Junio 1.999

 

 

Laura se levantó muy temprano aunque era sábado, como estaba acostumbrada a madrugar, a las siete y media ya se había despertado. El día anterior había tenido el último final de la Facultad, ahora a esperar las notas. Tampoco ayudaba a conciliar el sueño los exámenes y el estado de nervios en el que se encontraba sumida últimamente.

Como a esas horas aún no hacía mucho calor, decidió vestirse con ropa cómoda y acercarse al parque a correr. Fue a La Fuente del Berro, su favorito.

Como siempre, comenzó a correr en paralelo a la M-30. Ya llevaba cuatro meses haciéndose pasar por pareja de Jose, él ya estaba totalmente integrado en su círculo, con José Manuel se llevaba bien, o por lo menos eso parecía, ella no podía saber si Jose estaba o no actuando. La verdad es que nunca sabía en qué estaba pensando, le ocultaba tantas cosas.

Esa tarde habían quedado con José Manuel, éste por fin les iba a presentar a sus nuevos amigos. Laura no sabía exactamente a quién iban a conocer, pero se imaginaba que seguramente conocerían al Chino. Se sentía muy inquieta. Nunca se había infiltrado en nada, de hecho, cuanto más lo pensaba más absurdo le parecía todo. Supuso que lo mejor era simplemente pensar que eran unos amigos de su mejor amigo y punto. No había más.

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se dio cuenta que Jose estaba corriendo a su derecha. Cuando lo vio, un pequeño grito del susto le salió de la boca.

- Te voy a tener que poner un cencerro atado al cuello. Es que no sabes avisar. - Dijo malhumorada mientras seguía corriendo y aumentando un poco la velocidad.

- Perdona, quería saber cómo te encontrabas. Ya sabes, a partir de hoy no hay marcha atrás. - Laura pensaba que no había tenido posibilidad de dar marcha atrás en ningún momento, ni siquiera cuando aún no había aceptado. Tampoco quería dar marcha atrás, quería sacar a su amigo de ese mundo y esperaba hacerlo antes de que la cosa se pusiera fea.

- Estoy bien. - Mintió.

- Sólo quería decirte que te comportaras como lo harías en una situación normal. - Laura resopló, “situación normal”. - Me refiero a que seas tú misma. Si te ofrecen droga, seguramente tu dirías que no, ¿verdad? - Laura lo confirmó con un leve movimiento de cabeza. - Bien, pues lo mismo. Si de repente José Manuel te nota diferente, y me consta que él te conoce perfectamente, verá algo raro en todo esto y quizás no nos vuelva a llevar a ver al Chino.

Laura lo entendía perfectamente, Jose tenía razón. Así que como ella ya había pensado, se iba a comportar como si fueran unos amigos de su mejor amigo y no supiera nada de lo que había detrás, el problema es que sabía demasiado.

Se puso en modo sprint hasta que paró porque ya no podía más. Se dobló apoyándose en las piernas y respiró profundamente. Jose estaba a su lado.

- ¿Estás bien? - Jose sabía que debía de estar muy alterada, pero no lo aparentaba. Sabía perfectamente ocultar sus sentimientos.

- Sí. Me voy a casa. ¿A qué hora vienes a buscarme?

- Estaré en tu casa a las seis. - Ella asintió, se dio la vuelta y se fue.

 

 

Eran las seis en punto cuando Jose llamó por el telefonillo. Laura cogió una pequeña mochila vaquera, que tenía un montón de años, en ella estaba cosida la lengua de los Rolling Stones, y por un motivo que nunca comprendió dicha lengua estaba al revés. Nunca se había molestado en descoserla y ponerla del derecho.

Se había puesto cómoda, unos pantalones pesqueros blancos, una camiseta de tirantes y unas zapatillas de lona. Según le había dicho José Manuel, se solían reunir en una pequeña nave debajo de un bloque de pisos. Por lo visto, el padre de uno de los chicos era el dueño y se la había dejado para que tuviera su espacio.

Jose iba con unos vaqueros que le sentaban fenomenal y una camiseta blanca, al más puro estilo de James Dean. No supo por qué, pero le hizo gracia la comparación.

Entró en el coche y se fueron a buscar a José Manuel. Jose le cogió la mano y le dio un leve apretón. - ¿Preparada? - Laura asintió. - ¿Llevas la pistola? - Porras, la pistola, pensó, se había olvidado por completo de ella, seguía escondida en el fondo de un cajón.

- Se me ha olvidado por completo. Si quieres podemos volver. - Jose le sonrió.

- No te preocupes, no creo que hoy la necesitemos. Además es mejor que no nos descubran y si te vieran con una pistola no sé qué podrían llegar a pensar. - Laura se dijo a sí misma, compórtate como si fueras tú. Miró a Jose que aún sonreía y se dio cuenta que le estaba tomando el pelo.

- ¿Tú tampoco llevas? - Jose se levantó la pernera del pantalón y ahí estaba, una glock parecida a la que ella tenía, pero no estaba segura si eran el mismo modelo. Ahí escondida pasaba totalmente desapercibida.

Llegaron a casa de José Manuel quién ya los estaba esperando en el portal. Se subió a la parte de atrás del coche y se pusieron en marcha. Cuando llegaron al barrio de Vallecas los guió hasta llegar a una calle con pisos bastante antiguos, a los que les hacía buena falta un lavado de cara. Pararon donde les indicó, delante de una amplia entrada que desde fuera parecía la entrada a un garaje.

La nave tenía una persiana enrollable, del estilo a las que se usan para cerrar los comercios, totalmente levantada. Dentro había cuatro chicos viendo una película de acción. El local era amplio, debía de tener unos cuarenta metros cuadrados le calculó Laura. A la entrada había varios sillones viejos situados a la izquierda y una mesa baja delante de ellos. Justo en frente un viejo mueble de televisión que sostenía una tele que no parecía muy vieja y un reproductor de DVD. Al fondo, una mesa hecha con un gran tablón sostenido por tres caballetes, alrededor varias sillas de madera plegables. Y a la derecha de ésta había una pequeña barra, en la cuál había un grifo, que Laura supuso que sería de cerveza y un fregadero. Detrás, una mesa de cocina verde de formica y hierro, como la que había tenido ella misma en su casa cuando era pequeña, en la que había un montón de vasos todos desparejados. También había una vieja nevera.

- Os lo tenéis bien montado. - Le dijo Laura a José Manuel.

- ¡Qué te creías! - José Manuel le sonreía. - Venid, os voy a presentar a éstos.

Sus amigos dejaron de ver la película en la que estaban tan concentrados mientras se tomaban sus cervezas y se levantaron para saludar a los recién llegados.

José Manuel presentó a Laura como su amiga de toda la vida. - ¡Cómo le toquéis un pelo, os vais a enterar! - Lo dijo medio en broma, medio en serio. Y a Jose lo presentó como el chico actual de Laura, como si cambiara de pareja como de vaqueros, pensó ella, pero no dijo nada. Aunque el comentario hizo que Jose resoplara y pusiera los ojos en blanco. Estaba claro que actuaba bien.

Sus amigos fueron presentados todos por el mote. Uno se llamaba Chiqui, Laura supuso que era por la altura, debía de medir metro sesenta, si llegaba, ella le sacaba más de media cabeza con su uno setenta y nueve. A otro se lo presentaron como Mini, sería también por la altura, pero desde luego de forma irónica, porque debía de estar entorno a los dos metros, era muy alto, al resto les dejaba como enanos. El Bola, un chico gordito con una cara redonda que a Laura le pareció que irradiaba simpatía. Y por último Donald, un chico pelirrojo que hasta que no se acercó a servirse otra cerveza, Laura no entendió el mote, andaba con los pies hacia fuera, como un pato, no pudo evitar sonreír al verlo. También se fijó que a José Manuel lo llamaban por un mote “tristón”, Laura sintió un poco de lástima al recordar el viejo anuncio de la tele del perrito que buscaba un amiguito.

Estuvieron hablando de tonterías un buen rato, de cómo se habían conocido, las últimas salidas que habían hecho juntos, pero nada que le indicase a Laura que eran una banda criminal, parecían chicos bastante majos y legales. Lo único que hicieron en todo el rato que estuvieron allí, fue encenderse unos cuantos porros, a los que Laura dio alguna calada. O actuaban tan bien como Jose o había alguna información que le faltaba, porque todo eso no casaba en absoluto con lo que le habían contado Carlos y Jose hacía unos meses.

Después de unas cuantas cervezas, cuando estaban a punto de irse a un local que les habían dicho que estaba muy bien, a tomarse una copa, apareció un grupo de cinco hombres. Por lo menos les sacaban a ellos diez años. Estos sí que daban miedo. Laura supuso que alguno sería el Chino.

Uno de ellos era hermano del Mini, su padre era el dueño de la nave por lo que todos la compartían, José Manuel le dijo que no coincidían muy a menudo. Les comentaron que se iban a acercar a tomar algo a “La Misión” por si se animaban a ir con ellos y decidieron unirse al grupo. Laura se sorprendió. Ambos grupos no pegaban, no parecían tener mucho en común.

Jose le dijo que el que tenía el tatuaje de la cabeza de cobra en el hombro era el Chino. Laura lo miró, aunque no era muy alto, su presencia imponía bastante. Pensó, que le pegaría más como mote el Cobra o la Serpiente, porque de chino no tenía nada.

Ya en el bar, Laura habló mucho con los amigos de José Manuel, todos eran chicos muy majos, incluso alguno de ellos se la insinuó. Mientras, Jose parecía que se estaba integrando con el otro grupo, estuvo hablando bastante rato con el hermano del Mini, que según recordaba se llamaba Edu, si tenía mote, no se lo habían dicho.

José Manuel la cogió del brazo y se la llevó a la barra.

- ¿Te apetece tomar algo? - Laura le pidió un whisky con cola. Mientras José Manuel pedía, ella observaba a Jose que en ese momento hablaba con Edu y con otro más, no podía recordar su nombre. Cuando José Manuel le puso la copa en la mano, siguió la mirada de Laura. - Si yo saliera con una chica cómo  tú, no la dejaría sola en un bar toda la noche. - Laura se giró y le sonrió. Si tú supieras, pensó.

- Es complicado. - Dijo sin embargo.

- Si tú lo dices. - Él se encogió de hombros.

 

 

Después de dejar a José Manuel en casa, ambos se quedaron callados en el coche. Jose como siempre no decía gran cosa y ella estaba muy dolida y bastante cabreada con él.

- Tenemos que hablar. - Dijo finalmente Laura. Jose asintió, suponía por qué estaba cabreada. La llevó a su casa, pensó que sería un sitio tranquilo para mantener una conversación.

Nada más entrar en el piso había una pequeña cocina con barra americana que daba a un amplio salón, donde había una pequeña mesa redonda con dos sillas, a continuación, un sofá de tres plazas que parecía muy cómodo, en frente de éste, un mueble donde había una gran televisión, además de un montón de estanterías repletas de libros, cosa que a Laura le sorprendió, no se imaginaba a Jose un aficionado a la lectura, aunque no supo de donde había sacado esa conclusión, porque lo tenía por una persona bastante culta. Todo estaba muy ordenado y muy limpio, cosa que también le sorprendió, no porque fuera la casa de Jose sino porque era la casa de un hombre soltero y siempre se las había imaginado desordenadas.

- Una chica viene a limpiarme un par de veces por semana.- Dijo Jose rompiendo el silencio y suponiendo lo que estaba pensando.

Cuando Laura se giró vio que Jose estaba preparando dos whiskys con cola en la cocina. Se acercó a él y se sentó en frente, en la barra americana. Jose le pasó una de las copas.

- Me has mentido. - Laura dio un sorbo a su copa. Estaba intentando mantener la compostura porque no quería montar ninguna escena. - José Manuel no es ni de lejos lo que me habíais dicho. Apenas conoce al Chino, así que aún menos es su mano derecha. - Aunque estaba intentando decirlo de forma relajada, se dio cuenta que su tono de voz se iba elevando.

- Teníamos que acercarnos al Chino y no sabíamos cómo hacerlo. José Manuel era el nuevo, nadie sospecharía que trajese gente nueva. Y tú, eras un camino seguro. - Lo dijo como si se hubiera repetido esa explicación un montón de veces, quizás para decírsela a ella o quizás para convencerse a sí mismo.

- Si decía que sí, claro. Y para que dijera que sí, os inventasteis toda una historia que yo me creí como una idiota. - Le dio un buen trago a su copa.

Jose dio la vuelta a la encimera para ponerse a su lado. Laura siguió mirando al frente, él la cogió de la barbilla y le giró la cabeza para que lo mirara a los ojos. - Tienes razón. Lo siento, pero estábamos desesperados. Si lo dejas ahora, lo entenderé. - Sus ojos le decían que estaba siendo sincero, aunque qué sabía ella.

- Vosotros desesperados, y por eso podéis hacer conmigo lo que os plazca. - Lo miró a la cara y vio lástima reflejada en sus ojos, eso fue lo que más cabreó a Laura, una de las cosas que menos soportaba era que sintieran lástima de ella. Se levantó del taburete y le empezó a golpear en el pecho. - Eres un cabrón, yo confiaba en ti.

Jose permitió que le golpeara, sabía que se estaba desahogando, ni siquiera le daba fuerte, él sabía la fuerza que ella podía alcanzar, lo había comprobado de primera mano en el gimnasio mientras entrenaban.

Cuando dejó de golpearle se puso a llorar, Jose la abrazó. Se sentía mal, porque ella tenía toda la razón del mundo para cabrearse. Había hecho todo lo que estaba en su mano para ayudarles, cuando no estaba en la Facultad o estudiando, estaba con él entrenando y ahora había conseguido acercarse al Chino gracias a ella. Y él se lo pagaba no diciéndole la verdad.

Laura respiró profundamente tres veces y se apartó de Jose, odiaba que la vieran llorar, había sido un desliz que no volvería a ocurrir. Se secó las lágrimas, cogió la mochila que había dejado en el suelo al lado del taburete y se dirigió hacia la puerta.

Se disponía a salir, cuando Jose la cogió de un brazo, no quería que se fuera. Laura se giró, se miraron a los ojos y de repente Jose hizo algo que Laura no se esperaba, la atrajo hacia sí y la besó, no fue un beso dulce sino apremiante, tampoco fue un beso como los que le daba delante del resto de gente. La empujó contra la pared, y le puso las dos manos encima de su cabeza, la tenía atrapada, pero a Laura no le importó, lo besó con la misma urgencia con la que lo estaba haciendo él. Todos los sentimientos que se habían guardado ambos durante estos meses salieron en forma de deseo animal.

Jose le quitó la camiseta, ella hizo lo mismo con la de él, siguieron besándose con fuerza, ella agarrándole del pelo, el aprisionándola contra la pared como si pensara que si se apartaba ella saldría corriendo. La levantó del suelo y ella le rodeó con las piernas. Del impulso Jose se tambaleó hacia atrás y se golpearon con la encimera, acabaron en el suelo. Prácticamente se arrancaron el uno al otro la ropa, siguieron besándose, apenas se permitían respirar, hasta que Laura sintió cómo Jose la penetraba, él la miró a los ojos y la besó, pero esta vez con dulzura, volvió a penetrarla pero suavemente, aunque Laura no se lo permitió, lo agarró de las caderas y le obligó a moverse dentro de ella rápidamente, aún sentía mucha furia en su interior y quería desahogarse. Llegaron juntos al orgasmo, ella gritó, él cayó sobre ella sin resuello. Estuvieron así unos instantes, él encima de ella, todavía dentro de ella y ella rodeándole con los brazos.

Se quedaron dormidos sobre el suelo de madera, desnudos, aún sudorosos, ella apoyada en el brazo de él y él abrazándola de forma protectora.

Laura despertó un par de horas después, sintió frío, Jose respiraba detrás de ella, apaciblemente. Cuando abrió los ojos recordó todo lo que había ocurrido entre ellos, al recordarlo se excitó, así que se quitó de la cabeza esos pensamientos. Se levantó con cuidado de no despertarlo y se vistió, toda la ropa estaba desparramada por el suelo. Mientras se ponía los pantalones vio un condón usado en un cenicero, encima de la mesa, se sonrojó al volver a recordar. Había una pequeña manta encima del sillón, suave, de esas que se compran para los viajes, la cogió y se la echó por encima a Jose, no sin antes contemplarlo unos segundos mientras dormía. Era tan guapo, y dormido parecía tan indefenso. Se agachó para darle un beso en los labios y se fue sin hacer ruido.

 

 

 

Círculo cerrado
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