Capítulo 29
SEPARACIÓN
Inary
Solté un suspiro y me obligué a mirar a la pantalla, intentando reunir la energía suficiente para seguir trabajando. Entonces mi teléfono móvil emitió el sonido que me avisaba de que tenía un nuevo mensaje de texto.
Estoy abajo.
Era Taylor. Habíamos quedado para salir a dar un paseo por el bosque. Me levanté y le saludé desde la ventana. Estaba apoyado contra su Land Rover, esperándome. Nada más verme me devolvió el saludo y sonrió. Para mi sorpresa, observé cómo Logan cruzaba la calle en dirección a nuestro amigo con la cámara colgada del cuello.
Corrí escaleras abajo y salí al exterior. Un cielo rosado me recibió como si de un suave abrazo se tratara. Acababa de dejar de llover y unos pocos rayos de sol habían encontrado su camino entre las nubes, haciendo que todo —los árboles, la calle, el puente de piedra…— brillara por las gotas de agua. El aire olía a lluvia, mi olor favorito.
—Quiero hacer algunas fotos del bosque —informó mi hermano mientras nos metíamos en el vehículo—. Estoy trabajando en un proyecto sobre tejidos para la galería de arte —explicó—. ¿Os importa si os acompaño?
Sonreí y negué con la cabeza.
Taylor encendió el motor.
—Perfecto, chicos. Había pensado en dar un paseo por la orilla del lago, pasado el crannog, ¿os parece bien?
Sentí cómo el color abandonaba mi rostro. Íbamos a estar muy cerca del lago…, aunque solo tenía que evitar la orilla.
Detuvimos el vehículo en un pequeño claro bastante alejado del agua. Desde allí se veía a lo lejos el perfil de Ailsa, el islote, pero con la distancia suficiente como para no tener miedo. Taylor y yo empezamos a caminar despacio, disfrutando del aire fresco. Logan se paraba cada dos por tres para tomar fotografías de las hojas y raíces de los árboles. Cuando estábamos pasando delante de una pequeña playa de guijarros se me ocurrió mirar hacia la orilla del lago. Sobre las piedras había una figura. Durante un segundo tuve un ataque de pánico, pero duró solo ese segundo pues me di cuenta de inmediato de que no podía tratarse de la niña del lago. No, aquella figura pertenecía a una mujer adulta, delgada y con el pelo ondulado. ¿Era un espíritu o una persona viva? Miré a Taylor de inmediato, no parecía haberse percatado de su presencia, pero eso no significaba que se tratara necesariamente de un fantasma. Tal vez no la había visto. Comprobé si en mi cuerpo percibía alguna señal física. Ningún hormigueo ni zumbido. Aunque tal vez estaba demasiado lejos para notarlo.
Me detuve y me quedé quieta. Taylor también se paró y se volvió hacia mí para mirarme, como si presintiera que algo raro estaba pasando.
Justo en ese momento obtuve mi respuesta. A través del cuerpo y pies de la mujer se podían percibir los guijarros húmedos y la superficie tranquila del lago.
Dejé a Taylor —no podía aferrarme a él para que me mantuviera en este lado de la realidad, tenía que hacerlo yo sola— y me acerqué un poco más a la mujer. Aquel vestido azul, el pelo negro recogido en una larga trenza suelta que le caía por la espalda, su silueta menuda… «Mary», susurré en mi interior.
Me obligué a no correr para no alterarla; así que caminé lo más despacio y calmada que pude y dejé a Logan y Taylor a mis espaldas. A medida que avanzaba comencé a sentir el hormigueo y el zumbido tan familiares en los oídos mientras la realidad que me rodeaba se transformaba de manera imperceptible. Cuanto más me acercaba, más intensas se hacían todas esas sensaciones.
De pronto sentí tal barrera de tristeza golpeándome que estuve a punto de perder el equilibrio. Era como si se tratara de un muro físico de verdad. Me llevé las manos al pecho, sobre el corazón, parándome a escasos metros de Mary. Sus pensamientos eran sombríos y despedían un dolor tan inmenso que los ojos se me llenaron de lágrimas.
Detrás de mí podía oír a Taylor y a Logan llamándome, pero era incapaz de salir de aquel trance y darme la vuelta. Necesitaba saber qué le había pasado. Me quedé ahí de pie, inmóvil, con las manos sobre el corazón, mirándola. Mary avanzó sobre una roca plana mojada en parte por el agua. Llevaba algo en la mano.
Estaba demasiado cerca del lago y la idea de acercarme más me aterrorizaba, pero Mary estaba tan triste… Quería consolarla, abrazarla. Decirle que estaba allí. Di un paso al frente, y luego otro más…, y otro. El impulso de llegar a Mary era mucho más fuerte que mi miedo al agua.
Con los ojos fijos en Mary, caminé con suavidad sobre la hierba que llevaba hacia la pequeña playa de piedras hasta que me coloqué justo detrás de ella. Entonces extendí la mano.
—¿Qué hace? —oí decir a Taylor.
—Ha debido de ver algo. Una garza tal vez —respondió mi hermano al instante.
«Gracias, Logan», pensé a pesar del trance en el que estaba sumida.
Poco a poco, como si le costara un enorme esfuerzo, Mary levantó la mano y dejó caer algo. Un trozo de papel… una carta. Y luego otra y otra. Una a una las cartas fueron volando. Podía percibir la furia que ahora la invadía por la forma de mover el brazo y el arco de la espalda. Entonces arrojó un montón de cartas de una sola vez. Seguí con la vista los papeles que se dispersaban por el aire, desvaneciéndose antes de tocar la superficie del agua. Cuando volví a mirar a Mary, su sedoso cabello, sus brazos delgados y su grácil figura también empezaron a esfumarse hasta que solo quedaron las piedras y el lago.
Un instante después desapareció el hormigueo y en mi mente se hizo el silencio; un silencio perturbado tan solo por el ligero sonido del agua que rompía contra las piedras. Sin embargo, la profunda tristeza permanecía. El gesto de Mary había venido cargado de una infinita sensación de pérdida. Algo había pasado. Se había deshecho de todas esas cartas arrojándolas al agua. ¿Serían las cartas de Robert? Algo en mi interior me dijo que sí.
De repente tenía a Logan a mi lado. No dijo nada, pero se quedó muy cerca de mí, hombro con hombro, y rozó mi mano apenas un instante. No se le ocurrió rodearme con el brazo, tal y como otra persona hubiera hecho. Muy propio de mi hermano.
—¿Se ha ido? —preguntó Taylor poniéndose a nuestra altura. Asentí, incapaz de apartar la vista del lugar donde había estado Mary—. Qué lástima. Logan podría haber hecho una foto estupenda —comentó. Sus palabras sonaron como si estuviera recitando un guion.
Me di cuenta de que Taylor sospechaba algo. Le miré, tenía los ojos muy abiertos, pero me sostuvo la mirada sin decir nada.
Entonces recordé lo cerca que estaba del lago. Me volví y me alejé a toda prisa de la orilla, seguida de mi hermano y Taylor.
—Bueno, ¿tomamos una cerveza? —comentó Taylor mientras subíamos de nuevo al Land Rover. No había dejado de mirarme con ojos preocupados. Quería irme a casa para estar sola y pensar en lo que acababa de suceder, pero no sabía qué excusa inventarme para que se quedaran tranquilos.
Al final descubrí que la mejor solución había sido sentarme en un pub con una copa en la mano, pues parte de la inmensa pena que Mary me transmitió se había evaporado con el calor del alcohol.
Cuando Logan salió un rato para hacer una llamada, Taylor aprovechó la oportunidad.
—Inary… ¿Qué es lo que ha pasado…? —empezó a decir en cuanto mi hermano no pudo oírnos. Apartó la vista, buscando las palabras correctas.
Le miré a los ojos con la mente llena de un sinfín de mentiras a mi disposición. ¿Cuál escogería? Estaba acostumbrada ocultar la verdad sobre mi don, no me quedaba otra.
—¿Es lo mismo que pasó en la excavación?
Entonces me quedé en blanco. Todas las excusas se evaporaron. No podía pensar en nada. Ahora fui yo quien apartó la vista mientras bebía otro sorbo de mi copa.
—Espero que algún día me lo cuentes, Inary. Porque créeme, es bastante extraño.
«¡No me digas!»
* * *
Logré convencer a Taylor y a Logan de que estaba cansada, que necesitaba irme a la cama temprano. Quería que Mary se me apareciera de nuevo para saber qué había pasado. Sentía en mis huesos que esa noche volvería a visitarme.
Y tenía razón. Estaba leyendo en la cama, bajo el edredón, con la cara mirando a la pared, cuando sentí un peso a mi lado, como si alguien se acabara de sentar en el colchón. Durante una fracción de segundo me permití albergar la esperanza de que fuera Emily, pero en el fondo sabía que no era así. Me di la vuelta y allí estaba Mary, sentada tan cerca de mí que mis piernas, cubiertas por las sábanas, casi le tocaban la cadera. Tenía la espalda encorvada, como si soportara sobre sus hombros un peso enorme, y las manos apoyadas en el regazo. Sus dedos sostenían un papel arrugado. De pronto su mente inundó la mía dejándome sin aliento. Bajo el zumbido de mis oídos pude oír sus pensamientos. Era como si toda su vitalidad y su pasión la hubieran abandonado, absorbidas por lo que fuera que hubiera sucedido. Alisó el trozo de papel, lo miró y de sus labios escapó un débil sollozo.
Mi muy querida Mary:
Lo siento. No puedo dejarla. Anna va a tener un hijo… mi hijo… y aunque sucedió antes de que te conociera, el deber me obliga a quedarme con ellos. Lo siento mucho, y más teniendo en cuenta por lo que ha pasado tu familia.
Me odio a mí mismo, pero no soy lo suficientemente fuerte como para marcharme.
Por favor, perdóname.
Robert
Cada palabra fue como un mazazo y pude sentir cada golpe. Por eso había tirado todas sus cartas.
Qué lástima, qué crueldad más grande que Mary y Robert se hubieran conocido cuando la suerte ya estaba echada, como si la vida se estuviera burlando de ellos, de los tres.
Pobre Mary, cómo me hubiera gustado que no hubiera tenido que pasar por lo que yo pasé. Y en cierto modo, también pobre Robert, por la decisión tan desgarradora que tuvo que tomar.
Aunque al menos él pudo elegir. No como ella, que no le quedó más remedio que aceptar lo que el destino le tenía preparado.