48

—Entonces ¿crees que detrás de todo esto hay un cártel? —le preguntó Bogart.

Decker estaba sentado frente a Milligan y Jamison y Bogart en la habitación del motel de este último. Había puesto al corriente a todos de sus deducciones y de la conversación mantenida con Mars.

—No estoy completamente seguro, pero es muy posible. Si Lucinda escapó y les robó algo, puede que la buscaran. Se casó con Roy y huyeron juntos a Texas.

Milligan negó con la cabeza.

—¿Y al cabo de veinte años los ven en la ESPN y el cártel vuelve a ir tras ellos? Según tú, era una sirvienta. ¿Por qué iban a molestarse? Además, por entonces las guerras entre cárteles se estaban poniendo feas. Los capos de la droga caían como moscas o eran encarcelados. ¿Y ahora, cuarenta años después, todavía persiguen a los Mars?

—¿Y si tenía algo más suyo? —dijo Jamison—. Algo muy perjudicial o muy valioso que tantos años después sigue siéndolo y que los líderes actuales quieren recuperar. Puede que fuera lo que tenían en la caja de seguridad del banco.

—Sigue estando muy cogido por los pelos.

—Muy cogido por los pelos, sí —convino Decker—, pero no podemos descartarlo. Todavía no. Tenemos que seguir esa pista.

—¿Cómo? —preguntó Milligan—. Hablamos de hace cuarenta años, Decker. Los implicados habrán muerto o estarán en un geriátrico. Dado que hablamos de cárteles, lo más probable es que estén muertos. Los jugadores son otros. Y en Colombia el tráfico de drogas se ha venido abajo durante las dos últimas décadas. La mayoría de los negocios se han trasladado a otros lugares, como México.

—Todo eso es cierto —dijo Decker—, pero una manera de seguir ese rastro es encontrar a Roy Mars.

—Tenemos agentes buscándolo —dijo Bogart—, pero no es nada fácil. Hace mucho que se esfumó.

—En eso te equivocas —lo corrigió Decker—. Se le vio hace poco.

—¿Qué dices? —se extrañó Milligan—. ¿Dónde?

—En Alabama.

—Nadie lo ha visto en Alabama —dijo Milligan.

—Patricia Bray lo vio. Vio al tipo del Avalon.

—Alto ahí —terció Bogart—. ¿Estás diciendo que el hombre que hizo explotar a Regina Montgomery era Roy Mars?

—Por supuesto que lo era. La edad coincide. La descripción física también.

—¿Le has dicho a Melvin que sospechas que era su padre? —le preguntó Jamison.

—No.

—¿Se lo dirás?

—No lo sé. ¿Tú qué opinas?

Jamison los miró a todos antes de hablar.

—Opino que ya tiene mucho que digerir de momento. A menos que estemos seguros, prefiero que no se lo digamos.

—Estoy de acuerdo —dijo Bogart, y Milligan asintió.

—Pero Decker, ¿por qué mató Roy Mars a Regina? —inquirió Jamison.

—Porque metió la pata. Se gastó el dinero que le había pagado. Volvimos a su casa. Así supo Mars que pasaba algo. Se había quedado por ese motivo precisamente, para ver hasta qué punto estábamos interesados en ella. Charles Montgomery estaba muerto. El chico no habría dicho nada. Regina era el único cabo suelto. A lo mejor Roy tenía intención de matarla de todos modos. No tuvo reparos a la hora de despachar a Reardon y quemar su cadáver. El tipo es un asesino.

—¿Crees que trabajaba para el cártel? Como sicario, digo. Pudo conocer así a Lucinda.

—Puede ser, aunque los cárteles por entonces no tenían una red extensa. Se nutrían más bien de gente del país. Traer a un tipo blanco de Estados Unidos no formaba parte de su protocolo de actuación, seguramente. Aunque pudo haber estado en Suramérica y conocido allí a Lucinda. Quizá la ayudó a escapar del cártel.

—Pero no son más que conjeturas —dijo Bogart—. No tenemos pruebas de que nada de eso sea cierto.

—Entonces —dijo Jamison—, Roy Mars le pagó a Montgomery para que mintiera con el fin de sacar a Melvin de la cárcel. Pero si Roy cometió los asesinatos por los que cumplía condena Melvin, fue él quien lo incriminó. ¿Por qué esforzarse tanto para sacarlo de prisión ahora?

—Eso mismo me pregunto yo —dijo Bogart—. No tiene demasiada lógica.

Decker miraba por la ventana.

—¿Decker? —le dijo Jamison—. ¿Puedes explicárnoslo?

Él la miró.

—Es posible que hiciera una promesa.

—¿Una promesa? ¿A quién?

—A Lucinda.

Bogart sacudió la cabeza.

—No entiendo nada.

Decker siguió hablando con Jamison.

—¿Recuerdas que le pregunté a Melvin, mientras estaba hipnotizado, si su padre le había dicho alguna vez que le quería?

—Sí, me chocó un poco que se lo preguntaras.

—Lo hice porque quería tantear el terreno.

—¿Tantear el terreno? —dijo Milligan, completamente confundido—. Vamos, Decker, es como si me hablaras en un idioma desconocido.

—No creo que Roy quisiera a Melvin, pero Lucinda sí. Creo que Lucinda sabía lo que iba a hacer Roy. Matarla para ahorrarle el sufrimiento del cáncer. Seguramente planearon eso juntos. No hay que olvidar que fue hace veinte años, que estaban en un pueblecito con poco dinero. Dudo que hubiera tenido un final tranquilo sin dolor. Así que hicieron un pacto. Roy mataría a Reardon y Lucinda cambiaría el historial dental para tapar el asesinato. Roy vaciaría la caja de seguridad. Tuvo una discusión con Lucinda en la que ella usó la palabra «chocha». Por eso supe que ella era consciente de que Roy iba a fingir su muerte, como una comadreja.

—Pero si ella estaba en el ajo, ¿por qué discutieron? —preguntó Bogart.

—Porque ella se arrepintió. Amaba a su hijo. Estaba enferma, se moría. Que estuviera al corriente del plan no implica que le gustara. Evidentemente no le gustaba.

—¿Cómo podía querer a Melvin y dejar que le cargaran los asesinatos? —dijo Jamison—. Se ha pasado dos décadas en la cárcel.

—Quizá su madre pensó que estaría más seguro en prisión —dijo Milligan.

Todos lo miraron.

—Veámoslo así —prosiguió él—. Si temían que el cártel los hubiera localizado por la emisión de la ESPN... Es posible incluso que hubieran recibido una advertencia o una amenaza. Entonces sabían que si no se esfumaban firmaban su sentencia de muerte. Sin embargo, ¿cómo podía desaparecer Melvin con ellos? El chico era una estrella del fútbol, todo el mundo lo conocía. Iban a seleccionarlo. Jugaría en la liga nacional. Ellos dos podían escabullirse, pero él no. Tampoco podían abandonarlo porque el cártel aparecería y lo mataría o lo torturaría para sacarle información acerca de sus padres y luego lo mataría.

—El cártel también podía llegar hasta él en la cárcel —puntualizó Bogart.

—Sí —repuso Milligan—, pero no tan fácilmente como en la calle. Seguramente era el menor de los males. Además, seguramente pensaron que, estando en la cárcel, el cártel no lo consideraría una amenaza. Si creían que había matado a sus padres, supondrían que Roy y Lucinda no le habían contado nada del cártel y de sus secretos.

Decker lo evaluó.

—Agente Milligan, buen razonamiento.

Milligan sonrió.

—Gracias. Y Decker, llámame Todd. Estamos en el mismo equipo.

—Bueno, pues yo no me lo trago —dijo Jamison.

Todos se volvieron hacia ella.

—¿Para proteger a tu hijo lo encarcelas? —prosiguió ella—. ¿Y lo condenan a la pena de muerte? Sí, la mejor opción, sin duda.

—No digo que sea la respuesta correcta, Jamison —le dijo Milligan—. Solo digo que es posible.

—Vale —dijo Bogart—. Supongamos que estamos en lo cierto. En tal caso, ¿por qué ha vuelto Roy para sacar de la cárcel a Melvin?

—Iban a ejecutar a Melvin —se apresuró a decir Decker—. Yo creo que Roy le prometió a su mujer que si eso llegaba a pasar salvaría a Melvin. Y eso hizo.

—¿A eso te referías cuando hablabas de una promesa?

Decker asintió en silencio.

—¿Al cabo de tantos años? —dijo Bogart—. Podría haber muerto y Melvin habría estado con la mierda hasta el cuello.

—Pero no había muerto. Y cumplió su promesa.

—Tuvo que haber amado mucho a su mujer —dijo Jamison.

—Sí —dijo Decker—. No puedo ni imaginar lo que le costó apretar el gatillo de esa escopeta y acabar con su vida. Aunque supiera que le ahorraba seis meses de agonía.

—¿De verdad puedes hacerle eso a alguien a quien amas? —preguntó con escepticismo Milligan.

—Creo que solo puedes hacérselo a alguien a quien amas de verdad —le contestó Decker—. Tiene que ser lo más difícil que has hecho pero lo haces por amor. Y me parece que Roy Mars murió un poco esa noche. Perdió lo único bueno de su vida.

—¿Y Melvin? —preguntó Jamison.

—No quería a su hijo. Lamentaba lo que estaba a punto de hacer. Esa noche le dijo a Melvin que lo sentía, ¿recordáis? Era por la madre, no por el hijo. Pero hay algo más, solo que no sé qué. Así que ahora la pregunta es dónde está Roy Mars.

—Un momento —dijo Jamison—. A lo mejor el cártel no tiene nada que ver con esto. Como ha dicho Todd, cuarenta años después estarán todos muertos. Roy le pagó a Montgomery, sacó de la cárcel a Melvin y luego mató a Regina. Tal vez es el único implicado.

Decker negó con la cabeza.

—Si así fuera, ¿quién ha secuestrado a Davenport?

—¿Roy? —sugirió Jamison.

—¿Por qué?

Ella fue a decir algo pero se lo pensó mejor.

—No sé por qué.

—Hay alguien más metido en esto. Que Melvin saliera de la cárcel ha despertado su interés.

—¿Crees de verdad que Roy Mars sigue vivo? —le preguntó Milligan.

—Es posible, y/o que Melvin, al salir de la cárcel, haya despertado de nuevo el interés de quien sea por lo que hubiera en la caja de seguridad. A lo mejor esperan que los lleve hasta eso, como ya había sugerido.

—¿Y si el cártel se ha llevado a Davenport? —dijo Jamison lentamente.

Milligan y Bogart se miraron.

—Yo no intentaría endulzar esa píldora —dijo este último—. Las probabilidades de que la recuperemos sana y salva no son muchas.

—¿Y cómo vamos a encontrar a Roy Mars? —preguntó Milligan, rompiendo el incómodo silencio.

—Bueno —dijo Decker—, estoy convencido de que anda cerca. Así que de un modo u otro nos toparemos con él.

—Lo dices en broma, claro —dijo Milligan.

Decker no le respondió.

La última milla
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