Noviembre 1.999
Cuando Jose llegó a la nave de Vallecas, no se encontró con quien esperaba, al contrario, se llevó una sorpresa que le cabreó bastante.
Al llegar vio que Laura estaba con José Manuel y el resto de sus amigos. El Chino aún no había llegado. Se acercó a Laura con cara de pocos amigos.
- ¿Podemos hablar? - Laura le iba a mandar a tomar por saco, pero cuando lo miró a la cara y vio sus ojos, se arrepintió de no haberle hecho caso. Así que asintió y salieron fuera. Jose la cogió del brazo y se la llevó a la esquina, de forma que nadie les oyera. - ¿Se puede saber qué haces aquí después de haberte dicho que no vinieras?
Laura estaba arrepentida de no haberle hecho caso, hasta el justo momento en que oyó que esa última frase salía de su boca.
- Perdona, y exactamente quién eres tú o quién te crees que eres, para decirme lo que tengo o no tengo qué hacer. ¿Con qué derecho te crees? - Jose ya no sabía ni qué decir para que no se saliera por la tangente.
- Laura, ¿es que realmente no te das cuenta del peligro que corres?
- Claro que me doy cuenta del peligro que corro. Me doy cuenta perfectamente. ¿O es que crees que cuando acepté ayudaros no me daba perfecta cuenta de dónde me metía? ¿Crees que no sopesé los pros y los contras? Claro que sí, hice todo eso y más. Y tengo perfectamente claro dónde me estoy metiendo.
- Pero eso lo hacías para ayudar a un amigo, ahora sabes que José Manuel no necesita tu ayuda realmente.
- Lo sé. Ahora lo hago por ayudar a otra persona, a mi novio. - Jose se quedó boquiabierto, eso no se lo esperaba.
- Laura, y yo te lo agradezco, en serio. Pero no necesito tu ayuda. - Esas palabras fueron como si la hubiera abofeteado, le dolieron. Se dio la vuelta y lo dejó allí plantado en la esquina. Él sabía que le había hecho daño, pero no podía hacer otra cosa, no podía ponerla en peligro. Ya intentaría solucionar esa discusión más tarde, ahora tenía que centrarse en el asunto que le había traído hasta allí.
Cuando volvió a la nave, el Chino ya estaba en el fondo con el resto, en cuanto Edu y Quique lo vieron entrar se dirigieron hacia él. Por otro lado, Laura, José Manuel y el Mini, salían del local. Fue el Bola el que se paró para decirle que se iban a tomar algo a La Misión, por si se quería venir. Jose negó con la cabeza. - Quizás luego.
- Ok. Espero verte allí, porque tienes a Laura muy cabreada. Amigo, no sé qué le has hecho, pero pinta mal. - Le dio una palmada en la espalda apiadándose de él y salió detrás de sus amigos.
Edu y Quique ya estaban a su lado. - Vamos. - Le dijeron al unísono. Jose los siguió hasta el final de la nave.
Tenía en frente al Chino, al Bulldog y al Dardo, sentados alrededor de la mesa de madera.
- Siéntate. - Le dijo el Chino. Jose se sentó en frente de él y a cada lado Quique y Edu. - Me dicen que quieres comprar mercancía. - Jose asintió. - Estos dos se fían de ti. - Dijo mirando primero a Quique y luego a Edu. - Pero yo no te conozco apenas, no sé si puedo o no fiarme de ti. - Jose no dijo nada, sabía que tenía que echar un discurso para meterle miedo. - ¿Tu crees que puedo fiarme de ti? - Sabía que era una pregunta retórica, así que no se molestó en contestar. - Mi instinto me dice que no, pero mi instinto siempre dice eso. - Todos rieron menos el Chino y Jose. Le estaba sopesando, tenía que estar a la altura. - Pero claro, por otro lado tiene que existir un lado comercial si queremos ganar dinero, ¿verdad? Y ese me dice que tengo que fiarme de ti, que puedes reportarme mucha pasta. - Todos asintieron, menos Jose. - Pero yo siempre me fío de mi instinto, así que te he investigado. Parece que saliste de la cárcel hace menos de un año, y no era la primera vez que estabas encerrado en el trullo, tienes una buena lista de antecedentes, por robo y asalto casi todos. En los ochenta te dedicabas al robo de coches, estuviste entrando y saliendo de correccionales hasta que cumpliste la mayoría de edad. Pero nada de drogas. ¡En los ochenta! - Se había leído toda la información falsa que habían introducido en el ordenador de comisaría para darle credibilidad, ya se imaginaba que lo iban a investigar. Se preguntaba quién le pasaría esos informes, tenían que tener a alguien dentro.
- No me gustan las drogas. He visto a muchos colegas morir de sobredosis. - Sonó frío y convincente.
- ¿Y ahora?
- La pasta. - Todos se quedaron en silencio. El Chino parecía sopesarle, lo miraba a los ojos e intentaba descubrir si le mentía o le decía la verdad. Decidió que no mentía. Creía la historia y además ya lo había visto en muchas ocasiones por allí, su novia era amiga de uno de los amigos del hermano de Edu, le parecía muy rebuscado para que fuera de la pasma. Se echó a reír sonoramente, todos rieron con él, excepto Jose que sólo mostró una fría sonrisa. Parecía que había pasado la prueba, pero tenía que tener cuidado.
- Me dicen que quieres un kilo de nieve. - Jose asintió. - Sabes que no es barata. - Volvió a asentir. - Cinco millones. - Esta vez no asintió.
- Ambos sabemos que el precio de la droga está bajando. - El Chino sonrió, aunque a Jose más bien le pareció una mueca.
- Ese es el precio. Si no lo aceptas puedes ir a otra parte.
- Qué tiene tu droga que la haga diferente a la que se vende por ahí a menor precio. - No podía aceptar tan pronto. Tenía que ganarse su respeto.
- La calidad. Somos los únicos en España que la tratamos utilizando prácticas similares a las empleadas en la selva colombiana. - Jose se sorprendió, así que era verdad, debían de tener un laboratorio enorme. - Nuestra droga no está adulterada.
- De acuerdo. Acepto. - Jose estiró la mano para zanjar el trato con un apretón de manos. El movimiento brusco hizo que el Bulldog y el Dardo se levantaran de la silla de inmediato. Jose ni se inmutó, mantuvo la mano en el aire sin que le temblara.
- Tranquilos. - Dijo el Chino. - Mis chicos se ponen nerviosos con la gente nueva. - Estiró la mano y cerró el trato con Jose.
- ¿Cuándo y dónde? - Preguntó Jose.
- Ya nos pondremos en contacto contigo. Tú prepara el dinero. - Jose asintió y se levantó para irse.
- Ahora tengo que irme, tengo a mi chica cabreada. - Todos rieron.
- Tiene carácter tu bomboncito. Regálale algo. Con las mujeres todo se arregla así. - Le dijo el Bulldog. - Y si no te funciona, me la mandas. - Todos rieron la gracia, menos Jose que fue a darle un puñetazo, pero Edu y Quique lo cogieron a tiempo.
- Tú también tienes carácter. - Rió el Chino.- Eres legal, efectivamente, a la novia no se la toca. Chicos, aprended de él. - Jose saludó con la cabeza, dio media vuelta y se dirigió a la puerta. Edu y Quique le seguían.
- Pensábamos que no tenías ni idea de drogas, pero parece que sabes más de lo que dices. - Fue Edu quién habló.
- Yo no tengo ni idea, pero la gente que quiere comprarla me habló de los precios y me dio alguna que otra recomendación. No quieren que les compre basura ni que les tomen el pelo, tienen pasta, pero no son idiotas. - Parece que quedaron satisfechos con la respuesta.
- Y ¿por qué no son ellos los que se mueven? - Esta vez habló Quique.
- Buena pregunta, ya me gustaría a mí que no me metieran en estos líos. Pero ya sabéis, ellos tienen pasta y yo quiero pasta.- Jose se despidió de ambos y salió de la nave con dirección a La Misión, donde esperaba encontrarse con Laura.
Parecía que todo había ido bien, los había convencido, pero él sabía perfectamente que la confianza era costosa de ganar y que se perdía con mucha facilidad, así que no debía cantar victoria antes de tiempo.
Cuando llegó al bar, vio que José Manuel y sus amigos estaban en la barra hablando con tres chicas. Se acercó a él y le preguntó por Laura.
- Se ha ido a casa. Me da la impresión que no quería verte. - Una de las chicas, al ver al nuevo se acercó a ambos.
- ¿No me presentas a tu amigo? - Le dijo directamente a José Manuel.
- Su amigo se va. - Dijo Jose que empezaba a estar bastante molesto por la situación con Laura.
- ¿Estás seguro que no quieres quedarte un rato? - La chica se le pegó demasiado, él la apartó con cuidado.
- No. - Se dio la vuelta y se fue por donde había venido.
- Qué maleducado tu amigo. - Oyó mientras salía del bar sin volver la vista atrás.
Ya era miércoles y Jose estaba en el vestuario con Carlos preparándose para salir al tatami. Esperaba que Laura apareciera para darles la siguiente clase de karate, aunque no estaba seguro que ella viniera. No la veía ni hablaba con ella desde el sábado, la había estado llamando pero no le devolvía las llamadas. Se estaba comportando de forma muy inmadura, pensaba mientras se vestía, no se daba cuenta que era por su bien, para su propia seguridad, ella no era policía. Se imaginaba que ella sabía todo eso perfectamente, pero no le gustaba que de repente la apartaran. Eso lo podía entender, seguramente él se hubiera sentido tan cabreado como ella. Pero como no habían hablado, no podía saber qué pasaba por su cabeza.
Salieron ambos del vestuario y entraron en el gimnasio donde se encontraron a Laura corriendo alrededor, ambos se unieron a ella. Carlos sabía todo lo ocurrido, Jose le había puesto al día, así que decidió quedarse apartado a unos cuantos metros de distancia para dejarles intimidad.
Jose se colocó pegado a Laura. - Hola, ¿cómo estás?
- Bien, gracias.- Laura sonó muy fría. Jose fue a decir algo más pero ella le cortó. - Aquí no, por favor. - Su tono fue suplicante, y él no supo por qué.
Después del calentamiento y los estiramientos, Laura continuó donde lo habían dejado la clase anterior, continuó enseñándoles a caer.
Esta vez les enseñó la caída de frente rodando y la caída lateral. Para practicar la primera, comenzaron haciéndolo con la rodilla apoyada en el suelo para rodar. Cuando ya tenían la técnica empezaron a caer de pie e hicieron alguna caída con salto. Aún tenían que practicar, pero les salía mejor de lo esperado. Después de practicar también la caída lateral, Laura decidió que era hora de poner sus conocimientos en práctica.
- Vamos a ver si habéis aprendido a caer cuando estáis luchando. Jose, vamos. - Él se acercó titubeante, no sabía por qué, pero le daba la sensación que no iba a salir bien parado esa tarde de clase, pensaba que se iba a desfogar con él y esta vez no iba a ser con sexo. Rió para sí, recordando la primera vez, en aquella ocasión ella también estaba muy cabreada. - Ven a por mí.
Jose no se acercó, así que Laura tomó la iniciativa, fue a darle una patada que él esquivó fácilmente. Entonces él empezó a dar puñetazos que Laura esquivó rápidamente, ella levantó la pierna y le dio una patada en el estómago, a él esa patada le pilló por sorpresa, instante que aprovechó ella para colocarse en su lateral y hacerle un barrido. - Caída de frente. - Dijo y Jose cayó de frente, automáticamente utilizó la técnica que ella le había enseñado en la clase anterior. Cuando él se giró sobre el tatami, ella le estaba sonriendo, pero no de forma rencorosa, sintió el orgullo en su mirada, se sentía feliz porque su alumno hubiera aprendido la caída. Se dio cuenta del error que había cometido al pensar que ella era tan rencorosa. Laura le dio la mano para ayudarle a levantarse, Jose se estaba levantando cuando ella le hizo otro barrido. - Caída lateral. - Jose cayó correctamente de nuevo. Laura se acercó para darle de nuevo la mano, Jose se la quedó mirando.
- No sé si dártela, ¿me vas a volver a tirar? - Dijo socarronamente.
- No seas tan arrogante. Ahora le toca a Carlos. - Le dio la mano y se levantó. - Lo has hecho muy bien.
Con Carlos también tuvo un breve combate de forma que él también pudo practicar las caídas, y como Jose, utilizó las técnicas que les había enseñado de forma correcta.
Después les puso a pelear para que volvieran a practicar todo lo aprendido. Siguió corrigiéndoles si veía algo incorrecto, pero parecía que la base la estaban pillando a la perfección. En clase estaban muy concentrados, eso a ella le gustaba y se veían los resultados.
- Deberías de pensar en dedicarte a esto, se te da muy bien. - Le decía Carlos cuando se dirigían todos a los vestuarios. La cara de Laura reflejó que no sabía a qué se refería. - Profesora de karate. Eres buena. - Ella le sonrió dulcemente.
- Tengo buenos alumnos.
Al salir del vestuario Laura se encontró con Jose que estaba esperándola.
- No sabía si ibas a venir. ¿Me dejas que te lleve a casa? - Ella asintió.
- Os dije que os daría clase, y siempre cumplo mi palabra.
Fueron todo el camino en silencio, ninguno sabía por donde empezar. Cuando llegaron a casa de Laura, ésta se giró y lo miró directamente a los ojos.
- Perdóname, sé que tienes razón, no soy poli y no puedo actuar como tal. A veces se me olvida que esto es una operación policial. Mi comportamiento ha sido irracional. - Se disculpó. Jose le cogió la cara con ambas manos y la besó como llevaba deseando hacer desde que la había visto en el gimnasio.
- ¿Vamos a mi casa? - Dijo Jose con voz ronca.
- Por supuesto, quiero una reconciliación como Dios manda. - Sonrió pícaramente.