Octubre 1.999
Jose llegó temprano a la comisaría ese viernes. Tenía mucho papeleo pendiente y quería leer los informes que habían recibido por parte de Edu y Quique. Después de dejar el abrigo, se fue a la máquina para servirse un café, necesitaba cafeína si quería despejarse un poco para ponerse a trabajar. Dio el primer sorbo y estuvo a punto de tirarlo a la basura, tal y como pensaba todas y cada una de las mañanas al probar ese horrible café, pero como no había otro, al final acababa bebiéndoselo, y lo que era peor, se tomaba unos cuantos más a lo largo del día.
Se sentó en su mesa y abrió la carpeta que había encima. En ella estaban detallados los soplos recibidos por parte de Quique y Edu. Era poca cosa, había algunos envíos de pequeñas cantidades a casas privadas, supuestamente para consumo propio. También había pequeñas ventas a camellos de diferentes barrios de Madrid. Este tipo de soplos les estaban viniendo muy bien, puesto que estaban identificando a muchos camellos que desconocían, aunque otros eran ya viejos conocidos de la policía. Quizás al final de la operación podrían hacer limpieza en las calles.
Por ahora estos soplos les estaban reportando mucha información de la forma de trabajar de la banda, además de poder conocer a muchos de los involucrados.
Había otra carpeta mucho más gruesa encima de la mesa con fotos de todos los camellos localizados, con su nombre e información sobre sus fechorías. De algunos tenían bastante detalle, de otros tenían menos información. También había fotos de compradores, sobre todo de los habituales, con información adjunta de su dirección y algunos otros datos personales. La mayoría no se había metido en líos en su vida, lo único que hacían era consumir sin molestar a nadie. Sus compañeros estaban haciendo un buen trabajo de investigación.
Por ahora sólo estaban de observadores, no podían detener todas las operaciones que les informaban Quique y Edu, porque habrían hecho sospechar al Chino, o quizás al Coyote, que algo estaba ocurriendo, y hubieran puesto mucho más cuidado en todos sus movimientos. Eso sin contar, que quizás hubieran pillado a los soplones, y a saber qué serían capaces de hacerles.
Además, Quique y Edu no eran duros, estaban bastante asustados, si hubiera cualquier indicio de que ellos eran los soplones, Jose estaba seguro que hubieran suplicado el perdón y hubieran contado hasta el último detalle de lo que estaba ocurriendo, además, ellos hubieran perdido una buena fuente de información. Ni siquiera había pensado en ningún momento que ellos tuvieran tanta información en su poder, no tenía claro si estaban más metidos en la banda de lo que había pensado en un principio, o eran tan insignificantes que oían más de lo que debían porque nadie les prestaba atención. Jose optaba más por esta última explicación, pero no podía estar seguro. A veces la gente le sorprendía, y no solía ser para bien.
Tenían que seguir esperando a ver si se enteraban de algo más gordo. O quizás tenía que empezar a actuar de otra forma a ver si lograba asomarse a la organización. Tenía un plan, pero necesitaba algo que en esos momentos sabía que el Departamento tenía en el almacén, donde estaba todo lo requisado, sólo necesitaba que le aprobaran su idea, y ahí estaba él, a la espera de esa aprobación.
Laura salía de clase con Marta, iban hacia la parada del autobús hablando de la práctica que tenían que hacer, todo el ciclo de vida de un proyecto informático. Era una práctica que se hacía a lo largo del curso, por entregas, contaban con cuatro compañeros más. Estaban organizándose para quedar con el resto y tener algo pensado. Ambas estaban tan concentradas en cómo repartirse las tareas y cómo organizarse, que no vieron el Xsara gris plata que las pitaba en el camino hacia el bus. Fue Marta la que se dio cuenta que las estaban pitando a ellas.
- Laura, mira, Jose ha venido a buscarte.- Giró la cabeza y lo vio en el coche saludándolas a ambas. Estaba tan centrada en todo el trabajo pendiente de clase que se le había olvidado por completo que hoy tenía la primera clase con Jose. Después de la competición del fin de semana, le había pedido que le enseñara algo de karate, y ella por supuesto, no pudo decirle que no. Era su turno de ser profesora. Seguramente sería divertido. La verdad, es que si lo pensaba bien, tenía ganas de comenzar, estaba ilusionada con esa nueva actividad.
- Es verdad, se me había olvidado que habíamos quedado. - Laura se dio en la frente con la mano enfatizando su despiste.- ¿Quieres que te acerquemos a casa?
- No, gracias, no hace falta, ya cojo el bus.- Como siempre, Marta no quería ser una molestia. Laura resopló y cogió a su amiga de la mano arrastrándola al coche de Jose.
- No digas tonterías. - Laura se sentó en el asiento del copiloto y dio un beso a Jose, mientras que Marta se sentaba detrás de ellos. - Hola, ¿llevamos a Marta a casa? - Más que una pregunta, era una afirmación. A Jose le hizo gracia que preguntara, pues obviamente ya le había dicho a su amiga que la llevaban. A él no le molestaba ni lo más mínimo, Marta le caía muy bien, era muy agradable, además era la sensata del dúo, sabía que era una buena compañía para Laura, la estabilizaba en su carácter tan poco prudente.
- Por supuesto, no hay problema. - Miró a Marta por el retrovisor y le guiñó un ojo. Notó que ella se relajaba, supuso que se sentía algo incómoda por la molestia.
Fueron a casa de Marta y de camino ellas siguieron hablando de la práctica, de cómo enfocarla para comenzar y demás. Jose las iba escuchando en el coche, se sorprendía por lo en serio que se tomaban sus estudios y las ideas que iban surgiendo mientras hablaban. Le encantaba ver cómo Laura organizaba las diferentes tareas, de forma tan inteligente, y siguiendo la lógica. A él le dejaba sorprendido el ver que en clase seguía sacando buenas notas, teniendo en cuenta todo el tiempo que dedicaba a su trabajo con la policía.
Después de dejar a Marta, fueron al gimnasio del Departamento donde ya habían entrenado anteriormente, cuando Laura estuvo practicando algunas llaves de defensa personal.
Cuando Laura salió de su vestuario, vio que Jose ya estaba calentando corriendo por el borde del gimnasio. Ella se puso a su altura y estuvieron corriendo sin hablarse durante diez minutos. Después continuaron con el calentamiento haciendo algunas flexiones y abdominales y siguieron con unos estiramientos durante otros diez minutos.
- El karate es paz mental. - comenzó Laura. - Es un arte que involucra tanto a la mente como al cuerpo. Hay que trabajarlos simultáneamente para dominar este deporte. - Laura respiró profundamente varias veces y Jose hizo lo mismo para relajarse y concentrarse. - Comencemos por las diferentes posiciones básicas.
Laura le enseñó algunas posiciones, mientras él, en frente de ella, la imitaba. Si alguna posición no la hacía correctamente, en seguida Laura lo corregía. - El pie derecho apuntando hacia delante y el pie izquierdo detrás en un ángulo de 45 grados. Muy bien.
Así estuvieron un rato hasta que Laura vio que Jose se colocaba perfectamente en las diferentes posiciones. - Ahora veamos tu equilibrio. - Laura le sonrió maliciosamente, pensaba que esta parte iba a ser divertida, Jose supo en seguida lo que pasaba por su cabeza y se concentró lo máximo posible para no hacer el ridículo. - El equilibrio te permite efectividad y fuerza en tus movimientos. - Continuó ella. - El equilibrio no puede desaparecer cuando pasas de una posición básica a lanzar una patada, perderías eficiencia y fuerza. - Laura levantó la pierna lentamente y Jose vio cómo mantenía el equilibrio, aún con la lentitud del movimiento. Él intentó hacer lo mismo, pero le falló la pierna de apoyo. Laura sonrió. - Espera, esto es un poco más complicado, era para que vieses a qué me refería. Concéntrate en tu centro de gravedad, al separar los pies reduces este centro de gravedad. El equilibrio es importante, pero tienes que ser capaz de cambiar el punto de equilibrio rápidamente. Si estás en la misma posición mucho tiempo, tu contrincante puede atacarte fácilmente. Hay que encontrar un término medio. Cuanta más velocidad, más potencia. Si usas todo tu cuerpo, tendrás más potencia de ataque y más velocidad.
Laura comenzó a dar patadas para explicar a lo que se refería. Él intentó hacerlo pero no era tan rápido. Laura se puso detrás y lo agarró de la cintura. - Gírala al levantar la pierna. Usa todo el cuerpo.- Jose siguió practicando y comprendió perfectamente lo que Laura quería decirle, pero le costaba mantener el equilibrio.
- Utiliza los brazos. - Vio que los movimientos de Laura al dar patadas los equilibraba con los brazos, por lo que también lo hizo. Era parecido a la defensa personal, pero exigía más concentración, todo el cuerpo tenía que actuar a la vez.
Laura lo cogió por detrás de la cintura y le dio un beso en el cuello. - Mucho mejor, ¿has visto? No es difícil. - Él la agarró y la tiró al suelo, se puso encima de ella y la besó. Cuando se apartó la miró a los ojos.
- Quizás es que tengo una buena profesora. - Ambos rieron. Jose se levantó y tendió la mano para ayudarle a levantarse, pero ella hizo un rápido barrido con los pies, de forma que hizo que Jose perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Esta vez fue ella la que se puso encima. Lo besó. - Está claro que tienes una buena profesora. Y quizás yo tengo un buen alumno. - Le guiñó un ojo y esta vez si se levantaron los dos.
Laura siguió con la clase, enseñándole diferentes puñetazos, directo, gancho, palma de hierro, y algunos más que eran básicos y muy prácticos. También le enseñó cómo bloquear esos golpes. Estuvieron practicando la defensa y el ataque. - Tus dos primeros nudillos son los más fuertes, si los alineas con los huesos del antebrazo, podrás aumentar tu fuerza. - Le explicaba Laura, sorprendiendo a Jose con el conocimiento de esos detalles. A ella le encantaba ver su cara cuando hacía esos comentarios que él no se esperaba.
Continuaron con patadas, le enseñó cómo ejecutar correctamente una patada frontal rápida, una lateral rápida, lateral hacia adelante, hacia atrás y la circular. - En las patadas rápidas, tu torso se mantiene en posición vertical. En la patada hacia adelante tu torso se alinea un poco con la pierna que patea. - Le decía Laura mientras Jose intentaba hacer los mismos movimientos que ella sin perder el equilibrio. - Recoge los dedos de los pies para que no se lastimen en la lucha.
- ¿Cómo bloqueo las patadas?
- Es mejor que las intentes evitar. Bloquear patadas con las manos implica que dejas sin protección la cabeza, dejándola vulnerable a los ataques.- Jose pensó que esa explicación era muy lógica, la cabeza es más importante que el resto del cuerpo. - Si de todas formas, por un acto reflejo, intentas bloquear una patada con la mano, cierra el puño con fuerza. De forma contraria, la patada podría llegar a fracturarte la mano. - Él asintió y continuó dando patadas al aire.
Laura cogió a Jose y se lo llevó a un maniquí que había en una esquina del gimnasio para que practicase los golpes que estaba dando al aire con el maniquí. La primera patada que le dio casi le hizo caerse de culo, Laura no pudo evitar soltar una carcajada. Cuando Jose la miró con cara de pocos amigos, se disculpó sin borrar la sonrisa de su cara.
- Bueno, creo que es mejor que lo dejemos por hoy ¿no te parece? - Ya llevaban más de dos horas dando puñetazos y patadas, y aunque Jose estaba disfrutando, ya empezaba a notarse cansado, seguro que al día siguiente tendría agujetas. - Otro día practicaremos las caídas, aunque creo que este tema ya lo dominas. No es muy diferente a lo que haces cuando combates en tus entrenamientos. - Asintió y cogió a Laura de la mano. La acercó y la besó.
- Muchas gracias. - Ella le sonrió.
- Aún no hemos terminado, esto es sólo el principio. - Le guiñó un ojo mientras le daba un pellizco en una de sus nalgas, Jose sorprendido le dio un pequeño cachete. Entre risas se fueron cada uno a su vestuario para darse una ducha rápida.
Laura estaba dejando que le cayera el agua en la cara mientras sonreía al recordar la clase, Jose había estado muy concentrado y se había esforzado mucho. Le había hecho mucha gracia sus gestos de desesperación cuando un movimiento no lo pillaba en seguida. Se sentía bien, por fin, enseñándole ella algo a él, hasta ahora siempre había sido al contrario.
Salió de la ducha muy relajada, se vistió con la ropa que llevaba de clase y salió del vestuario. Él ya estaba esperándola fuera hablando con algún compañero. Se quedó observándolo, estaba muy guapo con el pelo oscuro mojado y revuelto, le resaltaba sus bonitos ojos verdes y cuando sonreía le salían hoyuelos en las mejillas. Estuvo un rato contemplándolo sin que se diera cuenta. Cuando se percató de su presencia, se despidió de su compañero y se acercó a ella.
- ¿Nos vamos? - Le preguntó mientras la cogía de la cintura y la acercaba hacia sí. - Me ha encantado la clase, pero creo que ya no tengo edad para estar tanto tiempo entrenando. - Le dijo al oído.
- No digas tonterías. Has sabido mantenerte a la altura. - Se burló ella.
- Vamos, te invito a cenar.
- Genial, estoy muerta de hambre. Pero hoy me toca pagar a mí. - Laura había comido un sándwich en la Facultad y nada más en todo el día. Se había olvidado del hambre hasta que Jose se lo había mencionado.
Fueron a un bar de tapas muy cerca de dónde vivía Jose. Se sentaron en un rincón, donde el ruido del local no se oía tanto, de forma que pudieran hablar más tranquilamente.
- ¿Te puedes quedar hoy a pasar la noche en mi casa? - Laura se sentía como una colegiala cuando Jose le hacía ese tipo de preguntas, pero era lo que tenía vivir con sus padres.
- Sí. No hay problema. Mis padres siguen en el pueblo, han decidido quedarse unas semanas. Dicen que ha dejado de llover y que está haciendo muy bueno. Así que prefieren el relax del campo al caos de la ciudad. - Se pusieron a ojear la carta.
- Los crujientes de berenjena con miel y las croquetas están muy buenas. - Laura revisó las tapas que le había dicho Jose.
- Tienen muy buena pinta. ¿Qué croquetas, las de pollo, de queso, de bacalao…? - Laura veía muchos platos y todos le llamaban la atención, no sabía por cuál decidirse, así que le pareció perfecto la sugerencia de Jose.
- Cualquiera, ¿te apetecen las de queso? - Ella asintió, todo le gustaba, a la hora de comer no tenía problemas, no era nada remilgada. - Ok, pues las croquetas de queso y las berenjenas. ¿Te apetece vino para beber?
- Perfecto. - En ese momento se acercó el camarero para ver si les podía tomar nota y Jose le pidió las raciones que habían decidido y dos copas de vino tinto de Ribera del Duero. - ¿Tenéis novedades con los soplos de Quique y de Edu? - Jose negó con la cabeza.
- ¿Qué tal si no hablamos de trabajo y nos comportamos como una pareja normal?
- De acuerdo, pero asume que no somos una pareja normal. En nuestra primera cita me enseñaste a limpiar una pistola, en la segunda a disparar y en la de hoy te he enseñado karate. ¿Qué pareja hace esas cosas en sus citas? - Ambos rieron.
- Que conste, que cuando te enseñé a utilizar un arma, no estábamos disfrutando de una primera cita. Nuestras citas no han sido tan malas, ¿no crees? - Jose se quedó pensativo intentando recordar alguna cita en la que no hubieran ido a La Misión o hubieran estado entrenando.
- Es verdad, tienes toda la razón. Salimos a tomar algo de vez en cuando, a un bonito pub donde por cierto, se reúnen los mejores camellos del barrio.- Mirándolo por ese lado, su trayectoria resultaba un poco patética.
- De acuerdo, mañana tengo el día libre. ¿Qué quieres hacer? Proponme un plan normal. - Dijo remarcando la última palabra. Laura se quedó pensativa.
- ¿Teatro? ¿Vamos a ver una obra? - A Laura le encantaba el teatro, aunque tenía pocas oportunidades de ir. Había ido alguna vez con sus padres y no se perdía ninguna obra del grupo de teatro de la Facultad. - ¿Cine? Seguro que en estos últimos meses han estrenado alguna película interesante.
- De acuerdo. Luego miramos lo que hay en cartelera y decidimos. Tengo la Guía del Ocio en casa. - El camarero llegó con las copas de vino. Laura estaba nerviosa, menuda tontería pensó, pero iba a tener una primera cita con Jose, de las de verdad. Siempre habían quedado por asuntos referentes al caso, excepto cuando se fueron juntos de vacaciones a Túnez, pero de eso ya hacía mucho.
Cenaron y Laura le estuvo contando algunas anécdotas de la Facultad. También le habló de la práctica que estaba tratando con Marta cuando fue a buscarlas esa tarde.
- La práctica no es muy complicada, pero es muy larga, hay que trabajar mucho tiempo en ella. Y la asignatura, habiendo hecho la práctica tampoco es difícil de aprobar, o por lo menos es lo que dice la gente. Ya veremos. - Laura seguía hablando pero Jose ya no le prestaba atención. No podía dejar de mirarla, la energía que depositaba en todo lo que hacía, las ganas que tenía de sacar todo adelante. Era admirable.