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Los estudios de Medicina
Cuando al cabo de unos cuantos días Luna llegó a la parte alta de la Rambla, conocida popularmente como la Rambla de los Estudios, se dirigió rápidamente a la casa del Estudio General.
Tras unos momentos de duda, la muchacha se acercó al bedel para preguntarle por el lugar donde se hacían las pruebas de ingreso de Medicina, con la intención, si las aprobaba, de asistir a las clases de los tres catedráticos encargados de impartir el curso.
—¿Qué quieres, muchacha?
—Vengo a hacer la prueba de ingreso a los estudios generales de Medicina.
—Lo lamento, pero eso es imposible. La matrícula no se abre hasta el mes de octubre y, además, disculpa porque no te quiero ofender, pero aquí las mujeres no son muy bien recibidas.
—No me importa. He sido citada a esta hora para hacer la prueba. Si tuvierais la amabilidad de comprobarlo, os lo agradecería —insistió Luna, decidida a no abandonar el lugar sin realizar la prueba.
—Muchacha, no me hagas perder más el tiempo. Te lo ruego —insistió él, amablemente.
Aquello no avanzaba, así que Luna, demostrando una paciencia infinita, optó por mostrarle al hombre la carta que había recibido unos días antes.
Y el bedel, al leer la nota firmada por los tres catedráticos responsables de los estudios de Medicina, tragó saliva:
—Discúlpame un momento, Luna Aymerich. Voy a ver si te pueden recibir ahora mismo —comentó antes de salir como alma que persigue el Diablo, escaleras arriba.
Cuando Luna entró en la sala noble del edificio, se encontró con que la estancia, que tenía una larga mesa de madera y tres sillas, estaba ocupada por unos hombres que Luna identificó rápidamente como los tres catedráticos de los estudios generales de Medicina.
—Entra, por favor —le dijo el hombre que ocupaba el centro de la mesa—. Mi nombre es Pere Joan Grimosachs y estos son mis colegas: Onofre Bruguera y Llorens Benet —añadió mientras señalaba a derecha e izquierda—. Tu caso no es nada habitual, la verdad, pero hay gente muy poderosa que ha insistido para que te escuchemos y seas evaluada para ver si estás capacitada para estudiar aquí. Así que, antes de examinarte, nos gustaría saber más cosas sobre ti. ¿Quién eres en realidad, Luna Aymerich?
Luna supo que no era momento para dejar nada en el tintero, de manera que se explayó largo y tendido, hablando primero de su propia historia, y después respondiendo durante horas a las preguntas que los catedráticos le planteaban sobre las cuestiones más diversas.
La joven salió a la calle exultante de alegría. Todo había ido bien, muy bien. Y cuando llegó corriendo al palacio donde la esperaban impacientes Salvador y Hugo, les tendió un papel en el que había anotados unos horarios que apenas podían entender.
De 7 a 8, De Simplibus, Galeno.
De 8 a 9, De differentis febrius, Galeno.
De 9 a 10, De differentis morbo, Galeno.
De 10 a 11, Cirugía.
De 2 a 3, Anatomía.
De 3 a 4, De natura humana, Hipócrates.
De 4 a 5, Práctica, Jaime Silvio.
—¿Qué es esto? ¿Qué significa? —preguntaron casi al unísono, Salvador y Hugo, mientras una sonrisa se les empezaba a dibujar en la cara.
—¡Son los horarios de las clases! —exclamó Luna, incapaz de aguantarse durante más tiempo las ganas de compartir la buena noticia—. ¡He sido aceptada como estudiante de Medicina!
La felicidad ocupaba todos los rincones del despacho personal del señor de Montcada, y cuando Luna y Hugo se quedaron a solas —Salvador se había excusado para visitar la capilla de palacio—, sus bocas se fueron acercando lentamente hasta que sus almas se fundieron en un largo beso lleno de ternura.
—Eres mi vida —le dijo Hugo cuando sus labios se separaron—. Y espero que aceptes ser la dueña de mi corazón hasta el fin de mis días.
Salvador, que entraba en aquellos momentos por la puerta, se vio moralmente obligado a regresar corriendo a la capilla para dar de nuevo gracias a Dios y rezar por la felicidad eterna de la pareja.