Diciembre 1.999 - Marzo 2.000
Al día siguiente todos los periódicos publicaban la misma noticia.
“Jueves, 10 Diciembre 1.999
Desmantelado un laboratorio de cocaína cercano al aeropuerto de Barajas.
La Policía Nacional, la Policía Municipal y el Ministerio Fiscal han desmantelado un laboratorio que era capaz de extraer el alcaloide de la hoja de la coca para posteriormente obtener cocaína, tal y cómo se realiza en la selva colombiana. Éste es el primer laboratorio de estas características hallado en España.
Según informan las tres instituciones, fue una operación coordinada entre todas ellas. Se han detenido a los integrantes más poderosos de esta red de narcotráfico que actuaba en toda España, y cuya base estaba situada en Madrid. Continúan realizándose detenciones de integrantes de esta red.
La cocaína era introducida en España mezclada con harina de palmiste, sustancia vegetal utilizada en piensos animales. Para lograr la separación de la droga de esta harina se realizaba un proceso químico en el laboratorio.
En la operación policial realizada ayer, hubo una explosión que hizo que se quemara una pequeña parte del laboratorio. Gracias a la rápida intervención del Cuerpo de Bomberos, apenas afectó al almacén.
Los agentes, hasta el momento, han intervenido más de 300 kilos de cocaína, productos y material del laboratorio para la extracción y elaboración de estupefacientes, tales como ácido clorhídrico, prensas hidráulicas, básculas de precisión, etc, varias armas, munición, documentación falsa y dinero.
Fue hace más de un año cuando los inspectores comenzaron esta investigación, gracias a la Fiscalía de Colombia que les alertó sobre una red de narcotráfico colombiana que estaba intentando introducir en España un importante cargamento de cocaína.
Fuentes muy cercanas a la investigación informan de la infiltración de uno de estos inspectores en la red de narcotráfico para llegar a la detención…”
Jose dejó la noticia a medias, ya sabía el final. Dejó el periódico encima del sofá y se levantó para dirigirse a la cocina. Se echó hielo en un vaso y se puso una buena cantidad de whisky. Levantó la mano para brindar. - Por ti, José Manuel. - Se lo bebió de un trago.
Ya había pasado más de una semana desde la muerte de José Manuel, Laura vagaba por su casa en pijama, con los ojos rojos, que le escocían de tanto llorar, aunque ya hacía días que no le salía ninguna lágrima.
Sólo había salido de casa para el entierro, tenía en su cabeza grabada la tristeza del padre de José Manuel y de Javi. No quería volver a verlos, pero esa tarde había una misa por él y allí estarían todos. Si estaban así, era por su culpa. Si no hubiera llamado a José Manuel para presentarse en una operación policial, no habría ocurrido. No sabía en qué demonios había estado pensando.
Se sentía tan culpable y tan enfadada consigo misma, que no sabía qué hacer. El padre de José Manuel le había pedido que en la misa dijera unas palabras, que a él le hubiera gustado, le dijo. Y qué podía decir, pensaba ella, que yo lo maté, que no tiene hijo por mi culpa, que he perdido a mi mejor amigo por mi culpa, Javi, te he dejado sin hermano por mi culpa.
Se fue a la ducha. Jose llegaría en cualquier momento para llevarla a la misa. Sus padres iban a ir por su cuenta, saldrían desde el pueblo, habían tenido que irse el día anterior a última hora, el vecino les había llamado porque creía que les habían entrado a robar. Su madre no había querido dejarla sola, pero ella la convenció para que se fuera con su padre. Le apetecía estar sola, estaba agotada de oír la misma pregunta cada rato “¿Cómo te encuentras?”, no entendía cómo su madre podía preguntar eso cientos de veces, era obvio que fatal.
Se quedó un rato debajo de la ducha dejando que el agua le cayera por la cara para relajarse. Tenía los ojos cerrados y lo único que veía era a José Manuel volando hacia los sacos de harina y después, su dulce sonrisa mientras moría en sus brazos.
Salió de la ducha y se miró en el espejo, había perdido peso, se la veía demacrada, pálida y con los ojos rojos, no tenía buena cara, pero le daba igual.
Se vistió con unos pantalones negros de paño, una blusa negra y unos zapatos negros. Con la piel tan pálida, parecía un vampiro sacado de una película de Bela Lugosi, pensó.
Sonó el timbre de la puerta, le pareció raro no haber oído antes el telefonillo, pero supuso que el portal estaría abierto. Abrió y era Jose, como ella, iba todo de negro, y tenía la misma mala cara que ella.
- ¿Estas preparada? - Ella asintió mecánicamente, pero no sabía para lo que tenía que estar preparada, ¿para despedirse de su amigo?, pues la verdad era que no, no estaba preparada, ¿para decir unas palabras por su amigo muerto?, pues la verdad era que no, no estaba preparada, ¿para continuar la vida sin él?, pues la verdad era que no, no estaba preparada. No estaba preparada para nada.
Salieron de la casa y entraron en el coche que Jose había dejado en doble fila justo delante del portal. - ¿Llevas algo escrito? - Ella negó con la cabeza, no sabía qué decir, y seguía sin saberlo. Él le agarró la mano y se la apretó suavemente.
Llegaron a la iglesia donde Laura no se acercó a saludar a nadie, entró con Jose y se sentó en primera fila, donde ya estaban el padre de José Manuel, al que saludó con un leve movimiento de cabeza al pasar y su hermano Javi. Se sentó al lado de Javi y le agarró la mano, a su lado izquierdo tenía a Jose que le agarraba la otra mano.
La gente entró en la iglesia y el cura empezó a hablar. Laura miró a su alrededor sin ver realmente a nadie. Se acordó del hermano de José Manuel, Juanjo, no recordaba si estuvo o no en el entierro. De ese día recordaba retazos, si no hubiera sido por Jose ni siquiera se hubiera mantenido en pie. Y aquí no parecía estar, sino, hubiera estado sentado al lado de ellos.
- Debemos saber, que nos encontraremos de nuevo con nuestro amigo, José Manuel. Él nos espera en ese mundo que aún no conocemos. Dejemos la tristeza de lado y sintámonos felices por lo que fue en vida mientras estuvo con nosotros, ahora está observándonos y cuidándonos. - Decía el cura. Laura sintió ganas de reír por las sandeces que estaba oyendo. Él debería estar aquí con nosotros y no en ese mundo que nadie conoce y que seguro no existe, pensaba.
Al rato escuchó su nombre, había dejado de prestar atención a lo que el cura decía, por lo que se sobresaltó al notar que éste la llamaba. Levantó la cabeza y vio que el cura la miraba, miró a Jose que se acercó a ella y le dijo al oído. - Habla desde el corazón.
Se levantó despacio, estaba algo mareada, subió lentamente los dos escalones hasta llegar al púlpito donde el cura se apartaba para que ella ocupara su lugar. Ya estaba delante de todo el mundo, ellos la observaban y ella no sabía qué decir, miró a la familia de José Manuel y a Jose, que movió imperceptiblemente la cabeza intentado insuflarle valor.
- Nos enseñan… - Se dio cuenta que había hablado muy bajo, así que volvió a empezar después de toser un par de veces para aclararse la voz. - Nos enseñan que la muerte forma parte de la vida, que es un momento que llegará inevitablemente, antes o después. Pero a José Manuel le ha llegado muy pronto, aún le quedaban tantas cosas por vivir, tenía tantos planes. - Se detuvo unos instantes, recordando. - Cada semana me venía con uno nuevo. Quería arreglar la pata de la mesa de la cocina, y me consta que no lo llegó a hacer, - Laura sonrió con nostalgia, también el padre de José Manuel - y ya no podrá hacerlo. Quería aprender a tocar la guitarra, decía que se iba a apuntar a clases el año que viene, y ya no podrá hacerlo. Me dijo que después de la Facultad se apuntaría un año a alguna ONG para ayudar a los más necesitados, y ya no podrá hacerlo. No ha tenido tiempo para hacer todas esas cosas. Tenía tantos planes, que no logro entender por qué ya no está entre nosotros. - Miró hacia el padre de José Manuel y hacia Javi, que la contemplaban mientras lloraban en silencio. Levantó la cabeza y miró al infinito, a un punto imaginario al final de la iglesia, sus ojos estaban llenos de lágrimas a punto de derramarse por su mejilla - José Manuel, te has ido para siempre, pero quiero que sepas, que siempre estarás presente en nuestros recuerdos y en nuestros corazones. No nos olvidaremos nunca de ti. - Salió detrás del atril y se sentó de nuevo en su sitio, las lágrimas le rodaban por las mejillas, apoyó la cabeza en el hombro de Jose y éste la rodeó con un brazo. Así estuvieron hasta que terminó la misa.
Unos días después, Jose fue a buscar a Laura al parque, le había dicho que estaría corriendo un rato para desentumecerse. Ella ya estaba de vacaciones navideñas, aunque desde que había pasado lo de José Manuel no había vuelto a ir a clase. Suponía que después de las vacaciones se encontraría con suficientes fuerzas, parecía que poco a poco estaba mejor.
Cuando llegó al parque no la encontró corriendo, la encontró sentada en el césped helado, junto con un chaval que le mostraba cómo jugaba a algún juego en una maquinita, sobre las piernas de Laura había un bonito perro al que no dejaba de acariciar.
Se situó al lado de ambos, y ellos levantaron la cabeza a la vez, se sintió algo incómodo, como un intruso que había interrumpido un momento que sólo les pertenecía a ellos, que molestaba, pero Laura en seguida le sonrió, lo que le tranquilizó. Ella estaba tan distante desde la muerte de su amigo, él lo entendía, pero le hubiera gustado sentir que era un apoyo para ella en vez de un extraño.
- Raúl, me tengo que ir. Pero nos vemos otro día, ¿de acuerdo? - El chico asintió sin levantar la cabeza de la maquinita, el perro se levantó queriendo ir con ella, pero al ver que el chico no se movía de donde estaba sentado, optó por sentarse al lado de su dueño.
Se fueron agarrados de la mano, estuvieron un rato andando por el parque, en silencio.
- Tenemos que hablar. - Jose la miró sorprendido, esa frase nunca significaba nada bueno. Se sentaron en un banco, cara a cara y Laura comenzó. - Jose, sé que estos últimos días has estado a mi lado, y has sido un gran apoyo para mí. Quiero que sepas que te estoy muy agradecida por ello. - Levantó la mano y le acarició la mejilla. - Pero necesito que dejemos de vernos un tiempo. - Él puso cara de no entender. - Sé que si no hubiera sido tan cabezota y tan estúpida José Manuel no estaría muerto.
- Laura no fue culpa tuya. Él decidió comportarse como un héroe. La explosión nos salvó a todos la vida. Fue su decisión, nos antepuso a todos antes que a él. - Laura le puso los dedos en la boca para que no continuara hablando, necesitaba soltarlo todo del tirón.
- Puede que tengas razón, pero yo me siento culpable. Yo fui la que hizo que estuviera donde no deberíamos de haber estado ninguno de los dos. Si hubiéramos ido a la Facultad como cualquier otro día, él seguiría aquí, conmigo. Siento que fue culpa mía y tengo que superarlo o, por lo menos, asimilarlo.
- No hace falta que lo hagas sola. - Ella le sonrió, era tan dulce.
- Necesito hacerlo sola. - Se levantó del banco, se agachó y le dio un dulce beso en los labios. Lo miró a los ojos. - Solo necesito un poco de tiempo, te lo prometo. - Él asintió sin dejar de mirarla a los ojos. Laura se dio la vuelta y sin mirar atrás desapareció de su vista.
Tres meses después, Laura había quedado con Jose en un restaurante del centro. Se lo había recomendado Raquel, que había ido a cenar con Luis hacía poco y les había encantado el lugar.
Cuando entró, entendió perfectamente por qué le había gustado tanto a su amiga, era como una especie de cueva, de paredes color piedra, velas por todas partes, era un lugar precioso en pleno centro de Madrid.
Cuando llegó, Jose ya estaba esperándola sentado en la mesa. Se levantó para saludarla y aunque ella fue a besarlo en los labios, él le dio dos besos en las mejillas.
Laura supuso que después de estar tres meses sin verse, qué otra cosa podía esperar. Así que lo dejó pasar.
- Bonito sitio. - Dijo él.
- A ver qué tal está la comida. - Laura se puso a leer la carta. - ¿Ya sabes qué vas a pedir?
- Sí, creo que me voy a decantar por la carne, he visto pasar un solomillo, y me ha gustado la pinta que tenía.
- Creo que pediré lo mismo, no me decido. - El camarero les tomó nota, e inmediatamente apareció con la botella de vino que habían pedido. Le sirvió a Laura, ella comprobó que el vino estaba bueno, así que les llenó la copa a ambos y desapareció.
- Bueno, ¿y cómo estás? - Preguntó Laura, Jose estaba mirando a todas partes, analizando el lugar, contemplando al resto de comensales, no le estaba prestando atención, parecía que prefería estar en cualquier otra parte que allí con ella. Intentó borrar esa idea de su cabeza, si así fuera, él no estaría allí, se dijo.
- Bien, liado con el trabajo, ya sabes, ¿Y tú? - Laura estaba cortada, sentía mucha tensión, nunca se había imaginado que la primera cita con Jose después de aquello, fuera a ir así. Se la había imaginado muchas veces, de mil maneras diferentes, pero siempre muy dulce y cariñosa, con muchos momentos de complicidad, y desde luego, esta cita no era ni dulce ni cariñosa, era fría, como si fueran dos desconocidos.
Laura pensó que sería mejor comportarse con normalidad, como si hubieran estado juntos el día anterior. Le contó lo poco que había salido en esos últimos meses, tan liada estudiando los parciales de febrero. Le comentó las últimas novedades de sus amigos, aunque a parte de exámenes, poco más había que contar. También le habló de lo mucho que echaba de menos a José Manuel, que cuando se acordaba de él, aún le dolía mucho, pero que seguía hacia delante, poco a poco.
Jose por su parte le habló de su trabajo, de los últimos casos, de todo un poco.
Laura le escuchaba, pero notaba que algo no iba bien, no era como antes. Sabía que llevaban algún tiempo sin verse, pero ella creía que lo había entendido, aunque tampoco le dejó otra opción. Tenía que superar un triste momento en su vida, y realmente, no había tardado tanto tiempo, todavía no lo había superado, pero por lo menos, sí se había enfrentado a ello y había decidido seguir adelante. De repente se le ocurrió que quizás había conocido a alguien y no sabía cómo decírselo. Esperaba que no fuera eso.
Ya estaban con los postres, y se decidió a preguntarle directamente.
- Jose, ¿qué va a pasar con nosotros? - Él dejó la cuchara encima del plato y la miró a los ojos, no sabía cómo decírselo. Claramente, es lo que ella le hubiera dicho si le hubiera preguntado, así que fue directo.
- Laura, me voy. - Ella no entendía qué quería decir. - He pedido una excedencia y me voy a ir un tiempo fuera de España. Aun no he decidido dónde, ni cuánto tiempo, pero como mínimo un año. - Jose la miraba, notó cómo se hundía, y se sintió fatal. Había tomado esa decisión porque creía que sería bueno dejarle espacio un tiempo. No quería que cada vez que lo mirase viera a su amigo muriendo, o que cada vez que lo mirase recordara ese día, sabía que la culpa la iría matando por dentro. No quería verla sufrir, como ella le había dicho, tenía que superarlo, y después de darle muchas vueltas había pensado que ella tenía razón, tenía que hacerlo sola, él sólo haría que su recuperación fuera más lenta, o que ni si quiera se llegara a recuperar. Aunque en ese momento, al mirar sus ojos en los que veía tanto dolor, estuvo a punto de cambiar de opinión y cambiar sus planes. Pero se quitó la idea de la cabeza, se dijo que era lo mejor, que llevaba mucho tiempo evaluándolo. Hubiera hecho cualquier cosa para que no sufriera, pero no sabía qué podía hacer. - Me quedaré unos meses, aun tienen que comenzar los juicios y van a necesitar que testifique, pero en cuanto todo termine, me iré.
Laura lo miraba sin poderse creer lo que le estaba diciendo, lo necesitaba, lo había comprendido estos días al no tenerle a su lado, aunque no lo llegó a decir en alto. Se había dedicado a sus estudios sólo para no pensar en él, ni en José Manuel. Se había dado cuenta que había sido otra tontería más, apartarlo para superar la muerte de José Manuel, lo necesitaba a su lado, y ahora que lo había comprendido, él le decía que se iba. No sabía cuánto tiempo, pero más de un año, y tampoco había dicho que lo esperara.
Jose pidió la cuenta al camarero y fue a pagar, pero Laura le apartó la mano. - Era mi invitación. - Dejó el dinero encima de la mesa dejando algo de propina. Se levantó y se fue del local sin mirar atrás, intentando mantener la cabeza alta y la vista al frente, parecía que lo único que le quedaba era su orgullo. Salió del restaurante antes de que nadie se diera cuenta que estaba a punto de echarse a llorar.