Abril 2.016
Laura se dirigió directamente al cobertizo, allí se podría esconder y buscar algo con lo que defenderse. Corriendo rodeó la valla alrededor de la piscina, saltó por encima de una piedra que vio en el camino y abrió la puerta. Miró atrás y vio que él estaba saliendo en ese momento de la terraza donde habían estado cenando esa noche. Tenía tiempo para esconderse.
Cuando entró en el cobertizo estaba todo oscuro, pero ya tenía hecha la vista a la oscuridad y con el pequeño vistazo que había echado esa misma tarde, sabía cómo estaba todo colocado.
Se escondió en una esquina oblicua a la puerta, allí podría verlo entrar. Encima de un estante vio una vieja tubería de cobre que cogió. Se agazapó entre varias cajas, delante tenía una estantería llena de cajas colocadas desordenadamente. Recordó que su pistola se había quedado en la maleta, Jose le había obligado a llevársela, por si acaso, y ahora que la necesitaba, estaba guardada, rió irónicamente.
Cuando él entró, lo vio perfectamente. Entre las cajas de la estantería se podía ver la puerta y el espacio alrededor de la misma, ya que sólo había cajas bajas. Esos ojos marrones que creía conocer tan bien, ahora miraban en todas direcciones intentando localizarla, mostraban un brillo cruel que nunca había visto y quizás un toque de locura. Llevaba una pistola que agarraba con ambas manos, apuntando hacia donde su mirada se dirigía.
- Laura, ¿Dónde estás? - David la llamaba como si estuviera tarareando una canción. - ¿Un cobertizo? Quizás si te hubieras adentrado en el campo, te hubiera perdido y hubieses tenido una oportunidad, pero aquí, yo soy el gato y tú eres el ratón. - Se burlaba de ella. Laura sabía que si hubiera corrido por el campo le hubiera disparado y lo más probable es que la hubiera alcanzado, en un cuerpo a cuerpo ella tenía ventaja, o eso esperaba, sabía defenderse de un atacante. Al David que conocía no le gustaba la pelea ni la lucha, pero no sabía si Juanjo sería un experto también en el cuerpo a cuerpo, no debía subestimarle.
David cogió una de las cajas que estaban a la entrada, la apoyó sobre la única puerta que había y se sentó apoyando su espalda relajadamente en la puerta. - Supongo que te estarás haciendo un montón de preguntas. - Continuó David. Laura en ese momento estaba analizando la situación, pero obviamente tenía un montón de interrogantes, en ningún momento se había podido imaginar que el asesino fuera su mejor amigo, David, que imaginaba que realmente era Juanjo. - Primero, me presentaré. Como ya habrás adivinado, mi nombre real es Juan José Zamora. Cuando me fui de casa de mi abuela, me reinventé a mi mismo. Me convertí en David Mata y me vine a trabajar a Madrid. Por supuesto, ya sabes dónde, así que no te detallaré más a este respecto. Estábamos buscando a un becario y apareció tu nombre. Te recordaba vagamente, pero sobre todo te recordaba por mis hermanos, te adoraban, ambos siempre estuvieron enamorados de ti, aunque nunca lo dijeron en alto. José Manuel siempre a tu lado, crecisteis juntos y un día se fijó en su amiga, que de repente se había convertido en toda una belleza, pero tú nunca le demostraste más allá del cariño de una buena amiga, y él se conformó, prefería tenerte a su lado como amiga, que no tenerte. Y Javi, el pequeño Javi, se enamoró también, el amor infantil, el primer amor, creo que hubiera hecho cualquier cosa por ti. Siempre eras tan buena con él. - David paró de hablar unos segundos recordando a sus hermanos, pero se obligó a borrar esa imagen de la cabeza, estaba allí por otro motivo.
- Al ver tu curriculum, me decidí a conocerte. Como te decía, mis hermanos hablaban maravillas de ti. Y eras el único vínculo que me quedaba para recordarles, tú, la mejor amiga de José Manuel. Cuando apareciste en la sala, tan hermosa y con una sonrisa tan serena, entendí por qué mis hermanos se habían enamorado de ti. Te entrevisté, noté en tu mirada tristeza, pero tu sonrisa decía lo contrario. Pensé, que como yo, sufrías por la muerte de mi hermano, supuse que lo que le había pasado a Javi no lo sabrías. Me pareciste inteligente y trabajadora, dabas el perfil para el puesto, así que te contraté. El resto ya lo conoces. Como mis hermanos, yo también me enamoré de ti, llevo enamorado de ti desde que te conocí. Pero tú sólo me diste tu amistad, aunque para mí no fue suficiente. Me recordabas a José Manuel, me hacías tenerlo en mi pensamiento muy a menudo. Quizás no te hayas dado cuenta, pero hay gestos que haces que él también hacía, incluso a veces, haces algún comentario que parece que saliera de boca de mi hermano. He sido uno de tus mejores amigos, te hubiera defendido con mi vida, pero me dí cuenta que todo era una mentira. - Paró y volvió a mirar a diferentes puntos del cobertizo para ver si veía a Laura. - Parece que no te animas a salir y sentarte aquí conmigo. - Laura estaba atenta, escuchando y a la vez esperando su oportunidad para atacarle, si quería desarmarle a esa distancia no podría hacerlo, tenía que acercarse a él, y aún no era el momento. Si salía de su escondite sería un blanco fácil.
- Está bien, continuaré hablando. ¿Por qué? te estarás preguntando, entonces ¿qué pasó? Porque éramos buenos amigos, yo te quería, y sin embargo ahora lo que quiero es verte muerta. - David rió, a Laura se le pusieron los pelos de punta, esa risa le dio más miedo que la pistola que llevaba en las manos. - Pues bien, el Coyote había salido de la cárcel y tú te reencontraste con Jose. Qué casualidad, y todo a la vez. Y entonces me revelaste todo lo que había ocurrido quince años atrás. Fui tú confidente, tu amigo. Ahí fue cuando me dí cuenta que no eras simplemente la amiga de José Manuel, no, eras también su asesina. Por tu culpa él había muerto, te metiste donde no te llamaron. Cuando te enteraste que José Manuel no tenía nada que ver en toda esa historia de drogas y del Coyote, seguiste ahí, junto con la policía, hiciste que todos se involucraran. Tú manejabas unos hilos invisibles que hicieron que mi hermano muriera. Todos estabais allí, todos fuisteis culpables de su muerte. - Laura se sorprendió silenciosamente, ella había pensado así durante muchos años. Tuvo que ir a terapia hasta que pudo decirse a sí misma que ella no era la culpable, el culpable fue el Coyote y su gente. Ellos sólo estaban en el sitio inadecuado en el momento más inoportuno. Ella no quería que acabara como acabó. Se le caían lágrimas por las mejillas al recordar. Anuló ese pensamiento de su cabeza, ahora sabía que no había sido culpa suya, tenía que tener la mente fría si quería salir de ahí con vida y que sus amigos, que estaban a menos de cien metros, todos durmiendo sin saber lo que estaba ocurriendo, también salieran con vida.
- Al enterarme de la verdad, apareció la voz de José Manuel en mi cabeza. Sí, me pedía venganza, que sufrierais como él sufrió al morir quemado. Empecé a investigar a todos los involucrados, por supuesto yo no los conocí, pero tú me habías dado nombres y motes, no fue muy complicado encontrarles, un poco de búsqueda en Internet, búsqueda en periódicos de la época y toda la información que necesitaba estaba ahí, escrita en viejos periódicos. Se me ocurrió comenzar con uno de sus nuevos amigos, él confió en ellos y ellos lo metieron en un mundo que desconocía y que lo mató. Así se me ocurrió matar primero al Bola, una pena que muriera toda la familia, pero pensé que sería lo mejor. No quería que sufrieran como sufrí yo cuando perdí a la mía. La explosión en casa de Quique también fue harto sencilla, lo encontré deprimido, bebiendo en un bar, llorando aún el divorcio y echando de menos a su hijo. Yo llevaba peluca, gafas y un bigote, estaba irreconocible, seguro que si hubieras estado allí no me hubieras reconocido. - Hablaba orgulloso de lo que había hecho y de su inteligencia para llevarlo a cabo, sin que nadie sospechara de él, eso enfureció a Laura, que prefería sentir furia a pena, eso seguro que la ayudaba en su enfrentamiento. Pero ahora quería saber, así que siguió escuchando. - Lo llevé a casa, lo dejé sentado en una mecedora al lado de la ventana del salón, lo tapé con una manta que vi encima de un viejo sofá y dejé su paquete de tabaco y su mechero en una mesita, al lado de la mecedora. Supuse que lo primero que haría nada más despertar sería encenderse un cigarro. Era un fumador empedernido. Rompí una tubería del gas, de forma que el gas saliera lentamente, para que cuando despertara hiciera BOOM. - El grito del boom sonó muy fuerte, Laura pensó que quizás habría despertado a alguien. Suplicó que todos sus amigos siguieran durmiendo, si alguno aparecía, no podría salvarlo.
En la casa todos dormían, excepto Marta que se despertó de repente, había oído algo, pero no sabía qué. Quizás era su pequeña que le había dado una patada. No estaba segura. Así que se levantó para comprobarlo. La casa estaba a oscuras y en silencio. Todos los dormitorios tenían las puertas cerradas, así que supuso que todos dormían. Bajó a la planta principal. No se oía nada, por lo que se imaginó que habría sido su niñita que le había dado una patada. Pero ya que estaba despierta, aprovechó para ir a beber un vaso de agua a la cocina.
Abrió el lavavajillas y cogió un vaso limpio, uno de los que habían utilizado para cenar. Abrió el grifo y entonces vio que la bombona de butano estaba algo fuera de su sitio, la cortina que la tapaba estaba apartada. En ese momento no le dio importancia, cerró la bombona, imaginó que alguien la había dejado abierta sin darse cuenta, intentó moverla pero pesaba demasiado y en su estado sabía que no podía hacer esfuerzos, echó la cortina para que no se viera.
Cogió el vaso de agua, se lo bebió y ya de paso cogió un trozo de tortilla, que había en la nevera, de las sobras de la cena. - Si sigues haciéndome comer así, voy a reventar. - Le susurró a su bebé.
Se fue directa a la habitación, iba descalza y el suelo estaba frío. Le costó un rato más largo de lo habitual subir las escaleras a la segunda planta, le pesaba mucho el bebé. Cuando llegó a la habitación, contempló con cariño a Pablo, que dormía profundamente. Pasó al servicio, otra vez.
Se tumbó en la cama e inmediatamente notó a su marido rodar y abrazarla, una de sus manos se quedó posada en su barriga, ella puso la suya encima de la de él. Se acurrucó a su lado y se quedó dormida.
Jose estaba camino de la casa rural. En cuanto vio la foto de David en todas las pantallas se puso muy nervioso. Sintió un mal presentimiento. Sabía que no iba a ir a la casa rural con ellos, pero aún así, sabría perfectamente dónde estaba situada y también sabría que él no estaría esa noche. Laura le contaba todo, así que sospechaba que él conocería cualquier pequeño detalle. Era un buen lugar para matarla, en medio del campo, nadie lo vería. En su casa hubiera sido más difícil, él siempre estaba prestando atención al gas, por si a alguien se le hubiera ocurrido manipularlo en algún momento en el que no hubiera nadie en la casa.
Benítez le había dicho que al programa le costó encontrar las caras porque buscaba una misma cara en la gente de relleno, no en las principales. Y cuando se le ocurrió mirar en toda la foto, cambió el algoritmo, convirtiéndolo en un algoritmo aún más sencillo que el aplicado anteriormente. El programa en unas horas obtuvo una respuesta. Una cara que aparecía por lo menos una vez en los diferentes viajes, a veces como cara principal y otras veces entre el montón. David. Jose siempre había pensado que David estaba enamorado de Laura, en ningún momento se le había pasado por la imaginación que la odiaba hasta tal punto que lo que quería era matarla.
Ya llevaba un rato en la N-320, calculaba que llegaría en menos de media hora.
Había llamado a Laura varias veces, pero no cogía el teléfono. Tenía el teléfono de Pablo, pero siempre le daba el mismo mensaje, apagado o fuera de cobertura. Se estaba poniendo de los nervios por no saber nada de ellos. Eran casi las dos de la mañana, se los imaginaba tranquilos tomando algo o incluso jugando a algún juego que habría llevado Pablo, entonces, él entraría en trompa en la casa con cara de preocupación y todos se reirían de él. Esperaba que fuese eso justo lo que ocurriera. Pero seguía sin quitarse de la cabeza ese mal presentimiento.
- Después, intenté matarte. Fue un error desde el principio, pero ya empezabas a sacarme de quicio. Siempre hablando de lo mismo, me aburrías tanto, aunque reconozco que a veces era divertido, verte tan nerviosa, y no tenías ni idea, estabas tan despistada. Entonces, me dices que tenías que ir a La Moraleja a casa de una de tus clientas, y que llegarías tarde. Pensé que era una buena oportunidad como para dejarla pasar, decidí que había llegado tu hora, me pareció el momento perfecto. Me colé en tu urbanización, nadie me vio, nadie se fijó en mí. Tu portal tenía la cerradura rota, por lo que no perdí ni un segundo en la puerta. La hubiera podido abrir, pero si hubiera pasado alguien quizás le hubiera llamado la atención. Llegué a tu planta, tus vecinos estaban trabajando, esperaba no encontrarme con nadie y así fue. Entré y manipulé el gas. Pero entonces te oí maldecir, estabas en la puerta buscando las llaves en el bolso y no las encontrabas. Así que me escondí. Mientras que tú ibas como una loca abriendo ventanas por la casa y llamando a emergencias, yo aproveché para salir de tu piso sin ser visto. Pero fue un alivio no matarte. Fue un error el intentarlo. Ahí la voz de José Manuel me dijo que tenía que dejarte para el final, que era muy divertido ver cómo temblabas de miedo, sin saber qué ocurría, o mejor dicho, sin saber quién estaba detrás de todo esto. Verte tan perdida, fue divertido, sí, muy divertido. Pero aún quería seguir jugando contigo, por eso lo de mi garaje. - Río como un sádico - Pero ya llegaremos a eso, sigamos con la historia. No dices nada, así que supongo que estarás intrigada. - Sonrió para sí. - Luego pensaste que los culpables podían ser el Chino y los otros dos. Así que pensé que sería interesante que fueran los siguientes. Éstos también fueron fáciles de engañar, se traían muchos trapicheos entre manos, yo sólo me hice pasar por alguien que quería comprarles algo de mercancía. Idiotas, se lo creyeron por completo, incluso me invitaron a su casa a una partida de póquer, pensaban que me podrían desplumar. Les eché un par de pastillas para dormir en sus copas y se pusieron a roncar al rato. Así que hice lo mismo que con Quique, manipular el gas y dejar tabaco encima de la mesa. En cuanto se encendieron el primer cigarro, volaron por los aires. Aún recuerdo tu voz al contármelo, tu miedo, tu nerviosismo, se te acababan los sospechosos. Pero de repente Jose tuvo un presentimiento o una corazonada o como quieras llamarlo, y empezó a investigar a Juan José Zamora. Me dí cuenta que me tenía en el punto de mira. No podía permitir que me investigara aún, me quedaba mucho por hacer. Así que, pagué algo de dinero al compañero de celda del Coyote para que se inventara una historia de lo cabrón que era. Él encantado, podría salir si jugaba bien sus cartas, podría conseguir un trato. Estaba muy enfermo, quería pasar los últimos momentos junto a su familia, y encima odiaba al Coyote. Me lo puso en bandeja de plata, todo fue muy fácil. Pero Jose no se lo tragó. No entendía por qué, pero él no me seguía el juego. - Hablaba con un odio que Laura nunca le había sentido en sus palabras. - Era prácticamente imposible matarlo, siempre tan atento. Cuando le seguía se daba cuenta, en seguida prestaba atención a mi coche alquilado y yo tenía que desviarme para no ser visto. El portero de su casa lo llamaba si veía algo raro, o a alguien desconocido parar un rato en frente de su portal, una vez por este motivo casi me pilla. Es muy listo ese cabrón. - Laura se sorprendió, no tenía ni idea. - Así que se me ocurrió darle donde más le dolía, su punto débil. TÚ. Y además, podía ser divertido. Allí estuve, escondido en mi propio garaje esperando que llegaras. Fue muy entretenido, primero casi te mato y luego me convierto en tu salvador, tu gratitud para siempre. Irónico, ¿verdad? - Se rió de su propia astucia. - Cuando me contaste lo de las postales que os había dado mi abuela, me dí cuenta del error. No tenía que haberte seguido por todo el mundo, estaba obsesionado contigo, no pensaba, la verdad es que no quería verte con nadie, sólo pensaba en follarte. - Laura se estremeció al oír esa confesión. - Un error, sí, un gran error. Pero ahora estamos aquí y esta vez sí vas a morir. El resto no sé dónde están, pero ya saldrán, ya los mataré, no tengo prisa. Pero a ti no puedo dejarte con vida. Me hubiera gustado dejarte la última, pero los demás están escondidos, y no sé dónde. - Hizo una breve pausa. - ¿Lo comprendes, verdad, Laura? Todo ha sido culpa tuya.
Laura sabía que el tiempo se le acababa, tendría que actuar rápidamente.
Salió de su escondite, se acercó despacio a David con las manos levantadas, aún llevaba en ellas la tubería. David la vio y se levantó de su asiento improvisado, la apuntaba a la cabeza. Ella siguió andando consciente de que podía dispararla en cualquier momento, pero para poder defenderse tenía que reducir la distancia. Ya estaban enfrentados, lo tenía cerca. Despacio se agachó dejando la tubería en el suelo, sin quitar la vista de la pistola y del dedo que David tenía en el gatillo. Tenía que ganar tiempo, que se despistara, aunque sólo fueran unos segundos. Quizás, hacerle una pregunta, de forma que él tuviera que pensar una respuesta, ese segundo es lo que ella necesitaba, podría actuar, él no pensaría que ella le iba a atacar, asumiría que escucharía su respuesta.
- Siento lo de tu hermano, no quise que ocurriera. Yo le quería. - Hizo una pausa, no había sido buena idea empezar con su hermano, se estaba poniendo nervioso, o se estaba cabreando. - No sabía que estabas enamorado de mí, yo he sentido lo mismo por ti todos estos años. - Parece que esto si funcionaba. - ¿Por qué no me lo dijiste? - Como esperaba Laura, él se quedó pensando la respuesta y ella actuó.
Se movió rápidamente, con ambas manos sujetó el cañón de la pistola, David ni lo vio venir, fue sorprendido, Laura subió las manos y luego las bajó rápidamente acercándose a él y doblándole las muñecas hacia arriba para que la pistola apuntara verticalmente. Le dio una patada en la ingle para desorientarlo y él cayó al suelo. Laura con el arma se incorporó rápidamente, se sitúo en frente de él, apuntándolo.
- Cómo he podido olvidar lo buena que eres en combate, cuerpo a cuerpo. Te he ido a ver a muchos combates de Karate. - Dijo David retorciéndose de dolor en el suelo.
- No te muevas. - Dijo ella. Pero no podía estar indefinidamente así. Tenía que atarle. Laura se despistó mirando a su alrededor, comprobando si había algo con qué atarle. Momento que David aprovechó para agarrarla por las piernas, ella cayó al suelo y la pistola se le escapó de las manos, se giró en el suelo y comprobó que el arma estaba delante de ella, se estiró para cogerla, pero David la cogió por las muñecas reteniéndola, ella se dio la vuelta y lo miró a los ojos, él se sentó encima. Laura no supo reconocer la expresión de su mirada, odio o quizás deseo, tal vez ambas. Intentó zafarse pero no pudo, movía las piernas pero no llegaban a darle y las manos las tenía inmovilizadas. David vio el arma y la soltó, craso error, ella le dio un golpe con la palma de la mano en la nariz que seguramente hizo que se rompiera, empezó a salir mucha sangre, David gritó de dolor y ella pudo quitárselo de encima mientras iba a por el arma, la cogió, aun estaba en el suelo, giró sobre sí misma y tumbada, mirando a David que estaba delante de ella, de rodillas taponándose la nariz, le apuntó.
- No te muevas. - Repitió, pero él no hizo caso, se abalanzó sobre ella. Entonces Laura disparó dos tiros que le dieron en el pecho. David la miró, sorprendido y se desplomó encima de ella.
Laura se quedó unos segundos mirando su cara, sus ojos, sus facciones, reconocía a David, ya no veía esos ojos que la habían estado mirando con tanto odio unos momentos antes. Apartó su cuerpo y se levantó. Aun con el arma en una mano, se agachó y comprobó el pulso de David en su cuello, no se lo encontró, estaba muerto.
- Se terminó. El círculo se ha cerrado. - Le dijo con desprecio. Aunque él ya no podía oírla.
Salió del cobertizo y vio que sus amigos empezaban a salir de la casa en su dirección. Supuso que les habrían despertado los disparos. Anduvo unos metros y se dejó caer al lado de la valla de la piscina con el arma aún entre las manos. Dejó el arma en el suelo, dobló las piernas agarrándoselas, apoyó en ellas su cabeza y se puso a llorar. Marta se sentó a su lado sin saber qué ocurría, abrazó a su amiga, estaba llena de sangre. Pablo se acercó al cobertizo y cuando vio a David en el suelo rodeado de un charco de sangre salió, dio dos pasos y vomitó la cena. Cuando se hubo recuperado, miró a sus amigos, todos observando la escena, sin saber si mirar a Laura llena de sangre llorando en el suelo o mirar a Pablo que se había quedado blanco en cuestión de segundos, entonces le dijo al resto que David estaba dentro, muerto.
En ese momento, aparecieron los faros de un coche, venía más rápido de lo que el camino permitía. Frenó de golpe y Jose bajó de él, su cara mostraba preocupación. Cuando vio a Marta abrazando a Laura, la pistola a su lado, todos alrededor de ella y Pablo muy pálido, se imaginó que llegaba tarde, pero respiró aliviado, Laura parecía estar bien, en shock pero sana y salva. Pablo se lo confirmó, le indicó que David estaba muerto dentro del cobertizo.
Se acercó a Laura y la cogió en brazos. Ella lo miró y él se dio cuenta que estaba llorando. - Era David. - Se acurrucó en los brazos de Jose, ahora podía sentirse relajada y protegida.
- Lo sé. - Le dijo mientras la estrechaba entre sus brazos.
- Fue mi culpa. El detonante de todo no fue ni el Coyote ni tu vuelta. Fui yo. Sólo yo. - Lo miraba llorando, sintiéndose culpable de todo lo ocurrido. Él sintió dolor al verla sufrir así.
Se giró y le dijo a Luis. - Llama a la policía.