EPÍLOGO 3
El autobús se deslizaba por el asfalto con suavidad. Julia rebulló en su asiento y se colocó mejor la capucha para que el regordete muchacho que viajaba a su lado no viera sus heridas.
Habían salido de los límites de Riverside Falls unos veinte minutos antes y el paisaje volvía a ser el normal. Ya no había ciudades destruidas, ni helicópteros volando por el cielo. Aunque sí que se habían cruzado con algún que otro convoy del ejército.
De repente la luz se apagó y Julia se puso alerta, hasta que comprendió que, simplemente, habían entrado en un túnel. Suspiró. Le costaría mucho volver a ser la de antes. Tal vez, cuando sus heridas se curaran y cuando olvidara que durante unos días había tenido amigos. Tal vez, cuando volviera a sentirse sola, volvería a la normalidad.
El reflejo de la ventana devolvió su imagen y Julia se incorporó extrañada. Había algo ahí que no encajaba. Lentamente se bajó la capucha y se observó a sí misma. Su piel volvía a ser pálida y no había ni rastro de heridas o hinchazones.
Una voz retumbó en su cabeza.
«Ya nunca estarás sola, Julia».