Abril 2.016

 

 

El domingo por la mañana, Laura como de costumbre, se despertó temprano. La noche anterior había sido una noche de locos, ella enterándose que Juanjo la había seguido durante todos estos años. Aunque terminó de la mejor forma posible, haciendo el amor con Jose y reconociendo sus sentimientos de una vez por todas.

Esta vez no había sido sexo salvaje, ni sexo desesperado, esta vez se habían estudiado, se habían tocado y se habían besado, no habían dejado ni un rincón sin tocar ni besar. Cuando Jose la penetró ella ya estaba a punto de estallar, estaban tan excitados que ambos llegaron al orgasmo al momento. Sólo de recordarlo se volvió a excitar. Al rato repitieron, pero esta vez fue más largo, al principio suave y dulce, después rápido y salvaje. Él arriba dominándola, agarrándole las manos para que no pudiera controlar la situación, ahora era él el que dominaba, y ella se dejaba llevar. Cambiaron de postura, ahora era ella la que le montaba, controlando sus movimientos, cambiando el ritmo si veía que se acercaba al final, quería tenerle en sus manos, haciéndole sufrir de placer. Cuando decidió que ya le había hecho esperar lo suficiente, ella también estaba a punto, empezó a moverse salvajemente, mientras él la miraba y la agarraba de la cadera ayudándola en sus movimientos frenéticos. Cuando ambos llegaron al clímax, ella se cayó encima de él, temblando, él la abrazó, ambas respiraciones profundas se fundieron, agotados, sudorosos, estuvieron así unos segundos, se miraron, se besaron y se tumbaron el uno al lado del otro.

Hablaron de tonterías, se dijeron palabras tiernas, como si fuera su primera vez, su primera cita, como si no hubieran vivido juntos todo lo que habían vivido. Rieron, se acariciaron, olvidaron sus preocupaciones, hasta que se quedaron dormidos.

Laura no pudo evitar recordar toda la noche y sonreír como una tonta.

No eran ni las nueve de la mañana, no había dormido ni dos horas, pero tenía los ojos como platos. A su lado Jose dormía, lo observó, dormía de lado, los ojos cerrados, la boca semiabierta, no roncaba, pero se oía su suave respiración, estaba tan guapo. Laura le dio un suave beso en los labios, se puso la camisa granate que él había llevado la noche anterior y bajó a hacer el desayuno.

En la cocina puso un par de tostadas en el tostador, cogió de la nevera unos tomates que ralló, encontró una bandeja en la que puso el tomate, las tostadas y aceite. Además de un par de cafés con una pequeña jarrita de leche templada y un par de zumos de naranja natural que hizo en un momento. Subió con todo ello a la habitación. Cuando se asomó con la bandeja él ya estaba despierto, se quedó mirándolo apoyada en el marco de la puerta, con la bandeja en la mano, él la contemplaba, tan hermosa con sus largas piernas, su melena morena revuelta y esos ojos azules tan brillantes, tan profundos.

Laura olvidó el hambre que había sentido hacía unos minutos, sintió una excitación que le recorrió todo el cuerpo, ya estaba húmeda. Dejó la bandeja del desayuno en una mesilla y se metió en la cama, donde Jose la esperaba tan excitado como estaba ella.

- Esa camisa te sienta mejor que a mí. - Le dijo al oído con voz ronca.

- No te creas, también me gusta cuando la llevas tú. - Le susurró ella.

Se besaron, Jose le quitó la camisa, se tumbó encima de ella, ella abrió las piernas y le rodeó la cadera, estaba tan excitada que no quería preliminares, lo quería dentro, él lo entendió y fue lo que hizo, la penetró, primero sus movimientos fueron en suaves círculos, adaptando el cuerpo del uno al del otro, se miraban a los ojos mientras encajaban sus cuerpos. Se besaron, primero suavemente, luego apasionadamente, entonces la embestidas se transformaron, se convirtieron en movimientos rápidos y bruscos, Laura gritó y Jose la volvió a besar, ella levantaba las caderas, siguiendo su ritmo para que las embestidas fueran más potentes, hasta que al final los dos se desplomaron temblando de placer.

Se miraron y sonrieron, hacía tiempo que ninguno de los dos se sentía tan a gusto, tan feliz, tenían que disfrutar de ese momento.

Laura se sentó en la cama y puso la bandeja del desayuno entre los dos.

- Me parece que las tostadas se han enfriado. Y la leche y el café también. Creo que voy a hacer más. - Laura hizo el amago de levantarse y Jose le cogió la mano.

- No te levantes. Da igual. - La besó. - Todo tiene muy buena pinta.

Desayunaron una tostada fría con tomate y aceite, un café con leche helado y un zumo que tenía muy buen sabor. - Por lo menos el zumo sigue estando bueno. - Dijo ella riéndose, apenas había probado la tostada y al café le dio un sorbo pero también lo dejó a un lado. Por su parte, Jose se comió su tostada y la de ella, se tomó su café y el que había apartado ella y se bebió el zumo disfrutando del sabor a fruta fresca.

- Pues a mí me ha gustado todo. - Le guiñó un ojo. Se levantó de la cama, aún desnudo, ella lo contempló, sus espaldas anchas, sus abdominales marcados y sus piernas fuertes, y era todo suyo, sonrió para sí, feliz, embobada, enamorada. Jose se giró y la miró. - ¿Vienes a darte una ducha? - La cogió de la mano y se la llevó al baño.

 

 

Ese domingo se lo pasaron sin salir de casa. Viendo alguna película, haciendo el amor en el sofá, comiendo, haciendo el amor en la mesa del comedor, preparando la cena, haciendo el amor en el suelo de la cocina.

- Ojalá este día no se terminara. - Dijo Laura desnuda en el suelo de la cocina junto a Jose que estaba tumbado a su lado.

- ¿Sabes que eres insaciable?

- ¿Tú crees? Si me estoy cortando. Sé que no me aguantarías el ritmo. - Bromeó. Jose la miró lascivamente.

- ¿Quieres que te lo demuestre?

- Por supuesto. - Dijo ella sensualmente. Y sin levantarse del suelo de la cocina volvieron a repetir. Él la giró y la puso a cuatro patas, la penetró, ya estaba húmeda. La agarró de las caderas para que no se separara ni un ápice y empezó a envestirla, con una mano la agarró del pelo, le recorrió la espalda y luego se echó hacia delante acariciándole los pechos, con la otra mano, le tocaba su sexo, mientras seguía envistiéndola. Ella jadeaba, empezaba a gritar, él sabía qué significaba, estaba a punto de llegar. Como la noche anterior le hiciera ella, esta vez fue él el que paró para que no se corriera, le dio la vuelta, la puso de espaldas en el suelo, ella lo miraba con sus ojos brillantes de excitación, de deseo, el pelo húmedo alrededor de la cara, fue a tocarlo, pero él le cogió los brazos, con una mano le sujetó ambas muñecas encima de la cabeza, y volvió a penetrarla, con la otra mano le acarició la mejilla, un dedo recorría sus labios y Laura empezó a jugar con él, a lamerlo, morderlo suavemente, rodearlo con su lengua, él se agachó y la empezó a besar. Estaba tan excitado como ella, las envestidas empezaron a ser más rápidas, más duras, ella levantaba la cadera al ritmo, se corrieron, ella llegó antes, pero inmediatamente detrás llegó él, que se desplomó encima de ella, donde se quedó un rato. Ella le rodeó las caderas con las piernas y lo abrazó. Él apoyó los brazos en el suelo para que todo el peso de su cuerpo no cayera sobre Laura, la miró a los ojos, después de tanto tiempo volvía a tenerla, a poseerla, ella le daba todo y él le devolvía todo. No se había dado cuenta cuánto significaba ella para él hasta ese preciso momento, siempre la había echado en falta, pero se había acostumbrado a no tenerla cerca, ahora no pensaba desprenderse de ella, tenía que protegerla, nadie le iba a hacer daño, él no podría vivir sin ella, si algo le pasara…

- ¿Qué piensas?

- En lo insoportable que sería mi vida si te pasara algo. - Le dijo sinceramente.

- Pero no me va a pasar nada. De eso nos vamos a ocupar los dos. - Jose la miró, como siempre tan positiva, tan fuerte, y  a la vez tan frágil, su mirada la delataba, estaba asustada. La besó con dulzura.

- Efectivamente, no te va a pasar nada. - Jose se levantó del suelo y le dio la mano para ayudarla a levantar. Se vistieron con las ropas que estaban por todas partes de la cocina, en el suelo los pantalones de él y sus slips, el culotte de ella enganchado en uno de los mandos del horno, el sujetador encima de la vitrocerámica, la camiseta que llevaba en el fregadero, cuando la encontró se empezó a reír puesto que se había empapado.

- Ahora vengo, voy a por una camiseta. - Jose la cogió de la mano, la atrajo hacia sí y le dio un beso suave en los labios.

- Me encantan las camisetas mojadas. - Laura sonrió y lo besó, pero se deshizo de él y subió a por algo que ponerse.

Cuando bajó, Jose ya tenía la cena controlada, todo preparado y dentro del horno.

- En unos veinte minutos la cena estará lista.

Prepararon la mesa y pusieron el telediario a ver qué había pasado en el mundo ese día en el que ellos no habían salido del suyo propio.

- Jose, ¿cuánto tiempo vais a tener a todos protegidos en el edificio o edificios dónde los tengáis? - Laura no le había preguntado a Jose donde estaban ocultos, y Jose no se lo había dicho, pensaba que cuanto menos supiera mejor.

- Espero que todo el tiempo que sea necesario. Quizás con las nuevas pistas que hemos encontrado esta semana lleguemos a algo. Sino, ya veremos. - Jose se quedó callado, pensativo. - Edu ha propuesto que si no se encuentra al asesino, él podría convertirse en el cebo.

- Pero ¿está loco? - Laura se sorprendió, no recordaba que Edu fuera especialmente valiente.

- No sé, quizás sea una buena idea. Mientras ellos estén escondidos, el asesino no hace ningún movimiento, lo que implica que no le localicemos. Quizás la única forma de encontrarle es con un cebo, y estaría protegido por nosotros.

- ¿Tú crees que no se lo esperaría? Sabría perfectamente que le estáis protegiendo y seguro que encuentra alguna forma de desvanecerse sin que os deis cuenta, y Edu acabaría muerto. - Jose sabía que eso era una opción muy viable, pero no encontraba ninguna otra solución.

- ¿Tienes alguna idea? - Supuso que Laura la tenía.

- Yo creo que nos quiere a los dos muertos, a ti y a mí. A mí me está reservando, se lo está pasando pipa conmigo. Me ve nerviosa y débil. Eso es lo que quiere. - Laura había llegado a la misma conclusión que él, pero no se la veía ni nerviosa ni débil, estaba tranquila. Ella era así, era capaz de enfrentarse a sus miedos, pero si los entendía o tenían algún sentido, siempre aplicaba la lógica. Ahora las cosas parecía que tenían un orden, ella lo estaba desenmarañando y eso la tranquilizaba porque empezaba a saber a qué se enfrentaba o mejor a quién se enfrentaba. Antes, cuando no veían la luz, estaba desorientada y eso le hacía no estar preparada. - Así que no me matará aún. El problema es, que si no encuentra al resto, eso quizás lo ponga nervioso y al final acabará yendo a por nosotros, somos los únicos que no nos hemos escondido.

- Me estás diciendo que en vez de que sea Edu el cebo, ¿qué lo seamos nosotros? - Ella asintió.

- Eso es exactamente lo que estoy diciendo.

 

 

Ya estaban a mitad de semana y Laura estaba con Jose en el supermercado comprando para el fin de semana de casa rural, ellos se encargaban de los desayunos. En el carro ya llevaban varios litros de leche semidesnatada, como a algunos les gustaba desnatada y a otros entera, se habían decantado por el camino intermedio, llevaban café y cacao, algunos litros de zumo en tetrabrik, pan de molde para hacer tostadas, mantequilla, mermelada, cruasanes y un bollo de chocolate enorme, porque Marta últimamente no paraba de comer chocolate, no podía evitarlo, decía.

- Hay que coger algo sin gluten, que Raquel es celiaca. - Encontraron unos dulces que tenían buena pinta sin gluten y sin trazas de gluten. La verdad es que Raquel lo pasaba un poco mal, sobre todo cuando salían a comer a algún restaurante, siempre preguntando si la salsa llevaba harina, los camareros nunca lo sabían y tenían que preguntar en la cocina. Cuando iba a cenar a su casa, Laura se daba cuenta que casi todo los productos del supermercado contenían gluten y si se hacía ilusiones y ya decidía meter algo en la cesta, leía que podía contener trazas de gluten. Menos mal que la cosa estaba cambiando, cada vez había más celiacos y por ese motivo había más productos para ellos, eso sí, bastante más caros, pensó mientras comprobaba el precio de los dulces sin gluten.

Estaban en el coche de Jose guardando las bolsas en el maletero, cuando le sonó el teléfono.

- Hola David, ¿cómo estás? - Laura se había dado cuenta que llevaba días sin saber de él y no lo había llamado, se sintió mal, estaba tan centrada en ella que se había olvidado de David.

- Pero chica, ¿dónde te metes? ¡Te has olvidado de mí! - David estaba bromeando, Laura se relajó.

- Estamos en el supermercado, vamos este fin de semana de casa rural con las chicas, ¿te lo había dicho, verdad?

- Sí, hace un par de semanas. ¿A quién te refieres con vamos? - David puso tono conspiratorio, quería los últimos detalles, aunque quizás, notó una pizca de decepción en su tono, no estaba segura.

- Jose y yo. - Laura se quedó esperando la reacción de David. Siempre habían sido muy buenos amigos, no había habido más, pero últimamente no se le escapaba que David estaba diferente con ella, incluso la había besado en Reyes. No sabía cómo se lo iba a tomar.

- Así que ya es oficial, ¿sois pareja? - Parecía contento.

- Bueno, estamos en ello, aún no le hemos puesto nombre. -Ya dentro del coche, Jose había sonreído al oír a Laura hablar en plural, incluyéndolo, se había sentido bien. Puso el coche en marcha y condujo hacia su casa.

- Bueno, bueno, pues ya quedaremos y me cuentas todo, hasta el más ínfimo detalle, incluidos los picantes. - Ambos rieron.

- Por supuesto, ¿la semana que viene? - Propuso ella.

- Claro, llámame y quedamos.

- De acuerdo, ya te llamo, y esta vez no me despisto. - Prometió. - Besos.

- Así que no le hemos puesto nombre.- Le dijo Jose sonriente, mientras ella guardaba el móvil en el bolso.

- No sabía qué decirle, de hecho, no sé qué somos, ¿amantes? ¿novios? ¿pareja? ¿Realmente hay que definirlo? Somos los de siempre, Jose y Laura, dos personas que se quieren y que están disfrutando de la vida juntos. ¿No crees?

Jose ya estaba aparcando en su plaza de garaje. Paró el motor del coche, miró a Laura, la cogió del cuello, la atrajo hacia sí y la besó. En un momento los dos estaban excitados, Jose puso su mano entre las piernas de Laura y empezó a acariciarla, ella respiraba muy excitada.- Y que follan como conejos. - Le dijo a Laura en el oído con voz ronca. Ambos se miraron y rieron.

Salieron del coche, cogieron las bolsas y subieron corriendo al piso de Jose a continuar lo que acababan de comenzar en el coche.

 

 

Estaban desnudos en la cama, abrazados, cada uno sumido en sus pensamientos.

- ¿Habéis encontrado algo en las fotos con el programa de reconocimiento que estabais utilizando? - Jose no le había dicho si habían encontrado alguna información útil en las fotos. Suponía que aún no había nada, pero quería asegurarse.

-  No, aún no. Cuando aparecen personas secundarias en las fotos, no se las distingue, son caras pequeñas, no están muy nítidas. El programa hace lo que puede. Además son muchas fotos y muchos viajes diferentes. ¡Has viajado un montón!

- La verdad es que sí. He hecho viajes muy interesantes y divertidos. He ido a una media de tres o cuatro anuales. Y ahora en más de medio año, sólo he ido a Rumania, esto no puede ser. - Le dio un beso a Jose en la mejilla.

- Si ahora la culpa la tendré yo. - Le hizo cosquillas y ella rió. - Debías de ganar mucha pasta en tu trabajo.

- No te creas, lo que pasa es que no tengo muchos vicios, sólo viajar, y a la mayoría he ido de mochilera, durmiendo en albergues o hostels, eso se nota, ahorras mucho. Y la experiencia es fantástica porque conoces a mucha gente que está viajando como tú. A veces hasta nos unimos y hacemos parte de recorrido juntos, otras veces coincides con las mismas personas en diferentes puntos del viaje. Es genial. Tenemos que pensar en un viaje para este verano. - Laura se arrepintió nada más decirlo, no quería asustarlo, quizás iba muy rápido. Pero Jose vio la cara que puso ella y rió.

- Por supuesto. Pero va a ser difícil, ¿Qué sitios te quedan por conocer?

- No digas tonterías, aún me faltan muchos sitios, ya verás como encontramos alguno que nos apetezca a los dos. - A Laura le sonaron las tripas. - Tengo hambre, ¿nos levantamos y cenamos algo? ¿Llamamos al chino? Me apetece pato.

- No estarás embarazada, no tendrás un antojo. - Le volvió a hacer cosquillas.

- Qué bobada, ya sabes que tomo la píldora. - A Laura se la habían recetado unos meses antes porque de repente  y sin causa aparente, su sangrado había aumentado considerablemente y empezaba a tener anemia. No sabían por qué se había producido ese cambio, pero se la recetaron para ver cómo evolucionaba durante un tiempo, luego se la pensaban quitar si todo volvía a la normalidad. - Vamos a pedir la cena, que estoy muerta de hambre.

 

 

 

 

 

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