Abril 2.016
Laura iba en el coche hacia la casa de Marta, había cerrado la tienda al mediodía y había comido un bocadillo en el bar de en frente. Habían quedado a las cuatro, hora en que Pablo habría llegado a casa desde la oficina, le dijeron que ambos pensaban comer algo rápido.
Llegó y dejó el coche justo delante del portal. Se notaba que era puente puesto que había sitio para aparcar, la gente se había ido el fin de semana largo por ahí, y era lógico, porque además iba a hacer muy bueno, o por lo menos eso habían dicho en la televisión, esperaba que fuera cierto, ya que la casa rural tenía piscina.
Llamó al telefonillo y le abrieron. Cuando entró en su casa, ya estaban preparados y con las bolsas en la puerta, les dio dos besos a cada uno.
- Tengo las bolsas con las compras de los desayunos en el coche.
- ¿No las traía Jose luego? - Preguntó Marta un poco preocupada, pues no estaba segura de que todo entrara en su maletero.
- Sí, es verdad. Pero al final Jose no va a poder venir hoy, vendrá mañana por la mañana, se le han complicado las cosas en el trabajo. - Laura se encogió de hombros.
- Bueno, pues saco el coche del garaje y os recojo en el portal. - Dijo Pablo, iban a ir en el coche de ellos puesto que era más grande que el de Laura.
Bajaron los tres en el ascensor con dos pequeñas maletas y con la tripa de Marta que ocupaba por dos, iban bastante justos. Pablo se llevó las maletas, las bolsas con la compra ya las tenían en el maletero, ellos se habían ocupado de la bebida. Salieron a esperarlo fuera, así iban descargando el coche de Laura.
- ¿Qué tal te encuentras? - Laura no pudo evitar tocarle la tripa a ver si notaba alguna patada.
- Agotada, esto pesa un montón. - Dijo señalándose la tripa. - Encima tengo hinchados los pies y las piernas, este calor que ha venido de repente me está matando.
- Paciencia, ya no queda nada para que nazca. - Sonrió Laura, tenía muchas ganas de ver a Lucía.
- Si, en poco más de tres semanas salgo de cuentas. - Laura ya estaba sacando su maleta de fin de semana del maletero.
Pablo llegó y se pusieron a sacar las bolsas del coche de Laura y a meterlas en el coche de Pablo y Marta, también metieron sin problemas las maletas de todos.
- Aún queda el asiento de atrás del coche. - Confirmó Pablo. - Así que si queréis meter algo más, aún estáis a tiempo. - Les guiñó un ojo, sólo se iban tres días e iban cargados como si se fueran un mes.
- No nos tientes. - Dijo Marta bromeando.
Se pusieron en marcha rezando para que no hubiera mucho atasco de salida. Tomaron la M-40 para coger la A-2, en la M-40 encontraron tráfico pero no el suficiente para ir parados ni para ir a una velocidad muy reducida, parecía que el viaje se les iba a dar bien, y en la autovía tampoco pillaron atasco, así que iban encantados.
- Voy a poner un mensaje a éstas, a ver cómo van. - Comentó Marta cuando ya habían salido de la autovía.
Raquel y Luis llevaban a Susana y Nuria, y aún no habían salido. Quedaron con ellos en que como llegarían antes, se pasaban por la carnicería para comprar la carne.
En poco más de una hora estaban comprando algo de carne para las barbacoas del fin de semana, algunas verduras para hacerlas también a la plancha, pan y hielo. Ya tenían de todo, con los aperitivos y demás comida que iba en el otro coche, ya estaban servidos para prácticamente todo el fin de semana.
Llamaron a la dueña de la casa para indicarle que estaban llegando, y así ella podría acercarse a abrirles, de forma que les diera la llave. Cuando llegaron, estaba en el porche sentada en una de las sillas esperándolos.
- Buenas tardes. - Saludaron prácticamente a coro.
Pablo ayudó a salir a Marta del coche y Laura se acercó para hablar con la señora.
- ¿Ha sido contigo con la que he estado hablando estos días? - Le preguntó la señora a Laura.
- Ha sido conmigo. - Marta y Pablo ya estaban situados al lado de ellas.
- Oh, encantada Marta. Madre mía, te debe de quedar muy poco. - Le miraba la tripa con nostalgia, recordando sus embarazos, supusieron ellos.
- Sí, menos de un mes. Estoy muy emocionada. - La señora sonrió con dulzura.
Les enseñó la casa por dentro, un gran salón rústico decorado con muy buen gusto, en el fondo una gran mesa con sillas, les indicó que había juegos de mesa, parchís, dominó y la oca en la alacena, en un lateral había un cuarto de baño completo. Continuaron a una hermosa cocina que tenía horno, microondas y lavavajillas, todas las comodidades que necesitaban para no pasarse el día ahí dentro y disfrutar de las actividades. Arriba vieron de pasada las habitaciones, todas amplias, dos con cama de matrimonio y dos con camas individuales, en cada cama los juegos de toalla correspondientes y en cada una, un cuarto de baño completo. La casa estaba fenomenal.
Volvieron a la cocina donde salieron por la puerta de atrás, allí había una gran terraza con una mesa de hierro enorme y un montón de sillas a su alrededor, la barbacoa quedaba a la derecha, grande, de obra, justo en frente una gran piscina rodeada de césped y vallada. Detrás un cobertizo, que también les enseñó.
- Está lleno de trastos, pero si necesitáis alguna herramienta, seguro que aquí la encontráis. - Estaba lleno de estanterías y cajas desordenadas, Laura pensó que si necesitaban algo de allí y tenían que ponerse a buscarlo, el encontrarlo les iba a resultar una ardua tarea.
La señora se fue dejándoles las llaves. Ellos fueron a dejar las maletas en sus habitaciones. Marta y Pablo se decidieron por una habitación con dos camas, así que Laura eligió una de las habitaciones con cama de matrimonio. Le contaron que desde que Marta tenía tanta tripa estaban durmiendo fatal, ella no sabía cómo ponerse para dormir, por lo que no paraba de dar vueltas, lo que implicaba que Pablo tampoco pegara ojo. Ella estaba de baja por maternidad, así que podía levantarse más tarde, pero él necesitaba dormir, en la oficina ya se le empezaba a notar el cansancio acumulado. Esto les preocupaba, aún no había llegado lo peor, cuando naciese la niña con su llanto nocturno iban a dormir aún menos, así que Pablo esperaba recuperarse un poco ese fin de semana. Aún así, Laura se fijó que juntaron las camas de la habitación, por lo que sospechaba que sólo había sido una excusa para que ella cogiera la cama de matrimonio.
Dejaron las bolsas en la cocina, lo que había que meter en la nevera ahí lo dejaron, el resto hicieron hueco donde pudieron, entre la encimera y los armarios.
Se pusieron el bañador para darse un chapuzón mientras esperaban al resto. Estaban en la piscina cuando llegó el otro coche. Salieron del agua para enseñarles la casa y que se acomodaran.
Susana había traído una pelota hinchable y algunas colchonetas que entre todos inflaron en un santiamén. Estuvieron toda la tarde en la piscina jugando en el agua o descansando tirados en el césped, incluso algunos se juntaron para echar una partida al mus. Fue una tarde relajada de la que Laura disfrutó encantada, últimamente no había podido disfrutar de días así de tranquilos, siempre mirando a la espalda preguntándose cuando volverían a intentar asesinarla. Desterró esa idea de su mente y se concentró en disfrutar del momento, sobre todo ahora que tenía en la mano cuatro reyes.
Jose salía muy cabreado del despacho de su jefe, le había echado una buena bronca por lo despacio que iba el caso, aún no habían cogido a ningún sospechoso por las diferentes explosiones producidas. Le daba igual que Jose le dijera que pensaban que Juan José Zamora era el sospechoso número uno y que estaban haciendo todo lo posible para localizarlo, puesto que había desaparecido, literalmente. Tampoco le importó que en el mes y medio que llevaban todas las posibles victimas ocultas no hubiera habido ninguna otra explosión ni asesinato, a excepción del nuevo intento de homicidio sobre Laura. A su jefe lo único que le interesaba era que metiera a alguien en la cárcel y que sacara a los protegidos de los edificios en los que los habían escondido, puesto que tanta vigilancia y tanto piso les estaba saliendo por un pico que no se podían permitir con los fondos que tenían. Así que le había dejado claro que si en una semana no encontraba al culpable, lamentándolo mucho, eso lo había dicho con un tono irónico que a Jose le había puesto de los nervios, las posibles víctimas tendrían que volver a sus casas, o que se escondieran ellos solitos sin que se lo pagaran los contribuyentes.
Volvió a pasar por el departamento informático de la comisaría para ver si habían encontrado algo, y por enésima vez lo miraron y giraron la cabeza en un gesto negativo.
Empezaba a estar desesperado, sus tripas le decían que iba por el buen camino, pero ese camino era muy lento, la primera explosión se había producido ya hacía cuatro meses, en Nochevieja, y si se equivocaba, volvían a estar como al principio. Y no sólo le preocupaba el caso, por supuesto, lo que más le preocupaba era Laura, cada minuto que pasaba ella estaba más en peligro.
Ese pensamiento lo dejó intranquilo, por lo que la llamó para ver qué tal habían llegado y de paso comprobar si seguía sana y salva. Se rió de si mismo y de tanta preocupación, nunca le había pasado algo similar, bueno sí, le había pasado hacía más de quince años con la misma persona. Cuando estaba con ella sentía que su vida era más importante incluso que la suya propia, sentía que tenía que protegerla, y eso que la consideraba una de las personas más fuertes y valientes que había conocido y para nada indefensa, pero es que siempre que estaban juntos, ella estaba en peligro. Había leído algo sobre relaciones de ese tipo o quizás lo había visto en la televisión, si las relaciones estaban basadas en situaciones peligrosas, cuando dejaba de existir dicho peligro, la relación dejaba de funcionar.
- Hola Jose. - Laura tardó en coger el teléfono. - Estamos en la piscina dándonos un chapuzón. - Se sintió más relajado al oír su voz al otro lado del auricular, tan alegre y relajada.
- Qué envidia me das. - Laura notó en su voz un tono de preocupación.
- ¿Estás bien? - Él no quiso decirle nada de la bronca con su jefe, ya se la contaría más adelante, quería que disfrutara el fin de semana.
- Si, estoy bien, ya sabes, mucho trabajo. - Intentó sonar más tranquilo. - Mañana saldré a primera hora para llegar allí temprano, quizás te despierte. - Dijo sensual. - ¿Cuál es tu habitación? No quisiera meterme en la cama equivocada. - Laura rió.
Estuvieron hablando unos minutos de tonterías, mientras que desde la piscina le hacían gestos de todo tipo, Susana se ponía una pistola en la cabeza y se disparaba por lo empalagosos que eran, Nuria se introdujo dos dedos en la boca como si fuera a vomitar y Marta imitó que se limpiaba la baba que le caía por la barbilla. Todos se estaban riendo de ella, pero a ella no le importaba. Estaba superfeliz, y alucinaba por haber utilizado esa palabra, aunque sólo fuera en sus pensamientos.
- Se están burlando de ti, ¿verdad? - Jose se reía al otro lado del auricular.
- Efectivamente, pero déjales, es pura envidia. - Les sacó la lengua a todos sus amigos.
- Bueno, te dejo, voy a seguir trabajando. Te veo mañana. Un beso donde tú ya sabes. - Le dijo provocador.
Después de colgar, Jose se puso a repasar otra vez el caso para ver si había algo que se le hubiera escapado, ya se lo sabía de memoria. Carlos se asomó por la puerta y le dijo que se iba a casa, que si le apetecía cenar con él y con María. Jose le agradeció la invitación pero quería seguir trabajando un rato más. Carlos se encogió de hombros, estaba preocupado por él, últimamente trabajaba muchas horas, aunque lo entendía perfectamente, también le preocupaba que a Laura le pasara algo.
Ya eran más de las doce cuando sonó el teléfono de la mesa de Jose.
- Soy Benítez. Baja, creo que hemos encontrado algo. - Era el técnico informático que estaba analizando las fotos. Salió corriendo del despacho un poco sorprendido porque aún estuviera trabajando y nervioso por lo que pudiera haber encontrado.
Cuando llegó a la gran sala donde se encontraba ubicado el departamento informático, vio que en todas las pantallas que tenía Benítez delante, aparecía la misma cara.
- Creo que éste es tu hombre. Te presento a Juan José Zamora. - Le dijo Benítez triunfante. Después de tantos días trabajando en las fotos, creía haber encontrado lo que habían estado buscando.
Jose estaba boquiabierto, no se podía creer a quién estaban mostrando las pantallas.
Laura estaba acostada dando vueltas, no se podía dormir. La velada había sido fantástica, habían encendido la barbacoa y habían hecho diferentes verduras a la plancha, con eso y alguna empanada y tortilla de patatas que había traído el otro coche, habían cenado. Después se habían preparado algunos mojitos y habían estado hablando, a Laura le preguntaron sobre su relación con Jose, todos sentían curiosidad y Laura les puso al día, no de todo, pero si de muchas cosas. Todos estaban muy felices por su amiga que llevaba demasiado tiempo sin tener a un hombre a su lado, brindaron por ella en un par de ocasiones. Aunque Pablo propuso jugar a alguno de los juegos de mesa que había traído, la gente prefirió irse a dormir, todos estaban agotados del madrugón para ir a trabajar y de la tarde de piscina.
Decidió salir a dar una vuelta, ya que era incapaz de dormirse. Se puso unas zapatillas de deporte y se abrigó con el forro polar que había traído, el pijama eran unos pantalones con dibujos algo infantiles y una camiseta, pero podía pasar por un chándal, de todas formas, a quién se iba a encontrar a esas horas en medio del campo, pensó.
Miró el reloj y vio que era la una de la mañana.
Salió de la casa, y se fue a dar una vuelta por el camino de grava que había al salir de la parcela. Estuvo un rato andando, disfrutando del sonido de los grillos, el suave viento que le daba en la cara y que hacía que los arbustos en el borde del camino se movieran suavemente, detrás de ellos se veían campos de cultivos y más al fondo bosques de árboles, era tan bonito. Al día siguiente iría a dar una vuelta para verlo de día, seguro que Marta se animaba a pasear con ella, le vendría bien, pensó.
El camino se veía perfectamente con la luz de la luna y de las estrellas. Era un camino ancho, supuso que los coches pasarían por él sin problemas. Al girar en una curva, había una gran piedra, sobre la que se subió y se tumbó a contemplar el cielo estrellado, había tantas estrellas, estaba acostumbrada a Madrid, donde mirabas al cielo y lo único que veías era un vacío enorme, la luna y quizás un par de estrellas si la noche estaba abierta. Encontró sin dificultad a la osa mayor, que era la única que reconocía, el gran cazo, Marta conocía más constelaciones, si no se olvidaba, le preguntaría al día siguiente. También vio una estrella fugaz, y pidió un deseo, seguir siendo tan feliz como era en ese momento. Estuvo contemplando el cielo un buen rato, relajada y disfrutando del silencio del campo, excepto por el tranquilizante sonido de los grillos de fondo.
El silencio se rompió por el sonido de una moto en la lejanía, supuso que abría alguna carretera principal cerca. Pero el ruido de la moto le quitó a la escena el encanto que había tenido hacía sólo unos segundos, así que decidió regresar a la casa. Quizás si se preparaba un vaso de leche caliente con cacao se sentiría más sosegada y le entraría el sueño.
Deshizo el camino andado. Cuando llegó a la puerta de la verja, que daba paso a la parcela donde se encontraba la casa que habían alquilado, estaba abierta, ella creía haberla dejado cerrada. No le dio importancia, supuso que a lo mejor no la había cerrado bien y el viento la habría terminado de abrir.
Se dirigió a la parte de atrás de la casa, despacio, tranquila, con ganas de seguir disfrutando de la noche. Rodeó la casa y llegó a la terraza de la cocina, se dio la vuelta y antes de entrar disfrutó un poco más del paisaje. La casa no estaba en un alto, así que no se veían los prados de los que había disfrutado mientras paseaba por el camino. Sólo se veían la piscina y el cobertizo. La piscina aún tenía la pelota hinchable y las colchonetas, que navegaban tranquilamente en sus aguas movidas por el viento.
Aún estaba contemplando el paisaje cuando le pareció escuchar un ruido que nada tenía que ver con el sonido al que ya se había habituado de los grillos y el viento. Provenía de la cocina. Supuso que alguien se habría levantado, como ella, a prepararse algo, pensó que sería Marta, que según le había confesado, últimamente le entraba hambre por la noche y se levantaba a picar algo.
Entró en la cocina esperando encontrarse a su amiga mirando dentro de la nevera a ver qué encontraba para llevarse a la boca, pero lo que se encontró fue totalmente diferente. Para nada lo que se esperaba.
Agachado junto a la bombona de butano, manipulando ésta o el tubo de detrás, había un hombre, todo vestido de negro, camiseta de manga larga negra, vaqueros negros, zapatillas negras y gorro de lana negro. Ella se quedó paralizada en la puerta, mirándolo.
Él la oyó entrar. Se enfadó consigo mismo por su torpeza, no se le había ocurrido que alguno pudiera estar por ahí paseando a estas horas, pensaba que todos estarían durmiendo, ni si quiera se había molestado en comprobarlo. Giró la cara y la vio.
Él llevaba puesto un pasamontañas, pero la parte de la cara la llevaba recogida encima de la frente, se lo había apartado para ver mejor en ese espacio tan diminuto, debajo de la encimera. Ella lo miraba, primero con cara de terror y luego con cara de sorpresa.
- Tú. - Dijo Laura, no pudo contenerse. No se lo esperaba. Se dio cuenta que tenía que hacer algo si quería que a sus amigos no les pasara nada. Y lo primero era, sacarlo de la casa. Se dio la vuelta y se echó a correr, esperando que él la siguiera.