Diciembre 1.999

 

 

Laura y Jose estaban en la nave de Vallecas viendo una película con José Manuel y el Bola. Ella los había logrado convencer para ver Speed, aunque quizás que Sandra Bullock apareciera tuvo algo que ver para que accedieran.

Desde que le contaran a José Manuel quién era Jose realmente, parecía que se había establecido un vínculo entre ellos, José Manuel ya no desconfiaba de él, de hecho, le pedía su opinión en algunas ocasiones.

Ella se daba cuenta de lo nervioso que estaba Jose, de vez en cuando tenía que ponerle la mano encima de la pierna porque se ponía a moverla espasmódicamente sin darse cuenta, entonces él paraba y ella le daba un leve apretón en la mano.

Jose había concertado una cita con el Chino, otro pedido. Pero esta vez iba a ser el último, tenía que ser algo grande. Ya era el tercero. El segundo había sido por la misma cantidad que el primero y como la vez anterior todo salió sobre ruedas. Se estaba ganando la confianza del Chino, por lo menos en cuanto a cumplir con el pago se refería. Esperaban que con eso fuera suficiente.

Era el momento de que le presentaran al Coyote, el momento de meterlos a todos en la cárcel. Si no salía bien, habrían perdido más de un año de trabajo.

Aún podían meter a mucha gente en la cárcel gracias a los informes que seguían recibiendo habitualmente de Edu y Quique, pero no era eso lo que querían, no era eso por lo que habían trabajado tan duramente. Querían meter en la cárcel al Coyote y desarticular su red de narcotráfico.

Jose no hacía más que mirar el reloj, parecía no avanzar, y encima el Chino llegaba tarde. Eso le preocupaba, podía haberle descubierto, nunca se sabía, si se enteraba que era policía era hombre muerto. Y también estarían en peligro Laura y José Manuel, al fin y al cabo, era por ellos por los que podía entrar con toda confianza en esa vieja nave donde había contactado con el Chino.

Miró a la pantalla a ver si se tranquilizaba y dejaba de darle vueltas a todo. En ese momento Sandra Bullock abrazada a Keanu Reeves se deslizaba en una pequeña tabla mientras el autobús chocaba con un avión y explotaba. Esas cosas sólo ocurrían en las películas, se dijo.

Por fin aparecieron el Chino, el Bulldog y el Dardo, Jose se sorprendió que Edu y Quique no fueran con ellos, esperaba que no hubiera habido ningún problema. Miró el móvil por si tenía algún mensaje por el que preocuparse de parte de Carlos, pero nada, así que supuso que todo estaba en orden.

Al pasar, el Chino le había hecho un leve movimiento con la cabeza, así que Jose se levantó, miró a Laura que tenía cara de estar preocupada y le dio un beso mientras le decía al oído.

- Es mejor que os vayáis a dar una vuelta. - Ella asintió levemente, sólo él lo percibió.

Cuando Jose se acercaba a la mesa del fondo donde ya estaban sentados el Chino y sus sombras, oyó como Laura sacaba al resto de allí.

- Anda, vámonos a dar una vuelta. Ya se ha terminado lo bueno de la película. - Ella ya se estaba levantando y arrastraba a José Manuel.

- Pero si eras tú la que querías ver esta película. - Se quejaba el Bola.

- Seguro que algo de deporte no te sentará mal. - Le dijo José Manuel. El Bola intentó levantarse del sillón, pero le costó unos segundos.

- Es que este sillón es muy bajo, por eso me cuesta levantarme. - Dijo nervioso y avergonzado.

- Claro, no es por tu orondo aspecto. - José Manuel le dio un golpe cariñoso en el brazo que hizo que el Bola riera con él. Unos segundos después, los tres habían salido a la calle dejándolos solos.

- Mis compradores quieren más. - Jose se dirigió al Chino.

- Directo al grano. - Sonrió el Chino. - Eso me gusta. ¿Otro kilo?

- No, esta vez quieren más cantidad.

- ¿Cuánto? - Preguntó el Dardo.

- Veinticinco kilos. - Si el Chino se sorprendió no dejó entrever nada que diera a entenderlo, sin embargo sus amigos si que mostraron sorpresa con alguna que otra exclamación.

- Eso es mucha cantidad. - El Chino siguió sin hacer caso de sus amigos.

- Lo sé. Pero se van de Madrid y quieren volver cargados. - Jose seguía con la historia que tantas veces había repasado con Carlos para que no quedaran hilos sueltos.

- Es mucho dinero. - Jose asintió.

- Supongo que al comprar al por mayor habrá un ligero descuento. - Jose hablaba muy serio.

- No, al precio de siempre. Ciento veinticinco millones. Lo tomas o lo dejas. - El Chino habló con la seguridad de quién sabe que la compra está hecha.

- Tenía que intentarlo. - Jose estaba contento, todo iba bien. A ver ahora. - Pero con una condición. - En ese punto el Chino pareció algo molesto, supuso que no le solían poner condiciones, aunque dudaba que alguna vez le hubieran hecho un pedido tan grande. - Mis compradores quieren conocer a tu jefe, quieren ver cómo estáis organizados, y quizás llegar a un acuerdo común que pueda beneficiar a ambas partes. - El Chino le estaba sopesando con la mirada, pero Jose siguió hablando.- Yo creo que os interesaría hacer tratos con ellos, podríais entrar en el mercado de Marbella, la jet set. Ahí no se mueven cantidades por gramos, allí se compran grandes cantidades para las fiestas que se organizan. Y el dinero no es problema. - Jose le notó un ligero brillo en los ojos, quizás le había parecido una buena idea, no podía estar seguro. Hubo unos segundos de silencio que a Jose se le hicieron eternos.

- Está bien, déjame tratarlo con mi jefe. - Por lo menos había confirmado que tenía un jefe. Jose asintió.

La reunión había terminado, así que se dio media vuelta y salió del local. Se dirigió hacia la Misión donde suponía que habría ido Laura.

Nada más desaparecer por la primera esquina, se apoyó en la pared y respiró hondo tres veces, tal y como solía hacer ella, le funcionó, se sintió más relajado.

Cuando llegó al bar, Laura estaba allí como había supuesto. Se acercó a ella, le cogió el vaso que ella tenía en la mano y le dio un buen trago, tenía la boca seca y pastosa.

- ¿Coca cola sola? - Ella asintió.

- Son las siete de la tarde. ¿Qué esperabas? - Laura tenía razón, no se había dado cuenta de lo pronto que era. - ¿Qué tal ha ido?

- Espero que bien. - Jose se lo dijo al oído, no quería que nadie les oyera cuando hablaban de estos temas. - ¿Nos vamos?

Laura notó que aún estaba algo nervioso, supuso que por el subidón de adrenalina que tendría.

- Claro, vámonos. - Se despidieron de José Manuel y el Bola. José Manuel le preguntó con la mirada a Laura que qué tal había ido todo y ella le hizo un gesto indicándole que ya lo llamaría.

Fueron dando un paseo hasta el coche de Jose, ambos agarrados de la mano y sin hablar. Laura lo miraba, lo veía muy serio, supuso que estaba repasando la conversación por si se le había escapado algo. Solía darle mil vueltas a todo lo referente a este caso, quería estar siempre alerta de cualquier eventualidad.

Cuando entraron en el coche, Laura sintió un escalofrío, hacía frío dentro. Jose se dio cuenta y puso la calefacción lo más alta posible para calentar un poco el interior. 

- Hace un frío de mil demonios.- Dijo mientras se acurrucaba en el asiento de al lado del conductor y metía las manos en los bolsillos para entrar en calor. - Vámonos, seguro que en tu casa se estará calentito.

Jose estaba emocionado, parecía que todo iba viento en popa. Se giró y al ver a Laura tan encogida en el asiento, sintió mucha ternura hacia ella. Se acercó atrayéndola hacia sí y la besó apasionadamente, ella se dejó hacer. - Te quiero. - Le dijo cuando se apartaron, mirándola a los ojos. Laura se sintió inmensamente feliz, era la primera vez que se lo oía decir.

 

 

Unos días después, Jose estaba trabajando en su mesa y Carlos en frente hacía lo mismo, ambos no dejaban de leer y releer toda la información que tenían, convencidos de que se les escapaba alguna pista que les llevaría directos al almacén. Como Jose había pedido, ahora tenían otro plano colgado de la pizarra con los alrededores de Barajas, y zonas marcadas en rojo con posibles lugares donde pudiera estar el laboratorio del Coyote. 

- Me rindo, esto es como buscar una aguja en un pajar. - Carlos tiró la carpeta que estaba revisando encima del resto de papeles que tenía en la mesa. - Necesito un descanso, voy a por un café, ¿quieres uno? - Jose negó con la cabeza, no eran ni las once de la mañana y ya se había tomado cuatro o cinco, había perdido la cuenta.

Se sentía tan frustrado como su compañero y empezaba a preocuparse porque no había recibido noticias del Chino. No sabía si eso era bueno o malo, pero empezaba a temerse lo peor.

- La policía del aeropuerto acaba de informarnos de la llegada de un posible vuelo caliente. - Le dijo Gutiérrez que acababa de colgar el teléfono en su mesa, al fondo de la sala. Era la agente que tanto le había impresionado en el interrogatorio, la misma que con su compañero, siempre se hacían pasar por una pareja para no llamar la atención. Él sabía que cuando se referían a vuelos calientes pensaban que era un vuelto con alta probabilidad de llevar droga, aunque nunca les habían pasado ese tipo de información. - Piensan que a lo mejor tiene que ver con nuestro caso.

- ¿Por qué piensan tal cosa?

- Viajan con gran cantidad de harina de palmiste. - Jose se sorprendió, era una buena idea trasladar así la droga.

- ¿De dónde viene?

- De Colombia. Aterrizará dentro de un par de horas. Nos vamos Alonso y yo a ver si encontramos algo. - Jose asintió.

- De acuerdo. Pero no hagáis nada. No detengáis a nadie. Sólo seguidlos para ver dónde llevan la harina. Quizás así descubramos la ubicación del laboratorio. - Gutiérrez asintió y fue a buscar a su compañero.

Jose esperaba que la policía del aeropuerto tuviera razón, y si había droga viniendo desde Colombia, fuera para el Coyote. Sus tripas le decían que se estaban acercando.

Carlos apareció con dos cafés en la mano. - Ya sé que no querías, pero te veo con mala cara.

- Y probablemente sea de tomar tanto café. - Dijo irónicamente. Le contó a Carlos lo que había hablado con Gutiérrez. Los dos esperaban que les llevara a algún sitio.

Unas horas después Gutiérrez llamó a Jose, él seguía, como Carlos, revisando toda la información que tenían del caso.

- Confirmado. Están en un almacén a unos quince kilómetros del aeropuerto, hemos comprobado que en su interior hay un laboratorio y bastante gente, unos trabajando y otros armados. Ni rastro del Coyote.

- Perfecto, salid de ahí. Los tenemos localizados. Que no se den cuenta de vuestra presencia. - Al otro lado de la línea Gutiérrez asentía, y hacía un leve movimiento con la mano a todos los policías ocultos para irse de allí.

Como si hubiera sido premonitorio, a Jose le volvió a sonar el móvil unos minutos después. Chasqueó los dedos para llamar la atención de Carlos. - El Chino. - Le dijo mientras señalaba el aparato. Se levantó de su silla y se dirigió a uno de los despachos vacíos que tenía justo detrás. Donde se hallaban se oía mucho ruido que podía dar pistas al Chino de dónde se encontraba. Carlos entró detrás de él y cerró la puerta, momento en el que Jose cogió el móvil.

- Si. - Dijo Jose serio.

- Mi jefe ha aceptado conocer y enseñar el laboratorio a tus compradores para que vean cómo funcionamos. - Sonrió y respiró aliviado.

- ¿Cuándo?

- Mañana por la mañana, a las nueve en el local de Vallecas.

- De acuerdo. - Confirmó. El Chino colgó el teléfono. Jose miró a Carlos. - Los tenemos.

 

 

Laura estaba en la biblioteca con sus compañeras, trabajando en una de las prácticas que tenían que entregar antes de las vacaciones navideñas, cuando vio a Jose entrar. Al verlo allí, se asustó, algo malo debía de haber ocurrido.

Miró alrededor y vio que unas mesas más allá José Manuel estaba trabajando con algunos compañeros en la misma práctica, así que se relajó. Pero que fuera allí a buscarla no era normal, nunca lo había hecho, algo había tenido que pasar.

- Hola. - Saludó a todas las chicas en cuanto llegó. - ¿Os importa que me lleve a Laura esta tarde? Mañana prometo que será toda vuestra.

- ¿Ha pasado algo?

- No, tranquila. - Sus amigas los miraron y se encogieron de hombros.

- Gracias chicas. Os compensaré. - Laura estaba agradecida, aunque un tanto incómoda, ella no era de las que dejaba tiradas a sus compañeras cuando estaban liadas con algún trabajo.

- No te preocupes Laura, mira qué hora es. En breve nos iremos a casa. Llámame. - Fue Marta la que habló, ella asintió confirmándole que en cuanto pudiera le daba un toque.

Salieron de la Biblioteca, Laura iba poniéndose el abrigo y colocándose el bolso, mientras Jose le sujetaba una carpeta cargada de hojas y un par de libros con la etiqueta de la biblioteca.

- Sabes, esta Facultad es un lío. Me ha costado un buen rato encontrar la Biblioteca.

- Seguro que ni te has molestado en preguntar. - Laura sabía que era una regla de los tíos, no preguntar nunca.

- Pues te equivocas, he preguntado y cada uno me ha mandado por diferentes pasillos. - Se paró. - De hecho, no sé cómo salir. Te importa llevarme al parking de piedras que hay al lado de ese edificio blanco tan raro que tenéis. - Laura se echó a reír, lo cogió de la mano y lo dirigió hacia el parking.

- ¿Ha pasado algo? - Acababan de entrar en el coche, Jose ya estaba arrancando.

- Si. - Se quedó unos segundos callado mientras sacaba el coche del parking y ella lo guiaba a la salida del recinto. Cuando salió a la carretera, empezó a contarle todo lo ocurrido durante ese día. Terminó la historia justo al llegar a su casa.

Subieron en silencio, Jose estaba emocionado, pero Laura se sentía nerviosa, estaba preocupada, lo que iba a hacer al día siguiente era muy peligroso y así se lo dijo en cuanto se sentó en la barra de la cocina, mientras Jose sacaba un par de cervezas del frigorífico.

- No te preocupes por mí, estaré protegido. Están involucrados, además de mi departamento, los geos y la policía del aeropuerto.

- Si, pero el que va a dar la cara vas a ser tú.

- Bueno, ese es mi trabajo, pero no voy a estar solo, a mi lado estarán Carlos, Gutiérrez y Ramírez. - Jose se intentó poner en el lugar de ella y comprendió perfectamente lo que sentía en ese momento. - Te prometo que estaré bien. - Ella asintió mirando al suelo, él le levantó la cara con las dos manos y comprobó que tenía lágrimas en los ojos, le dio un beso en los labios. Se arrepintió de habérselo contado, tenía que haber esperado al día siguiente, a que todo hubiera terminado para no tenerla preocupada. - En cuanto haya terminado todo, te llamo.

- ¿Al móvil? - Dijo ella riendo.

- Te juro que para Reyes te regalo uno. Si hubieras tenido uno esta tarde, no hubiera estado una hora dando vueltas por tu Facultad intentando encontrarte.

- Qué exagerado eres. - Ella volvía a sonreír, por el momento se había olvidado de la preocupación que sentía unos instantes antes.

Jose sacó una pizza de la nevera, la metió en el horno y en diez minutos tuvieron lista la cena.

Laura estuvo todo el rato haciendo preguntas sobre todo lo que iba a ocurrir el día siguiente.

- Pero a Gutiérrez y a Ramírez, Edu y Quique los pueden reconocer, ¿no? - Comentó angustiada.

- En principio contamos con que ellos no estén. Seguimos pensando que el laboratorio les viene muy grande. No lo han mencionado en ninguno de sus informes, y me consta que son muy detallados y completos. De todas formas, a Ramírez no lo conocen, quien interrogó a Quique fue Alonso, y él no estará con nosotros, estará con el resto del equipo. - Laura asintió, tenía un pequeño lío de nombres en su cabeza. - Creemos que a Gutiérrez con el disfraz de niña pija será muy difícil reconocerla, prácticamente imposible. - Laura puso cara interrogante. - Es una chica muy guapa, y con la pinta de marimacho que lleva a la comisaría, nadie lo diría.

- ¿Estás intentando ponerme celosa?

- ¿Lo he conseguido? - Dijo él juguetón, cogiéndola en brazos y llevándosela a su habitación. Ella olvidó toda preocupación, lo rodeó con sus brazos y lo besó.

 

 

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