Junio 2.016
- ¿Seguro que te gusta? - Laura no hacía más que mirar el cuadro desde diferentes ángulos, no estaba segura.
- Seguro que le encanta. - A Jose le hacía gracia verla tan insegura con su trabajo. No se daba cuenta de la belleza de lo que había creado. Era sorprendente.
- ¿Pero y a ti? ¿Te gusta? - Seguía insistiendo.
- Claro que me gusta. Es muy bonito. - Le hablaba como si fuera una niña de primaria.
- ¿Tú crees? - Lo miraba indecisa.
- Anda, vamos a envolverlo y nos vamos. - Jose se acercó para ayudarle con el papel de regalo que ya tenía en la mano pero que aún no se había atrevido a utilizar. Laura se encogió de hombros y se dio por vencida. Envolvieron el cuadro en un momento. - Deberías de estar satisfecha, es precioso.
Marta le había pedido a su amiga que se quedara una mañana con Lucía, tenían que ir al médico y prefería que la niña no fuera. Después del parto a Marta le habían detectado una preclampsia, cosa rara porque por lo visto solía darse durante el embarazo, le había subido alarmantemente la tensión y tenían que controlársela, así que había ido a una de sus revisiones.
Laura se quedó con la niña encantada. La llevó a la tienda y fue la atracción de los clientes que iban entrando. Entonces se le ocurrió una idea, hacerle alguna foto chula y convertirla en un lienzo como regalo para sus padres. Así que a la hora de comer, en vez de ir al bar de en frente, se fue a su casa a hacerle fotos.
Nada más llegar, Lucía se puso a llorar como si se estuviera muriendo, a veces parecía que se iba a ahogar, se quedaba sin aire y se ponía muy roja. Laura comprobó que era su hora de comer, por lo que le calentó el biberón de leche materna que le había dejado Marta. Después de que Lucía se tomara el biberón y Laura le diera golpecitos en la espalda para que expulsara los gases, la niña se quedó completamente dormida y muy tranquila.
Ese momento fue el que Laura aprovechó para investigar por Internet fotos de la famosa fotógrafa de bebés Anne Geddes. Vio una foto que le llamó la atención, y que le pareció la adecuada, en ella, un bebé, presumiblemente una niña, llevaba en la cabeza una diadema con una gran flor en rosa, durmiendo sobre una manta blanca muy mullida, como si fuera piel de borreguito o quizás algodones.
Ella tenía guardada en casa una bonita flor que se había comprado en la última feria de Málaga a la que había ido. Aún la guardaba en un cajón en el mueble del baño, así que fue a por ella. Desnudó a Lucía y la colocó encima de una manta de viaje que tenía en blanco, muy suave, pero en tela de forro polar. Para lo que se le había ocurrido, le valía igualmente. Le puso la flor entre las manos y aunque hizo varios intentos de despertarse, Lucía seguía durmiendo tan ricamente. No entendía por qué sus padres se quejaban tanto de lo que lloraba, era un cielo. Le colocó el brazo debajo de su linda carita y se echó hacia atrás para contemplarla. Estaba preciosa. Cogió su cámara y le hizo unas cuantas fotos. Las revisó y comprobó que tenía lo que quería.
Volvió a vestir a Sofía, con su ropita y un pañal limpio. Acaba de terminar de vestirla cuando un horrible olor le indicó que tenía que volver a cambiarla de pañal. - Qué oportuna, si te acabo de poner uno limpio. - Le dijo y le dio un beso en el moflete derecho, y otro en el izquierdo, y no pudo contenerse y empezó a darle besos por todas partes.
Después de cambiarla de nuevo y comer rápidamente un sándwich, volvieron a la tienda.
Se había llevado la cámara y aprovechó un rato en el que no tenía clientes y Lucía dormía como un angelito, para revisar las fotos que le había hecho.
Todas habían quedado fenomenal, así que le costó elegir por cuál decidirse. Cuando ya tuvo clara la foto que iba a retocar, se puso a ello. En la misma cámara podía hacer el retoque que quería, así que se fue a la opción de color puntual y ahí a seleccionar el color de la rosa que le había puesto en las manos a Lucía, de forma que quedó toda la foto en blanco y negro menos la rosa, y los labios de la niña que dejaron entrever un suave tono rosáceo. Cuando terminó, después de varios retoques de prueba, quedó conforme con el resultado obtenido.
Descargó en el ordenador de la tienda la foto y buscó por Internet una página en la que le hicieran un lienzo con ella. En cuanto encontró un sitio que le pareció que ofrecían buen precio, calidad y poco tiempo en el envío, hizo el pedido. Envió la foto, eligió el formato del lienzo y el tamaño y se quedó a la espera de recibirlo.
Una semana después lo tenía en casa para regalárselo a Marta. Hoy era el día ideal, Lucía cumplía su primer mes de vida y Marta y Pablo les habían invitado a cenar en su casa.
Cuando llegaron a casa de Marta, Jose seguía riéndose en silencio del nerviosismo de Laura. Sacaron el cuadro del coche, era un cuadro grande. Entraron en el portal aprovechando que unos vecinos salían en ese mismo momento. Llamaron al ascensor que se abrió inmediatamente, en su interior Laura pulsó el botón correspondiente al piso de su amiga.
- Desde luego, como no le guste, no sé cómo lo van a obviar con este tamaño. - Pinchó a Laura, y ella lo miró con cara de pocos amigos, lo que aún le hizo más gracia.
En cuanto llamaron a la puerta, oyeron cómo Lucía comenzaba a llorar. Abrió Pablo.
- Hola chicos, pasad. Marta ha ido a ver a Lucía que se acaba de despertar. - Pablo se encogió de hombros.
- Lo siento. - Dijo Laura sintiéndose fatal porque suponía que la había despertado el timbre de la puerta.
- No te preocupes, si no hubiera sido el timbre, hubiera sido una mosca volando a su alrededor. - Pablo se rió. - Lo que quiero decir, es que se despierta con cualquier cosa, se pone a llorar un rato, se le pasa y en seguida se vuelve a quedar dormida. Así que no os preocupéis, Marta estará con nosotros en unos minutos. - Pablo se dio cuenta que todavía estaban en el descansillo. - Pasad, no os quedéis ahí. ¿Qué queréis tomar? - Ambos le pidieron vino tinto, por lo que fue a la cocina a por una botella y unas copas.
Jose y Laura se dirigieron al salón donde dejaron el cuadro encima de uno de los sofás y se sentaron en el otro. Al momento, Pablo apareció con una botella y tres copas. Estaban dando el primer sorbo cuando Marta apareció por la puerta.
- ¿A mí no me pones nada? - Pablo dirigió una dulce sonrisa a su mujer, se levantó y le dio un beso en la mejilla.
- Claro que sí, cariño. ¿Un mosto? - Ella asintió y él se dirigió a la cocina a por lo que había pedido su mujer.
- Estás fantástica. - Le dijo Laura, era increíble que solamente hacía un mes hubiera dado a luz, ya no se le notaba nada la tripa.
- Gracias, debe de ser la constitución. Yo también me he quedado muy sorprendida. Conozco a mucha gente que no ha vuelto a perder el peso engordado en el embarazo y a quién le ha costado mucho esfuerzo perderlo, y yo, nada. - Marta sonrió por la suerte que había tenido en ese sentido.
Pablo acababa de aparecer con la copa de mosto para su mujer. En ese momento, Marta se percató del paquete que había encima de uno de los sillones.
- Es un regalo para vosotros. - Laura había visto donde se dirigía la mirada de su amiga.
- ¿En serio? No teníais que haberos molestado. - Pablo se acercó a por el cuadro y ambos lo abrieron mostrando cara de sorpresa cuando vieron lo que era. Marta se emocionó y se le saltaron algunas lágrimas.
- Es… - Marta no tenía palabras para describir el regalo de su amiga. - … precioso, Laura. - Respiró tranquila, a sus amigos les había gustado.
- Me alegro que os guste.
- No nos gusta. - Dijo Pablo mirando a su mujer. - Nos encanta. Tendré que hacerle un sitio en el salón.
- La idea no es mía, es parecido a una foto de Anne Geddes. - Jose la miró, ya estaba quitando mérito a su trabajo. Puede que la idea original se la diera una foto ya realizada, pero los retoques eran suyos, eso es lo que realmente le daba a la foto un encanto especial.
- Me da igual, es precioso. - Confirmó de nuevo Marta que seguía contemplando la foto de su hija, completamente emocionada.
Unos días más tarde, Jose llegó a casa y se encontró a Laura en una esquina del sillón, con las piernas encogidas, agarrándoselas y mirando al infinito. En cuanto la vio en ese estado, se preocupó, algo había pasado seguro.
- ¿Estás bien? - Dejó la chaqueta del traje encima del respaldo del sofá, se acercó a ella y se sentó a su lado. Ella asintió. - ¿Entonces? - Laura seguía mirando al infinito, no se podía creer lo que le había pasado hacía tan solo media hora, no sabía ni por dónde empezar. Se giró y lo miró a los ojos, él estaba expectante.
- Me han llamado de la televisión, quieren que haga semanalmente una participación en un programa importante de la cadena, por lo visto tiene mucha audiencia. Mi sección trataría sobre restauraciones de muebles, quieren que enseñe a los espectadores a restaurar algún viejo mueble, que les de algunos trucos y consejos, algunas ideas y cosas así.
- ¿Cómo? - Jose se quedó tan sorprendido como ella.
- Te cuento. - Ordenó sus ideas en la cabeza y empezó por el principio. - Recuerdas que tenía muchos clientes de La Moraleja, ¿verdad? - Jose asintió. - Pues hay un productor de un programa semanal que ha visto mis trabajos gracias a sus vecinos, incluso ha venido a mi tienda y ha visto las cosas que allí tengo expuestas. Le ha gustado tanto mi trabajo, que quiere que participe en su programa. La cadena es una conocida cadena privada que emite en las televisiones de pago, y el programa es de decoración y de diy, ya sabes, do it yourself, hazlo tú mismo, que actualmente está tan de moda. Quieren que haga intervenciones, me van a dar mi propia sección de veinte minutos de duración. Aún no tienen claro el nombre, prefieren que lo elija yo teniendo en cuenta lo que voy a hacer.
Jose estaba tan sorprendido como ella. Se dio cuenta que era una gran oportunidad y se alegró mucho por ella.
- ¡Felicidades! - Laura lo miró a los ojos y descubrió el orgullo que sentía. En ese momento, ella se dio cuenta de lo feliz que estaba con la oferta y se tiró a sus brazos.
- Es genial, voy a salir en la televisión. Voy a tener una sección propia de veinte minutos. - Seguía sin poder creérselo.
- Habrá que celebrarlo. - Jose se levantó a la cocina y recordó que en la nevera tenían una botella de sidra que había sobrado de la celebración del nacimiento de Lucía. Así que fue a por ella y a por dos copas. En unos segundos estaba en el salón de su casa descorchando la botella y celebrando con Laura su nuevo trabajo.
Pero esta es otra historia…