Febrero 1.999
Al día siguiente fueron al campo de tiro a disparar. Laura estaba aterrorizada, en la feria nunca había logrado dar a nada con las escopetas de los puestos. Tenía entendido que estaban trucadas, un poco dobladas y demás, pero no creía que aun así, fuera fácil dar a algo.
La sala donde iban a realizar las prácticas de tiro era enorme y rectangular, con mucha profundidad, al fondo había colgados varios pósters en los que estaban dibujadas dianas, rodeadas por una figura que simulaba un tronco humano. El suelo azul de la sala le recordó a Laura a un gimnasio, las paredes estaban formadas por planchas onduladas en blanco, igual que el techo. Había cinco líneas diferentes de tiro con mamparas de separación entre los tiradores. En cada mampara una pequeña mesita donde había unos cascos y unas gafas.
Jose le dio las gafas para protegerse los ojos de los gases calientes y de las partículas de plomo que salen despedidas del arma, según le dijo. También le dio los cascos para protegerse del ruido de los disparos. Él también se puso unas gafas y unos cascos.
- Primero vas a practicar cómo sostener la pistola, para ello no hace falta tenerla cargada. - Jose cogió el arma y le sacó las balas. - Mantenemos bloqueada la corredera. Como eres diestra, la mano izquierda te va a servir para estabilizar la pistola. - Jose cogió la pistola. Con la mano izquierda rodeó la empuñadura, y con la mano derecha agarró su mano y puso el dedo índice en el gatillo. - El pulgar tiene que estar alejado de la corredera cuando dispares. - Jose le colocó las manos sobre la pistola tal y como acababa de mostrarle. Laura sintió una pequeña corriente eléctrica por todo el cuerpo, cambió el peso del cuerpo de una pierna a otra para que se le pasara la sensación. Cuando Jose comprobó que tenía la pistola correctamente sujeta, siguió con las indicaciones. - Tienes que agarrar la pistola firme y fuertemente, como si estuvieras apretando la mano de alguien para comprobar tu fuerza. Si la pistola empieza a temblar, la tienes bien agarrada, entonces relaja tus manos un poco para que deje de temblar.
Laura estaba intentando seguir todas las indicaciones que le había dado Jose. - Alinea los pulgares, así conseguirás soporte y precisión. Recuerda alejarlos de la corredera y el martillo, sino cuando dispares pueden quedar pillados.
La cogió de la mano y la llevó delante de una ventana donde al fondo se podía ver una diana. Laura miró cómo Jose cargaba el arma.
- Pues vamos a ver cómo lo haces. - Jose le pasó la pistola. Laura la cogió tal y como le acababa de enseñar y disparó, cerró los ojos, cuando los abrió no sabía ni donde había disparado, la diana no tenía ningún agujero. Jose estaba riéndose. - Más despacio fiera. Antes vamos a poner la postura correcta y apuntar. - A Laura se le subieron los colores, había disparado pero ni se había molestado en fijar un punto, un objetivo.
Jose le explicó la postura más adecuada para disparar. - Los pies deben estar separados y han de quedar a la altura de los hombros. Pon tu pie derecho un paso por detrás del izquierdo. Dobla las rodillas e inclínate un poco hacia delante. - Mientras que le decía esto, Jose le puso una mano en el estómago y otra en la espalda colocándola. Laura sintió un escalofrió y se sonrojó, por lo que bajó la mirada al suelo para que Jose no se diera cuenta. Como se pasara toda la vida así cada vez que la tocara lo iba a pasar fatal, tenía que centrarse. Contó hasta tres para retomar de nuevo el control. - El codo del brazo derecho completamente recto, el izquierdo algo flexionado. - Jose se echó hacia atrás para poder contemplarla mejor. - Perfecto, ya tienes la posición. - A Laura la posición le parecía muy antinatural, no estaba cómoda, suponía que era porque estaba muy tensa, quizás más adelante lo haría con mayor naturalidad y sería más cómodo.
- Ahora alinea la mira frontal con la trasera. Te recomendaría mirar por el ojo derecho y cerrar el izquierdo. - Laura lo hizo. - Concentra tu mirada en la mira frontal. Cuando veas el objetivo, dispara. - Laura apuntó con la pistola tal y como le había dicho Jose. Cuando vio el centro de la diana en su punto de mira, disparó y volvió a cerrar los ojos. Apartó la vista para ver dónde había dado, y tampoco había tocado la diana. Dio una patada en el suelo demostrando así su frustración.
Jose le sonrió. - No te preocupes, lo conseguirás. Intenta no cerrar los ojos cuando dispares. Y el punto de mira ponlo un poco más abajo del punto al que quieres dar, es para equilibrar el ajuste de la pistola.
Laura asintió y volvió a intentarlo. Colocó la pistola en ambas manos, colocó brazos y piernas, apuntó y disparó. Esta vez no cerró los ojos y dio en un lateral de la diana. No era donde estaba apuntando pero por lo menos se había acercado, se puso a dar saltitos de la emoción sin poder evitarlo. Jose inmediatamente se puso detrás de ella y la rodeó con los brazos. - Cuidado, que llevas un arma cargada. - Laura se dio cuenta de su estupidez y se tranquilizó, pero no pudo dejar de notar el olor de Jose y su duro pecho pegado a su espalda. Se soltó para que su cuerpo se relajara. No podía evitar reaccionar tan incontrolablemente a Jose, tendría que averiguar un modo, porque no podía seguir así.
Se pasó toda la tarde disparando e intentando dar a la diana. Más o menos la mitad de los disparos dieron en el póster y el resto a saber a dónde fueron a parar. Pero ni una sola vez había dado en el punto que intentaba dar. Jose la tranquilizó, era lo más normal, necesitaba práctica y poco a poco lo conseguiría.
El resto de la semana Laura siguió practicando su puntería en el campo de tiro.
El sábado por la mañana como no podía dormir, fue a correr al parque durante una hora. Cuando llegó a casa, su familia aún no se había levantado, así que se animó a ir al campo de tiro y practicar ella sola. No sabía si la dejarían entrar, pero no perdía nada por intentarlo. Cogió el arma que tenía a buen recaudo en un cajón de la cómoda de su habitación y la guardó en el bolso. Se dio una ducha rápida y se puso lo primero que encontró en la habitación, unos vaqueros con un jersey de cuello vuelto, y por supuesto sus botas de tacón. Tenía claro que la mayoría de las veces que estuviera con José Manuel iba a llevar tacón, así que pensó que lo mejor sería practicar de esa forma para estar acostumbrada. Quizás era una estupidez, se encogió de hombros al pensarlo.
Salió de casa de sus padres, no sin antes dejarle una nota a su padre indicándole que se había llevado el coche. Sabía que esa mañana no iba a necesitarlo. Condujo directa al campo de tiro, pero como las otras veces la había llevado Jose, estaba un poco desorientada y se perdió en un par de ocasiones, pero preguntando, al final llegó.
Cuando entró en el edificio, el policía que estaba a la entrada la saludó como si la conociese de toda la vida. Es verdad que todos estos días había coincidido con él cada vez que iba con Jose a practicar, pero nunca habían hablado nada, aparte de los saludos de rigor al entrar y al salir. Así que esta vez quiso simpatizar con él y le preguntó si había mucha gente, él le indicó que a esas horas todavía no había nadie, que quizás a media mañana se empezara a ver movimiento. Laura entró pensando que iba a estar sola, cosa que prefería porque no quería que se rieran de ella, ni desconcentrarse si a la gente le daba por estar pendiente de su torpeza.
Ya delante de la diana, se colocó y se concentró para ver si lograba acertar. Estuvo disparando más de una hora y empezaba a atinar en la diana. Seguía sin dar en el punto exacto a donde apuntaba pero cada vez estaba más cerca. Por supuesto, no siempre daba en la diana, pero se notaba más suelta. La posición que al principio le había parecido de lo más incómoda, ya no lo era tanto, tampoco cerraba los ojos al disparar y ya se había acostumbrado al retroceso del arma. Seguramente si seguía practicando conseguiría manejarse mucho mejor.
Estaba tan concentrada disparando que no notó que Jose llevaba un buen rato detrás de ella observándola. Se acercó justo en el momento en que se disponía a cambiar de cargador.
- Veo que estás mejorando. - Laura se sobresaltó al escucharle, pensaba que estaba sola y la sorprendió.
- Ya me gustaría a mí. Sigo sin dar muchas veces a la diana, y cuando lo hago es pura casualidad, porque no me acerco para nada al sitio al que apunto.
Laura se colocó para disparar, Jose se pegó a su espalda, pasó sus brazos alrededor de ella y colocó las manos encima de las de ella. Laura podía sentir su aliento en su nuca.
- Ahora vamos a apuntar. - Le susurró al oído. Laura dejó que le colocara el arma mientras que ella no dejaba de fijarse en la mira. De repente dispararon y la bala dio en el centro de la diana.
- Eres bueno. - No lo había dicho ni con sorpresa ni con admiración, simplemente lo dijo como una realidad.
- Es práctica. Ya verás como tú lo consigues. ¿Quieres intentarlo de nuevo? - Laura siguió intentándolo un rato más. No consiguió dar en el centro de la diana como él, pero ya hubo algunos disparos que se acercaron.
Cuando terminó de vaciar el cargador y se disponía a poner uno nuevo, Jose le cogió el arma. - Creo que ya es suficiente por hoy, como sigas a este ritmo vas a dejar sin balas al departamento entero. - Jose lo decía de broma, pero aún así Laura se sonrojó. - Anda, vamos, te invito a comer.
Laura dejó los cascos y las gafas encima de una mesa con el resto, guardó la pistola descargada en el bolso y siguió a Jose mientras salían. El policía que estaba en la puerta le preguntó que qué tal le había ido, y ella le contestó que mejor.
- Ya veo que has hecho amigos. - Le comentó Jose. ¿Quizás le había parecido algo celoso?, no estaba segura.
Al llegar al aparcamiento, Laura se acordó que había venido en el coche de su padre y se lo comentó a Jose.
- No te preocupes, luego volvemos a por él. - Subieron al coche, Laura se sintió con la suficiente confianza como para poner el CD que tenía en la radio, empezó a sonar la banda sonora de Mentes peligrosas.
- Se me había olvidado que te gustaba el cine. Bueno, la verdad es que no estaba segura de si era o no verdad.- Le dijo.
Jose la miró por el rabillo del ojo. - Laura, no te he mentido en ningún momento sobre mí.
- Pensaba que todo lo que me dijiste el día que nos conocimos, era mentira, que me habías estudiado para conocer mis gustos y así fuera más fácil acercarte a mí. - Parte de razón tenía.
- Efectivamente, algo de eso hicimos. Pero te aseguro que todo lo que te dije era verdad. Tenemos más en común de lo que parece. - Laura se lo quedó mirando intentando averiguar qué era realmente lo que pasaba por su mente.
- ¿Dónde me llevas a comer?
- Sé que te gusta mucho la pasta. - Jose la miró y le sonrió. - Lo leí en tu informe. - Laura no pudo evitar poner los ojos en blanco. - El caso es que conozco un italiano muy cerca de aquí. La comida es muy buena y es muy íntimo. Seguro que nadie nos molesta.
- ¿Y quién piensas que nos va a molestar? No me digas que continúan siguiéndome. - Jose afirmó con la cabeza, mientras Laura resoplaba fuertemente y se giraba a mirar por la ventanilla.
- Te están protegiendo. - Le dijo Jose, no quería pelear con ella en ese momento. Iban a tener un rato a solas sin trabajo y estaba deseando conocerla mejor.
- Pero ahora, no hay ningún peligro. Y en cuanto nos infiltremos, ¿qué crees que pasará si se dan cuenta que tengo una sombra que me sigue a todas partes? - El razonamiento de ella era de lo más lógico.
- Está bien, hablaré con Carlos y veré lo que puedo hacer.
- Gracias. - Laura se lo decía de corazón. Esperaba que Jose pudiera hacerle ese favor.
Esa noche Laura había quedado con sus amigos en el bar de siempre, Jose también iría. Quién no estaba segura de que fuera era José Manuel, no sabía nada de él desde el día que terminaron los exámenes, cuando Laura volvió a sacar el tema de sus amigos. Y de eso hacía ya más de una semana.
Tenía que hablar con él. Aunque lo había llamado en un par de ocasiones no le había contestado, ni devuelto las llamadas. Así que decidió acercarse a su casa directamente.
José Manuel vivía a un par de manzanas, así que no tardó mucho en llegar. Llamó al telefonillo y contestó su hermano pequeño, Javier, que le abrió la puerta.
Subió corriendo por las escaleras, cuando llegó al descansillo del tercero Javi ya le estaba abriendo la puerta. Javi siempre había sido un niño muy alegre, pero desde que murió su madre se había convertido en una sombra de lo que era. Estaba triste, siempre iba vestido de negro, apenas hablaba con la gente.
Se apartó para dejarla pasar y ella fue directamente a la habitación de José Manuel. Se conocía perfectamente la casa, había pasado tantos ratos allí jugando con toda la familia. Bueno, con José Manuel, Javi y sus padres, porque José Manuel tenía un hermano algo mayor que él que Laura no conocía apenas. Recordaba a otro niño en la casa cuando eran todos muy pequeños, pero no lo había vuelto a ver. Ni siquiera en el entierro de su madre. No sabía muy bien qué había sido de él. Sabía que toda la infancia se la pasó en psicólogos. Al contrario que sus hermanos lo poco que recordaba de él es que era un niño muy negativo y cruel. Recordaba haberlo visto matando una ardilla en El Retiro, rompiéndole el cuello, Laura tuvo mucho tiempo pesadillas. Los padres de José Manuel internaron a su hijo en un colegio de Barcelona, cerca de sus abuelos que vivían allí. Sabía que los padres iban cada dos fines de semana a ver a su hijo, pero José Manuel y Javi no iban demasiado.
Cuando se dirigía a la habitación de José Manuel, se encontró a su padre en el pasillo, y le dijo que a ver si a ella le hacía caso, que últimamente no había quien tratara con él, no hacía caso a nadie. Laura no supo ni qué decir, porque le entendía perfectamente.
Cuando entró en la habitación de José Manuel, lo vio dormitando en la cama. Su habitación estaba muy desordenada, toda la ropa tirada por el suelo, papeles por todos lados y algo de comida en la mesilla y en el escritorio. También olía muy fuerte, pero no supo a qué.
Se acercó a José Manuel y le dio en el hombro para que se despertara. Cuando lo hizo, Laura estaba sentada en una silla en frente de él, mirándolo y esperando que reaccionara.
José Manuel se estiró, la miró y le dijo bastante borde. - ¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Qué quieres ahora? - Laura pensó que iba a ser difícil hablar con él si estaba ya a la defensiva. - Mira, en serio Laura, si vas a seguir hablando mal de mis amigos, es mejor que te vayas, hoy no estoy de humor para escuchar un sermón.
- Vengo a hacer las paces, te echo de menos. Anda, levántate y vamos a dar una vuelta para charlar. - Laura parecía sincera, pensó José Manuel.
Eran solo las siete de la tarde pero ya no había nada de luz, sólo la de las farolas encendidas. Dieron un paseo sin dirigirse la palabra. Entonces Laura lo cogió de la mano y lo llevó a un banco cercano para sentarse y hablar.
- Perdona. - José Manuel que tenía la cabeza apoyada en las manos mirando al suelo, levantó la cabeza y la miró, no se esperaba para nada una disculpa, la verdad es que esperaba otra de sus charlas sobre lo negativos que eran sus amigos en su vida. - Perdona, creo que no me he dado cuenta de lo importantes que son tus amigos para ti. Sé que no eres tonto y si estás con ellos no pueden ser mala gente. - José Manuel estaba asombrado por el cambio de opinión de su amiga, pensó que seguro sería un truco, aunque no sabía para qué. Pero si no era así, si le estaba diciendo la verdad, por fin podrían arreglarse las cosas entre ellos, la echaba mucho de menos.
Laura se sentía fatal, estaba mintiendo a su mejor amigo, pero por otro lado era por una buena causa, quería ayudarlo e iba a hacerlo fuera como fuera, aunque luego la odiase. Seguro que a futuro se daba cuenta de todo lo que había hecho por él y seguirían siendo amigos para siempre.
- ¿Vas esta noche al bar? - Le preguntó Laura.
- La verdad es que no tenía pensado ir. Pero creo que al final, sí me voy a animar.
- No ibas a ir por mí, ¿verdad? - José Manuel asintió. Entonces Laura lo cogió de la mano y le dio un pequeño apretón. - José Manuel, quiero que sepas, que pase lo que pase, siempre serás mi mejor amigo y siempre estaré ahí cuando me necesites. - José Manuel le sonrió, lo sabía perfectamente, aunque pelearan, siempre se reconciliaban. - Bueno, y ¿cuándo me los vas a presentar?
- Presentarte, ¿a quién? - José Manuel no entendía a quién se refería Laura.
- Pues a quién va a ser, tonto. - Le salió una sonrisa de lo más dulce. - A tus nuevos amigos.
- ¿A mis nuevos amigos?
- Claro, ahora son una parte muy importante de tu vida. Y si tú me dices que son buena gente, te creo. Pero, ¿no vas a presentarles a tu mejor amiga? Es lo normal, ¿no? - Laura no sabía si había sonado convincente o muy forzado.
José Manuel se quedó callado un instante, no sabía qué decir. Eran buenos chicos, pero los amigos de sus amigos daban mal rollo, no quería que Laura los conociera. Él aún no había hecho nada, pero sabía perfectamente que sus amigos de vez en cuando llevaban paquetes, probablemente de droga, para intentar meterse en la banda del Chino, y en algún momento seguro que le iban a pedir que hiciera lo mismo. A lo mejor Laura tenía razón, ¿qué hacía él con esa gente? Pero cuando estaba con ellos y se tomaba un tripi, de repente olvidaba a su madre y todo lo que le deprimía. Eran su refugio. Pero no podía defenderlos y no presentárselos a Laura, y tampoco quería presentárselos. Tenía un dilema que resolver, lo mejor era darle largas, ya se cansaría, o no, conociéndola, seguro que no dejaría de insistir.
- Ya veremos. - Dijo al fin.
- Bueno, ya hablaremos. Yo si quiero presentarte a alguien. - José Manuel se rió.
- No me digas que te has liado con el chico que conociste el otro día. - Laura se puso roja y asintió.- ¿No es algo mayor para ti?
- Es seis años mayor que yo, no hay tanta diferencia. Y es un sol, ya verás cuando le conozcas, tenemos muchas cosas en común. A los dos nos encanta el cine, sobre todo el clásico. - Laura estaba mezclando retazos de realidad con alguna mentira, tenía que resultar lo más creíble posible. - También práctica mucho deporte, como yo. Ya verás, seguro que te cae fenomenal.
- ¿Ya no voy a ser yo tu acompañante para ir al cine cuando pongan una reposición de alguna película de Cary Grant, Audrey Hepburn y demás? No me lo puedo creer. - José Manuel puso cara de pena mientras se reía.
- Capullo. - Le dijo Laura bromeando mientras le daba un suave puñetazo en el brazo. Por mucho que se quejase a Laura, sabía que el cine clásico también le gustaba.