Noviembre 1.999
El miércoles por la tarde habían vuelto a quedar para seguir con la formación de karate. Salió del vestuario y mientras esperaba a Jose se puso a correr para calentar.
Unos segundos después oyó un par de voces que entraban en el gimnasio, sorprendida se giró y vio a Jose preparado, pero le acompañaba Carlos.
- Me lo acabo de encontrar en el vestuario y lo he convencido para que tome alguna clase, ¿te parece bien? - Ella sonreía divertida, esto promete, se dijo.
- Claro, no hay ningún problema.
- Trátame con cariño. - Dijo Carlos mientras Jose ponía los ojos en blanco.
- Eso está hecho. - Se acercó a ellos. - Vamos a calentar y a estirar, y luego empezamos. - Todos estuvieron corriendo unos minutos por el borde del gimnasio. Carlos les seguía el ritmo perfectamente. - Está claro que entrenas habitualmente.
- Sí, corro habitualmente. - Confirmó.
- Aquí donde lo ves, participa de vez en cuando en algún maratón. Lo que pasa que es un quejica. - Carlos dio un empujón cariñoso a Jose y ambos rieron. Laura puso los ojos en blanco, parecía que se iba a tener que enfrentar a dos niños pequeños, a ver qué salía de todo esto.
Después de los estiramientos, comenzó la clase como la vez anterior, explicándole a Carlos posiciones y equilibrio. Jose practicaba también las posiciones e intentaba mantener el equilibrio tal y como Laura le había enseñado. Ella lo miró y se quedó gratamente sorprendida.
- Parece que has practicado. - Jose le sonrió.
- Me alegro que lo hayas notado. - La acercó y le dio un rápido beso en los labios.
- A ver chicos, que corra el aire, esto no es serio, que estamos en una clase. - Ambos se apartaron deprisa, tenía razón. - Además, como os pillen, Jose se te cae el pelo. - Jose sabía que tenía razón, que se estaba comportando de forma insensata. Estaban en el gimnasio de la comisaría, los podía ver cualquiera. En qué estaba pensando. Pero es que cuando estaba con Laura se olvidaba de todo.
Laura estuvo enseñando a Carlos los mismos puñetazos y patadas que ya había enseñado a Jose, éste, mientras, estaba practicando con un muñeco en la esquina del gimnasio.
Ambos parecían tomárselo muy en serio y absorbían todo lo que ella les explicaba muy rápidamente, estaba encantada con sus dos alumnos.
En cuanto terminó de contarle a Carlos lo mismo que le había contado a Jose, continuó la clase con ambos, ahora tocaba enseñarles a caer.
- Las caídas son muy importantes en el karate. Os voy a enseñar cómo caer para evitar lesiones, o si eres derribado caer de forma que puedas seguir la lucha desde el suelo. - Laura se tiró hacia delante y rodó. - Os habéis fijado. Lo importante es que os encojáis y rodéis como una pelota. Llevad la barbilla hacia el pecho, así las cervicales estarán mejor protegidas del impacto. - Jose intentó hacer la misma caída y Carlos le siguió.
- No está mal para ser la primera vez. Pero no estamos haciendo volteretas. El movimiento ha de ser oblicuo. - Laura les sonrió con dulzura, puso la misma cara que ponía su profesora de gimnasia de quinto de EGB. - La cabeza jamás ha de tocar el suelo, imaginaros esta caída en la calle, os podéis romper la crisma. - Ambos se quedaron mirándola, comprendiendo lo que acababa de decir y lo que habían hecho mal ellos. - Otra cosa, relajaros, no caigáis de forma tensa, aquí no os vais a hacer daño, el tatami no es muy duro, está acolchado, así que aprended a caer relajadamente, pero controlando vuestro movimiento. Vamos a comenzar con una caída de frente. - Miró a Jose, le sonrió tiernamente. - Ven, vamos a ver cómo caes. - Jose se acercó sin saber qué pensar. Laura se puso detrás, se agachó y con un movimiento rápido le cogió las piernas y tiró de ellas hacia sí. Jose no se lo esperaba, así que cayó de frente.
- Ups. - A Carlos le dolió la caída de su amigo. Jose estaba con el cuerpo bocabajo en el tatami y las manos a ambos lados de la cara.
- ¿Estás bien? - Le preguntó Laura preocupada. Jose rodó en el tatami y se la quedó mirando, ahora tumbado boca arriba, realmente parecía que ella se había asustado con el golpe, le hizo gracia y asintió para que se relajara. - Perfecto. ¿Qué ha hecho mal Jose al caer? Las manos, ha intentado no caerse, ponerlas en el suelo de modo de apoyo para que el cuerpo no cayera, pero a esa velocidad y sin haber previsto la caída, es prácticamente imposible, por lo que lo mejor es protegerse la cabeza. Primero, las manos delante de la frente. - Laura puso las manos tal y como les indicaba. - Segundo, al caer, el antebrazo ha de estar plano respecto a la mano. Si caemos primero con las manos, el golpe se amortigua peor y los codos pueden resultar dañados. Tercero, la parte del codo al hombro ha de estar vertical. Cuarto, la cabeza girada, para evitar que se nos rompa la nariz o los dientes. - Ambos sonrieron por la lógica aplastante de las explicaciones. Laura cayó de frente tal y cómo les había explicado, sin pensárselo dos veces. Se levantó sin apoyar los brazos en el tatami, de un salto rápido. - Ahora vosotros.
La clase continúo con ellos dos practicando la caída de frente. Para empezar, Laura les dijo que practicaran la caída colocados de rodillas, y cuando pensó que ya le tenían cogido el tranquillo, les dijo que se pusieran de pie y continuaran. Estuvieron un rato cayendo y levantándose, poco a poco parecía que cogían la técnica. Laura estaba ahí para corregirles si hacían algo que no estaba bien. Cuando pensó que ya era suficiente, les puso a pelear el uno contra el otro para que practicaran los puñetazos y patadas que habían aprendido. Ella se sentó en el borde del tatami y les estuvo contemplando.
- Venga, ven, atrévete a pegar a un viejo.- Le decía Carlos a Jose mientras ambos a una distancia prudencial giraban sin dejar de mirarse.
- ¿Un viejo? Yo lo que veo es un payaso.
- ¿Un payaso? Ya verás cuando este payaso te ponga la mano encima. - Carlos hizo amago de acercarse a Jose, pero siguieron manteniendo el círculo en el que seguían girando.
- Pues aquí te estoy esperando. No me voy a ninguna parte.
- ¿Queréis empezar a pelear? ¿O preferís seguir dando vueltas como si pasearais por el campo? - Laura se estaba empezando a frustrar.
Por fin, Jose se acercó y empezó a practicar algunos puñetazos, Carlos los esquivaba o bloqueaba diestramente. Carlos también atacó con alguna patada que Jose no tuvo problema en esquivar. En una ocasión que Carlos levantó mucho la pierna para darle una patada a Jose, éste se agachó y le hizo un barrido en el pie, de forma que Carlos cayó hacia atrás.
- Muy bien. - Laura no pudo contenerse, había sido un buen golpe, en una competición hubiese sido un ippon.
Siguieron luchando un rato más, ella les indicaba de vez en cuando mejoras en sus posiciones puesto que a veces les costaba mantener el equilibrio. Cuando Laura les dijo que ya era suficiente, cogieron ambos una toalla y se comenzaron a secar el sudor mientras se dirigían a los vestuarios.
- Laura, ha sido genial. - Fue Carlos quién la felicitó. - ¿Te importa si me apunto cuando quedéis?
- Por supuesto que no, estaré encantada de tener dos alumnos. Así no tendré que luchar yo con él. - Se acercó a Carlos. - Ya sabes, puede resultarle muy humillante. - Carlos soltó una carcajada y Jose que iba delante se giró.
- No estoy sordo, te he oído. Ya veremos si me dices eso cuando estemos a solas. - Le sonrió y le guiñó un ojo.
Cuando Laura salió del vestuario Jose estaba esperándola fuera.
- Y Carlos, ¿ya se ha ido? - Jose asintió. Se pusieron a andar hacia el parking donde él tenía el coche aparcado.
- María le ha llamado y le ha echado la bronca por la hora que era. Ha salido pitando. Se le había olvidado llamar a su mujer para comentarle que llegaría un poco tarde por la clase. - Jose rió. - En el fondo es un despistado, y un calzonazos.
- ¿Crees que lo he metido en un apuro? - Laura no quería ser motivo de una pelea entre el matrimonio.
- Claro que no. Conociéndoles, María le cantará las cuarenta, él dirá a todo que sí y acabaran reconciliándose en el sillón, y seguramente volverán a reconciliarse en la cama. - Laura se sonrojó.
- ¿Le cuentas a Carlos cada vez que nos acostamos?
- Claro que no, y él tampoco a mí. Bueno, sólo a veces. - Jose le dio un beso cariñoso en la mejilla. - Ahora no me digas que tú no se lo cuentas a Marta y a tus amigas. - Ella bajó la mirada, la verdad es que tenía razón, y seguro que ella lo hacía con más detalle que él. - Anda, vamos a cenar algo, tengo hambre. Me agotas en el gimnasio, no sé cómo quieres que luego rinda en la cama. - Laura se echó a reír. Acababan de llegar al coche y estaban entrando.
- ¿Qué pasa Sr. Olalla, no puede seguir mi ritmo? ¿Ya está muy mayor para una jovencita como yo? - Le dijo provocativamente. Jose la cogió del cuello, la acercó y la besó.
- Creo que todavía puedo seguirte. - Le dijo con voz ronca al oído.
- ¿Por qué no vamos a tu casa y allí pedimos algo para cenar? - Ella también le habló al oído con la misma voz ronca que él. Jose le dio un rápido beso en los labios, puso el coche en marcha y se fueron a su casa.
El sábado por la mañana Laura había quedado con sus amigas para comprarle un regalo a Raquel. El viernes siguiente era su cumpleaños y lo celebraría con ellas en el pub al que solían ir, aunque ella últimamente no se pasaba nunca, con Jose o se quedaban en casa o iban a La Misión.
Habían quedado en Goya para dar una vuelta por las tiendas, ella fue la primera en llegar, pero poco después llegaba Marta acompañada de Susana y de Nuria.
- Bueno chicas, ¿habéis pensado algo? - Marta fue la que habló.
- Sabemos que Raquel es muy coqueta, yo le compraría algo de ropa, un bolso o algo de bisutería. - Propuso Nuria. A todas les pareció perfecto.
Estuvieron mirando en varias tiendas hasta que encontraron un jersey muy bonito y con un precio que se podían permitir, eso de ser estudiantes hacía que sus bolsillos estuvieran siempre vacíos. Con mil pesetas que pusieron cada una, les dio para el jersey y unos pendientes que vieron en un puestecillo de la calle.
Les llevó toda la mañana realizar las compras. Marta les propuso comer juntas, pero Nuria y Susana no podían, estaban peladas, sin embargo Laura aceptó, hacía mucho tiempo que no hablaba con su amiga.
Fueron a comer a un sitio de bocadillos que había cerca de donde se encontraban. Después de pedir uno y un refresco, subieron a la primera planta del restaurante. Se sentaron en una de las mesas pegadas a un gran ventanal, desde donde se podía ver la cantidad de gente que paseaba por la calle Goya, casi toda de compras, supuso Laura.
- Sabes, hace mucho tiempo que no salimos juntas. - Le dijo Marta. - Desde que sales con Jose no se te ve el pelo.
- Anda, no digas tonterías. Si nos vemos todos los días en la Facultad, comemos juntas, hacemos las prácticas juntas, hacemos el camino juntas. - Laura puso los ojos en blanco.
- No me refería a eso. Sé que estamos casi todo el tiempo juntas, pero sólo hablamos de prácticas, estudios y temas de la Facultad, ya no sé qué es de tu vida. - Laura miró a su amiga, se sentía mal porque tenía razón, pero por otro lado, ¿qué podía hacer? En realidad evitaba a sus amigas para no tener que inventarse historias, no podía contarles la verdad.
- Tienes razón. Jose me absorbe mucho tiempo. ¿Y si nos dejamos una tarde para nosotras? ¿Los domingos por la tarde? ¿Podemos inflarnos a guarrerías mientras vemos una película y nos contamos todas las novedades? - Marta le sonrió, le parecía una idea fantástica.
- De acuerdo, trato hecho. - Ambas se dieron un apretón de manos para cerrar el trato.
- Bueno, ahora ponme al día de tu relación con Pablo. - Murmuró Laura, que quería ponerse al día de todos los chismes que le contara su amiga. - ¿Por qué estabais el otro día enfadados?
- ¿Cuándo? - Marta no sabía a cuando se refería su amiga, al fin y al cabo, Pablo y ella discutían muy a menudo.
- En la competición.
- Ahhhh. Pues es que habíamos pensado irnos un fin de semana a la sierra. Ya sabes, un finde romántico. Y resulta que cuando estamos a punto de reservar una habitación en un bonito hotel por Guadarrama, va y me dice que ha invitado a otra pareja amiga suya. - Laura siguió escuchando a su amiga, y poniendo la cara que ella esperaba para cada situación que le contaba. Ella siguió despotricando contra Pablo para posteriormente hablarle de la reconciliación. Le contó unas cuantas peleas más que habían tenido desde entonces, a cuál más absurda, pensaba Laura mientras la escuchaba, estaba claro que eran el uno para el otro. Luego llegó su turno y ella no pudo hablarle de peleas, porque ellos aún no habían discutido, tampoco pudo hablarle de donde iban cuando salían, no quería que se presentaran sus amigas por allí, así que le contó que le estaba enseñando karate y algunas de las anécdotas de las clases, que Laura exageró un poco de forma que las dos se rieron mucho.
Cuando terminaron de comer se despidieron hasta el día siguiente, para el comienzo de una nueva costumbre, su quedada de los domingos, que mantendrían muchos años después.
La casa de Jose no estaba lejos, así que Laura se acercó dando un paseo. Habían quedado cuando terminara con sus amigas, le había dicho a Jose que seguramente comerían juntas.
Cuando llamó a la puerta, Jose le abrió sin preguntar. Ella subió por las escaleras y cuando llegó al piso de Jose, éste tenía la puerta entornada para que no tuviera que volver a llamar.
- ¿Hola? - Jose no estaba a la vista.
- Laura, ya voy. - Se le oyó gritar desde el fondo de la casa. Ella se acercó a la nevera y cogió un tercio, puso la televisión y se sentó mientras lo esperaba.
- Hola preciosa. - Se sentó a su lado, le dio un beso y la quitó el tercio del que dio un trago. - Acabo de hablar con Edu.
Ella se giró atenta. - ¿Y?
- Me ha dicho que esta tarde en el local de Vallecas me pondrán en contacto con un proveedor. - Ella subió las cejas interrogante.- Si, no me han dado ningún nombre.
- ¿No creerás que va a ir el Coyote? - El negó con la cabeza.
- No, será el Chino, pero no me lo han dicho por teléfono. - Se encogió de hombros.
- ¿Y entonces, si no te han dado ningún nombre, por qué estás tan seguro? - Cuando se comportaba como un sabelotodo le sacaba de quicio.
- Porque esta mañana he leído su último informe, en el que se detalla la cita de esta tarde y el motivo de la misma. Supongo que mañana o el lunes tendré escrito en detalle lo ocurrido en la reunión. Así, me libraré de hacer yo mismo un informe. - Le guiñó el ojo.
- ¿Entonces, a qué hora salimos?
- Esta vez no vienes. No quiero verte metida en este lío. - Ella lo miró alucinada.
- ¿Perdona? - Se lo quedó mirando. - Perdona, pero te recuerdo que tú me metiste en este lío y ahora ya no puedes echarme.
- Laura, nos has ayudado a acercarnos, pero ahora es mejor que siga yo solo. - Le levantó la barbilla para que la mirara a los ojos. - Es que no entiendes que esté preocupado por ti.
Laura le quitó la mano de su barbilla y se puso en pie, empezó a andar de un lado a otro del salón como hacía cuando estaba nerviosa o enfadada. En ese momento, ella estaba pensando que hacía menos de una hora le había dicho a Marta que no había discutido con Jose nunca, qué ironía.
- Entiendo que estés preocupado por mí. Pero no puedes hacer nada. Además, sé defenderme, no necesito tu preocupación. - Jose seguía negando con la cabeza.
- Laura, esta vez no me vas a convencer.
- No ves que es muy extraño. De repente apareces sin mí. - Laura no sabía qué decir.
- No, no es raro, ellos no pensarán que te voy a llevar a un negocio de este tipo, lo más lógico es que no te quiera meter en asuntos de droga. Lo raro sería que yo apareciera contigo. - Laura lo entendía perfectamente, pero no quería quedarse fuera.
- Pero…
- Laura, no hay peros que valgan. Te he dicho que esta vez no vienes y no vienes. Está decidido y no hay más que hablar. - Jose dio por zanjado el tema.
- Lo has decidido tú. - Cogió su bolso y salió de casa de Jose dando un portazo. Sabía que se estaba comportando de forma infantil, pero estaba muy cabreada y no quería decir cosas de las que tuviera que arrepentirse luego. Además se le había ocurrido una idea.