Un hilo de seda

Presa de impaciencia, Sophie enciende su ordenador. Lo que nació como un impulso, hoy se ha vuelto una urgencia. Quiere verla, necesita conocer a Antonia. Mientras espera que la pantalla se encienda, libera al hurón de su jaula y le da de comer. El hurón pasa los bigotes por su mano, haciéndole cosquillas. Abre su correo y al ver el nombre de Antonia Abréu se estremece.

Estimada Sophie:

Su correo me ha sorprendido. He de ser honesta: es la primera vez que alguien nombra a mi madre en muchos años. Vivo en una isla frente a la costa mediterránea española. Estoy casada y tengo dos hijos, Eloísa y Sebastián, de cuatro y siete años respectivamente. Estudié Filología en la Complutense, como usted ya sabe. Eso fue antes de que nacieran los niños. Recién ahora que están un poco más crecidos preparo mi tesis final. Sobre mi vida no hay mucho más que contar.

La he buscado en Google y así me he enterado de que su obra está ligada a la poesía. Los árboles gigantes construidos de letras me han parecido bellísimos, sobre todo los poemas que se forman de árbol en árbol con filamentos de seda. Su exposición en la Tate Modern de Londres es impresionante.

No sé qué interés pueda tener para usted conocerme. Como ya le he dicho, llevo una vida tranquila y aun cuando tengo una cierta ineptitud para la vida doméstica, casi toda mi energía se va en mis dos diablillos y no es mucho el tiempo que me sobra.

Pero si de verdad está interesada en nuestro encuentro, puede venir a este rincón del mundo cuando le apetezca. Antonia

PD. Le escribo cuando todos duermen, y de pronto se me ha venido a la mente que el futuro es un hilo de seda, como los suyos, que alguien extiende para que otro lo recoja.

No tenía la menor idea, hasta ahora, de que mi madre había vivido en Chile.

Sophie lee una y otra vez las palabras de Antonia. Ese ser monstruoso que Morgana llevaba en su vientre la última vez que la vio es hoy una mujer. Su hermana. Intenta imaginarla. Su vida, sus hijos. Es tal su excitación, que por un momento todo lo demás parece moverse, insignificante, bajo los límites de su propio mundo. Pero lo que verdaderamente la golpea es su última frase, donde Antonia, sin saberlo, le revela algo que ella jamás hubiera imaginado.