Febrero 1.999

 

 

Laura estaba en la cama el domingo por la mañana con los ojos abiertos y dando vueltas sin parar. Llevaba dos días sin pegar ojo, no podía dormir, dándole vueltas a la propuesta de los dos policías. No sabía qué hacer, por un lado podía ayudar a su amigo, sacarle del mundo en el que se había metido, pero por otro lado era muy peligroso, tenía que infiltrarse en un grupo que, por lo que decían Jose y Carlos, no eran monjitas de la caridad precisamente.

No sabía qué hacer. Pero si decía que sí, además estaba el aliciente de estar cerca de Jose. Cerró lo ojos y movió la cabeza negativamente intentando sacarse esa idea de la mente. Cómo podía estar pensando en eso. Estaba claro, que Jose sólo había mostrado interés por ella porque la necesitaba para el caso en el que trabajaba. Era seis años mayor, seguramente la considerase una cría. Cómo podía hacerse ilusiones.

Se levantó de la cama, no podía seguir ahí tumbada sin parar de dar vueltas y sin conseguir dormir. Eran poco más de las siete de la mañana, todos en su casa debían de seguir dormidos, no se oía ningún ruido.

Se puso unas mallas, una vieja camiseta de ACDC, un forro polar y se fue a la Fuente del Berro, un parque no muy lejos de su casa, a correr. Entró en el parque por la puerta de acceso que quedaba en frente del Pirulí, la torre de televisión española. Bajó por el primer camino que encontró, hasta situarse en el recorrido que había paralelo a la M-30. Era muy cómodo para empezar a correr puesto que era muy llano. Más adelante correría por otros caminos del parque, en cuanto hubiera calentado.

Aunque llevaba los cascos puestos, no estaba prestando atención a la música que sonaba en su cabeza. Seguía dándole vueltas al asunto de José Manuel. Le quería un montón, ¿pero tanto cómo para arriesgar su propia vida? Mientras se hacía esa pregunta, supo inmediatamente la respuesta. Por supuesto que sí. Era como un hermano para ella. Además, el trabajo peligroso correspondería a Jose y a los policías, ella iba a estar siempre protegida por ellos. Tampoco era una inválida, sabía defenderse. Aunque en la vida había utilizado un arma, ¿le darían una? Tenía que apuntárselo con el resto de preguntas que se le habían ocurrido para hacérselas a Jose, en cuanto quedaran para hablar de este tema.

Iba tan ensimismada pensando, que no se había dado cuenta que había un hombre a su izquierda que llevaba corriendo con ella un buen rato. Paró de repente, lo mismo hizo él y se le quedó mirando. Era Jose.

- Espero que si te apuntas a trabajar con nosotros, estés más atenta a lo que ocurre a tu alrededor, podía haberte matado y no te hubieras ni enterado. - Laura no sabía si la estaba regañando o le estaba tomando el pelo.

- Como bien sabes, en este momento tengo muchas cosas en la cabeza. - Replicó, su tono sonó más cabreado de lo que realmente pretendía. - Por cierto, ¿qué haces aquí? - Laura volvió a ponerse a correr y Jose la siguió. Lo miró esperando una contestación y lo que vio fue a Jose encogerse de hombros. - ¿Me estáis siguiendo? - Ahora Laura estaba indignada, se sentía como un tigre en una jaula, atrapado y sin intimidad.

- Si. - Vio la cara de tristeza de Laura. - Lo siento. - Le salió del corazón. Jose no podía ni imaginarse todos los sentimientos encontrados con los que debía de estar lidiando ella en esos momentos. Hasta hace un par de días, era una buena estudiante que tenía una vida de lo más normal. Ahora se le estaba pidiendo que se metiera en un mundo duro y peligroso. ¿Estaría preparada para ello?, se la veía tan frágil. Aunque Jose sabía perfectamente que esa fragilidad era engañosa, la había visto luchar en su último torneo y lo único en lo que pudo pensar mientras veía el combate era que menos mal que no era su contrincante.

- Si vienes a preguntarme si os ayudaré, aún no lo he decidido. - En ese momento Jose deseó que dijera que no, aunque implicara no volver a verla.

Estuvieron corriendo media hora más sin dirigirse la palabra. Laura paró y se puso enfrentada a él.

- Si se destapa todo esto, ¿José Manuel podría ir a la cárcel? - Era la pregunta que más miedo le daba hacer.

- Eso no depende de mí. - Notó su cara de decepción, tenía que decirle la verdad. - Si, Laura, es muy probable que vaya a la cárcel.

- Me lo imaginaba. - La tristeza de Laura era palpable, aún no había pasado nada y ya parecía derrotada. Se acercó a una zona de césped y se tumbó mirando al cielo y con los brazos debajo de la nuca. Jose se tumbó a su lado, en la misma posición.

- Pero es muy probable que acabe yendo a la cárcel, participes tú o no. Y aún más probable es que acaben matándolo. - Laura agradeció la sinceridad que le estaba demostrando Jose.

Estaba mirando el cielo, viendo diferentes nubes y se puso a recordar cuando jugaba con José Manuel, de pequeños, a inventarse formas en las nubes que veían, y sin darse cuenta lo estaba diciendo en alto. - Cuando José Manuel y yo éramos pequeños jugábamos a descubrir qué representaban las nubes. Siempre veíamos lo mismo, o eso decíamos, porque él a veces veía un elefante y yo no veía nada de eso y le decía que yo también lo veía. Era mi mejor amigo, mi protector. En el colegio siempre me metía en líos, era algo rebelde y contestona, y siempre salía en mi ayuda. - Laura sonreía con nostalgia, mientras los recuerdos aparecían en su cabeza.- No estoy acostumbrada a que sea a la inversa.

Jose se giró para mirarla a la cara. Ella seguía contemplando el cielo, lo miraba aunque sin verlo, sumergida en sus propios recuerdos. Por su mejilla pudo ver cómo le resbalaba una lágrima.

Laura se giró y lo miró a los ojos. Ella vio preocupación y tristeza en ellos, aunque no supo por qué. - Lo haré. - Jose se dio cuenta que eso mismo era lo que estaba deseando oír. Quería entender, conocer más a fondo a Laura, le parecía tan diferente a las demás mujeres a las que había conocido. Ninguna arriesgaría su vida por un amigo, o mejor dicho, por nadie.

 

 

Al salir de clase el lunes, Laura iba con Marta hacia el tablón de la asignatura de Compiladores, ya estaban publicadas las notas del parcial de febrero. Iban las dos como si fueran a un entierro. Aunque a Laura, en ese momento, la nota era lo que menos le preocupaba. Hacía unos días, en lo único que podía pensar era en las notas de los parciales, y ahora habían pasado a un segundo plano. Bueno, quizás a un plano que ya ni tenía posición en el orden de todo lo que le importaba en la vida. Ahora lo veía todo de otra forma.

Ni siquiera miró el tablón, fue Marta la que le indicó que ambas habían aprobado. Ni se enteró de la nota que había sacado, su cabeza estaba en otro sitio. Pero como veía a Marta tan contenta, no pudo menos que sonreír a su amiga.

Al salir de la Facultad, de camino al autobús, Marta no paraba de hablar sobre el examen de Compiladores, ahora no parecía tan complicado, si habías hecho la práctica era muy sencillo, decía, pero ella apenas la escuchaba.

Cuando llegaron al autobús, Laura vio a Jose en un Citroen Xsara gris plata, la estaba esperando. Se despidió de su amiga, a la que dejó muy sorprendida en la parada del bus, porque no le había contado nada de Jose, y a ella se lo contaba todo, así que algo se le tendría que ocurrir para justificarse. Justo en ese momento se dio cuenta que esto se iba a convertir en una mentira tras otra a sus amigos.

En cuanto entró en el coche dejó su bolso y la carpeta en el asiento de atrás. Se giró y vio que Jose la estaba mirando con una dulce sonrisa, se acercó a ella y la besó. Laura no se lo esperaba pero no lo rechazó. Fue dulce y suave, tal y como ella se había imaginado desde que le había conocido.

- Recuerda que tenemos que fingir que somos pareja. - Si en algún momento ese beso había sido algo mágico, con esas palabras, esa magia se desvaneció. Claro, es verdad, Laura ya había olvidado que tenían que hacerse pasar por una pareja. - Ahora te llevo al centro de entrenamiento, donde te enseñaremos a disparar y a pelear.

A Laura ya le habían dicho el día anterior que tenía que aprender a disparar por si se presentaba alguna situación que lo requiriera, más valía prevenir, aunque esperaban que no tuviera que hacerlo, iba a estar respaldada en todo momento por Jose, él sería su protección.

También le iban a enseñar a defenderse. Aunque sabían perfectamente que era cinturón negro de karate, en las calles la gente peleaba de otra manera, y aunque su técnica le podía servir en algunos momentos, debía de aprender a defenderse como lo haría alguien de la calle.

Laura se sentía muy excitada, aunque sabía que era peligroso en lo que se estaba metiendo,  a la vez era una gran aventura.

- Después del entrenamiento, hablaremos de cómo entrar en el círculo del Chino. - Volvió a la realidad, olvidó la gran aventura en la que estaba pensando y volvió a sentir miedo.

Jose la llevó a la comisaría donde trabajaba, en el Barrio de Salamanca, muy cerca de Manuel Becerra. Era una zona que Laura conocía de siempre, ya que su casa no estaba lejos. Dentro, varios policías saludaron a Jose, él les contestó de forma amigable, lo que sorprendió a Laura que siempre lo había visto bastante frío, excepto la noche que lo conoció.

Fueron a una sala donde únicamente había una mesa y dos sillas, encima de la mesa había dos pistolas negras, eran monas, pensó Laura. Nunca había cogido un arma en su vida, se sentía nerviosa, Jose le puso una en la mano.

- Es una glock 17. Hemos pensado que es fácil de manejar y precisa en el disparo. Creemos que para una principiante puede funcionar. - Laura estaba contemplando el arma, por un lado sentía mucha curiosidad, por otro le aterrorizaba tener un arma en sus manos, una herramienta que tan fácilmente podía matar a una persona.

- Es un arma fiable y durable. - Jose seguía con la explicación. A Laura le parecía que estaba hablando como si fuera un electrodoméstico cualquiera de la casa. Así que no pudo contenerse.

- ¿Cuánto tiempo de garantía tiene? - Jose la miró perplejo por la pregunta, pero en seguida se dio cuenta que estaba bromeando y no pudo evitar sonreír. Al mirarla pensó que debía de estar muy nerviosa, no se había dado cuenta porque Laura lo disimulaba perfectamente, pero seguramente, era la primera vez que cogía un arma, aún peor, la primera vez que veía un arma.

- No te preocupes, relájate. No la tengas miedo, eres tú la que le dices lo que ha de hacer, recuérdalo. - Le acarició un brazo intentando tranquilizarla. Ella lo miró y asintió. En ese momento, Jose sintió mucha ternura hacia ella, parecía un perro desvalido, pero ahí estaba de nuevo su mirada fría y fuerte para aprender a manejar un arma.

- Te voy a enseñar cómo desmontar la glock. - Cogió la otra pistola de la mesa y empezó con la explicación. Vio que Laura estaba muy atenta. - Primero extrae el cargador pulsando el botón de liberación que se encuentra justo detrás del gatillo, en la culata. - Jose extrajo el cargador y Laura hizo lo propio.

- Bien, ahora tira de la corredera hacia atrás para descargar toda la munición de la cámara. - Jose le indicó donde se encontraba la corredera. - Ahora revisa el interior y asegúrate que la cámara está vacía, lo mismo con la recámara. Laura, esto es muy importante, no has de continuar si el arma está cargada. Ahora aprieta el gatillo. - Laura fue a apretar el gatillo apuntándole, él la cogió de las muñecas y le movió las manos, de forma que la pistola apuntara a la pared. - Siempre apunta a una dirección segura. - Le sonrió. - De esta forma, vuelves a colocar la corredera en su sitio. - Laura apuntó hacia la pared, disparó y el arma hizo un pequeño chasquido. La corredera volvió a su posición inicial. - Muy bien. Ahora presta atención a cómo hay que colocar la mano.

Jose dobló los dedos alrededor de la parte de atrás de la pistola, de forma que el pulgar quedaba sobre la parte trasera de la empuñadura y el resto de la mano alrededor de la parte superior de la corredera. - Al apretar la mano en esta posición, harás que la corredera se retire un poco hacia atrás. Usa ahora la otra mano para apretar las dos palanquitas que se encuentran en el centro de la pistola, una a cada lado. Ambas deben ser apretadas a la vez, de esta forma se suelta la corredera, la movemos hacia delante y tenemos la pistola dividida en dos.

A Laura le costó poner la mano en la posición correcta y desmontar el arma como le había indicado Jose. Él la miraba sin decir palabra, esperando a que terminase la tarea, pero sin agobiarla ni meterle prisa. Al final ella lo consiguió y dejó el arma igual de desmontada que la tenía Jose. Le salió una sonrisa de orgullo de si misma.

Jose la miró y le sonrió. - Para ser la primera vez no lo has hecho mal. Muy bien, ahora hay que retirar la guía con el resorte y después el cañón de la corredera, deslizándolo hacia adelante y hacia atrás.- Ya tenían desmontada la pistola. - Con esto es suficiente para poder limpiarla. Ahora vamos a montarla haciendo lo mismo pero a la inversa.

Laura estaba concentrada en la tarea. Repitió el montado y desmontado de la pistola varias veces, mientras Jose la observaba y la ayudaba cuando se quedaba bloqueada. Laura sentía que poco a poco iba cogiendo soltura, aunque algo le decía que lo hacía muy despacio.

- Ten presente que cuando manipules una pistola, siempre has de apuntar a una dirección segura. Ya sabes, las carga el diablo. - Jose le guiñó un ojo. A Laura le hizo gracia el comentario, si al final Jose iba a tener sentido del humor - Ahora vuelve a desmontarla, te voy a enseñar a realizar la limpieza y un mantenimiento básico de la pistola.

Laura volvió a desmontar la pistola, mientras Jose fue a buscar una pequeña caja que contenía bastoncillos de oídos, trapos, cepillos de dientes y algo más que no reconoció.

- Primero vamos a limpiar el armazón, con un trapo será suficiente. Es importante dejar limpio el mecanismo del gatillo y la cavidad del cargador. Si el armazón estuviera muy sucio, que no es el caso, podrías utilizar un cepillo de dientes. - Laura lo miraba impresionada por la soltura con la que se manejaba, aunque era inspector de policía, no podía esperarse otra cosa. - Ahora vamos a limpiar la corredera. Ésta sí puede estar más sucia, utilizaremos un cepillo de dientes y si se nos resiste, utilizaremos un bastoncillo para los oídos. Hay que dejar bien limpios los raíles, la ventana de expulsión, el extractor, el eyector y la boca de percutor.

Laura contemplaba todo lo que hacía Jose a la par que hacía lo mismo. A veces era un poco complicado seguirle, él lo hacía con mucha desenvoltura y a ella le costaba bastante más.

- Ahora toca limpiar el cañón. Para ello necesitamos esta herramienta que se llama grata. - Laura observó el instrumento, era alargado y una mitad estaba formado por unos pelos alrededor del eje en espiral, como una escobilla pequeña. - Pulverizamos un poco de aceite sobre la grata y la introducimos varias veces en el cañón. Siempre desde atrás. Así. - Laura continuaba imitando todos los movimientos de Jose. - Ahora toca la rampa de alimentación. Es importante que esté muy limpia para evitar que el arma se encasquille. Esta glock es una 9 mm por lo que no debería de ensuciarse mucho. Aquí utilizamos otro bastoncillo de oídos con una gota de aceite. Después se seca con otro bastoncillo seco. Y por último, limpiamos con un trapo el muelle recuperador y el cargador, utilizando bastoncillos para los recovecos.

- Tenía que haber tomado apuntes. Se me va a olvidar algo. - Laura parecía algo desesperada por recibir tanta información junta.

- No te preocupes, lo repasaremos tantas veces como sean necesarias. - Laura levantó la mirada del arma y vio que Jose lo decía totalmente en serio. Se sintió aliviada y reconfortada. -Tampoco es necesario que te aprendas los nombres de cada componente del arma. Como te veo un poco agobiada, creo que es mejor que lo dejemos por hoy. Mañana te enseñaré a lubricar la pistola. Llévatela a casa y práctica. Aunque por ahora me voy a quedar yo con el cargador.- Jose cogió el cargador de su pistola mientras sonreía. - Por supuesto, que nadie en tu casa te vea la pistola.

- No te preocupes, en mi casa nadie entra en mi habitación a parte de mí. Respetamos la intimidad. - Laura le guiñó un ojo. Jose se imaginó que le estaba echando en cara que la estuvieran siguiendo. - Por cierto, ¿no tendría que tener una licencia o algo así para poder tener un arma en mi poder?

- Algo así, pero no te preocupes, conocemos el arma, si asesinas a alguien sabremos cómo encontrarte. - Laura puso los ojos en blanco.

Ya en casa, anotó todo lo que le había enseñado Jose para que no se le olvidara nada, y se puso a hacerlo una y otra vez hasta que se sintió cómoda montando y desmontando la glock. Lo mismo con la limpieza, tenía el arma brillante, seguro que no existía una tan limpia como la suya. Se rió de sí misma por la ocurrencia, por no ponerse a llorar.

 

 

Al día siguiente, como le había prometido, Jose le enseñó cómo lubricar el arma en la misma sala de comisaría del día anterior.

- Las glock sólo necesitan unas pocas gotas de aceite para lubricar los puntos clave. Hay que lubricar el exterior del cañón, la parte interna superior de la corredera, los raíles, tanto el derecho como el izquierdo y el mecanismo del gatillo. - Jose cogió un trapo al que le echó un poco de aceite para lubricar las partes indicadas. Para los raíles cogió un bastoncillo al que echó una gota de aceite y lo extendió. - No hay que lubricar ni el cargador ni el percutor, de hecho lubricar el percutor puede dificultar su movimiento. - Jose estaba muy concentrado en su explicación y en el trabajo de lubricación que estaba haciendo con su arma, esperaba que Laura hubiera asimilado toda la información. - Ahora tú. - Quería ver cómo lo hacía y lo que vio le sorprendió mucho.

Laura cogió su pistola que estaba montada, la desmontó en un momento, haciendo todas las comprobaciones oportunas que le había enseñado Jose. Después pasó a limpiar la pistola de forma muy cuidadosa y correctamente. Lubricó el arma tal y como acababa de indicarle y la montó en un santiamén.

- ¿Y bien? - Laura estaba muy orgullosa, lo había hecho muy bien, o eso pensaba ella. Necesitaba que Jose se lo confirmara.

- Sorprendente, parece que manejas pistolas de toda la vida. - A Laura le dio un vuelco el corazón, lo había sorprendido, notó admiración en sus palabras. - Mañana empezaremos las clases de tiro. A ver si se te dan tan bien.

Círculo cerrado
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