Notas

[1] Dion Casio (l. LIV, p. 736) con las anotaciones de Reimar, que ha recopilado cuanto la vanagloria romana dejó sobre este tema. El mármol de Ancira, sobre el cual esculpió Augusto sus propias hazañas, atestigua que obligó a los partos a que le devolvieran las insignias de Craso. <<

[2] Estrabón (l. XVI, p. 780 [XVI, 4, 24]), Plinio el Viejo (Naturalis Historia, l. VI, c. 28-29 [VI, 32 y 35]) y Dion Casio (l. LIII [c. 29], p. 723, y l. LIV [c. 5], p. 734) han dejado detalles curiosos acerca de estas guerras. Los romanos se enseñorearon de Mariaba o Merab, ciudad de la Arabia Feliz, muy conocida entre los orientales (véanse Abulfeda y Geographia Nubiensis, p. 52). Llegaron a una distancia de tres jornadas del País de las Especias, el rico objetivo de su invasión. <<

[3] Con la matanza de Varo y de sus tres legiones. Véase Tácito Annales I. Suetonio, August., c. 23, y Veleyo Patérculo, l. II, c. 117 y ss. Augusto no recibió la triste noticia con el temperamento y la firmeza que se hubiera esperado de su carácter. <<

[4] Tácito, Annal. II; Dion Casio, l. LVI, p. 833, y la arenga del mismo Augusto en Juliano, Cœsares. Queda muy esclarecida con las notas eruditas de Spanheim, su traductor francés. <<

[5] Germánico, Suetonio Paulino y Agrícola, obstaculizados y luego depuestos en la carrera de sus victorias, y Córbulo, que fue ajusticiado, acreditan lo que Tácito expresó admirablemente: todo mérito militar era, en el sentido estricto del término, imperatoria virtus. <<

[6] El mismo César encubre ese móvil tan bajo, pero Suetonio (c. 47) lo menciona. Sin embargo, las perlas bretonas tenían poquísimo valor, por su matiz empañado y cárdeno. Tácito (Agricola, c. 12) repara fundadamente en que era un defecto inherente: «Ego facilius crediderim, naturam margaritis deesse quam nobis avaritiam». <<

[7] Claudio, Nerón y Domiciano. Pomponio Mela (l. III, c. 6), que escribía en tiempo de Claudio, expresa la esperanza de que, con el éxito de las armas romanas, pronto se llegara a conocer mejor la isla y sus salvajes. <<

[8] Véase el compendio asombroso de Tácito en Agricola, ilustrado copiosa, aunque tal vez no completamente, por nuestros anticuarios Camden y Horsley. <<

[9] Los escritores irlandeses, celosos de su honor nacional, se irritan sobremanera con Tácito y Agrícola por este motivo. <<

[10] Véase Horsley, Britannia Romana, l. I, c. 10. <<

[11] El poeta Buchanan encarece con brío y elegancia (véase Silvæ V) la independencia intacta de su patria; pero si el testimonio único de Ricardo de Cirencester bastase para formar una provincia romana de la Vespasiana al norte de la valla, aquella independencia quedaría reducida a estrechísimos ámbitos. <<

[12] Véase Apiano (Hist. Romana Proæm.) y las uniformes imágenes de los poemas de Osián, que según todas las hipótesis son obra de un caledonio nativo. [Gibbon creía que «Osián» había sido traducido del gaélico. Hoy muchos piensan que fue creado por Macpherson.] <<

[13] Véase el Panegírico de Plinio el Joven, que parece fundarse en hechos. <<

[14] Dion Casio, l. LXVII. <<

[15] Herodoto, l. IV, c. 94. Juliano, Cæsars, con las observaciones de Spanheim. <<

[16] Plinio el Joven, Ep. VIII, 9. <<

[17] Dion Casio, LXVIII, pp. 1123 y 1131. Juliano, Cæsars, Eutropio VIII, 2 y 6. [Pseudo] Aurelio Víctor, Epitome. <<

[18] Véase una memoria de D’Anville sobre la provincia de Dacia, en Mémoires de l’Académie des Inscriptions, t. XXVIII, pp. 444-468. <<

[19] Los sentimientos de Trajano están vívidamente reflejados en Cæsars de Juliano. <<

[20] Eutropio y Sexto Rufo se han esforzado en perpetuar esta ilusión. Véase una disertación agudísima de Freret en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXI, p. 55. <<

[21] Dion Casio, l. LXVIII. <<

[22] Ovidio, Fasti II, 667. Véase Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso, bajo el reinado de Tarquino. <<

[23] San Agustín se complace en gran manera con la flaqueza de Término y la vanidad de los agoreros. Véase de De Civ. Dei IV, 29. <<

[24] Véase Historia Augusta, p. 5; san Jerónimo, Chronicon, y todos los epitomistas. Es extraña la omisión de un acontecimiento tan memorable en Dion, o mejor dicho en Xifilino. <<

[25] Dion, l. LXIX, p. 1158; Hist. August., pp. 5 y 8. Aun cuando faltase el testimonio de todos los historiadores, bastarían las medallas, inscripciones y otros monumentos para comprobar los viajes de Adriano. <<

[26] Véase la Hist. August. <<

[27] Hay que recordar, sin embargo, que en tiempo de Adriano se desató, con saña religiosa, una rebelión de los judíos, pero sólo en una provincia. Pausanias (l. VIII, c. 43) menciona dos guerras, necesarias y exitosas, capitaneadas por los generales de Pío. La primera contra los moros errantes, que fueron arrinconados en las soledades del Atlas, y la segunda contra los bandoleros [Brigantes] de Britania, que habían invadido la provincia romana. Ambas (y varias hostilidades más) se mencionan en la Hist. August., p. 19. <<

[28] Apiano de Alejandría, en el prólogo a su historia de las guerras romanas [Hist. Romana]. <<

[29] Dion Casio, l. LXXI; vida de Marco en Hist. August., l. IV, 9-22. Las victorias sobre los partos dieron lugar a un sin número de historiadores despreciables, cuya memoria rescató del olvido Luciano ridiculizándolos crítica y animadamente. <<

[30] Los soldados de menor rango ganaban cerca de cuarenta libras esterlinas (Dionisio de Halicarnaso IV, 17), una paga altísima para un tiempo en que el dinero era tan escaso que una onza [(29 g)] de plata equivalía a setenta libras (32 kg) de cobre. Excluido el populacho por la constitución antigua, fue admitido indiscriminadamente por Mario. Véase Salustio, De Bello Jugurthino, c. 91. <<

[31] César formó su legión Alauda con galos y extranjeros, mas sólo fue con el afán de la guerra civil; tras la victoria, les dio como premio la ciudadanía. <<

[32] Véase Vegecio, De Re Militari I, 2-7. <<

[33] El juramento de la tropa por el servicio y la fidelidad al emperador se renovaba anualmente, el 1° de enero. <<

[34] Tácito llama a las águilas romanas Bellorum Deos. Se colocaban en una capilla en el campamento, y la tropa las veneraba como a las demás divinidades. <<

[35] Véase Gronovio, De Pecunia Vetere, l. III, p. 120 y ss. El emperador Domiciano subió el estipendio anual de la tropa legionaria a doce piezas de oro, que en su tiempo equivalían a diez de nuestras guineas. Esta paga, algo superior a la nuestra, había ido y fue después creciendo según el incremento de la riqueza y el progreso de aquel gobierno militar. A los veinte años de servicio, el veterano recibía tres mil denarios (cerca de cien libras esterlinas), o bien una parcela de tierra proporcional. La paga y los beneficios de la guardia eran, en general, el doble que en las legiones. <<

[36] Exercitus ab exercitando. Varrón, De Lingua Latina, l. IV. Cicerón, Tusculanæ II [16], 37. Hay campo para una obra interesante que exponga las conexiones entre el idioma y las costumbres de las naciones. <<

[37] Vegecio, l. II, y lo restante del primer libro. <<

[38] La danza pírrica está cabalmente ilustrada por Le Beau en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXXV, p. 262 y ss. El sabio académico, en una serie de memorias, ha recogido todos los pasajes de los antiguos referidos a la legión romana. <<

[39] Josefo, De Bello Judaico, l. III, c. 5. Debemos a este judío pormenores curiosísimos de la disciplina romana. <<

[40] Plinio el Joven, Panegyricus, c. 13; vida de Adriano en la Hist. August. 1-14. <<

[41] Véase una digresión asombrosa sobre la disciplina romana en el libro sexto de su historia. <<

[42] Vegecio, De Re Militari, l. II, c. 4 y ss. Buena parte de su enmarañado compendio se tomó de las disposiciones de Trajano y Adriano; y la legión, tal como la describe, no puede corresponder a ninguna otra época del Imperio. <<

[43] Vegecio, De Re Militari, l. II, c. 1. En la época de César y Cicerón, la voz miles estaba casi limitada a la infantería. Durante el Bajo Imperio, en tiempo de la caballería, se aplicaba casi exclusivamente a la gente de armas que peleaba a caballo. <<

[44] En tiempo de Polibio y de Dionisio de Halicarnaso (l. V, c. 45), la punta de acero del pilum parece haber sido más larga; en el de Vegecio, se redujo a un pie (30,5 cm), y aun a nueve pulgadas (22,5 cm). Yo consigno un término medio. <<

[45] En cuanto a las armas legionarias, véase Lipsio, De Militia Romana, l. III, c. 2-7. <<

[46] Véase la hermosa comparación de Virgilio, Georg. II, 279. <<

[47] Guichard (Mémoires militaires t. I, c. 4; y Nouveaux mémoires, t. I, pp. 293-311) ha tratado el punto como especialista y como oficial. <<

[48] Véase la Tactica, de Arriano. Con su verdadera parcialidad de griego, prefirió describir la falange que había leído a la que había comandado. <<

[49] Polibio, l. XVII. <<

[50] Vegecio, De Re Militari, l. II, c. 6. Su concluyente testimonio, que podría respaldarse en pruebas detalladas, debería enmudecer a quienes le niegan a la legión imperial su correspondiente cuerpo de caballería. <<

[51] Véase Tito Livio en general, y particularmente XLII, 61. <<

[52] Plinio el Viejo, Nat. Hist. XXXIII, 2. El verdadero sentido de aquel pasaje curiosísimo fue descubierto e ilustrado por primera vez por Beaufort, La République Romaine, l. II, c. 2. <<

[53] Por ejemplo, Horacio y Agrícola. Esto parece haber sido un defecto en la disciplina romana, y Adriano intentó remediarlo fijando la edad del tribuno. <<

[54] Véase Arriano, Tactica 4. <<

[55] Tal era el caso particular de los bátavos. Tácito, Germania, c. 29. <<

[56] Marco Antonino obligó a los marcomanos y cuados a suministrarle un cuerpo crecido de tropas, y lo envió en seguida a Britania. Dion Casio, l. LXXI. <<

[57] Tácito, Annal. IV, 5. Quienes fijan una proporción regular de infantería que duplica la caballería confunden los auxiliares de los emperadores con los aliados italianos de la República. <<

[58] Vegecio, l. II, c. 2. Arriano, en su formación de marcha y batalla contra los alanos. <<

[59] Folard trata el tema de la maquinaria antigua con agudeza y conocimiento (Histoire de Polybe, t. II, pp. 233-290), anteponiéndola bajo varios conceptos a la artillería moderna. Hay que reparar en que su uso en campaña prevaleció gradualmente, al paso que el valor personal y la habilidad guerrera fueron declinando con el Imperio. Cuando ya no se encontraban hombres, su lugar fue abastecido con máquinas. Véase Vegecio, l. II, c. 25. Arriano. <<

[60] Vegecio termina su libro segundo, y la descripción de la legión, con las siguientes y enfáticas palabras: «Universa quœ in quoque belli genere necessaria esse creduntur, secum legio debet ubique portare, ut in quovis loco fixerit castra, armatam faciat civitatem». <<

[61] En cuanto a la castrametación romana, véase Polibio, l. VI, con Lipsio, De Militia Romana; Josefo, De Bello Jud., l. III, c. 5; Vegecio, l. I, c. 21-25 y l. III, c. 9, y Guichard, Mémoires militaires, t. I, c. 1. <<

[62] Cicerón, Tuscul. II [16], 37. Josefo, De Bello Jud., l. III, c. 5. Frontino, [Strategemata] l. IV, c. 1. <<

[63] Vegecio I, 9. Véanse las Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXXV, p. 187. <<

[64] Esos movimientos están perfectamente explicados por Guichard en Nouveaux mémoires t. I, pp. 141-234. <<

[65] Tácito (Annal. IV, 5) nos ha dado un estado de las legiones con Tiberio; y Dion Casio (l. IV, p. 794), con Alejandro Severo. Me he esforzado en fijar un promedio entre estos dos períodos. Véase igualmente Lipsio, De Magnitudine Romana, l. I, c. 4-5. <<

[66] Los romanos intentaron encubrir, bajo el pretexto de un respeto religioso, su ignorancia y terror. Véase Tácito, Germ., c. 34. <<

[67] Véase la vida de Marco Antonino en Plutarco. Con todo, si nos atenemos a Orosio, aquellos castillos gigantescos asomaban apenas tres metros sobre el agua; l. VI, c. 19. <<

[68] Véase Lipsio, De Magnitudine Romana, l. I, c. 5. Los últimos dieciséis capítulos de Vegecio son relativos a la náutica. <<

[69] Voltaire, Siècle de Louis XIV, c. 29. Hay que recordar, sin embargo, que Francia todavía siente aquel extraordinario esfuerzo. <<

[70] Véase Estrabón, l. II. Es natural suponer que Aragón se deriva de Tarraconensis, y varios modernos que han escrito en latín usan aquellas voces como sinónimos. Sin embargo, es un dato fehaciente que el Aragón, un riachuelo que se despeña del Pirineo y desagua en el Ebro, dio su nombre primero a una comarca y luego a todo un reino. Véase D’Anville, Géographie du Moyen Age, p. 181. <<

[71] Aparecen ciento quince «ciudades» en la Notice de l’Ancienne Gaule de D’Anville, y es bien sabido que así se llamaba no sólo a las capitales, sino también a todo el territorio de un Estado. Pero Plutarco y Apiano suben el número de las tribus a 300 ó 400. <<

[72] D’Anville, Notice de l’Ancienne Gaule. <<

[73] Whitaker, History of Manchester, t. I, c. 3. <<

[74] Los vénetos italianos, aunque se suelen confundir con los galos, eran probablemente de origen ilírico. Véase Freret, Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XVIII. <<

[75] Véase Maffei, Verona Illustrata, l. I. <<

[76] Los antiguos ya habían reparado en la primera contraposición. Véase Floro, l. II. La segunda tiene que sorprender a todo viajero moderno. <<

[77] Plinio el Viejo (Nat. Hist. III [6]) sigue la división de Italia de Augusto. <<

[78] Tournefort, Voyage au Levant, carta XVIII. <<

[79] El nombre de Illyricum correspondía, en su origen, a la costa del Adriático, y los romanos lo fueron extendiendo desde los Alpes hasta el Ponto Euxino. Véase Severini, Pannonia, l. I, c. 3. <<

[80] Un viajero veneciano, el abate Fortis, nos ha informado últimamente acerca de aquel recóndito país. Pero la geografía y antigüedades del Ilírico occidental sólo cabe esperarlas de la generosidad del emperador, su soberano. <<

[81] El Sava nace en los confines de la Istria, y los primeros griegos lo consideraban la mayor corriente del Danubio. <<

[82] Véase Arriano, Periplus Ponti Euxini, que visitó las costas del Euxino cuando fue gobernador de Capadocia. <<

[83] El progreso de la religión es bien conocido. El uso de las letras se introdujo entre los salvajes de Europa cerca de mil quinientos años antes de Cristo, y los europeos lo llevaron a América quince siglos después de la era cristiana. Pero en un período de tres mil años, el alfabeto fenicio sufrió notables alteraciones al pasar por manos de griegos y romanos. <<

[84] Dion Casio, l. LXVIII [c. 14], p. 1131. <<

[85] Ptolomeo y Estrabón, con los geógrafos modernos, ubican la frontera entre Asia y África en el istmo de Suez. Dionisio, Mela, Plinio, Salustio, Hircio y Solino preferían a tal fin el brazo occidental del Nilo, y aun el gran Catabatmos, o bajada; y de este modo incluyen en Asia no sólo Egipto, sino también parte de Libia. <<

[86] La larga pradera, la moderada altura y el declive suave del monte Atlas se asemejan poco a una cumbre solitaria que se levanta hasta las nubes y parece sostener el cielo. Al contrario, el pico de Tenerife se empina legua y media sobre la superficie del mar, y, como era frecuentado por los fenicios, la noticia debió llegar a los poetas griegos. Véase Buffon, Hist. Naturelle, t. I, p. 312; Hist. des voyages, t. II. <<

[87] Voltaire, t. XIV, p. 297, sin apoyo de hechos ni probabilidades, ha otorgado generosamente las islas Canarias al Imperio romano. <<

[88] Bergier, Hist. des grands chemins de l’Empire Romain, l. III, c. 1-4; una colección utilísima. <<

[89] Véase Templeman, Survey of the Globe, pero desconfío tanto de la erudición como de los mapas del doctor. <<

[90] Se alzaron a mitad de camino entre Lahore y Delhi. Las conquistas de Alejandro en el Indostán fueron reducidas al Penjab, país bañado por los cinco ríos caudalosos del Indo. <<

[91] Véase Guignes, Hist. des Huns, l. XV, XVI y XVII. <<

[92] No hay escritor que retrate tan al vivo el verdadero temple del politeísmo como Herodoto. Su comentario puede encontrarse en Hume, Natural History of Religion, y el mejor contraste en Bossuet, Discours sur l’Hist. universelle. Alguna faceta oscura de un espíritu intolerante aparece en los egipcios (véase Juvenal, Sat. XV); y tanto los cristianos como los judíos que vivían bajo el Imperio Romano eran una excepción muy importante: tan importante que su discusión requiere un capítulo aparte en la presente obra. <<

[93] Los derechos, potestad y pretensiones del soberano del Olimpo se hallan despejadamente puntualizados en el libro XV de la Ilíada, en el original griego, se entiende; pues Pope, sin echarlo de ver, ha ido mejorando la teología de Homero. <<

[94] Véase por ejemplo a César, De Bello Gall. VI, 17. Después de uno o dos siglos, los mismos galos aplicaban a sus dioses los nombres de Mercurio, Marte, Apolo, etcétera. <<

[95] La obra asombrosa de Cicerón, De Natura Deorum, es la clave más certera para servirnos de norte en este abismo lóbrego y profundo, pues expone con franqueza y refuta con agudeza los dictámenes de los filósofos. <<

[96] No afirmo que en este siglo tan irreligioso, el pavor tan obvio de la superstición, sueños, agüeros, apariciones, etc. haya perdido su eficacia. <<

[97] Sócrates, Epicuro, Cicerón y Plutarco siempre inculcaban un acatamiento decoroso a la religión de su patria y del género humano. La devoción de Epicuro era asidua y ejemplar. Diógenes Laercio X, 10. <<

[98] Polibio, l. 6, c. 53-54 [c. 56]. Juvenal (Sat. XIII) se lamenta de que, en su tiempo, este temor hubiera perdido mucho de su eficacia. <<

[99] Véase la suerte de Siracusa, Ambracia, Tarento, Corinto, etc., la conducta de Verres en Cicerón ([In Verrem] actio II, orat. 4); y la práctica corriente de los gobernadores en la sátira VIII de Juvenal. <<

[100] Suetonio, Claud.; Plinio el Viejo, Nat. Hist. XXX, 1. <<

[101] Peloutier, Hist. des Celtes, t. VI, pp. 230-252. <<

[102] Séneca, Ad Helviam, p. 74., ed. Lipsio. <<

[103] Dionisio de Halicarnaso, Antiquitates Romanæ, l. II. <<

[104] En el año de Roma 701 quedó demolido, por disposición del Senado, el templo de Isis y de Serapis (Dion Casio, l. XL, p. 252), y aun por mano del cónsul (Valerio Máximo 1, 3). Muerto César, se restableció a expensas públicas (Dion, l. XLVII, p. 501). Cuando Augusto estuvo en Egipto, reverenciaba la majestad de Serapis (Dion Casio, l. II, p. 647); pero en el ejido de Roma y una milla (1,5 km) a la redonda, vedó el culto de los dioses egipcios (Dion Casio, l. LIII, p. 679; l. LIV, p. 735). Sin embargo, siguieron muy de moda en su reinado (Ovidio, Ars Amatoria, l. I) y en el de su sucesor, hasta que provocaron la ira de Tiberio, quien tomó severísimas medidas (Véase Tácito, Annal. II, 85; Josefo, Antiquitates Judaicæ, l. XVIII, c. 3). <<

[105] Tertuliano, Apologeticum, c. 6, p. 74, ed. Havercamp. Me inclino a atribuir su establecimiento a la devoción de la familia Flavia. <<

[106] Véase Tito Livio, l. XI y XXIX. <<

[107] Macrobio (Saturnalia, l. III, c. 9) nos da una especie de evocación. <<

[108] Minucio Felix, Octavius, p. 54; Arnobio, l. VI, p. 115. <<

[109] Tácito, Annal. XI, 24. La obra Orbis Romanus, del erudito Spanheim, es una historia cabal de la admisión progresiva del Lacio, Italia y las provincias a la libertad romana. <<

[110] Herodoto V, 97. Parece que siguió, sin embargo, una estimación popular y a grandes rasgos. <<

[111] Ateneo, Deipnosophistæ, l. VI, p. 272, ed. Casaubon. Meursio, De Fortuna Attica, c. 4. <<

[112] Véase una colección esmerada de los empadronamientos en Beaufort, La République Romaine, l. IV, c. 4. <<

[113] Apiano, Bell. Civ., l. I; Veleyo Patérculo, l. II, c. 15-17. <<

[114] Mecenas le aconsejó que declarase por un edicto ciudadanos a todos sus súbditos. Pero se puede sospechar con justicia que el historiador Dion fue el autor de un consejo muy genial para su siglo, pero ajeno al de Augusto. <<

[115] Los senadores tenían que poseer un tercio de sus haciendas en Italia (véase Plinio el Joven, Ep. VI, 19); pero Marco redujo la cuota a un cuarto, pues, desde el reinado de Trajano, Italia se había deteriorado casi a nivel de las provincias. <<

[116] La primera parte de Verona Illustrata, del marqués Maffei, da la más clara y abarcativa mirada del estado de Italia con los Césares. <<

[117] Véase Pausanias, l. VII. Los romanos condescendieron a llamarlas juntas cuando ya no podían ser peligrosas. <<

[118] César suele mencionarla. El abate Dubos, con poquísimo acierto, se empeña en probar que las juntas de los galos siguieron en tiempo de los emperadores. Hist. de l’Establissement de la Monarchie Françoise, l. I, c. 4. <<

[119] Séneca, Ad Helviam, c. 6. <<

[120] Memnón apud Focio [Bibliotheca], c. 33 [p. 231 ed. Bekker]. Valerio Máximo IX, 2. Plutarco [Sulla, c. 4] y Dion Casio aumentan la matanza a ciento cincuenta mil ciudadanos; pero creo que el número menor es harto suficiente. <<

[121] Se establecieron hasta veinticinco colonias en España (véase Plinio el Viejo, Nat. Hist. III, 3-4, IV, 35), y nueve en Britania, de las cuales Londres, Colchester, Lincoln, Chester, Gloucester y Bath siguen siendo pueblos considerables (véase Ricardo de Cirencester, p. 36, y Whitaker, History of Manchester, l. I, c. 3). <<

[122] Aulo Gelio, Noctes Atticæ XVI, 13. El emperador Adriano manifestó su extrañeza de que las ciudades de Utica, Gades [Cádiz] e Itálica, en el goce ya del derecho de municipios, solicitasen el título de colonias. Ese ejemplo, sin embargo, se puso de moda, y rebosaron por el Imperio las colonias honorarias. Véase Spanheim, De Præstantia et Usu Numismatum Antiquorum, dissert. XIII. <<

[123] Spanheim, Orbis Romanus, c. 8, p. 62. <<

[124] Arístides, Romæ Encomia, t. I, p. 218, ed. Yebb. <<

[125] Tácito, Annal. XI, 23, 24; Hist. IV, 74. <<

[126] Véase Plinio el Viejo, Nat. Hist. III, 5; san Agustín De Civ. Dei XIX, 7; Lipsio, De Pronunciatione Linguæ Latinæ, c. 3. <<

[127] Apuleyo y san Agustín son los fiadores por África; Estrabón, por España y las Galias; Tácito, en Agricola, por Britania, y Veleyo Patérculo, por Panonia. Podemos añadirles el contexto de las inscripciones. <<

[128] El celta se conservaba en las sierras de Gales, Cornualles y Armórica. Podemos ver que Apuleyo le reprocha a un joven que vivía con el populacho el uso del púnico, mientras que tenía casi olvidado el griego y ni podía ni quería hablar latín (Apologia, p. 596). La mayoría de las congregaciones de san Agustín desconocían el púnico. <<

[129] Sólo España produjo a Columela, los Sénecas, Lucano, Marcial y Quintiliano. <<

[130] No hay, en mi concepto, desde Dionisio hasta Libanio, un solo griego que nombre a Virgilio o a Horacio. Parecen desconocer que los romanos tuviesen algún escritor apreciable. <<

[131] El lector curioso podrá ver en Dupin (Bibliothèque Ecclésiastique, t XIX, p. 1, c. 8) cómo se conservaban todavía las lenguas siríaca y egipcia. <<

[132] Véase Juvenal, Sat. III y XV. Amiano Marcelino XXII, 16. <<

[133] Dion Casio, l. LXXVII [c. 5], p. 1275. La primera vez fue durante el reinado de Septimio Severo. <<

[134] Véase Valerio Máximo, l. II, c. 2, n. 2. El emperador Claudio reesclavizó a un griego sobresaliente por no entender el latín. Probablemente estaría en alguna oficina pública. Suetonio, Claud., c. 16. <<

[135] En el campamento de Lúculo, se vendió un buey por un dracma y un esclavo por cuatro, o cerca de tres chelines. Plutarco, Lucull. [p. 580]. <<

[136] Diodoro de Sicilia, Eclog. Hist., l. XXXIV y XXXVI; Floro III, 19-20. <<

[137] Véase un ejemplo notable de rigor en Cicerón, In Verrem V, 3. <<

[138] Véanse en Gruter y demás coleccionistas el crecidísimo número de inscripciones dedicadas por esclavos a sus mujeres, sus niños, compañeros, amos, etc. Probablemente son del tiempo de los emperadores. <<

[139] Véase Hist. August. y la disertación de Burigny en el tomo XXXV de Mémoires de l’Académie des Inscriptions, sobre los esclavos romanos. <<

[140] Véase otra disertación de Burigny, en el tomo XXXVII, sobre los libertos romanos. <<

[141] Spanheim, Orbis Romanus l. I, c. 16, p. 124 y ss. <<

[142] Séneca, De Clementia, l. I, c. 24. Está más expresivo el original: «Quantum periculum immineret si servi nostri numerare nos cœpissent». <<

[143] Véase Plinio el Viejo (Nat. Hist., l. XXXIII) y Ateneo (Deipnosophistæ, l. VI, p. 272). El segundo afirma osadamente que conoció a muchos (παµπóλλοι) romanos que poseían, no por utilidad sino por ostentación, diez mil, y aun veinte mil esclavos. <<

[144] En París no hay más que cuarenta y tres mil criados de todo tipo, cifra que no llega a la doceava parte del vecindario. Messance, Recherches sur la Population, p. 186. <<

[145] Un esclavo instruido se vendía en varios cientos de libras esterlinas. Atico los mantenía, y aun les enseñaba por sí mismo. Cornelio Nepote, Atticus, c. 13. <<

[146] Muchos de los médicos romanos eran esclavos. Véase Middleton, Dissertation and Defence. <<

[147] Sus grados y oficios están copiosamente puntualizados en Pignorio, De Servis. <<

[148] Tácito, Annal. XIV, 43. Todos fueron ajusticiados por no haber prevenido el homicidio del amo. <<

[149] Apuleyo, Apolog., p. 548, ed. Delphin. <<

[150] Plinio el Viejo, Nat. Hist., l. XXXIII, c. 47. <<

[151] Computando veinte millones en Francia, veintidós millones en Alemania, cuatro millones en Hungría, diez millones en Italia con sus islas, ocho millones en Gran Bretaña e Irlanda, ocho millones en España y Portugal, diez o doce millones en la Rusia europea, seis millones en Polonia, seis millones en Grecia y Turquía, cuatro millones en Suecia, tres millones en Dinamarca y Noruega, y cuatro millones en los Países Bajos, asciende el total a ciento cinco o ciento siete millones. Véase Voltaire, Hist. Générale. <<

[152] Josefo, De Bello Jud., l. II, c. 16. La arenga de Agripa, o más bien del historiador, retrata puntualmente al Imperio Romano. <<

[153] Suetonio, August., c. 28. Augusto edificó en Roma el templo y foro de Marte el Vengador, el templo de Júpiter Tonante en el Capitolio, el de Apolo Palatino, con bibliotecas públicas, el pórtico y la basílica de Cayo y Lucio, los pórticos de Livia y Octavia, y el teatro de Marcelo. Ministros y generales remedaban al soberano, y su amigo Agripa dejó el monumento sempiterno del Panteón. <<

[154] Véase Maffei, Verona Illustrata, l. IV, p. 68. <<

[155] Véase el libro décimo de las cartas de Plinio el Joven, quien menciona las siguientes obras ejecutadas a costa de los pueblos: en Nicomedia, un foro nuevo, un acueducto y una acequia empezada por un rey; en Niza, un gimnasio y un teatro, que había costado ya cerca de noventa mil libras; baños en Prusa y en Claudiopolis, y un acueducto de dieciséis millas (25,7 km) para el uso de Sínope. <<

[156] Adriano dispuso otro arreglo más equitativo, dividiendo todo hallazgo entre el derecho del dueño y el del hallador. Hist. August., p. 9. <<

[157] Filostrato, Vitæ Sophistarum, l. II, p. 548. <<

[158] Aulo Gelio, Noctes Atticæ I, 2; IX, 2; XVIII, 10; XIX, 12. Filostrato, p. 564. <<

[159] Véase Filostrato, l. II, pp. 548 y 560. Pausanias, l. I y VII, 10. La Vida de Herodes, en el t. XXX de Mémoires de l’Académie des Inscriptions. <<

[160] Dicearco (De Statu Græciæ, p. 8; en Geographi Minores, ed. Hudson) lo remarca particularmente de Atenas. <<

[161] Donato, Roma Vetus ac Recens, l. III, c. 4-6. Nardini, Roma Vetus, l. III, c. 4-6, y una descripción manuscrita de la antigua Roma por Bernardus Oricellarius o Rucellai, de la cual obtuve copia de la biblioteca del canónigo Ricardi, en Florencia. Plinio menciona dos celebradas pinturas de Timantes y de Protogenes en el templo de la Paz; y el Laocoonte se halló en los baños de Tito. <<

[162] Montfaucon, L’Antiquité expliquée, t. IV, p. 2; l. I, c. 9. Fabretti escribió una disertación muy sabia sobre los acueductos de Roma. <<

[163] Eliano, Hist. Varia, l. IX 9, c. 16. Vivió en tiempo de Alejandro Severo. Véase Fabricio, Bibliotheca Græca, l. IV, c. 21. <<

[164] Josefo, De Bello Jud. II, 16. El número, sin embargo, se menciona, y debería interpretarse con cierta amplitud. <<

[165] Plinio el Viejo, Nat. Hist. III, 5. <<

[166] Plinio el Viejo, Nat. Hist. III, 3-4; IV, 35. La lista parece auténtica y exacta, pues se van dividiendo las provincias y la diversa condición de las ciudades. <<

[167] Estrabón, Geograph., l. XVII, p. 1189. <<

[168] Josefo, De Bello Jud. II, 16; Filostrato, Vitæ Sophist., l. II, p. 548, ed. Olear. <<

[169] Tácito, Annal. IV, 55. Me ha costado trabajo descubrir y comparar los viajeros modernos, con respecto a la suerte de aquellas once ciudades del Asia; siete u ocho están totalmente exterminadas: Hipepe, Trales, Laodicea, Ilión, Halicarnaso, Mileto, Efeso, y podemos añadir Sardes. De las tres restantes, Pérgamo es un aldeón desparramado de dos o tres mil moradores; Magnesia, bajo el nombre de Guzel-hisar, es un pueblo de alguna importancia, y Esmirna, una ciudad grandiosa con cien mil habitantes. Pero aun en Esmirna, mientras que los franceses están sosteniendo el comercio, los turcos han acabado con las artes. <<

[170] Véase una descripción esmerada y agradable de las ruinas de Laodicea en Chandler, Travels through Asia Minor, p. 225 y ss. <<

[171] Estrabón, l. XII, p. 866. Había estudiado en Trales. <<

[172] Véase una disertación de Boze en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XVIII. Arístides pronunció una arenga, que subsiste todavía, para hermanar ambas ciudades. <<

[173] La población de Egipto, excepto Alejandría, era de siete millones quinientos mil (Josefo, De Bello Jud. II, 16). Bajo el gobierno militar de los mamelucos, se suponía que Siria tenía sesenta mil aldeas (Cherefeddin Ali, Hist. de Timur Bec, l. V, c. 20). <<

[174] El itinerario siguiente puede servir para darse una idea del rumbo de la carretera y de la distancia entre las ciudades principales: I. Desde la valla de Antonino a York, doscientas veintidós millas romanas [327 km]. II. Londres doscientas veintisiete millas [334,5 km]. III. Rhutupiæ o Sandwich sesenta y siete millas [98,7 km]. IV. La navegación a Bolonia cuarenta y cinco millas [66,3 km]. V. Reims ciento setenta y cuatro millas [256,4 km]. VI. Lyon trescientas treinta millas [486,4 km]. VII. Milán trescientas veinticuatro millas [477,5 km]. VIII. Roma cuatrocientas veintiséis millas [628 km]. IX. Brindisi trescientas sesenta millas [530,6 km]. X. La navegación a Durazzo cuarenta millas [59 km]. XI. Bizancio setecientas once millas [1048 km]. XII. Ancira doscientas ochenta y tres millas [417 km]. XIII. Tarso trescientas una millas [443,6 km]. XIV. Antioquía ciento cuarenta y una millas [207,8 km]. XV. Tiro doscientas cincuenta y dos millas [371,4 km]. XVI. Jerusalén ciento sesenta y ocho millas [247,6 km].

En total cuatro mil ochenta millas romanas, o tres mil setecientas cuarenta inglesas [6013 km]. Véanse los Itineraria publicados por Wesseling, con sus notas; Gale y Stukeley para Britania, y D’Anville para Galia e Italia. <<

[175] Montfaucon (L’Antiquité expliquée t. IV, p. 2, l. I, c. 5) trae descritos los puentes de Narni, Alcántara, Nimes, etcétera. <<

[176] Bergier, Hist. des Grands Chemins, l. II, c. 1-28. <<

[177] Procopio en Hist. Arcana, c. 30. Bergier, Hist. des Grands Chemins, l. IV. Codex Theodosianus, l. VIII, tít. V, t. II, pp. 506-563, con el comentario erudito de Godofredo. <<

[178] En tiempo de Teodosio, Cesáreo, magistrado de encumbrada jerarquía, fue en posta de Antioquía a Constantinopla. Salió de noche, llegó a Capadocia (a ciento sesenta y cinco millas de Antioquía) [265,5 km] la tarde siguiente, y llegó a Constantinopla el sexto día por la siesta. La distancia total era de setecientas veinticinco millas romanas, seiscientas sesenta y cinco inglesas [1070 km]. Véase Libanio, Orat. XXII, e Itineraria, pp. 572-581. <<

[179] Plinio, privado y ministro, pidió caballos de posta para su mujer, aunque con un motivo urgentísimo. Ep. X, 121-122. <<

[180] Bergier, Hist. des Grands Chemins, l. IV, c. 49. <<

[181] Plinio el Viejo, Nat. Hist. XIX, 1. <<

[182] No es improbable que griegos y fenicios introdujeran algunas nuevas artes y producciones en Marsella y Cádiz. <<

[183] Véase Homero, Odisea IX, 358. <<

[184] Plinio el Viejo, Hist. Nat, l. XIV. <<

[185] Estrabón, l. IV, p. 223. El intenso frío de las Galias era casi proverbial entre los antiguos. <<

[186] Al principio del siglo IV, el orador Eumenio (Panegyr. Vet. VIII, 6, ed. Delphin) habla de los viñedos en el territorio de Autun, muy desmejorados con el tiempo, y cuyo primer plantío se ignoraba completamente. El Pago Arabrigno —el distrito de Beaune según D’Anville— todavía es celebrado por la excelencia de sus majuelos en Borgoña. <<

[187] Plinio el Viejo, Nat. Hist., l. XV. <<

[188] Plinio el Viejo, Nat. Hist., l. XIX. <<

[189] Véase Harte, Essays on Agriculture, quien recogió cuanto antiguos y modernos han dicho sobre la alfalfa. <<

[190] Tácito, Germ., c. 45. Plinio el Viejo, Nat. Hist. XXXVII, 2. El último repara, con algún enojo, en que ni aun la moda había puesto en auge el uso del ámbar. Nerón envió a un caballero romano para comprar una gran partida en el mismo sitio donde se producía, en la costa de la Prusia moderna. <<

[191] Llamada Taprobana por los romanos, y Serendib por los árabes. Se descubrió en el reinado de Claudio y gradualmente llegó a ser el principal mercado de Oriente. <<

[192] Plinio el Viejo, Hist. Nat, l. VI; Estrabón, l. XVII. <<

[193] Hist. August., p. 224. La ropa de seda se consideraba un ornamento para la mujer, pero un deshonor para el hombre. <<

[194] Las dos mayores pesquerías de perlas eran las mismas de ahora, Ormuz y Cabo Comorín. En cuanto cabe comparar la geografía antigua con la moderna, Roma se surtía de diamantes de la mina de Jumelpur, en Bengala, descrita por Tavernier en Voyages, t. II, p. 281. <<

[195] Tácito, Annal. III, 52 (en una arenga de Tiberio). <<

[196] Plinio el Viejo, Nat. Hist. XII, 18. En otro lugar reduce a la mitad esta suma; Quingenties H. S. para la India, con exclusión de la Arabia. <<

[197] La proporción, que era de 1 a 10 y 12,5, ascendió a 14 2/5 en la cuota legal de Constantino. Véase Arbuthnot, Tables of Ancient Coins, c. 5. <<

[198] Entre muchos otros pasajes, véase Plinio el Viejo (Nat. Hist. III, 5), Arístides (Romæ Encomia) y Tertuliano (De Anima, c. 30). <<

[199] Herodes Ático dio al sofista Polemón más de ocho mil libras por tres declamaciones. Véase Filostrato, l. I, p. 558 [Vita Herodes, c. 7]. Los Antoninos fundaron en Atenas una escuela donde se costeaban con las expensas públicas catedráticos de gramática, retórica, estadística y las cuatro sectas de filosofía, para la enseñanza de los jóvenes. El salario de cada filósofo era de diez mil dracmas, entre trescientas y cuatrocientas libras al año. Otros establecimientos similares se crearon en la ciudades más populosas del Imperio. Véase Luciano, Eunuchus, t. II, p. 353, ed. Reitz. Filostrato, l. II, p. 566. Hist. August., p. 21. Dion Casio, l. LXXI, p. 1195. El mismo Juvenal, en una sátira avinagrada y rebosante de envidia, tiene que decir sin embargo:

—O Juvenes, circumspicit et agitat vos,

Materiamque sibi Ducis indulgentia quærit.

Sat. VII, 20. <<

[200] [Pseudo] Longino, De Sublimitate, c. 43, p. 229, ed. Toll. Aquí podemos decir también de Longino: «su propio ejemplo robustece sus reglas». En vez de proponer varonilmente sus opiniones, los va apuntando con suma cautela, los pone en boca de un amigo, y luego —por lo que podemos rastrear de un texto corrompido— hace gala de refutarlos. <<

[201] Orosio VI, 18. <<

[202] Julio César introdujo en el Senado soldados extranjeros y semibárbaros (Suetonio, Cœsar, c. 77 y 80); abuso que degeneró en mayor escándalo después de su muerte. <<

[203] Dion Casio, l. III [c. 42], p. 693. Suetonio, August., c. 55. <<

[204] Dion (l. III, p. 698) nos da una arenga prolija y rimbombante con este gran motivo. He ido sacando de Tácito y Suetonio el lenguaje general de Augusto. <<

[205] Imperator (de donde se deriva emperador) no significaba en la República más que caudillo, y la soldadesca lo concedía ufanamente cuando en el campo de batalla proclamaban a su victorioso líder digno de ese título. Cuando los emperadores romanos lo usaban en ese sentido, lo colocaban después de su nombre, e indicaban cuántas veces les había sido otorgado. <<

[206] Dion, l. LIII, p. 703 y ss. <<

[207] Tito Livio, epítome del l. XIV; Valerio Máximo VI, 3. <<

[208] Véase en el libro VIII de Tito Livio el comportamiento de Manlio Torcuato y Papirio Cursor. Violaron las leyes de la humanidad y la naturaleza, pero impusieron las de la disciplina militar, y el pueblo, abominando del hecho, tuvo que respetar el motivo. <<

[209] Pompeyo, con los votos descompasados pero voluntarios del pueblo, obtuvo un mando militar escasamente inferior al de Augusto. Entre las extraordinarias gestiones ejecutadas por aquél, podemos remarcar la fundación de veintinueve ciudades y el reparto de tres o cuatro millones de libras entre las tropas. La ratificación de sus actas encontró alguna oposición y demoras en el Senado. Véanse Plutarco, Apiano, Dion Casio, y Cicerón, Ad Atticum, l. I. <<

[210] Con la República tan sólo el general podía pedir el triunfo, tomando autorizadamente los auspicios en nombre del pueblo. Como una consecuencia puntual de aquel principio de religión y de política, el triunfo estaba reservado al emperador, y sus lugartenientes más aventajados tenían que contentarse con algunos distintivos que, bajo el nombre de honores triunfales, se inventaron a su favor. <<

[211] Cicerón (De Legibus III, 3) da al oficio consular el nombre de regia potestas; y Polibio (l. VI, c. 3) advierte tres potestades en la constitución romana. Los cónsules representaban y ejercían la monárquica. <<

[212] Como la potestad tribunicia (distinta del empleo anual) se inventó primero para el César (Dion, l. XLIV, p. 384), podemos concebir fácilmente que se le concedió como galardón por haber corroborado con las armas el derecho sagrado de los tribunos y del pueblo. Véanse sus comentarios (De Bello Civ., l. I). <<

[213] Augusto desempeñó nueve consulados anuales seguidos. Entonces rehusó arteramente esa magistratura, como también la dictadura, y se ausentó de Roma esperando que los fatales efectos del tumulto y las facciones forzaran al Senado a investirlo con el consulado permanente. Pero tanto Augusto como sus sucesores se esmeraron por encubrir un título tan odioso. <<

[214] Véase el fragmento de un decreto del Senado que concedía al emperador Vespasiano todas las potestades otorgadas a sus antecesores Augusto, Tiberio y Claudio. Ese curioso y trascendental monumento se publicó en las Inscripciones de Gruter (núm. CCXLII). <<

[215] Se nombraban dos cónsules en las calendas de enero, pero en el transcurso del año los iban sustituyendo otros, hasta llegar a no menos de doce el número anual. Los pretores solían ser dieciséis o dieciocho (Lipsio, Excursus D. ad Tácito Annal. I). No he nombrado los ediles y cuestores, empleados hacendistas y administrativos, que se adaptaban fácilmente a cualquier forma de gobierno. En tiempo de Nerón, los tribunos gozaban legalmente del derecho de mediación, aunque su ejercicio podía ser peligroso (Tácito Annal. XVI, 26). En tiempo de Trajano, se hacía dudoso si el de tribunado era un título o un empleo (Plinio el Joven, Ep. I, 23). <<

[216] Hasta los mismos tiranos ambicionaban el consulado. Los príncipes virtuosos eran moderados en su solicitud y en su desempeño. Trajano restableció el antiguo juramento, y lo prestó ante el tribunal del cónsul por la observancia de las leyes (Plinio el Joven, Panegyr., c. 64). <<

[217] «Quoties Magistratuum Comitiis interesset. Tribus cum candidatis suis circuibat: supplicabatque more solemni. Ferebat et ipse suffragium in tribubus, ut unus e populo.» Suetonio, August., c. 56. <<

[218] «Tum primum Comitia e campo ad patres translata sunt.» Tácito, Annal. I, 15. La voz primum parece aludir a ciertos intentos tenues y fracasados para devolverlos al pueblo. <<

[219] Dion Casio (l. LIII, pp. 703-714) ha dado un bosquejo parcial y desaliñado del sistema imperial. Para deslindarlo, y aun retocarlo, he cavilado con Tácito, desentrañado a Suetonio y acudido a los modernos siguientes: el abate de la Bléterie, en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XIX, XXI, XXIV, XXV, XXVII; Beaufort, La République Romaine, t. I, pp. 255-275; las disertaciones de Noodt y Gronovio, De Lege Regia, impresas en Leyden en el año 1731; Gravina, Imperio Romano, pp. 479-544 de sus opuscula; Maffei, Verona Illustrata, t. I, p. 245 y ss. <<

[220] Un príncipe endeble se gobierna siempre por sus sirvientes. El poderío de los esclavos agravó la deshonra de los romanos; y el Senado estaba galanteando a Palas y Narciso. Por casualidad sucede que algún privado moderno sea caballero. <<

[221] Véase el tratado de Vandale, De Consecratione Principum. Hubiera sido para mí más fácil trasladar, de lo que me ha sido comprobar, las citas del erudito holandés. <<

[222] Véase una disertación del abate Mongault, en el primer tomo de Mém. de l’Acad. des Inscriptions. <<

[223] «Iurandasque tuum per nomen ponimus aras», dice Horacio al mismo emperador, y Horacio estaba bien enterado de la corte de Augusto. <<

[224] Véase Cicerón, Philippic. I, 6; Juliano, Cæsars, «Inque Deum templis jurabit Roma per umbras» es la expresión airada de Lucano, pero es una ira más patriótica que religiosa. <<

[225] Dion Casio, l. LIII, p. 710, con las curiosas anotaciones de Reimar. <<

[226] «Al adelantarse Octaviano al banquete de los Césares, se le mudó el color como al camaleón; primero pálido, luego encarnado, y después renegrido, por fin se revistió con el afable traje de Venus y las gracias» (Cœsar., p. 309). Esta imagen empleada por Juliano en su ficción ingeniosa es adecuada y elegante; pero cuando considera este cambio de carácter como real y lo atribuye al poder de la filosofía, honra de sobra a la filosofía y a Octaviano. <<

[227] Dos siglos después del establecimiento de la monarquía, el emperador Marco Antonino ensalza el carácter de Bruto como un modelo perfecto de la virtud romana. <<

[228] Es lamentable la pérdida de la parte en que Tácito trata este acontecimiento. Estamos obligados a contentarnos con los rumores populares de Josefo y con las escasas alusiones de Dion y Suetonio. <<

[229] Augusto restableció la antigua severidad de la disciplina. Tras las guerras civiles, desechó el nombre halagüeño de camaradas, llamándolos únicamente soldados (Suetonio, August., c. 25). Véase cómo se valió Tiberio del Senado en el levantamiento de las legiones panónicas (Tácito, Annal. I [25]). <<

[230] Estas palabras parecen haber sido el lenguaje constitucional. Véase Tácito, Annal. XIII, 4. <<

[231] El primero fue Camilo Escriboniano, quien se armó en Dalmacia contra Claudio y quedó desamparado de sus tropas a los cinco días. El segundo, L. Antonino, en Germania, quien se rebeló contra Domiciano; y el tercero, Avidio Casio, en el reinado de M. Antonino. Los dos últimos reinaron tan sólo algunos meses, y sus propios secuaces los quitaron de en medio. Podemos observar que Camilo y Casio cohonestaban su ambición con el intento de restablecer la República; tarea, decía Casio, reservada particularmente a su nombre y alcurnia. <<

[232] Veleyo Patérculo, l. II, c. 121. Suetonio, Tiber., c. 20. <<

[233] Suetonio, en Tit., c. 6; Plinio el Viejo, Nat. Hist. Præfat. <<

[234] Tácito promueve firmemente esta idea con frecuencia. Véase Hist I, 5 y 16; II, 76. <<

[235] El emperador Vespasiano, con su acostumbrado tino, se reía de los genealogistas que lo entroncaban con Flavio, fundador de Reate (su patria), y uno de los compañeros de Hércules. Suetonio, Vesp., c. 12. <<

[236] Dion, l. LXIII, p. 1121. Plinio el Joven, Panegyr. <<

[237] «Felicior Augusto, melior Trajano.» Eutropio VIII, 5. <<

[238] Dion (l. LXIX, p. 1249) afirma que todo había sido farsa. Al amparo de su padre, que era gobernador de la provincia donde falleció Trajano, tuvo buenas oportunidades para urdir esta misteriosa transacción. Sin embargo, Dodwell (Prælect. Cambden. XVII) sostiene que, en vida de Trajano, Adriano tuvo esperanzas ciertas de acceder al Imperio. <<

[239] Dion (l. LXX, p. 1171.). Aurelio Víctor. <<

[240] El endiosamiento de Antínoo, sus medallas, estatuas, templos, oráculos, su ciudad y su constelación son bien conocidos, y todavía deshonran la memoria de Adriano. Pero hay que remarcar que, de los primeros quince emperadores, Claudio fue el único cuyas tendencias amorosas eran enteramente correctas. En cuanto a los honores de Antínoo, véase Spanheim, Les Césars de Julien, «Commentaire», p. 80. <<

[241] Hist. August., p. 13; [Pseudo] Aurelio Víctor, Epitome. <<

[242] Ignoraríamos un hecho tan honorífico para la memoria de Pío, sin el auxilio de medallas e inscripciones. <<

[243] En los veintitrés años del reinado de Pío, Marco estuvo ausente del palacio tan sólo dos noches, y éstas, en tiempos diferentes. Hist. August., p. 25. <<

[244] Era muy aficionado al teatro y propenso al atractivo del otro sexo. Marco Antonino I, 16. Hist. August., pp. 20, 21. Juliano, Cœsar. <<

[245] Los enemigos de Marco lo acusaban de hipocresía y de carecer de aquella sencillez que distinguía a Pío y aun a Vero (Hist. August. 6, 34). Esta sospecha, aunque infundada, demuestra que los méritos personales merecen mayor aprecio que las virtudes sociales. Hasta Marco Antonino fue llamado hipócrita; pero ni el más salvaje escepticismo insinuó nunca que César pudiese ser un cobarde o Cicerón un necio. El ingenio y el valor son atributos más patentes que la humanidad y el amor a la justicia. <<

[246] Tácito caracterizó en pocas palabras los principios del pórtico: «Doctores sapientiæ secutus est, qui sola bona quæ honesta, mala tantum quæ turpia; potentiam, nobilitatem, cæteraque extra animum, neque bonis neque malis adnumerant». Tácito, Hist. IV, 5. <<

[247] Antes de salir para la segunda expedición contra los germanos, estuvo por tres días dando lecciones de filosofía al pueblo romano. Ya había hecho otro tanto por las ciudades de Asia y Grecia. Hist. August. Cassius, c. 3. <<

[248] Dion, l. LXXI, p. 1190. Hist. August. Cassius [c. 8]. <<

[249] Hist. August. M. Antoninus Philosophus, c. 18. <<

[250] Vitelio derrochó, sólo en su gula, seis millones de nuestra moneda en siete meses. No es fácil expresar sus vicios con dignidad, ni aun con decoro. Tácito, con justicia, lo llama cerdo, pero sustituyendo una palabra vulgar por una fina imagen: «At Vitellius, umbraculis hortorum abditus, ut ignava animalia, quibus si cibum suggeras jacent torpentque, præterita, instantia, futura, pari oblivione dimiserat. Atque illum nemore Arcino desidem et marcentem, etc.». Tácito, Hist. III, 36; II, 95. Suetonio, Vitell., c. 13. Dion, l. LXV, p. 1062. <<

[251] La ejecución de Helvidio Prisco y de la virtuosa Eponina deshonró el reinado de Vespasiano. <<

[252] Voyage du Chevalier Chardin en Perse et aux Indes Orientales, t. III, p. 293. <<

[253] La práctica de elevar esclavos a los grandes cargos de Estado es todavía más común entre los turcos que entre los persas. Los miserables países de Georgia y Circasia proveen gobernantes a la mayor parte del Oriente. <<

[254] Chardin cuenta que los viajeros europeos han difundido entre los persas algunas ideas sobre la libertad y blandura de nuestros gobiernos. Han hecho un muy mal ministerio. <<

[255] Alegaron el ejemplo de Escipión y Catón (Tácito, Annal. III, 66). Marcelo Eprio y Crispo Vibio habían adquirido dos millones quinientas mil libras con Nerón. Su opulencia, que agravaba sus maldades, los protegió con Vespasiano. Véase Tácito, Hist. IV, 43, y Dialogus de Orator., c. 8. Por una acusación, Régulo, justo objeto de la sátira de Plinio, recibió del Senado los blasones consulares y un regalo de sesenta mil libras. <<

[256] El delito de majestad era antiguamente un atentado de traición contra el pueblo romano. Augusto y Tiberio, como tribunos del pueblo, lo aplicaron a sí mismos y lo extendieron infinitamente. <<

[257] Después de ejecutar a la virtuosa e infortunada viuda de Germánico, el Senado agradeció a Tiberio su clemencia. No había sido ahorcada públicamente, ni se la arrastró con el cuerpo pintado a las Gemonias, donde eran expuestos los malhechores comunes. Véase Tácito, Annal. VI, 25; Suetonio, Tiber., c. 53. <<

[258] Serifo era una pequeña isla rocosa del mar Egeo, cuyos moradores eran despreciados por su ignorancia y arrinconamiento. El lugar del destierro de Ovidio es bien conocido por sus fundados pero pusilánimes lamentos. Parece que tan sólo recibió orden de salir de Roma en cierto plazo para trasladarse a Tomi. Guardias y carceleros eran innecesarios. <<

[259] Bajo Tiberio, un caballero romano intentó huir con los partos. Fue detenido en los estrechos de Sicilia, pero el caso parecía tan poco peligroso, que el tirano más aprensivo se desentendió de castigarlo. Tácit., Annal. VI, 14. <<

[260] Cicerón, Ad Familiares IV, 7. <<

[261] Véanse las quejas de Avidio Casio, Hist. August. p. 45. Son, es cierto, quejas de una facción, pero aun así exagera, más que inventar. <<

[262] Hist. August. p. 34. <<

[263] Dion Casio, l. LXXI [c. 31], p. 1195. Hist. August. p. 33. Spanheim, Les Césars de Julien, «Commentaire», p. 289. El endiosamiento de Faustina es el único defecto que la crítica de Juliano puede descubrir en la excelencia de Marco. <<

[264] Cómodo fue el primer porphyrogenetus (nacido durante el reinando de su padre). Las medallas egipcias, como un nuevo modo de adulación, fechan por los años de su vida, como si fuesen idénticos a los de su reinado. Tillemont, Hist. des Empereurs, t. II, p. 752. <<

[265] Hist. August. p. 46. <<

[266] Dion Casio, l. LXXII, p. 1203. <<

[267] Según Tertuliano (Apologet., c. 25), falleció en Sirmio. Pero la situación en Vindebona, o Viena, donde ambos Víctores ubican su muerte, se adapta mejor a las operaciones de guerra contra los marcomanos y cuados. <<

[268] Herodiano, l. I, p. 12. <<

[269] Herodiano, l. I, p. 16. <<

[270] Wotton describe acertadamente, por medallas e historiadores, este regocijo universal. Hist. of Rome, pp. 192-193. <<

[271] Manilio, secretario íntimo de Avidio Casio, fue descubierto tras años de estar oculto. El emperador alivió noblemente la ansiedad pública, rehusándose a verlo y quemando sus papeles sin abrirlos. Dion Casio, l. LXXII, p. 1200. <<

[272] Véase Maffei, Degli Amphitheatri, p. 126. <<

[273] Dion, l. LXXII, p. 1205. Herodiano, l. I, p. 16. Hist. August., p. 46. <<

[274] Casaubon, en una nota sobre la Hist. August. (p. 96), recogió varias particularidades sobre estos famosos hermanos. <<

[275] Dion, l. LXXII, p. 1210. Herodiano, l. I, p. 22. Hist. August., p. 48. Dion da una personalidad menos odiosa de Perenne que los demás historiadores. Su moderación es casi una garantía de su veracidad. <<

[276] Durante la segunda guerra púnica, los romanos trajeron del Asia el culto de la madre de los dioses. Su festividad, Megalesia, empezaba el 4 de abril y duraba seis días. Las calles se abarrotaban de procesiones frenéticas, los teatros de espectadores, las mesas públicas de huéspedes arbitrarios. El orden se suspendía y el placer era el único asunto serio de la ciudad. Véase Ovidio, Fasti I, 4, 189 y ss. <<

[277] Herodiano l. I, pp. 23 y 28. <<

[278] Cicerón Pro Flacco, c. 27. <<

[279] Uno de estos ascensos carísimos motivó un chiste muy válido: que habían desterrado a Julio Solón al Senado. <<

[280] Dion (l. LXXII, p. 1213) dice que ningún liberto había atesorado tanto como Cleandro. La fortuna de Palas, sin embargo, ascendía a más de quinientas veinte mil libras: Ter millies. <<

[281] Dion, l. LXXII, p. 1213. Herodiano l. I, p. 29. Hist. August., p. 52. Estos baños estaban junto a la Porta Capena. Véase Nardini, Roma Vetus, p. 79. <<

[282] Hist. August., p. 48. <<

[283] Herodiano l. I, p. 28. Dion, l. LXXII, p. 1215. El último dice que dos mil personas morían en Roma por día durante un considerable período de tiempo. <<

[284] «Tuncque primum tres præfecti prætorio fuere: inter quos libertinus.» Por ciertos rastros de modestia, Cleandro se desentendió del título, mientras asumía los poderes de prefecto del pretorio. Así como los demás libertos se iban nombrando según sus respectivos ramos, a rationibus, ab epistolis; Cleandro se titulaba a pugione, como encargado del resguardo de su amo. Salmasio y Casaubon parecen haber hablado a sus anchas sobre este pasaje. <<

[285] Οἰ της πóλεως πέζΟι στρατῶτατ. Herodiano l. I, p. 31. Es dudoso si se refiere a la infantería pretoriana o a las cohortes urbanas, un cuerpo de seis mil hombres, pero cuya jerarquía y disciplina desmerecían mucho su número. Ni Tillemont ni Wotton tienen a bien decidir sobre este punto. <<

[286] Dion Casio, l. LXXII, p. 1215. Herodiano l. I, p. 32. Hist. August., p. 48. <<

[287] «Sororibus suis constupratis. Ipsas concubinas suas sub oculis suis stuprari jubebat. Nec irruentium in se juvenum carebat infamia, omni parte corporis atque ore in sexum utrumque pollutus.» Hist. August., p. 47. <<

[288] Una vez hambreados, los leones africanos se arrojaban a las aldeas abiertas y campiñas cultivadas, y lo asolaban todo a su gusto; pues este animal real se reservaba para el recreo del emperador y de la capital, y el campesino desventurado que mataba a alguno, aun en defensa propia, incurría en un delito gravísimo. Honorio reformó esta ley de montería y luego la abolió Justiniano. Codex Theodos., t. V, p. 92, y comentario de Godofredo. <<

[289] Spanheim De Usu Numismat., dissert. XII, t. II, p. 493. <<

[290] Dion, l. LXXII, p. 1216. Hist. August., p. 49. <<

[291] El cuello del avestruz tiene tres pies de largo (91,5 cm) y consta de diecisiete vértebras. Véase Buffon, Hist. Naturelle. <<

[292] Cómodo mató un camelopardalis o jirafa (Dion, l. LXXII, p. 1211), el más alto, manso y útil de los grandes cuadrúpedos. Este particular animal, natural únicamente del interior de África, no se ha visto en Europa desde el renacimiento de las letras, y sin embargo Buffon (Hist. Naturelle, t. XIII) se esforzó por describir —no se atrevió a delinear— la jirafa. <<

[293] Herodiano l. I, p. 37. Hist August., p. 50. <<

[294] Los príncipes virtuosos y sabios prohibieron a los senadores y caballeros tomar parte en esta escandalosa profesión bajo pena de infamia o, lo que era más atemorizante para esa canalla libertina, de destierro. Los tiranos intentaron deshonrarlos con amenazas y recompensas. Nerón obligó a cuarenta senadores y sesenta caballeros a presentarse en la arena. Véase Lipsio, Saturnalia, l. II, c. 2. Afortunadamente, ha rectificado un pasaje de Suetonio en Nero, c. 12. <<

[295] Lipsio, l. II, c. 7-8. Juvenal, en su sátira octava, da una pintoresca descripción de este combate. <<

[296] Hist. August., p. 50. Dion, l. LXXII, p. 1220. Recibía cada vez, decies, cerca de ocho mil libras esterlinas. <<

[297] Víctor nos dice que Cómodo tan sólo consentía a sus contrincantes un arma de plomo, temeroso, probablemente, de algún arranque desesperado. <<

[298] Estaban obligados a repetir seiscientas veintiséis veces: «Paulo, el primero de los secutores», etcétera. <<

[299] Dion (l. LXXII, p. 1221) habla de su propia vileza y peligro. <<

[300] Mezclaba, sin embargo, alguna prudencia con su coraje, y pasaba la mayor parte de su tiempo en su retiro del campo, alegando ancianidad y dolencia de ojos. «Nunca lo vi en el Senado», dice Dion, «excepto en el cortísimo reinado de Pértinax». Sus dolencias lo abandonaron repentinamente, y volvieron tan pronto como fue asesinado aquel excelente príncipe. Dion, l. LXXII, p. 1227. <<

[301] Cambiaba de prefectos casi por días y aun por horas, y los caprichos de Cómodo eran habitualmente fatales para sus más íntimos camareros. Hist. August., pp. 46-51. <<

[302] Dion, l. LXXII, p. 1222. Herodiano l. I, p. 43. Hist August., p 52. <<

[303] Pértinax era natural de Alba Pompeya, en Piamonte, e hijo de un mercader de maderas. El orden de sus funciones (especificado en Capitolino) merece consignarse, como una expresión del sistema de gobierno y las costumbres del siglo. 1° Fue centurión. 2° Prefecto de una cohorte en Siria, en la guerra contra los partos y en Britania. 3° Obtuvo un ala, o escuadrón de caballería, en Mesia. 4° Fue comisario de abastos en la carretera Emilia. 5° Comandó una escuadrilla en el Rin. 6° Fue procurador en Dacia, con un sueldo de unas mil seiscientas libras al año. 7° Comandó a los veteranos de una legión. 8° Ascendió al rango de senador. 9° Al de pretor. 10° Estuvo al mando de la primera legión de Recia y Nórica. 11° Fue cónsul por el año 175. 12° Acompañó a Marco al Oriente. 13° Comandó un ejército en el Danubio. 14° Fue legado consular en Mesia. 15° En Dacia. 16° En Siria. 17° En Britania. 18° Estuvo al cuidado de las provisiones públicas en Roma. 19° Fue procónsul en África. 20° Prefecto de la ciudad.

Herodiano (l. I, p. 48) hace justicia a su desinterés; pero Capitolino, que recolectó todos los rumores populares, lo culpa de tener una gran fortuna adquirida mediante soborno y corrupción. <<

[304] Juliano, en Cæsars, lo acusa de ser cómplice en la muerte de Cómodo. <<

[305] Capitolino nos refiere las particularidades de estos votos alborotados, movidos por un senador, y repetidos, o más bien coreados, por el cuerpo entero. Hist. August., p. 52. <<

[306] El Senado condenó a Nerón a muerte more majorum. Suetonio, c. 49. <<

[307] Dion (l. LXXIII, p. 1223) habla de estos agasajos como senador que solía cenar con el emperador; Capitolino (Hist. August., p. 58), como esclavo que había recibido la información de uno de los marmitones. <<

[308] Decies. La economía irreprensible de Pío dejó a los sucesores un tesoro de vicies septies millies, más de doscientos veinte millones de libras. Dion, l. LXXIII, p. 1231. <<

[309] Además del intento de reducir a moneda aquellos ornamentos inservibles, Dion (l. LXXIII, p. 1229) atribuye a Pértinax dos motivos secretos: quería exponer los vicios de Cómodo, y descubrir en los compradores a aquellos que más se le parecían. <<

[310] Aunque Capitolino ha recogido varias mentiras ociosas acerca de la vida privada de Pértinax, acompaña a Dion y a Herodiano en cuanto a admirar su conducta pública. <<

[311] «Leges, rem surdam, inexorabilem esse». Tito Livio II, 3. <<

[312] Si damos crédito a Capitolino (lo que se hace más bien difícil), Falcon se comportó con la petulancia más indecente hacia Pértinax en el día de su advenimiento. El sensato emperador sólo lo amonestó por su juventud e inexperiencia. Hist. August., p. 55. <<

[313] El actual obispado de Lieja. Probablemente, el soldado pertenecía a la guardia montada bátava, que se reclutaba mayormente en el ducado de Güeldres y sus cercanías, y cuyos hombres se destacaban por su valor y por la maestría en cruzar con sus caballos los ríos más rápidos y caudalosos. Tácito, Hist., IV, 12. Dion, l. LV, p. 797. Lipsio, De Magnitudine Romana, l. I, c. 4. <<

[314] Dion, l. LXXIII, p. 1232. Herodiano, l. II, p. 60. Hist. August., p. 58. [Pseudo] Aurelio Víctor, Epitome y De Cæsars, Eutropio VIII, 16. <<

[315] En su origen eran entre nueve mil y diez mil hombres (Tácito y Dion Casio no están de acuerdo sobre el particular), divididos en otras tantas cohortes. Vitelio los aumentó hasta dieciséis mil y, por lo que se puede rastrear en las inscripciones, poco habría de variar después ese número. Véase Lipsio, De Magnitudine Romana, l. I, c. 4. <<

[316] Suetonio, August., c. 49. <<

[317] Tácito, Annal. IV, 2. Suetonio, Tiber., c. 37. Dion Casio, l. LVII, p. 867. <<

[318] En la guerra civil entre Vitelio y Vespasiano, atacaron y defendieron el campamento pretoriano con toda la maquinaria empleada en el sitio de las mayores fortalezas. Tácito, Hist. III, 84. <<

[319] Junto a los muros de la ciudad, sobre la extensa cima de los cerros Quirinal y Viminal. Véase Nardini, Roma Vetus, p. 174. Donato, Roma Vetus ac Recens, p. 46. <<

[320] Claudio, que fue encumbrado emperador por los soldados, fue el primer repartidor de donativos: dio quina dena, 120 libras (Sueton., Claud., c. 10.): cuando Marco y su compañero Lucio Vero tomaron pacíficamente el solio, dieron vicena, 160 libras, a cada guardia (Hist. August., p. 25. Dion Casio, l. LXXIII, p. 1231). Calculamos aquellos importes por la queja de Adriano, sobre que el ascenso de un César le había costado ter millies, 2,5 millones de libras. <<

[321] Cicerón, De Legibus III, 3. El primer libro de Tito Livio y el segundo de Dionisio de Halicarnaso confirman la autoridad del pueblo, aun en la elección de reyes. <<

[322] Eran originariamente reclutados en el Lacio, la Etruria y las colonias antiguas (Tácito, Annal. IV, 5). El emperador Otón halagaba su vanagloria con los dictados lisonjeros de Italiæ Alumni, Romana vere iuventus. Tácito, Hist. I, 84. <<

[323] En el sitio de Roma por los galos. Véase Tito Livio V, 48. Plutarco, Camill., p. 143. <<

[324] Dion Casio, l. LXXXIII, p. 1234. Herodiano, l. II, p. 63. Hist. August., p. 60. Aunque los tres historiadores están de acuerdo en que fue realmente una subasta, sólo Herodiano afirma que fue pregonada como tal por la soldadesca. <<

[325] Esparciano [en Hist. August.] compatibiliza las partes más odiosas del carácter y el encumbramiento de Juliano. <<

[326] Dion Casio, pretor en esa época, había sido enemigo personal de Juliano; l. LXXIII, p. 1235. <<

[327] Hist. August., p. 61. Nos enteramos con esto de una curiosa particularidad, y es que todo emperador nuevo, más allá de su nacimiento, inmediatamente era incorporado a las familias patricias. <<

[328] Dion Casio, l. LXXIII, p. 1235. Hist. August., p. 61. He ido combinando, en un relato consistente, las contradicciones aparentes de ambos escritores. <<

[329] Dion Casio, l. LXXIII, p. 1235. <<

[330] La familia Postumia y la Cejoniana; la primera fue promovida al consulado a los cinco años de aquella institución. <<

[331] Esparciano, en sus indigestas colecciones, mezcla todos los vicios y virtudes que caben en el pecho humano, y los va aplicando al mismo objeto. Y así suelen aparecer los retratos en la Hist. August. <<

[332] Hist. August., pp. 80 y 84. <<

[333] Pértinax, que había gobernado pocos años antes la Britania, había sido dejado por muerto en un levantamiento de la soldadesca. Hist. August., p. 54. Sin embargo, lo amaban y se condolían de él; admirantibus eam virtutem cui irascebantur. <<

[334] Suetonio, Galba, c. 10. <<

[335] Hist. August., p. 76. <<

[336] Herodiano, l. II, p. 68. La crónica de Juan Malala, de Antioquía, manifiesta el extremado apego de sus coterráneos a aquellas festividades, que halagaban tanto su innata superstición como su hedonismo. <<

[337] La Hist. August. menciona a un rey de Tebas en Egipto como aliado y amigo personal de Níger. Si Esparciano, como sospecho, no se equivoca, ha sacado a la luz una dinastía de príncipes tributarios absolutamente desconocida en la historia. <<

[338] Dion Casio, l. LXXIII, p. 1238. Herodiano, l. II, p. 67. Un verso que en aquella época sonaba de boca en boca parece encerrar el concepto general de los tres competidores: «Optimus est Niger, bonus Afer, pessimus Albus». Hist. August., p. 75. <<

[339] Herodiano, l. II, p. 71. <<

[340] Véase la razón de aquella guerra memorable en Veleyo Patérculo (l. II, c. 110 y ss.), que estuvo sirviendo en el ejército de Tiberio. <<

[341] Tal es la reflexión de Herodiano, l. II, p. 74. ¿Confesarán los austríacos modernos aquel influjo? <<

[342] En la carta ya mencionada a Albino, Cómodo acusa a Severo de ser uno de los generales ambiciosos que censuraban su conducta y ansiaban desbancarlo. Hist. August., p. 80. <<

[343] La Panonia era demasiado pobre para afrontar semejante suma. Probablemente se prometiera en los reales para satisfacerla en Roma tras la victoria. En cuanto a la cantidad, me atengo a la conjetura de Casaubon. Véase Hist. August., p. 66, y el comentario, p. 115. <<

[344] Herodiano, l. II, p. 78. Declararon emperador a Severo en las orillas del Danubio, en Carnunto, según Esparciano (Hist. August., p. 65), o en Sabaria, según Víctor. Como Hume suponía que el nacimiento y la dignidad de Severo eran demasiado inferiores para la corona imperial, y que marchó para Italia meramente como general, no tomó en cuenta este hecho con su esmero acostumbrado (Essay on the Original Contract). <<

[345] Veleyo Patérculo, l. II, c. 3. Hay que contar el principio de la marcha desde la frontera más cercana de Panonia, y extender la perspectiva de la ciudad hasta más de doscientas millas. <<

[346] No se trata de una figura de retórica, sino que se alude a un hecho efectivo, expresado en Dion Casio, l. LXXI, p. 1181. Se repetiría algunas veces. <<

[347] Dion Casio, l. LXXIII, p. 1233. Herodiano, l. II, p. 81. Se comprueba ante todo la maestría militar de los romanos, por haber superado el primer pavor y luego haber desdeñado el uso de los elefantes en la guerra. <<

[348] Hist. August., pp. 62-63. <<

[349] Víctor y Eutropio (VIII, 17) mencionan una refriega junto al puente Milvio (el Ponte Molle), que no asoma por autores más antiguos y certeros. <<

[350] Dion Casio, l. LXXIII, p. 1240. Herodiano, l. II, p. 83. Hist. August., p. 63. <<

[351] Hay que restar dieciséis días de los sesenta y seis, por cuanto mataron a Pértinax el 28 de marzo, y Severo muy probablemente haya sido elegido el 13 de abril (véase Hist. August., p. 65, y Tillemont, Hist. des Empereurs, t. III, p. 395, n. 7). No pueden concederse menos de diez días para que un gran ejército se ponga en movimiento. Quedan así cuarenta días para la rápida marcha, y, como se calculan alrededor de ochocientas millas desde Roma hasta las cercanías de Viena, el ejército de Severo marchó veinte millas por día, sin mediar alto ni suspensión alguna. <<

[352] Dion Casio, l. LXXIV, p. 1241. Herodiano, l. II, p. 84. <<

[353] Dion Casio (l. LXXIV, p. 1244), quien asistió como senador a la función, ofrece una pomposa descripción de ella. <<

[354] Herodiano, l. III [c. 7], p. 112. <<

[355] Sin que fuese positivamente la intención de Lucano el exaltar la persona de César, la idea que da de aquel héroe, en el libro décimo de Pharsalia, al describirlo al mismo tiempo galanteando a Cleopatra, sosteniendo un sitio contra el poderío de Egipto y conversando con los sabios del país, es en realidad un esclarecido panegírico. <<

[356] Contando desde su elección el 13 de abril de 193 hasta la muerte de Albino el 19 de febrero de 197. Cronología de Tillemont. <<

[357] Herodiano, l. II [c. 13], p. 85. <<

[358] Enfermó gravemente Severo, y se divulgó raudamente que se proponía nombrar a Níger y a Albino como sus sucesores. Como no cabía mostrarse sincero con ambos, sí podía no serlo con ninguno. Sin embargo, Severo extremó su hipocresía hasta el punto de expresar que tal era su voluntad en las memorias de su propia vida. <<

[359] Hist. August., p. 65. <<

[360] Esta práctica, inventada por Cómodo, resultó de sumo provecho para Severo, pues halló en Roma la prole de los allegados principales de sus competidores, y se valió de ella para amedrentar o atraer a los padres. <<

[361] Herodiano, l. III, p. 96. Hist. August., pp. 67-68. <<

[362] Hist. August., p. 84. Esparciano incluye completa esta carta tan curiosa. <<

[363] Consúltese el libro tercero de Herodiano, y el sexagésimo cuarto de Dion Casio. <<

[364] Dion Casio, l. LXXV, p. 1260. <<

[365] Dion Casio, l. LXXV [c. 6], p. 1261. Herodiano, l. III, p. 110. Hist. August., p. 68. La batalla se desarrolló en los llanos de Trevoux, a tres o cuatro leguas de Lyon. Véase Tillemont, Hist. des Empereurs, t. III, p. 406, n. 18. <<

[366] Montesquieu, Considérations sur la Grandeur et la Décadence des Romains, c. XII. <<

[367] La mayoría, se supone, eran barquillos sin cubierta; pero había galeras de una, de dos e, incluso, de tres hileras de remos. <<

[368] Prisco era el nombre del maquinista. Salvó su vida gracias a su maestría, y quedó alistado al servicio del vencedor. En cuanto a las particularidades del sitio, consúltese Dion Casio (l. LXXV [c. 10], p. 1251), y Herodiano (l. III [c. 6], p. 95); en cuanto a su desempeño, acúdase a las cavilaciones del caballero de Folard. Véase su Histoire de Polybe, t. 1, p. 76. <<

[369] A pesar de la autoridad de Esparciano y de algunos griegos modernos, consta por Dion Casio y por Herodiano que Bizancio yacía en ruinas varios años después de la muerte de Severo. <<

[370] Dion Casio, l. LXXIV, p. 1250. <<

[371] Dion Casio (l. LXXV, p. 1264.) tan sólo menciona veintinueve senadores; pero la Hist. August. (p. 69) habla de cuarenta y uno, entre los cuales hay seis llamados Pescenios. Herodiano (l. III, p. 115) habla en general de las crueldades de Severo. <<

[372] Aurelio Víctor. <<

[373] Dion Casio, l. LXXVI, p. 1272. Hist. August., p. 67[Esparciano, Severus, c. 8]. Celebró Severo los juegos seculares con sumo boato, y dejó en los graneros públicos abastos de trigo para siete años, a razón de setenta y cinco mil modios, o cerca de dos mil quinientos cuartos al día. Estoy seguro de que los depósitos de Severo serían para largo tiempo, pero también creo que la política, por una parte, y la admiración, por otra, magnificaron las cantidades de las provisiones. [Hist. August., p. 73: Esparciano, Severus, c. 23]. <<

[374] Véase el tratado de Spanheim sobre medallas antiguas [De Usu Numismat.], las inscripciones y nuestros instruidos viajeros Spon, Wheeler, Shaw, Pocock, etc., que hallaron en África, Grecia y Asia más monumentos de Severo que de ningún otro emperador romano. <<

[375] Llegó con sus armas victoriosas a Seleucia y Ctesifonte, capitales de la monarquía pártica. Ya tendré ocasión de relatar esta guerra en su momento propicio. <<

[376] Etiam in Britannis, fue su expresión acertada y enfática. Hist. August., p. 72 [Esparciano, Sever., c. 23]. <<

[377] Herodiano, l. III, p. 115. Hist. August., p. 68. <<

[378] Sobre el desenfreno y las regalías de los soldados, puede verse la sátira XVI, equivocadamente atribuida a Juvenal; su estilo y sus particularidades me inclinan a opinar que se compuso bajo el reinado de Severo, o el de su hijo. <<

[379] Hist. August., p. 75. <<

[380] Herodiano, l. III, p. 131. <<

[381] Dion Casio, l. LXXIV, p. 1243. <<

[382] Una de sus demostraciones más antojadizas de poder fue la de castrar a cien romanos libres, algunos casados y aun padres de familia, únicamente para que la hija, en su desposorio con el nuevo emperador, tuviese un acompañamiento de eunucos digno de una reina oriental. Dion Casio, l. LXXVI, p. 1271. <<

[383] Dion Casio, l. LXXVI, p. 1274. Herodiano, l. III, pp. 122 y 129. El gramático de Alejandría se ve, como suele suceder, más enterado de aquella negociación encubierta, y más seguro de la culpa de Plauciano, de lo que el senador romano se atreve a manifestar. <<

[384] Apiano Prom. [c. 6]. <<

[385] Parece que Dion Casio se puso a escribir con el intento muy estudiado de ir ajustando estas opiniones a su sistema histórico. En cambio, las Pandectas demuestran cómo los letrados trabajaron en la causa de la prerrogativa regia. <<

[386] Hist. August., p. 71 [Esparciano, Sever., c. 18]: «Omnia fui, et nihil expedit». <<

[387] Dion Casio, l. LXXVI [c. 163], p. 1284. <<

[388] Por el año 186, Tillemont se atasca lastimosamente con un pasaje de Dion Casio, en que la emperatriz Faustina, que había muerto en 175, aparece cooperando en el casamiento de Severo con Julia (l. LXXIV, p. 1243). Olvidó el erudito recopilador que Dion Casio no está refiriendo un hecho efectivo, sino un sueño de Severo, y no hay quien ciña los sueños a tiempo ni espacio. ¿Se figuró acaso Tillemont que en Roma se consumaban los casamientos en el templo de Venus? Hist. des Empereurs, t. III, p. 389, n. 6. <<

[389] Hist. August., p. 65. [Esparciano, Sever., c. 3] <<

[390] Hist. August. [Esparciano, Caracalla, c. 10], p. 85. <<

[391] Dion Casio, l. LXXVII [c. 18], pp. 1304 y 1314. <<

[392] Véase una disertación de Ménage, al fin de su edición de Diógenes Laercio, «Mulierum philosopharum historia». <<

[393] Dion Casio, l. LXXVI [c. 16], p. 1285. Aurelio Víctor [De Cœsar. XX, 23]. <<

[394] Su primer nombre fue Basiano, como había sido el de su abuelo materno. Asumió el apellido Antonino durante su reinado, como lo usan los letrados y los historiadores antiguos. Luego de su muerte, la ira pública le fue adjudicando los apodos de Taranto y Caracalla. El primero, sacado de un gladiador famoso, y el segundo, por un ropaje galo que anduvo repartiendo al pueblo de Roma. <<

[395] El esmerado Tillemont determina el encumbramiento de Caracalla para el año 198, y la asociación de Geta para el año 208. <<

[396] Herodiano, l. III, p. 130. Las vidas de Caracalla y Geta en la Hist. August. <<

[397] Dion Casio, l. LXXVI, p. 1280 y ss. Herodiano, l. III, p. 132 y ss. <<

[398] Ossian, Poems, t. 1, p. 175. <<

[399] Que el Caricul de Ossian es el Caracalla de la historia romana, es quizá lo único de la antigüedad bretona en que Macpherson y Whitaker están de acuerdo, y este punto adolece de sus dificultades. En la guerra caledónica, se conocía al hijo de Severo tan sólo por el nombre de Antonino, y es harto extraño que el bardo escocés lo retrate bajo un apodo inventado cuatro años después, y sólo usado por los romanos después de la muerte de aquel emperador, y empleado raramente por los historiadores más antiguos. Véase Dion Casio, l. LXXVII, p. 1317. Hist. August., p. 89. Aurelio Víctor. Eusebio, Chron. An. CCXIV. <<

[400] Dion Casio, l. LXXVI, p. 1282. Hist. August., p. 71. Aurelio Víctor. <<

[401] Dion Casio, l. LXXVI, p. 1283. Hist. August., p. 89. <<

[402] Dion Casio, l. LXXVI, p. 1284. Herodiano, l. III, p. 135. <<

[403] Hume se extraña, con razón, de un pasaje de Herodiano (l. IV, p. 139) que con este motivo iguala en extensión el palacio imperial a todo lo restante de Roma. El monte Palatino, donde estaba situado, estaba ocupando, cuando más, una circunferencia de once a doce mil pies («Notitia» y «Victor», en Nardini, Roma Vetus); pero se debe tener presente que los senadores opulentos tenían como cercada la ciudad con sus palacios y dilatadísimos jardines por los arrabales, confiscados ya la mayor parte por los emperadores. Geta vivía en los jardines que llevaban su nombre en el Janículo, y Caracalla habitaba los de Mecenas sobre el Esquilino, así que había varias millas entre los hermanos rivales, y aun aquel espacio mismo estaba ocupado por los jardines imperiales de Salustio, Lúculo, Agripa, Domiciano, Cayo, etc., todos rodeando la ciudad, y enlazados entre sí con los puentes sobre el Tíber y las calles. Pero esta explicación de Herodiano requeriría una disertación particular, acompañada de un mapa de la antigua Roma, y no es un tema tan importante. <<

[404] Herodiano, l. IV, p. 139. <<

[405] Herodiano, l. IV, p. 144. <<

[406] Caracalla consagró, en el templo de Serapis, la espada con la que, según se jactaba, había matado a su hermano Geta. Dion Casio, l. LXXVII, p. 1307. <<

[407] Herodiano, l. IV, p. 147. En todo campamento romano había una pequeña capilla junto al cuartel general, donde se guarecían y se adoraban las estatuas de los númenes tutelares; entre ellas descollaban las águilas y otras divisas militares, institución preciosa que robustecía la disciplina sancionada por la religión. Véase Lipsio, De Militia Romana IV, 5 y V, 2. <<

[408] Herodiano, l. IV, p. 148. Dion Casio, l. LXXVII, p. 1289. <<

[409] Endiosaron a Geta. «Sit divus, dum non sit vivus», dijo el hermano. Hist. August., p. 91. Algunas marcas de la consagración de Geta pueden aún rastrearse en las medallas. <<

[410] Dion Casio, l. LXXVII, p. 1301. <<

[411] Dion Casio, l. LXXVII, p. 1290. Herodiano, l. IV, p. 150. Dion Casio (p. 1298) dice que los poetas cómicos no se atrevieron ya a usar el nombre de Geta en sus dramas, y que se confiscaron las fortunas de quienes lo mencionaban en sus testamentos. <<

[412] Caracalla asumió la autoridad de varias naciones conquistadas. Pértinax observó que el nombre de Gético (que había logrado alguna ventaja contra los godos o getas) le cuadraba adecuadamente, como Pártico, Alemánico, etc. Hist. August., p. 89. <<

[413] Dion Casio, l. LXXVII, p. 1291. Descendía probablemente de Helvidio Prisco y de Trásea Peto, patriotas cuya firmeza, aunque inservible e intempestiva, quedó inmortalizada por Tácito. <<

[414] Se dice que Papiniano mantenía relaciones con la emperatriz Julia. <<

[415] Tácito, Annal. XIV, 2. <<

[416] Hist. August., p. 88. <<

[417] En cuanto a Papiniano, véase Heinecio, Hist. Juris Romani, l. CCCXXX y ss. <<

[418] Ni Tiberio ni Domiciano se alejaron nunca de las cercanías de Roma; Nerón hizo un corto viaje a Grecia. «Et laudatorum Principum usus ex æquo quamvis procul agentibus. Sævi proximis ingruunt.» Tácito, Hist. IV, 74. <<

[419] Dion Casio, l. LXXVII, p. 1294. <<

[420] Dion Casio, l. LXXVII, p. 1307. Herodiano, l. IV, p. 158. El primero tilda de cruel la matanza; el segundo, de alevosa. Es probable que los alejandrinos hayan irritado al tirano con sus chanzas y, quizá, con sus asonadas. <<

[421] Dion Casio, l. LXXVII, p. 1296. <<

[422] Dion Casio, l. LXXVI, p. 1284. Wotton (History of Rome, p. 330) sospecha que el mismo Caracalla inventó esta máxima, para luego adjudicársela al padre. <<

[423] Dion Casio (l. LXXVII, p. 1343) nos informa que los regalos de Caracalla al ejército ascendían anualmente a setenta millones de dracmas (unos 2,35 millones de libras). Hay otro pasaje de Dion Casio relativo a la paga militar, sumamente curioso, si no fuera tan oscuro, imperfecto y probablemente adulterado. De acuerdo con el sentido más regular, parece ser que la guardia pretoriana recibía mil doscientos cincuenta dracmas (40 libras) al año (Dion Casio, l. LXXVII, p. 1307). En el reinado de Augusto, se les pagaba a razón de dos dracmas o denarios al día, setecientos veinte al año (Tácito, Annal. I, 17). Domiciano, tras aumentar una cuarta parte la paga a los soldados, daba a los pretorianos novecientos sesenta dracmas (Gronovio, De Pecunia Vetere, l. III, c. 2). El resultado de tantos aumentos sucesivos fue la ruina del Imperio, ya que, junto con la paga, se incrementó el número de soldados. Ya hemos visto aumentar los pretorianos de diez mil a cincuenta mil hombres. <<

[424] Dion Casio, l. LXXVIII, p. 1312. Herodiano, l. IV, p. 168. <<

[425] El afán de Caracalla por el nombre y los distintivos de Alejandro consta en sus medallas. Véase Spanheim, De Usu Numismat., dissert. XII. Herodiano (l. IV, p. 154) había visto pinturas estrambóticas en las que había una figura con media cara de Alejandro y media de Caracalla. <<

[426] Herodiano, l. IV, p. 169. Hist. August., p. 94. <<

[427] Dion Casio, l. LXXXVIII, p. 1350. Heliogábalo le reprochaba a su antecesor el haber osado sentarse en su solio, aunque, como prefecto pretoriano, no era admitido en el Senado luego de que el pregonero despejara la sala; pero el favor personal de Plauciano y de Sejano había arrollado la práctica general. Se alzaron de hecho del orden ecuestre, pero conservaron la prefectura con la senaduría y el consulado. <<

[428] Era natural de Cesárea, en Numidia, y empezó su carrera como empleado en el hogar de Plauciano, de cuya ruina escapó ajustadamente. Afirmaban sus émulos que era esclavo de nacimiento, y luego, tras otras profesiones afrentosas, ejercitó la de gladiador. La maña de ir difamando nacimientos y condiciones de los contrarios parece que siguió desde el tiempo de los oradores griegos hasta los gramáticos eruditos del último siglo. <<

[429] Tanto Dion Casio como Herodiano hablan con candor desapasionado de las virtudes y los vicios de Macrino, mas el autor de su vida en la Hist. August. parece que fue copiando a ciegas a alguno de los escritores venales, empleados por Heliogábalo para infamar la memoria de su antecesor. <<

[430] Dion Casio, l. LXXXIII, p. 1336. El concepto del autor es tan claro como la intención del monarca; pero Wotton confunde ambos al entender aquella distinción, no de veteranos y reclutas, sino de legiones antiguas y nuevas. Hist. of Rome, p. 347. <<

[431] Dion Casio, l. LXXVIII, p. 1330. El compendio de Xifilino, aunque menos particular, es aquí más claro que en el original. <<

[432] Según Lampridio (Hist. August., p. 135), Alejandro Severo vivió veintinueve años, tres meses y siete días. Como había sido asesinado el 19 de marzo de 235, había nacido el 19 de diciembre de 205, entonces en esa época tendría trece años, y su primo mayor tendría diecisiete. Este cómputo cuadra mucho mejor con la historia de aquellos príncipes que el cálculo de Herodiano (l. V, p. 481), que les da tres años menos, al tiempo que, por un error contrapuesto de cronología, alarga el reinado de Heliogábalo dos años más de la realidad. En cuanto a las particularidades de la conspiración, véase Dion Casio, l. LXXVIII, p. 1339, y Herodiano, l. V, p. 184. <<

[433] En virtud de una proclama peligrosa del supuesto Antonino, el soldado que le presentase la cabeza de su oficial tenía derecho a su hacienda y empleo. <<

[434] Dion Casio, l. LXXVIII, p. 1345. Herodiano, l. V, p. 186. La batalla se desarrolló junto a la aldea de Ima, a unas veinte millas de Antioquía. <<

[435] Dion Casio, l. LXXIX [c. 4], p. 1353. <<

[436] Dion Casio, l. LXXIX [c. 14], p. 1363. Herodiano, l. V [c. 5], p. 189. <<

[437] Según los eruditos, este nombre deriva de dos voces sirias: Ela, un dios, y Gabal, formar, el Dios formador, adjetivo muy propio y atinado para el sol. Wotton, Hist. of Rome, p. 578. <<

[438] Herodiano, l. V [c. 5], p. 190. <<

[439] Irrumpió en el santuario de Vesta, de donde se llevó una estatua que suponía que era el Paladio; sin embargo, las vestales se jactaban de que con un engaño piadoso habían presentado al atropellador profano una efigie falsa. Hist. August., p. 103. <<

[440] Dion Casio, l. LXXIX [c. 12], p. 1360. Herodiano, l. V [c. 6], p. 193. Los súbditos del imperio tuvieron que gratificar a la pareja recién casada, y cuanto ofrecieron en vida de Heliogábalo se fue cobrando puntualmente bajo el mando de Mamea. <<

[441] Se premiaba cuantiosamente al inventor de una salsa nueva; pero si no agradaba, el inventor tenía que alimentarse sólo con ella hasta tanto descubriese otra más agradable para el paladar imperial. Hist. August., p. 111. [Lampridio, Heliogabalus, c. 29] <<

[442] Nunca comía pescado del mar, sino a gran distancia de la costa, y entonces iba repartiendo grandes cantidades de las especies más raras y a un alto costo a los campesinos del interior. Hist. August., p. 109. [Lampridio, Heliog., c. 23] <<

[443] Dion Casio, l. LXXIX, p. 1358. Herodiano, l. V, p. 192. <<

[444] Hiérocles mereció aquel honor, pero hubiera sido reemplazado por un tal Zoticus, de no haber encontrado el medio de debilitar a su rival mediante una poción. Éste fue afrentosamente arrojado del palacio, al encontrarse que sus fuerzas no respondían a su reputación. Dion Casio, l. LXXIX, pp. 1363-1364. Un bailarín fue hecho prefecto de la ciudad; un cochero, prefecto de vigilancia; un barbero, prefecto de las provisiones. Estos tres ministros se recomendaban enormitate membrorum. Hist. August. p. 105. <<

[445] Hasta el crédulo recopilador de su vida en la Hist. August. (p. 111) tiende a sospechar que se han exagerado sus vicios. <<

[446] Dion Casio, l. LXXIX, p. 1365. Herodiano, l. V, pp. 195-201. Hist. August., p. 105. Parece que el último de los tres historiadores fue el que se atuvo a mejores fuentes en el pormenor de la revolución. <<

[447] Pagi, Tillemont, Valsecchi, Vignoli y Torre, obispo de Adria, deslindaron, aguda y eruditamente, la fecha de la muerte de Heliogábalo y la del ascenso de Alejandro. El asunto es seguramente intrincado, pero no me atengo siempre a la autoridad de Dion Casio, cuya solidez en el cómputo es innegable y la pureza de su texto ha sido corroborada por Xifilino, Zonaras y Cedreno. Heliogábalo reinó tres años, nueve meses y cuatro días, desde su victoria contra Macrino, y fue asesinado el 10 de marzo de 222. Mas ¿qué lograremos replicar contra las medallas que cuentan el año quinto de su potestad tribunicia? Contestaremos, con el sabio Valsecchi, que la usurpación de Macrino quedó aniquilada, y que el hijo de Caracalla fechó su reinado desde la muerte del padre. Zanjada esta dificultad, los nudos menores de este embrollo se desatan o cortan fácilmente. <<

[448] Hist. August., p. 114. Con aquel arrebato desusado el Senado intentaba desahuciar a los pretendientes, y prevenir las facciones en la tropa. <<

[449] El censor Metelo Numídico manifestó al pueblo romano, en un discurso público, que si una naturaleza más propicia ideara nuestro modo de existir sin la ayuda de la mujer, estaríamos liberados de una compañera harto gravosa, y sólo le cabía recomendar el matrimonio como un sacrificio del placer particular al deber público. Aulo Gelio I, 6. <<

[450] Tácito, Annal. XIII, 5. <<

[451] Hist. August., pp. 102 y 107. [Lampridio, Heliog., c. 4 y 18]. <<

[452] Dion Casio, l. LXXX [c. 2], p. 1369. Herodiano, l. VI [c. 1], p. 206. Hist. August., p. 131 [Lampridio, Alexander Sever., c. 49]. Herodiano considera inocentes a los patricios. La Hist. August., con la autoridad de Dexipo, los acusa de culpables de conspiración contra la vida de Alejandro. Es imposible decidir entre ellos, pero es Dion Casio testigo irrecusable de los celos y la crueldad de Mamea contra la joven emperatriz, cuyo terrible destino lamentaba Alejandro sin acertar a oponerse. <<

[453] Herodiano, l. VI, p. 203. Hist. August., p. 119. Esta última insinúa que para promulgar una ley se reunía una junta de letrados y senadores experimentados, quienes iban dando sus dictámenes separadamente por escrito. <<

[454] Véase su vida en la Hist. August. El desconocido compilador ha ido soterrando estas interesantes anécdotas bajo circunstancias triviales. <<

[455] Véase Juvenal, Sat XIII. <<

[456] Hist. August., p. 119. <<

[457] Véanse en la Hist. August., pp. 116-117, todas las conversaciones de Alejandro con el Senado, extractadas de los diarios de aquel cuerpo. Ocurrieron el 6 de marzo, probablemente del año 223, cuando los romanos habían estado disfrutando por unos doce meses las dichas de su reinado. Antes de dignificarlo con el nombre honorífico de Antonino, el Senado esperó para ver si Alejandro no lo asumiría como apellido de familia. <<

[458] Era un dicho predilecto del emperador: «Se milites magis servare quam se ipsum; quod salus publica in his esset». Hist. August., p. 130. <<

[459] Aunque el autor de la vida de Alejandro (Hist. August., p. 132) menciona el motín de la soldadesca contra Ulpiano, encubre la catástrofe, por cuanto pudiera desvalorizar el carácter de su héroe por su apocado desempeño. Por esta omisión consciente podemos juzgar la trascendencia y veracidad de aquel autor. <<

[460] Para un relato sobre el destino de Ulpiano y su propio peligro, véase la conclusión mutilada de la historia de Dion Casio, l. LXXX, p. 1371. <<

[461] Reimar ad Dion Casio, l. LXXX, p. 1369. <<

[462] Julio César aplacó un alboroto con la misma palabra Quirites, que, usada en sentido opuesto al de Soldados, sonaba a menosprecio, y redujo a los amotinados a la esfera menos honorífica de meros ciudadanos. Tácito, Annal. I, 43. <<

[463] Hist. August., p. 132. <<

[464] De los Metelos (Hist. August., p. 119 [Lampridio, Alex. Sever., c. 44]). La elección fue atinada, pues en el corto plazo de doce años pudieron los Metelos contar siete consulados y cinco triunfos. Véase Veleyo Patérculo, l. II, c. 11, y Fasti. <<

[465] La Vida de Alejandro, en la Hist. August., da la idea de un príncipe cabal, una torpe imitación de la Ciropedia. El relato de su reinado según Herodiano es racional y comedido, de acuerdo con la historia general del siglo, y, aun en algunas de las particularidades más peliagudas, es confirmada con los fragmentos decisivos de Dion Casio; pero, por prejuicio, la mayoría de los escritores modernos desconfían de Herodiano y copian la Hist. August. Véanse Tillemont y Wotton. Por un prejuicio opuesto, el emperador Juliano (Cœsaribus, p. 315) se explaya con patente complacencia en la flaqueza afeminada del sirio y la codicia ridícula de su madre. <<

[466] Según el más esmerado Dionisio, estaba la ciudad a cien estadios, o unas doce millas y media, de Roma, aunque algunos puntos avanzados se adelantarían más hacia la Etruria. Nardini, en un profuso tratado, impugna la opinión vulgar y la autoridad de dos pontífices, quitando a Veya de Cività Castellana y ubicándola en un paraje reducido y llamado Isola, a mitad de camino entre Roma y el lago Braciano. <<

[467] Véase Tito Livio IV, 59 y V, 7. En el censo romano se relacionaban mutuamente haberes, autoridad e impuestos. <<

[468] Plinio el Viejo, Nat. Hist., l. XXXIII, c. 3. Cicerón, De Officiis II, 22. Plutarco, Æmilius Paulus, p. 275. <<

[469] Véase la garbosa descripción de aquel hacinamiento de riquezas por siglos en Lucano, Pharsal. III, 155. <<

[470] Tácito, Annal. I, 11. Parece que aún existía en tiempo de Apiano. <<

[471] Plutarco, Pomp., p. 642. <<

[472] Estrabón, l. XVII, p. 798. <<

[473] Veleyo Patérculo, l. II, c. 39. Parece que antepone las rentas de la Galia. <<

[474] Los talentos euboico, fenicio y alejandrino tenían el doble de peso que los áticos. Véase Hooper, p. IV, c. 5, sobre pesos y medidas antiguas. Es sumamente probable que el mismo talento pasase de Tiro a Cartago. <<

[475] Polibio, l. XV, c. 2. <<

[476] Apiano, Punica, p. 84. <<

[477] Diodoro de Sicilia, l. V. Los fenicios edificaron Cádiz poco más de mil años antes de Cristo. Véase Veleyo Patérculo I, 92. <<

[478] Estrabón, l. III, p. 148. <<

[479] Plinio el Viejo, Nat. Hist., l. XXXIII, c. 5. Menciona igualmente una mina de plata en Dalmacia que rendía diariamente cincuenta libras al Estado. <<

[480] Estrabón, l. X, p. 485. Tácito, Annal. III, 69, y IV, 30. Tournefort (Voyage au Levant, carta VIII) ofrece un vivo cuadro del actual abandono de Giaro. <<

[481] Lipsio, De Magnitudine Romana (l. II, c. 3), calcula las rentas en ciento cincuenta millones de escudos de oro; pero todo su libro, aunque ingenioso, adolece de acaloramientos de fantasía. <<

[482] Tácito, Annal. XIII, 31. <<

[483] Plinio el Viejo, Nat. Hist., l. VI, c. 23 y l. XII, c. 18. Su advertencia de que las mercancías indias se vendían en Roma cien veces más caras que su precio primitivo puede suministrarnos algún concepto del valor de las ventas, puesto que aquel costo primitivo ascendía a más de ochocientas mil libras. <<

[484] Los antiguos ignoraban el arte de cortar el diamante. <<

[485] Bouchaud, en su Traité de l’Impôt chez les Romains, ha sacado este catálogo del Digestum, y se empeña en desentrañarlo con un prolijo comentario. <<

[486] Tácito, Annal. I, 78. Dos años después, Tiberio, con la reducción del pobre reino de Capadocia, pretextó rebajar la mitad de aquel derecho, pero aquel alivio fue demasiado breve. <<

[487] Dion Casio, l. LV, p. 794 y l. LVI, p. 825. <<

[488] Esta suma es sólo una conjetura. <<

[489] Como las leyes romanas subsistieron siglos, los cognati, o sea, los parientes por la rama materna, no tenían cabida en la sucesión. Esta dura costumbre se fue desmoronando a impulsos de la humanidad, y finalmente la abolió Justiniano. <<

[490] Plinio el Joven, Panegyr., c. 37. <<

[491] Heinecio, Antiquitates Juris Romani, l. II. <<

[492] Horacio, Sat. II, 5. Petronio, c. 116, y ss. Plinio el Joven, Ep. II, 20. <<

[493] Cicerón, Philippic. II, 16. <<

[494] Véanse sus Epistulæ. Cada una le daba la ocasión de ofrecer sus respetos al difunto y hacer justicia a los vivos. Hermanó ambos en su comportamiento con un hijo desheredado por su madre (V, 1). <<

[495] Tácito, Annal. XIII, 50. Montesquieu L’Esprit des Loix, l. XIII, c. 19. <<

[496] Véanse Plinio el Joven, Panegyr., la Hist. August., y Burmann, De Vectigal., passim. <<

[497] No se arrebataban los tributos propiamente dichos, puesto que los buenos príncipes a menudo descargaban millones de atrasos. <<

[498] Plinio el Joven (Panegyr., c. 37-39) describe minuciosamente la situación de los nuevos ciudadanos. Trajano promulgó una ley muy favorable para ellos. <<

[499] Dion Casio, l. LXXVII, p. 1295. <<

[500] Quien pagaba diez aurei o doblones, el impuesto usual, devengaba ya tan sólo el tercio de uno, para cuyo pago mandó Alejandro acuñar doblones de aquel valor. Hist. August., p. 127, con el comentario de Salmasio. <<

[501] Véanse las vidas de Agrícola, Vespasiano, Trajano, Severo y sus tres competidores; y, finalmente, las de todos los sujetos descollantes de aquella época. <<

[502] No había casos de tres generaciones sucesivas en el solio, y sólo tres de hijos sucesores de sus padres, pues los enlaces de los Césares, a pesar de la franquicia y frecuencia de los divorcios, solían ser estériles. <<

[503] Hist. August., p. 138. <<

[504] Hist. August., p. 140. Herodiano, l. VI, p. 223. Aurelio Víctor. Al cotejar estos autores surge que Maximino comandaba en particular la caballería tribeliana, con el encargo especial de ir disciplinando a los reclutas del ejército. Su biógrafo debió ir especificando con esmero sus hazañas y los pasos de sus ascensos militares. <<

[505] Véase la carta original de Alejandro Severo, Hist. August., p. 149. <<

[506] Hist. August., p. 135. He ido arreglando algunas particularidades harto inverosímiles de aquel biógrafo desprolijo, pues, según su mal hilada narrativa, se infiere que, cuando el juglar entró impensadamente en la tienda, sobresaltó al monarca adormecido, y que el miedo al castigo lo llevó a persuadir a los desafectos soldados para que cometiesen aquel homicidio. <<

[507] Herodiano, l. VI, pp. 223-227. <<

[508] Calígula, el primogénito, tenía sólo veinticinco años al sentarse en el solio; Caracalla, veintitrés años; Cómodo, diecinueve, y Nerón, diecisiete. <<

[509] Parece que ignoraba absolutamente el griego, parte esencial de toda educación culta, por su universalidad en el trato y en las correspondencias. <<

[510] Hist. August., p. 141. Herodiano, l. VII, p. 237. Este último ha sido injustamente censurado por moderar los vicios de Maximino. <<

[511] La mujer de Maximino, insinuándole con suavidad femenina sabios consejos, solía encaminarlo por el sendero de la razón y de la humanidad. Véase Amiano Marcelino, l. XIV, c. 1, donde alude al hecho que refiere más extensamente bajo el reinado de los Gordianos. Se rastrea por las medallas que la emperatriz benévola se llamaba Paulina, y por su título de Diva, que falleció antes que Maximino (Valesio, ad loc. cit. Amiano). Spanheim, De Usu Numismat., t. II, p. 300. <<

[512] Lo parangonaban con Espartaco y Atenio. Hist. August., p. 141. <<

[513] Herodiano, l. VII, p. 238. Zósimo, l. I, p. 15. <<

[514] En el fértil territorio de Bizacene, ciento cincuenta millas al sur de Cartago. Los Gordianos, probablemente, la enaltecieron con el título de colonia, y con un grandioso anfiteatro que se conserva todavía en perfecto estado. Véase Wesseling, Itineraria, p. 59, y Shaw, Travels, p. 117. <<

[515] Herodiano, l. VII, p. 239. Hist. August., p. 155. <<

[516] Hist. August., p. 152. Marco Antonio usurpó la decantada casa de Pompeyo in carinis, y, muerto el triunviro, formó parte del dominio imperial. El emperador Trajano ofreció a los senadores la compra de aquel caserío suntuoso e inservible (Plinio el Joven, Panegyr., c. 50), y es probable que por entonces lo haya adquirido el abuelo de Gordiano. <<

[517] Claudiano, númida, caristio y sinadio. No se ha descrito aún claramente y con esmero el jaspeado de los mármoles romanos; sin embargo, parece que el caristio era verdemar, y el sinadio, blanco con manchas ovaladas púrpuras. Véase Salmasio, ad Hist. August., p. 164. <<

[518] Hist. August., pp. 151-152. Dio a veces hasta quinientas parejas de gladiadores, y nunca menos de ciento cincuenta. Una vez regaló al Circo cien caballos sicilianos y otros tantos capadocios. Las bestias para las corridas solían ser osos, jabalíes, toros, ciervos, alces, asnos silvestres, etc. Parece que los elefantes y leones estaban reservados a la esplendidez imperial. <<

[519] Véase la carta original en la Hist. August., p. 152, que está rebosante de miramientos hacia el Senado todo, y de aprecio por parte de Alejandro para con el procónsul propuesto por el mismo cuerpo. <<

[520] Gordiano el menor tuvo con cada una de sus amantes tres o cuatro niños. Sus partos literarios, aunque no tantos, de ningún modo fueron despreciables. <<

[521] Herodiano, l. VII, p. 243. Hist. August., p. 144. <<

[522] «Quod tamen patres dum periculosum existimant inermes armato resistere, approbaverunt». Aurelio Víctor. <<

[523] Hasta los sirvientes de la casa, amanuenses, etc., quedaron excluidos, desempeñando los mismos senadores aquellos cargos. Le debemos a la Hist. August. el haber conservado este ejemplar tan curioso de la antigua disciplina de la República. <<

[524] Considero que este brioso relato, traducido de la Hist. August., fue sacado originalmente de los registros del Senado. <<

[525] Herodiano, l. VII, p. 244. <<

[526] Herodiano, l. VII, p. 247; l. VIII, p. 277. Hist. August., pp. 156-158. <<

[527] Herodiano, l. VII, p. 254. Hist. August., pp. 150-160. Obsérvese que un mes y seis días para el reinado de Gordiano es enmienda de Casaubon y de Panvinio, muy atinada, en vez del cálculo de un año y medio, que es un absurdo. Véase el comentario, p. 193. Refiere Zósimo, (l. I, p. 17) que ambos Gordianos fenecieron en un temporal durante su navegación: ignorancia harto extraña en la historia, o abuso todavía más disparatado de metáforas. <<

[528] Véase la Hist. August., p. 166. Por los registros del Senado, la fecha está harto equivocada, pero la coincidencia de los juegos apolinarios enmienda este error. <<

[529] Descendía de Cornelio Balbo, español esclarecido, e hijo adoptivo de Teófanes, el historiador griego. Balbo logró la ciudadanía de Roma por el favor de Pompeyo, y la conservó gracias a la elocuencia de Cicerón (Véase Pro Balbo). La amistad de César (a quien hizo finezas reservadas y de entidad en la guerra civil) lo encumbró al consulado y al pontificado, blasones hasta entonces denegados a los extranjeros. Su sobrino venció a los garamantos. Véase el Dictionnaire historique et critique de Bayle en la voz «Balbo», donde va distinguiendo los diferentes individuos de aquel nombre, y rectifica los yerros de otros escritores sobre el particular, con su acostumbrado esmero. <<

[530] Zonaras, l. XII, p. 622. Sin embargo, merece poca confianza la autoridad de un griego moderno, tan cerradamente atrasado en la historia del siglo III, que imagina emperadores ideales y confunde los verdaderos. <<

[531] Herodiano, l. VII, p. 256, supone que se convocó pronto al Senado en el Capitolio, y prorrumpe en rasgos elocuentes; pero la Hist. August., p. 116, parece más auténtica. <<

[532] En Herodiano, l. VII, p. 249, y en la Hist. August., tenemos tres arengas diversas de Maximino a su ejército sobre la rebeldía de África y de Roma, y Tillemont repara que ni están de acuerdo entre sí ni con la verdad. Hist. des Empereurs, t. III, p. 799. <<

[533] La desprolijidad de los escritores contemporáneos lleva a varias confusiones. 1) Consta que Maximino y Balbino fenecieron durante los juegos capitolinos (Herodiano, l. VIII, p. 285). La autoridad de Censorino (De Die Natali, c. 18) nos confirma aquellos juegos para el año 238, pero sin expresar día ni mes. 2) La elección de Gordiano por el Senado se fija, con igual certidumbre, para el 27 de mayo, pero quedamos a oscuras en cuanto a ser en el propio año o en el anterior. Tillemont y Muratori, que sostienen estas opiniones encontradas, ponen en juego autoridades, conjeturas y probabilidades. Parece que uno estrecha y el otro explaya los sucesos entre ambos plazos más de lo que cuadra con el discurso y con la historia; pero, en suma, resulta forzoso acercarse a uno o al otro. <<

[534] Veleyo Patérculo, l. II, c. 24. Montesquieu, en su Dialogue de Sylla et d’Eucrate, retrata vivamente y de manera sublime los sentimientos del dictador. <<

[535] Muratori (Annali d’Italia, t. II, p. 294) opina que el derretimiento de las nieves cuadra mejor con los meses de junio y julio que con los de febrero y marzo, y la opinión de quien vivió entre los Alpes y los Apeninos es de suma entidad; pero advierto: 1) el dilatado invierno a que se atiene Muratori está sólo en la versión latina, mas no en el texto en griego de Herodiano; 2) las alternancias de soles y lluvias que experimentaron las tropas de Maximino (Herodiano, l. VIII, p. 277) denotan más bien el invierno que el estío. También podemos añadir que estas diversas corrientes se reunían en el Timavo, tan poéticamente descrito (bajo todos conceptos) por Virgilio. Están como a doce millas al oriente de Aquileia. Véase Cluver, Italia Antiqua, t. I, p. 189 y ss. <<

[536] Herodiano, l. VIII, p. 272. Se supone que la deidad céltica sería Apolo, y el Senado le tributó gracias bajo este nombre. También se edificó un templo a Venus la Calva, en honor de las mujeres de Aquileia, que se habían cortado el cabello para hacer las sogas de las máquinas militares. <<

[537] Herodiano, l. VIII, p. 279. Hist. August., p. 146. Nadie ha establecido claramente la duración del reinado de Maximino, sólo Eutropio, que le señala tres años y días (l. IX, 1); debemos contar con el texto íntegro, corroborado con la versión griega de Peanio. <<

[538] Ocho pies romanos y un tercio corresponden a más de ocho pies ingleses, pues la proporción entre ambas medidas es de 967/1000. Véase el discurso de Graves sobre el pie romano. Dícese que Maximino bebía en un día hasta una cántara o siete u ocho azumbres de vino, que comía de treinta a cuarenta libras de manjares. Ponía en movimiento un carro cargadísimo, quebraba con su puño la pata de un caballo, deshacía pedernales con la mano y arrancaba arbolitos de raíz. Véase su vida en la Hist. August. <<

[539] Véase la carta de felicitaciones del cónsul Claudio Juliano a ambos emperadores, en la Hist. August. <<

[540] Hist. August., p. 171 [Capitolinus, c. 15]. <<

[541] Herodiano, l. VIII [c. 12], p. 258. <<

[542] Herodiano, l. VIII [c. 7], p. 213. <<

[543] La observación había sido hecha bastante imprudentemente entre las aclamaciones del Senado, y, con respecto a los soldados, tenía visos de un insulto insensible. Hist. August., p. 170. <<

[544] «Discordiæ tacitæ, et quæ íntelligerentur potius quam viderentur». Hist. August., p. 170. Esta expresión tan adecuada posiblemente sea un plagio de algún escritor más importante. <<

[545] Herodiano, l. VIII, pp. 287-288. <<

[546] «Quia non alius erat in præsenti» es la expresión de la Hist. August. <<

[547] Quinto Curcio (l. X, c. 9) tributa un elegante cumplido al emperador de su tiempo, pues gracias a su venturoso ascenso se aplacaron muchos fuegos, se envainaron muchas espadas y se puso fin a las tribulaciones de un gobierno repartido. Haciéndome cargo absolutamente de todas las palabras de este pasaje, considero que cuadra mejor con el ensalzamiento de Gordiano que con otra parte de la historia romana. En tal caso, esto nos sirve para decidir la época de Quinto Curcio, pues cuantos lo refieren al tiempo de los primeros Césares se basan en la pureza de su estilo, pero se quedan confundidos ante el silencio de Quintiliano en su esmerada relación de los historiadores romanos. <<

[548] Hist. August., p. 161. Por algunas alusiones en ambas cartas consideré que no se pudo menos que acudir a la fuerza para expulsar a los eunucos del palacio, y que el joven Gordiano se resignó más que accedió a su despido. <<

[549] «Duxit uxorem filiam Misithei, quem causa eloquentiæ dignum parentela sua putavi; et præfectum statim fecit; post quod, non puerile jam et contemptibile videbatur imperium». <<

[550] Hist. August., p. 162. Aurelio Víctor. Porfirio, Vita Plotini, apud Fabricio, Bibliotheca Græca, l. IV, c. 36. El filósofo Plotino acompañaba al ejército, impulsado por su afán científico, y esperanzado en llegar hasta la India. <<

[551] Como a veinte millas de la ciudadela de Circesio, en el límite de ambos imperios. <<

[552] La inscripción (donde había un retruécano muy extraño) se borró por disposición de Licinio, que reclamaba algún grado de parentesco con Filipo (Hist. August., p. 165); pero el tumulus, el montón de tierra que conformaba el sepulcro, aún existía en tiempo de Juliano. Véase Amiano Marcelino XXIII, 5. <<

[553] Aurelio Víctor. Eutropio IX, 2. Orosio VII, 20. Amiano Marcelino XXIII, 5. Zósimo, l. I, p. 19. Filipo, natural de Bostra, tendría unos cuarenta años. <<

[554] ¿Cabe la clasificación de aristocracia, con alguna propiedad, al gobierno de Argel? Todo gobierno militar va y viene entre los extremos del absolutismo y la salvaje democracia. <<

[555] La república militar de los mamelucos ofrece un parangón más adecuado y selecto a Montesquieu (véase Grandeur et Décadence des Romains, c. 16). <<

[556] No concuerda la Hist. August. (pp. 163-164) en este pasaje, ni consigo misma ni con la probabilidad. ¿Cómo pudo Filipo condenar a su antecesor y endiosarlo? Pues Filipo, aunque usurpador ambicioso, no era un tirano frenético. Algunas dificultades cronológicas han sido descubiertas además por la agudeza de Tillemont y Muratori sobre la supuesta asociación de Filipo con el Imperio. <<

[557] Los pormenores de la supuesta celebración postrera, aunque en un período aclarado de la historia, resultan tan confusos y dudosos, que parece imprescindible la alternativa. Al inventar Bonifacio VIII los jubileos papales, remedo de los juegos seculares, el astuto pontífice aparentó que resucitaba únicamente una institución antigua. Véase Le Chais, Lettres sur les Jubilès. <<

[558] De cien o ciento diez años. Siguieron Varrón y Tito Livio el primer dictamen, pero la Sibila, con su infalible autoridad, consagró el segundo (Censorino, De Die Natali, c. 17). No obstante, los emperadores Claudio y Filipo desobedecieron al oráculo. <<

[559] Se comprenden mejor los juegos seculares en el poema de Horacio y la descripción de Zósimo, l. II, p. 167, etcétera. <<

[560] El cómputo ya corriente de Varrón ubica la fundación de Roma en el año 754 antes de la era cristiana; mas merece tan poco crédito la cronología relativa a los primeros años de Roma, que Isaac Newton ha reducido aquellos años hasta el año 627. (Cotéjese Niebuhr, t. 1, p. 271.) <<

[561] Un cronologista antiguo, citado por Veleyo Patérculo (l. I, c. 6), apunta que asirios, medos, persas y macedonios reinaron en Asia mil novecientos noventa y cinco años, desde el ascenso de Nino hasta la derrota de Antíoco por los romanos. Como esto último ocurrió doscientos ochenta y nueve años antes de Cristo, el primer acontecimiento sucedió dos mil ciento ochenta y cuatro años antes de nuestra era. Sin embargo, las observaciones astronómicas halladas por Alejandro en Babilonia ascendían a medio siglo más. <<

[562] En la época de quinientos treinta y ocho años de Seleuco. Véase Agatias, l. II, p. 63. Este sumo acontecimiento (tal es la desprolijidad de los orientales) corresponde, según Eutiquio, al año décimo de Cómodo, y según Moisés de Korén, al contrario, al reinado de Filipo. Amiano Marcelino se atiene tanto (XXIII, 6) a sus materiales antiguos, en realidad excelentes, que describe a la familia de los arsácidas como aposentada todavía en el trono a mediados del siglo IV. <<

[563] El nombre del curtidor era Babec y el soldado se llamaba Sasán; a Artajerjes le dieron el apellido de Babegán, mientras que los descendientes sasánidas son denominados así por el nombre del segundo. <<

[564] D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, «Ardshir». <<

[565] Dion Casio, l. LXXX. Herodiano, l. VI, p. 207. Abulfaraj Dinas., p. 80. <<

[566] Véase Moisés de Korén, l. II, c. 65-71. <<

[567] Hyde y Prideaux, que cuentan las leyendas persas y sus propias conjeturas en un relato muy agradable, suponen a Zoroastro contemporáneo de Darío Histaspes; pero es necesario advertir que los escritores griegos, quienes vivieron en aquella época, concuerdan en ubicar la era de Zoroastro muchos centenares, y aun un millar de años antes de su tiempo. La crítica atinada de Moyle demostró y defendió, contra su tío, el Dr. Prideaux, la antigüedad del profeta persa. Véase Moyle, Works, t. II. <<

[568] Aquel idioma antiguo se llamaba zend; el de su comentario, el pehlvi, aunque mucho más moderno, tampoco se habla hace siglos. Este solo hecho, suponiéndolo auténtico, afianza la antigüedad de cuantos escritos ha traído D’Anquetil a Europa y que ha traducido al francés. <<

[569] Hyde, De Religione Veterum Persarum, c. 21. <<

[570] He sacado esta relación principalmente del Zend-Avesta de D’Anquetil, y del Sadder, junto con el tratado del Dr. Hyde. Igualmente, es preciso convenir que el complicado lenguaje de un profeta, el estilo figurado del Oriente y lo engañoso de una versión francesa o latina pueden habernos hecho caer en un error y una herejía en este compendio de teología persa. <<

[571] Los parsis modernos (y hasta cierto punto el Sadder) encumbran a Ormuz como la causa primera y omnipotente, a la vez que consideran a Ahrimán como espíritu inferior y rebelde. El afán de agradar a los mahometanos puede haber purificado su sistema teológico. <<

[572] Herodoto, l. I, c. 131. Sin embargo, el Dr. Prideaux opina con fundamento que después se permitió el uso de los templos a la religión maga. <<

[573] Hyde, De Religione Vet. Pers., c. 8. A pesar de todas las diferencias y protestas, seguramente sinceras, siempre sus tiranos, los musulmanes, los han tildado de idólatras del fuego. <<

[574] Véase el Sadder, cuya porción menor se reduce a preceptos morales. Las ceremonias prescritas son infinitas. Se requerían quince arrodillamientos, plegarias, etc., antes que el devoto persa procediese a cortarse las uñas o a orinar, o cada vez que se ceñía el tahalí sagrado. Sadder, art. 14, 50 y 60. <<

[575] Zend-Avesta, t. I, p. 224, y Précis du Système de Zoroastre, t. III. <<

[576] Hyde, De Religione Vet. Pers., c. 19. <<

[577] Hyde, De Religione Vet. Pers., c. 28. Tanto Hyde como Prideaux aplican estudiadamente a la religión maga las voces consagradas a las prebendas del cristianismo. <<

[578] Amiano Marcelino, XXIII, 6, nos informa (en cuanto cabe creerle) de dos particularidades curiosas: primera, que los magos tomaban algunas de sus doctrinas más antiguas de los brahmanes indios; segunda, que era una tribu o una familia, así como un orden sacerdotal. <<

[579] La institución divina de los diezmos es un extraño ejemplo de hermandad entre la ley de Zoroastro y la de Moisés. Los que no hallen otro camino de explicación para el caso pueden suponer, si gustan, que los magos modernos han interpolado provechosamente esta novedad en los escritos de su profeta. <<

[580] Sadder, art. 8. <<

[581] Platón, Alcibiades. <<

[582] Plinio el Viejo (Nat. Hist., l. XXX, c. 1) advierte que la magia tenía esclavizado el género humano con la triple cadena de la religión, la física y la astronomía. <<

[583] Agatias, l. IV, p. 134. <<

[584] Hume, en su Natural History of Religion, advierte agudamente que toda religión acendrada y filosófica es de por sí intolerante. <<

[585] Cicerón, De Legibus II, 10. Por dictamen de los magos, Jerjes arrasó los templos de Grecia. <<

[586] Hyde, De Religione Vet. Pers., c. 23-24. D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, «Zerdusht». Vida de Zoroastro, en el tomo II del Zend-Avesta. <<

[587] Compárese Moisés de Korén, l. II, c. 74, con Amiano Marcelino, XXIII, 6. Más adelante utilizaré estos pasajes. <<

[588] Rabí Abraham en el Tarikh Schickard, pp. 108-109. <<

[589] Basnage, Hist. des Juifs, l. VIII, c. 3. Sozomen, l. II, c. 1. Manes, que padeció una muerte horrorosa, puede considerarse mago, así como hereje cristiano. <<

[590] Hyde, De Religione Vet. Pers., c. 21. <<

[591] Estas colonias eran numerosas, pues Seleuco Nicanor fundó hasta 39 ciudades, llamándolas con su nombre o el de algún pariente (Véase Apiano, Syriaca, p. 124). La era de Seleuco (usada todavía entre los cristianos orientales) llega hasta el año 508 (196 d. C.) en las medallas de ciudades griegas en el Imperio Parto. Véanse las obras de Moyle, t. I, p. 273 y ss., y M. Freret, Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XIX. <<

[592] Los persas modernos deslindan este período como la dinastía de los reyes de las naciones. Véase Plinio el Viejo, Nat. Hist. VI, 25. <<

[593] Eutiquio (t. 1, pp. 367, 371 y 375) refiere el sitio de la isla de Mesene sobre el Tigris, con circunstancias similares a la historia de Niso y Escila. <<

[594] Agatias II, 164. Los príncipes de Seistán siguieron defendiendo su independencia por espacio de muchos años. Como las novelas suelen trasladar a tiempos lejanos los acontecimientos contemporáneos, es posible que las fabulosas hazañas de Rustan, príncipe de Seistán, se hayan insertado en esta historia real. <<

[595] Apenas nos es dado incluir en la monarquía persa la costa de Gedrosia o Mekrán, que se extiende por el océano Índico desde el cabo Jask (el promontorio Capella) al cabo Gwadar. En tiempo de Alejandro, y probablemente muchos siglos después, estaba mal poblada por un pueblo pescador, lego en industrias, ajeno a toda autoridad, y separado del mundo entero por desiertos inhabitables (véase Arriano, De Rebus Indicis). En el siglo XII, el pequeño pueblo de Taiz (que D’Anville cree que es el Teza de Ptolomeo) fue un rico emporio de los traficantes arábigos, sus pobladores (véase la Geographia Nubiensis, p. 58, y D’Anville, Géographie Ancienne, t. II, p. 283). En el siglo último, tres príncipes se repartían el país, uno mahometano y dos idólatras, quienes sostenían su independencia frente a los sucesores de Shah Abbas (Tavernier, Voyages, parte I, l. V. p. 635). <<

[596] Chardin, t. III, c. 1, 2 y 3. <<

[597] Dion, l. XXVIII, p. 1335. <<

[598] En cuanto a la situación última de Babilonia, Seleucia, Ctesifonte, Modain y Bagdad, pueblos que continuamente se confunden entre sí, véase un tratado excelente de geografía de D’Anville en Mém. de l’Acad. des Inscriptions, t. XXX. <<

[599] Tácit., Annal. XI, 42. Plinio el Viejo, Nat. Hist. VI, 26. <<

[600] Así se desprende de Estrabón, l. XVI, p. 743. <<

[601] El extraño viajero Bernier, quien siguió el campamento de Aurengzeb desde Delhi hasta Cachemira, va describiendo con esmero aquella ciudad inmensa y movible. La guardia de caballería constaba de treinta y cinco mil hombres; la de infantería, de cuarenta mil. Se calcula que había en el campamento hasta ciento cincuenta mil caballos, mulas y elefantes; cincuenta mil camellos, otros tantos bueyes, y de trescientas mil a cuatrocientas mil personas. Casi todo Delhi fue siguiendo a la corte, cuya magnificencia sostenía su industria. <<

[602] Dion, l. LXXI, p. 1178. Hist. August., p. 38. Eutropio VIII, 10. Eusebio, Chron.. Cuadrato (citado en la Historia Augusta) quiso sincerar a los romanos, alegando que los vecinos de Seleucia habían quebrantado antes su fe. <<

[603] Dion, l. LXXV, p. 1263. Herodiano, l. III, p. 120. Hist. August., p. 70. <<