Sorbona, el abate du Voisin, publicó una apología que merece los epítetos de erudita y moderada. <<

[2158]

Lors Constantin dit ces propes paroles:

J’ai renversé le culte des idoles:

Sur les débris de leurs temples fumants

Au Dieu du Ciel j’ai prodigué l’encens.

Mais tous mes soins pour sa grandeur suprême

N’eurent jamais d’autre objet que moi-même;

Les saints autels n’étoient à mes regards

Qu’un marchepié du trône des Césars.

L’ambition, la fureur, les délices

Etoient mes dieux, avoient mes sacrifices.

L’or des Chrétiens, leurs intrigues, leur sang

Ont cimenté ma fortune et mon rang.

El poema en el que aparecen estos versos puede, tal vez, leerse con placer, pero no mencionarse con decencia. <<

[2159] Este favorito probablemente era el gran Osio, obispo de Córdoba, que prefirió el cuidado pastoral de toda la Iglesia al gobierno de una diócesis en particular. Su carácter fue descrito magníficamente, aunque de modo conciso, por Atanasio (t. I, p. 703 [t. II, p. 535, ed. Benedict. 1777]). Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. VII, pp. 524-561. Osio fue acusado, quizás injustamente, de haberse retirado de la corte con una extensa fortuna. <<

[2160] Véanse Eusebio, De Vita Constant. (passim), y Zósimo, l. II [c. 19], p. 104. <<

[2161] El cristianismo de Lactancio era de carácter moral antes que misterioso. El ortodoxo Bull dice: «Erat pæne rudis disciplinæ Christianæ, et in rethorica melius quam in theologia versatus» (Defensio Fidei Nicenæ, secc. II, c. 14). <<

[2162] Fabricio, con su habitual vigor, ha compilado una lista de trescientos o cuatrocientos autores, que son citados en la Præparatio Evangelica de Eusebio. Véase Bibliotheca Græca, l. V, c. 4, t. VI, pp. 37-56. <<

[2163] Véase Constantino, Orat. ad Cœtum Sanct., c. 19-20. Fundamentalmente, se basa en un misterioso acróstico, compuesto en la era sexta después del diluvio por la sibila de Eritrea y traducido por Cicerón al latín. Las letras iniciales de los treinta y cuatro versos griegos forman esta profética oración: «Jesucristo, hijo de Dios, salvador del mundo». <<

[2164] Al parafrasear a Virgilio, el emperador ha favorecido y mejorado el sentido literal del texto latino. Véase Blondel, Des Sibylles, l. I, c. 14-16. <<

[2165] Las diversas afirmaciones de Polión, Julia, Druso y Marcelo sobre un hijo mayor y otro menor resultan incompatibles con la cronología, la historia y el buen juicio de Virgilio. <<

[2166] Véase Lowth, De Sacra Poesi Hebrærum Prælect., XXI, pp. 289-293. En el examen de la cuarta égloga, el respetable obispo de Londres ha demostrado erudición, gusto, ingenio y un entusiasmo templado que exalta su imaginación sin degradar su buen juicio. <<

[2167] La diferencia entre la parte pública y la secreta del servicio divino —la missa catechumenorum y la missa fidelium— y el velo de misterio con que la devoción o la política han cubierto a esta última quedan sensatamente explicados por Thiers, Exposition du Saint Sacrement, l. I, c. 8-12, pp. 59-91; pero, como en esta cuestión vale sospechar de los papistas, el lector protestante podrá confiar, con mayor fundamento, en el sabio Bingham (Christian Antiquities, l. X, c. 5). <<

[2168] Véanse Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 15-32, y el tono general del sermón de Constantino. La fe y la devoción del emperador han proporcionado a Baronio un engañoso argumento a favor de su temprano bautismo. <<

[2169] Zósimo, l. II [c. 29], p. 105. <<

[2170] Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 15-16. <<

[2171] Con respecto al sacramento del bautismo, la teoría y la práctica antigua han sido prolijamente explicadas por Chardon (Hist. des Sacremens, t. I, pp. 3-405), por Dom Martenne (de Ritibus Ecclesiæ Antiquis, t. 1) y por Bingham (Christian Antiquities, l. X y XI). Cabe observar un aspecto en el que las Iglesias modernas se han apartado materialmente de la antigua costumbre: el sacramento del bautismo, incluso cuando se administraba a niños pequeños, era inmediatamente seguido por la comunión y la confirmación. <<

[2172] Los Padres de la Iglesia, que censuraron esta criminal demora, no podían negar la eficacia indudable y victoriosa del bautismo, incluso, en el lecho de muerte. La ingeniosa retórica de Crisóstomo pudo hallar sólo tres argumentos en contra de estos prudentes cristianos: I) que se debe amar y practicar la virtud por sí misma y no simplemente por la recompensa; II) que puede sorprendernos la muerte sin tener la oportunidad de recibir el bautismo; III) que, aunque tengamos un sitio en el Cielo, sólo brillaremos como estrellas pequeñas si podemos igualar a los soles de rectitud que han seguido el rumbo marcado con laboriosidad, fortuna y gloria. Crisóstomo, en Ep. ad Hebræos, homil. XIII, apud Chardon, Hist. des Sacremens, t. I, p. 49. En mi opinión, dicha demora bautismal, a pesar de que iba acompañada de las más perniciosas circunstancias, no fue nunca condenada por un concilio general o provincial ni por algún acto público o declaración de la Iglesia. El celo de los obispos se encendía más fácilmente en acontecimientos de menor trascendencia. <<

[2173] Zósimo, l. II [c. 29], p. 104. Por esta solapada falsedad ha merecido y sufrido un severo trato por parte de todos los escritores eclesiásticos, a excepción del cardenal Baronio (A. D. 324, n.° 15-28), quien creyó oportuno utilizar al infiel en un servicio especial contra el arriano Eusebio [de Nicomedia]. <<

[2174] Eusebio [De Vita Constant. ], l. IV, c. 61, 62, 63. El obispo de Cesárea presume con la más absoluta confianza la salvación de Constantino. <<

[2175] Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 429. Los griegos, los rusos y, en la Edad Media, los mismos latinos se mostraron deseosos de incluir a Constantino en el catálogo de los santos. <<

[2176] Véanse los libros III y IV de su Vida. Tenía por costumbre decir que, ya se predicara a Cristo con fingimiento, ya con sinceridad, él no dejaría de regocijarse (l. III, c. 58). <<

[2177] Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, pp. 374 y 616) ha defendido con fuerza y ánimo la pureza virginal de Constantinopla frente a ciertas malevolentes insinuaciones del pagano Zósimo. <<

[2178] El autor de la Histoire Politique et Philosophique des deux Indes (t. I, p. 9) condena la ley de Constantino, según la cual se concedía la libertad a todos los esclavos que abrazaran el cristianismo. El emperador promulgó, en efecto, una ley que prohibía a los judíos circuncidar —quizá, tener— esclavos cristianos (véanse Eusebio, De Vita Constant., l. IV, c. 27, y Codex Theodos., l. XVI, tít. IX, con el comentario de Godofredo, t. VI, p. 247). Sin embargo, esta parcial excepción sólo era aplicable a los judíos; el gran cuerpo de cristianos, que tenía amos cristianos o paganos, no podía mejorar su condición temporal cambiando de religión. Ignoro qué fue lo que indujo la confusión del abate Reynal, pues la falta total de citas constituye una crítica imperdonable a su amena historia. <<

[2179] Véanse Acta Sancti. Silvestri e Hist. Eccles. Nicephori Callisti, l. VII, c. 34, apud Baronio, Annal. Eccl., A. D. 324, n.° 67-74. Semejante evidencia es bastante desdeñable, pero estas circunstancias son en sí mismas tan probables que el docto Howell (Hist. of the World, t. III, p. 14) las ha referido sin escrúpulos. <<

[2180] La conversión de los bárbaros durante el reinado de Constantino es celebrada por los historiadores eclesiásticos (véase Sozomen, l. II, c. 6, y Teodoreto, l. I, c. 23-24). Pero Rufino, traductor latino de Eusebio, merece ser considerado como una autoridad especial. Su información fue curiosamente obtenida de uno de los acompañantes del apóstol de Etiopía y de Bacurio, un príncipe íbero que era comes domesticorum. Mamachi ha ofrecido una amplia compilación sobre el avance del cristianismo en los volúmenes I y II de su admirable, aunque imperfecta, obra. <<

[2181] Véase en Eusebio (De Vita Constant., l. IV, c. 9 y ss.) la apremiante y patética epístola de Constantino a favor de sus hermanos cristianos de Persia. <<

[2182] Véase Basnage, Hist. des Juifs, t. VII, p. 182; t. VIII, p. 333; t. IX, p. 810. El curioso vigor de este escritor le permite seguir a los exiliados judíos hasta los confines de la Tierra. <<

[2183] Durante su infancia, Teófilo había sido entregado como rehén por sus compatriotas de la islas Maldivas, y fue educado por los romanos en el saber y la piedad. Las Maldivas, cuya capital es Male —o Diva— son un grupo de mil novecientas a dos mil islas diminutas en el océano Índico. Los antiguos tenían un conocimiento imperfecto de estas islas, pero ellas están descritas en las obras de dos viajeros mahometanos del siglo IX, publicadas por Renaudot (Geographia Nubiensis, pp. 30-31). Véase D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, p. 704; Hist. Générale des Voyages, t. VIII. <<

[2184] Filostorgio, l. III, c. 4-6, con las eruditas observaciones de Godofredo. La narrativa histórica se pierde pronto en una indagación sobre la sede del Paraíso, extraños monstruos, etcétera. <<

[2185] Véase la epístola de Osio, apud Atanasio, t. I, p. 840. El regaño público que Osio se vio forzado a dirigir al hijo contenía los mismos principios de gobierno eclesiástico y civil que había inculcado secretamente en el espíritu del padre. <<

[2186] De la Bastie (Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XV, pp. 38-61) evidentemente ha demostrado que Augusto y sus sucesores ejercieron en persona las funciones sagradas de pontifex maximus o sumo sacerdote del Imperio Romano. <<

[2187] Una suerte de práctica contraria se había instituido gradualmente en la iglesia de Constantinopla; pero el rígido Ambrosio ordenó a Teodosio que se retirara tras la barandilla y le enseñó a discernir la diferencia entre un rey y un sacerdote. Véase Teodoreto, l. V, c. 18. <<

[2188] En la mesa del emperador Máximo, Martín, obispo de Tours, recibió una copa de un asistente y se la dio a su acompañante, el presbítero, antes de permitirle beber al emperador; la emperatriz sirvió la mesa de Martín. Sulpicio Severo, Vita Sancti Martini, c. 23, y Dialog. II, 7. No obstante, cabe dudar de si tan extraordinarias lisonjas estaban dirigidas al obispo o al santo. Los honores generalmente concedidos al primero pueden verse en Bingham (Christian Antiquities, l. II, c. 9) y en Valesio (ad Teodoreto, l. IV, c. 6). Véase el altivo ceremonial que Leoncio, obispo de Trípoli, impuso a la emperatriz. Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, p. 754 (Patres Apostol. t. II, p. 179). <<

[2189] Plutarco, en su tratado sobre Isis y Osiris, plantea que los reyes de Egipto que aún no eran sacerdotes, después de su elección, fueron iniciados en el sacerdocio. <<

[2190] Las cifras no están confirmadas en ninguno de los antiguos escritores o de los catálogos originales, porque las listas parciales de las iglesias orientales son relativamente modernas. Las pacientes diligencias de Charles de St. Paul, de Lucas Holstenius y de Bingham han examinado pormenorizadamente todas las sedes episcopales de la Iglesia Católica, que era casi tan extensa como el Imperio Romano. El libro IX de Antiquitates Christianæ constituye un mapa muy preciso de geografía eclesiástica. <<

[2191] Sobre el tema de los obispos rurales, o chorepiscopi, que votaban en todos los sínodos y conferían las órdenes menores, véanse Thomassin, Discipline de l’Église, t. I, p. 447, etc.; y Chardon, Hist. des Sacremens, t. V, p. 395, etc. Estos obispos no surgen sino hasta el siglo IV; y su equívoco cargo, que había provocado el recelo de los prelados, fue abolido antes de finalizar el siglo X, tanto en Oriente como en Occidente. <<

[2192] Thomassin (Discipline de l’Église, t. II, l. II, c. 1-8, pp. 673-721) ha tratado profusamente la elección de los obispos durante los cinco primeros siglos, tanto en Oriente como en Occidente, pero muestra una parcial inclinación a favor de la aristocracia episcopal. Bingham (l. V, c. 2) es moderado y Chardon (Hist. des Sacremens, t. V, pp. 106-128), muy claro y conciso. <<

[2193] «Incredibilis multitudo, non solum ex eo oppido (Tours), sed etiam ex vicinis urbibus ad suffragia ferenda convenerat» (Sulpicio Severo, in Vita Sti. Martini, c. 7). El Concilio de Laodicea (canon XIII) prohibió las multitudes y los tumultos, y Justiniano limitó el derecho de elección a la nobleza. Novell. CXXIII, 1. <<

[2194] Las epístolas de Sidonio Apolinar (IV, 25; VII, 5, 9) describen algunos de los escándalos de la Iglesia gala; y Galia era menos ilustrada y menos corrupta que Oriente. <<

[2195] En ocasiones se llegaba a un compromiso por ley o consentimiento: o los obispos o el pueblo elegían a uno de los tres candidatos nombrados por la otra parte. <<

[2196] Todos los ejemplos citados por Thomassin (Discipline de l’Église, t. II, l. II, c. VI, pp. 704-714) parecen ser extraordinarios actos de fuerza e, incluso, de opresión. Filostorgio presenta la confirmación del obispo de Alejandría como un hecho más regular (Hist. Eccl., l. II, 1 1). <<

[2197] El celibato del clero durante los primeros cinco o seis siglos es una cuestión de disciplina —y, desde luego, de polémica— que ha sido esforzadamente estudiada. Véanse, en particular, Thomassin, Discipline de l’Église, t. I, l. II, c. LX, LXI, pp. 886-902, y Bingham, Christian Antiquities, l. IV, c. 5. Cada uno de estos críticos eruditos, aunque parciales, ofrece la mitad de la verdad y oculta la otra parte. <<

[2198] Diodoro de Sicilia afirma y aprueba la sucesión hereditaria del sacerdocio entre los egipcios, los caldeos y los hindúes (l. I [c. 73], p. 84, l. II [c. 29 y 40], pp. 142 y 153, ed. Wesseling). Amiano describe a los sacerdotes zoroástricos como una familia muy numerosa: «Per sæcula multa ad præsens una eademque prosapia multitudo creata, Deorum cultibus dedicatur» (XXIII, 6). Ausonio celebra la stirps druidarum (Commemoratio Professorum Burdigalensium IV [7]); pero se puede inferir de la observación de Julio César (De Bello Gall. VI, 13) que en la jerarquía celta había cierto margen para la elección y la competencia. <<

[2199] La cuestión sobre la vocación, ordenación, obediencia, etc., del clero es prolijamente tratada por Thomassin (Discipline de l’Église, t. II, pp. 1-83) y Bingham (Christian Antiquities, l. IV, c. 4 y 6-7). Cuando fue ordenado el hermano de san Jerónimo en Chipre, los diáconos le taparon la boca por la fuerza, ya que temían que expresara una solemne protesta que pudiera invalidar el santo ritual. <<

[2200] La carta de inmunidades, que el clero obtuvo de los emperadores cristianos, se encuentra en el libro XIV del Código Teodosiano y está ilustrada con suficiente imparcialidad por el sabio Godofredo, cuyo pensamiento estaba equilibrado por los antagónicos prejuicios de ser seglar y protestante. <<

[2201] Justiniano, Novell. CIII. En total, tenían quinientos veinticinco miembros: sesenta presbíteros o sacerdotes, cien diáconos, cuarenta diaconisas, noventa subdiáconos, ciento diez lectores, veinticinco chantres y cien ostiarios. Esta moderada cantidad fue fijada por el emperador para aliviar la escasez de la Iglesia, que había incurrido en la deuda y en la usura por los gastos propios de una institución mucho más pudiente. <<

[2202] «Universus clerus ecclesiæ Carthaginiensis […] fere quingenti vel amplius; inter quos quamplurimi erant lectores infantuli» (Víctor de Vita, De Persecutione Vandal. V, 9, p. 78, ed. Ruinart). Este remanente de una situación más próspera todavía subsistió bajo la opresión de los vándalos. <<

[2203] La Iglesia latina ha fijado el número de siete órdenes exclusivamente para el rango episcopal. Pero los cuatro grados inferiores, las órdenes menores, actualmente han quedado reducidos a vacuos e inútiles títulos. <<

[2204] Véase Codex Theodos., l. XVI, tít. II, leg. 42, 43. Las obras de Godofredo —su comentario al Código Teodosiano y su Historia eclesiástica de Alejandría— muestran el peligro de estas instituciones religiosas que, con frecuencia, perturbaban la paz de aquella turbulenta capital. <<

[2205] El edicto de Milán (De Mort. Persecut., c. 48), al mencionarla, reconoce la existencia de un tipo de propiedad de la tierra: «Ad jus corporis eorum, id est, ecclesiarum non hominum singulorum pertenetia». Esta solemne declaración del supremo magisterio debió recibirse en todos los tribunales como una máxima del derecho civil. <<

[2206] «Habeat unusquisque licentiam sanctissimo Catholicæ [ecclesiœ] venerabilique concilio, decedens bonorum quod optavit relinquere» (Codex Theodos., l. XVI, tít. II, leg. 4). Esta ley fue promulgada en Roma, en el año 321, en el momento en que Constantino pudo haber previsto una posible ruptura con el emperador de Oriente. <<

[2207] Eusebio, Hist. Eccl., l. X, 6; De Vita Constant., l. IV, c. 28. Este autor se extiende repetidas veces sobre la generosidad del héroe cristiano, que el obispo mismo tuvo oportunidad de conocer e, incluso, de experimentar. <<

[2208] Eusebio, Hist. Eccl., l. X, c. 2-4. El obispo de Cesárea, que averiguaba y gratificaba las preferencias de su soberano, pronunció en público una elaborada descripción del templo de Jerusalén (De Vita Constant., l. IV, c. 46). Éste ya no existe, pero en la Vida de Constantino (l. III, c. 36) hay una breve descripción de su arquitectura y decoración. También menciona el templo de los Santos Apóstoles en Constantinopla (l. IV, c. 58). <<

[2209] Véase Justiniano, Novell. CXXIII, 3. Las rentas de los patriarcas y de los obispos más pudientes no figuran; la estimación más elevada de un obispo se ha fijado en treinta libras de oro y la más baja, en dos; puede considerarse dieciséis como término medio, pero todos estos cálculos son muy inferiores al valor real. <<

[2210] Véase Baronio (Annal. Eccl., A. D. 324, n.° 58, 65, 70, 71). Todo documento procedente del Vaticano es motivadamente sospechoso; sin embargo, estos registros de rentas tienen un tinte de antigüedad y de autenticidad; al menos, es evidente que, si son falsos, se falsificaron en una época en la que eran las granjas y no los reinos el objeto de la avaricia papal. <<

[2211] Véase Thomassin, Discipline de l’Église, t. III, l. II, c. 13-15, pp. 689-706. La división legal de las rentas eclesiásticas no parece haber estado en vigor en los tiempos de Ambrosio y de Crisóstomo. Simplicio y Gelasio, que fueron obispos de Roma a fines del siglo V, hablan de ella en sus cartas pastorales como si, en Italia, fuera una ley general, ya confirmada por la costumbre. <<

[2212] Ambrosio, el más incansable defensor de los privilegios eclesiásticos, se somete sin protestas al pago del tributo sobre la tierra: «Si tributum petit Imperator, non negamus; agri ecclesiæ solvunt tributum; solvimus quæ sunt Cœsaris Cœsari, et quæ sunt Dei Deo; tributum Cœsaris est; non negatur». Baronio se esfuerza por interpretar este tributo como un acto de caridad más que de deber (Annal Eccl., A. D. 387); pero las palabras, o las intenciones, de Ambrosio son imparcialmente explicadas por Thomassin, Discipline de l’Église, t. III, l. I, c. 94, p. 268. <<

[2213] «In Ariminensi synodo super ecclesiarum et clericorum privilegiis tractatu habito, usque eo dispositio progressa est, ut juga quæ viderentur ad ecclesiam pertinere, a publica functione cessarent inquietudine desistente; quod nostra videtur dudum sanctio repulsisse» (Codex Theodos., l. XVI, tít. II, leg. 15). Si el Concilio de Rímini hubiera aprobado este punto, el valor práctico podría haber compensado ciertas herejías especulativas. <<

[2214] Eusebio (De Vita Constant., l. IV, c. 27) y Sozomen (l. I, c. 9) nos aseguran que la jurisdicción episcopal fue ampliada y confirmada por Constantino; pero la falsificación de un famoso edicto, que nunca fue completamente incorporado al Código Teodosiano (véase al final, t. VI, p. 303), queda muy satisfactoriamente demostrada por Godofredo. Es extraño que Montesquieu, que era un hombre de leyes así como un filósofo, mencione este edicto de Constantino (L’Esprit des Loix XXII, 21) sin insinuar sospecha alguna. <<

[2215] El tema de la jurisdicción eclesiástica ha estado envuelto por un velo de pasiones, prejuicios e intereses. Dos de los libros más imparciales de los que han caído en mis manos son Institutions du Droit Canonique, del abate de Fleury, e Istoria Civile di Napoli, de Giannone. La moderación de estos textos es producto tanto de las circunstancias como del temperamento de sus autores. Fleury era un eclesiástico francés que respetaba la autoridad de los parlamentos; Giannone era un abogado italiano que temía el poder de la Iglesia. Permítaseme observar aquí que, como las ideas generales que propongo son resultado de muchos hechos particulares e imperfectos, debo remitir al lector a aquellos autores modernos que han tratado la cuestión expresamente para no ampliar estas notas hasta dimensiones desagradables y desproporcionadas. <<

[2216] Tillemont ha recogido de Rufino, Teodoreto, etc., los sentimientos y el lenguaje de Constantino. Mém. Ecclés., t. III, pp. 749-750. <<

[2217] Véase Codex Theodos., l. IX, tít. XLV, leg. 4. En las obras de Fra Paolo (t. IV, p. 192 y ss.) hay un excelente tratado sobre el origen, los derechos, los abusos y los límites de los santuarios. Observa, con razón, que en la antigua Grecia probablemente había entre quince y veinte asyla o santuarios; cifra que en la actualidad puede encontrarse dentro del recinto amurallado de una sola ciudad italiana. <<

[2218] La jurisprudencia penitencial se perfeccionaba continuamente con los cánones de los concilios. No obstante, como aún quedaban muchos casos a discreción de los obispos, ellos publicaban de vez en cuando, siguiendo el ejemplo del pretor romano, las reglas de disciplina que se proponían observar. Entre las epístolas canónicas del siglo IV, las de Basilio el Grande fueron las más celebradas; se encuentran en las Pandectas de Beveridge (t. II, pp. 47-151) y están traducidas por Chardon (Hist. des Sacremens, t. IV, pp. 219-277). <<

[2219] Basilio (Ep. XLVII, en Baronio, Annal. Eccl., A. D. 370, n.° 91) declara haberlo relatado intencionadamente para convencer a los gobernadores de que no estaban libres de una sentencia de excomunión. A su juicio, ni siquiera las cabezas coronadas quedaban a salvo del poder del Vaticano; y el cardenal demuestra ser mucho más consistente que los abogados y los teólogos de la Iglesia gala. <<

[2220] La larga lista de sus antepasados, que se remonta hasta Eurístenes —el primer rey dórico de Esparta y el quinto en descendencia lineal desde Hércules—, estaba inscrita en los archivos públicos de Cirene, una colonia lacedemonia (Sinesio, Ep. LVII, p. 197, ed. Petavio). Un linaje de setecientos años tan puro e ilustre, sin contar los antepasados reales de Hércules, no tiene paralelo en la historia de la humanidad. <<

[2221] Sinesio (De Regno, p. 2 [ed. París 1612]) lamenta melancólicamente la caída y la ruina de Cirene: πόλις Ἑλληνὶς παλαιὸν ὄνομα καὶ σεμνὸν, καὶ ἐν ὠδῆ μνρίᾳ τῶν πάλαι σοφῶν, νῦν πένης, καὶ κατηφὴς, καὶ μέγα ἐρείπιον. Tolemaida, una ciudad nueva a ochenta y dos millas [131,96 km] de distancia al oeste de Cirene, asumió los honores metropolitanos de la Pentápolis, o Alta Libia, que fueron más tarde otorgados a Sozusa. Véanse Wesseling, Itiner., pp. 67, 68, 732; Celario, Geographia Ant., t. II, parte II, pp. 72, 74; Charles de St. Paul, Geographia Sacra, p. 273; D’Anville, Géographie Ancienne, t. III, pp. 43-44, y Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXXVII, pp. 363-391. <<

[2222] Sinesio había expuesto previamente su propia descalificación (Ep. CV, pp. 246-250). Era muy aficionado a estudios y entretenimientos paganos, e incapaz de mantener una vida de celibato; tenía dudas sobre la resurrección y se negaba a predicar fábulas a la gente, a menos que se le permitiera filosofar en su casa. Teófilo, primado de Egipto que conocía su mérito, aceptó este extraordinario compromiso. Véase la vida de Sinesio en Tillemont, Mém. Ecclés., t. XII, pp. 499-554. <<

[2223] Véase la invectiva de Sinesio, Ep. LVII, pp. 191-201. El ascenso de Andrónico era ilegal, pues era nativo de Berenice, ciudad de esta provincia. Se especifican curiosamente los instrumentos de tortura: πιεστήριον, o prensa, δακτυλήθσα, ποδοστράβη, ῥινολάβις, ῳτάγρα y χειλοστόφιον, que oprimía y estiraba de varios modos los dedos, pies, nariz, orejas y labios de la víctima. <<

[2224] La pena de excomunión se expresa en un estilo retórico (Sinesio, Ep. LVIII, pp. 201-203). El método de incluir a familias enteras, aunque algo injusto, mejoró al convertirse en prohibición nacional. <<

[2225] Véase Sinesio, Ep. XLVII, pp. 186-187; Ep. LXXII, pp. 218-219; Ep. LXXXIX, pp. 230-231. <<

[2226] Véase Thomassin (Discipline de l’Église, t. II, l. III, c. 83, pp. 1761-1770) y Bingham (Christian Antiquities, vol. I, l. XIV, c. 4, pp. 688-717). Se consideraba que la predicación era la obligación más importante del obispo; pero esta función se confiaba en ocasiones a presbíteros como Crisóstomo y san Agustín. <<

[2227] La reina Isabel I de Inglaterra utilizaba esta expresión y practicaba este arte cuando deseaba predisponer el ánimo de su gente a favor de alguna medida de gobierno extraordinaria. Los efectos hostiles de esta música fueron percibidos por su sucesor y experimentados con rigor por su hijo. «Cuando los púlpitos redoblan eclesiásticos», etc. Véase, Heylin, Life of Archbishop Laud, p. 153. <<

[2228] Aquellos modestos oradores reconocían que, al carecer del don de hacer milagros, se esforzaban por adquirir las artes de la elocuencia. <<

[2229] El Concilio de Nicea, en los cánones IV, V, VI y VII, ha formulado ciertas regulaciones fundamentales referidas a los sínodos metropolitanos y primados. Estos cánones han sido variadamente maltratados, violados, interpolados o falsificados, según los intereses del clero. Las iglesias suburbicarias, concedidas por Rufino al obispo de Roma, se han convertido en el centro de una vehemente polémica (véase Sirmond, Opera, t. IV, pp. 1-283). <<

[2230] Sólo poseemos entre treinta y tres y cuarenta y siete suscripciones episcopales; pero Ado, sin duda un escritor de escasa importancia, cuenta seiscientos obispos en el Concilio de Arles. Tillemot, Mém. Ecclés., t. VI, p. 422. <<

[2231] Véase Tillemont, t. VI, p. 915, y Beausobre, Hist. du Manichéisme, t. I, p. 529. El título de obispo que da Eutiquio a los dos mil cuarenta y ocho eclesiásticos (Annal., t. I, p. 440, vers. Pocock) ha de extenderse más allá de los límites de una orden ortodoxa o, incluso, episcopal. <<

[2232] Véase Eusebio, De Vita Constant., l. III, c. 6-12. Tillemont, Mém. Ecclés., t. VI, pp. 669-759. <<

[2233] «Sancimus igitur vicem legum obtinere, quæ a quatuor Sanctis Conciliis […] expositæ sunt aut firmatæ. Prædictarum enim quatuor synodorum dogmata sicut sanctas Scripturas et regulas sicut leges observamus» (Justiniano, Novell. CXXXI). Beveridge (Prolegomena ad Pandect., p. 2) comenta que los emperadores no confeccionaron leyes nuevas en cuestiones eclesiásticas; y Giannone (Istoria Civile di Napoli, t. I, p. 136) observa, con ánimo muy diferente, que daban sanción legal a los cánones de los concilios. <<

[2234] Véase el artículo «Concile», en la Encyclopédie, t. III, pp. 668-679, ed. Lucques. El autor del artículo, Bouchaud, ha tratado, según los principios de la Iglesia gala, las cuestiones principales sobre la forma y la constitución de los concilios generales, nacionales y provinciales. Los editores (véase «Préface», p. XVI) tienen motivo para enorgullecerse de este artículo. Quienes consulten su inmensa compilación raramente quedarán tan satisfechos. <<