Marzo 2.016

 

 

Jose la llamó el viernes cuando iba dando un paseo de camino al entrenamiento. Había pasado por casa, se había cambiado y ahora iba en chándal y con una pequeña mochila al gimnasio preparada para golpear todo lo que se le pusiera por delante para rebajar la tensión.

- ¿Podemos vernos esta noche? - Como siempre directo al grano.

- Hola Jose, ni un hola o un qué tal estás. - Dijo bromeando. Jose sonrió al otro lado.

- Hola Laura, ¿qué tal estás? - Su ironía fue aplastante.

- Bien, gracias, ¿y tú? - su respuesta fue en el mismo tono. Ambos se echaron a reír. - Voy de camino al gimnasio, saldré como el otro día sobre las diez, ¿te viene bien?

- Perfecto. Te voy a buscar. - Y colgó.

- Hasta luego. - Le dijo mirando al teléfono que era el único que le podía oír.

En el entrenamiento estuvo completamente concentrada, ya llevaba dos semanas entrenando y se volvía a encontrar bastante bien, muy cómoda con su cuerpo y mente, no estaba al cien por cien, pero los años de entrenamiento se notaban y en seguida volvía a ponerse en forma. El sensei también le dijo que había notado un gran avance comparado con el primer día, que en seguida estaría como antes del accidente, como lo llamaba él.

Cuando terminó la clase se metió un rato en el baño turco, esta vez estuvo muy poco tiempo, lo justo para sudar un poco, respirar hondo y relajarse. Se dio una ducha y salió con el chándal que había traído. Como el viernes anterior, Jose también había aparcado al lado de la puerta y estaba revisando unos papeles en una carpeta.

- Hola. - Dijo mientras se sentaba a su lado. Jose le puso la carpeta en la mano y empezó a sacar el coche de donde lo tenía aparcado.

- He hecho una fotocopia de parte de un informe policial. Está dentro de la carpeta. - Parecía preocupado, aunque últimamente siempre parecía preocupado. - No se lo enseñes a nadie, no puedo fotocopiar un informe y dártelo así como así. - La miró serio, por lo que se vio obligada a asentir confirmándole que no pensaba enseñárselo a nadie. - Es una conversación mantenida en la investigación que se está llevando a cabo, por un policía y un recluso de la cárcel de Aranjuez, el compañero que ha estado compartiendo celda con el Coyote durante estos últimos años. Por lo que dice, el Coyote no es tan buena persona como quiere que creamos.

Laura se quedó boquiabierta. Empezó a mirar el informe por encima, pero pensó que sería mejor leerlo tranquilamente en casa.

- ¿Creéis que detrás de las explosiones está el Coyote? - Laura necesitaba una confirmación, no tenía sospechosos, no sabía quién podía ser el asesino, si tuvieran alguna pista, a alguien a quién incriminar, se sentiría más relajada sabiendo contra quién tenía que defenderse, no con esa incertidumbre que tenía ahora, podía ser cualquiera.

- Mi gente vuelve a tenerlo en el punto de mira. Sí. - Jose la miró a los ojos. - Pero yo sigo sin estar seguro, parece una trampa.- Jose estaba aparcando al lado de casa de Laura. - Como si alguien quisiera incriminarle.

Salieron del coche, ella abrió la puerta y entraron a las zonas comunes del edificio. - ¿A qué te refieres exactamente?

- Creo que el asesino ha querido incriminar al Coyote desde el principio, de forma que él pueda seguir moviendo ficha sin problema, sin sentirse perseguido o buscado y así seguir asesinando sin que nadie le preste atención. - Lo que decía Jose tenía mucho sentido. - Lo que implica que quizás nos estábamos acercando. - Ya estaban en la puerta y Laura estaba buscando las llaves en el bolso. Se giró y lo miró a los ojos.

- ¿Acercándonos?, pero si estamos como al principio, sin sospechoso, o incluso peor. No podemos estar más perdidos.

- Quizás eso no es lo que piensa el asesino. - Laura abrió la puerta.

- ¿Quieres pasar?

- No, gracias. Me tengo que ir. Cuídate. - Le dio un beso en la mejilla y entró en el ascensor. Laura lo vio irse sin moverse.

Entró en su casa, dejó la mochila en la entrada, en una esquina, pasó a la cocina y se puso un ron con cola. Se sentó en su sofá, se quitó las zapatillas y con las piernas dobladas encima del sofá se puso a leer la conversación escrita que Jose le acababa de dejar.

Era una fotocopia mala, estaba torcida y había trozos en los que se demostraba que la fotocopiadora estaba a las últimas en cuanto a tóner se refería, por lo que se leían un poco mal algunos de los trozos por la falta de tinta.

Policía: ¿De qué conoce usted a Jose María Pantoja, alias el Coyote?

Recluso: Hemos compartido celda los últimos diez años.

Policía: ¿Cree que el Coyote ha cambiado y se puede reinsertar en la sociedad? - Carcajada del recluso

Recluso: Eso es lo que ha intentado hacer creer a todo el mundo, pero yo sé que no ha cambiado, sigue siendo el mismo hijo puta cabrón de siempre.

Policía: ¿Por qué piensa eso?

Recluso: Su mirada no ha cambiado.

Policía: ¿Por eso piensa que él no ha cambiado?

Recluso: Si alguien le decía o hacía algo que no le gustaba, le miraba con esa mirada y todo cambiaba, no tenía que hacer más. - Laura sabía perfectamente a qué se refería.

Policía: ¿Eso es todo?

Recluso: Hace un par de años un gorila que acababa de entrar a prisión por asesinato quiso quitarle el poder, hacerse con el control. Aquí se hacía todo lo que decía el Coyote, todos le teníamos miedo. El gorila apareció muerto en las duchas. Varios agujeros por el cuerpo de algún objeto punzante y un trozo de tubería por el culo.

Policía: No me consta que ese caso se haya cerrado. No se ha encontrado al culpable.

Recluso: Ni se va a encontrar, nadie hablará, todos le tienen miedo. Pero todos sabemos quién fue.

Policía: ¿Me está diciendo que el Coyote fue el asesino?

Recluso: Eso mismo le acabo de decir.

Policía: ¿Y por qué ha esperado varios años para contárselo a la policía?

Recluso: Uno, porque ahora ya no comparto celda con él. Antes hubiera muerto, antes incluso de acercarme a esta sala a hablar con usted. Dos, porque me han ofrecido un trato para reducir mi condena si hablo. Mire, yo ya estoy mayor y quiero pasar lo poco que me queda con la familia, no aquí.

Policía: Piensa que si sale de aquí, ¿el Coyote tomará represalias contra usted?

Recluso: Si se entera, soy hombre muerto. No he conocido a persona más vengativa.

Policía: Volvemos a la pregunta anterior, entonces, ¿por qué ha realizado esta confesión?

Recluso: Me han prometido que nadie sabrá quién se ha chivado.

Policía: ¿Y no cree que más tarde o más temprano se enterará?

Recluso: No me cabe la menor duda de ello. - Silencio.

Policía: ¿Entonces?

Recluso: Hace un mes me han diagnosticado cáncer terminal. Cuando se entere, seguramente yo ya esté muerto.

Laura se quedó de una piedra al leer el informe. Decía claramente que era la persona más vengativa a la que había conocido. ¿Por qué Jose pensaría que intentaban incriminarle? Más bien parecía que su compañero de celda quería contar la verdad, le quedaba poco de vida, quería que lo soltaran para pasar los últimos momentos de su vida con su familia, ¿se inventaría cualquier cosa para conseguirlo? Laura no lo sabía, no lo podía saber. Quizás alguien más de dentro, del centro penitenciario, podría confirmar o desmentir estas palabras. Llamó a Jose.

- Hola, acabo de leer el informe. - De fondo se oía música y risas. - Perdona, te he interrumpido. - Oyó a una voz femenina que le decía que fueran a bailar.

- Laura, mejor te llamo mañana y hablamos. Un beso. - Y colgó.

 

 

Laura se levantó temprano el sábado y se fue directa a la tienda, a trabajar un rato en algún mueble pendiente en el taller para relajarse. La noche anterior había estado dándole vueltas a la conversación entre el policía y el compañero de celda del Coyote. Había leído varias veces la transcripción y a ella le resultaba bastante creíble.

Estuvo toda la mañana trabajando muy concentrada en una mesa de cocina con un juego de seis sillas, la dueña le había pedido que le diera un cambio a todo el conjunto. Laura después de enseñarle algunas fotos había quedado con ella en pintar las sillas y las patas de la mesa de un color crema que habían elegido, el que iba mejor con su cocina y dejar la encimera de la mesa en color madera con un tono más oscuro al que tenía actualmente.

A media mañana atendió a una simpática señora mayor que quería informarse del precio para restaurar un mueble que tenía en casa, un antiguo reclinatorio de su abuela y quedó con ella en acercarse a verlo, por fotos no podía asegurar el estado en el que se podía encontrar.

Cuando se quiso dar cuenta ya eran más de las tres de la tarde. Así que cogió el bolso pensando en acercarse al restaurante griego a la vuelta de la esquina a comer algo. No se había dado cuenta hasta que hubo parado de trabajar, el hambre que tenía.

Cuando salía de la tienda a toda prisa, giró bruscamente después de cerrar la puerta y se tropezó con Jose que debía de ir a buscarla.

- Te he estado llamando, ¿dónde te metes? - Le soltó bruscamente. - ¿Estás enfadada conmigo? - Laura se sentía un poco molesta, no tenía muy claro si era porque la noche anterior la había ignorado o era porque había oído a una mujer. Y lo peor de todo es que se sentía aún más molesta consigo misma por estar molesta con él. Era como el pez que se muerde la cola.

- No digas tonterías. - Intentó que sonara sin resentimiento. - Voy a comer al griego, ¿vienes? - Jose asintió, había ido a buscar a Laura con el propósito de comer con ella.

Llegaron al restaurante donde ya empezaban a conocerlos. Mientras que esperaban a que les sirvieran, Laura cogió el móvil y vio que tenía cinco llamadas pérdidas de Jose y una de Marta. Esta tarde la llamaría para ver qué tal le iba todo.

- Ya veo las llamadas. Es que he dejado el móvil en el bolso y no lo oigo si estoy en el taller trabajando. - Se disculpó.

- Si, lo entiendo, pero tal y cómo están las cosas me preocupo cuando no te localizo con facilidad. - Laura se ablandó con el comentario. - Bueno, cuéntame que querías decirme anoche. - Volvió a recordarle la breve llamada y sin saber por qué se sintió irritada.

- Ah, anoche, si. - Balbuceó las palabras. Respiró hondo tres veces y empezó a hablar. -  Estuve leyendo la transcripción de la conversación entre el policía y el preso y no entiendo por qué piensas que es una trampa, el recluso parece sincero, ¿no? ¿Alguien ha hablado con algún recluso más para confirmar su historia? - El camarero apareció con una botella de agua, esta vez no habían pedido vino puesto que Jose estaba ese día de servicio. Al momento llegó la comida.

- Nadie ha querido hablar del Coyote, ni para bien ni para mal, se han hecho los tontos. Y sobre su compañero de celda, realmente no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Se inventa una historia y pasa sus últimos días de vida con su familia. En otro caso, muere en la cárcel. ¿Por qué justo ahora? Porque le acaban de diagnosticar un cáncer. Y antes le tenía tanto miedo que no se atrevía a abrir la boca. No sé, no me lo creo, pero esa es mi opinión. Como te dije parece más una historia inventada que alguien le ha vendido para que no se sigan otras líneas de investigación.

- ¿Hay otras líneas de investigación? - Preguntó Laura sorprendida, porque ellos no habían pensado en ningún sospechoso.

- Laura, se me ha ocurrido otra posible vía. - Le había cogido la mano y la miraba a los ojos, ella se mantenía expectante.

- ¿Y?

- Todavía no puedo contarte nada. - Jose le soltó la mano, la cara que había puesto era primero de sorpresa, segundo de decepción y por último de enfado, y si Jose la conocía bien, sabía que iba a haber tormenta.

- ¿Qué no puedes contarme nada? - Laura se dio cuenta que había levantado el tono de voz cuando las mesas ocupadas del restaurante los miraron a ambos, así que bajó el tono pero sin disimular lo enfadada que estaba. - Creía que estábamos trabajando en esto juntos. Qué pasa, ahora, de repente, no confías en mí. Mi vida también corre peligro, lo menos que puedes hacer es ponerme al día, ¿no crees? - Si las miradas matasen, Jose hubiera caído fulminado encima de la mesa del restaurante en ese preciso momento.

- Laura, es una idea que se me ha ocurrido y la estamos investigando. No es que no confíe en ti, claro que confió en ti, de hecho eres la única persona en la que confío plenamente. - Esta vez a Laura sus palabras le resbalaron, estaba demasiado cabreada con él. - Lo que pasa, es que es una idea que no sé si llevará a alguna parte y no quiero que te hagas ilusiones y no lleguemos a nada. Por favor, déjame unos días para comprobarlo y te cuento. - Laura empezó a relajarse, Jose parecía muy afectado. - ¿Confías en mi?

- De acuerdo. Pero en cuanto sepas algo, me lo dirás, ¿verdad? - Ahora Laura sonaba dolida y derrotada, y eso a Jose le dolió, no quería tener secretos con ella, pero si su corazonada era cierta, a ella le afectaría, y si no era cierta, no quería que lo pasara mal innecesariamente.

- Por supuesto. Trato hecho. - Y levantó la mano para cerrar el trato, Laura le sonrió y estrecharon sus manos como si de un negocio se tratara. Jose había ido a hablar con Laura por otro tema. No sabía cómo contárselo, porque conocía de antemano su respuesta, pero tenía que intentarlo y como con Laura no se podían dar rodeos, fue directamente al grano. - El departamento va a trasladar a todos los implicados en el caso del Coyote a un edificio para su protección. - Laura dejó caer el tenedor que se estaba llevando a la boca sorprendida.

- ¿Y han aceptado? ¿Dejar sus vidas para esconderse?

- Sí, todos han aceptado. Esperamos que sea por poco tiempo. - Ahí iba, tenía que soltarlo. - Y tú deberías ir con ellos.

- Y tú también. - Jose no esperaba esa contestación. - Los dos estamos en la lista del asesino. ¿Tú vas a ir? - Laura sabía la respuesta, así que continuó. - Pues yo tampoco. - Jose no se había imaginado una respuesta diferente, era tan cabezota.

- Sabía que no ibas a querer ir. - Jose había pensado en otras opciones. - Por lo menos, sal de tu casa, vente a la mía unos días.

A Laura le salió una risa forzada. - ¿Crees que si el asesino quiere matarme, no irá a buscarme a tu casa? - Ella seguía disgustada por la llamada del día anterior, aunque no supiera muy bien por qué, y en ese momento, lo que menos le apetecía era mudarse a su casa.

- Está bien, no vengas a mi casa. Pero vete a casa de alguna amiga. Por favor. - Jose se lo dijo suplicante, realmente se le notaba preocupado por ella.

- De acuerdo, te haré caso, me iré a casa de David unos días. - Laura sabía que eso le iba a sentar mal, no sabía por qué lo había dicho, le salió de repente, su subconsciente quería herirle, aunque se arrepintió al momento de haberlo dicho.

- Perfecto. - Si a Jose le molestó no se lo hizo notar. - Sólo una cosa más. Dame su dirección.

 

 

Al día siguiente Laura estaba haciendo la maleta para irse a casa de David. Le había llamado la tarde anterior para preguntarle si había algún problema para que ella se trasladara unos días a su casa, y él le dijo que por supuesto que no, que no era ninguna molestia, que ya se lo había dicho y estaba encantado que le tomara la palabra. Estaba preocupado por ella.

Bajó al garaje con la maleta en la que había metido unas cuantas cosas, suponía que si se le olvidaba algo no habría problema por volver a buscarlas a su casa. Había hecho la maleta a toda prisa porque no llegaba a comer con sus padres, ya salía tarde.

La velada con sus padres fue muy relajada, le hizo olvidarse de todo. Les contó que se iba unos días a casa de David, pero como no quería preocuparlos se inventó una historia de fumigación en el edificio, que seguramente sus padres ni se creyeron. Otra opción era haberse ido a pasar unos días con ellos, sus padres estarían encantados, y ella viviría como una reina, ya que su madre le haría la comida, le lavaría la ropa, y todo lo que necesitara se lo darían con la mayor de las sonrisas, ella lo sabía. Pero aunque les quería con toda el alma, la convivencia con ellos podía volverla loca, así que, ni se lo planteó.

Cuando salió de casa de sus padres el coche no le arrancó. Su padre bajó a ver si veía algo raro, pero después de mirar el motor desde varias perspectivas acabaron llamando al seguro. Cuando llegaron se llevaron el coche al taller para analizar el fallo.

El padre de Laura le prestó su viejo SEAT de casi veinte años mientras que a ella le arreglaban el suyo, sus padres no pensaban ir a ninguna parte en los próximos días, por lo que no lo iban a necesitar.

Cuando llegó a casa de David, él la estaba esperando en el garaje. David vivía en una pequeña casa de dos plantas en frente del Pirulí, tenía un pequeño jardín que rodeaba la casa y un garaje en el que entraban dos coches. Dejó el coche al lado del de David y salió.

- ¿Y tu coche? - Le preguntó mientras le daba dos besos.

- Acaba de dejarme tirada en casa de mis padres, por eso llego tarde. Se lo ha llevado la grúa y mi padre me ha dejado el suyo unos días.

David cogió la maleta que llevaba en el maletero y subió con ella hasta la habitación que le había preparado en la planta de arriba. La casa tenía tres habitaciones en la segunda planta de la casa, todas eran muy grandes, sobre todo la de él con baño privado. Aunque la casa era muy antigua, hacía un par de años había hecho una reforma impresionante y la había dejado fabulosa.

- Mientras te instalas, voy a ir preparando algo para cenar. - Laura no se había dado cuenta de lo tarde que se había hecho. Colocó las cosas que había metido en la maleta en el armario de la habitación, la dejó guardada debajo de la cama para que no molestara y bajó a ayudar a David a preparar la cena.

En la parte de abajo había un pequeño lavabo, pero el resto de la planta era completamente diáfano. Tenía una bonita cocina, aunque no muy grande, no necesitaba más, David no era gran cocinero, ni le interesaba para nada esa tarea. En el salón había una gran pantalla plana en la que se juntaban muchas veces para ver algún partido interesante de fútbol todo el grupo de amigos. Y entre ambos espacios una bonita mesa de cocina que le había comprado a Laura.

Cuando llegó, la mesa ya estaba puesta, había hecho una ensalada que tenía muy buena pinta, y en ese momento estaba echando zumo de naranja a una macedonia de frutas que había preparado.

- ¡Qué sorpresa! Qué hacendoso te has vuelto. - Laura cogió una fresa que nadaba en la macedonia con el cuchillo que debía de haber estado utilizando para trocear la fruta.  - Umm, qué rica.

- Es que no todos los días se tienen invitados. - David le guiñó un ojo.

Cenaron tranquilamente, hablaron de lo que habían hecho esa semana cada uno. David le contó un montón de anécdotas del trabajo y de lo estresada que seguía Cris. Y Laura le detalló las novedades del caso, ya que el día anterior no le había puesto al día por teléfono. Le contó la declaración que había realizado el compañero de celda del Coyote, también le dijo que se habían llevado a todos a algún edificio donde pudieran protegerlos. David como siempre le prestaba atención muy concentrado y con cara de preocupación. Acabaron viendo una comedia en la televisión que les hizo olvidar todo el tema, hasta que se les hizo la hora de ir a dormir.

 

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