8

Era completamente de noche. El vehículo, un Chevrolet Impala del 66 negro, se detuvo en la cima de una colina. Cuando los faros se apagaron, prácticamente se fundió con la oscuridad.

En su interior, el capitán Ryan Fox, con las dos manos firmemente apoyadas en el volante, observó con un gesto de fastidio las luces de la base aérea de Riverside Falls.

—No pensé que acabaría infiltrándome en mi propio hogar —comentó.

—No vamos a infiltrarnos —dijo Julia en el asiento trasero—. Infiltrarnos implica que nadie sabe que vamos, pero Lorenn ya debe haberme detectado. No, vamos a irrumpir en la base por la fuerza.

—Un plan muy elaborado —ironizó Jack, en el asiento del copiloto—. Y el coche también es muy sutil, Ryan. Podías haber alquilado otro que pasara más desapercibido.

—Me gusta este coche —replicó el capitán.

—Y a mí me gustan las limusinas blancas, pero no por eso...

—¡Chicos! —les interrumpió Julia—. ¿Nos centramos?

—No podemos entrar por la fuerza —Ryan abrió la puerta y salió del coche. En el exterior hacía frío, pero no le importó. Comenzó a caminar un poco para ver mejor el complejo de la base cuando comprobó que sus dos compañeros le imitaban—. Aunque tengamos armas. Habrá muchos hombres y no sabemos dónde está la roca. Puede estar en cualquier sitio.

—De eso me encargaré yo —dijo Julia—. Vosotros dos buscad a Bradbury y sacadlo de allí.

—No es tan fácil, Julia. Esos hombres —Ryan señaló la base—, esos hombres, Julia, son mis compañeros. Y están poseídos por Lorenn. ¿Qué quieres que haga? ¿Matarlos? No puedo hacer eso.

—No lo entiendes —la chica meneó la cabeza un instante—. Igual que es muy posible que Lorenn no sobreviva a la posesión, el resto de soldados tampoco.

—Esa es la cuestión, que existe una posibilidad de que no mueran —cerró los ojos y suspiró—. No puedo hacerlo. No de esta manera, entrando a matar.

—No hay otra posibilidad. Si la hubiera... —enmudeció de repente.

Tanto Mallory como Ryan comprendieron que Nablis le estaba hablando en su mente. Siempre era igual. Cuando el alien le hablaba, Julia perdía la mirada en el infinito y escuchaba con atención.

—Nablis dice que, en teoría, cuando la posesión de Lorenn acabe, ellos dejaran de estar bajo su control.

—En teoría. Odio las teorías.

—Ryan —Julia se acercó a él y puso una mano en su hombro—, no hay otra solución. Simplemente intenta matar a los menos posibles. Tal vez sobrevivan. En el momento en el que Lorenn los poseyó, los condenó. No puedes hacer nada.

Ryan miró a Jack, que los observaba a los dos con atención, sin interrumpirles. Era algo que, en cierto modo, no le incumbía. Cuando sus ojos se cruzaron, el periodista asintió con la cabeza.

—Está bien —accedió al fin. Se giró y caminó decidido hasta el coche—. Jack, ¿sabes usar un arma?

—Hace unos años iba a una galería de tiro para despejarme —explicó—. No soy Clint Eastwood, pero no se me daba mal.

—Vale, te daré unas cuantas pistolas —mientras hablaba, Ryan abrió el maletero del coche y sacó una bolsa de deporte. Cuando corrió la cremallera, se reveló un montón de armas. No le había costado demasiado trabajo encontrar armas en Nueva York. Allí tenía amigos, algunos de ellos, de dudosa legalidad—. ¿Tú necesitas alguna? —le preguntó a Julia.

—No, ningún arma puede matar a Lorenn —negó ella—. Debo usar la fuerza bruta.

—Vale —Ryan le tendió varias pistolas a Jack, que las recogió y fue guardándolas en todos los bolsillos que tenía—, éste es el plan. Tú y yo —dijo señalando a Mallory—, entraremos por la zona oeste de la base. Si Bradbury está escondido, posiblemente se encuentre en la zona de las casas de militares. Hay varias que están abandonadas y, posiblemente, ninguno de mis compañeros estén ahora allí. Es la zona más lógica. Tú —añadió mirando a Julia—, tú haz lo que te diga Nablis —. Tras soltar toda esa parrafada, Ryan levantó su pistola y corrió el percutor—. ¿Empezamos?

La única respuesta que obtuvo fue un sonido procedente de Julia. La chica miraba al infinito con ojos inexpresivos y sus puños se cerraban una y otra vez, como si se hubiera puesto nerviosa de repente.

—Qué raro —susurró, girándose para mirar a su alrededor.

—¿Qué pasa? —quiso saber Jack.

—Es Lorenn. Se va.

—¿Que se va? —Ryan dirigió una mirada instintiva hacia el norte, dónde estaba la puerta principal de la base. Entre las colinas distinguió luces amarillas. Más luces de la cuenta, a decir verdad. Luces como las de los faros de los coches y camiones—. No puede ser. ¿Por qué?

—Riverside Falls —fue la contestación de Julia. Hablaba de forma ausente, escuchando al mismo tiempo la voz de Nablis en su cabeza—. Nablis cree que ha decidido empezar con el exterminio.

—¿Y va a empezar por Riverside Falls?

—Seguramente.

—Sue —musitó Jack—. Sue está allí. Y Jon y Jimmy. Hay que hacer algo.

—Yo tengo que ir tras ella —dijo la joven—. Vaya donde vaya, seguro que lleva la piedra con ella. Ryan, llama a Bradbury, tal vez él pueda decirnos algo al respecto... si sigue vivo.

Riverside Falls
titlepage.xhtml
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_000.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_001.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_002.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_003.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_004.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_005.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_006.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_007.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_008.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_009.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_010.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_011.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_012.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_013.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_014.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_015.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_016.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_017.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_018.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_019.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_020.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_021.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_022.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_023.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_024.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_025.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_026.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_027.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_028.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_029.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_030.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_031.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_032.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_033.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_034.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_035.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_036.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_037.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_038.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_039.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_040.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_041.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_042.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_043.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_044.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_045.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_046.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_047.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_048.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_049.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_050.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_051.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_052.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_053.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_054.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_055.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_056.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_057.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_058.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_059.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_060.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_061.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_062.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_063.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_064.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_065.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_066.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_067.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_068.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_069.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_070.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_071.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_072.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_073.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_074.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_075.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_076.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_077.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_078.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_079.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_080.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_081.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_082.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_083.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_084.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_085.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_086.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_087.html
CR!0G3GTVMBSS5731B6B6V7JR1KGZMD_split_088.html