15
La puerta se abrió lentamente y el cañón de una pistola se asomó entre ésta y el quicio. Cuando Ryan comprobó que no había movimiento, terminó de abrirla y entró con cuidado en la casa. Llevaba el arma por delante, atento a cualquier movimiento. Jack le empujó con suavidad a un lado y entró en el apartamento sin tener el más mínimo cuidado.
—Te he dicho que nadie conoce este lugar —repitió por cuarta vez desde que entraron en el edificio de Nueva York.
El militar no le hizo caso y examinó una por una cada una de las habitaciones antes de darse por satisfecho y guardar el arma. Solo entonces le hizo un gesto a Julia para indicarle que ya podía pasar. Mientras tanto, Jack había ido a la nevera, sacado tres cervezas y las había puesto sobre la mesa de cristal del salón.
Julia entró con paso tímido, observando cada rincón de la casa. Sorprendida, miró a Jack.
—¿Esta casa es tuya? —preguntó.
—No exactamente —contestó él abriendo una de las botellas—. Es... era de un amigo. A lo mejor lo conoces —añadió mirando a Ryan, que observaba el exterior a través de una de las ventanas—. Trabajaba en tu base. Hank Miller.
Fox se giró sorprendido y se acercó a él visiblemente afectado.
—¿Eras amigo de Hank Miller?
—Sí. Desde pequeños.
—Eso explica muchas cosas —musitó el militar—. ¿Te contó algo?
—Bueno, no directamente, pero...
—Empieza a contarme —Ryan se sentó en el sillón frente a él y agarró otra de las cervezas por el cuello de la botella—. Tal vez saquemos algo en claro.
—No hay nada que sacar en claro —intervino Julia, mirando de reojo la cerveza que quedaba—. Lorenn planea exterminar a la raza humana. Pero para ello tiene que eliminar a lo único que se interpone entre ella y su objetivo: Nablis. Yo.
Jack respiró hondo y bebió de su botella antes de levantarse y acercarse a la muchacha.
—Mira, sé que Nablis te está diciendo esas cosas. Y, créeme, si lo que dice es cierto, le agradezco que quiera detener a Lorenn. Pero lo cierto es que sí que hay muchas cosas que sacar en claro. Para empezar, Riverside Falls está sumida en el caos desde hace casi una semana. Desde que el cielo se volvió rojo. Y en el hospital hay una madre que espera a que su hijo despierte de un coma... o que muera. Ese niño ha tenido en su mente recuerdos de un asesino. No podemos ni imaginar lo que, tanto la madre como el niño, han tenido que pasar. Lo que quiero sacar en claro, Nablis —añadió, hablando directamente al alienígena—, es si hay alguna forma de salvar a ese muchacho.
—La hay: destruir la piedra. Es ese meteorito lo que está provocando esa serie de extraños sucesos en la ciudad. Si lo destruimos, todo volverá a la normalidad. El chico también. Además, la piedra está conectada con Lorenn. Cuando la piedra sea destruida, Lorenn... el huésped de Lorenn —se corrigió—, también morirá.
Ryan pasó por alto lo que eso significaba. Ya había aceptado que la que fue su amante ya estaba muerta. Lo que ahora le interesaba era otra cosa. Algo que podía cambiar su percepción sobre Nablis completamente.
—Nablis también estuvo dentro de ese meteorito ¿no es cierto?
Julia asintió con la cabeza.
—¿Y también tiene ese... vínculo con la piedra?
—Nablis dice que no lo sabe. Es algo que no puede sentirse. Lorenn fue la primera en entrar en él, con lo cual se vinculó a ella. Nablis también entró, pero no tiene forma de saber si está conectada a la piedra también. Tal vez sí, tal vez no.
—Pero si resultara que sí que tiene el vínculo...
—Nablis también moriría, sí —completó la joven—. Está arriesgando su propia existencia por nosotros. Debemos darle un voto de confianza. Esto lo digo yo, no ella.
—Eso significa que vas a rendirte a ella —dijo Ryan.
Por toda respuesta, Julia se giró y caminó hasta una de las habitaciones. Cuando abrió la puerta, se giró para mirarles.
—No sé cuanto tardaré. Pero no me molestéis, por favor.
Jack y Ryan, cada uno con su botella de cerveza en la mano, la observaron perderse tras la puerta. Ninguno de los dos dijo nada. Solo les quedaba esperar.
Relájate». La voz de Nablis se extendió por su cerebro como un eco.
Julia cerró los ojos y respiró hondo. La cama en la que se había tumbado era muy cómoda. El resto de la habitación también lo era. Con las paredes de color pastel y los bonitos cuadros colgados de las paredes parecía la habitación de un hotel de lujo.
La presencia emitió una sensación de tranquilidad que Julia recibió de buena gana.
«Deja la mente en blanco. No pienses en nada».
La muchacha obedeció. Le costó un trabajo enorme pues, justo en ese momento, se dio cuenta de que, aunque durante tantos años había pensado que estaba sola, la realidad era que Nablis estuvo con ella todo el tiempo. Solo que no lo sabía.
«No pienses en ello ahora», le pidió la alienígena. «Tendremos tiempo de hablar más adelante».
Julia hizo una mueca con la boca. ¿Es que Nablis iba a poder leer cada uno de sus pensamientos?
«Céntrate, Julia. Por favor», insistió la voz.
La joven luchó por mantener la mente despejada, libre de cualquier sensación. Su respiración descendió hasta el punto de que, si alguien la estuviera mirando, pensaría que estaba muerta. Poco a poco, comenzó a ser consciente de todo lo que la rodeaba. Podía escuchar los débiles susurros de Ryan y Jack en la habitación de al lado. Estaban hablando del tal Hank Miller. También notaba el aire que se filtraba por una rendija en la ventana, que no estaba encajada del todo. Percibió la suavidad de la manta sobre la que estaba tumbada y el ligero olor a polvo de la habitación. Era como si todos sus sentidos se hubieran agudizado.
Sintió que Nablis hurgaba en su mente. Era una sensación extraña. Quizás debería haberse sentido violada o algo así, pero lo cierto es que la embargó una sensación de bienestar que no experimentaba desde hacía años. En ese momento, todos los asesinatos, todos los años huyendo de aquí para allá, dejaron de existir. Solo estaban ella y Nablis. Y el horror.
En su mente aparecieron imágenes, sensaciones más bien. Dolor, terror, pasión, valentía. De alguna manera supo que eran los recuerdos de su huésped. “Vio” la destrucción que los entes como Lorenn habían provocado en otros planetas. “Vio” el miedo en los ojos de sus víctimas. Y también “vio” la resolución de Nablis y otros como ella de evitarlo. Entonces comprendió que todo lo que el alien les había dicho era verdad. Su intención era salvar su mundo. Y estaría dispuesta a dar su vida por hacerlo.
Luego llegaron los recuerdos. De alguna manera, la raza de Nablis se reproducía. Lo que tenía no era un hijo o hija. La sensación que le llegó le hablaba de un descendiente. Y ese descendiente desapareció por la mano de un pensamiento. Un pensamiento que Julia reconoció como Lorenn. En términos humanos, Lorenn había matado al hijo o hija de Nablis.
De repente, todo se volvió negro. Ya no había sentimientos ni emociones, solo un agujero oscuro que abarcaba todo su ser. Julia sintió que caía y luego volaba y volvía a caer. Ni había arriba, ni abajo. Quiso levantar una mano para intentar agarrarse a algo, lo que fuera, pero allí no había nada. Y al final llegó al fondo. Sus huesos crujieron al tropezar violentamente con el suelo. Lanzó un alarido de dolor.
Ryan tiró la botella, derramando la cerveza sobre la alfombra, en cuanto escuchó el grito de Julia. Ignorando el estropicio que había provocado, se levantó a toda velocidad y siguió a Jack, que ya había abierto la puerta tras la que estaba la joven.
Estaba incorporada sobre la cama con la boca abierta, como si aún siguiera gritando. Sus manos aferraban con fuerza la manta y el sudor empapaba sus ropas. Cuando los vio aparecer, Julia los miró con los ojos muy abiertos. Había algo distinto en ellos, advirtió Ryan.
—¿Quién eres ahora? —preguntó el militar acercándose lentamente a la cama. Jack le siguió, no muy decidido.
—Julia —contestó ella, mientras se miraba las manos con atención y las movía como si estuviera haciendo un ejercicio—. Soy Julia, pero...
—¿Pero? —quiso saber Mallory.
—Es diferente —intentó explicar la mujer—. Es... no sé cómo explicarlo.
—¿Te has... rendido a ella? —Ryan se sentó en la cama, igual que unas horas antes, cuando la chica descansaba en el hotel de Riverside Falls.
Ella asintió con la cabeza, con expresión ausente. Aun se estaba haciendo a la idea de lo que acababa de hacer.
—Ahora puedo tomar el control de su cuerpo cuando quiera.
Ryan detectó un cambio en la voz de Julia. De alguna manera, supo que ya no era ella. Sacó la pistola de su espalda, donde había estado todo el rato, apretada entre su piel y el pantalón. Nablis miró el arma y luego le miró a él con curiosidad.
—No te preocupes, capitán —le tranquilizo—. Ya os he dicho que no soy una amenaza.
De repente, el cuerpo de Julia tomo aire, como si hubiera estado unos minutos debajo del agua.
—Dice la verdad —explico. Esta vez sí que era Julia—. No es ninguna amenaza. Está aquí para salvarnos. Lo he visto.
—¿Estás segura? —quiso asegurarse Jack.
—Más de lo que lo he estado en mi vida —fue la escueta respuesta de ella.
—Está bien —Ryan se pasó una mano por el rostro. Estaba agotado. Tan cansado que podría acostarse en ese mismo momento y no despertar en muchas horas. Pero no era momento de descansar. Por lo que a él respectaba, lo único que quería era acabar con todo eso cuanto antes y, entonces sí, dormir como un tronco—. ¿Tenéis alguna idea de dónde está esa piedra?
—Debe tenerla Lorenn —contestó Julia, después de escuchar la voz de Nablis en su mente—. Posiblemente en la base aérea.
—La base es muy grande —replicó el militar tras hacer una mueca—. Podría estar en cualquier sitio.
—¿Podría ayudarnos alguien de dentro? —preguntó Jack mientras extraía un cigarro del paquete que había tenido guardado en un bolsillo todo el rato.
Fox le miró con una ceja enarcada mientras lo encendía y luego volvió a hablar:
—Bradbury —respondió—. Al principio tenía mis dudas, pero ahora sé con certeza que no fue él quien mato a Gueller, sino Lorenn. Él nos ayudará.
—No, me corrijo —dijo Jack de repente, con expresión pensativa—. Nadie de la base puede ayudarnos. No nos podemos fiar de nadie.
Tanto Julia como Ryan le miraron fijamente, instándole a continuar.
—Julia tenía un localizador en el brazo ¿verdad? —continuó señalando la herida vendada de la joven—. Ese localizador se lo puso el ejército. Pero sabemos que Lorenn y Nablis no se detectan hasta que están a una determinada distancia. Pero el último ataque fue poco después de dejarla inconsciente en el centro de Riverside Falls.
—No estaba dentro de su rango de detección —comprendió Ryan apretando los dientes—. Y aún así la encontró. Alguien le estaba diciendo a Lorenn dónde se encontraba Julia.
—Exacto —apuntó el periodista—. El ejército la está ayudando.
—Bradbury —Fox hinchó las narices enfadado—. Él es el jefe de la unidad ahora que Gueller ha muerto. Si alguien tenía el GPS para encontrar a Julia era él.
—Se os olvida algo —intervino la joven, que había permanecido en silencio todo el rato—. No importa que no nos ayude nadie. Ahora Nablis y yo estamos conectadas. Tengo sus poderes. Lo difícil no es entrar en la base, sino encontrar la piedra y destruirla. Si la tiene Lorenn, será complicado. Tendré que pelear.
—¿Pues a qué esperamos? —dijo Ryan levantándose.
—Lo haremos mañana por la noche —Julia habló con decisión, tomando de pronto las riendas de la conversación—.Después de rendirme a Nablis estoy agotada. Necesito descansar. Todos lo necesitamos.
—Entonces vamos a dormir ¿no? —inquirió Ryan con una sonrisa.