Capítulo 33
COLISIÓN
Inary
Abrí los ojos a plena luz del día; algo bastante extraño, pues solía despertarme mucho antes. Había dormido profundamente y tuve un sueño tan intenso que casi me pareció real.
Hacía tiempo que no pensaba en la noche en que Álex y yo asistimos a una función de El sueño de una noche de verano. Pasé aquella velada un poco abstraída por el hecho de que el día anterior había sido mi cumpleaños y Lewis no me había llamado. En realidad no quería que me llamara, pero me resultó un tanto surrealista.
Lo cierto era que me parecía imposible no volver a hablar con él en ningún cumpleaños.
Era como vivir una pesadilla.
Los días previos a mi aniversario me había sumergido en un frenesí de actividades: trabajar, ir de compras, ir al gimnasio (lo odiaba), salir a tomar algo… Cualquier cosa con tal de no quedarme sola y pensar en el desastre que era mi vida. Estaba exhausta y toda esa sobrecarga no había tenido el efecto deseado, pues mi mente seguía funcionando a toda máquina y me llevaba a parajes lúgubres y solitarios. Así que acepté encantada cuando Álex me invitó a pasar otra noche fuera de casa. Lo cierto era que estar con él me relajaba. Me bastaba oír su voz para que se calmara el caos emocional en el que me encontraba. Por lo visto, tenía ese mismo efecto en muchas personas.
Fue una noche tranquila. Diría que casi me sentí feliz en algunos momentos. Después de la representación fuimos a dar un paseo y comimos patatas fritas de un cono hecho con papel de periódico (recuerdo las risas que compartimos viendo quién podía leer antes las noticias). Cuando me llevó a casa y me dejó en el umbral de la puerta tuve la extraña sensación de estar perdiendo algo. Quería que entrara conmigo y me ayudara a olvidar, pero me contuve. Justo lo que debería haber hecho en aquella «otra» ocasión.
En mi sueño revivía esa noche al detalle, con todos sus momentos y risas compartidas.
Cuando me desperté esperaba encontrarme con las paredes lila de mi habitación de Londres y oír el zumbido del tráfico por la ventana. Me llevó unos segundos darme cuenta de que no estaba en la capital, sino en mi casa de Glen Avich, y que Álex estaba muy, muy lejos de mí.