7

Lorenn observó al hombre que yacía junto a ella en la cama. Estaba desnudo y sudoroso, pero por lo demás, parecía un hombre normal, aunque sus ojos estaban abiertos y perdidos en algún punto del techo. Sus movimientos durante la tarde habían sido mecánicos y faltos de pasión. Algo lógico, teniendo en cuenta que no tenía conciencia ni control ninguno de su cuerpo.

Por eso Lorenn había disfrutado tanto. Su control mental consiguió que el soldado hiciera lo que ella quería que hiciera. Desde luego, debía reconocer que era una buena forma de obtener placer.

—Levántate y vuelve al trabajo —le ordenó mientras ella misma se incorporaba y caminaba por la habitación, recogiendo la ropa que había quedado tirada por el suelo—. Ya casi es la hora. Reúne a tus hombres.

Él obedeció sin decir ni una sola palabra. Lorenn, completamente desnuda, le observó mientras se vestía. Sí, definitivamente lo había pasado muy bien. Mucho mejor que con Bradbury en cualquier caso. Pero no mejor que con Fox, debía reconocer. Fox, para empezar, tenía pleno control de su cuerpo y la hizo disfrutar mucho más que ese soldado sin pensamientos. Lo haría suyo a la primera ocasión que tuviera.

Lorenn buscó a Nablis en su mente sin encontrarla. O aún no se había acercado lo suficiente como para poder detectarla o ni siquiera iba hacia la base. Le costaba creer que su enemigo se quedara de brazos cruzados. Simplemente no era su estilo. Además, existía la posibilidad de que, de alguna manera, Bradbury se hubiera puesto en contacto con Fox. Si era así, y creía firmemente que estaba en lo cierto, no debía faltar mucho para que Nablis y Ryan aparecieran por allí.

Y se iban a llevar una sorpresa al comprobar que todos los hombres del complejo estaban en Riverside Falls, comenzando con la misión que la había llevado allí.

El soldado terminó de colocarse la ropa y sin decir una palabra, salió de la habitación.

Una vez sola, Lorenn se vistió a toda velocidad, decidida a disfrutar haciendo lo que mejor sabía hacer: matar. Sería maravilloso volver a exterminar sin límites. Se moría por destruir sin pensar en las consecuencias. Simplemente matar. Era para lo que había nacido.

La puerta volvió a sonar, pero no le dio tiempo a contestar cuando otro soldado, éste bastante menos apuesto que el anterior, entró en la habitación. Por supuesto, tampoco se cuadró ni saludó. Le resultaba algo que extraño que no lo hicieran, acostumbrados como estaban a ello, pero supuso que al privarles de voluntad, esas costumbres habían desaparecido.

—¿Qué quieres? —preguntó en tono seco.

—Es Bradbury —contestó el hombre—. Le hemos encontrado. Está en el sótano.

Lorenn sonrió complacida. Por fin, un problema menos. La noche mejoraba por momentos.

—Muy bien —respondió—. Iré a verle ahora mismo. Tú reúnete con los demás. Cuando llegue yo saldremos hacia Riverside Falls.

Solo dos minutos después de que el soldado se fuera, Lorenn salió de la habitación. Le llegaban recuerdos furtivos de su vida en esa casa, la vida de Lorenn. Recordaba haber bajado por las mismas escaleras por las que descendía ahora mismo, el día de navidad. Su padre y su madre la esperaban junto al árbol, plagado de regalos.

Hizo una mueca de asco. Una de las cosas que menos le gustaba de poseer a un humano era tener que compartir sus recuerdos. Cuando estuvo en la planta baja, caminó hasta la parte trasera de la casa y abrió la puerta que daba al sótano. Una nueva escalera, esta de madera y en bastante mal estado, descendía hasta perderse en la oscuridad, pero ella no encendió la luz. Podía ver perfectamente.

Abajo, el aire estaba recrudecido y olía a moho. La poca luz que había provenía de una ventana en lo alto de la pared, por la que se filtraba el brillo de alguna farola. Allí, con las manos atadas a una tubería, estaba Bradbury. Cometió el error de escapar de ella y lo había pagado.

Los soldados que le habían capturado debían haber sido muy duros con él y eso le alegró. Tenía el rostro hinchado y amoratado y, a sus pies, se extendía un charco de sangre.

—Tu escapada no ha sido muy larga —comentó la mujer, acercándose a él—. Creía que te había gustado lo que hicimos. No pensé que quisieras abandonarme tan pronto.

—Eres un monstruo —espetó Bradbury, escupiendo gotas de sangre por los labios.

—¿Eso es todo lo que puedes decirme? —se burló Lorenn agachándose frente a él—. ¿Que soy un monstruo? Dime algo que no sepa.

—¿Dónde está la piedra?

—¿Te refieres a esto? —inquirió ella, sacando del bolsillo del pantalón el meteorito. Había estado todo el tiempo allí. Antes de acostarse con el soldado en el despacho, lo había guardado, para tenerlo completamente controlado. Luego, el hombre y ella pasaron del despacho a la habitación. Bradbury observó con ojos anhelantes el objeto que estaba a menos de diez centímetros de su rostro—. Es bonita ¿verdad?

El hombre no contestó, ensimismado como estaba ante la visión de su deseo. Lorenn percibió que Bradbury tensó los músculos en un vano intento de agarrar la roca, pero las esposas que llevaba en torno a las muñecas se lo impidieron.

—Debes saber que nunca la tendrás. No es tuya, comandante. Y no lo será. Tengo una pregunta —anunció de pronto, levantándose rápidamente—. ¿Has contactado con Fox?

—¿Cómo iba a hacerlo?

—No me mientas —dijo la mujer con voz cantarina, mirando de reojo la pequeña mesa que había en una esquina. Sobre ella había un teléfono móvil—. No puedes engañarme. ¿Van a venir?

—¡Por supuesto que van a venir!

—Bien. A ver cómo reaccionan cuando vean que no hay nadie aquí.

Tras decir esto, descargó un potente puñetazo en la cara del hombre que estrelló su cabeza contra la pared. La sangre salpicó los nudillos de la mujer, pero no dejó de golpear hasta que Bradbury estuvo inmóvil, con la cabeza colgando inerte entre sus brazos.

—Ahora me voy a arrasar Riverside Falls —le dijo Lorenn al cuerpo inconsciente del general—. Espérame aquí. Cuando todo esto acabe me ocuparé de ti como es debido.

La chica se giró y volvió a subir por las escaleras hasta salir al exterior de la casa. Una vez fuera, respiró hondo. Aquél sería el día. Por fin, después de cincuenta años de espera, cumpliría la misión para la que había ido a ese mundo.

Riverside Falls
titlepage.xhtml
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_000.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_001.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_002.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_003.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_004.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_005.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_006.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_007.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_008.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_009.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_010.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_011.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_012.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_013.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_014.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_015.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_016.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_017.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_018.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_019.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_020.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_021.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_022.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_023.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_024.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_025.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_026.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_027.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_028.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_029.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_030.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_031.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_032.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_033.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_034.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_035.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_036.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_037.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_038.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_039.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_040.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_041.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_042.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_043.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_044.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_045.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_046.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_047.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_048.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_049.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_050.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_051.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_052.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_053.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_054.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_055.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_056.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_057.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_058.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_059.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_060.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_061.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_062.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_063.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_064.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_065.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_066.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_067.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_068.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_069.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_070.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_071.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_072.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_073.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_074.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_075.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_076.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_077.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_078.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_079.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_080.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_081.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_082.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_083.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_084.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_085.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_086.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_087.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_088.html