[1198] «Indicta lex nova quæ sane illorum temporum modestia tolerabilis, in perniciem processit.» Aurelio Víctor [De Cœsar, c. 39] ha descifrado atinadamente la índole de Diocleciano, aunque en mal latín. <<

[1199] «Solus omnium, post conditum Romanum Imperium, qui ex tanto fastigio sponte ad privatæ vitæ statum civilitatamque remearet», Eutropio IX, 28 [16]. <<

[1200] Se han tomado de Lactancio las particularidades del viaje y la enfermedad (c. 17); quizá puede admitirse a veces como testimonio de hechos públicos, pero rara vez de anécdotas privadas. <<

[1201] Aurelio Víctor [De Cœsar, c. 39] atribuye la abdicación, que ha sido interpretada de diferentes maneras, a dos causas: primero, el menosprecio de Diocleciano a toda ambición; segundo, su temor a turbulencias inminentes. Uno de los panegiristas (VI [V], 9) menciona la edad y los achaques de Diocleciano como una razón natural para su retiro. <<

[1202] Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, p. 525, n. 19) despeja cabalmente las dificultades y equivocaciones que hay sobre las fechas de año y día de la abdicación de Diocleciano; véase también Pagi, ad annum. <<

[1203] Véase Panegyr. Vet., VI [V], 9. La oración se pronunció después de que Maximiano reasumiera la púrpura. <<

[1204] Eumenio le tributa un fino agasajo: «At enim divinum illum virum, qui primus imperium et participavit et posuit, consilii et facti sui non pœnitet; nec amisisse se putat quod sponte transcripsit. Felix beatusque vere quem vestra, tantorum principium, colunt obsequia privatum». Panegyr. Vet., VII [VI], 15. <<

[1205] Debemos a Víctor el Menor [Pseudo Aurelio Víctor, Epitome, c. 39] el ponderado chiste. Eutropio [l. IX, c. 16] lo menciona de manera general. <<

[1206] Hist. August., pp. 223-224 [Vopisco, Aurel., c. 43]. Vopisco conocía por su padre esta conversación. <<

[1207] Víctor el Menor [Epitome, c. 39] menciona levemente el rumor; pero como Diocleciano había ofendido a un partido poderoso y predominante, han llovido crímenes y maldades sobre su memoria. Se afirmó que había muerto loco rabioso, y que el Senado había llegado a condenarlo como criminal, entre otras cosas. <<

[1208] Véase Itiner., pp. 269 y 272, ed. Wesseling. <<

[1209] El abate Fortis, en su Viaggio in Dalmazia, p. 43 (impreso en Venecia en 1774, en dos pequeños volúmenes en cuarto), cita una relación manuscrita de las antigüedades de Salona, compuesta por Giambattista Giustiniani, como a mediados del siglo XVI. <<

[1210] Adam, Antiquities of Diocletian’s Palace at Spalatro, p. 6. Podemos añadir una o dos circunstancias del abate Fortis: en el arroyuelo Hyader, mencionado por Lucano, se crían exquisitas truchas, y un escritor agudo, quizás fraile, supone que fue uno de los principales motivos que determinaron la elección de Diocleciano para su retiro. Fortis, p. 45. El mismo autor (p. 38) advierte que revive cierta afición a la agricultura en Spalatro y que una sociedad de caballeros establece una granja experimental junto a la ciudad. <<

[1211] Constantino, Oratio ad Cœtum Sanctorum, c. 25. En este sermón, el emperador, o el obispo que la compuso por él, se empeña en relatar el miserable final de todos los perseguidores de la iglesia. <<

[1212] Constantino Porfirogénito, De Administrando Imperio, p. 86 [ed. París; t. III, p. 125, ed. Bonn]. <<

[1213] D’Anville, Géographie Ancienne, t. I, p. 162. <<

[1214] Los señores Adam y Clerisseau, acompañados de dos dibujantes, visitaron Spalatro en el mes de julio de 1757. La magnífica obra, resultado de su viaje, se publicó siete años después en Londres. <<

[1215] Voy a copiar las palabras del abate Fortis: «E’ bastevolmente nota agli amatori dell’Architettura, e dell’Antichitá; l’opera del Signor Adams, che a donato molto a que’ superbi vestigi coll’ abituale eleganza del suo toccalapis e del bulino. In generale la rozzezza del scapello, e’l cattivo gusto del secolo VI gareggiano colla magnificenza del fabricato». Véase Viaggio in Dalmazia, p. 40. <<

[1216] El orador Eumenio era secretario de los emperadores Maximiano y Constancio, y profesor de retórica en el colegio de Autun. Su salario era de seiscientos mil sextercios, que, según el más bajo cómputo de aquel tiempo, equivaldría a más de tres mil libras al año. Solicitó generosamente el permiso de emplearlos en reedificar el colegio. Véase su oratio De Restaurandis Scholis [c. 11], que con sus resabios vanidosos tal vez lo desagravia de sus panegíricos. <<

[1217] Porfirio murió en la época de la abdicación de Diocleciano. La Vida que compuso de su maestro Plotino no da concepto cabal de la índole de su secta y de las costumbres de sus profesores. Esta pieza curiosísima se halla en Fabricio, Bibliotheca Grœca, t. IV, pp. 88-148. <<

[1218] Fundándose en Orosio y Eusebio, Montesquieu (Grandeur et Décadence des Romains, c. 17) supone que, en esta ocasión, el Imperio fue dividido realmente por primera vez en dos partes. No obstante, es difícil descubrir en qué aspecto el plan de Galerio difería del de Diocleciano. <<

[1219] «Hic non modo amabilis, sed etiam venerabilis Gallis fuit; præcipue quod Diocletiani suspectam prudentiam, et Maximiani sanguinariam violentiam imperio ejus evaserant» (Eutropio X, 1). <<

[1220] «Divitiis Provincialium (mel. provinciarum) ac privatorum studens, fisci commoda non admodum affectans; ducensque melius publicas opes a privatis haberi, quam intra unum claustrum reservari» (Eutropio X, 1). Extremó esta máxima a tal punto que, cuando daba un banquete, tenía que pedir prestada la vajilla. <<

[1221] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 18. Si los detalles de esta conversación fueran más coherentes con la verdad y la decencia, quizá podríamos preguntar cómo un retórico desconocido llegó a enterarse de ellos. Pero son muchos los historiadores que nos traen a la memoria la ingeniosa expresión del gran conde al cardenal de Retz: «Ces coquins nous font parler et agir comme ils auroient fait eux-mêmes à notre place». <<

[1222] «Sublatus nuper a pecoribus et silvis statim Scutarius, continuo Protector, mox Tribunus, postridie Cœsar, accepit Orientem» (Lactancio, De Mort. Persecut., c. 19). Aurelio Víctor es demasiado generoso al darle toda la porción de Diocleciano. <<

[1223] Su fidelidad y diligencia son reconocidas hasta por el mismo Lactancio (De Mort. Persecut., c. 18). <<

[1224] No obstante, estos planes se fundan únicamente en la dudosa autoridad de Lactancio (De Mort. Persecut., c. 20). <<

[1225] Esta tradición, ignorada por los contemporáneos de Constantino, fue inventada en la lobreguez de los monasterios, embellecida por Jeffrey de Monmouth y los escritores del siglo XII, defendida por nuestros historiadores del último siglo, y se halla gravemente referida en la historia de Inglaterra compilada por Carte (t. 1, p. 147). No obstante, ella traslada el reino de Coil, padre imaginario de Helena, de Essex a la muralla de Antonino. <<

[1226] Eutropio (X, 2) expresa en breves palabras la verdad real y la ocasión del error: «Ex obscuriori matrimonio ejus filius». Zósimo (l. II [c. 8], p. 78) toma el relato menos favorable, el que es seguido también por Orosio (VII, 25), cuya autoridad es extrañamente desatendida por el infatigable, aunque parcial, Tillemont. Al insistir en el divorcio de Helena, Diocleciano reconoció su casamiento. <<

[1227] Las opiniones con respecto al lugar donde nació Constantino son tres. I) Los historiadores ingleses se atienen con embeleso a las palabras de su panegirista: «Britannias illic oriendo nobiles fecisti». Pero este célebre pasaje puede referirse tanto al casamiento como al nacimiento de Constantino. II) Algunos griegos modernos suponen que Constantino nació en Drepano, ciudad del golfo de Nicomedia (Celario, Geographia Ant., t. II, p. 174), a la que Constantino honró con el nombre de Helenópolis y Justiniano realzó con numerosos edificios soberbios (Procopio, DeÆdificiis V, 2). En efecto, es probable que el padre de Helena tuviera una posada en Drepano, y quizá Constantino se haya alojado allí cuando volvía de una embajada a Persia durante el reinado de Aureliano, pero en la vida errante de un soldado el lugar de su casamiento y los sitios donde nacen sus hijos tienen poca conexión entre sí. III) La idea de que Naissus es el lugar de nacimiento es defendida por un escritor anónimo, citado por Amiano, p. 710 [t. II, p. 295, ed. Bip.], quien, por lo general, copió muy buenos materiales. Además, esta idea es confirmada por Julio Fírmico (De Astrologia, l. I, c. 4) durante el reinado del mismo Constantino. Es cierto que se han hecho algunas objeciones en cuanto a la integridad del texto y la aplicación del pasaje de Fírmico, pero aquélla es establecida por los mejores manuscritos y ésta es hábilmente defendida por Lipsio (De Magnitudine Romana, l. IV, c. 11 y suplemento). <<

[1228] «Litteris minus instructus» (Excerpta Vales., p. 710). <<

[1229] Galerio, quizá por su propio valor, se expuso a un combate singular con un sármata (Excerpta Vales., p. 710) y con un león monstruoso. Véase Praxágoras apud Focio, p. 63. Praxágoras, filósofo ateniense contemporáneo de Constantino, había escrito una biografía de este emperador en dos libros que se han perdido. <<

[1230] Zósimo, l. II [c. 8], pp. 78-79. Lactancio, De Mort. Persecut., c. 24. El primero cuenta el desatinado relato de que Constantino mandó desjarretar todos los caballos de posta que había utilizado; pero esta sangrienta práctica, sin prevenir una persecución, hubiera infundido sospechas y, tal vez, detenido su viaje. <<

[1231] Anónimo, p. 710. Panegyr. Vet. VII, 4. Sin embargo, Zósimo (l. II, p. 79), Eusebio (De Vita Constantini, l. I, c. 21) y Lactancio (De Mort. Persecut., c. 24) suponen con menos exactitud que halló a su padre moribundo. <<

[1232] «Cunctis qui aderant, annitentibus, sed præcipue Croco (alii Eroco) [¿Érico?] Alamannorum Rege, auxilii gratia Constantium comitato, imperium capit» (Víctor el Menor, c. 41). Éste es quizás el primer caso de un rey bárbaro que auxilió las armas romanas con un cuerpo independiente de sus propios súbditos. Esta práctica se repitió más tarde hasta que finalmente resultó adversa. <<

[1233] El fervoroso Eumenio (VII, 8) se anima a afirmar, en presencia de Constantino, que espoleó su caballo y trató, aunque en vano, de huir de sus soldados. <<

[1234] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 25. Eumenio (VII, 8) da un sesgo retórico a este asunto. <<

[1235] La elección de Constantino por su moribundo padre, apoyada por la razón e insinuada por Eumenio, parece ser confirmada por autoridades incuestionables como Lactancio (De Mort. Persecut., c. 24), Libanio (Orat. I), Eusebio (De Vita Constant,. l. I, c. 18, 21) y Juliano (Orat. I [p. 7]). <<

[1236] De las tres hermanas de Constantino, Constancia se casó con el emperador Licinio; Anastasia, con el César Casiano; y Eutropia, con el cónsul Nepociano. Los tres hermanos fueron Dalmacio, Julio Constancio y Anibaliano, de quienes hablaremos más adelante. <<

[1237] Véase Gruter, Inscript., p. 178. Se menciona a los seis príncipes, y a Diocleciano y Maximiano como los Augustos señores y padres de los emperadores. Ellos dedicaron, de manera conjunta, este magnífico edificio para el uso de sus propios romanos. Luego, los arquitectos han construido sobre las ruinas de estas termas, y los estudiosos de la antigüedad, como Donato y Nardini, han hallado el solar que ocuparon. El aposento mayor es ahora la iglesia de Cartuja e, incluso, una de las viviendas que había sido pensada para el portero fue lo suficientemente amplia como para albergar a otra iglesia, la de los fuldenses. <<

[1238] Véase Lactancio, De Mort. Persecut., c. 26, 31. <<

[1239] El sexto panegírico representa la conducta de Maximiano de modo más favorable; y la expresión ambigua de Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 40], «retractante diu», puede significar o que inventó la conspiración o que la contrarrestó. Véanse Zósimo, l. II [c. 9] p. 79 y Lactancio, De Mort. Persecut., c. 26. <<

[1240] Las circunstancias de esta guerra y la muerte de Severo son referidas de modo dudoso y diverso en los fragmentos antiguos (Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. IV, parte I, p. 555). Hemos intentado extractar de ellos un relato consecuente y probable. <<

[1241] El sexto panegírico se pronunció para celebrar el ascenso de Constantino; pero el prudente orador evitó hacer mención de Galerio y Majencio. Sólo hizo una leve alusión a los trastornos de la época y a la majestad de Roma. <<

[1242] Con respecto a esta negociación, véanse los fragmentos de un historiador anónimo, publicados por Valerio al final de su edición de Amiano Marcelino, p. 711. Estos fragmentos nos han dado varias anécdotas curiosas y, al parecer, auténticas. <<

[1243] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 28 La primera causa ha sido tomada probablemente del pastor de Virgilio: «Illam… ego huic nostræ similem, Melibœe, putavi», etc. Lactancio se complace con estas alusiones poéticas. <<

[1244]

Castra super Tusci si ponere Tybridis undas, (jubeas)

Hesperios audax veniam metator in agros.

Tu quoscunque voles in planum effundere muros,

His aries actus disperget saxa lacertis;

Illa licet penitus tolli quam jusseris urbem Roma sit.

(Lucano, Pharsal. I, 381.) <<

[1245] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 27. Zósimo l. II [c. 10], p. 82. El último insinúa que, en su entrevista con Maximiano, Constantino había prometido declarar la guerra a Galerio. <<

[1246] Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, parte I, p. 559) ha demostrado que Licinio, sin pasar por la jerarquía intermedia de César, fue declarado Augusto el 11 de noviembre de 307, después del regreso de Galerio de Italia. <<

[1247] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 32. Cuando Galerio le dio el título de Augusto a Licinio, trató de satisfacer a sus asociados más jóvenes: le dio a Constantino y a Maximino —no a Majencio (véase Baluze, p. 81)— el nuevo título de Hijos de los Augustos. Pero cuando Maximino le informó que ya había sido nombrado Augusto por el ejército, Galerio tuvo que considerar tanto a Maximino como a Constantino como iguales asociados a la dignidad imperial. <<

[1248] Véase Panegyr. Vet. VI [V], 9. «Audi doloris nostri liberam vocem», etc. Todo el pasaje está ideado con artificiosa adulación y expresado con fluidez. <<

[1249] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 28. Zósimo l. II [c. 11], p. 82. Se esparció el rumor de que Majencio era hijo de algún sirio de baja extracción y que había sido sustituido por la mujer de Maximiano y considerado como hijo propio. Véase [Pseudo] Aurelio Víctor [Epitome, c. 40]. Excerpta Vales. [12] y Panegyr. Vet. IX, 3-4. <<

[1250] «Ab urbe pulsum, ab Italia fugatum, ab Illyrico repudiatum, tuis provinciis, tuis copiis, tuo palatio recepti» (Eumenio, en Panegyr. Vet. VII, 14). <<

[1251] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 29. Sin embargo, después de la renuncia al trono, Constantino trató a Maximiano con la pompa y los honores propios de una dignidad imperial; y en todos los actos públicos le dio la derecha a su suegro. Panegyr. Vet. VII, 15. <<

[1252] Zósimo, l. II [c. 11], p. 82. Eumenio, en Panegyr. Vet. VII, 16-21. El segundo de estos autores ha representado, sin duda, todo el asunto desde una perspectiva más favorable a su soberano. Sin embargo, incluso de esta parcial narración, podemos concluir que la repetida clemencia de Constantino y las reiteradas traiciones de Maximiano, como las describe Lactancio (De Mort. Persecut., c. 29, 30) y las copian los modernos, no se encuentran fundamentadas históricamente. <<

[1253] Aurelio Víctor, c. 40. Ese lago estaba situado en la Panonia Superior, limitando con la Nórica y la provincia de Valeria (nombre que la mujer de Galerio dio al territorio desmontado); indudablemente estaba entre los ríos Drava y Danubio (Sexto Rufo, c. 9). En consecuencia, es posible sospechar que Víctor haya confundido el lago Pelso con los pantanos voloceanos o, como ahora se denominan, el lago Balaton. Está situado en el centro de Valeria y su actual extensión no es menos de doce millas húngaras de largo (cerca de setenta millas inglesas [112 km]) y dos de ancho. Véase Severini, Pannonia, l. I, c. 9. <<

[1254] Lactancio (De Mort. Persecut., c. 33) y Eusebio (l. VIII, c. 16) describen los síntomas y el progreso de su enfermedad con singular exactitud y aparente placer. <<

[1255] Si les place, como al difunto Dr. Jortin (Remarks on Ecclesiastical History, t. II. pp. 307-356), recordar las portentosas muertes de los perseguidores, les recomendaría la lectura de un admirable pasaje de Grocio (Hist., l. VII, p. 332) concerniente a la última enfermedad de Felipe II de España. <<

[1256] Véase Eusebio, l. IX, c. 10. Lactancio, De Mort. Persecut., c. 36. Zósimo es menos exacto y evidentemente confunde a Maximiano con Maximino. <<

[1257] Véase el octavo panegírico, en el que Eumenio despliega, en presencia de Constantino, la miseria y gratitud de la ciudad de Autun. <<

[1258] Eutropio X, 3. Panegyr. Vet. VII, l0-12. Gran número de la juventud franca estaba igualmente expuesta a la misma muerte cruel e ignominiosa. <<

[1259] Juliano excluye a Majencio del banquete de los Césares con aborrecimiento y desprecio, y Zósimo (l. II [c. 14], p. 85) lo acusa de todo tipo de crueldades y estragos. <<

[1260] Zósimo, l. II [c. 14], pp. 83-85. Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 40]. <<

[1261] El pasaje de Aurelio Víctor [loc. cit.] debería leerse del modo siguiente: «Primus instituto pessimo, munerum specie, patres oratoresque pecuniam conferre prodigenti sibi cogeret». <<

[1262] Panegyr. Vet., IX 3. Eusebio, Hist. Eccl. VIII, 14, y De Vita Constant. I, 33-34. Rufino, c. 17. La virtuosa matrona que se suicidó con un puñal para librarse de la violencia de Majencio era cristiana y esposa del prefecto de la ciudad. Su nombre era Sofronia. Aún es dudoso entre los casuistas si, en semejante caso, el suicidio es justificado. <<

[1263] «Prætorianis cædem vulgi quondam annueret» es la vaga expresión de Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 40]. Véase más particularmente, aunque algo diferente, el relato del tumulto y la matanza que sucedió en Roma en Eusebio (l. VIII, c. 14) y en Zósimo (l. II [c. 13], p. 84). <<

[1264] Véase Panegyr. Vet. IX, 14. Allí se relata una exacta descripción de la indolencia y vano orgullo de Majencio. En otro lugar [ibid. c. 3], el orador observa que las riquezas que Roma había acumulado en un período de mil sesenta años habían sido distribuidas por el tirano entre sus tropas mercenarias: «Redemptis ad civile latrocinium manibus ingesserat». <<

[1265] Después de la victoria de Constantino, fue universalmente admitido que el fin de librar a la República de un tirano detestado hubiera justificado su expedición a Italia. Eusebio, De Vita Constant., l. I, c. 26. Panegyr. Vet. IX, 2. <<

[1266] Zósimo, l. II [c. 14], 84-85. Nazario, en Panegyr. Vet. X, 7-13. <<

[1267] Véase Panegyr. Vet. IX, 2. «Omnibus fere tuis Comitibus el Ducibus non solum tacite mussantibus, set etiam aperte timentibus; contra consilia hominum, contra Haruspicum monita, ipse per temet liberandæ urbis tempus venisse sentires.» La embajada de los romanos sólo es mencionada por Zonaras (l. XIII [c. 1]) y por Cedreno (Historiarum Compendium, p. 270 [ed. París; t. I, p. 474, ed. Bonn]), pero estos modernos griegos tenían la oportunidad de consultar muchos escritos que desde entonces han desaparecido, entre los cuales podremos citar la Vida de Constantino por Praxágoras. Focio (p. 63) ha hecho un corto extracto de esa obra histórica. <<

[1268] Zósimo (l. II [c. 15], p. 86) nos ha dado este curioso detalle de las fuerzas de ambas partes. No hace mención de armamentos navales, aunque nos asegura (Panegyr. Vet. IX, 25) que la guerra se sostuvo tanto por tierra como por mar, y que la flota de Constantino tomó posesión de Cerdeña, Córcega y los puertos de Italia. <<

[1269] Panegyr. Vet. IX, 3. No es extraño que el orador haya disminuido el número con que su soberano logró la conquista de Italia; pero parece algo singular que haya estimado el ejército del tirano en no más de cien mil hombres. <<

[1270] Los tres principales pasos de los Alpes, entre Galia e Italia, son los del monte San Bernardo, el monte Cenis y el monte Ginebra. La tradición y semejanza de nombres (Alpes Penninœ) habían relacionado la marcha de Aníbal con el primero de éstos (Véase Simler, De Alpibus). El caballero de Folard (Histoire de Polybe, t. IV) y D’Anville la han vinculado al monte Ginebra. Pero, no obstante la autoridad de un oficial experimentado y de un hábil geógrafo, las pretensiones del monte Cenis se sostienen de un modo especioso, por no decir convincente, por Grosley, Observations sur l’Italie, t. I, p. 40 y ss. <<

[1271] La Brunette, cerca de Susa, Demont, Exiles Fenestrelles, Coni, etcétera. <<

[1272] Véase Amiano Marcelino XV, 10. Su descripción de los caminos sobre los Alpes es clara y exacta. <<

[1273] Zósimo y Eusebio pasan rápidamente del relato de los Alpes a la acción decisiva cerca de Roma. Para las otras acciones de Constantino, hay que remitirse a los dos panegíricos. <<

[1274] El marqués Maffei ha examinado el sitio y batalla de Verona con la atención y la exactitud debidas a una acción memorable que tuvo lugar en su país nativo. Las fortificaciones de aquella ciudad, construidas por Galieno, eran menos extensas que las murallas modernas, y el anfiteatro no estaba incluido en su circunferencia. Véase Verona Illustrata, parte I, p. 142, 150. <<

[1275] No poseían la cantidad de cadenas para tal multitud de prisioneros, y el consejo no sabía qué resolver; pero el sagaz conquistador imaginó el pertinente recurso de convertir las espadas de los vencidos en grilletes. Panegyr. Vet. IX, 9. <<

[1276] Panegyr. Vet. IX, 10. <<

[1277] «Literas calamitatum suarum indices supprimebat» (Panegyr. Vet. IX, 15). <<

[1278] «Remedia malorum potius quam mala differebat» es la refinada censura de Tácito contra la indolencia de Vitelio. <<

[1279] Según el marqués de Maffei, es muy probable que el 1° de setiembre de 312 Constantino aún estuviese en Verona, y que el período memorable de las declaraciones se inicie en la época de su conquista de Galia Cisalpina. <<

[1280] Véase Panegyr. Vet. XI, 16 [IX, 14?]. Lactancio, De Mort. Persecut., c. 44. <<

[1281] «Illo die hostem Romanorum esse periturum» [Lactancio, loc. cit.]. El príncipe vencido se hizo, como era de esperar, enemigo de Roma. <<

[1282] Véase Panegyr. Vet. IX, 16 y X, 27. El primero de estos oradores exagera las provisiones de granos que Majencio había reunido de África y las islas. Además, si hay alguna verdad sobre la escasez que menciona Eusebio (De Vita Constant., l I, c. 36), los graneros imperiales sólo fueron abiertos a los soldados. <<

[1283] «Maxentius… tandem urbe in Saxa Rubra, millia ferme novem ægerrime progressus» (Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 40]). Véase Celario, Geographia. Ant., t. I, p. 463. Saxa Rubra estaba en las cercanías del Cremera, un riachuelo indiferente, reconocido por la valerosa y gloriosa muerte de los trescientos Fabios. <<

[1284] El lugar que Majencio había tomado, con el Tíber a su retaguardia, está muy claramente descrito en Panegyr. Vet. IX, 16 y X, 28. <<

[1285] «Exceptis latrocinii illius primis auctoribus, qui desperata venia, locum quem pugnæ sumpserant texere corporibus» (Panegyr. Vet. IX, 17). <<

[1286] Se expandió el vago rumor de que Majencio, sin haber tomado ninguna precaución para su retirada, había ideado una artificiosa estratagema para destruir al ejército de los perseguidores; pero que el puente de madera, que debía de ser aflojado al acercarse Constantino, desventuradamente se rompió bajo el peso de los italianos. M. de Tillemont (Hist. des Empereurs, t. IV, parte I, p. 576) examina si, en contradicción con el sentido común, el testimonio de Eusebio y Zósimo debería prevalecer sobre el silencio de Lactancio, el de Nazario y el del orador anónimo, pero contemporáneo, que compuso el noveno panegírico. <<

[1287] Zósimo, l. II [c. 15 y ss.], pp. 86-88, y los dos panegíricos —el primero de ellos fue pronunciado algunos meses después— proporcionan una exacta descripción de esta gran batalla. Lactancio, Eusebio y aun los epítomes hacen varias insinuaciones provechosas sobre este punto. <<

[1288] Zósimo (l. II [c. 17], p. 88), enemigo de Constantino, admite que sólo se les quitó la vida a un pequeño número de amigos de Majencio; pero podemos reparar en el expresivo pasaje de Nazario (Panegyr. Vet., X 6): «Omnibus qui labefactari statum ejus poterant cum stirpe deletis». El otro orador (Panegyr. Vet. IX, 20-21) se contenta con observar que Constantino, cuando entró en Roma, no imitó las crueles carnicerías de Cinna, las de Mario o las de Sila. <<

[1289] Véanse los dos panegíricos, y las leyes de éstos y las del Codex Theodosianus del año siguiente. <<

[1290] Panegyr. Vet., IX 20. Lactancio, De Mort. Persecut., c. 44. Maximino, que era manifiestamente el mayor de los Césares, reclamó con alguna muestra de razón el primer grado entre los Augustos. <<

[1291] «Adhuc cuneta opera quæ magnifice construxerat, urbis fanum, atque basilicam, Flavii meritis patres sacravere» (Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 40]). En cuanto al robo de los trofeos de Trajano, consúltese a Flaminio Vacca, apud Montfaucon, Diarium Italicum, p. 250, y L’Antiquité Expliquée, t. IV, p. 171. <<

[1292] «Pretoriæ legiones ac subsidia factionibus aptiora quam urbi Roma, sublata penitus; simul arma atque usus indumenti militaris» (Aurelio Víctor [loc. cit.]). Zósimo (l. II [c. 17], p. 89) cita este hecho como historiador y lo celebra muy pomposamente en el noveno panegírico. <<

[1293] «Ex omnibus provinciis optimates viros Curiæ tuæ pigneraveris; ut Senatus dignitas… ex totius Orbis flore consisteret» (Nazario, en Panegyr. Vet. X [IX], 35). La palabra pigneraveris casi podría parecer escogida maliciosamente. En cuanto al cargo senatorial, véanse Zósimo, l. II [c. 38], p. 115, el segundo título del libro sexto del Código Teodosiano, con el comentario de Godofredo, y Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXVII, p. 726. <<

[1294] Del Codex Theodosianus podemos trazar los movimientos de los emperadores; pero las fechas y los lugares han sido alterados en muchos casos por el descuido de los copistas. <<

[1295] Zósimo (l. II [c. 17], p. 89) observa que, antes de la guerra, la hermana de Constantino había sido desposada con Licinio. Según Víctor el Menor, Diocleciano fue invitado a las bodas y, habiéndose excusado por su edad y dolencias, recibió una segunda carta llena de reproches por su supuesta parcialidad a la causa de Majencio y Maximino. <<

[1296] Zósimo menciona la derrota y muerte de Maximino como un acontecimiento ordinario; pero Lactancio se extiende en ambos eventos (De Mort. Persecut., c. 45-50), atribuyéndolos a la milagrosa intercesión del cielo. Licinio en aquel momento era uno de los protectores de la Iglesia. <<

[1297] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 50. Aurelio Víctor trata ligeramente la diferente conducta de Licinio y de Constantino en el uso de la victoria. <<

[1298] Los apetitos sensuales de Maximino se satisfacían a costa de sus súbditos. Sus eunucos, que recluían violentamente a casadas y vírgenes, examinaban sus desnudos cuerpos con ansiosa curiosidad, para desechar los que no fuesen dignos de los abrazos reales. La esquivez y el desdén se consideraban como traición, y la obstinada beldad era condenada a morir ahogada. Se introdujo la costumbre de que nadie podía contraer matrimonio sin previo permiso del emperador, «ut ipse in omnibus nuptiis prægustator esset» (Lactancio, De Mort. Persecut., c. 58). <<

[1299] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 39. <<

[1300] Diocleciano, por último, envió «cognatum suum, quendam militarem ac potentem virum», para interceder a favor de su hija (Lactancio, De Mort. Persecut., c. 41). No conocemos suficientemente la historia de aquellos tiempos para indicar la persona que fue empleada. <<

[1301] «Valeria quoque per varias provincias quindecim mensibus plebeio cultu pervagata» (Lactancio, De Mort. Persecut., c. 51). Dudamos sobre cómo se deben computar los quince meses: si desde el momento de su destierro o desde el de su fuga. La expresión pervagata parece remitir a esta última opción; pero, en tal caso, hemos de suponer que el tratado de Lactancio fue escrito después de la primera guerra civil entre Licinio y Constantino. Véase Cuper, p. 254. <<

[1302] «Ita illis pudicitia et conditio exitio fuit» (Lactancio, De Mort. Persecut., c. 51). El autor hace un relato de las desgracias de las inocentes mujer e hija de Diocleciano, mezclando naturalmente lástima y exaltación. <<

[1303] El curioso lector que consulte Excerpta Vales., p. 713, probablemente me acusará de dar aquí una paráfrasis atrevida y licenciosa; pero, si lo considera con atención, reconocerá que mi interpretación es probable y fundada. <<

[1304] La situación de Emona —o, como ahora se denomina, Liubliana—, en Carniola (D’Anville, Géographie Ancienne, t. I, p. 187), puede sugerir una conjetura: como está al nordeste de los Alpes Julianos, este importante territorio fue naturalmente objeto de disputa entre los soberanos de Italia y de Ilírica. <<

[1305] Cibalis o Cibalæ —cuyo nombre aún se conserva en las oscuras ruinas de Swilei— estaba situada a unas cincuenta millas [80,5 km] de Sirmio, capital de Ilírica, y a unas cien millas [161 km] de Taurunum o Belgrado y la confluencia del Danubio y el Sava. Las guarniciones romanas y las ciudades sobre estos ríos están esmeradamente ilustradas por D’Anville, en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXVIII. <<

[1306] Zósimo (l. II [c. 18], pp. 90-91) ofrece un particular relato de esta batalla; pero sus descripciones son más retóricas que militares. <<

[1307] Zósimo, l. II [c. 19], pp. 92, 93. Excerpta Vales., p. 713. Los epítomes proporcionan algunos detalles, pero suelen confundir las dos guerras entre Licinio y Constantino. <<

[1308] Pedro el Patricio, en Excerpta Legat., p. 27. Si se creyese que γάµβρος significa más apropiadamente «yerno», podríamos conjeturar que Constantino, tomando el nombre como igualmente los deberes de padre, había adoptado a sus hermanos y hermanas menores, hijos de Teodora; pero en los mejores autores, γάπβρος a veces significa «marido», a veces «suegro» y a veces «consanguíneo» en general. Véanse Spanheim, Observaciones ad Juliano, Orat., l. I, p. 72. <<

[1309] Zósimo, l. II [c. 20], p. 93. Excerpta Vales., p. 713. Eutropio X, 4. Aurelio Víctor. Eusebio, Chron. [An. CCCXVIII.] Sozomen, l. I, c. 2. Cuatro de estos escritores afirman que la promoción de los Césares era un artículo del tratado. Sin embargo, es cierto que el joven Constantino y el joven Licinio aún no habían nacido; y es muy probable que la promoción haya sido realizada el 1° de marzo de 317. En el tratado probablemente se estipuló que dos Césares podían ser nombrados por el emperador de Occidente y sólo uno por el emperador de Oriente; pero cada uno de ellos se reservaba para sí la elección de las personas. <<

[1310] Codex Theodos., l. XI, tít. 27, t. IV, p. 188, con observaciones de Godofredo. Véase también l. V, tít. 7-8. <<

[1311] «Omnia foris placida domi prospera, annonæ ubertate, fructuum copia» (Panegyr. Vet. X, 38). Este discurso de Nazario fue pronunciado en el día de la Quinquennalia de los Césares, el 1° de marzo de 321. <<

[1312] Véase el edicto de Constantino dirigido al pueblo romano en el Codex Theodos., l. IX, tít. 24, t. III, p. 189. <<

[1313] Su hijo, con gran ingenuidad, declara la verdadera causa de la revocación. «Ne sub specie atrocioris judicii aliqua in ulciscendo crimine dilatio nasceretur» (Codex Theodos., t. III, p. 193). <<

[1314] Eusebio (De Vita Constant., l. III, c. 1) afirma que, en el reinado de este héroe, la espada de la justicia permaneció en manos de los magistrados. El mismo Eusebio (l. IV, c. 29, 54) y el Codex Theodosianus nos dicen que esta excesiva lenidad no se debía a la falta ni de crímenes atroces ni de leyes penales. <<

[1315] Nazario, en Panegyr. Vet. X. La victoria de Crispo sobre los alamanes está expresada en algunas medallas. <<

[1316] Véase Zósimo, l. II [c. 21], pp. 93-94; aunque el relato de ese historiador no es claro ni fundado. El panegírico de Optaciano (c. 23) hace mención de la alianza de los sármatas con los carpos y getas, e indica los variados campos de batalla. Se supone que los juegos sarmáticos, celebrados en el mes de noviembre, tienen su origen en los festejos por el éxito de esta guerra. <<

[1317] Véase Juliano, Cœsar. (p. 529; Spanheim, «Comment.», p. 252). Constantino se jacta de haber recobrado la provincia (Dacia) que Trajano había subyugado; pero Sileno insinúa que las conquistas de Constantino eran como los jardines de Adonis: se marchitan y se secan apenas aparecen. <<

[1318] Jornandes, De Rebus Geticis, c. 21. No sé si podemos fundarnos en su autoridad. Tal alianza tiene un viso muy reciente y difícilmente se acomoda a las máximas de principios del siglo IV. <<

[1319] Eusebio, De Vita Constant., l. I, c. 8. Este pasaje, sin embargo, está tomado de una declamación general sobre la grandeza de Constantino y no de algún relato particular de la guerra contra los godos. <<

[1320] «Constantinus tamen, vir ingens et omnia efficere nitens quæ animo præparasset, simul principatum totius orbis affectans, Licinio bellum intulit.» Eutropio X, 5 [4]. Zósimo, l. II [c. 18], p. 89. Los motivos que se han señalado para la primera guerra civil pueden, con más propiedad, aplicarse a la segunda. <<

[1321] Zósimo, l. II [c. 22], pp. 94-95. <<

[1322] Constantino estaba atento a los privilegios y las comodidades de sus compañeros-veteranos (conveterani), como empezó a denominarlos. Véase el Codex Theodos., l. VII, tít. 10, t. II, pp. 419, 429. <<

[1323] Mientras que los atenienses mantuvieron el imperio del mar, su flota consistía en trescientas y, después, cuatrocientas galeras de tres órdenes de remos; todas completamente equipadas y listas para el servicio. El arsenal en el puerto de Pireo le había costado a la República mil talentos, que equivalen a unas doscientas dieciséis mil libras. Véase Tucídides, De Bello Pelopon., l. II, c. 13; y Meursio, De Fortuna Attica, c. 19. <<

[1324] Zósimo, l. II [c. 22], pp. 95-96. Esta gran batalla está descrita en Excerpta Vales. (p. 714) [ad fin. Amiano Marcelino, t. II, p. 300, ed. Bip.] de manera clara aunque concisa: «Licinius vero circum Hadrianopolin maximo exercitu latera ardui montis impleverat: illuc toto agmine Constantinus inflexit. Cum bellum terra marique traheretur, quamvis per arduum suis nitentibus, attamen disciplina militari et felicitate, Constantinus Licinii confusum et sine ordine agentem vicit exercitum: leviter femore sauciatus». <<

[1325] Zósimo, l. II [c. 24], pp. 97-98. La corriente siempre sale del Helesponto y, cuando se halla impelida por el viento del Norte, ningún buque puede tentar el paso. El viento del Sur hace que la fuerza de la corriente sea casi imperceptible. Véase Tournefort, Voyage au Levant, carta XI. <<

[1326] Aurelio Víctor [De Cœsar., c. 41]. Zósimo, l. II [c. 25], p. 98. Según este último autor, que usa la apelación latina en griego, Martiniano era magister officiorum. Algunas medallas demuestran que, durante su corto reinado, recibió el título de Augusto. <<

[1327] Eusebio (De Vita Constant., l. II, c. 16-17) atribuye esta victoria a las piadosas plegarias del emperador. En Excerpta Vales. (p. 714) [Amiano Marcelino, t. II, p. 301, ed. Bip.] se menciona un cuerpo de auxiliares godos a las órdenes de su jefe Aliquaca, que adhirió al partido de Licinio. <<

[1328] Zósimo, l. II [c. 28], p. 102, Víctor el Menor, en Epitome [c. 41]. Excerpta Vales., p. 714. <<

[1329] «Contra religionem sacramenti Thessalonicæ privatus occisus est» (Eutropio X, 6 [4], cuyo testimonio está confirmado por san Jerónimo, en Chron., y por Zósimo, l. II [c. 28], p. 102). El escritor de Excerpta Valesiana es el único que hace mención de los soldados; Zonaras sólo invoca la asistencia del Senado, y Eusebio pasa por alto esta delicada gestión. Sin embargo, un siglo después, Sozomen se aventura a confirmar la deslealtad de Licinio. <<

[1330] Véase el Codex Theodos., l. XV, tít. 15, t. V, pp. 404-405. Estos edictos de Constantino revelan un inapropiado grado de pasión y de precipitación para el carácter de un legislador. <<

[1331] «Dum Assyrios penes, Medosque, et Persas Oriens fuit, despectissima pars servientium.» Tácito, Hist. V, 8. Herodoto, que visitó el Asia cuando obedecía al último de esos imperios, hace mención de los sirios de Palestina, los cuales, según su propia confesión, habían recibido de Egipto el rito de la circuncisión. Véase l. II, c. 104. <<

[1332] Diodoro de Sicilia, l. XL [Eclog. I, t. II, p. 542, ed Wesseling]. Dion Casio, l. XXXVII [c. 16], p. 121. Tácito, Hist. V, 1-9. Justino XXXVI, 2-3. <<

[1333] «Tradidit arcano quæcunque volumine Moses:

Non monstrare vias eadem nisi sacra colenti,

Quæsitum ad fontem solos deducere verpos.»

[Juvenal, Sat. XIV, 102]

La última ley no se halla en el presente volumen de Moisés; pero el sabio, el humano Maimónides, enseña abiertamente que si un idólatra cae al agua, un hebreo no debe salvarlo de la muerte. Véase Basnage, Hist. des Juifs, l. VI, c. 28 [l. V, c. 24]. <<

[1334] Una secta judía, que se complacía en una suerte de oportuna conformidad, derivaba de Herodes, por cuyo ejemplo y autoridad había sido seducida, el nombre de herodianos. Pero su número era tan escaso y su duración tan breve, que Josefo no la ha creído digna de su observación. Véase Prideaux, [The Old and New Testament Connected in the History of the Jews and Neighbouring Nations, comúnmente llamado Prideaux’s Connection, t. II, p. 285]. <<

[1335] Cicerón, Pro Flacco, c. 28. <<

[1336] Filón, Legatio. Augusto dejó una fundación para un sacrificio perpetuo; sin embargo, aprobó el descuido de su nieto Cayo hacia el templo de Jerusalén. Véase Suetonio, August., c. 93, y las notas de Casaubon sobre ese párrafo. <<

[1337] Véase, en particular, Josefo, Antiquitat. XVII, 6; XVIII, 3; y De Bello Jud. I, 33 y II, 9, ed. Havercamp. <<

[1338] «Jussi a Caio Cœsare, effigiem ejus in templo locare, arma potius sumpsere.» Tácito, Hist. V, 9. Filón y Josefo dan un relato muy detallado, pero muy retórico, de esta gestión que tuvo al gobernador de Siria excesivamente perplejo. Al hacer mención, por primera vez, de esta propuesta idólatra, el rey Agripa se desmayó, y no recobró el sentido hasta el tercer día. <<

[1339] En cuanto a la enumeración de las deidades sirias y árabes, puede observarse que Milton ha comprendido en ciento treinta hermosos versos las dos grandiosas y doctas reglas que Seiden compuso sobre este difícil tema. <<

[1340] «¿Por cuánto tiempo esta gente me ha de estar provocando, y cuánto tiempo ha de pasar antes de que en mí crean, por todos los portentos que he manifestado entre ellos?» (Núm. XIV, 11). Sería fácil, pero impropio, justificar la queja de la Deidad por el tenor de la historia mosaica. <<

[1341] Todo lo que alude a los prosélitos judíos ha sido muy hábilmente tratado por Basnage, Hist. des Juifs l. V, c. 6-7. <<

[1342] Véase Éx. XXXIV, 23; Deut. XVI, 16; los comentadores, y una nota muy convincente en la Universal History, t. I, p. 603, edición en folio. <<

[1343] Cuando Pompeyo, usando o abusando del derecho de conquista, entró en el Sancta Sanctorum, observó con asombro, «nulla intus Deum effigie, vacuam sede et inania arcana». Tácito, Hist. V, 9. Era un dicho popular respecto de los judíos: «Nil præter nubes et cœli numen adorant». <<

[1344] Una segunda clase de circuncisión se impuso a un prosélito samaritano o egipcio. La huraña indiferencia de los talmudistas respecto a la conversión de los extranjeros puede verse en Basnage, Hist. des Juifs, l. V, c. 6. <<

[1345] El judío Orobio esgrimió estos argumentos con sumo ingenio, y fueron refutados con igual sutileza y candor por el cristiano Limborch. Véase la Amica Collatio (bien merece este nombre), o relación de la disputa entre ellos. <<

[1346] «Jesus (…) circumcisus erat; cibis utebatur Judaicis; vestitu simili; purgatos scabie mittebat ad sacerdotes; Paschata et alios dies festos religiose observabat: si quos sanavit sabbatho, ostendit non tantum ex lege, sed et ex receptis sententis, talia opera sabbatho non interdicta.» Grocio, De Veritate Religionis Christianœ, l. V, c. 7. Poco después (c. 12) se extiende sobre la condescendencia de los apóstoles. <<

[1347] «Pæne omnes Christum Deum sub legis observatione credebant». Sulpicio Severo II, 31. Véase Eusebio, Hist. Eccl., l. IV, c. 5. <<

[1348] Mosheim, De Rebus Christianis ante Constantinum Magnum, p. 153. En esta obra maestra, que a menudo tendré ocasión de citar, ahonda más en el estado de la Iglesia primitiva de lo que tiene oportunidad de hacerlo en su Historia general. <<

[1349] Eusebio, l. III, c. 5. Le Clerc, Hist. Ecclesiastica, p. 605. Durante esta ocasional ausencia, el obispo y la iglesia de Pela mantuvieron el título de Jerusalén. Del mismo modo, los pontífices romanos residieron setenta años en Aviñón; y los patriarcas de Alejandría han trasferido hace mucho tiempo su silla episcopal a El Cairo. <<

[1350] Dion Casio, l. LXIX [c. 12]. El destierro de la nación judía de Jerusalén se halla atestiguado por Aristo de Pella (apud Eusebio, l. IV, c. 6), y varios escritores eclesiásticos lo mencionan; aunque algunos de ellos extienden con harta rapidez esta interdicción a todo el país de la Palestina. <<

[1351] Eusebio, l. IV, c. 6. Sulpicio Severo II, 31. Comparando sus relatos, nada satisfactorios, Mosheim (p. 327 y ss.) ha deducido una representación muy distinta de las circunstancias y motivos de esta revolución. <<

[1352] Le Clerc (Hist. Eccl., pp. 477 y 535) parece haber recogido de Eusebio, san Jerónimo, Epifanio y otros escritores todas las principales circunstancias que tienen relación con los nazarenos o ebionitas. La naturaleza de sus opiniones pronto los dividió en una secta más estricta y otra más indulgente; y hay algunos motivos para conjeturar que la familia de Jesucristo permaneció como miembro, al menos, del segundo y más moderado partido. <<

[1353] Algunos escritores se han complacido en crear un Ebión, el imaginario autor de su secta y nombre. Pero podemos confiar con más seguridad en el docto Eusebio que en el vehemente Tertuliano o en el crédulo Epifanio. Según Le Clerc, la palabra hebrea ebjonim puede traducirse al latín como pauperes. Véase Hist. Eccl., p. 477. <<

[1354] Véase el muy curioso diálogo de san Justino mártir con el judío Trifón. La conferencia entre ellos tuvo lugar en Éfeso, durante el reinado de Antonino Pío, y unos veinte años después del regreso de la iglesia de Pela a Jerusalén. Para esta fecha consúltese la exacta nota de Tillemont, Mémoires Ecclésiastiques, t. II, p. 511. <<

[1355] De todos los sistemas del cristianismo, el de la Abisinia es el único que todavía se adhiere a los ritos mosaicos (Geddes, Church History of Ethiopia, y Dissertations de Le Grand sur la relation du P. Lobo). El eunuco de la reina Candace podría sugerir algunas sospechas; pero, como se nos asegura (Sócrates I, 19; Sozomen II, 24; Ludolfo, p. 281) que los etíopes no fueron convertidos hasta el cuarto siglo, es más razonable creer que guardaban el sábado, y que hacían distinción de las carnes prohibidas, a imitación de los judíos, que en un período muy anterior se hallaban a ambos lados del mar Rojo. La circuncisión había sido practicada por los más antiguos etíopes, por motivos de salud y limpieza, que parecen bastante explicados en [De Pauw], Recherches Philosophiques sur les Américains, t. II, p. 117. <<

[1356] Beausobre (Hist. Critique du Manichéisme, l. I, c. 3) ha manifestado sus oposiciones, particularmente las de Fausto, el adversario de san Agustín, con docta imparcialidad. <<

[1357] «Apud ipsos fides obstinata, misericordia in promptu: adversus omnes alios hostile odium». Tácito, Hist. V, 5. Ciertamente que Tácito consideraba a los judíos bajo un aspecto demasiado favorable. La lectura de Josefo debe haber destruido la antítesis. <<

[1358] El Dr. Burnet (Archœologia, l. II, c. 7) ha discutido los primeros capítulos del Génesis con demasiada agudeza y libertad. <<

[1359] Los gnósticos más indulgentes consideraban a Jehovah, el Creador, como un ser de una naturaleza mixta entre Dios y el Demonio. Otros lo confundían con el principio de maldad. Consúltese el segundo siglo de la Historia general de Mosheim, que da una relación muy distinta, aunque concisa, de sus extrañas opiniones sobre el particular. <<

[1360] Véase Beausobre, Hist. du Manichéisme, l. I, c. 4. Orígenes y san Agustín se hallaban entre los alegoristas. <<

[1361] Hegesipo, apud Eusebio III, 32; IV, 22. Clemente de Alejandría, Stromata VII, 17. <<

[1362] En la relación de los gnósticos del segundo y el tercer siglos, Mosheim es ingenioso y cándido; Le Clerc, obtuso, pero exacto; Beausobre, casi siempre apologista; y mucho se ha de temer que los primitivos padres hayan sido con frecuencia calumniadores. <<

[1363] Véanse los catálogos de san Ireneo y san Epifanio. Se ha de admitir, sin duda, que estos escritores estaban inclinados a multiplicar el número de sectas que se oponían a la unidad de la Iglesia. <<

[1364] Eusebio, l. IV, c. 15. Sozomen, l. II, c. 32. Véase en Bayle, en el artículo de «Marción», un curioso pormenor de una disputa sobre este particular. Parecería que algunos de los gnósticos (los basilianos) evitaron, y aun rehusaron, el honor del martirio. Sus razones eran singulares y abstrusas. Véase Mosheim, p. 539. <<

[1365] Véase un párrafo muy remarcable de Orígenes (Proœm. ad Lucam). Este infatigable escritor, que consumió su vida en el estudio de las Sagradas Escrituras, funda su autenticidad sobre la inspirada autoridad de la Iglesia. Es imposible que los gnósticos recibiesen los Evangelios que tenemos actualmente, en los cuales muchas partes (particularmente la que trata de la resurrección de Cristo) están en una directa —y hasta puede parecer planificada— oposición con sus dogmas predilectos. Es, por consiguiente, algo singular que Ignacio (Ep. ad Smyrnœos Patres Apostolicos II, p. 34) haya preferido emplear una vaga y dudosa tradición, en lugar de citar el fidedigno testimonio de los evangelistas. <<

[1366] «Faciunt favos et vespæ; faciunt ecclesias et Marcionitæ», es la enérgica expresión de Tertuliano, que estoy obligado a citar de memoria [Adv. Marcionem IV, 5]. En tiempo de Epifanio (Adv. Hæreses, p. 302 [ed. París, 1622]), los marcionitas eran muy numerosos en Italia, Siria, Egipto, Arabia y Persia. <<

[1367] San Agustín es un memorable ejemplo de este progreso gradual de la razón a la fe. Estuvo, durante algunos años, unido a la secta maniquea. <<

[1368] El sentimiento unánime de la Iglesia primitiva está muy claramente explicado por san Justino mártir, Apologia Major [c. 25, p. 59, ed. Bened.]; por Atenágoras, Legatio, c. 22 y ss; y por Lactancio, Divinœ Institutiones II, 14-19. <<

[1369] Tertuliano (Apologet., c. 23) alega la confesión de los propios demonios, siempre que eran torturados por los exorcistas cristianos. <<

[1370] Tertuliano ha escrito un tratado muy severo contra la idolatría, para precaver a sus hermanos del peligro constante de incurrir en esa culpa. «Recogita silvam, et quantæ latitant spinæ.» De Corona Militis, c. 10. <<

[1371] El Senado romano se celebró siempre en un templo o lugar consagrado (Aulo Gelio XIV, 7). Antes de tratar cualquier asunto, todo senador esparcía vino e incienso sobre el altar. Suetonio, August., c. 35. <<

[1372] Véase Tertuliano, De Spectaculis. Este severo reformista no manifiesta más indulgencia con una tragedia de Eurípides que con un combate de gladiadores. La vestidura de los actores lo ofende particularmente. Con el uso del alto borceguí consiguen añadir impíamente un cúbito a su estatura (c. 23). <<

[1373] El uso antiguo de concluir la diversión con libaciones puede hallarse en todos los clásicos. Sócrates y Séneca, en sus últimos momentos, hicieron una noble aplicación de esta costumbre. «Postremo stagnum calidæ aquæ introiit, respergens proximos servorum, addita voce, libare se liquorem illum Jovi Liberatori». Tácito, Annal. XV, 64. <<

[1374] Véase el elegante, pero idólatra, himno de Catulo sobre las bodas de Manlio y Julia. «O Hymen, Hymenæ Io! Quis huic Deo compararier ausit?». <<

[1375] Los antiguos funerales (los de Miseno y Palas) son no menos exactamente descriptos por Virgilio que ilustrados por su comentador Servio. La misma pila era un altar, las llamas se alimentaban con la sangre de las víctimas, y todos los asistentes eran rociados con agua lustral. <<

[1376] Tertuliano, De Idololatria, c. 11. <<

[1377] Véase cada parte de la obra de Montfaucon sobre la antigüedad. Aun el reverso de las monedas griegas y romanas era frecuentemente de naturaleza idólatra. Aquí, en verdad, los escrúpulos de los cristianos fueron atajados por una pasión más poderosa. <<

[1378] Tertuliano, De Idololatria, c. 20-22. Si un amigo pagano (en caso de estornudar) usaba la expresión familiar de «Júpiter os bendiga», el cristiano tenía que protestar contra la divinidad de Júpiter. <<

[1379] Consúltese la obra más trabajada de Ovidio, sus imperfectos Fasti. No terminó más que los seis primeros meses del año. La compilación de Macrobio se titula Saturnalia, pero sólo una pequeña parte del primer libro tiene alguna relación con el título. <<

[1380] Tertuliano ha compuesto una defensa, o más bien un panegírico, del arrojado proceder de un soldado cristiano que, al tirar su corona de laurel, se había expuesto a sí mismo y a sus hermanos al peligro más inminente. Con la mención de los emperadores (Severo y Caracalla) es evidente, no obstante los deseos de Tillemont, que Tertuliano compuso su tratado De Corona, mucho antes de abrazar los errores de los montanistas. Véase Mém. Ecclés., t. III, p. 384. <<

[1381] En particular, el primer libro de las Tusculanœ Disputationes, y los tratados De Senectute y Somnium Scipionis, contienen, en el lenguaje más elegante, todo cuanto la filosofía griega o el buen sentido romano podían sugerir sobre este oscuro, pero importante asunto. <<

[1382] La preexistencia de las almas, al menos hasta donde esta doctrina es compatible con la religión, fue adoptada por muchos de los padres griegos y latinos. Véase Beausobre, Hist. du Manichéisme, l. VI, c. 4. <<

[1383] Véase Cicerón, Pro Cluentio, c. 61; Cœsar, apud Salustio, De Bello Catilin., c. 51; Juvenal, Sat. II, 149.

Esse aliquid manes, et subterranea regna,

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Nec pueri credunt, nisi qui nondum aere lavantur. <<

[1384] El undécimo libro de la Odisea hace una relación espantosa e incoherente de las sombras infernales. Píndaro y Virgilio han embellecido el cuadro; pero incluso estos poetas, aunque más correctos que su gran modelo, son culpables de muy extrañas contradicciones. Véase Bayle, Responses aux questions d’un provincial, parte III, c. 22. <<

[1385] Véanse la decimosexta epístola del primer libro de Horacio, la decimotercera sátira de Juvenal y la segunda sátira de Persio: estos discursos populares expresan el sentimiento y lenguaje de la muchedumbre. <<

[1386] Si nos limitamos a los galos, podemos observar que confiaban no sólo sus vidas, sino también su dinero, a la seguridad de otro mundo. «Vetus ille mos Gallorum occurrit», dice Valerio Máximo (l. II, c. 6, p. 10), «quos, memoria proditum est, pecunias mutuas, quæ his apud inferos redderentur, dare solitos». La misma costumbre se halla más oscuramente insinuada por Mela (l. III, c. 2). Es casi inútil añadir que los provechos del tráfico tienen una justa proporción con el crédito del negociante, y que los druidas debieron a su sagrada profesión un carácter y responsabilidad que escasamente se veía en ninguna otra clase de hombres. <<

[1387] El reverendo autor de The Divine legation of Moses [Warburton] asigna una razón muy curiosa a la omisión, y muy ingeniosamente la devuelve a los incrédulos. <<

[1388] Véase Le Clerc (Prolegomena ad Hist. Eccl., secc. I, c. 8). Su autoridad parece ser la de más peso, pues ha escrito un docto y juicioso comentario sobre los libros del Antiguo Testamento. <<

[1389] Josefo, Antiquitat. l. XIII, 13, c. 10 [5 y ss]; De Bello Jud. II, 8 [2]. Según la interpretación más natural de sus palabras, los saduceos admitían solamente el Pentateuco, pero algunos críticos modernos suman a los profetas a su creencia, y suponen que se contentaban con rechazar las tradiciones de los fariseos. El Dr. Jortin ha argüido este punto en su Remarks on Ecclesiastical History, t. II, p. 103. <<

[1390] Esta esperanza fue sostenida por el capítulo vigesimocuarto de san Mateo, y por la primera epístola de san Pablo a los Tesalonicenses. Erasmo remueve la dificultad con la asistencia de la alegoría y la metáfora; y el docto Grocio se adelanta a insinuar que, por sabios propósitos, se permitió el piadoso engaño. <<

[1391] Véase Burnet, Sacred Theory, parte III, c. 5. Esta tradición puede seguirse hasta la época de la Epístola de Bernabé, que escribió en el siglo I, y que parece haber sido medio judío. <<

[1392] La Iglesia primitiva de Antioquía computaba cerca de seis mil años desde la creación del mundo hasta el nacimiento de Cristo. Africano, Lactancio y la Iglesia griega redujeron este número a cinco mil quinientos, y Eusebio se ha contentado con cinco mil doscientos años. Estos cálculos se formaron sobre la versión antigua del Viejo Testamento, que fue universalmente recibida durante los seis primeros siglos. La autoridad de la Vulgata y del texto hebreo ha determinado a los modernos, tanto protestantes como católicos, a preferir un período cercano a los cuatro mil años; aunque en el estudio de la antigüedad profana se hallan a menudo reducidos a aquellos estrechos límites. <<

[1393] La mayoría de estos cuadros fueron sacados de una falsa representación de Isaías, Daniel y el Apocalipsis. Una de las imágenes más groseras puede hallarse en san Ireneo (Adversus Hœreses V [c. 23], p. 455 [ed. Oxon. 1702]), discípulo de Papias, que había visto al apóstol san Juan. <<

[1394] Véase el segundo diálogo de san Justino mártir con Trifón, y el séptimo libro de Lactancio. Es innecesario citar a todos los padres que ha habido en este intermedio, pues no se duda del hecho. Sin embargo, el curioso lector puede consultar a Daillé, De Usu Patrum, l. II, c. 4. <<

[1395] El testimonio de san Justino mártir sobre su propia fe y la de sus hermanos ortodoxos en la doctrina de un Milenio es claro y solemne (Dialogus cum Tryphone Jud., pp. 177-178, ed. Benedict.). Si al principio de este importante pasaje hay algo que parezca inconsistente, podemos imputarlo propiamente al autor o a sus copistas. <<

[1396] Dupin, Bibliothèque Ecclés., t. I, p. 223; t. II, p. 366; y Mosheim, 720; aunque el segundo de estos doctos teólogos no es muy candoroso en esta ocasión. <<

[1397] En el concilio de Laodicea (cerca del año 360), el Apocalipsis fue tácitamente excluido del sagrado canon por las mismas iglesias del Asia a las cuales está dirigido: y sabemos, por las quejas de Sulpicio Severo, que su sentencia había sido ratificada por la mayor parte de los cristianos de su tiempo. ¿Qué causas habrán motivado que el Apocalipsis esté ahora tan generalmente recibido por las Iglesias griega, romana y protestante? Pueden darse las siguientes: 1) los griegos fueron subyugados por la autoridad de un impostor, que en el sexto siglo se arrogó el carácter de Dionisio el Areopagita; 2) un justo temor de que los gramáticos se hiciesen más importantes que los teólogos determinó al concilio de Trento a fijar el sello de su infalibilidad sobre todos los libros de la Sagrada Escritura contenidos en la Vulgata Latina, en cuyo número el Apocalipsis fue afortunadamente incluido (Fra Paolo, Istoria del Concilio Tridentino, l. II); 3) la ventaja de dirigir aquellas misteriosas profecías contra la diócesis romana inspiró a los protestantes tan útil alianza. Véanse los ingeniosos y elegantes discursos del actual obispo de Lichfield sobre este poco prometedor asunto. <<

[1398] Lactancio (Divinaœ Institut. VII, 15 y ss.) relata la triste historia del porvenir con brío y elocuencia. <<

[1399] Sobre este particular, todo lector de gusto podrá entretenerse con la tercera parte de la Sacred Theory, de Burnet. Mezcla la filosofía, las Escrituras y la tradición en un solo y magnífico sistema, en cuya descripción manifiesta una fuerza de imaginación en nada inferior a la del mismo Milton. <<

[1400] Y sin embargo, sea cual fuere el lenguaje de los individuos, es todavía la doctrina pública de todas las Iglesias cristianas; ni aun la nuestra puede negarse a admitir las conclusiones que se han de sacar de sus artículos octavo y decimoctavo. Los jansenistas, que tan diligentemente estudiaron las obras de los padres, sostienen este dictamen con celo; y el docto Tillemont no desecha nunca a un virtuoso emperador sin pronunciar su condena. Zuinglio puede que sea el único guía de un partido que ha adoptado el dictamen más indulgente, y no ofendió menos a los luteranos que a los católicos. Véase Bossuet, Histoire des Variations des Églises Protestantes, l. II, c. 19-22. <<

[1401] Justiniano y Clemente de Alejandría admiten que algunos de los filósofos fueron instruidos por el logos, confundiendo su doble significado, de la razón humana y del Verbo Divino. <<

[1402] Tertuliano, De Spectaculis, c. 30. Para averiguar el grado de autoridad que el celoso Africano ha adquirido, puede ser suficiente alegar el testimonio de Cipriano, doctor y guía de todas las Iglesias occidentales (véase Prudencio Hymn. XIII, 100). Siempre que se dedicaba al estudio diario de los escritos de Tertuliano, solía decir: «Da mihi magistrum», dame mi maestro (san Jerónimo, De Viris Illustribus, t. I, p. 284 [c. 53, t. II, p. 878, ed. Vallars.]). <<

[1403] No obstante la evasión de Middleton, no podemos menos que reparar en las visiones y la inspiración que pueden hallarse en los padres apostólicos. <<

[1404] San Ireneo, Adv. Hæreses Proœm., p. 3. Middleton (Free Inquiry, p. 96 y ss.) observa que como esta pretensión era, entre todas las demás, la más difícil de sostener por medio del arte, fue la que más pronto se abandonó. La observación se adapta a su hipótesis. <<

[1405] Atenágoras en Legatio. [Pseudo] Justino mártir, Cohortatio ad Gentiles. Tertuliano, Adv. Marcionem, l. IV. Estas descripciones no dejan de ser algo semejantes al furor profético hacia el cual Cicerón (De Divinatione II, 54) manifiesta tan poca reverencia. <<

[1406] Tertuliano (Apologet., c. 23) lanza un valiente desafío a los magistrados paganos. De los primitivos milagros, el poder del exorcismo es el único admitido por los protestantes. <<

[1407] San Ireneo, Adv. Hæreses, l. II, c. 56-57; l. V, c. 6. Dodwell (Dissertationes in Irenæum II, 42) concluye que el segundo siglo fue aun más fértil en milagros que el primero. <<

[1408] Teófilo, Ad Autolycum, l. I, p. 345, ed. Benedict., París, 1742 [p. 35 ed. Oxon. 1684]. <<

[1409] Middleton escribió su introducción en el año 1747, publicó su Free Inquiry en 1749, y antes de su muerte, en 1750, había preparado una vindicación de ella contra sus numerosos adversarios. <<

[1410] La universidad de Oxford confirió títulos a sus opositores. Por la indignación de Mosheim (p. 221), podemos descubrir los sentimientos de los teólogos luteranos. <<

[1411] Debe parecer algo curioso que Bernardo De Claraval, que recuerda tantos milagros de su amigo san Malaquías, no hable de los propios, los que sin embargo se hallan cuidadosamente referidos por sus compañeros y discípulos. ¿Acaso existe, en la larga serie de la historia eclesiástica, un solo ejemplo de un santo que afirme que él mismo poseyó el don de los milagros? <<

[1412] La conversión de Constantino es la era más usualmente fijada por los protestantes. Los teólogos más racionales difícilmente admiten los milagros del siglo IV; mientras que los más crédulos no quieren rechazar los del siglo V. <<

[1413] Las imputaciones de Celso y Juliano, con las defensas de los padres, se hallan muy ingenuamente representadas por Spanheim, Les Césars de Julien, «Comment.», p. 468. <<

[1414] Plinio el Joven, Ep. X, 97. <<

[1415] Tertuliano, Apologet., c. 44. Añade, sin embargo, con algún grado de duda: «Aut si [et] aliud, jam non Christianus». <<

[1416] El filósofo Peregrino (de cuya vida y muerte Luciano nos ha dejado un relato tan entretenido) abusó por mucho tiempo de la crédula sencillez de los cristianos de Asia. <<

[1417] Véase un tratado muy juicioso de Barbeyrac, Sur la morale des Pères <<

[1418] Lactancio, Divinœ Institut., l. VI, c. 20-22. <<

[1419] Consúltese una obra de Clemente de Alejandría, titulada El pedagogo [Pædagogus], que contiene los rudimentos de la ética, como fueron enseñados en las más célebres escuelas cristianas. <<

[1420] Tertuliano, De Spectaculis, c. 23. Clemente de Alejandría, Pædagogus, l. III, c. 8. <<

[1421] Beausobre, Hist. du Manichéisme, l. VII, c. 3. San Justino mártir, Gregorio de Nisa, san Agustín, etc., se inclinaban fuertemente por esta opinión. <<

[1422] Algunos de los herejes gnósticos fueron más consecuentes, pues rechazaron el uso del matrimonio. <<

[1423] Véase una serie de tradiciones, desde san Justino mártir hasta san Jerónimo, en Sur la morale des Pères, c. IV, 6-26. <<

[1424] Véase una disertación muy curiosa sobre las vestales en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. IV, pp. 161-227. A pesar de los honores y recompensas que se concedían a aquellas vírgenes, era difícil reunir un número suficiente; ni podía el temor a una muerte horrible reprimir siempre su incontinencia. <<

[1425] «Cupiditatem procreandi aut anam scimus aut nullam.» Minucio Félix, c. 31. San Justino mártir, Apolog. Major. Atenágoras, Legatio, c. 28. Tertuliano, De Cultu Feminarum, l. II. <<

[1426] Eusebio, l. VI, c. 8. Antes que la fama de Orígenes hubiese excitado la envidia y la persecución, esta acción extraordinaria fue más bien admirada que censurada. Como tenía por costumbre alegorizar la Sagrada Escritura, parece una desgracia que sólo en este caso haya adoptado el sentido literal. <<

[1427] Cipriano, Ep. 4, y Dodwell, Dissertationes Cyprianicæ III. Algo parecido se le imputó mucho más tarde al fundador de la orden de Fontevrault. Bayle y sus lectores se han divertido con este delicado tema. <<

[1428] Dupin (Bibliothèque Ecclés., t. I, p. 195) hace una particular relación del diálogo de las diez vírgenes, tal como fue compuesto por Metodio, obispo de Tiro. Los elogios de la virginidad son excesivos. <<

[1429] Los ascéticos (ya desde el siglo II) hicieron una pública profesión de mortificar sus cuerpos y de abstenerse del uso de la carne y del vino. Mosheim, p. 310. <<

[1430] Véase Sur la morale des Pères. Iguales principios de sufrimiento han reaparecido, desde la reforma, entre los socinianos, que son los modernos anabaptistas, y los cuáqueros. Barclay, el apologista de los cuáqueros, ha defendido a sus correligionarios por medio de la autoridad de los cristianos primitivos (pp. 542-549). <<

[1431] Tertuliano, Apologet., c. 2l. De Idolatria, c. 17-18. Orígenes, Adv. Celsum, l. V, p. 253 [c. 33, t. I, p. 602, ed. Benedict.]; l. VII, p. 349 [c. 26, p. 712]; l. VIII, pp. 423-428 [c. 68 y ss., p. 793 y ss.]. <<

[1432] Tertuliano (De Corona Militis, c. 11) les sugirió el recurso de desertar; consejo que, si hubiese sido generalmente sabido, no era muy apropiado para concitar el favor de los emperadores hacia la secta cristiana. <<

[1433] Según el mejor juicio que podemos formar conforme a la mutilada representación de Orígenes (l. VIII, p. 423 [c. 73, t. I, p. 796, ed. Bened.]), su adversario, Celso, había solicitado su oposición con gran fuerza y candidez. <<

[1434] Tanto en Francia como en Inglaterra el partido aristocrático ha mantenido fuertemente el origen divino de los obispos. Pero los presbíteros calvinistas sufrían con impaciencia un superior; y el pontífice romano se negó a reconocer un igual. Véase Fra Paolo. <<

[1435] En la historia de la jerarquía cristiana, he seguido en gran parte al docto e ingenuo Mosheim. <<

[1436] En cuanto a los profetas de la Iglesia primitiva, véanse las disertaciones pertinentes en Mosheim, Hist. Eccl., t. II, pp. 132-208. <<

[1437] Véanse las epístolas de san Pablo y de Clemente I a los corintios. <<

[1438] Hooker, Ecclesiastical Polity, l. VII. <<

[1439] Véase san Jerónimo, Ad Titum, c. I, y Ep. 85 (en la edición Benedictina, 101) [146 ed. Vallars., t. I, p. 1074], y la elaborada apología de Blondel, Pro Sententia Hieronymi. El antiguo estado, como lo describe san Jerónimo, del obispo y presbíteros de Alejandría, es confirmado por el patriarca Eutiquio (Annal., t. I, p. 330, vers. Pocock), cuyo testimonio no sé cómo rechazar, a pesar de todas las oposiciones del docto Pearson en su Vindiciæ Ignatianæ, parte I, c. 11. <<

[1440] Véase la introducción al Apocalipsis. Los obispos, bajo el nombre de ángeles, ya habían sido instituidos en las siete ciudades de Asia; y sin embargo, la epístola de Clemente (que probablemente es de igual antigüedad) no nos conduce a descubrir ninguna huella de episcopado ni en Corinto, ni en Roma. <<

[1441] «Nulla Ecclesia sine Episcopo», ha sido un hecho, así como una máxima, desde el tiempo de Tertuliano e Ireneo. <<

[1442] Superadas las dificultades del primer siglo, hallamos el gobierno episcopal universalmente establecido, hasta que fue interrumpido por el genio republicano de los reformistas suizos y alemanes. <<

[1443] Véase Mosheim en los siglos I y II. Ignacio (Ad Smyrnæos, c. 8 y ss.) es muy amigo de ensalzar la dignidad episcopal. Le Clerc (Hist. Eccl., p. 569) censura toscamente su conducta. Mosheim, con una crítica más juiciosa (p. 161), sospecha de la pureza incluso de las epístolas más pequeñas. <<

[1444] «¿Nonne et Laici sacerdotes sumus?», Tertuliano, Exhortatio ad Castitatem, c. 7. Como el corazón humano es siempre el mismo, varias de las observaciones que Hume ha hecho sobre el Entusiasmo (Essays, t. I, p. 76, ed. en 4) pueden aplicarse a verdadera inspiración. <<

[1445] Acta Concil. Carthag., apud Cipriano, p. 158, ed. Fell. Este concilio estaba formado por ochenta y siete obispos de las provincias de Mauritania, Numidia y África; algunos presbíteros y diáconos asistieron a él, præsente plebis maxima parte. <<

[1446] «Aguntur præterea per Græcias illas, certis in locis concilia», etc. Tertuliano, De Jejuniis, c. 3. El africano la menciona como una institución reciente y extranjera. La coalición de las Iglesias cristianas se halla muy hábilmente explicada por Mosheim, pp. 164-170. <<

[1447] Cipriano, en su admirable tratado De Eccelesiæ Unitate, pp. 75-86 [p. 108, ed. Oxon.]. <<

[1448] Podemos apelar a todo el tenor de la conducta de Cipriano, de su doctrina y de sus Epístolas. Le Clerc, en una sucinta Vida de Cipriano (Bibliothèque Universelle, t. XII, pp. 207-378), lo desemboza con mucha franqueza y exactitud. <<

[1449] Si Novato, Felicísimo, etc., a quienes el obispo de Cartago expulsó de su iglesia y del África, no fueron los monstruos más detestables de la maldad, el celo de Cipriano debe haber prevalecido sobre su veracidad. Para un exacto relato sobre estos altercados, véase Mosheim, p. 497-512. <<

[1450] Mosheim, pp. 269 y 574. Dupin, Antiquæ Eccl. Disciplin., 19-20. <<

[1451] Tertuliano, en un tratado distinto, ha negado a los herejes el derecho de prescripción, concedido por las Iglesias apostólicas. <<

[1452] El viaje de san Pedro a Roma se menciona en los más antiguos (véase Eusebio II, 25), lo sostienen todos los católicos y lo admiten algunos protestantes (véase Pearson y Dodwell, De Success. Episcop. Roman.), pero ha sido vigorosamente atacado por Spanheim (Miscellanea Sacra III, 3). Según el padre Hardouin, los monjes del siglo XIII, que compusieron la Eneida, representan a san Pedro bajo el carácter alegórico del héroe troyano. <<

[1453] Solamente en francés está exacta la famosa alusión al nombre de san Pedro: «Tu es Pierre, et sur cette pierre…». La misma alusión es imperfecta en griego, latín, italiano, español, etc., y totalmente ininteligible en nuestras lenguas teutónicas. <<

[1454] San Ireneo, Adv. Hæreses III, 3; Tertuliano, De Præscriptione, c. 36; y Cipriano, Ep. 27, 55, 71, 75. Le Clerc (Hist. Eccl., p. 764) y Mosheim (pp. 258 y 578) se afanan en la interpretación de estos párrafos. Pero el estilo libre y retórico de los padres parece a menudo favorable a las pretensiones de Roma. <<

[1455] Véase la aguda epístola de Firmiliano, obispo de Cesárea, a Esteban, obispo de Roma, apud Cipriano, Ep. 75. <<

[1456] En relación con la disputa del rebautismo de los herejes, véanse las epístolas de Cipriano y el séptimo libro de Eusebio. <<

[1457] Para el origen de estas palabras véase Mosheim, p. 141; Spanheim, Hist. Eccl., p. 633. La distinción entre clerus y laicus fue establecida antes del tiempo de Tertuliano. <<

[1458] La comunidad instituida por Platón es más perfecta que la que Tomás Moro imaginó para su Utopía. La comunidad de mujeres y la de bienes temporales pueden considerarse como partes inseparables del mismo sistema. <<

[1459] Josefo, Antiquitat. XVIII, 2 [c. 1, 5, ed. Oxon. 1720]. Filón, De Vita Contemplativa. <<

[1460] Véanse los Hechos de los apóstoles, c. 2, 4 y 5, con el comentario de Grocio. Mosheim, en una disertación particular, ataca la opinión común con argumentos que no hacen fuerza alguna. <<

[1461] San Justino mártir, Apolog. Major., c. 89. Tertuliano, Apologet., c. 39. <<

[1462] San Ireneo, Adv. Hæres., l. IV, c. 26 y 34; Orígenes, In Numeros Homiliæ XI; Cipriano, De Ecclesiæ Unitate; Constitutiones Apostolicaæ, l. II, c. 34-35, con las notas de Cotelerio. Las Constituciones introducen este divino precepto cuando declaran que los sacerdotes son tan superiores a los reyes como el alma al cuerpo. Entre los artículos de diezmo se hallan enumerados el grano, el vino, el aceite y la lana. Sobre este interesante particular, consúltese Prideaux, The Original and Right of Tithes, y Fra Paolo, Delle Materie Beneficiarie, dos literatos de diferente carácter. <<

[1463] La misma opinión, que prevaleció hacia el año 1000, produjo iguales efectos. La mayoría de las donaciones expresan su motivo, appropinquante mundi fine. Véase Mosheim, Hist. Eccl., t. I, p. 457. <<

[1464]

Tum. summa cura est fratribus

(Ut sermo testatur loquax)

Offerre fundis venditis

Sestertiorum millia.

Addicta avorum prædia

Fœdis sub auctionibus,

Successor exheres gemit,

Sanctis egens parentibus.

Hæc oculuntur abditis

Ecclesiarum in angulis.

Et summa pietas creditur

Nudare dulces liberos.

Prudencio, Peristephanon 2 [v. 73 y ss.].

La conducta subsiguiente del diácono Lorenzo sólo prueba el buen uso que se hizo de los bienes de la Iglesia de Roma; eran sin duda muy considerables, pero Fra Paolo (c. 3) parece exagerar cuando supone que los sucesores de Cómodo fueron instigados a perseguir a los cristianos por su propia avaricia o la de sus prefectos pretorianos. <<

[1465] Cipriano, Ep. 62. <<

[1466] Tertuliano, De Præscriptione, c. 30. <<

[1467] Diocleciano dio un rescripto, que es solamente una declaración de la antigua ley: «Collegium, si nullo speciali privilegio subnixum sit, hæreditatem capere non posse, dubium non est». Fra Paolo (c. 4) cree que estos reglamentos habían sido muy descuidados desde el reinado de Valeriano. <<

[1468] Hist. August. p. 131 [Lampridio, Alex. Sever. c. 49]. El terreno había sido público; y ahora se disputaba entre la sociedad de cristianos y la de carniceros. <<

[1469] Constitut. Apostol., l. II, c. 35. <<

[1470] Cipriano, De Lapsis, p. 89 [p. 126, ed. Oxon.]. Ep. 65. El cargo se halla confirmado por los cánones 19 y 20 del concilio de Ilíberis. <<

[1471] Véanse las apologías de san Justino mártir, Tertuliano, etc. <<

[1472] Dionisio de Corinto (apud Eusebio, l. IV, c. 25) celebra la riqueza y liberalidad de los romanos para con sus hermanos más lejanos. <<

[1473] Véase Luciano, De Morte Peregrini [c. 13.]. Juliano (Ep. 49) parece mortificado de que la caridad cristiana mantenga no sólo a los suyos, sino también a los profanos pobres. <<

[1474] Tal ha sido al menos la loable conducta de misioneros más modernos bajo iguales circunstancias. Mas de tres mil recién nacidos se hallan anualmente expuestos en las calles de Pekín. Véase Le Comte, Mémoires sur la Chine, y Recherches sur les Chinois et les Égyptiens, t. I, p. 61. <<

[1475] Los montanistas y los novacianos, que adherían a esta opinión con gran rigor y tenacidad, se hallaron al fin entre los herejes excomulgados. Véase el docto y copioso Mosheim, siglos II y III. <<

[1476] Dionisio, apud Eusebio IV, 23. Cipriano, De Lapsis. <<

[1477] Cave, Primitive Christianity, parte III, c. 5. Los admiradores de la Antigüedad sienten la pérdida de esta penitencia pública. <<

[1478] Véase en Dupin (Bibliothèque Ecclés., t. II, pp. 304-313) una corta, pero racional, exposición de los cánones de aquellos concilios, que se reunieron en los primeros momentos de tranquilidad, después de la persecución de Diocleciano. Esta persecución fue sentida con mucha menos severidad en España que en Galacia; diferencia que puede, en cierto modo, explicar el contraste de sus reglamentos. <<

[1479] Cipriano, Ep. 69 [59]. <<

[1480] Las mañas, costumbres y vicios de los sacerdotes de la diosa Siria se hallan jocosamente descritos por Apuleyo, en el octavo libro de su Metamorphoses. <<

[1481] El cargo de asiarca era de esta naturaleza, y se hace frecuentemente mención de él en Arístides, las inscripciones, etc. Era anual y electivo. Sólo los ciudadanos más vanos podían desear tal honor; y únicamente los más ricos podían sostener el gasto. Véase en Patres Apostol., t. II, p. 200 [Ep. Eccl. Smyrn. de Martyrio Polycarpi, c. 12], con cuánta indiferencia Felipe el Asiarca se condujo en el martirio de Policarpio. Había también bitiniarcas, liciarcas, etcétera. <<

[1482] Los críticos modernos no están dispuestos a creer lo que los padres afirman casi unánimemente: que san Mateo compuso un evangelio hebreo, del que solamente existe la traducción griega. Sin embargo, parece peligroso rechazar su testimonio. <<

[1483] Bajo los reinados de Nerón y Domiciano, y en las ciudades de Alejandría, Antioquía, Roma y Éfeso. Véase Mill, Prolegomena ad Nov. Testament., y la explícita y extensa colección de Lardner, t. XV. <<

[1484] Los alogianos (Epifanio, Adv. Hæreses 51 [p. 455. ed. París, 1622]) cuestionaron la autenticidad del Apocalipsis, porque la iglesia de Tiátira aún no estaba fundada. Epifanio, que admite el hecho, supone ingeniosamente, para librarse de la dificultad, que san Juan escribió en el espíritu de profecía. Véase Abauzit, Discours sur l’Apocalypse. <<

[1485] Las epístolas de Ignacio y Dionisio (ap. Eusebio IV, 23) puntualizan muchas iglesias en Asia y Grecia. La de Atenas parece haber sido una de las menos florecientes. <<

[1486] Luciano, en Alexander, c. 25. El cristianismo, sin embargo, se debe haber difundido muy desigualmente por el Ponto, desde que, a mediados del siglo III, no había más que diecisiete creyentes en la extensa diócesis de Neocesárea. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. IV, p. 675, de Basilio y Gregorio de Nisa, que eran naturales de Capadocia. <<

[1487] Según los antiguos, Jesucristo padeció bajo el consulado de los dos Gemini, en el año 29 de nuestra era. Plinio fue enviado a Bitinia (según Pagi) en el año 110. <<

[1488] Plinio el Joven, Ep. X, 97. <<

[1489] Crisóstomo, Opera, t. VII, pp. 658 y 810 [ed. Savil. II, 422 y 529]. <<

[1490] Juan Malala (t. II, p. 144 [ed. Oxon.; p. 420, ed. Bonn]) saca la misma conclusión con respecto a la crecida población de Antioquía. <<

[1491] Crisóstomo, t. I, p. 592. Debo el conocimiento de estos párrafos, aunque no mi conclusión, al erudito Lardner, Credibility of the Gospel History, t. XII, p. 370. <<

[1492] Basnage (Hist. des Juifs l. II, c. 20-23) ha examinado con crítica minuciosidad el curioso tratado de Filón que describe a los terapeutos. Probando que fue escrito en tiempo de Augusto, Basnage ha demostrado, a pesar de Eusebio (l. II, c. 17) y de muchos católicos modernos, que los terapeutos no eran ni cristianos ni monjes. Aún se cree que probablemente cambiaron su nombre, preservaron sus costumbres, adoptaron algunos nuevos artículos de fe y gradualmente se transformaron en los padres de los ascéticos egipcios. <<

[1493] Véase una carta de Adriano en la Hist. August., p. 245 [Vopisco, Saturn., c. 1]. <<

[1494] Para la sucesión de los obispos alejandrinos, consúltese Renaudot, Histoire, p. 24 y ss. El patriarca Eutiquio (Annal., t. I, p. 332, vers. Pocock) conservó este curioso hecho, y su evidencia sería una respuesta suficiente para todas las objeciones del obispo Pearson en su Vindiciæ Ignatianæ. <<

[1495] Amiano Marcelino XXII, 16. <<

[1496] Orígenes, Adv. Celsum, l. II, p. 40 [c. 52; t. I, p. 368, ed. Benedict.]. <<

[1497] «Ingens multitudo» es la expresión de Tácito (XV, 44). <<

[1498] Tito Livio XXXIX, 13, 15, 16 y 17. Nada excedió el horror y la consternación del Senado al descubrir a los bacanales, cuya depravación Livio describe y tal vez exagera. <<

[1499] Eusebio, l. VI, c. 43. La traducción latina (Valois) juzgó apropiado reducir el número de los presbíteros a cuarenta y cuatro. <<

[1500] Esta proporción de presbíteros y pobres con el resto del pueblo fue originalmente fijada por Burnet (Travels into Italy, p. 168), y está aprobada por Moyle (t. II, p. 151). Ambos desconocían el pasaje de Crisóstomo, que convierte sus conjeturas casi en un hecho. <<

[1501] «Serius trans Alpes, religione Dei suscepta.» Sulpicio Severo, l. II [p. 383, ed. Lugd. Bat. 1647]. En relación con África, véase Tertuliano, Ad Scapulam, c. 3. Se imagina que los mártires silitanos fueron los primeros (Acta Sincera Martyrum, p. 34, editado por Ruinart). Uno de los adversarios de Apuleyo parece haber sido cristiano (Apolog., pp. 496-497, ed. Delphin). <<

[1502] «Tum primum intra Gallias martyria visa.» Sulpicio Severo, l. II. Éstos fueron los célebres mártires de Lyon. Véase Eusebio V, 1. Tillemont, Mém. Ecclés., t. II, p. 316. Según los donatistas, cuya aserción está confirmada por el tácito reconocimiento de san Agustín, África fue la última provincia que recibió el Evangelio. Tillemont, Mém. Ecclés., t. I, p. 754. <<

[1503] «Raræ in aliquibus civitatibus ecclesiæ, paucorum Christianorum devotione, resurgerent.» Acta Sincera, p. 130. Gregorio de Tours, l. I, c. 28. Mosheim, pp. 207 y 449. Hay motivos para creer que a principios del siglo IV, la extensa diócesis de Lieja, Tréveris y Colonia compuso un solo obispado, que había sido fundado muy recientemente. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. VI, parte I, pp. 43, 411. <<

[1504] En una disertación, Mosheim fija la fecha de la Apología de Tertuliano en el año 198. <<

[1505] En el siglo XV había pocos que tuviesen la inclinación o el valor de averiguar si José de Arimatea fundó el monasterio de Glastonbury, y si Dionisio el Areopagita prefirió la residencia de París a la de Atenas. <<

[1506] La estupenda metamorfosis fue hecha en el siglo IX. Véase Mariana (Hist. de Rebus Hispaniæ, l. VII, c. 13; t. I, p. 285, ed. Hag. Com., 1733), quien, en todo sentido, imita a Livio; y el descubrimiento de la leyenda de Santiago por Geddes, Miscellanies, t. II, p. 221. <<

[1507] San Justino mártir, Dialog. cum Tryphone, p. 341 [c. 117, p. 211, ed. Benedict.]. San Ireneo, Adv. Hæreses, l. I, c. 10. Tertuliano, Adv. Judæos, c. 7. Véase Mosheim, p. 203. <<

[1508] Véase el cuarto siglo de la Historia de la Iglesia de Mosheim. Muchas, aunque muy confusas circunstancias, que tienen relación con la conversión de Iberia y Armenia, pueden hallarse en Moisés de Korén, l. II, c. 78-89. <<

[1509] Según Tertuliano, la fe cristiana había penetrado en algunas partes de Britania inaccesibles a las armas de los romanos. Cerca de un siglo después, se dice que Ossian, hijo de Pingal, disputó, en su edad avanzada, con uno de los misioneros extranjeros, y la disputa existe todavía en verso y en lengua erse. Véase Macpherson, Dissertation on the Antiquity of Ossian’s Poems, p. 10. <<

[1510] Los godos que saquearon el Asia en el reinado de Galieno se llevaron gran número de cautivos, algunos de los cuales eran cristianos y luego se hicieron misioneros. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. IV, p. 44. <<

[1511] La leyenda de Abgar, aunque fabulosa, proporciona una prueba decisiva de que muchos años antes que Eusebio escribiese su historia, la mayor parte de los habitantes de Edesa habían abrazado el Cristianismo. Sus rivales, los habitantes de Carra, se adhirieron, por el contrario, a la causa del paganismo hasta el siglo sexto. <<

[1512] Según Bardesanes (apud Eusebio, Præparatio Evangelica), había algunos cristianos en Persia antes del fin del siglo II. En tiempo de Constantino (véanse sus epístolas a Sapor en [Eusebio], De Vita Constantini, l. IV, c. 13) formaban una iglesia floreciente. Consúltese a Beausobre, Hist. du Manichéisme, t. I, p. 180, y la Bibliotheca Orientalis de Asemani. <<

[1513] Orígenes, Adv. Celsum, l. VIII, p. 424 [c. 69; t. I, p. 794, ed. Benedict.]. <<

[1514] Minucio Felix, p. 8 [ed. Lugd. Bat. 1652], con las notas de Wowero. Celso apud Orígenes, l. III, pp. 138 y 142 [c. 49, t. I, p. 479, ed. Benedict.]. Juliano apud Cirilo de Alejandría, l. VI, p. 206, ed. Spanheim. <<

[1515] Eusebio, Hist. Eccl. IV, 3. San Jerónimo, Ep. 83 [Ep. 70, t. I, p. 424, ed. Vallars.]. <<

[1516] La historia está bellamente contada en los diálogos de Justino. Tillemont (Mém. Ecclés., t. II, p. 384), que lo refiere según él, está seguro de que el anciano era un ángel disfrazado. <<

[1517] Eusebio V, 28. Es de esperar que nadie, excepto los herejes, diera motivos a la queja de Celso (apud Orígenes, l. II, p. 77 [c. 27, t. I, p. 411, ed. Bened.]), acerca de que los cristianos estaban corrigiendo y alterando incesantemente sus Evangelios. <<

[1518] Plinio el Joven, Ep. X, 97. «Fuerunt alii similis amentiæ, cives Romani… Multi enim omnis ætatis, omnis ordinis, utriusque sexus, etiam jam vocantur in periculum et vocabuntur». <<

[1519] Tertuliano, Ad Scapulam. Sin embargo, con toda su retórica, no reclama más que una décima parte de Cartago. <<

[1520] Cipriano, Ep. 79 [80]. <<

[1521] El doctor Lardner, en sus libros primero y segundo de los testimonios judíos y cristianos, reúne e ilustra los de Plinio el Joven, los de Galeno, los de Marco Antonino, y quizá también los de Epicteto (pues se duda si este filósofo intenta hablar de los cristianos). La nueva secta se halla totalmente desatendida por Séneca, Plinio el Viejo y Plutarco. <<

[1522] Si la famosa profecía de las setenta semanas se hubiese atribuido a un filósofo romano, ¿no hubiera él contestado con las mismas palabras de Cicerón, «quæ tandem ista auguratio est, annorum potius quam aut mensium aut dierum»? De Divinatione II, 30. Obsérvese con qué irreverencia Luciano (Alexander, c. 13) y su amigo Celso, apud Orígenes, l. VII [c. 14], p. 327), se expresan con respecto a los profetas hebreos. <<

[1523] Los filósofos, que escarnecieron las predicciones más antiguas de las Sibilas, fácilmente hubieran descubierto las falsificaciones judías y cristianas, tan triunfantemente citadas por los padres, desde san Justino mártir hasta Lactancio. Una vez que los versos sibilinos cumplieron su tarea, fueron puestos de lado, como el sistema del milenio. Desgraciadamente, la Sibila cristiana había fijado la ruina de Roma para el año 195, Ab Urbe Condita 948. <<

[1524] Los padres, tal como Dom Calmet los representa (Dissertations sur l’Écriture, t. III, pp. 295-308), formados en orden de batalla, parecen cubrir toda la tierra de oscuridad, y en esto los siguen la mayoría de los modernos. <<

[1525] Orígenes (Commentaria in Ev. Matth., c. 27) y algunos críticos modernos —Beza, Le Clerc, Lardner, etc.— desean limitarla al país de Judea. <<

[1526] El celebrado pasaje de Flegón se halla ahora juiciosamente abandonado. Cuando Tertuliano asegura a los paganos que el prodigio se halla citado en Arcanis (no Archivis) Vestris (véase Apologet., c. 21), apela probablemente a los versos sibilinos, que lo relatan exactamente en los mismos términos que el Evangelio. <<

[1527] Séneca, Naturales Quæstiones I, 15; VI, 1; VII, 17. Plinio el Viejo, Nat. Hist., l. II. <<

[1528] Plinio el Viejo, Nat. Hist. II, 30. <<

[1529] Virgilio, Georg. I, 466. Tibulo I, 5, 75. Ovidio, Metamorph. XV, 782. Lucano, Pharsal. I, 535. El último de estos poetas fija este prodigio antes de la guerra civil. <<

[1530] Véase una epístola de Antonio en Josefo, Antiquitat. XIV, 12 [c. 3]. Plutarco, Cœsar [c. 69] p. 471. Apiano, De Bell. Civ., l. IV. Dion Casio, l. XLV[c. 17], p. 431. Julius Obsequens, c. 128. Su pequeño tratado es un extracto de los prodigios de Livio. <<

[1531] En Cirene asesinaron a doscientos veinte mil griegos; en Chipre, a doscientos cuarenta mil; en Egipto, a una gran multitud. Muchas de estas infelices víctimas fueron cortadas de parte a parte, conforme a un precedente que David había sancionado con su ejemplo. Los judíos victoriosos devoraron la carne, se saciaron en sangre y se ciñeron el cuerpo con las entrañas a manera de cinto. Véase Dion Casio, l. LXVIII [c. 32], p. 1145. <<

[1532] Sin repetir la bien conocida narración de Josefo, podemos saber por Dion (l. LXIX [c. 14], p. 1162) que, en la guerra de Adriano, fueron degollados quinientos ochenta mil judíos, además de un número infinito que pereció de hambre, de enfermedades y en las llamas. <<

[1533] Sobre la secta de los zelotes, véase a Basnage, Hist. des Juifs, l. I, c. 17; sobre los caracteres del Mesías, según los rabinos, véase l. V, c. 11, 12, 13; sobre las acciones de Barcoquebas, véase l. VIII, c. 12. <<

[1534] A Modestino, abogado romano (l. VI), le debemos el conocimiento del edicto de Antonino. Véase Casaubon, ad Hist. August., p. 27. <<

[1535] Véase Basnage, Hist. des Juifs, l. III, c. 2, 3. El cargo de patriarca fue suprimido por Teodosio el Menor. <<

[1536] Sólo citaremos el Purim o rescate de los judíos de la ira de Haman, que hasta el reinado de Teodosio fue celebrado con insolente triunfo y desenfreno. Basnage, Hist. des Juifs, l. VI, c. 17, 1; VIII, c. 6. <<

[1537] Según el falso Josefo, Tsefo, nieto de Esaú, condujo a Italia el ejército de Eneas, rey de Cartago. Otra colonia de idumeos, huyendo de la espada de David, se refugió en los dominios de Rómulo. Por estas u otras razones de igual peso, los judíos llamaron Edom al Imperio Romano. <<

[1538] Por los argumentos de Celso, como se hallan representados y refutados por Orígenes (l. V [c. 59], pp. 247-259), podemos ver claramente la distinción que se hizo entre el pueblo judío y la secta cristiana. Véase, en el Diálogo de Minucio Félix (pp. 5-6), una ecuánime y clara descripción de los dictámenes populares respecto de la deserción del culto establecido. <<

[1539] «Cur nullas aras habent? templa nulla? nulla nota simulacra?… Unde autem, vel quis ille, aut ubi, Deus unicus, solitarius, destitutus?» Minucio Félix, p. 10. El interlocutor pagano sigue haciendo una distinción a favor de los judíos, diciendo que hubo un tiempo en que tuvieron templo, altares, víctimas, etcétera. <<

[1540] Es difícil (dice Platón) llegar al conocimiento del verdadero Dios y hacerlo público. Véase la Théologie des Philosophes, en la traducción al francés del abate d’Olivet de Cicerón, De Natura Deorum, t. I, p. 275. <<

[1541] El autor de Philopatris [Pseudo Luciano] trata siempre a los cristianos como una sociedad de entusiastas visionarios, δαιµóνιοι, αιθέριοι α’ιθεροβατοῦντες, ἀεροβατοῦντες, etcétera, y en un pasaje alude manifiestamente a la visión en la que san Pablo fue transportado al tercer cielo. En otro lugar, Triefón, que personifica a un cristiano, después de escarnecer a los dioses del paganismo, propone un juramento misterioso:

γΨιµέδΟντα θεòν, µέγαν, µέγαν, ἄµβρΟιΟν, Οὐρανίωα,

γίòν πατρòς, πνεῦµα ἐk πατρòς ἐκπΟρευóµενΟν,

Ἕν ἐk τριῶν, kαì ἐξ ἑνòς τρία.

λρτθµἑετν µε δτδάσκεις (responde profanamente Critias), kαὶ ὅρκος ή ἀρτθµητική οὐκ οἶδ γάρ τι

λέγεις ἕν τρία, ἔν! <<

[1542] Según san Justino mártir (Apolog. Major, c. 70-85), el demonio, que había conseguido algún conocimiento imperfecto de las profecías, ideó esta semejanza que podía disuadir, aunque por diferentes medios, al pueblo y a los filósofos de abrazar la fe de Cristo. <<

[1543] En los libros primero y segundo de Orígenes, Celso trata el nacimiento y carácter de nuestro Salvador con el desprecio más impío. El orador Libanio elogia a Porfiro y a Juliano por confrontar la debilidad de una secta que intitula Dios e hijo de Dios a un hombre muerto en Palestina. Sócrates III, 23. <<

[1544] El emperador Trajano se negó a incorporar una compañía de ciento cincuenta bomberos para la ciudad de Nicomedia. Era opuesto a toda clase de asociaciones. Véase Plinio el Joven, Ep. X, 42-43. <<

[1545] El procónsul Plinio había publicado un edicto general contra toda reunión ilegítima. Prudentemente, los cristianos suspendieron sus ágapes, pero les fue imposible omitir el ejercicio público del culto. <<

[1546] Dado que las profecías del Anticristo, de una conflagración cercana, etc., provocaban a los paganos que no habían sido convertidos por ellas, eran mencionadas con cautela y reserva. Los montanistas fueron censurados por haber descubierto con demasiada ligereza el peligroso secreto. Véase Mosheim, p. 413. <<

[1547] «Neque enim dubitabam, qualecunque esset quod faterentur —tales son las palabras de Plinio el Joven— pervicaciam certe et inflexibilem obstinationem debere puniri.» [Ep. X, 97.] <<

[1548] Véase Mosheim, Hist. Eccl., t. I, p. 101, y Spanheim, Les Césars de Julien, «Comment.», p. 468 y ss. <<

[1549] Véase san Justino mártir, Apolog. I, 35 [c. 27?, ed. Benedict.]; II, 14 [c. 12, p. 97, ed Benedict.]. Atenágoras, Legatio, c. 27. Tertuliano, Apologet. c. 7-9. Minucio Félix, pp. 9-10, 30-31. El último de estos escritores relata la acusación del modo más elegante y circunstanciado. La contestación de Tertuliano es denodada y vigorosa. <<

[1550] En la persecución de Lyon, algunos esclavos gentiles fueron compelidos, por el temor del tormento, a acusar a su amo cristiano. La Iglesia de Lyon, cuando les escribe a sus compatriotas del Asia, trata el horrible cargo con la debida indignación y desprecio. Eusebio, Hist. Eccl. V, 1. <<

[1551] Véase san Justino mártir, Apolog. I, 35 [c. 27?, ed. Benedict.]. San Ireneo, Adv. HæresesI, 24. Clemente de Alejandría, Stromata, l. III, p. 438 [c. 2, p. 514, ed. Oxon. 1715]. Eusebio IV, 8. Sería cansador y fastidioso relatar todo lo que los escritores siguientes han imaginado, todo lo que Epifanio ha recibido, y todo lo que Tillemont ha copiado. Beausobre (Hist. du Manichéisme, l. IX, c. 8-9) ha expuesto con mucha energía los manejos de san Agustín y del papa León I. <<

[1552] Cuando Tertuliano se convirtió en montanista, difamó la moral de la Iglesia que había defendido con tanta resolución. «Sed majoris est Agape, quia per hanc adolescentes tui cum sororibus dormiunt. Appendices scilicet gulæ lascivia et luxuria.» De Jejuniis, c. 17. El 35° canon del Concilio de Ilíberis habla de los escándalos que harto a menudo contaminaban las vigilias de la Iglesia, y deshonraban el nombre cristiano a la vista de los incrédulos. <<

[1553] Tertuliano (Apologet., c. 2) se explaya sobre el claro y noble testimonio de Plinio, con mucha razón y algún énfasis. <<

[1554] En la compilación de la Historia Augusta (parte de la cual fue compuesta bajo el reinado de Constantino) no hay seis líneas que tengan relación con los cristianos, ni la diligencia de Xifilino ha descubierto su nombre en la extensa historia de Dion Casio. <<

[1555] Un oscuro pasaje de Suetonio (Claud., c. 25) parecería ofrecer una prueba del modo extraño con que los judíos y cristianos de Roma estaban confundidos unos con otros. <<

[1556] Véase, en los capítulos XVIII y XXV de los Hechos de los apóstoles, el comportamiento de Galio, procónsul de Acaya, y de Festo, procurador de la Judea. <<

[1557] En tiempos de Tertuliano y de Clemente de Alejandría, la gloria del martirio estaba limitada a san Pedro, san Pablo y Santiago. Luego fue gradualmente conferida al resto de los apóstoles por los griegos más recientes, que eligieron prudentemente para el teatro de sus predicaciones y padecimientos algún país remoto, más allá de los límites del Imperio Romano. Véase Mosheim, p. 81; y Tillemont, Mém. Ecclés., t. 1, parte III. <<

[1558] Tácito, Annal. XV, 38-44. Suetonio, Nero, c. 38. Dion Casio, l. LXII [c. 16], p. 1014. Orosio VII, 7. <<

[1559] El precio del trigo (probablemente del modio) fue reducido a menos de terni Nummi, que sería equivalente a unos quince chelines por cuarto inglés [12,7 kg]. <<

[1560] Podremos observar que se hace mención del rumor por Tácito, con una desconfianza y una duda razonable, mientras que se halla cuidadosamente citado por Suetonio y solemnemente confirmado por Dion. <<

[1561] Este solo testimonio basta para manifestar el anacronismo de los judíos, que fijan el nacimiento de Cristo cerca de un siglo antes (Basnage, Hist. des Juifs, l. V, c. 14-15). Podemos saber por Josefo (Antiquitat. XVIII, 3 [c. 2, par. 2, ed. Oxon. 1720]) que la procuración de Pilato correspondió a los diez últimos años de Tiberio (años 27-37). En cuanto al tiempo preciso de la muerte de Cristo, una antigua tradición la fija el 25° día del mes de marzo del año 29, bajo el consulado de los dos gemelos (Tertuliano, Adv. Judæos, c. 8). Esta fecha, que se halla adoptada por Pagi, por el cardenal Norris y por Le Clerc, parece al menos tan probable como la era vulgar, que se halla colocada (no sé por qué conjeturas) cuatro años después. <<

[1562] «Odio humani generis convicti.» Estas palabras pueden tomarse en dos sentidos: el aborrecimiento del género humano hacia los cristianos, o el aborrecimiento de los cristianos hacia el género humano. He preferido el segundo sentido, como más conforme al estilo de Tácito y al error popular, del que un precepto del Evangelio (véase Lucas 14, 26) ha sido probablemente causa inocente. Mi interpretación está justificada por la autoridad de Lipsio, por los traductores italianos, franceses e ingleses de Tácito, por Mosheim (p. 102), por Le Clerc (Hist. Eccl., p. 427), por el doctor Lardner (Jewish and Heathen Testimonies, t. I, p. 345), y por [Warburton,] el obispo de Gloucester (Divine legation of Moses, t. III, p. 38). Pero como la palabra convicti no se relaciona muy bien con el resto del período, James Gronovio ha preferido leer conjuncti, que está autorizado por el precioso manuscrito de Florencia. <<

[1563] Tácito, Annal. XV, 44. <<

[1564] Nardini, Roma Vetus, p. 487. Donato, Roma Vetus ac Recens, l. III, p. 449. <<

[1565] Suetonio, Neron, c. 16. El epíteto de maléfica, que algunos sagaces comentadores han traducido por mágica, es considerado por el juicioso Mosheim como sinónimo del exitiabilis de Tácito. <<

[1566] El pasaje concerniente a Jesucristo, que fue insertado en el texto de Josefo, entre el tiempo de Orígenes y el de Eusebio, nos puede proporcionar un ejemplo de falsificación nada común. El cumplimiento de las profecías, las virtudes, los milagros y la resurrección de Jesús, se hallan pormenorizadamente relatadas. Josefo reconoce que fue el Mesías y duda de si debe nombrarlo como hombre. Si aún puede quedar alguna duda respecto a este célebre pasaje, el lector puede examinar las indicadas objeciones de Le Fevre (Havercamp, Joseph, t. II, pp. 267-273), las laboriosas respuestas de Daubuz (pp. 187-232) y la sobresaliente contestación (Bibliothèque Ancienne et Moderne, t. VII, pp. 237-288) de un crítico anónimo, que creo que fue el docto abate de Longuerue. <<

[1567] Véanse las Vidas de Tácito por Lipsio y el abate de la Bléterie, el Dictionnaire de Bayle, artículo «Tacite»; y Fabricio, Bibliotheca Latina, t. II, p. 386, ed. Ernesto. <<

[1568] «Principatum Divi Nervæ, et imperium Trajani, uberiorem securioremque materiam, senectuti seposui.» Tácito, Hist. I. <<

[1569] Véase Tácito, Annal. II, 61; IV, 4. <<

[1570] El nombre del comediante era Alituro. Por el mismo medio, Josefo (De Vita Sua, c. 3), cerca de dos años antes, había obtenido el perdón y la libertad de algunos sacerdotes judíos presos en Roma. <<

[1571] El sabio doctor Lardner (Jewish and Heathen Testimonies, t. II, pp. 102-103) ha demostrado que el nombre de galileos era una denominación muy antigua y quizá primitiva de los cristianos. <<

[1572] Josefo, Antiquitat., XVIII, 1, 2. Tillemont, Ruine des Juifs, p. 742). Los hijos de Judas fueron crucificados en tiempo de Claudio. Su nieto Eleazar, después de la toma de Jerusalén, defendió una fortaleza con novecientos sesenta de sus partidarios determinados. Cuando el ariete hubo abierto brecha, volvieron las espadas contra sus mujeres, sus hijos y, finalmente, contra sus mismos pechos. No quedó un hombre. <<

[1573] Véase Dodwell, Paucitat. Mart., l. XIII. La inscripción española en Gruter, p. 238, n° 9, es una manifiesta y reconocida falsificación, ideada por el conocido impostor Ciriaco de Ancona, para adular el orgullo y las preocupaciones de los españoles. Véase Ferreras, Hist. de España hasta 1589, t. I, p. 192. <<

[1574] El Capitolio fue quemado durante la guerra civil entre Vitelio y Vespasiano, el 19 de diciembre de 69. El 10 de agosto de 70, el templo de Jerusalén fue destruido por manos judías más que por los romanos. <<

[1575] El nuevo Capitolio fue dedicado por Domiciano. Suetonio, Domitianus, c. 5. Plutarco en Publicola, t. I [c. 15], p. 230, ed. Bryant. Sólo el dorado costó doce mil talentos (más de dos millones y medio de libras). Marcial (l. IX, epigrama 4) opinaba que si el emperador hubiese pagado sus deudas, el mismo Júpiter, aunque hubiese hecho una subasta general del Olimpo, se hubiera hallado imposibilitado de pagar dos chelines por una libra. <<

[1576] Respecto al tributo véase Dion Casio, l. LXVI [c. 7], p. 1082, con las notas de Reimar. Spanheim, De Usu Numismat., t. II, p. 571; y Basnage, Hist. des Juifs, l. VII, c. 2. <<

[1577] Suetonio (Domitian., c. 12) había visto un anciano de noventa años examinado públicamente ante el tribunal del procurador. Esto es lo que Marcial llama «Mentula tributis damnata». <<

[1578] Esta apelación se entendió al principio en el sentido más obvio, y se creyó que los hermanos de Jesús eran la legítima descendencia de José y de María. Un devoto respeto hacia la virginidad de la Madre de Dios sugirió a los gnósticos, y después a los ortodoxos griegos, el expediente de dar una segunda esposa a José. Los latinos (desde el tiempo de san Jerónimo) pujaron todavía sobre esta suposición, pues sostuvieron el perpetuo celibato de José, y justificaron con muchos ejemplos análogos la nueva interpretación de que Judas, así como Simón y Santiago, que se llaman hermanos de Jesucristo, eran solamente sus primos hermanos. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. I, part. III; y Beausobre, Hist. du Manichéisme, l. II, c. 2. <<

[1579] Treinta y nueve πλέθρα cuadrados de cien pies cada uno, que, si se computan rigurosamente, apenas formarían el total de nueve acres. Pero la probabilidad de las circunstancias, la práctica de otros escritores griegos y la autoridad de Valois me inclinan a creer que el πλέθον se usa para expresar el jugerum romano. <<

[1580] Eusebio, III, 20. La relación está sacada de Hegesipo. <<

[1581] Véase la muerte y el carácter de Sabino, en Tácito (Hist., III, 74, 75). Sabino era el hermano mayor, y hasta la accesión de Vespasiano había sido considerado como el principal sostén de la familia Flavia. <<

[1582] «Flavium Clementem patruelem suum contemptissimæ inertiæ… ex tenuissima suspicione interemit.» Suetonio, Domitian., c. 15. <<

[1583] La isla de Pandataria, según Dion. Bruttius Præsens (apud Eusebio III, 18) la destierra a la de Poncia, que no estaba muy lejos de la otra. Esta diferencia y una equivocación, o de Eusebio o de sus copistas, han dado ocasión a suponer dos Domitilas, la mujer y la sobrina de Clemente. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. II, p. 224. <<

[1584] Dion, l. LXVII [c. 14], p. 1112. Si Bruttius Præsens, de quien es probable que sacase esta relación, era el corresponsal de Plinio el Joven (Ep. VII, 3), lo podemos considerar como escritor contemporáneo. <<

[1585] Suetonio, Domitian., c. 17. Filostrato, Vita Apollonii, l. VIII. <<

[1586] Dion Casio, l. LXVIII [c. 1], p. 1118. Plinio el Joven, Ep. IV, 22. <<

[1587] Plinio el Joven, Ep. X, 97. El docto Mosheim admira (pp. 147, 232) la moderación y temple suave de Plinio. No obstante las sospechas del doctor Lardner (véase Jewish and Heathen Testimonies, t. II, p. 46), no alcanzó a descubrir preocupación alguna en su lenguaje ni en su proceder. <<

[1588] Plinio el Joven, Ep. V, 8. Abogó su primera causa en 81, al año siguiente de las famosas erupciones del Vesubio, en las que pereció su tío. <<

[1589] Plinio el Joven, Ep. X, 98. Tertuliano (Apologet., c. 5) considera este decreto como una relajación de las antiguas leyes penales, «quas Trajanus ex parte frustratus est». Sin embargo, Tertuliano, en otra parte de su apología, expone la inconsistencia de prohibir el hacer pesquisas y disponer castigos. <<

[1590] Eusebio (Hist. Eccl., l. IV, c. 9) ha conservado el edicto de Adriano. Además, nos ha dado (c. 13) uno, aun más favorable, bajo el nombre de Antonino, cuya autenticidad no está tan universalmente admitida. La segunda apología de Justino contiene algunos pormenores curiosos, relativos a las acusaciones de los cristianos. <<

[1591] Véase Tertuliano (Apologet., c. 40). Los actos del martirio de Policarpio manifiestan un vivo cuadro de estos tumultos, que usualmente eran fomentados por el rencor de los judíos. <<

[1592] Estos reglamentos se hallan en los ya citados edictos de Adriano y Pío. Véase la apología de Melitón (apud Eusebio, l. IV, c. 26). <<

[1593] Véanse el decreto de Trajano y la conducta de Plinio. Los actos más auténticos de los mártires rebosan de estas exhortaciones. <<

[1594] Véase particularmente a Tertuliano (Apologet., c. 2 y 3) y a Lactancio (Divinœ Institut., V, 9). Sus razonamientos son casi los mismos, pero podemos descubrir que uno de estos apologistas había sido abogado y el otro, retórico. <<

[1595] Véanse dos ejemplos de este tipo de tortura en el Acta Sincera Martyrum, publicada por Ruinart, pp. 160, 399. San Jerónimo, en su leyenda de Pablo el ermitaño, hace una extraña relación de un joven que fue encadenado desnudo sobre una cama de flores, y asaltado por una manceba hermosa y lasciva. El mozo evitó la tentación cortándose la lengua con los dientes. <<

[1596] La conversión de su mujer llevó a Claudio Herminiano, gobernador de Capadocia, a tratar a los cristianos con extraordinaria severidad. Tertuliano, Ad Scapulam, c. 3. <<

[1597] Tertuliano, en su epístola al gobernador de África, hace mención de varios ejemplos remarcables de ligereza y blandura de que él había tenido noticia. <<

[1598] «Neque enim in universum aliquid quod quasi certam formam habeat, constitui potest.» Expresión de Trajano, que dio gran espacio a los gobernadores de las provincias. <<

[1599] «In metalla damnamur, in insulas relegamur.» Tertuliano, Apologet., c. 12. Las minas de Numidia contenían nueve obispos, con un número proporcionado de su clero y pueblo, a los que Cipriano dirigió una epístola de elogio y consuelo. Véase Cipriano, Ep. 76-77. <<

[1600] Aunque no podemos recibir con toda confianza ni las epístolas ni los actos de Ignacio (se encuentran en el segundo tomo de Patres Apostolici), sin embargo podemos citar al obispo de Antioquía como uno de estos mártires dignos de ser imitados. Fue enviado a Roma encadenado para servir de espectáculo y, cuando hubo llegado a Troas, recibió la agradable noticia de que la persecución de Antioquía había cesado. <<

[1601] Entre los mártires de Lyon (Eusebio, l. V, c. 1), la esclava Blandina padeció los tormentos más refinados. De los cinco mártires tan celebrados en los actos de Felicitas y Perpetua, dos eran de condición servil y otros dos, de muy baja condición. <<

[1602] Orígenes, Adv. Celsum, l. III, p. 116 [c. 8, t. I, p. 452 ed. Benedict.]. Sus palabras merecen transcribirse: «Oλιγοί κατά καιροὺς, καί σφόδρα εὐαρίθμητοι ὑπὲρ τῆς Xριστινῶν θεοσεβείας τεθνήκασι». <<

[1603] Si recordamos que todos los plebeyos de Roma no eran cristianos y que todos los cristianos no eran santos y mártires, ¡cuánto más acertadamente juzgaríamos si atribuyésemos los honores religiosos a huesos o urnas, indistintamente sacados de los cementerios públicos! Después de diez siglos de un tráfico libre y franco, se han suscitado algunas sospechas entre los cristianos más doctos. Ahora requieren, en prueba de santidad y martirio, las letras B. M., y una redoma llena de un líquido encarnado, que se supone ser sangre, o la figura de una palmera. Pero las dos primeras señales son de poca importancia, y en cuanto a la última, observan los críticos: 1) que la figura, como es llamada, de una palma, quizá sea un ciprés, o solamente un punto, el floreo de una coma, usado en las inscripciones sepulcrales; 2) que la palma era el símbolo de la victoria entre los paganos; 3) que entre los cristianos era el emblema, no sólo del martirio, sino también de una resurrección general y llena de regocijo. Véase la epístola del P. Mabillon sobre el culto dado a santos desconocidos, y Muratori, Sopra le Antichità italiane, dissert. LVIII. <<

[1604] Como ejemplo de estas leyendas, podemos quedar satisfechos con citar la que dice que diez mil soldados cristianos fueron sacrificados en un día, por orden de Trajano o de Adriano, sobre el monte Ararat. Véanse Baronio, ad Martyrologium Romanum; Tillemont, Mém. Ecclés., t. II, parte II, p. 438; y Geddes, Miscellanies, t. II, p. 203. La abreviatura «mil.», que puede significar soldados o miles, se dice que ha causado equivocaciones extraordinarias. <<

[1605] Dionisio ap. Eusebio, l. VI, c. 41. Uno de los diecisiete igualmente fue acusado de robo. <<

[1606] Las cartas de Cipriano hacen un retrato muy curioso y original, tanto del hombre como de los tiempos. Véanse también las dos Vidas de Cipriano, compuestas con igual exactitud, aunque con diferentes miras; una por Le Clerc (Bibliothèque Universelle, t. XII, pp. 203-378), la otra por Tillemont, Mém. Ecclés., t. IV, parte I, pp. 76-459. <<

[1607] Véase la cortés pero severa epístola del clero de Roma al obispo de Cartago (Cipriano, Ep. 8, 9). Poncio se afana por justificar a su maestro contra la censura general. <<

[1608] En particular los de Dionisio de Alejandría y Gregorio el Taumaturgo, de Neocesárea. Véanse Eusebio, Hist. Eccl., l. VI, c. 40; y Tillemont, Mém. Ecclés., t. IV, parte II, p. 685. <<

[1609] Véase Cipriano, Ep. 16, y su Vida por Poncio. <<

[1610] Tenemos un original de la Vida de Cipriano, escrita por el diácono Poncio, compañero de su destierro y espectador de su muerte; y también poseemos las antiguas actas proconsulares de su martirio. Estos dos relatos son consistentes entre sí y con probabilidad; lo que sí hay que tener en cuenta es que ambas se hallan viciadas por alguna circunstancia milagrosa. <<

[1611] Parecería que éstas eran órdenes circulares, enviadas a un mismo tiempo a todos los gobernadores. Dionisio (ap. Eusebio, l. VII, c. 11) relata su propio destierro de Alejandría casi del mismo modo; pero, como se fugó y sobrevivió a la persecución, debemos suponerlo más o menos afortunado que Cipriano. <<

[1612] Véase Plinio el Viejo, Nat. Hist. V, 3. Celario, Geographia Ant., parte III, p. 96. Shaw, Travels, p. 90; y en cuanto al país adyacente (que termina con el cabo Bona o el promontorio de Mercurio), véase Mármol, L’Afrique, t. II, p. 494. Allí existen los restos de un acueducto cerca de Curubis, o Curbis, actualmente alterado en Gurbes; y el doctor Shaw leyó una inscripción que denomina a la ciudad Colonia Fulvia. El diácono Poncio (Vita Cypriani, c. 12) la nombra «Apricum et competentem locum, hospitium pro voluntate secretum, et quicquid apponi eis ante promissum est, qui regnum et justitiam Dei quærunt». <<

[1613] Véase Cipriano, Ep. 77, ed. Fell. <<

[1614] Cuando se convirtió, vendió aquellos jardines a beneficio de los pobres. La indulgencia de Dios (más probablemente la liberalidad de algún amigo cristiano) los restituyó a Cipriano. Véase Poncio, c. 15. <<

[1615] Cuando Cipriano, doce meses antes, fue desterrado, soñó que le sería quitada la vida al día siguiente. El acontecimiento hizo necesario que a esta palabra se le diera el significado de un año. Poncio, c. 12. <<

[1616] Poncio (c. 15) admite que Cipriano, con quien él cenó, pasó la noche custodia delicata. El obispo ejerció un postrer acto de jurisdicción, al disponer que las mujeres jóvenes que velaban en la calle fuesen puestas al abrigo de los peligros y las tentaciones de una muchedumbre nocturna. Acta Proconsularia Sancti Cypriani, c. 2. <<

[1617] Véase la sentencia original en Acta Proconsularia Sancti Cypriani, c. 4; y en Poncio, c. 17. El segundo la expresa de una manera más retórica. <<

[1618] Poncio, c. 19. Tillemont (Mém. Ecclés., t. IV, parte I, p. 450, n. 50) no aprueba una exclusión tan taxativa de otros mártires anteriores de la jerarquía episcopal. <<

[1619] Sea cual fuere la opinión que tengamos del carácter o de los principios de Tomás Becket, hemos de reconocer que sufrió la muerte con una constancia nada indigna de los primitivos mártires. Véase Lord Lyttelton, History of Henry II, t. II, p. 592 y ss. <<

[1620] Véanse en particular los tratados de Cipriano, De Lapsis, pp. 87-98, ed. Fell [p. 121]. La literatura de Dodwell (Dissertat. Cyprianicæ XII, XIII) y la ingenuidad de Middleton (Free Inquiry, p. 162 y ss.) apenas han dejado algo que añadir respecto al mérito, los honores y los motivos de los mártires. <<

[1621] Cipriano, Ep. 5-7, 22, 24; y De Ecclesiæ Unitate. El número de supuestos mártires ha sido multiplicado sobremanera por la costumbre que se introdujo de conferir tan honorífico nombre a los confesores. <<

[1622] «Certatim gloriosa in certamina ruebatur; multoque avidius tum martyria gloriosis mortibus quærabantur, quam nunc Episcopatus pravis ambitionibus appetuntur.» Sulpicio Severo, l. II [p. 385, ed. Lugd. Bat. 1647]. Hubiera podido omitir la palabra nunc. <<

[1623] Véase Ep. ad Romanos, c. 4-5, apud Patres Apostol., t. II, p. 27. El justificar la opinión de Ignacio con una profusión de ejemplos y autoridades se adaptaba al propósito del obispo Pearson (véase Vindiciæ Ignatianæ, parte II, c. 9). <<

[1624] La relación de Polieucto, sobre la cual Corneille ha fundado una tragedia muy interesante, es uno de los ejemplos más celebrados, aunque no quizá de los más auténticos, de este celo excesivo. Deberíamos observar que el sexagésimo canon del Concilio de Ilíberis niega el título de mártires a los que se expusieron a la muerte para destruir públicamente los ídolos. <<

[1625] Véase Epicteto, l. IV, c. 7 (aunque se duda de si hace alusión a los cristianos), Marco Aurelio, Ad Se Ipsum, l. XI, c. 3. Luciano, De Morte Peregrini. <<

[1626] Tertuliano, Ad Scapulam, c. 5. Los literatos están divididos entre tres personas del mismo nombre, que fueron procónsules del Asia. Yo me inclino a atribuir esta relación a Antonino Pío, que después fue emperador, y que pudo haber gobernado Asia bajo el reinado de Trajano. <<

[1627] Mosheim, De Rebus Christ. ante Constantin., p. 235. <<

[1628] Véase la epístola de la iglesia de Esmirna, apud Eusebio, Hist. Ecc., l. IV, c. 15. <<

[1629] En la segunda apología de Justino hay un ejemplo particular y curioso de esta dilación legal. Igual indulgencia fue concedida a cristianos acusados en la persecución de Decio; y Cipriano (De Lapsis) expresamente menciona el «Dies negantibus præstitutus». <<

[1630] Tertuliano considera el fugarse de la persecución como una apostasía criminal, como un atentado impío, para eludir la voluntad de Dios, etcétera. Además ha escrito un tratado sobre este particular (véase pp. 536-544, ed. Rigalt.), que está lleno del más desenfrenado fanatismo y de las declamaciones más incoherentes. Con todo, es algo digno de notar que el mismo Tertuliano no haya padecido el martirio. <<

[1631] Los libellatici, que son principalmente conocidos por los escritos de Cipriano, se hallan descritos con la mayor precisión en el copioso comentario de Mosheim, pp. 483-489. <<

[1632] Plinio el Joven, Ep. X, 97. Dionisio de Alejandría, apud Eusebio, l. VI, c. 41. «Ad prima statim verba minantis inimici maximus fratrum numerus fidem suam prodidit: nec prostratus est persecutionis impetu, sed voluntario lapsu seipsum prostravit.» Cipriano, Opera, p. 89. Entre estos desertores había muchos sacerdotes y obispos. <<

[1633] En esta ocasión Cipriano escribió su tratado De Lapsis y muchas de sus epístolas. La controversia respecto al trato de apóstatas penitentes no ocurre entre los cristianos del siglo precedente. ¿Atribuiremos esto a la superioridad de su fe y valor o al conocimiento menos íntimo que tenemos de su historia? <<

[1634] Véase Mosheim, p. 97. Sulpicio Severo fue el primer autor de este cómputo; aunque pareció deseoso de reservar la décima y mayor persecución para la venida del Anticristo. <<

[1635] Justino es el primero que hace mención del testimonio dado por Poncio Pilato. Las sucesivas perfecciones que el relato ha ido adquiriendo (al pasar por manos de Tertuliano, Eusebio, Epifanio, Crisóstomo, Orosio, Gregorio de Tours y los autores de las varias ediciones de los actos de Pilato) están claramente representadas por Dom Calmet, Dissert. sur l’Écriture, t. III, p. 651 y ss. <<

[1636] Sobre este milagro, comúnmente llamado de la Legión Tronante, véase la admirable crítica de Moyle, en Works, t. II, pp. 81-390. <<

[1637] Dion Casio o, más bien, su abreviador Xifilino, l. LXXII [c. 4], p. 1206. Moyle (p. 266) ha explicado la condición de la iglesia bajo el reinado de Cómodo. <<

[1638] Compárese la vida de Caracalla, en la Historia Augusta, con la epístola de Tertuliano a Escápula. El doctor Jortin (Remarks on Ecclesiastical Hist., t. II, p. 5 y ss.) considera la cura de Severo por medio del óleo santo con gran deseo de convertirla en milagro. <<

[1639] Tertuliano, De Fuga, c. 13. El regalo fue hecho durante la fiesta de las saturnales, y hiere mucho a Tertuliano el que los fieles fueran confundidos con las profesiones más infames que compraban la connivencia del gobierno. <<

[1640] Eusebio, l. V, c. 23, 24. Mosheim, pp. 435-447. <<

[1641] «Judæos fieri sub gravi poena vetuit. Idem etiam de Christianis sanxit.» Hist. August., p. 70 [Esparciano, Sever., c. 17]. <<

[1642] Sulpicio Severo, l. II, p. 384 [ed. Lugd. Bat. 1647]. Este cómputo (concediendo una sola excepción) se halla confirmado por la historia de Eusebio y por los escritos de Cipriano. <<

[1643] La antigüedad de las iglesias cristianas se halla discutida por Tillemont (Mém. Ecclés., t. III, parte II, pp. 68-72) y por Moyle (t. I, pp. 378-398). El primero refiere la primera construcción a la paz de Alejandro Severo; el segundo, a la paz de Galieno. <<

[1644] Véase Hist. August., p. 130 [Lampridio, Alex. Sever., c 45]. El emperador Alejandro adoptó el método de proponer públicamente los nombres de los candidatos para la ordenación. Es verdad que esta práctica se atribuye también a los judíos. <<

[1645] Eusebio, Hist. Eccl., l. VI, c. 21. San Jerónimo, en Catalog. Script. Eccles., c. 54 [t. II, p. 879, ed. Vallars]. Mamea gozaba del concepto de piadosa y santa, tanto para los cristianos como para los paganos. Por consiguiente, es imposible que mereciese de los primeros aquel honorífico epíteto. <<

[1646] Véase la Historia Augusta, p. 123 [Lampridio, Alex. Sever., c. 29]. Mosheim (p. 465) trata de acrisolar demasiado la religión doméstica de Alejandro. Su intento de erigir un templo público a Cristo (Hist. August., p. 129 [Lampridio, Alex. Sever., c. 43]), y la oposición que se le atribuye a él o, en iguales circunstancias, a Adriano, parece no tener otro fundamento que un rumor improbable, inventado por los cristianos, y crédulamente adoptado por un historiador del tiempo de Constantino. <<

[1647] Eusebio, l. VI, 28. Puede presumirse que el éxito de los cristianos había exasperado la preocupación de los paganos, que iba en aumento. Dion Casio, que compuso su historia bajo el reinado anterior, probablemente destinaba para el uso de su amo aquellos consejos de persecución que él atribuye a un siglo mejor y al favorito de Augusto. Respecto a este discurso de Mecenas, o quizá de Dion, puedo referirme a mi propia opinión despreocupada (t. I, c. 1, n. 25) y al abate de la Bléterie (Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t, XXIV, p. 303, t. XXV, p. 432). <<

[1648] Orosio, l. VII, c. 19, hace mención de Orígenes como objeto del resentimiento de Maximino; y Firmiliano, obispo de Capadocia en aquel tiempo, da una justa idea de esta persecución (apud Cipriano, Ep. 75). <<

[1649] Lo que se dice de aquellos príncipes, que públicamente se creyeron cristianos, como nos lo demuestra una epístola de Dionisio de Alejandría (ap. Euseb., l. VII, c. 10), alude evidentemente a Filipo y su familia, y da una prueba contemporánea de que semejante rumor había prevalecido; pero el obispo egipcio, que vivió a una humilde distancia de la corte de Roma, se expresa con una desconfianza comedida en cuanto a la verdad del hecho. Las epístolas de Orígenes (que existían en tiempo de Eusebio, véase l. VI, c. 36) zanjaban probablemente esta cuestión más curiosa que importante. <<

[1650] Eusebio, l. VI, c. 34. La relación, como de costumbre, ha sido realzada por escritores recientes y confutada con superflua erudición por Frederick Spanheim (Opera Varia, t. II, p. 400 y ss.). <<

[1651] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 3, 4. Después de celebrar la felicidad y los progresos de la Iglesia bajo una larga sucesión de buenos príncipes, añade: «Extitit post annos plurimos, execrabile animal, Decius, qui vexaret Ecclesiam». <<

[1652] Eusebio, l. VI, c. 39. Cipriano, Ep. 55. La silla pontificia permaneció vacante desde el martirio de Fabiano, 20 de enero de 250, hasta la elección de Cornelio, 4 de junio de 251. Probablemente Decio ya había salido de Roma, pues fue muerto antes del fin de aquel año. <<

[1653] Eusebio, l. VII, c. 10. Mosheim (p. 548) ha demostrado claramente que el prefecto Macrino y el egipcio «Magus» son una misma persona. <<

[1654] Eusebio (l. VII, c. 13) nos da una versión de este edicto latino, que parece haber sido muy conciso. En otro edicto mandó que las Cæmeteria fuesen restituidas a los cristianos. <<

[1655] Eusebio, l. VII, c. 30. Lactancio, De Mort. Persecut., c. 6. San Jerónimo, Chron., p. 177 [Anno ab. Abr. 2290, t. VIII, p. 757, ed. Vallars]. Orosio, l. VII, c. 23. Su lenguaje es en general tan ambiguo e incorrecto, que no acertamos a determinar hasta qué punto Aureliano había llevado sus intenciones antes de ser asesinado. La mayoría de los modernos (excepto Dodwell, Dissertat. Cyprianicæ XI, 64) han aprovechado la ocasión de aumentar el número de mártires. <<

[1656] Era más grato a Pablo el título de Ducenarius que el de obispo. El Ducenarius era un procurador imperial, así llamado a causa de su salario de doscientos sestercios, o sea, mil seiscientas libras al año (Véase Salmasio, ad Hist. August., p. 124). Algunos críticos suponen que el obispo de Antioquía había obtenido este empleo de Zenobia, mientras que otros lo consideran solamente como una expresión figurativa de su pompa e insolencia. <<

[1657] La simonía no fue desconocida en aquellos tiempos, y el clero compraba a veces lo que intentaba vender. Parece que el obispado de Cartago fue comprado por una rica matrona llamada Lucila para su sirviente Mayorino. El precio fue de cuatrocientos folles (Monumenta Antiqua, ad calcem Optato de Milevis, p. 263). Cada follis equivalía a ciento veinticinco piezas de plata, y el total de la suma puede computarse en unas dos mil cuatrocientos libras. <<

[1658] Si deseamos atenuar los vicios de Pablo, es necesario suponer que los obispos reunidos de Oriente publicaron las calumnias más maliciosas en epístolas circulares, dirigidas a todas las iglesias del Imperio (apud Eusebio, l. VII, c. 30). <<

[1659] Su herejía (como las de Noeto y Sabelio en el mismo siglo) se dirigió a confundir la misteriosa distinción de las personas de la Trinidad. Véase Mosheim, p. 702 y ss. <<

[1660] Eusebio, Hist. Eccl., l. VII, c. 30. Únicamente a él debemos el conocimiento de la curiosa historia de Pablo de Samosata. <<

[1661] La era de los mártires, que aún está en uso entre los coptos y abisinios, debe contarse desde el 29 de agosto de 284, pues el año egipcio empieza diecinueve días antes de la aprobación real de Diocleciano. Véase L’art de vérifier les dates, «Dissertation préliminaire». <<

[1662] La expresión de Lactancio (De Mort. Persecut., c. 15), «sacrificio pollui coegit», implica su anterior conversión a la fe; pero no me parece justificar el aserto de Mosheim (p. 912), sobre que habían sido bautizados privadamente. <<

[1663] Tillemont (Mém. Ecclés., t. V, parte I, pp. 11-12) ha citado, del Spicilegium, de Dom Luc d’Archeri, una instrucción muy curiosa, que el obispo Teonas compuso para Luciano. <<

[1664] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 10. <<

[1665] Eusebio, Hist. Eccl., l. VIII, c. 1. El lector que consulte el original no me acusará de realzar el cuadro. Eusebio tenía cerca de dieciséis años cuando Diocleciano ascendió al trono. <<

[1666] Podríamos citar, entre un gran número de ejemplos, el misterioso culto de Mitras y la Taurobolia; el segundo estuvo en boga en tiempo de los Antoninos (véase una disertación de Boze, en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. II, p. 443). La novela de Apuleyo está tan llena de devoción como de sátira. <<

[1667] El impostor Alejandro recomendó muy particularmente el oráculo de Trofonio en Mallos [Lebadea, Beocia] y los de Apolo en Claros y Mileto (Luciano, t. II, p. 236, ed. Reitz [Alexander, c 29]). El último, cuya singular historia ofrecería un curioso episodio, fue consultado por Diocleciano antes de publicar sus edictos de persecución (Lactancio, De Mort. Persecut., c. 11). <<

[1668] Además de las antiguas historias de Pitágoras y Aristeas, las curaciones hechas en el sagrario de Esculapio y las fábulas que se han contado de Apolonio de Tiana se contrapusieron a los milagros de Cristo. Sin embargo, estoy de acuerdo con el doctor Lardner (véase Jewish and Heathen Testimonies, t. III, pp. 253, 352) en que, cuando Filostrato compuso la vida de Apolonio, no tenía semejante intención. <<

[1669] Es de lamentar que los padres cristianos, con reconocer la parte sobrenatural —o, como ellos la juzgan, infernal— del paganismo, destruyan con sus propias manos la gran ventaja que de otro modo podríamos sacar de las concesiones liberales de nuestros adversarios. <<

[1670] Juliano ([t. I] p. 301, ed. Spanheim) se regocija de que la providencia de los dioses hubiese extinguido las sectas impías y en gran parte aniquilado los libros de los pirronianos y epicúreos, que habían sido muy numerosos, pues sólo Epicuro compuso nada menos que trescientos volúmenes. Véase Diógenes Laercio, l. X, c. 26. <<

[1671] «Cumque alios audiam mussitare indignanter, et dicere opportere statui per Senatum, abolleantur ut hæc scripta quibus Christiana Religio comprobetur, et vetustatis opprimatur auctoritas.» Arnobio, Adv. Gentes, l. III, pp. 103-104 [pp. 98-99, ed. Ant. 1604]. Añade muy propiamente: «Erroris convincite Ciceronem […] nam intercipere scripta, et publicatam velle submergere lectionem, non est Deum [Deos] defendere sed veritates testificationem timere». <<

[1672] Lactancio (Divinœ Institut., l. V, c. 2-3) nos da una relación animadísima de dos de estos filósofos, adversarios de la fe. El extenso tratado de Porfirio contra los cristianos consistía en treinta libros y fue compuesto en Sicilia alrededor del año 270. <<

[1673] Véase Sócrates, Hist. Eccl., l. I, c. 9, y Codex Justin., l. I, tít. I, leg. 3. <<

[1674] Eusebio, l. VIII, c. 4 y 17, limita el número de mártires militares con una expresión remarcable: σπανίως τούτων εἷς που καὶ δεύτερος, cuya energía no ha sido propiamente traducida, ni por su traductor latino ni por el francés. A pesar de la autoridad de Eusebio y el silencio de Lactancio, Ambrosio, Sulpicio, Orosio, etc., se ha creído por largo tiempo que la legión tebana, que consistía en seis mil cristianos, padeció martirio por orden de Maximino, en el valle de los Alpes Apeninos. Esta relación fue por primera vez publicada, a mediados del siglo V, por Euquerio, obispo de Lyon, que la recibió de ciertas personas, las cuales la recibieron de Isaac, obispo de Génova, recibiéndola éste, según se dice, de Teodoro, obispo de Octodoro [posiblemente, actual Martigny, Suiza]. La abadía de San Mauricio, que todavía existe, es un rico monumento de la credulidad de Segismundo, rey de Borgoña. Véase una excelente disertación en el volumen XXXVI de la Bibliothèque Raisonnée, pp. 427-454. <<

[1675] Véase Acta Sincera Martyrum, p. 299. La relación que se hace de su martirio tiene toda la apariencia de verdadera y auténtica. <<

[1676] Acta Sincera Martyrum, p. 302. <<

[1677] De Mort. Persecut., c. 11. Lactancio (o quien haya sido el autor de este pequeño tratado) vivía entonces en Nicomedia; pero es difícil concebir de qué modo podía adquirir un conocimiento tan exacto de lo que pasaba en el gabinete imperial. <<

[1678] La sola circunstancia que podemos descubrir es la devoción y celo de la madre de Galerio. Lactancio la describe como «Deorum montium cultrix; mulier admodum superstitiosa». Tenía gran influencia sobre su hijo, y se ofendió de la desatención de algunos de sus sirvientes cristianos. <<

[1679] El culto y la festividad del dios Término se hallan elegantemente ilustrados por Boze, Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. I, p. 50. <<

[1680] En nuestro único manuscrito de Lactancio leemos profectus, pero la razón y la autoridad de todos los críticos nos permiten suponer que esa palabra, que destruye el sentido del pasaje, debe ser sustituida por præfectus. <<

[1681] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 12, hace un vivo cuadro de la destrucción de la iglesia. <<

[1682] Mosheim (pp. 922-926), de muchos pasajes diversos de Lactancio y de Eusebio, ha reunido una noción muy justa y exacta de este edicto; aunque a veces se desvía en conjeturas y refinamientos. <<

[1683] Muchos siglos después, Eduardo I practicó con éxito el mismo modo de persecución contra el clero de Inglaterra. Véase Hume, Hist. of England, t. II, p. 300, última ed. en cuarto. <<

[1684] Lactancio sólo lo llama «quidam, etsi non recte, magno tamen animo», De Mort. Persecut., c. 13. Eusebio (l. VIII, c. 5) lo realza con honores seculares. Ni uno ni otro han tenido a bien mencionar su nombre; pero los griegos celebran su memoria bajo el nombre de Juan. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. V, parte II, p. 320. <<

[1685] Lactancio, De Mort. Persecut., c. 13 y 14 [14 y 15]. «Potentissimi quondam Eunuchi necati, per quos Palatium et ipse constabat.» Eusebio (l. VIII, c. 6) hace mención de las crueles ejecuciones de los eunucos Gorgonio y Doroteo, y de Antimo, obispo de Nicomedia; y estos dos escritores describen, de un modo vago, aunque trágico, las horribles escenas que ocurrieron aun ante la presencia imperial. <<

[1686] Véase Lactancio, Eusebio y Constantino, Oratio ad Cœtum Sanctorum, c. XXV. Eusebio confiesa que ignora la causa de este incendio. <<

[1687] Tillemont, Mém. Ecclés., t. V, parte I, p. 43. <<

[1688] Véase Acta Sincera, de Ruinart, p. 353; las de Félix de Thibara, o Tibiur, parecen menos adulteradas que las demás ediciones, las cuales nos dan una muestra de leyenda licenciosa. <<

[1689] Véase el libro primero de Optato de Milevis contra los donatistas [De Schismate Donatistarum ]. París, 1700, ed. Dupin. Vivió bajo el reinado de Valente. <<

[1690] Los monumentos antiguos, publicados al final de Optato, p. 261 y ss., describen muy circunstanciadamente el proceder de los gobernadores en la destrucción de las iglesias. Hicieron un inventario minucioso de la vajilla y demás objetos que hallaron en ellas. El de la iglesia de Cirta, en Numidia, existe todavía. Consistía en dos cálices de oro y seis de plata, seis urnas, una caldera, siete lámparas, todo igualmente de plata; además de una gran cantidad de utensilios de bronce. <<

[1691] Lactancio (Divinœ Institut. V, 11) limita la calamidad al conventiculum, con su congregación. Eusebio (l. VIII, c. 11) la extiende a una ciudad entera y alude a un sitio formal. Su antiguo traductor latino, Rufino, añade la importante circunstancia del permiso dado a los habitantes de retirarse de allí. Como Frigia llegaba a los confines de Isauria, es posible que el desasosiego de aquellos bárbaros independientes contribuyese a tan importante desgracia. <<

[1692] Eusebio, l. VIII, c. 6. Valois (con alguna probabilidad) cree haber descubierto la rebelión siria en una oración de Libanio; dice que fue una tentativa arriesgada del tribuno Eugenio, quien, con sólo quinientos hombres, se apoderó de Antioquia, probablemente halagando a los cristianos con la promesa de una tolerancia religiosa. De Eusebio (l. IX, c. 8), así como Moisés de Korén (Hist Armen., l. II, 77, etc.), se puede inferir que el cristianismo estaba ya introducido en Armenia. <<

[1693] Véase Mosheim, p. 938; el texto de Eusebio demuestra muy a las claras que los gobernadores, cuyos poderes fueron ampliados y no limitados por las nuevas leyes, podían castigar con la muerte a los cristianos más tercos para que sirviesen de ejemplo a sus cofrades. <<

[1694] Atanasio, p. 833, apud Tillemont, Mém. Ecclésiast., t. V, parte I, 90. <<

[1695] Eusebio, l. VIII, c. 13. Lactancio, De Mort. Persecut., c. 15. Dodwell (Dissertat. Cyprianicæ XI, 75) los representa como contradictorios entre sí. Pero el primero claramente habla de Constantino cuando era César, y el segundo habla del mismo príncipe cuando era Augusto. <<

[1696] Gruter, en sus Inscripciones, menciona a Daciano como el que determinó los límites entre los territorios de Pax Julia [actual Beja] y de Évora [actual Talavera de la Reina], ambas ciudades en la parte meridional de Lusitania. Si recordamos la proximidad de aquellos lugares con el cabo de San Vicente, podremos sospechar que el célebre diácono y mártir de tal nombre ha sido ubicado inexactamente por Prudencio y otros en Zaragoza o Valencia. Véase la pomposa historia de sus padecimientos en las Mém. Ecclés. de Tillemont, t. V, parte II, pp. 58-85. Algunos críticos opinan que el departamento de Constancio, siendo César, no incluía a España, que seguía bajo la inmediata jurisdicción de Maximiano. <<

[1697] Eusebio, l. VIII, c. 11. Gruter, Inscript., p. 1171, n° 18. Rufino ha confundido el empleo de Adaucto, así como el lugar de su martirio. <<

[1698] Eusebio, l. VIII, c. 14. Pero como Majencio fue vencido por Constantino, a Lactancio le convenía colocar su muerte entre las de los perseguidores. <<

[1699] El epitafio de Marcelo se puede ver en Gruter, Inscript., p. 1172, n° III, y contiene todo cuanto sabemos de su historia. Muchos críticos suponen que Marcelino y Marcelo, cuyos nombres siguen en la lista de los papas, son diferentes personas; pero el docto abate de Longuerue estaba convencido de que eran una misma persona.

Veridicus rector lapsis quia crimina flere

Prædixit miseris, fuit omnibus hostis amarus.

Hinc furor, hinc odium; sequitur discordia, lites,

Seditio, cædes; solvuntur fœdera pacis.

Crimen ob alterius, Christum qui in pace negavit,

Finibus expulsus patriæ est feritate Tyranni,

Hac breviter Damasus voluit comperta referre:

Marcelli populus meritum cognoscere posset.

Podremos advertir que Dámaso fue hecho obispo de Roma en el año 366. <<

[1700] Optato, De Schism. Donatist., l. I, c. 17, 18. <<

[1701] Los hechos de la pasión de san Bonifacio, que abundan en milagros y declamaciones, fueron publicados por Ruinart (pp. 283-291), en griego y en latín, bajo la autoridad de manuscritos muy antiguos. <<

[1702] Durante los cuatro primeros siglos existen pocas señales de obispos y obispados en Iliria occidental. Es probable que el primado de Milán extendiera su jurisdicción sobre Sirmio, capital de aquella gran provincia. Véase Charles de St. Paul, Geographia Sacra, pp. 68-76, con las observaciones de Lucas Holstenio. <<

[1703] El libro octavo de Eusebio, como el suplemento que trata de los mártires de la Palestina, tienen relación principalmente con la persecución de Galerio y Maximino. Los generales lamentos con que Lactancio empieza el quinto libro de Divinœ Institutiones aluden a su crueldad. <<

[1704] Eusebio (l. VIII, c. 17) nos ha dado una versión griega, y Lactancio (De Mort. Persecut., c. 34), el original latino de este edicto memorable. Ninguno de estos escritores parece recordar cuán directamente contradicen lo que acaban de afirmar del remordimiento y arrepentimiento de Galerio. <<

[1705] Eusebio, l. IX, c. 1, inserta la epístola del prefecto. <<

[1706] Véase Eusebio, l. VIII, c. 14; l. IX, c. 2-8. Lactancio, De Mort. Persecut., c. 36. Estos escritores concuerdan en manifestar las mañas de Maximino, pero el primero cuenta la ejecución de varios mártires, mientras que el segundo afirma expresamente: «Occidi servos Dei vetuit». <<

[1707] Pocos días antes de su muerte publicó un edicto muy amplio de tolerancia, en el que achaca todas las crueldades que padecieron los cristianos a los jueces y gobernadores, los cuales habían confundido sus intenciones. Véase el edicto en Eusebio, l. IX, c. 10. <<

[1708] Tal es la clara deducción de dos pasajes memorables en Eusebio, l. VIII, c. 2, y De Martyribus Palæstinæ, c. 12. La prudencia del historiador ha expuesto su propio carácter a la censura y a la sospecha. Era bien sabido que él mismo había sido encarcelado, y se sugirió que había conseguido su libertad por medio de algún arreglo deshonroso. La reconvención tomó pie durante su vida, y aun en su presencia en el Concilio de Tiro. Véase Tillemont, Mém. Ecclés., t. VIII, parte I, p. 67. <<

[1709] La antigua, y quizás auténtica relación de los padecimientos de Taraco y sus compañeros (Acta Sincera Martyrum, pp. 419-448 en la versión de Ruinart) está llena de fuertes expresiones de resentimiento y desprecio, que no podían menos que irritar al magistrado. El comportamiento de Edesio con Hiérocles, prefecto de Egipto, fue aun más extraordinario: λόγοις τε καὶ ἔργοις τὸν δικαστὴν… περιβαλὼν. Eusebio, De Martyr. Palæst., c. 5. <<

[1710] Eusebio, De Martyr. Palæst., c. 13. <<

[1711] San Agustín, Collat. Carthagin. Dei III, c. 13, apud Tillemont, Mém. Ecclés., t. V, parte I, p. 46. La controversia con los donatistas ha reflejado alguna luz, aunque quizá parcial, sobre la historia de la iglesia africana. <<

[1712] Eusebio, De Martyr. Palæst., c. 15. Concluye su narración asegurando que éstos fueron los martirios practicados en Palestina durante todo el curso de la persecución. El capítulo noveno de su libro octavo, que hace referencia a la provincia de Tebaida en Egipto, contradice al parecer nuestro cómputo moderado, pero sólo nos conducirá a admirar el artificioso manejo del historiador. Escoge para la escena de la crueldad más refinada el país más remoto y apartado del Imperio Romano: dice que en Tebaida, frecuentemente padecían de diez a cien personas en un mismo día el martirio; pero cuando sigue haciendo mención de su viaje a Egipto, su lenguaje se vuelve más comedido. En lugar de un número considerable y definitivo, habla de muchos cristianos (πλείους), y muy artificiosamente escoge dos palabras ambiguas (ἱστορήσαμεν y ὑπομείναντας) que pueden significar lo que él había visto u oído; la espera o la ejecución del castigo. Armado de este modo, deja el equívoco pasaje a sus lectores y traductores, contando que su piedad los inducirá a preferir el sentido más favorable. Asoma quizás alguna malicia en la observación de Teodoro Metoquites, cuando dice que todos los que, como Eusebio, habían conocido bien a los egipcios se complacían en un estilo oscuro e intrincado. (Véase Valesio ad loc.) <<

[1713] Cuando Palestina fue dividida en tres, la prefectura del Oriente contenía cuarenta y ocho provincias. Como las antiguas distinciones de las naciones se habían abolido desde mucho antes, los romanos distribuían las provincias según la general proporción de su extensión y opulencia. <<

[1714] «Ut gloriari possint nullum se innocentium peremisse, nam et ipse audivi aliquos gloriantes, quia administratio sua, in hac parte, fuerit incruenta.» Lactancio, Divinœ Institut., t. II. <<

[1715] Grocio, Annal. de Rebus Belgicis, l. I, p. 12, edición en folio. <<

[1716] Fra Paolo (Ist. del Concilio Tridentino, l. III) reduce el número de los mártires belgas a cincuenta mil. En erudición y comedimiento, Fra Paolo no era inferior a Grocio. La prioridad del tiempo da alguna ventaja a la evidencia del primero, aunque, por otra parte, se menoscaba con la distancia de Venecia a los Países Bajos. <<

[1717] Polibio (1. IV [c. 45], p. 423, ed. Casaubon) advierte que la paz de los bizantinos solía ser alterada y que la extensión de su territorio a menudo era cercenada por las correrías de los bravíos tracios. <<

[1718] Acompañado por Argos y Megara, el navegante Byzas, conocido como el hijo de Neptuno, descubrió esta ciudad seiscientos cincuenta y seis años antes de la era cristiana. Luego, Bizancio fue reedificada y fortificada por el general espartano Pausanias. Véase Escalígero, Thesaurus Temporum, p. 81. Du Cange, Constantinopolis Christiana, l. I, parte I, c. 15-16. Con respecto a las guerras de los bizantinos contra Filipo, los galos y los reyes de Bitinia, debemos atenernos a los escritores antiguos, que vivían antes de que el encumbramiento de la ciudad imperial excitase la lisonja y la ficción. <<

[1719] El Bósforo fue descrito minuciosamente por Dionisio de Bizancio, que vivió en tiempo de Domiciano (Hudson [ed.], Geographi Minores, t. III) y por Gilles o Gyllius, un viajero francés del siglo XVI. Tournefort (carta XV) parece haber visto con sus propios ojos varias de las descripciones de Gyllius. <<

[1720] Pocas conjeturas son tan acertadas como la de Le Clerc (Bibliothèque Universelle, t. I, p. 148), quien supone que las arpías sólo eran langostas. El nombre siríaco o fenicio de estos insectos, su vuelo ruidoso, el daño que causan y el viento norte que los arroja al mar, todo contribuye a la descripción del cuadro. <<

[1721] La residencia de Amico estaba en Asia, entre castillos antiguos y modernos, en un paraje llamado Laurus Insana. La de Fineo, en Europa, cerca de la aldea de Mauromole y del mar Negro. Véase Gyllius, De Bosphoro Thracio, l. II, c. 23. Tournefort, carta XV. <<

[1722] El engaño era ocasionado por varias puntas de rocas que las olas, alternadamente, cubrían o dejaban visibles. En la actualidad, hay dos pequeñas islas, una en cada orilla; la de Europa es conocida como la columna de Pompeyo. <<

[1723] El cómputo de los antiguos era de ciento veinte estadios o quince millas romanas [24,14 km]. Ellos calcularon la distancia desde los castillos modernos, pero contaron el estrecho y la ciudad de Calcedonia. <<

[1724] Ducas, Hist., c. 34 [p. 136, ed. París; p. 108, ed. Ven.; p. 242. ed. Bonn]. Leunclavio, Hist. Turcica Mussulmanica, l. XV, p. 577. Durante el imperio griego, estos castillos sirvieron de cárceles del Estado bajo el horrible nombre de Leta o torres del olvido. <<

[1725] Darío grabó en dos columnas de mármol, con caracteres griegos y siríacos, los nombres de las naciones sujetas a su poderío y el número de sus poderosas fuerzas de mar y de tierra. Luego los bizantinos transportaron estas columnas a la capital y las colocaron en el altar de sus dioses tutelares. Herodoto, l. IV, c. 87. <<

[1726] «Namque artissimo inter Europam Asiamque divortio Byzantium in extrema Europa posuere Græci, quibus, Pythium Apollinem consulentibus ubi conderent urbem, redditum oraculum est, quærerent sedem cæcorum terris adversam. Ea ambage Chalcedonii monstrabantur, quod priores illuc advecti, prævisa locorum utilitate pejora legissent» (Tácito, Annal. XII, 62). <<

[1727] Estrabón, l. VII, p. 492 [320, ed. Casaubon]. La mayor parte de las astas están rotas o, para hablar menos figuradamente, los fondeaderos del puerto son inútiles. Véase Gyllius, De Bosphoro Thracio, l. I, c. 5. <<

[1728] Procopio, De Ædificiis, l. I, c. 5. Los viajeros modernos confirman su descripción. Véase Thevenot, part. I l. I, c. 15. Tournefort, carta XII. Niebuhr, Voyage en Arabie, p. 22. <<

[1729] Véase Du Cange, Constantinopol., l. I, parte I, c. 16, y sus Observations sur Villehardouin, p. 289. La cadena iba desde la Acrópolis, cerca de la moderna Kiosk, hasta la torre de Gálata, y estaba sostenida a trechos por grandes pilastras de madera. <<

[1730] Thevenot (Voyages au Levant, parte I, l. I, c. 14) reduce la medida a ciento veinticinco millas griegas [161,54 km]; Belon (Observations, l. II, c. 1) da una exacta descripción de la Propóntide, pero se contenta con la vaga expresión de un día y una noche de navegación; mientras que Sandys (Travels, p. 21) habla de ciento cincuenta estadios [30,17 km] de largo, así como de ancho. Suponemos que esto último sólo es un error de imprenta en el texto de aquel juicioso viajero. <<

[1731] Véase una admirable disertación de D’Anville sobre el Helesponto o Dardanelos, en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXVIII, pp. 318-346. Este ingenioso geógrafo incluso supone nuevas y, quizás, imaginarias medidas con la intención de presentar a los antiguos escritores tan exactos como él mismo. Los estadios empleados por Herodoto en la descripción del Euxino, del Bósforo, etc. (l. IV, c. 85), indudablemente, deben ser todos de la misma clase, aunque parezca imposible conciliarlos con la verdad y entre sí. <<

[1732] La distancia oblicua entre Sesto y Abidos era de treinta estadios [6 km]. Mahudel impugnó el increíble relato de Hero y Leandro, pero M. de la Nauze lo defendió apoyándose en la autoridad de poetas y medallas. Véase Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. VII, Hist., p. 74, Mem., p. 240. <<

[1733] Véase el libro VII de Herodoto, quien ha erigido un elegante trofeo a su propia fama y a la de su patria. La revisión parece haber sido hecha con exactitud, pero la vanidad de persas y griegos fomentó la exageración del armamento y la victoria. Debemos dudar de que los invasores nunca hayan disminuido el número de hombres del país que atacaban. <<

[1734] Véase Observations de Wood sobre Homero, p. 320. Con satisfacción he escogido esta información de un autor que, en general, parece haber burlado las esperanzas del público como crítico y, aún más, como viajero. Visitó los márgenes del Helesponto, leyó a Estrabón y debió consultar los itinerarios romanos: ¿cómo es posible que haya confundido a Ilión con Alejandría de Troas (Observations, pp. 340-341), dos ciudades que estaban a dieciséis millas [25,74 km] una de otra? <<

[1735] Demetrio de Scepsis escribió sesenta tomos sobre las treinta líneas del catálogo de Homero. Para satisfacer nuestra curiosidad, basta ver el libro XIII de Estrabón. <<

[1736] Estrabón, l. XIII, p. 595. La disposición de los buques, que fueron llevados a tierra, y de los puestos de Áyax y Aquiles está claramente descrita por Homero. Véase Ilíada IX, 220. <<

[1737] Zósimo, l. II [c. 30], p. 105. Sozomen, l. II, c. 3. Teófanes, p. 18 [p. 14, ed. Ven.; t. I, ed. Bonn]. Nicéforo Calisto, l. VII, p. 48. Zonaras, t. II, l. XIII [c. 3], p. 6. Zósimo ubica la nueva ciudad entre Ilión y Alejandría, pero esta aparente diferencia puede deberse a la gran extensión. Antes de la fundación de Constantinopla, Cedreno menciona como posible capital a Tesalónica (p. 283) [t. I, p. 496, ed. Bonn], y Zonaras, a Sádica. Ambos suponen, con poca probabilidad, que el emperador habría repetido el engaño de los ciegos calcedonios si no hubiese sido prevenido por un milagro. <<

[1738] Pocock, Description of the East, t. II, parte II, p. 127. Su explicación de las siete colinas es clara y exacta. Rara vez los viajeros son tan minuciosos. <<

[1739] Véase Belon, Observations, c. 72-76. Entre una gran variedad de diferentes especies, los pelámides (especie de atún) eran los más célebres. Polibio, Estrabón y Tácito mencionan que las principales rentas de Bizancio provenían de la venta de los productos del mar. <<

[1740] Véase la elocuente descripción de Busbequio, Ep. I, p. 64. «Est in Europa; habet in conspectur Asiam, Egyptum, Africamque a dextra: quæ tametsi contiguæ non sunt, maris tamen navigandique commoditate veluti junguntur. A sinistra vero Pontus est Euxinus», etcétera. <<

[1741] «Datur hæc venia antiquitati, ut miscendo humana divinis, primordia urbium augustiora faciat» (Tito Livio Proœm.). <<

[1742] Dice, en una de sus leyes, «pro commoditate Urbis quam æterno nomine, jubente Deo, donavimus» (Codex Theodos., l. XIII, tít. V, leg. 7). <<

[1743] Los griegos Teófanes, Cedreno y el autor de la Crónica alejandrina se limitan a expresiones vagas. Para obtener un relato más minucioso de la visión, debemos recurrir a escritores latinos, como Guillermo de Malmesbury. Véase Du Cange, Constantinopol., l. I, pp. 24-25. <<

[1744] Véase Plutarco, Romulus [t. 1, p. 49, ed. Bryan]. Una de las ceremonias para adoptar el nuevo país consistía en excavar una gran zanja que era llenada con los puñados de tierra que cada uno de los nuevos colonos traía del sitio de su nacimiento. <<

[1745] Filostorgio, l. II, c. 9. Este incidente, aunque tomado de un dudoso escritor, es característico y probable. <<

[1746] Véase, en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXXV, pp. 747-758, una disertación de D’Anville sobre la extensión de Constantinopla. Toma por modelo el plan mencionado por Banduri en Imperium Orientale, ya que lo considera el más exacto; pero, por una serie de curiosas observaciones, reduce la extravagante proporción de la escala y, en vez de nueve mil quinientas [18,48 km], fija la circunferencia de la ciudad como sobre siete mil ochocientas toesas francesas [15,17 km]. <<

[1747] Codino (Antiquitates Const., p. 12 [p. 25, ed. Bonn] establece que la iglesia de San Antonio es el límite del lado del puerto. Du Cange (l. IV, c. 6) lo menciona. He intentado descubrir infructuosamente el sitio exacto donde estaba situada. <<

[1748] La nueva muralla de Teodosio se construyó en el año 413. En 447, un terremoto la derribó, y el prefecto Ciro tardó sólo tres meses en reedificarla. Durante el reinado de Heraclio el suburbio de Blachernæ pasó a formar parte de la ciudad. Du Cange, Constantinopol., l. I, c. 10-11. <<

[1749] En Notitia la medición está expresada en catorce mil setenta y cinco pies. Es de suponer que éstos eran pies griegos, cuya proporción ha sido bien determinada por D’Anville. Este autor compara los ciento ochenta pies con los setenta y ocho codos hashemitas, que han sido usados por diferentes escritores para dar cuenta de las medidas de la iglesia de Santa Sofía. Cada codo equivale a veintisiete pulgadas francesas [72,9 cm]. <<

[1750] El minucioso Thevenot (l. I, c. 15) tardó una hora y tres cuartos de caminata en recorrer los dos costados del triángulo, desde el Kiosk del serrallo hasta las siete torres. D’Anville examinó detenidamente este testimonio hasta darle entero crédito, con lo cual la circunferencia sería de unas diez [16 km] o doce millas [19,31 km]. El cómputo extravagante de Tournefort (carta XI), sin incluir a Escútari, es de unas treinta [48,28 km] o treinta y cuatro millas [54,71 km]: una extraña salida propia de su carácter. <<