Capítulo 19
LA QUÍMICA DEL DOLOR
Inary
—Inary… Siento mucho lo de Emily.
Miré el rostro amable de la doctora Nicholson. Nos conocía a los tres desde niños y confiaba en ella, pero estaba segura de que acudir a su consulta era una pérdida de tiempo. No tenía muy claro que un médico pudiera conseguir que recuperara la voz. Además, lo que Álex me había contado por correo electrónico me ayudaba a entender lo que probablemente me ocurría, así que me preocupé menos por lo que la doctora Nicholson pudiera decirme.
«Gracias», articulé.
La doctora respiró hondo.
—Inary. Las dos sabemos que lo que te ocurre no se debe a una infección en la garganta o algo parecido. Pero para estar seguras voy echarte un vistazo.
Asentí. Dirigió una luz hacia mi garganta, mis oídos y mis ojos; comprobó mi corazón y mi respiración e incluso me golpeó en la rodilla con uno de esos martillos que solo había visto en las películas.
—Estás muy bien de salud, pero creo que ya lo sabías.
Hice un gesto de asentimiento y me abotoné la camisa.
—Llevo en esto muchos años y he visto las cosas tan extrañas que el dolor puede provocarle a la gente —comentó. Aquello me recordó a lo que me había dicho Eilidh en el funeral—. Lo que necesito saber, Inary, es cómo te sientes por dentro.
«¿Cómo cree que me siento?», quise decir. «Mi hermana pequeña acaba de morir. Siento como si yo también me estuviera muriendo. Como si mi corazón fuera a pararse en cualquier momento.»
Me encogí de hombros.
«Estoy destrozada», escribí. No podía ser más explícita.
—Lo sé, cariño —dijo, poniendo una mano en mi hombro en un gesto maternal—. Ha sido muy difícil para todos vosotros. Recuerdo a tus padres y lo preocupados que estaban…
Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no ponerme a llorar. Fruncí el ceño y bajé la mirada. No podía llorar. Si empezaba, nunca me detendría.
—¿Has conseguido dormir estos días, Inary?
Asentí. Era cierto. Dormía, aunque no muy bien y tampoco durante mucho tiempo.
—Bien. ¿Estás comiendo?
Volví a asentir.
—Inary, prométeme algo. Si en algún momento sientes que esto es demasiado, que no puedes soportar tanta tristeza, o que no comes o duermes y te pasas todo el día llorando…, tienes que volver a verme.
«¿Y qué hará? Nada podrá devolverme a Emily», escribí. No quería mostrarme grosera con la doctora Nicholson, pero sabía que no podía ayudarme. Había perdido la voz por alguna misteriosa química del dolor y no había forma de saber si la recuperaría ni tampoco cuándo ocurriría.
La doctora no se inmutó.
—Podemos hablar de las distintas opciones que tenemos. Tal vez considerar la idea de medicarte.
La miré con los ojos abiertos. ¿Quería darme antidepresivos? ¿Algún componente químico que hiciera desaparecer de manera artificial la tristeza, como si Emily no se mereciera que llorara su pérdida? ¿Cómo si no fuera lógico que mi corazón se hubiera roto en mil pedazos…?
Negué con la cabeza.
—Bueno, si es algo que prefieres que no hagamos, lo dejaremos así por ahora. Pero si te sientes peor, por favor, ven a verme.
Asentí. Aunque no lo haría.
—¿Lo prometes? —preguntó.
Volví a asentir. Y de nuevo mentí.
Ladeó un poco la cabeza y me miró como si estuviera estudiándome. Llevaba ejerciendo la medicina durante treinta años, era madre de cuatro hijos y abuela de seis nietos. Sabía que estaba mintiendo. Sabía que no volvería.
—Muy bien. ¿Cómo está Logan?
El corazón me dio un vuelco. De eso sí que quería hablar. Quizá ella sí que pudiera ayudarle, aunque no lo hiciera conmigo…
«No está bien», escribí. «Me tiene muy preocupada. Se le ve…»
Negué con la cabeza. No era capaz de expresarlo en palabras. No podía explicar que estaba… roto. Así de simple.
—Entiendo. ¿Puedes pedirle que venga a verme? Sería conveniente que lo hiciera.
«Lo intentaré, pero va a ser difícil convencerle.»
—De acuerdo, a ver si lo consigues. Tiene suerte de tenerte, de que te preocupes por él.
¿En serio? Porque yo me sentía de lo más impotente. Volví a asentir y me dirigí hacia la puerta. La tía Mhairi se levantó de un salto en cuanto nos vio salir de la consulta.
—¿Qué le pasa, Shona? —susurró a pesar de que la sala de espera estaba vacía, a excepción de la enfermera que, con mucho tacto, cerró la puerta sin hacer ruido, y una de las hermanas Boyle, las famosas tejedoras de ropa para bebés, que estaba sorda como una tapia.
—Creo que lo que ha sucedido le ha ocasionado un trauma…, pero Inary volverá a visitarme a ver qué podemos hacer, ¿verdad?
Asentí de nuevo sin mucho entusiasmo.
—Mhairi, creo que Logan también debería venir —continuó la doctora—. Inary dice que no lo está llevando muy bien…
—Oh, pero no vendrá. ¡Prefiere caminar a través de las llamas antes que ir al médico! A su padre le pasaba lo mismo, igual que a mi marido…
—Lo sé. Lo sé. Pero a ver si podemos conseguirlo.
—Lo intentaremos. Todo ese alcohol que bebe… —Negó con la cabeza. Me puse enferma. Ya era malo pensar que Logan tenía un problema, pero oírlo decir en voz alta era espantoso—. Gracias, Shona —prosiguió mi tía.
—No hay de qué. Y gracias por la foto —dijo la doctora Nicholson haciendo un gesto hacia su consulta.
Desde donde estaba podía ver su escritorio. Allí, en el marco de cartón blanco, estaba la imagen de Emily que habíamos enviado a nuestra familia y amigos. Qué extraño que no me hubiera fijado cuando estaba dentro. Era una foto que le hicimos la noche del desfile de moda. Estaba sonriendo, con un vestido recto de seda en color verde claro que había diseñado ella misma. Llevaba el pelo suelto sobre los hombros y las uñas pintadas de un verde brillante.
Emily.
Tía Mhairi y yo salimos en silencio. El extraño y repentino regocijo que sentí el día anterior durante mi paseo por las colinas se desvaneció por completo dejando solo el dolor. Otra vez ese profundo dolor. Aunque supuse que eso era lo que cabía esperar. Días mejores, días peores… ¿No era así como se suponía que funcionaba el dolor?
¿Dónde estaba el vestido de seda verde? Quería guardarlo para siempre. Quería ponérmelo para tener a mi hermana conmigo, como si nunca se hubiera ido.
* * *
Apenas acababa de entrar en casa cuando Lynne, nuestra vecina, llamó a la puerta.
—Un mensajero ha dejado esto para ti —explicó, y me entregó un pequeño paquete.
No había nada escrito en él, ningún remitente, solo mi dirección y unos pocos sellos extranjeros, pero sabía de quién era. En el interior, como en un juego de muñecas rusas, había otra caja, también pequeña y con el interior de terciopelo. Abrí la tapa, en medio del terciopelo había un pequeño búho de porcelana y una minúscula nota doblada.
Te presento al primer miembro de la familia de búhos de Glen Avich.
A.
La figura tenía una diminuta bandera polaca pintada con rotuladores y pegada a un palillo de dientes.
Una tímida sonrisa se abrió paso desde mi corazón hasta mis labios.
De: Inary@gmail.com
Para: Alex.McIlvenny@hotmail.co.uk
Querido Álex:
¡Ya me ha llegado tu búho! Muchas gracias. Está sobre el escritorio de mi antiguo dormitorio. También quería agradecerte el correo con los enlaces sobre lo que me pasa. Eso de disfonía psicógena da un poco de miedo. He ido al médico, pero me ha dicho que no hay nada que se pueda hacer. Solo esperar. Voy a quedarme por aquí una temporada. Rowan me enviará lo que tengo que hacer y trabajaré desde casa. En estos días todo me está resultando muy extraño. He borrado todas mis historias, no me preguntes por qué, porque ni siquiera lo sé. Es como si viviera dentro de una burbuja. Echo de menos a Lesley y a…
«Y a ti», me hubiera gustado escribir. Pero decidí no hacerlo. No sería justo para él.
En realidad no debería escribirle nada; me había prometido a mí misma que no le seguiría haciendo aquello, que no jugaría con sus sentimientos.
Estoy teniendo sueños muy raros…
¿Podía contarle a Álex lo de mi don? ¿Lo entendería?
… más bien visiones del pasado. Puedo ver el pasado… y a los espíritus de la gente que ya ha muerto.
A excepción de mi familia más cercana, nadie sabía la verdadera extensión de mi don. Mi familia y Lewis, que se quedó horrorizado. Dijo que le dio miedo y que le hizo preguntarse qué era lo que de verdad me pasaba en la cabeza. Dicho de otro modo, se preguntó si estaba loca. Supongo que era lo que cabía esperar de alguien que había sido criado por dos fanáticos; Anabel hubiera pensado que estaba poseída por el demonio.
Seguro que Álex no reaccionaría así, o eso creía, pero todavía tenía mis dudas. Así que borré aquello último.
Echo de menos a Lesley y estoy intentando ayudar a Logan a superarlo. Espero que estés bien. Gracias de nuevo por la información sobre lo de mi voz. Es curioso, es la típica cosa que siempre le pasa a los demás… hasta que te pasa a ti.
Besos,
Inary.
Mis dedos quedaron suspendidos sobre el teclado. Estaba propiciando que volviéramos a hablar y, tal y como funcionaban las cosas entre Álex y yo, muy pronto estaríamos escribiéndonos a diario y nos encontraríamos de nuevo en la misma situación que estábamos antes.
Lo mejor que podía hacer era presionar «eliminar», pero en su lugar le di a «enviar». Estaba claro.
Estaba furiosa conmigo misma, pero a la vez aliviada de poder seguir hablando con él…, de experimentar los usuales y caóticos sentimientos que Álex me provocaba. Me levanté de la silla y caminé de un lado a otro por el dormitorio hasta que oí el aviso del portátil.
De: Alex.McIlvenny@hotmail.co.uk
Para: Inary@gmail.com
¿Que has borrado tus historias? Eso es un poco radical, ¿no crees? Pero bueno, toda tu vida ha cambiado y no es que te vayas a quedar quieta. Solo has hecho más sitio para tu nueva vida. En tu interior hay un montón de cosas que están esperando a que las saques a la luz. Y lo harás.
Cuídate.
Álex
Álex siempre encontraba las palabras adecuadas.
Qué extraño, pensé, me había esforzado al máximo para cerrar mi corazón y lo había logrado de tal manera que ahora era incapaz de encontrar la llave. Un corazón cerrado a cal y canto podía llegar a ser muy pesado.
Fui a la habitación de Emily y abrí el armario. El dolor se apoderó de mí en cuanto olí su aroma; una combinación entre Miss Dior, su perfume favorito, y su esencia personal. Cerré la puerta de inmediato. Si la mantenía abierta ese aroma se iría evaporando, mezclándose con el aire y nunca volvería a olerlo. Desaparecía para siempre. ¿Lo recordaría? La semana o el mes que viene, seguro, ¿pero y dentro de un año? ¿O en una década? ¿Recordaría la composición exacta del olor de la piel de mi hermana, de su aliento?
Un sollozo escapó de mis labios. Claro que sucedería, era inevitable. Su esencia se evaporaría aunque dejara el armario cerrado toda la vida; al igual que también se desvanecerían sus recuerdos hasta que un día yo misma desapareciera de la faz de la tierra… Y Logan. Y toda la gente de este pueblo, toda nuestra generación.
Pero antes de que aquello sucediera, estaría aquí, viva, y recordaría a mi hermana. Lentamente, volví a abrir la puerta del armario y acaricié las filas de vestidos, camisas y jerséis de mi hermana hasta que vi un destello de color verde claro. Allí estaba el vestido de la ceremonia de graduación.
Lo saqué del armario y hundí el rostro en él con los ojos cerrados.
Llevaría el vestido de Emily. En mi interior, mi hermana seguía viva.
* * *
Esa misma noche volví a sentir un hormigueo en la piel y un zumbido bajo en los oídos. Así que no me pilló por sorpresa que en mitad de la noche, en la hora más oscura, me despertara al oír un ligero ruido proveniente de mi interior y viera a Mary en la ventana. Continué tumbada, aunque bien despierta y con los ojos muy abiertos. No me moví, ni hice ningún sonido, incluso contuve la respiración todo lo que pude para evitar que desapareciera. Era como si Mary tuviera una luz enfocándola desde arriba o que se proyectara desde su interior, porque podía verla con total claridad. Su pelo suelto caía en suaves ondas sobre los hombros. Se la veía tan joven, fresca y radiante. Noté que parecía feliz. Sus labios se movían, estaba hablando pero no podía oírla. Sin embargo, en cuanto entré en sintonía con su presencia, empecé a distinguir sus palabras. Hablaba con alguien, una silueta oscura que no pude distinguir.
—Nunca creí que podría tener sentimientos tan profundos por nadie —decía—. La espera se me está haciendo eterna. Sé que tiene que hablar con ella, explicarle todo, pero no aguanto más. Quiero que vuelva, que esté aquí, conmigo. —Hubo una pausa y la otra persona habló; un suave murmullo que no logré descifrar—. Sí, creo que mi madre lo sabe. No se lo he dicho, por supuesto, nunca lo aprobaría, pero ya sabes cómo funcionan las cosas por aquí. Uno no puede tener secretos. Se lo diré en cuanto él rompa su compromiso, así mi madre no tendrá nada en su contra y Robert terminará ganándose su cariño.
Me intrigaba todo aquello. Poco a poco iba conociendo la vida de Mary y deseaba saber qué venía a continuación. Por desgracia, comenzó a desvanecerse. Continuó hablando y, sin embargo, su voz era cada vez más ininteligible. Quería que se quedara un poco más, pero no pude detenerla.
Minutos después se había ido y yo empecé a quedarme dormida mientras un pensamiento no dejaba de darme vueltas en la cabeza. ¿Mantendría Robert su promesa y volvería con Mary? Lo cierto es que también sentía empatía por la otra mujer, su prometida. Estaba segura de que era la belleza con la que le vi el día que presencié su primer encuentro con Mary.
Sabía cómo se sentiría cuando Robert le contara la verdad y rompiera con ella.