Diciembre 2.015
Laura estaba tomando un café con leche y una tostada de pan con aceite y tomate en el bar que había justo en frente de su pequeña tienda. Era su primer día de trabajo al cien por cien. Ya le habían quitado el cabestrillo, y aunque de vez en cuando le daba algún que otro pinchazo, ya podía hacer bastantes cosas con él. Llevaba un par de semanas yendo a rehabilitación, y empezaba a notarse, no podía levantar el brazo demasiado, pero el resto de movimientos habituales los tenía bastante controlados.
Mientras desayunaba estaba organizándose el día, tenía que revisar la contabilidad de su tienda para ver si era tan mala como empezaba a imaginarse, tenía que dar cera a las mesillas que ya había pintado en casa y se había traído para vender, y comenzar con la restauración de los tres pedidos que tenía pendientes. Iba a empezar por un escritorio Luis XVI que era precioso, un estilo que a ella le encantaba, con formas redondeadas y ligeras. Había leído en una biografía de María Antonieta que al ser un estilo tan femenino debería haber llevado su nombre, el de la reina, puesto que sus formas frágiles y graciosas no recordaban para nada a la figura oronda de Luis XVI. Siempre le había hecho gracia ese comentario de María Antonieta, y no le quitaba parte de razón.
Mientras estaba pensando en María Antonieta y riendo tontamente recordando un retrato de Luis XVI, alguien se sentó en frente de ella. Estaban en una pequeña mesita pegada al gran ventanal del bar desde donde se veía perfectamente su tienda. Ella levantó la cabeza para ver quién era y se encontró con la mirada preocupada de Jose.
Habían quedado un par de veces desde la ocasión en la que Jose se había sincerado con ella. Por fin se habían puesto al día. Laura le contó que había seguido con su entrenamiento en karate, ya tenía el quinto dan, de vez en cuando se acercaba al campo de tiro para no olvidar la formación que él le había dado. También le contó cómo terminó la Universidad y encontró su primer empleo, le habló de David, de cómo se decidió a cambiar de vida, dejar la Informática y dedicarse a su hobby de restauración de muebles. Por su parte Jose le contó anécdotas de cuando estuvo trabajando de guardaespaldas por Europa y de los diferentes destinos en los que estuvo por España. De lo que no hablaron fue de sus relaciones sentimentales, ambos evitaron ese tema.
Era curioso que después de tanto tiempo, pudieran volver a conectar como antes, era una sensación agradable. Como cuando dos amigas se encuentran después de algún tiempo sin verse, pero se ponen a hablar y parece que el día anterior estuvieron juntas.
- ¿Qué te pasa? Parece que has visto a un fantasma. - Jose no dijo nada, le pasó el periódico y le señaló un pequeño artículo en el lateral de la hoja de la sección de sucesos.
“Jose María Pantoja, alias el Coyote, sale de la cárcel”, rezaba el titular.
“Jose María Pantoja ha salido este lunes a las 12 horas del centro penitenciario de Aranjuez, en Madrid, en libertad condicional. Ha cumplido 15 años de cárcel por un delito de tráfico de drogas, de los 20 años de condena que le había impuesto el juez.
‘Hemos observado buena conducta y creemos que está en disposición de adaptarse a una vida social en libertad, es decir, creemos que está preparado para su reinserción social.’ - Ha dicho la juez que ha autorizado la libertad condicional...”
El artículo seguía pero Laura no necesitaba leer más. Jose y ella habían participado activamente en su encarcelamiento. Se habían infiltrado en su círculo cercano y después habían testificado en el juicio.
En el artículo había dos fotos, una del juicio y otra actual saliendo de la cárcel. Se le veía algo desmejorado, más mayor y más delgado, pero su cara seguía teniendo una mirada que a Laura siempre le había atemorizado, sus ojos le decían que era capaz de hacer cualquier cosa.
- ¿Crees que vendrá a por mí? ¿a por nosotros? - Jose no tenía ni idea. Había leído algunos de los informes carcelarios del Coyote, incluso alguno psicológico, y parecía que realmente quería reinsertarse, pero nunca se podía estar completamente seguro.
- He pedido que se le siga durante un tiempo para ver qué hace. - Laura se tranquilizó. Llevaba dos meses sin entrenar por su brazo, ahora no podía posponerlo mucho más tiempo, tenía que estar preparada, no sabía si el Coyote saldría de la cárcel con ganas de venganza. Seguía teniendo su vieja pistola y practicaba de vez en cuando, no era una gran tiradora, pero era capaz de acertar fácilmente en el blanco, más que suficiente pensó.
Jose le agarró la mano. - Laura, no te preocupes, no te pasará nada.- Lo dijo con sinceridad, pero siendo realistas, si el Coyote quería matarla, no sabía si alguien podría evitarlo, decidió que era mejor no pensarlo. - Bueno, y cambiando de tema, ¿qué tal hacen aquí el café? - Laura le sonrió.
- El mejor de la zona, pruébalo. - Cogió su taza e hizo un brindis al aire.
Jose pidió un café y unas porras y se lo tomó con Laura. Estuvieron hablando de la recuperación del brazo de Laura, de los casos en los que estaba trabajando Jose en ese momento, básicamente todos los casos eran de robos, en una tienda de alimentación, en una joyería, en un piso en el centro de Madrid. - Supongo que como se acercan las navidades, los ladrones se están haciendo con material. Por estas fechas siempre hay aumento de robos. Ya sabes, aquellas personas que no tienen nada que regalar a sus familias, atracan a la gente y voilà, ya tienen regalo, una pulsera, un reloj, un colgante, cualquier cosa les es útil.
Laura le estaba escuchando hablar y se sintió muy cómoda. Le hacía gracia cuánto gesticulaba y cómo su sonrisa mostraba dos hoyuelos que le encantaban.
- Por cierto, ¿cómo sabías que estaba aquí? - Le dijo a Jose cuando éste terminó de relatarle sus casos.
- No lo sabía. Venía a buscarte al trabajo y te he visto por la ventana.
- ¿Quieres que te enseñe mi tienda? - Le dijo Laura con una pizca de orgullo.
Jose se terminó el café que le quedaba de un trago, pagó los dos desayunos y salió con ella de la cafetería. Laura cruzó la calle cogiendo a Jose del brazo, como venía un coche, se echó a correr y lo cogió instintivamente.
La tienda tenía una pequeña entrada en tono verde clarito de madera tratada, con un par de escaparates, uno en cada lateral de la puerta, donde ya vislumbrabas algunas piezas vintage. En uno de los escaparates había expuesta una mesa de madera con patas de hierro formando una equis. Laura le explicó que era la última moda, la mezcla de lo rústico y lo industrial. Encima de la mesa un antiguo teléfono negro de los sesenta con dial rotatorio y un ramillete de lavanda tumbado en el centro, detrás una celosía que hacía las veces de biombo donde había colgados varios marcos de estilos diferentes y con viejas fotos del Madrid de finales del siglo XIX, La Puerta del Sol con coches de caballos, el interior de la plaza de toros de Las Ventas con las cuadrillas dirigiéndose a la presidencia y La Cibeles rodeada de gente paseando y montando a caballo. En el otro escaparate sobre otra mesa baja hecha con madera y por patas cuatro poleas que parecían de un pozo, había un globo terráqueo antiguo de madera y un gramófono, detrás un visillo blanco colgaba de forma que no se viera la tienda, pero se intuyera lo que había. Encima de la puerta un cartel “La tienda de en frente”.
A Jose le gustó lo que veía, de hecho se sorprendió pues no conocía esa faceta artística de Laura.
- Te rompiste la cabeza con el nombre.
- No te burles. - Laura le dio un golpe cariñoso en el brazo. - No se me ocurría nada y mientras estaba desayunando un día en el bar, pensé que sería un nombre familiar. - Laura sacaba las llaves del bolso y abría la puerta mientras le explicaba esto. - Quizás también tuvo que ver en ello una película de Tom Hanks y Meg Ryan, ella tenía una tienda con un nombre similar.
Jose comprobó que la tienda era mucho más amplia de lo que parecía viéndola desde el exterior.
- Aquí es donde tengo los muebles preparados para vender. Los he dividido por zonas, al fondo los muebles de dormitorio y una pequeña zona de despacho donde atender a los clientes. En el lateral derecho hay muebles para el baño y algunas islas para cocinas, el resto del espacio está dedicado a muebles de comedor, despacho y salón. - Laura le enseñó algunos de los muebles que tenía en la tienda. Jose no entendía, pero le parecieron muy bonitos y originales. - Ahora tengo la tienda un poco vacía. - Laura siguió andando hasta el fondo de la exposición, en donde había una puerta que los llevó a una habitación mucho más pequeña que la tienda, pero lo suficientemente grande para tener varios muebles, mesa de trabajo y herramientas. Jose supuso que éste sería el taller donde Laura trabajaba. En el medio había dos mesillas gemelas en blanco.
- Me gusta tu tienda.- Le dijo mientras cotilleaba los muebles que tenía guardados en el almacén. Había un par de ellos que realmente estaban en muy malas condiciones, si Jose se hubiera encontrado con ellos, los hubiera tirado a la basura seguro.
- Esos aún tengo que restaurarlos, sus dueños están esperándolos, y ya no llego a Navidad. - Laura suspiró. Se sentía un poco agobiada con el retraso que llevaba.
- Hoy no tengo nada que hacer, tengo el día libre. Quizás te pueda ayudar en algo. No creo que sea capaz de hacer gran cosa, pero podría ayudarte con el peso y lo de lijar también creo que seré capaz.
Laura se quedó pensando un momento en la propuesta de Jose, lo primero que había pensado era en rechazar su ofrecimiento y agradecérselo, había sido un encanto, pero miró a su alrededor y vio que se le amontonaba el trabajo, así que decidió aceptar.
Estuvieron ambos trabajando toda la mañana, Jose lijando los muebles que Laura le había indicado y Laura dando anticarcoma a uno de los muebles que tenía pendiente de restaurar. Había cogido el que más pesaba para aprovechar la ayuda de Jose, un precioso armario modernista con las puertas talladas con dibujos florales simétricos. Cuando terminó de pinchar en los agujeros dejados por la carcoma con el producto, Jose la ayudó a envolverlo en plástico. Cuando terminaron ya era la hora de comer.
- Te invito a comer. La verdad es que me has ayudado un montón. Hoy hemos avanzado bastante más de lo que tenía pensado. Así que, ¡qué menos! - Salieron de la tienda y Laura lo llevó a un pequeño restaurante griego a la vuelta de la esquina. - Recuerdo que te encantaba la moussaka, y aquí hacen una muy rica. - Le aseguró.
El camarero les situó en una mesa al lado de la ventana. El restaurante era muy pequeño y acogedor. La decoración recordaba a Santorini, la famosa isla griega, toda la pared encalada en blanco y con los marcos de puertas y ventanas en azul, también enmarcadas en las paredes había diferentes fotografías de la isla. Las mesas eran pequeñas con manteles a cuadros, y en todas ellas una pequeña vela que el camarero encendió en el momento en que los acomodó, además de un pequeño jarroncito con un par de margaritas naturales.
Ambos pidieron moussaka y una botella de vino tinto. No pararon de hablar en toda la comida. Hablaron de sus planes navideños, Laura iba a estar con la familia y en Nochevieja saldría a tomar algo con sus amigos, e iba a aprovechar las fiestas para ocuparse de los muebles que tenía pendientes. También estaba pensando en acercarse a Barcelona a ver si encontraba alguna cosilla para vender en su tienda. Jose le comentó que pasaría la Nochebuena con Carlos y su familia, puesto que sus padres habían muerto hacía muchos años y no tenía hermanos. Hablaron de las noticias del día, de la corrupción en la política, de la liga de fútbol, de multitud de temas que se les pusieron delante.
Esa tarde, ya en casa, Laura se puso a investigar qué había ocurrido con el Coyote desde que lo habían encerrado. Quería ver si encontraba algo que la liberase de la angustia que sentía sabiendo que acababa de salir de la cárcel. No sabía qué iba a encontrar, quizás que se había hecho religioso y que ahora solo pensaba en Dios como ocurría en muchas películas americanas. Por favor, qué tonterías estaba pensando, se dijo a sí misma.
Buscó en Google por “el Coyote”, pero no encontró nada, ya que el motor de búsquedas mostró sobre todo referencias al animal, incluso algún que otro video de ataques de coyotes a perros, una de las primeras entradas que le llamó la atención era una tienda que se dedicaba a venta de aparatos detectores de radares en carretera y algún que otro artículo de un sicario con el mismo alias en Sudamérica, pero no había nada sobre el Coyote que buscaba.
Así que esta vez puso su nombre, Jose María Pantoja. Ahora si aparecieron diferentes artículos de diferentes periódicos. Entró en alguno de ellos para ver qué decían.
“15 Junio, 2.002.
Agresión en el Centro Penitenciario de Aranjuez.
Jose María Pantoja, alias el Coyote, agrede a su compañero de celda, Sebastián Valcárcel, alias el Niño. Se desconoce el motivo de la agresión, pero se cree que ha sido debido a un empujón que podría haber recibido Jose María Pantoja en el comedor, cuando Sebastian Valcárcel tropezó y cayó encima de él tirando la comida de ambos al suelo… “
El artículo continuaba, parecía ser que Sebastian Valcárcel había sido llevado a la enfermería, pero al no tener todo lo necesario para operarle de urgencia fue trasladado al hospital. Madre mía, desde luego todavía no se había encontrado con Dios, pensó Laura.
Encontró otro artículo del Coyote con fecha de dos días después.
“17 Junio, 2.002.
Preso muere después de haber sido agredido por su compañero…”
En resumen y como indicaba el titular, Sebastian había muerto por la soberana paliza que le dio el Coyote.
Laura no encontraba nada de ningún juicio por este homicidio, le pareció muy raro. Después de estar varias horas buscando, decidió mirar en las ediciones impresas de la época a ver si se le había pasado algo.
Tras mirar en varios periódicos a lo largo de dos semanas, se encontró con un pequeño recuadro a pie de página en uno de ellos. Lo que leyó la dejó atónita.
Jose María Pantoja no había ido a juicio porque otro preso del mismo centro confesó haber sido el agresor de Sebastian Valcárcel, eximiendo de cualquier culpa al Coyote. El periódico se retractaba de las noticias anteriores en las que por error acusaba a Jose María Pantoja de los hechos. No podía creerse lo que leía.
Sacó copias de los dos artículos encontrados y de la retractación. También buscó el artículo que esa misma mañana le había enseñado Jose para tener toda la información junta.
Tenía que mostrarle a Jose todo lo que había encontrado, pero ya era tarde, así que se fue a dormir.
En la cama no podía dejar de darle vueltas al asunto. Cómo podían haber dejado libre al Coyote si era un asesino, tal y como había demostrado fuera y dentro de la cárcel. No tenía sentido. Estuvo dándole vueltas en la cama hasta que el sueño la ganó y se quedó dormida.
A la mañana siguiente Laura se fue temprano a la tienda y se puso a encerar las dos mesillas que tenía pendientes y que aún no había terminado, puesto que el día anterior prefirió hacer tareas más pesadas aprovechando que Jose estaba allí para echarle una mano.
Mientras trabajaba en las mesillas pudo desconectar de todo y centrarse en su trabajo, por eso le gustaba tanto, se olvidaba de sus preocupaciones y se relajaba. En poco más de media hora había terminado de aplicar la cera. Como no eran todavía las nueve, hora en la que abría la tienda al público decidió ir a desayunar al bar de en frente, ya que en casa había tomado únicamente un café rápido antes de salir.
Cogió el portátil que tenía encima de la mesa de la tienda y ya en la cafetería, mientras desayunaba su habitual café con barrita con aceite y tomate, se puso a revisar los periódicos del día, para ver si encontraba algo referente al Coyote. Pero en los periódicos del día ya nadie hacía mención a su salida de la cárcel. Así que revisó alguno del día anterior y ninguno de ellos incluía más información que la que ya tenía el artículo que le enseñó Jose. Así que dejó el portátil a un lado de la mesa y llamó a Jose.
- Hola Laura, ¿qué tal estás? - Jose le cogió el teléfono al segundo tono.
- Bien gracias. Te llamaba para ver si podíamos vernos para comer, he descubierto algunas cosas sobre nuestro viejo amigo el Coyote.
- De acuerdo, me acerco a tu tienda sobre las dos. Yo también tengo cosas que contarte. Ahora te tengo que dejar. - Y colgó.
Laura se quedó mirando el teléfono, preguntándose qué habría averiguado él.
Ahora lo que necesitaba era relajarse un poco y desconectar de todos estos temas, así que se fue de vuelta al taller para seguir con sus tareas.
Esa mañana se dedicó a otro de los muebles que tenía pendientes de restauración y que su clienta estaba esperando. El escritorio Luis XVI que el día anterior tampoco había empezado porque se puso con el pesado armario.
El escritorio estaba en muy buenas condiciones, pero su clienta lo odiaba porque no le gustaba el color madera, tenía una casa muy minimalista y muy blanca. Cuando la dueña del mueble le enseñó el hueco donde quería ponerlo, Laura enseguida vio las posibilidades del mueble con un tono azul, pero muy claro, que hacía juego con los colores de un cuadro cercano a la zona donde se iba a ubicar el escritorio. Le comentó a la clienta que iba a darle un poco de color y pareció que confiaba completamente en ella, que veía los muebles que tenía en la tienda y que todos le gustaban, así que le dejaba libertad total.
Después de lijar el mueble y limpiarlo, se puso a pintarlo con el tono buscado, tuvo que mezclar la pintura azul con blanco para obtener el color que quería. Esa pintura no necesitaba imprimación, así que con suerte iba a tener el mueble terminado en el día, puesto que la pintura tenía un tiempo de repintado muy corto.
Y así pasó la mañana, entre transformar el bonito escritorio y atender a algunos de los clientes que entraron en su tienda. La mayoría de ellos sólo entraron a cotillear y a preguntar por algunas piezas por las que parecían interesados, uno de ellos compró un cabecero que había retapizado.
Estaba tan concentrada trabajando que no se dio cuenta cuándo entró Jose en el taller. Él estuvo observándola cómo trabajaba cuidadosamente en el mueble al que estaba dedicada, entonces Laura levantó la cabeza de sus quehaceres y le sonrió.
- Hola, no te había visto. - Acababa de terminar de pintar el escritorio. - Un segundo y nos vamos. - Laura fue a adecentarse un poco al baño, tenía algo de pintura en los brazos y cuando se miró en el espejo también vio que tenía algunas gotas en el pelo. Se lavó con un poco de agua y se quitó fácilmente la pintura.
Cuando salió, Jose estaba esperándola en la tienda, llevaba una carpeta en la mano y eso le recordó que además del bolso tenía que coger también la carpeta que había traído con ella.
Fueron a comer donde el día anterior, y mientras esperaban que les trajeran la comida, Laura le enseñó los artículos que había encontrado la noche anterior mientras se los iba resumiendo. Jose revisaba los titulares y echaba un vistazo por encima a cada una de las noticias.
- Echaré un vistazo a ver si encuentro el informe policial de este ataque en la cárcel. La verdad es que parece que el Coyote debió de pagarle una buena cantidad al preso que se declaró culpable en su lugar.
- Eso mismo pienso yo.- Confirmó Laura.
Trajeron la comida y mientras comían cada uno una riquísima ensalada griega con queso feta y compartían un plato de hummus, Jose le contó lo que había descubierto él.
- Yo también estuve investigando un poco anoche. Encontré un informe de un ataque en la cárcel en el 2.005, en el cuál también estuvo involucrado nuestro amigo. Pero totalmente diferente a esto, es decir, él no fue el agresor, sino el agredido. - Laura que estaba en ese momento llevando el tenedor a su boca, se quedó parada expectante. - Le clavaron un objeto punzante, el arma no apareció, una herida en el estómago y otra en la pierna. Debido a la gravedad de las mismas estuvo ingresado bastante tiempo en el hospital y cuando se recuperó no era el mismo.
- No me digas que se encontró con Dios. - Dijo Laura irónicamente, tal y como había pensado el día anterior también irónicamente.
- Casi casi. - Cogió la carpeta y le pasó el informe médico del ataque en la cárcel y un artículo impreso con varios párrafos marcados. - Este artículo es de unos meses después de su vuelta a la cárcel tras su recuperación.
El informe médico indicaba en un recuadro al principio que el paciente padecía dos heridas punzantes realizadas por objeto puntiagudo en abdomen y pierna derecha, tal y como le acababa de decir Jose. Laura supuso que el resto sería información del tratamiento y demás y no le prestó atención.
Pasó al artículo, el cuál trataba de la rehabilitación de los presos españoles, y parece ser que había una breve entrevista a Jose María Pantoja. Leyó los párrafos marcados por Jose, todos ellos eran comentarios realizados por el Coyote al periodista.
“He tenido la oportunidad de reflexionar sobre la vida, conocer a las personas que me rodean aquí, a las que me esperan fuera y conocerme a mí mismo.”
“A veces recuerdo a la familia y las cosas que hice cuando estaba fuera y pienso que tengo que ser diferente cuando salga.”
“La lectura me permite mantener la mente ocupada.”
“Esa es mi esperanza, que se den cuenta que mi vida ha cambiado, que puedo pagar impuestos y ser un hombre diferente.”
A Laura estas afirmaciones le parecieron increíbles, ella había visto al Coyote sólo una vez, pero aún aparecía en sus pesadillas, no le pegaba para nada que esas afirmaciones hubieran salido de su boca. Recordaba sus fríos ojos azules, que cuando la miraron la hicieron temblar de miedo, la pequeña cicatriz en la cara, que le cortaba su ceja izquierda, medía por lo menos metro noventa y tenía los hombros muy anchos, era un armario de dos por dos.
Desde luego, esperaba que hubiera cambiado, tal y como decía ese artículo y como había afirmado la juez que le dio la libertad condicional. Si era así, ella suponía que la dejaría en paz, ya no tendría por qué preocuparse, no iría a por ella. O eso esperaba.
- Entonces estoy a salvo, ¿no? - Lo dijo sin mucha convicción.
- Actualmente tengo a una persona siguiéndolo para ver qué hace. Este es el informe desde que salió el lunes. - Le pasó a Laura una fina carpeta. Como con el resto de información había algunas cosas marcadas. Las leyó y vio que al salir de la cárcel una de sus hermanas fue a buscarlo, lo llevó a su casa y prácticamente había estado recluido en casa de su hermana, excepto un rato que salió a hacer unas pocas compras al supermercado con su sobrino, un chico que aparentaba unos 17 años según el informe de Jose. - Lo tendré bajo vigilancia algunos días más a ver qué pasa. Pero si no hace nada tendré que quitársela, no tenemos suficientes recursos y no tendría nada que defendiera el mantener dicha vigilancia.
Ese viernes por la noche Laura iba a cenar a casa de Pablo y Marta que habían invitado a cenar a todas las chicas, por lo que también estarían Susana, Nuria, Raquel y Luis. Tenía muchas ganas de verlos y pasar un rato divertido, últimamente cada vez que se veían sólo hablaban de lo que le había dicho el médico, de sus dolores y de la rehabilitación.
Llegó a casa de Marta antes de la hora. Había salido de la tienda y en vez de pasar por casa, decidió ir directamente a casa de su amiga para ayudarla a preparar la cena. Sabía que Pablo no iba a estar porque al salir de la oficina estaba haciendo un Master, por lo que estaría en clase y llegaría justo para cenar.
Cuando Marta le abrió la puerta la vio muy sonriente. - A ti te pasa algo.
Marta no pudo esperar a que vinieran los demás y se lo dijo.- ¡Estoy embarazada! - Laura al oír la noticia se emocionó y abrazó a su amiga. Sabía que ya llevaban un par de años intentándolo, lo habían logrado una vez pero tuvieron la mala suerte de perderlo a las pocas semanas por una caída que sufrió Marta. Le dijo que ya estaba embarazada de trece semanas y esperaba que todo fuera bien.
Pasaron ambas a la cocina para preparar los aperitivos de la cena. Marta le sirvió a Laura una copa de vino tinto y ella se puso un vaso de agua. La puso al día de todo mientras cortaban embutido, todavía no sabía si era niño o niña, prefería niña, pero le daba igual siempre que viniera bien. Le enseñó una ecografía donde se veía al bebé claramente, su cabecita y su tronco, parecía que tenía las piernas estiradas y uno de los brazos lo tenía encima de la cabeza como diciéndoles que le dejaran en paz, que quería dormir, era tan bonito, Laura sintió una punzada de envidia. Cuando Marta ya no tuvo más que contarle, le hizo la pregunta que llevaba algún tiempo intentando hacer, pero que no había tenido oportunidad.
- Laura, exactamente qué ocurrió entre Jose y tú. Conozco perfectamente el después porque estuve ahí, a tu lado en todo momento. Pero nunca me llegaste a explicar lo que realmente ocurrió y sé que hubo más de lo que yo viví.- Marta seguía cortando lonchas de salchichón y Laura dejó de cortar los cuadraditos de queso.
Marta tenía razón, tenía que habérselo contado hacía mucho. Así que ambas se sentaron en la mesa de la cocina y Laura le relató todo lo ocurrido hacía más de quince años y que Marta desconocía. También le contó lo que habían descubierto en estos últimos días Jose y ella referente al Coyote.
Cuando terminó de hablar, Marta estaba boquiabierta, no se lo podía haber imaginado por más que lo hubiera intentado. Ahora entendía muchas cosas. No pudo evitarlo y abrazó a su amiga, por todo lo que pasó y por todo lo que se había tenido que guardar durante años. No podía imaginarse no poder hablar de todo esto con nadie. Tragarse todo sola y no poder desahogarse debió de ser muy duro. Odió a Jose por dejarla sola en aquel momento, tuviera o no excusas suficientes para irse.
Laura se terminó la copa de un trago. - Vamos a continuar que éstas están a punto de llegar. - Marta miró el reloj, eran ya las nueve, hora en la que habían quedado y todavía no habían terminado con los aperitivos. Menos mal que el acompañamiento del plato principal lo hacía el robot de cocina, que ya lo tenía hecho desde hacía un rato y ni se habían dado cuenta. Y como el plato principal eran solomillos, que se tenían que hacer en el momento de servirlos, por esa parte no tenían que preocuparse.
Las primeras en llegar fueron Susana y Nuria que se pusieron a colocar los aperitivos que faltaban en platos, y a poner la mesa.
Cuando llegaron los demás, ya estaba todo listo para empezar a cenar. Pablo se había encontrado en el portal a Raquel y Luis, por lo que entraron todos juntos y se encontraron a las chicas tomando vino mientras les esperaban, excepto Marta que seguía con el agua, pero como era lo habitual en ella, a nadie le llamó la atención.
Como esperaba Laura, en la cena se pusieron al día de las últimas semanas. Fue una velada entretenida y muy divertida. También todas le preguntaron por Jose. Todas lo recordaban de la época de la Facultad. Ella les contó que había ido a visitarla al hospital y la había llamado preocupándose por su salud e incluso que habían quedado en varias ocasiones. Por supuesto, las bromas sobre Jose y David con ella no faltaron y todos rieron con los comentarios picantes.
En el postre, Marta le contó a todo el mundo que estaba embarazada. Todos se alegraron mucho por ellos, recibieron felicitaciones y le tocaron la barriga esperando notar ya algo. Brindaron todos con sidra, excepto Marta y empezaron a inventarse nombres que poder poner al bebé.